Capítulo 71
Capítulo
71
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Lilith
Alargué
mi brazo hasta el lado donde creía que se encontraba pero no estaba.
Me levanté de la cama sobresaltada, sudando y aterrorizada. Estaba
en una habitación en la que no estaba él, como si todo lo que
hubiésemos vivido hubiese sido un sueño. ¡Dios! ¡¿Y si había
sido eso?!
Me
levanté a toda prisa y salí corriendo escaleras abajo en su busca,
en busca de mi caballero oscuro, el demonio en mi infierno
particular... Llegué hasta el salón y allí estaba, tocando el
piano de cola con sus largos dedos. No se había dado cuenta de que
estaba allí porque llevaba unos auriculares en sus oídos que
transmitían el sonido de aquel lujoso instrumento, alejándolo de
este mundo.
Me
quedé embelesada mirándolo. Sus ojos estaban cerrados y de vez en
cuando movía su cabeza al compás de la música que parecía estar
escuchando. Ni siquiera sabía que Tom tocase el piano, es más,
nunca lo había oído tocar la guitarra que parecía acompañarlo a
todos sitios.
Su
mandíbula estaba apretada aunque sus músculos estuviesen relajados.
Era tan extraño verlo tan indefenso y sin ese aura oscura que
siempre lo rodeaba. El que estaba ahí sentado era la misma persona
que me había confesado que me quería, no... ¡que me amaba! Y yo
seguía allí quieta, respirando agitada y embelesada ante tan
hermosa criatura.
Sus
dedos dejaron de tocar las teclas del piano aunque permanecía con
los ojos cerrados, como si terminara de escuchar las últimas notas
que emanaban gracias a él. Quería correr hacia él y abrazarlo,
sentir su frío corazón derretirse aunque sólo fuera un poco pero
estaba segura de que a Tom ese tipo de cosas no le gustaban.
-Y
una vez más la princesa fue en busca del monstruo.- Abrió los ojos
y los clavó en mí, con fuerza, agónicos y llenos de sufrimiento.
-Ho...
Hola.- Conseguí decir cuando los escalofríos que me provocaba su
simple mirada cesaron.
-Que
princesa tan tonta y masoquista.- Se levantó del sillín frente al
piano y comenzó a andar hacia a mí lentamente. Ni siquiera me había
percatado antes de que sólo llevaba los pantalones...
-¿Qui...
Quieres desayunar?- Pregunté intentando evitar mirar otra parte de
su cuerpo que no fuese su cara.- Creo que puedo hacer magdalenas.
¡Agatha me enseñó muy bien!- Empecé a reírme nerviosa, tanto que
parecía estúpida.
-¿Has
pensado en lo que te dije?- ¡Dios! ¡¿Lo de si quería casarme con
él?! Recordaba haberme quedado atónita cuando me lo dijo y que sólo
la llamada de Bill me libró de constestarle.- ¿Necesitas más
tiempo? Creía que lo tenías claro.- La sonrisa desapareció de mi
rostro.
-Sé
lo que quiero pero no estoy segura de que este sea el mejor momento.-
Le respondí, viendo como se tensaba por cada palabra que salía de
mi boca.
-Tonta,
masoquista e insegura.- Dijo antes de irse hacia la cocina.
¡¿Qué
había sido eso?! ¿Estaba enfadado? Quería casarme con él pero no
cuando tenía una Unión a la vuelta de la esquina, un hijo en camino
y una panda de perros siguiéndole los talones. ¿Es que acaso era yo
la única que veía todos los problemas a los que nos enfrentábamos?
Ni
siquiera me había dicho para qué lo llamó Bill aunque pude
imaginármelo. Todos se habían dado cuenta de que habíamos huido
juntos y esta segura de que nos estarían buscando.
No
quería pensar en ello pero no podía evitarlo. Tenía tantas cosas
que preguntarle y tantas dudas en mi cabeza sobre lo que estaría
pasando que me volvería loca. Sin embargo, a él parecía no
importarle en absoluto, o al menos eso creía.
Me
senté en el sofá y esperé. Me estuve quieta hasta que las ganas de
llorar desaparecieron. ¿Estábamos haciendo lo correcto? No me
importaba lo que pudiese pasarme a mí pero qué pasaría con él.
Tom era el líder, un ejemplo a seguir para los de nuestra especie,
con un hijo en camino y la Unión con una mujer extraordinaria. ¿Por
qué lo había dejado todo? Yo no era lo suficientemente buena para
él, es más, dudaba que fuese lo suficientemente buena para alguien.
La
pantalla del móvil de Tom se iluminó sin emitir ningún sonido. Él
lo había puesto en modo silencioso para que no me diese cuenta de
las veces que lo llamaban aunque podía sentir la vibración del
móvil. No quería hacerlo pero lo hice, alargué mi mano y cogí el
móvil.
“Jan
está aquí”
¿Jan?
¿Quién era ese? Mi estómago se contrajo al sentir su presencia en
mi espalda. Dejé el móvil sobre la mesa sin volverme a verlo. La
burbuja de paz y tranquilidad había estallado.
-Lo
siento.- Dije antes de que él empezase a gritar como un energúmeno.-
Estoy preocupada porque esto seguro te está afectando más de lo que
crees. No creo que esto haya sido una buena idea. Tienes un hijo en
camino, Tom, no puedes huir como si no afrontaras responsabilidades.-
Apreté mis puños sobre mi regazo. Quería aparentar ser fuerte pero
en mi interior estaba rogando no despertarme de este sueño.
-Tienes
razón.- ¿La tenía?- Huir no es la solución, es por eso que dejé
de hacerlo hace mucho tiempo.- Me volteé a mirarlo. Nuestras miradas
se encontraron al instante, volviendo a formar nuestra burbuja en la
que sólo estábamos él y yo.- No estoy huyendo, Lilith, estoy
dejando que la corriente me arrastre.- Bonita forma de llamar al
“destino”, pensé. ¿Era eso lo que Tom estaba haciendo? ¿Dejarlo
todo a manos de éste?
-No
puedes hacer eso, tienes que elegir un camino hacia donde ir.- Le
respondí un tanto alterada. Sin duda, a él no parecía importarle
ninguna de sus responsabilidades.
-Delante
de mí tengo dos caminos. ¿Cuál debería elegir, Lilith?- Me
preguntó con un tono cansado y triste, algo a lo que ya me había
acostumbrado en él.
-Qué
más da que camino cojas, los dos te llevarán a alguna parte.- Tom
me miró con fiereza, estaba intentado saber en qué estaba pensando
de nuevo.
-Sé
dónde quiero llegar, ese es el problema.- Se sentó a mi lado y me
cogió la mano que mantenía apretada en mi regazo.- Quiero llegar a
ti, Lilith.- Lo miré petrificada ante su comentario.- Dime qué
camino debería elegir entonces.- Su mano apretó la mía con fuerza,
como si temiese que me escapase. Respiré hondo y le dije la única y
verdadera respuesta a su pregunta.
-Da
igual qué camino cojas, Tom... yo siempre voy a estar esperándote
al otro lado.- Un destello en sus ojos hizo que me congelase. Eran
tan... tan... fuera de este mundo que era imposible no estar
enamorada de él.
-Prométemelo.-
Su mirada se volvió fría al instante. Veía miedo y oscuridad
reflejarse en sus pupilas.
-¿El
qué?- Pregunté confusa.
-Que
siempre estarás ahí.- Mi estómago se contrajo de nuevo. Tenía
ante mí a un Tom asustado por primera vez. Era el niño que lloraba
por las noches cuando su padre le pegaba.
-Te
lo prometo.- Puse mis manos en sus mejillas, frías como el hielo.
¿Por qué siempre estaba congelado?- Nunca te voy a dejar, Tom...
Pase lo que pase.- Le di un tímido beso que lo cogió por sorpresa.
Pese
a que tenía los ojos cerrados, sentía su mirada clavada en mí
mientras nuestros labios estaban unidos. No se movía, ni siquiera
parecía tener intención de responder. Se había quedado perdido en
algún punto de su subconsciente... no era la primera vez que le
pasaba.
Y
una vez más, me preguntaba qué estaba pasando por su cabeza que lo
hacía alejarse del mundo. ¿Eran las voces de nuevo? ¿O es que
simplemente no le apetecía corresponderme? Quería meterme en su
cabeza y saber qué pensaba o qué sentía, pero como Bill ya me
había advertido, posiblemente me horrorizaría.
Despegué
nuestros labios y abrí mis ojos lentamente, observando a la bestia
herida que me miraba fríamente. Le sonreí con timidez, dispuesta a
descongelar su frío corazón. ¿Funcionaría esta vez?
-Recuerda
tu promesa, hermanita, porque puede que la necesites más de una
vez.- Se levantó y se fue. No más palabras, no más frases
inacabadas... Otra vez más, su corazón se había congelado y
cerrado ante mí.
-¡Tom!-
Lo llamé cuando casi desaparecía de mi vista. Él se volvió a
mirarme con ese aire chulesco de “sé algo que tú no sabes”.- La
princesa nunca va en busca del monstruo.- Tom levantó una ceja
interrogante, sin entender de qué estaba hablando.- Nunca he visto a
ninguna princesa aquí.- Él sonrió de medio lado y se fue junto a
su más que adolorida alma.
[…]
El
Sol era algo que me encantaba pese a que sentía como me debilitaba
por momentos. Quizá fuese por ese motivo que estaba en el balcón
con vistas al bosque, viendo cómo los niños jugaban pese al calor
que debía de hacer.
Me
gustaba este sitio, me recordaba a la casa de la abuela en Burdeos.
Un sentimiento de culpa me invadió por un momento. Seguro que mi
abuela estaría preocupada sin entender qué estaba pasando, al igual
que Louis... ¡Dios, Louis!
-¡Lilith!-
Una voz me llamó desde abajo. La mujer que nos encontramos ayer
junto su marido me saludaba animadamente.
-¡Hola!-
Respondí en mi, más que nativo, francés.
-¡Vamos
a la playa! ¡¿Venís?!- ¿Ir a la playa? Tendría que preguntárselo
a Tom...
-¡No,
gracias!- Su voz retumbó en mis oídos. ¿Cómo no lo había sentido
llegar?
-¡Pasaros
luego a cenar!- Ella nos sonrió y se fue mientras se despedía
animada.
-¿Por
qué no vamos a la playa?- Le pregunté, un poco desilusionada. A mí
sí que me apetecía ir...
-No
me gusta que los tíos se te queden mirando mientras babean.- Gracias
a que le daba la espalda pude sonreír victoriosa. Tom estaba celoso.
-Supongo
que es normal.- Dije, intentando ponerlo aún peor.- Muchos hombres
me desean. ¿Pensabas que eras el único?- Sentí sus manos en mis
caderas y su cabeza posarse en mi hombro.
-No
juegues conmigo, Lilith... Es peligroso.- Sonreí como una boba
cuando sus brazos me rodearon por la cintura desde atrás. ¿Cómo
podía ser tan monstruoso y dulce en un abrir y cerrar de ojos?
-No
creía que fueses celoso.- Le respondí, poniendo mis manos sobre las
suyas justo encima de mi barriga.
-Los
celos son falta de seguridad pero tal y como está el mundo ahora,
prefiero no bajar la guardia.- Solté una pequeña risotada, puede
que la más sincera en mucho tiempo.- Pero tú no eres celosa.
-¿Qué
te hace pensar eso?- Le pregunté curiosa ante tan rotunda
afirmación.
-Bueno,
los hechos lo demuestran.- ¿Qué hechos? Empezó a darme besos por
el cuello por lo que no quería seguir con la conversación que yo
pretendía llevar a cabo.
-Explícate.-
Le pedí.
-Olvídalo.-
Me dio la vuelta de cara a él de una forma bastante brusca. Sus ojos
azules me mostraban cuáles eran sus intenciones.- Una relación se
basa en tres principios fundamentales, Lilith.- Se pegó a mí por
completo, tanto que su aliento chocaba con mi cara.
-¿Cuáles
son?- Le pregunté a la vez que posaba mis manos en la cintura de su
pantalón.
-Confianza,
respeto y... amor.- Su boca se coló de nuevo en mi cuello, dando
pequeños besos y lametones que me ponían la piel de gallina.- Estoy
trabajando en el último.- Solté un pequeño gemido cuando me dio un
pequeño mordisco en la clavícula.
-¿Confianza?-
Le pregunté.
-Confío
en ti. ¿Crees que te hubiese dejado sola durante cinco años si
supiera que la ibas a cagar?- Tenía sentido...
-¿Y
respeto?- Sus besos pararon y sentí de nuevo ese aura maligna
rodearnos lentamente. Estaba empezando a ponerme nerviosa a medida
que su boca se iba acercando más a mi oído.
-Si
no te respetara...- Sus manos atraparon mis muñecas con
fuerza.-...ya te habría matado.- Abrí mucho los ojos por la
sorpresa y por el tono de voz que había puesto al decir esa frase. O
tal vez fuese porque esa era la verdad más absoluta que le había
escuchado decir.
-Tom...-
Dije casi sin aliento. ¿Por qué estaba tan nerviosa?- Suéltame,
por favor.- Se retiró de mí con un gesto serio.
-Era
broma.- Lo peor de todo era que ambos sabíamos que no lo era.
-No
juegues conmigo de esa forma, Tom.- Se acercó de nuevo y me besó
sin previo aviso.
-Eres
más valiosa para mí de lo que piensas.- Lo abracé con fuerza y
miedo de que se esfumara de entre mis brazos como otras veces en mis
sueños.
-¿Eso
forma parte de la confianza o del respeto?- Pregunté con una sonrisa
aunque seguía como un flan.
-Del
amor, supongo.- Dijo sin darle importancia pero para mí era más que
suficiente para enamorarme más si cabía de él.- Ven.- Agarró mi
mano y me condujo al interior del dormitorio.
-¿Dónde
vamos?- Pregunté cuando se puso justo delante de mí con esa sonrisa
de niño malo dibujada en su rostro.
-Voy
a hacerte el amor, Lilith.- Mi cuerpo ya había empezado a reaccionar
ante esa frase, deshaciéndose lentamente aunque mi alma, seguía
clavada en esos intensos ojos miel que me devoraban.
En
dos segundos, la camiseta que llevaba de él había desaparecido,
dejando mi cuerpo sólo cubierto con uno de sus boxers. La sangre
burbujeaba en mis venas, anticipándose a lo que vendría más tarde.
Sus ojos devoraban mi cuerpo minuciosamente, como si llevase siglos
sin verlo. Ante él me sentía poderosa, deseada y, por qué no
decirlo, como la diosa que decían que era. Posiblemente, no fuese
amor lo que Tom sentía por mí pero se le parecía bastante y eso me
bastaba.
Por
fin reaccionó y su cuerpo se pegó al mío, apoyando su frente
contra la mía y entrelazando mis manos con las suyas. Sentía su
cuerpo calentarse, su corazón derretirse sólo un poco y su aroma
invadir cada rincón de mi cuerpo. Lo amaba... Lo amaba tanto que
estar a su lado me dolía.
-Quisiera
parar el tiempo justo en este momento.- Dije frente a su boca. Tom
cerró los ojos y atrapó mis labios con los dientes suavemente.
-El
tiempo es relativo.- Dijo con un hilo de voz, como si le costase
respirar.
-¿Estás
bien?- Frunció el ceño al escuchar mi voz... ¿O no era a mí a
quien escuchaba?
-Es...
Estoy bien.- Abrió los ojos, rojos como el fuego. Me solté de sus
manos y di un paso atrás. Era el rostro del mismísimo demonio.-
¿Qué pasa?- Preguntó confuso.
-Tus
ojos...- Agarré la camiseta del suelo y me cubrí a la vez que mi
cuerpo me gritaba que huyese.
-Tan
solo intento controlarme, Lilith.- Respondió algo cansado.
-¿Controlarte?-
Se acercó a mí lentamente y me quitó la camiseta de las manos con
fuerza. Me agarró por la cintura y me llevo hasta la cama, donde me
empujó sin previo aviso.
-No
quiero hacerte daño.- ¿Por qué demonios volvía a decir eso? Me
senté en la cama y agarré la correa de sus pantalones hasta poner
su pelvis frente a mi cara.- Las princesas son demasiado delicadas
para...- Bajé sus pantalones antes de que terminase esa frase.
Tom
me miró sorprendido aunque fue aún peor cuando empecé a quitarme
los boxers lentamente ante sus ojos y se los lancé a la cara. Su
sonrisa de niño malo no tardó en aparecer. Su cuerpo estaba
respondiendo ante lo que veía y sí, esa diosa que decían que era
estaba orgullosa de mí.
-Te
dije que no había visto a ninguna princesa por aquí.- Se pasó la
lengua por su labio inferior sin apartar los ojos de mi cuerpo.
Sabía
que me iba a hacer daño, que eso de “hacer el amor” significaba
no haber sangre de por medio mientras se hundía en mi interior pero
sin embargo, no me importaba. Ahí estaba, dispuesta a hacer lo que
hiciera falta por él. Mentiría si decía que yo no disfrutaba
haciendo esto, claro que lo hacía, es más, me moría por hacerlo.
Puede
que hubiésemos “hecho el amor” por tres o cuatro horas, era
incapaz de recordarlo. Sólo se quedaba en mi mente cómo me hacía
sentir, cómo decía mi nombre entre gruñidos y pequeños jadeos en
mi oreja o cómo mi cuerpo reaccionaba cuando me tocaba. Sus ojos al
mirarme como si estuviese contemplando el mayor de los
espectáculos... Sólo lo recordaba a él.
Tenía
los ojos cerrados, estaba dormido. Yo lo miraba recostado boca abajo
en la cama y con mis brazos como soporte. Era guapísimo, una
criatura perfecta que no parecía de este mundo. ¿Cómo una persona
así podía convertirse en el monstruo que llegaba a ser a veces?
Su
móvil sobre la mesilla empezó a vibrar de nuevo. En la pantalla
pude ver el nombre de Bill reflejarse. No quería hacerlo pero me
levanté con cuidado hasta el móvil y salí fuera de la habitación.
Vibraba
entre mis manos mientras me debatía si cogerlo o no. Sabía que era
importante o de lo contrario Bill no estaría llamándolo con tanta
insistencia.
Deslicé
mi dedo por la pantalla y me llevé el móvil al oído.
-¡Estúpido
gilipollas! ¡¿Dónde cojones estás?!- Los gritos de Bill hicieron
que me alejase del teléfono.
-¿Bill?-
Dije en voz baja.
-¿Lilith?
¡Lilith! ¡Tenéis que salir de allí ahora mismo!- El móvil voló
de mis manos por culpa de Tom. Éste lo había cogido y escuchaba
atento los gritos de Bill sin apartar su fría mirada de mí.
-Cierra
la puta boca.- Dijo de lo más tranquilo. Escuchaba los maldiciones
de su gemelo al otro lado hasta que su expresión cambió.-
¿Quién?... ¿Jan?- Abrió los ojos como platos y me miró.-
¿Dónde?... Hijos de puta.- Maldijo a la vez que le colgaba a Bill.-
Ven, no tenemos mucho tiempo.- Agarró mi brazo y me llevó casi
arrastras por todo el pasillo hasta las escaleras.
-¿Qué
pasa? ¿Quién viene?- Pregunté nerviosa. No entendía nada pero Tom
parecía confuso por algo.
-Escúchame
bien. Cuando vengan sólo finge que no ha pasado nada entre nosotros.
Sólo he venido aquí para llevarte de vuelta a casa. Seguiré siendo
el mismo hijo de puta que era antes contigo pero sólo estaré
fingiendo, ¿entendido?- No estaba comprendiendo nada de lo que
decía.
-¿Quién
viene? ¿Por qué tenemos que hacer eso?- Llegamos hasta la cocina y
Tom me abrazó con fuerza.- Tom...- Susurré a punto de llorar.
-Confía
en mí, Lilith. No dejaré que te hagan daño.- Se fue hasta uno de
los cajones y sacó un cuchillo bastante afilado.
-¡¿Qué
vas a hacer?!- Pregunté nerviosa cuando agarró mi brazo con fuerza
y posó la hoja en mi brazo mientras yo luchaba para librarme.
-Los
cabrones del Consejo te introdujeron un chip localizador en el brazo
cuando estabas en el hospital hace cinco años sin mi permiso. Han
descubierto dónde estamos por culpa de esto.- Colocó mi brazo sobre
el fregadero y se situó detrás de mí.- Lo siento, Lilith.- La hoja
del cuchillo no tardó en abrir mi piel en dos, haciendo que la
sangre se escurriera por el sumidero del fregadero.
Las
lágrimas caían de mis ojos por el dolor, sentía mi cuerpo temblar
entre los brazos de mi hermano, el cual escarbaba en mi piel para dar
con esa cosa. Un pequeño grito ahogado salió de mi garganta cuando
ese chisme salió del interior de mi antebrazo. Antes de poder ver lo
que era, Tom me dio la vuelta y me abrazó con fuerza mientras la
lágrimas por el dolor se fundían con el frío de su torso.
-Ya
pasó.- Dijo, pero sus palabras sólo hacían ponerme peor. ¿Cuándo
me habían puesto eso? ¿Quién nos perseguía? ¿Por qué?- Espera.-
Tom salió de la cocina, llevándose consigo ese chip ensangrentado y
dejándome allí temblando.
No
tardó en regresar con unas vendas, una camiseta de las suyas y unos
boxers. Me vestí y Tom me agarró el brazo para vendarlo. Estaba muy
serio, frío y a punto de estallar. Veía sus ojos tornarse
lentamente en el color de la sangre.
Si
no hubiese visto cómo Tom mataba a Adam delante de mis ojos aquel
día en el que perdí a mi monstruito, hubiese jurado que era él
quien nos perseguía. Había visto a Tom furioso muchas veces pero
nunca como ahora. Estaba intentando mantener la calma, quizá para
que no me alarmase o tal vez porque no quería armar ningún
escándalo.
El
timbre de la puerta sonó, haciendo que tanto Tom como yo dejásemos de
prestar atención a la herida de mi brazo y nos volviésemos a mirar
hacia la puerta. Volvía a estar nerviosa aunque sabía que Tom no.
Diría que estaba a punto de estallar como una bomba en los últimos
segundos antes de su detonación...
-Lilith,
mírame.- Hice lo que me dijo y él agarró mi cara con sus manos.-
Recuerda lo que te dije y actúa como si nada hubiese cambiado. Puede
que diga cosas que no son ciertas y que te hagan daño pero no las
tomes en serio, es la única forma que tengo de protegerte.- Asentí
débilmente.- Buena chica.- Me dio un fugaz beso en los labios y me
señaló el sofá para que me sentara allí.
Él
camino decidido hacia la puerta y la abrió como si nada. Tres
hombres enchaquetados y con unas gafas de sol impenetrables
aparecieron ante él. Uno de ellos le dio un papel a Tom, quien lo
abrió como si nada. Su expresión cambió, era oscura y fría, tanto
que hasta los tres hombres lo sintieron.
-No
puede oponer resistencia, señor.- Tom se apartó de la puerta y
esos tres hombres entraron hasta el salón donde yo estaba.- Señorita
Kaulitz, por orden del Consejo General de Ancianos y a petición del
líder en funciones, Nuestro Señor Jan Kaulitz, tenemos que llevarla
ante él. Se le acusa de desacato a la autoridad, rompimiento de
leyes y derramamiento de sangre. Será juzgada ante el Consejo
General de Ancianos en los siguiente días. Por favor, señorita
Kaulitz, acompáñenos.- Los tres hicieron una reverencia y yo miré
a Tom. Asintió con la cabeza no tan seguro como yo quería que
estuviese.
No
entendía qué estaba pasando pero me levanté y los seguí hacía la
puerta. Una vez fuera, seguidos por Tom, nos subimos en uno de los
dos coches que estaban estacionados en la puerta.
Una
vez dentro, las lágrimas volvieron a derramarse lentamente mientras
que poníamos rumbo a Burdeos. ¿Por qué tenía que ser juzgada por
eso? ¿Por qué Tom no decía algo? ¿Quién demonios era Jan Kaulitz
y por qué era el líder en funciones ahora?
-¿Quiere
un pañuelo, señorita Kaulitz?- El mismo hombre que me había
soltado todo ese discurso antes se volvió para darme un pañuelo y
secarme las lágrimas.
-No,
gracias.- Dije antes de hacerlo con las manos. No me había dado
cuenta pero seguía temblando como un animal asustado.
-Por
el amor de Dios, deja de ser tan patética.- Dijo Tom con desdén.
¿Era esto parte de su plan en el que tenía que confiar?
-Lo
siento.- Susurré.
El
viaje hacia Burdeos fue de lo más callado y silencioso. Nadie dijo
nada pero la tensión se podía cortar con un cuchillo. No tardamos
en estacionar el coche frente a la puerta de la mansión de verano de
los Kaulitz, donde ya se encontraban varias personas.
Salimos
del coche sin rechistar, aunque lo único que me apetecía era salir
corriendo. Subimos las escaleras que daban acceso a la puerta
principal y las puertas se abrieron, dejándonos ver al otro lado de
mi madre, Gordon, Bill, y varias personas que no conocía.
-Bienvenidos.-
Una de las personas que se encontraba allí, dio un paso hacia
delante. Un hombre bastante apuesto, moreno, con los ojos verdes intensos que pude ver pese a que estaba lejos y
una barba de varios días.- Me alegro mucho de veros, primos.-
¿Primos?- Puede que no te acuerdes de mí, eras muy pequeña.- ¿Se
estaba dirigiendo a mí? Me puse recta al instante, nerviosa y
asustada.
-Lilith
tiene memoria selectiva, olvida todo lo innecesario.- Respondió Tom,
con un tono de ironía en sus palabras.
-Pues
espero que no se haya olvidado del motivo por el cual va a ser
castigada.- Sonrió. Una sonrisa tan aterradora como la de Tom.-
Cogedla.- Dijo, y de un segundo a otro, me encontraba agarrada por
dos hombres en los brazos y dos en las piernas que me impedían
moverme.
-¡Cariño!-
Escuché gritar a mi madre pero no la pude ver ya que el tal Jan me
tapaba la visión.
-¿Sabes
qué es esto, primita?- Me preguntó, enseñándome aquella pequeña
navaja de plata que marcaba a las personas con la Cruz. Me revolví
inquieta aunque fui incapaz de librarme de las garras de aquellos
tipos.
-Eso
sólo lo puede hacer el líder.- Dijo Tom con la mandíbula apretada.
-En
efecto, Thomas... el líder.- Se puso en cuclillas ante mí y paseó
la navaja por mis piernas.- ¿Dónde debería ponerla?- Dijo mientras
sentía el frío metal en mi piel. Aproveché ese instante para mirar
a Tom. Le estaba rogando con la mirada que lo parase pero él estaba
bloqueado, con los ojos clavados en los míos, rojos como el fuego
por la ira.- Tal vez... aquí.- Me lo encontré de frente, con la
navaja en mi mejilla y sus ojos quemándome viva. Estaba temblando y
llorando silenciosamente delante de aquel ser repugnante.- Tranquila,
primita, tan solo estaba jugando contigo.- Aquellos tipos me soltaron
y yo caí de bruces al suelo, incapaz de mantenerme en pie.
-Tesoro.-
Mi madre vino corriendo en mi ayuda al igual que Bill y Gordon.-
Tranquila, mi amor.- Intentó tranquilizarme aunque yo sólo
necesitaba a Tom en estos momentos, que me abrazara y sentirme
protegida.
-Bien,
si ya has terminado con tu jueguecito, yo me voy.- Tom comenzó a
caminar escaleras arriba como si nada, pasando por al lado de Jan.
-Mi
jueguecito acaba de empezar, Thomas.- Tom se paró a medio camino y
se quedó dándole la espada a nuestro primo.- Y para tu información,
estás perdiendo.- Mi hermano siguió subiendo las escaleras hasta
desaparecer de nuestra vista.
Jan
se volvió y me miró. Tenía una mirada que congelaría a
cualquiera. Me escrutó con la mirada una vez que me puse de pie.
Ambos seguíamos batallando por ver quién se rendía antes pero esta
vez no fui yo. Quizá, al igual que Tom, no gané sino que él me
permitió darme ese gusto.
-Y
la princesa al fin salió del castillo... aunque el dragón la estaba
esperando abajo.- Sonrió y despareció en la nada, haciendo que
escalofríos que creía olvidados me recorriesen la espina dorsal.
No
era así cómo me imaginaba que iba a despertar de mi sueño en el
que sólo estábamos Tom y yo.
Jan Kaulitz
¡¡GENIAL!! *0*
ResponderEliminarAunque se vuelvan a complicar las cosas, seguro que a Tom se le ocurre algo para mandar a ese Jan fuera del liderazgo. No me gusta!! >_<
Al menos Lilith sabe de los sentimientos de Tom :')
¡Me encantó el capítulo! x) Esperaré con ganas para el próximo.
Besos! ^^
Damn! Fue hermoso mientras estuvieron juntos! :‘D
ResponderEliminarEspero que Jan y la BITCHman sufran de la forma mas cruel y horrible! Los odio! (o_O)
Disculpa, ¿quién es el modelo o actor en la imagen? Por favor! :)
Rubén Cortada, es un actor español de la serie El Príncipe ;)
Eliminarok sin comentarios
ResponderEliminarperfect!!!!
(ya merito??)
Qué es "ya merito?"?? Lo he visto varias veces pero no sé lo que es :S
EliminarCreo que se refiere... que si ya mero acaba la fic... o algo asi >.<
Eliminarno!!! xD esque como se tardo en subir tanto se me ocurrio decir ya merito del burro de shrek! xD hay Dios no recuerdan la escena??
EliminarPor dios!!!!! me encanta!!!!!!!!!!!!!!! me encanta!!!!!!!!!!
ResponderEliminarEs la mejor fic que hay :D
(lo de ya merito es enserio o sarcastico) jejejeje xDDD Subre pronto :D
Siempre! Siempre vale la pena esperar :3
ResponderEliminarhay y siempre se complican las cosas... lilith o caigas DD: hahahahhaha amo amo recontraamo esta historia! ¡Mierdo! publicala a como libro te lo imploro y lloro TTwTT
Gracias^^