Capítulo 72
By
Lilith
-Tómatelo,
te sentará bien.- Mi madre me tendió un vaso de sangre, el cual me
tomé sin rechistar. Francamente lo necesitaba.- Cariño, tienes que
contarnos qué ha pasado.- Posé el vaso sobre la mesa y dudé unos
segundos. ¿Debía hacerlo? Tom me dijo que no contase la verdad pero
no sabía si eso incluía a mi madre, Gordon y Bill.
-Yo...-
Bill agarró mi mano al verme temblar. No podía mentirles, ellos
eran mi familia...- No quería casarme con Louis.- Dije, esperando
que eso fuese suficiente.
-¿Y
huiste con Tom?- Abrí los ojos de golpe cuando Bill pronunció esa
frase, impresionada.
-¡No!-
Grité. Vale, mentiría... Tenía que hacerlo por Tom.- Me escapé y
Tom me encontró.- Declaré.
-Eso
pasó hace tres días. ¿Dónde habéis estado desde entonces?- Bill
parecía un agente del FBI con tanta pregunta. Me estaba poniendo muy
nerviosa, yo no servía para mentir.
-Le
dije que no quería volver hasta que no aclarase mis ideas y él
accedió.- Nadie parecía creérselo, ni siquiera yo pensaba que
tuviese sentido.
-Nos
teníais preocupados.- Añadió Gordon.- Tom no contestaba su
teléfono y encima todo el asunto de Jan...- Le cogió a la mano a mi
madre, como si quisiese demostrar un poco de apoyo a esta extraña
situación.
-¿Quién
es Jan y qué hace aquí?- Me atreví a preguntar.
-Jan
es el líder de los Kaulitz en América.- Respondió Bill con una voz
de resignación.- Ayer el Consejo mandó una carta a Jan diciéndole
que Tom no estaba en condiciones de gobernar.- Lo miré impresionada
por sus palabras.
-¡¿Qué
clase de estupidez es esa?!- Pregunté alterada.
-La
doctora Bichmann mandó un informe psiquiátrico al Consejo, diciendo
que Tom sufría ciertas cosas que no lo hacían adecuado para el
cargo.- Terminó Bill, con la mandíbula apretada y las venas del
cuello a punto de reventar.
-¿Qué
clase de “cosas”?- Le dije con temor porque creía saber la
respuesta.
-Estupideces
que Bichmann con la ayuda del Consejo y su padre se ha inventado para
mantener a Tom lejos del liderazgo y hacer lo que les venga a ellos
en gana.- Bill parecía muy enfadado como nunca antes lo había
visto.
-Pero
a Tom no le pasa nada, !podemos demostrarlo!- El silencio se hizo
entre nosotros. Nadie se atrevió a secundar mi propuesta. Todos
sabíamos que Tom no estaba bien...- ¿El problema son las voces?-
Pregunté con la mirada perdida en mis manos entrelazadas sobre mi
regazo.- Nunca le impidieron hacer bien su trabajo. Tom ha estado
manteniendo a salvo a nuestra especie, ha luchado y se ha convertido
en el mejor líder que hemos tenido. ¿Es que eso no es suficiente?
¡Por el amor de Dios, Tom no está loco!- Grité, haciendo que los
otros se sintieran un tanto molestos.
-Lo
sabemos, cielo, pero no eso no implica que podamos hacer algo al
respecto. La doctora Bichmann tiene la última palabra, ella se ha
comprometido a poner a Tom mejor. Será entonces cuando Jan se vaya.-
Me respondió mi madre. No daba crédito a lo que estaba escuchando.
¿Es que acaso ellos estaban de acuerdo con la opinión del Consejo?
¿Creían que Tom no podía hacer bien su trabajo?
-Yo
soy la primera que ha sufrido los ataques de Tom y no os podéis
imaginar lo horribles que son pero eso no tiene nada que ver con su
posición como líder.- Intenté explicarles.- ¿Si nosotros no lo
apoyamos, quién lo hará?- Sus caras decían todo lo que necesitaba
saber. Ni siquiera Bill se quería ver envuelto en esta situación.
¿Tan peligroso era ese tal Jan?
-Cariño,
será mejor que descanses. Está situación es demasiado para ti.- Me
aconsejó mi madre, con una falsa sonrisa en su rostro.
-Como
queráis.- Me levanté más que enfadada por la pasividad que
mostraban tener en cuanto a este asunto. Estaba claro que ninguno de
ellos se quería inmiscuir en este caso y ayudar a Tom.
-¡Lilith!-
Me llamó Bill antes de que saliese del salón. Me paré a
escucharlo.- No hagas ninguna tontería, Jan es bastante peligroso.-
Mi cuerpo se contrajo pero seguí caminando aparentando normalidad.
Subí
las escaleras a toda prisa y me paré de golpe al ver decenas de
miembros del equipo de seguridad en el pasillo donde se encontraba la
habitación de Tom. Todos se volvieron a mirarme mientras mi cabeza
asimilaba la escena. Jamás había visto esta parte de la casa de tal
forma y con tanta gente.
-Señorita
Kaulitz, lamento comunicarle que no puede pasar.- Dijo uno de ellos,
al que no había visto nunca.
-Necesito
ver a mi hermano.- Respondí lo más serena que pude.
-Se...
Señorita Kaulitz, es mejor que se retire.- Una voz conocida resonó
por todo el pasillo. Gustav me miraba a través de sus gafas de pasta
negra. Simulaba una sonrisa aunque no estaba sonriendo en absoluto.
-Dejadla
pasar.- ¡Tom! Grité en mi interior al verlo en la puerta con sus
pantalones de chándal negro y su camiseta blanca. Parecía cansado y
su piel estaba apagada.
-Señor.-
Algunos se inclinaron y otros sólo miraron en su dirección. No
sabía qué estaba pasando exactamente pero sentía el ambiente
cargado.
-¿No
me habéis oído? Pensaba que todos entendíais alemán.- Dijo Tom
dejándose caer en la puerta.
Todos
se apartaron, dejándome un pasillo por el que podía llegar a mi
hermano entre sus miradas. Comencé a caminar lentamente aunque me
muriese por lanzarme a sus brazos. Sin embargo, no podía hacerlo, al
menos no delante de tanta gente. Anduve y anduve como si el pasillo
fuese kilométrico o eso me parecía. Cuando alcancé a Tom, éste
tiró de mí hacía el interior de la habitación y cerró de un
portazo.
Las
cortinas estaban echadas, la cama deshecha y la guitarra de Tom sobre
ésta. Varios vasos de sangre aún llenos estaban sobre la mesilla de
noche. Mi estómago saltó a mi garganta al ver miles de pastillas
tiradas por el suelo y muchas más en varios botes junto a un paquete
de tabaco.
Cuando
me percaté tenía a Tom a varios centímetros, con su gélido
aliento golpeando mi rostro y sus ojos clavados en los míos,
llegando hasta mi alma. Levanté mi mano y la posé sobre su mejilla.
Mi contacto hizo que cerrase los ojos mientras mis pulgares
acariciaban su fría piel.
-¿Por
qué has tardado tanto?- Susurró.
-Lo
siento.- Sus ojos se abrieron lentamente rojos como la sangre que nos
mantenía vivos.
-Pensé
que no vendrías ahora que sabes la verdad.- Pegó su cuerpo contra
el mío hasta que mi espalda dio con la puerta, haciendo un sonido
que seguro habrían escuchado los de fuera.- Parece que la princesa
no tiene sentido común.- Su mirada me quemaba pero sus palabras me
perturbaban.
-¿Para
qué son esas pastillas?- Pregunté antes de que su boca se dirigiese
a mi cuello, besando cada centímetro.
-Puros
placebos.- Su mano acarició mi entrepierna por encima de los
pantalones, haciéndome gemir.- Shh, pueden escucharnos.- Puse mis
manos en sus hombros mientras él seguía su camino hasta mis pechos.
-He
hablado con mamá, Gordon y Bill.- Sabía que estaba utilizando el
sexo para distraerme pero no lo conseguiría.- Están asustados de
ese tal Jan, no van a ayudarnos.- Intenté separarlo de mí porque
dudaba que me estuviese escuchando.- ¿Has pensado qué vas a hacer?-
Se retiró de mí a toda prisa con los colmillos amenazándome y sus
ojos más rojos si cabía.
-¡Joder,
Lilith!- Se llevó las manos a la cabeza y me dio la espalda.
-Creo
que es mas importante pensar en qué vamos a hacer respecto a Jan
que...- Me callé, ni siquiera yo sabía qué íbamos a hacer, el
amor o era puro sexo.
-No
te tienes que meter en esto, Lilith.- Parecía calmado aunque sabía
que no lo estaba, de lo contrario no seguiría con la cara vuelta.
-Tan
solo quiero ayudarte.- Se volvió y me miró aún con la amenaza en
sus ojos pero eso no me detuvo.- No voy a permitir que te quiten lo
que es tuyo.- Frunció el ceño con la mirada perdida en mí.- ¿No
piensas luchar? ¿Vas a quedarte quieto sin hacer nada, dejando que
Jan haga lo que quiera? Ese no eres tú, Tom.- Cogió aire y cerró
los ojos. Estaba segura que trataba de controlarse...
-No
puedo hacer nada.- ¡¿Qué?! Mi cuerpo ardía. ¡¿Por qué todo el
mundo se quedaba quieto sin enfrentarse al Consejo?!
-¡¿Por
qué?!- Grité. Me acerqué hasta él y lo agarré de los brazos,
gesto que hizo que me mirase impresionado.- Tú no estás loco,
Tom...- Vi la oscuridad de nuevo ceñirse sobre nosotros una vez que
dije aquella frase. Sonrió de medio lado y me apartó de mala gana.
-Lo
que dice el informe psiquiátrico es cierto. ¿Ni siquiera lo has
leído, verdad?- Que eso lo dijera sonriendo me horrorizaba.- Claro
que no lo has hecho, de lo contrario no estarías aquí.- De un
segundo a otro, me encontraba bajo él en la cama. Sus manos
apretaban a las mías por encima de mi cabeza con fuerza.- Princesa
estúpida...- Dijo antes de lanzarse por mis labios. Me besó, sólo
un beso estático cargado de emociones y miedo... mucho miedo.
-Has
pasado por mucho para estar donde estás y por culpa de un maldito
informe todo ha desaparecido. No permitas que te quiten lo que es
tuyo...- Dije cuando nuestros labios se separaron.- No permitas que
te quiten lo que es tuyo...- Repetí con el fin de que se le quedase
grabado en la cabeza.
-Todo
no, aún te tengo a ti.- Las lágrimas se amontonaron en mis ojos.
¡Claro que me tenía! Sin embargo, escucharlo de su propia boca era
algo extraordinario.- Si sostengo el bastón de mando, no puedo
abrazarte. Pero si te abrazo... no puedo protegerte.- Liberó mis
muñecas para acariciar mi cara.- Jan sabe que lo más valioso que
tenemos los Kaulitz eres tú. Él no está aquí por mi posición,
está aquí por ti. Si doy un paso en falso, voy a perder lo único
que tengo...- Solté todo el aire que parecía que había retenido.
Tom estaba asustado de que algo me pasase si él hacía algo mal.
-¿Por
qué por mí?- Pregunté con un nudo en la garganta.
-Porque
todos piensan que eres ella.- Contestó con un tono de resignación
en su voz.
-¿E-Ella?-
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
-Lilith...-
Solté un pequeño quejido al escuchar mi nombre de manera distinta.
-Yo
no soy ella.- Tom me dio un beso en la frente y se levantó.
-Vete,
seguro que ya le han ido con el cuento a ese hijo de puta de que
estás aquí.- Le hice caso y me levanté con dificultad por cómo me
temblaban las piernas. Simplemente pensar en “ella” provocaba
algo extraño en mi cuerpo.- Lilith.- Me llamó antes de que pudiese
abrir la puerta.- No le cuentes nada a nadie sobre nosotros y
sobretodo, no hagas ninguna tontería.- Asentí con la cabeza y le
sonreí para que se tranquilizase.
-Estaré
bien.- Puse mi mano en el pomo y esperé a dejar de temblar.
-No
me ocultes nada ahora que no puedo protegerte.- Volví a asentir y
salí de allí, con el corazón en el puño y unas terribles ganas de
salir corriendo.
Georg
se inclinó ante mí, y después todos los demás, excepto ella. Que
todos se agacharan me dejó verla. Vestía un vestido negro ancho,
disimulando la notable barriga de embarazada. Su pelo negro brillaba
por la tenue luz que se colaba por las ventanas y sus labios rojos no
hacían competencia al azul de su mirada. Llevaba unos papeles en la
mano que casi se le caen cuando cruzamos miradas.
Eva
agachó la cabeza en señal de respeto y yo me quedé hierática,
dejando que la presencia de ese ser que crecía en su interior me
rodease. Era poderoso pero no más que mi pequeño monstruito. Quería
llorar de nuevo pero no sabía cuál de todo lo que me estaba pasando
era el motivo de mis lágrimas.
-Señorita
Kaulitz.- Comenzó a caminar en mi dirección y yo a la de ella. Lo
sentía, sentía a ese ser tan fuerte que me estaba mareando.- Ha
pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.- Dijo cuando
nos paramos frente a frente.
-Es
un placer volver a verla, doctora Bichmann.- Mentí. Ella sonrió,
mostrando sus perfectos y blancos dientes.
-Si
me disculpa.- Pasó por mi lado y abrió la puerta del cuarto de Tom
sin preguntar.
Seguí
caminando hasta desaparecer de allí. Corrí de nuevo escaleras
arriba hasta mi habitación y me quedé plantada en la puerta cuando
la cerré. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué no le había plantado cara a
Eva? A quién pretendía mentir, ella era la que se iba a unir a Tom
y por si fuera poco, iba a tener un hijo suyo. El hijo que yo no pude
darle por no saber protegerlo.
Sabía
que Tom no iba a estar a mi lado después de todo. Cuando él tuviera
a su hijo entre sus brazos todo cambiaría. Pero... ¿por qué
presentó Eva ese informe acerca de Tom? A ella no le convenía que
Tom estuviese así, encerrado en su cuarto sin poder ninguno.
Miré
a mis manos, de nuevo estaba rasgándome con la uña la muñeca pero
esta vez lo había hecho inconscientemente. Cuando la sangre empezó
a salir, retiré mi mano temblando. No quería hacerlo, no quería
volver a ese mal hábito de estos cinco años pasados, pero me sentía
mucho mejor cuando lo hacía. Mi sangre saliendo de mí lentamente,
haciendo que mis sentidos e instintos se esfumasen y todo el
sufrimiento se viese menguado gracias a dolor que me provocaba a mí
misma.
La
sangre no ha de ser derramada.
Deslicé
mi espalda por la puerta y cerré los ojos con una sonrisa en mis
labios. Me sentía débil de nuevo y me gustaba, al menos no pensaba
en nada más que en el tiempo que quedaba para desvanecerme.
¿Por
qué la desprecias?
Esa
voz de nuevo... ¿Me estaba volviendo loca o era sólo una
alucinación por la perdida de sangre?
La
Luna se volverá del color de mi sangre...
La
Luna, hacía tiempo que no la veía. Sonreí como una tonta, la Luna
era blanca no se podía volver roja... ¿verdad?
Deshazte
de tu parte humana y sálvanos.
Me
tapé los oídos. Sabía quién era o al menos quién mi cabeza
creía. No quería escucharla, ahora no.
En
el sótano todo será revelado. Despierta y acaba con ellos.
-¡No!-
Grité. Las lágrimas comenzaron a salir sin control.- ¡Vete!-
Chillé a esa voz y a esa presencia extraña que no podía ver.
Él
no quiere despertarte porque tiene miedo de que lo abandones.
Abrí
los ojos de golpe. Ella estaba ahí parada ante mí. Su larga melena
rubia-rojiza se deslizaba por sus hombros. No le podía ver la cara
dado que su pelo la cubría pero podía ver su boca, torcida en una
sonrisa escalofriante que mostraba sus colmillos.
-Vete,
por favor.- Le supliqué pero ella no se movía. Me seguía mirando
sin menearse un ápice de su posición.- ¿Qué tengo que hacer para
que me dejes?- Ella levantó su cabeza y la vi. Era yo quien me
miraba a mí misma sonriendo, con un vestido blanco que se empezó a
llenar de sangre por la parte de su barriga.
-Ve
al sótano y despierta antes de que sea demasiado tarde.- Alcé mi
mano para tocarla pero desapareció antes de que la alcanzara.
Mis
ojos se dirigieron a mi mesita de noche. La Biblia de los Vampiros
seguía ahí, intacta. No había leído nada desde aquella vez aunque
tampoco quería hacerlo. Una parte de mí me imploraba que no lo
leyera, la otra, la misma que me había metido en tantos problemas y
que la volvía a ella realidad, me rogaba que lo hiciese.
Me
levanté del suelo aún con las piernas temblorosas y caminé hasta
la mesita. En la portada de aquel libro sagrado para los de mi
especie, se hallaba el tatuaje que mis hermanos tenían. ¿Cuál era
su significado y por qué estaba aquí?
Abrí
la Biblia por donde la había dejado la otra vez y comencé a leer.
Génesis
1:02
Lilith
osó pensar que tenía derecho sobre su voz, derecho a la palabra,
derecho a nombrar, derecho al logos.
Lilith
osó pensar que podía decidir sobre su propio cuerpo, sobre su
placer, sobre su sexualidad.
Lilith
osó pensar que tenía los mismos derechos que Adán, los mismos
derechos que los hombres.
Lilith
osó disponer de su cuerpo; osó disponer de las palabras.
Se
arrogó el derecho a nombrar, a pronunciar lo impronunciable.
De
este modo, liberó al mundo de los límites de la imaginación y del
conocimiento, poniendo en escena el lado oscuro de la Creación.
El
castigo divino fue la casi completa desaparición de Lilith de la
historia.
Dios
quiso borrar a Lilith. Así, la primera mujer es, al mismo tiempo, la
primera "desaparecida" de la historia: su nombre fue
borrado de la Biblia de los humanos... para siempre.
Sentí
una opresión en el pecho tras leerlo. Eso estaba escrito en lo que
se suponía era el libro sagrado de los vampiros. Lilith había
desafiado a Dios para liberarse, había desafiado a los hombres los
cuales estaban destinados a regir el mundo.
Lilith,
tiene apetitos sexuales, es una mujer que se va a la cama con quien
le place y a quien nadie posee. El goce de la sexualidad, sin ánimo
de procreación, otra de las prohibiciones habituales en contra de
las mujeres en casi todas las culturas. Lilith no es tierna, no es
dependiente, no busca el amor sino sexo.
Lilith
es el espíritu del viento, es una doncella alada de gran belleza,
cuya función es conducir a los hombres al templo de Ishtar para
celebrarlos ritos sexuales con las sacerdotisa vírgenes.
Lilith
es la que jamás podrá ser dominada, ni eliminada, ni manipulada,
porque ella está por encima de todo, permanece fiel a su propia
verdad. Y en virtud de esa lealtad siempre elige
aquello que está en armonía con su naturaleza, no permite que los
demás elijan por ella, no hace concesiones.
Nadie
la expulsó del Paraíso, y nadie le negó tampoco la entrada porque
nadie posee tal poder sobre ella. Es por ello que Lilith sigue siendo
libre de volver y puede, por la misma razón, indicarnos el camino de
regreso al hogar.
No entendía nada pero
cada palabra escrita era un martillazo en mi cabeza. ¿Cómo podía
sentirme tal mal por sólo leer un libro? Reconocía que las palabras
que se decían en los libros como la Biblia siempre me habían
perturbado pero esto era demasiado.
Pese a que todos decían
que yo era ella, era imposible imaginarme de la misma forma. Según
la Biblia de los Vampiros, Lilith era fuerte, indestructible,
determinada y con un valor increíble... ¡¿Cómo podía ser yo
ella?! Era una locura mirase por donde lo mirase.
El sótano... Esa voz
había dicho que en el sótano todo sería revelado pero el qué.
Salí de mi habitación a toda prisa, recorriendo las escaleras como
una loca. ¿Dónde estaba el sótano en esta casa?
Llegué hasta allí, dos
pisos más abajo de la planta principal. El sótano era un pasillo
enorme y oscuro, iluminado por un camino de velas en la pared. No
había ventanas ni nada que dejase ver la luz del exterior. Ante mí
se encontraba una cancela de hierro que separaba las escaleras del
enorme pasillo, donde al final se podía ver una puerta.
Escuché ruidos. Alguien
estaba abriéndola así que salí corriendo por las escaleras hasta
llegar a la planta superior y esperé. Me temblaba todo el cuerpo, no
sabía que estaba pasando pero aguantaría hasta quien fuese que
estuviese en el sótano apareciera ante mí.
Casi
me caí al suelo cuando lo vi. No iba solo, un séquito de hombres lo
seguían en su camino. Me miró con una ceja alzada, supongo que al
ver mi expresión de casi horror. ¿Qué hacía él allí? Respiré
hondo y forcé una sonrisa para que no se percatase de nada.
-Los
veo luego, señores.- Todos se inclinaron ante él y desaparecieron
por la puerta que daba al recibidor.- ¿Qué haces aquí?- Desvié la
mirada para pensar. Por el shock no me había dado tiempo a
inventarme una excusa.
-Pasaba
por aquí... ¿De dónde vienes?- Su rostro se oscureció.
-No
es asunto tuyo, Lilith.- Achiné los ojos en busca de algo que me
diese una pista pero no encontré nada.
-¿Qué
hacías ahí abajo?- Me atreví a preguntar.
-No
deberías de andar sola en estos momentos, Lilith.- Solté el aire.
¿Cuándo había dejado de respirar?
-¿En
qué equipo estás, Bill?- Le pregunté con los ojos echando chispas.
Él por el contrario parecía tranquilo pese a que le había dejado
claro que dudaba de su fidelidad a Tom.
-Hace
tiempo que dejé de jugar... Lilith.- Cuando pronunció mi nombre lo
hizo de manera distinta, como nunca antes lo había escuchado. ¿Quién
era ese que se parecía a mi hermano pero que no lo era?
Bill
dio media vuelta y se fue tal y como había venido. Ese ser tan
siniestro y oscuro pero tan tierno a la vez se alejaba de mí como
todos en esta casa. Sin embargo, esta vez no había una pizca del
Bill que conocía en ese ángel de alas negras. Mi querido Bill...
¿dónde estaba?
Decidí
irme a mi cuarto o quizás ver de nuevo a Tom, aunque lo segundo no
parecía una buena idea. Seguro que la doctora Bichmann seguía ahí,
con él, a solas... Agité la cabeza con fuerza procurando que los
pensamientos se esfumasen de mi mente aunque eso sólo hizo que
perdiese el equilibrio y que casi me cayese por las escaleras. Digo
“casi” porque no llegué a caerme. Unos brazos fuertes me
sujetaron, haciendo que mi cabeza chocase contra un pecho más que
marcado.
Me
erguí enseguida y lo vi. Sus ojos verdes, su barba de varios días,
su piel oscura y una sonrisa más que perfecta. ¿Por qué estaba
allí, solo y sonriendo? El cuerpo me empezó a temblar aunque no
tenía miedo.
-¿Estás
bien? Tienes que tener más cuidado, primita.- Dijo sonriendo. Jan me
miraba desde unos escalones más abajo pero se sentía más grande
que yo, o al menos eso me parecía a mí.
-Estoy
bien.- Dije con un nudo en la garganta.
-Me
alegro.- Su sonrisa era hipnótica, tan parecida pero a la vez tan
distinta a la de Tom.
-Tengo
que irme.- Me di la vuelta, deseando poder salir de allí pero su
mano me detuvo. No me agarró del brazo como solía hacerlo Tom, sino
de la mano, en un agarre suave pero cargado de calidez.
-Espera,
quería hablar contigo.- Me deshice de su mano y lo miré con
frialdad, de la misma forma que Tom hacía.
-No
hay nada de lo que quiera hablar contigo.- Incluso a mí me pareció
demasiado grosero contestarle así pero de sólo pensar lo que le
estaba haciendo a Tom, me sonaba bastante educado.
-Creo
que es justo que conozcas la otra versión de la historia.- Dijo él,
tranquilo y sosegado.
-No
me interesa la otra versión.- Dije desafiándolo con la mirada.
-Es
por ese que siempre te han manipulado porque nunca quieres escuchar
otras versiones salvo la que ellos te dan.- Algo en mi estómago se
movió. Tenía razón pero por delante de todo estaba Tom. -Él sabe
la verdad.- Desvié la mirada ante sus penetrantes ojos. Jan ganaba y
yo me había dejado vencer... ¿Por qué?
-No
tengo demasiado tiempo.- Su sonrisa se hizo más amplia. Subió las
escaleras por mi lado y yo lo seguí como si una fuerza sobrehumana
me arrastrase con él.
Entramos
en su despacho, bueno, el despacho de Tom que ahora él había
ocupado. Sólo entrar los recuerdos bombardearon mi cabeza. Aquí fue
donde Tom me pegó y humilló delante de todos...
-Siéntate,
por favor.- Le hice caso y me senté en la silla justo delante del
escritorio, frente a él.- Este es el informe que la doctora Bichmann
me mandó a Nueva York.- Puse delante de mí unos papeles donde el
nombre de Tom parecía sobresalir de éste.
-No
me hace falta leerlo.- Alejé aquellos papeles como si tuviesen un
virus contagioso.
-Deberías
de leerlo así entenderías todo.- Agarré el informe de mala gana y
comencé a leer bajo la atenta mirada de Jan.
Cada
palabra escrita en ese papel me apuñalaba en lo mas profundo de mi
alma. Sabía que Tom estaba mal pero esto era demasiado. Tenía el
perfil psicológico de un asesino en serie o un psicópata pero lo
peor... yo era la causa de todo lo que le pasaba. ¿De qué me
sorprendía? Sabía que por mi culpa Tom había desarrollado ese
instinto homicida pero dolía pensar que yo era el problema del
causante de mi felicidad.
-Hay
algo que quiero que leas también.- Era un email para Jan de Tom, del
día de mi boda con Louis.
Querido
primito:
No
voy a preguntarte cómo estás, no me interesa pero me alegro de que
hayas rechazado la invitación a la boda de mi querida hermana. Te
vas a ahorrar el viaje porque no se va a casar. Sólo unas palabras
mías bastarán para que no lo haga, tengo influencia sobre ella pese
a que los del Consejo digan que no se puede “domesticar” a una
diosa...
Creo
que todos estamos de acuerdo en acabar con ella y ni tú ni nadie
puede impedir eso. Si Lilith desaparece, se acaba la guerra con esos
perros.
Muchos
besitos, primito.
Thomas
Kaulitz.
PD:
Nos vemos en el funeral de Lilith.
-Pensaba
que eran meras tonterías de Tom pero cuando me llegó la noticia de
que no te habías casado cogí el primer vuelo para Burdeos.- La
carta temblaba en mis manos.
-¿Cómo
se que fue Tom quien escribió esto?- Tenía un nudo en el estómago,
peor... tenía muchísimas ganas de vomitar.
-Es
de su IP, nadie puede hackear su correo electrónico.- Me levanté de
la silla dispuesta a irme.- Mi intención al venir aquí es proteger
a mi especie aunque ello conlleve desbancar a Tom del liderazgo.-
Apreté los puños con fuerza entre mis palmas de la mano. Quería
gritar o quizá llorar, o puede que ambas a la vez.- Siento que te
hayas enterado así pero es la única manera que tengo para que no te
acerques a Tom.- Él no había escrito eso, lo sabía.- He escuchado
que Tom te ha pegado e insultado en numerosas ocasiones.- Para que me
alejase de su lado, él me lo dijo.- Según la doctora Bichmann son
las voces las que le dicen que lo haga pero él intenta controlarse
es por ello que cuando explota es horrible para él.- ¿Se controla?
-¿Qué...
qué pasa?- Le pregunté ya que no hacía nada, sólo mirarme y
respirar como si le faltase el aire.
-Intento
controlarme.- Dijo finalmente.
-¿Controlarte?-
¿Por qué quería controlarse?
-No
quiero hacerte daño, Lilith.
Esa
fue la primera vez que me lo dijo pero no la última...
-¿Estás
bien?- Frunció el ceño al escuchar mi voz... ¿O no era a mí a
quien escuchaba?
-Es...
Estoy bien.- Abrió los ojos, rojos como el fuego. Me solté de sus
manos y di un paso atrás. Era el rostro del mismísimo demonio.-
¿Qué pasa?- Preguntó confuso.
-Tus
ojos...- Agarré la camiseta del suelo y me cubrí a la vez que mi
cuerpo me gritaba que huyese.
-Tan
sólo intento controlarme, Lilith.- Respondió algo cansado.
-¿Controlarte?-
Se acercó a mí lentamente y me quitó la camiseta de las manos con
fuerza. Me agarró por la cintura y me llevo hasta la cama, donde me
empujó sin previo aviso.
-No
quiero hacerte daño.
Mierda.
Mierda. ¡Mierda! ¿Y si era verdad? ¿Y si por mi culpa los ataques
cada vez se hacían más insoportables?
-Tengo
que irme.- Salí de allí casi corriendo aunque sentía que las
piernas me fallarían en cualquier momento.
Me
detuve justo en frente de su puerta custodiada por decenas de hombres
de donde salía una triste
y tranquila melodía. Todos se inclinaron sin poner resistencia y
yo pasé como si mi cuerpo se moviese solo, dirigido por mi más
profundo subconsciente.
Sus
ojos se desviaron de su guitarra para mirarme cuando abrí la puerta.
Siguió tocando como si nada y yo no pude apartar la mirada de ese
ser tan perfecto de cuyos dedos emanaba un sonido celestial.
Las
lágrimas no tardaron en salir de mis ojos como cascadas. ¿Quién
era ese ser? ¿Por qué estaba tan herido? ¿Por qué él?
Me
quedé con la espalda pegada en la puerta contemplándolo. Lo amaba
tanto que dolía aunque quizá lo peor de todo era que no sabía qué
ocultaba su cabeza. Me veía tan impotente porque no podía ayudarlo
que me sentía inútil. Quería sanar sus heridas, protegerlo y darle
todo el amor que nunca nadie le dio aunque eso conllevase mi muerte.
Sabía
que una parte de él luchaba para matarme y otra se negaba a hacerlo.
Puede que su cabeza no funcionase bien pero su corazón lo hacía,
había revivido tras años de dolor y me pertenecía pese a que a
otros les dijese lo contrario.
Soltó
su guitarra con cuidado aunque en mi cabeza la melodía seguía
repitiéndose como si fuese la banda sonora de este momento. Tom se
acercaba a paso lento, contemplando mis lágrimas.
No
dijo nada cuando se puso delante, sólo secó mis mejillas con sus
pulgares, clavando sus pupilas en las mías hasta llegar a mi corazón
sin vida. Ambos estábamos callados, puede que él también estuviese
reproduciendo en su interior aquella melodía que había estado
tocando.
Él
por fin reaccionó y me besó, un beso limpio y casto que hizo que me
sintiera protegida de nuevo. Me quedaría así el resto de mi vida
con él. El tiempo podía pararse y el mundo desaparecer que mientras
que estuviese él a mi lado no me importaba nada.
-Puedes
matarme, Tom, no voy a impedírtelo.- Dije cuando nuestros labios se
separaron. Él no cambió la expresión de sus rostro pese a que
aquella frase era la más sincera que había dicho en toda mi vida.
-Puede
que también seas un monstruo como yo.- Me mordió en el cuello tan
fuerte que fui incapaz de reaccionar. Dolía pero era mucho mejor
sentirme dentro de él.
-¿Vas...
vas a matar... me a... así?- Le pregunté con dificultad. Rodeé su
cuerpo con mis brazos, pegándolo más a mí.- Es... una bonita...
forma... de morir.- Esta vez fue él quien me atrajo hacia su cuerpo,
caliente como el mismísimo fuego.
Mientras
que la canción se mezclaba con el sonido de Tom al tragar, la luz se
fue haciendo más tenue, mi cuerpo más ligero y mi corazón más
pesado. Era la primera vez en mucho tiempo que Tom probaba mi sangre
y se estaba volviendo loco por ella.
Llegó
un momento en el que dejé de escuchar la triste melodía y donde la
luz desapareció por completo. ¿Quién me hubiese dicho en aquel
entonces que esta sería una de las últimas veces en las que Tom
bebería mi sangre...?
OH GOTT!! *0*
ResponderEliminarJuro que he amado este capitulazo! Y como siempre, la espera merece la pena.
Aaah!! Que ganas de saber lo que pase!! >_<
Chica, me tienenes súper enganchada xd
Küsse! <3
Esto me mantiene enganchada a los Tokio... desde siempre lo he amado y les insisto saquen un chingado libro hahahaha siempre tarde pero en un buen momento la espera lo hace mejor... ¡¡Gracias!! tengo que leer ahora :3
ResponderEliminarLa amodoro!
wua la espera valio la pena espero que la sigues muy pronto eh la ame
ResponderEliminarooo ya quiero mas, me encato, vale la pena la espera
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