Capítulo 68
Capítulo
68
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Lilith
Por
alguna extraña razón había soñado con él. Me había levantado
con una angustia en el pecho que no me dejaba respirar, como si eso
sirviese de algo. Había visto como me abrazaba con fuerza mientras
lloraba desconsoladamente. No sabía cómo mi mente había sido capaz
de recrear tan ficticia escena pero lo había hecho y una parte de mí
había desaparecido con esa tan horrible pesadilla.
Me
levanté de la cama una vez que el Sol se había puesto entre las
montañas de Burdeos. Hacía una semana que habíamos vuelto de
Cannes, el mismo tiempo que llevaba sin ver a Louis. Quería hacerlo,
le debía una explicación después de todo aunque para mí era
imposible. Él había dado la orden de que no me dejasen salir de
casa de los Kaulitz en Burdeos y como era de esperar, ni siquiera
salía de mi habitación.
Andreas
o Nate se encargaban de subirme mi ración diaria de sangre ya que
era lo único que podía alimentarme, pero no se quedaban ni un
minuto. Según Mara, antes era demasiado irresistible para los hombre
y ahora que estaba marcada con la Cruz, aún más. Entonces, entendí
lo que le había pasado a Bill aunque obvié decírselo debido a esa
“relación” tan especial que tenían.
Me
decidí a bajar a la cocina. Normalmente cuando se ponía el Sol, no
había nadie en casa. Mi madre y Gordon se llevaban a dar una vuelta
a Shelly junto con mi abuela y los chicos se iban por ahí. No era
así cómo había planeado pasar mi verano. Louis y yo teníamos
planes. Él había estado trabajando duro para ahorrar dinero e irnos
de vacaciones. Ahora todo se había evaporado como si esa promesa
nunca hubiese existido, y la culpa, por supuesto, era solamente mía.
Sin
embargo, aunque ahora tuviese delante a Louis, tampoco sobría qué
decirle. “Lo siento, soy una vampiresa”, “debí habértelo
contado pero tenía miedo de que me dejaras”... Eran buenas frases
pero en parte todas tenían algo de mentira. Si no le había dicho
nada antes era porque quería olvidar mi pasado y todo lo que tuviera
relación con él. Vampiros, Kaulitz, sangre... todo ello me llevaba
a aquella noche y preferí obviarlo y por consiguiente, ocultárselo
a Louis.
Y
ahora esto. Reconocía que la confesión de Eva me había dejado
perpleja pero no sorprendida. Era fácil enamorarse de él pese a ser
ese ser oscuro y siniestro que podía matarte con tan sólo levantar
el meñique. Ella había estado con él durante 5 años, ayudándolo,
estando a su lado en los ataques e intentando que volviese a ser el
Tom de antes. ¿Y qué había hecho yo? Huir en cuanto las cosas se
pusieron difíciles.
Aún
recordaba la frase que me dijo en aquella azotea cuando lo conocí.
“Huir es de cobardes”. Sí, era una cobarde incapaz de
enfrentar sus sentimientos y eclipsada por la complejidad de mi
hermano. Siempre dije que entender a Tom era muy difícil pero...
¿Alguna vez lo intenté? Si pensaba en él ahora, sólo recordaba
todo lo malo por lo que habíamos pasado, los besos, abrazos y
aquellas frases que dejarían de piedra a cualquiera se habían
esfumado de mi cabeza.
Por
ello, había decidido echarme a un lado, no meterme en su vida nunca
más y ser simplemente una vampiresa más bajo su orden. Nada de
hermanos, nada de algo más, sólo líder y súbdita. Ese sería mi
objetivo a partir de ahora aunque me costase la vida. Me había dado
cuenta que si Tom no era feliz, yo tampoco lo era. Podría ser por
ese Vínculo que una vez nos unió, por esos lazos de sangre que
compartíamos pero fuese lo que fuese, estaba harta de hacernos daño.
Estaba
claro que él y yo jamás seríamos como unos hermanos normales,
habían pasado demasiadas cosas entre nosotros como para serlo. Entre
nosotros ya no había nada, ni siquiera un ápice de complicidad o
cómo quisiésemos llamarle, sólo recuerdos, amargos y dolorosos
recuerdos.
-Señorita
Kaulitz.- Me volví cuando estaba apunto de sacar una botella de
sangre del frigorífico. Dorotha, una de las criadas que habían
venido de vacaciones con la familia, me observaba sorprendida desde
la puerta de la cocina.
-Hola,
Dorotha.- Dije, restando importancia a su actitud.
-¿No
está en la reunión?- ¿Reunión?
-¿Qué
reunión?- Metí la botella en el microondas sin importarme la cara
de estupefacción de Dorotha. A este paso se quedarían sin sangre...
-El
Señor la ha organizado, por lo visto había una noticia muy
importante que debía dar.- No sabía por qué pero mi estómago se
había contraído hasta el punto de que la sed se me había quitado.
-¿Qué
noticia?- No quería saberlo pero mi subconsciente me traicionaba.
-Algo
sobre la unión. Ya sabe, los rumores se han ido acentuando desde
hace dos años así que supongo que lo aclarará.- ¿Unión? ¿Por
qué no me habían dicho nada?
-¿Sabes
dónde es la reunión?- Dorotha pareció dudar unos segundos pero
luego cedió.
-En
el despacho del Señor pero, por favor, no le diga a nadie que se lo
he dicho.- Le sonreí para que se quedase tranquila. Jamás la
delataría.
Salí
corriendo escaleras arriba como una posesa. La sed se había esfumado
y ahora sólo me preocupaba saber qué era eso de la Unión y los
rumores que habían corrido sobre ella.
De
repente, paré. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿No era eso lo que
me había propuesto antes? Alejarme de él, dejadlo hacer su vida
lejos de la causante de todos sus males. Esta vez, mi subconsciente
al fin había reaccionado. Ya no estaba esa niña estúpida que ponía
por encima de todo su felicidad, ahora lo único que me importaba era
la suya.
Miré
hacía el pasillo cuya puerta final era su despacho. Estaba
custodiada por varios guardaespaldas de Tom, entre ellos, Georg y
Gustav. El primero me miró e hizo una pequeña reverencia a la que
le siguieron todos cuando desviaron la mirada hacia mí. Me seguía
pareciendo raro que la gente se inclinase al verme.
Puse
rumbo de nuevo a mi habitación. Sobraba decir que la sed había
desaparecido y no parecía que fuese a volver en un tiempo. Algo me
detuvo. Escuché cómo la puerta del despacho de Tom se abría y como
gente empezaba a salir. No quise hacerlo, pero involuntariamente me
volví sobre mis pies para contemplar la escena.
Bill
y mi madre salían hablando en voz muy baja, ambos con una cara
difícil de descifrar. Quise salir corriendo hacia mi habitación
pero mis pies se habían detenido. Estaba hierática, sintiendo su
enorme presencia inundar toda la casa.
Entonces,
salió. Con paso firme y mirada al frente mientras todos le hacían
la mayor de las reverencias. Sus ojos se clavaron en los míos con
fuerza, llenos de algo a lo que no estaba acostumbrada... y el miedo,
el mismo miedo que aquella vez sentí cuando me acorraló en el
callejón el día que intenté escapar de esa vida a la que me
sumergiría más tarde y de la que no podría salir.
Se
acercaba y la respiración se me aceleraba por momentos. Desvié la
mirada y me incliné ante él como todos los allí presentes.
Recordaba lo que me dijo una vez: “Tú eres la única que no tienes
que hacerlo”. Eso era antes, ahora yo era una más o quizá menos
que eso.
Vi
sus pies pasar por delante sin detenerse, firmes y rudos como su
dueño. No sentí su mirada en mí, no había nada que me dijese que
Tom estaba pensando en mí y lo agradecía enormemente. De pronto,
sentí el sonido de unos tacones tras él, unos tacones negros que ya
había visto antes... Los de Eva.
Apreté
los puños y me erguí ante su paso, cruzando miradas que podían
matar a cualquiera que estuviese en medio. Sus ojos brillaban y su
sonrisa perfecta no tardó en florecer para demostrarme lo superior a
mí que era. Aceleró el paso y agarró a Tom del brazo, acto al que
él no le dio mucha importancia por lo que no sería la primera vez
que lo hacía.
Sentí
dolor, un dolor infernal en todo mi cuerpo y no estaba segura de si
era por la Cruz que cada día me recordaba mi gran error o por la
escena que acababa de ver. Dolía pero era reconfortante. Dolía pero
necesitaba el dolor para avanzar. Dolía pero me servía para ver que
Tom podía ser feliz sin mí... Dolía, dolía mucho.
Comencé
a caminar mientras mis piernas me temblaban. Sentía la mirada de mi
madre clavada en mi nuca pero no le hice caso. Seguí hasta entrar en
mi habitación y deslizarme por la puerta, ahogando un atronador
grito. Quería chillar, llorar incluso, pero el motivo lo desconocía.
¿Sería por la Cruz, la sed que se apoderaba de mí, verlos juntos,
Louis, o una mezcla de todo?
Me
faltaba el aire de nuevo aunque desconocía las razones. Quería
gritar pero mi garganta era incapaz de emitir sonido alguno. Las
lágrimas pronto tomaron posesión de mí y estallé como si llevase
años sin haber llorado de verdad. Me abracé a mí misma y comencé
a llorar tan fuerte que mi estómago se contrajo. El dolor era
insoportable pero ahí estaba y lo peor era que era incapaz de parar.
No
tenía fuerzas para seguir adelante. Todo lo que veía a mi alrededor
era dolor y un futuro negro o aún peor... sin él. Yo me había
buscado esto sola, me había cansado de luchar por algo que estaba
muerto desde que empezó y él lo sabía. Ambos conocíamos las
razones por las que estar juntos no nos conduciría a ninguna parte y
aun así, seguíamos empeñados en revivir todos los malos recuerdos
que nos dejamos el uno al otro.
Ya
está. Se había acabado. No más “Tom”, no más “hermanos”,
no más “Vínculo de Sangre” y, por supuesto, no más “nosotros”.
Todo eso le pertenecía ahora a Eva, una persona que había estado a
su lado, que no se había horrorizado al contemplar a aquel monstruo
y que había hecho todo lo posible por ayudarle.
Lo
pensé durante unos segundos pero no lo dudé. Acerqué mi muñeca a
la boca y clavé mis colmillos en mis venas, haciendo que mi sangre
brotase a borbotones de ella. Posé la cabeza sobre la puerta y dejé
que aquel líquido que estaba trayendo tantos problemas se llevase
consigo mi dolor. Cada segundo en la que mi sangre estaba fuera era
más relajante. Perdía la noción del tiempo, no me importaba nada
que no fuese dejarme llevar por la muerte lentamente.
¿Se
cerraría? Las heridas dejaban de cerrarse tan fácilmente cuando
estabas marcada con la Cruz, o al menos eso me había dicho Bill. Me
parecía bien si no se cerraba así el dolor podría desaparecer para
siempre...
[…]
Cuando
abrí los ojos estaba en el suelo, rodeada de un enorme charco de
sangre, mi sangre. Estaba mareada y muy débil. La herida se había
medio cerrado pero seguía ahí, liberando mi dolor lentamente.
Me
levanté casi temblando, dispuesta a darme una ducha y a eliminar
todo esto de mi cuerpo. Abrí la ducha y me metí, dejando que el
agua arrastrase consigo eso color rojo de mi cuerpo. Era incapaz de
moverme sin marearme pero sorprendentemente, no tenía sed. Estaba
bien, había vuelto a acallar mis instintos una vez más.
Salí
de la ducha y me vestí enseguida. Tenía cosas que hacer, quizá la
más importante. Puse la toalla húmeda sobre el charco de sangre
para que la absorbiera y corrí hasta la ventana, la abrí y salté
hacía el exterior.
Burlé
a los guardias de seguridad y salí a la calle, corriendo como una
posesa. Era cuestión de minutos que se diesen cuenta que me había
escapado y diesen la voz de alarma.
Corrí
calle arriba hasta su casa y paré de golpe. Las luces de su
habitación estaban todavía encendidas pese a que era bien entrada
la noche. Posiblemente, no podía dormir... Me acerqué un poco más,
pensando en qué decirle cuando lo viese. Una disculpa era lo de
menos. Quería estar con él, al menos así me sentía importante
para alguien.
Salté
de nuevo y me agarré al quicio de su ventana. Estaba abierta,
dejando que la brisa del mes de julio entrase por ella. Ahí estaba
él, con los ojos cerrados. Los latidos de su corazón estaban tan
calmados que suponía que estaría dormido. Entré muy despacio, sin
hacer ningún ruido y me senté a su lado en la cama. Quería tocarlo
pero se despertaría.
Alguien
como yo no se merecía estar a su lado y mucho menos si era incapaz
de sentir algo por esa persona que no fuese un “cariño especial”.
Podía irme ahora pero necesitaba que me abrazase, sentir el calor de
su sangre calentar el frío de mi corazón.
-¿Louis?-
Lo llamé en un susurro tal y como solía hacer por las mañanas. Se
dio la vuelta, evitando abrir los ojos.- Louis...- Me dio la cara de
nuevo y me miró. Se quedó un par de segundos observándome para
luego...
-¡Dios!-
Se levantó de la cama de un salto y se pegó a la pared casi
temblando.- ¡¿Qué haces aquí?!- Buscaba algo con la mirada por
toda la habitación a la vez que se ponía más y más nervioso.
-Venía
a pedirte perdón por lo que pasó. Debería de habértelo dicho
antes, lo siento.- Clavó sus ojos en los míos con una expresión de
pena o tal vez lástima.
-No
tienes que pedirme perdón por nada. Sé que no ibas a atacarme.-
Pareció relajarse aunque se mantenía alerta.
-Lo
siento.- Era lo único que podía decirle.
-No,
yo lo siento.- Me levanté de la cama, intentando establecer un poco
más de contacto con él.
-Tú
no tienes que sentirlo.- Le respondí.- Te lo oculté todo este
tiempo porque tenía miedo de que te fueras, de que me tuvieses miedo
y me dejases. Sin embargo, al no decirte nada es lo que he
conseguido.- Mierda. Tenía ganas de llorar de nuevo.
-Lo
sabía desde hacía tiempo, Aghata me lo dijo.- ¿Qué?- Un día
cuando te esperaba para salir, antes de nuestra primera cita, tu
abuela me dijo lo que eras y añadió: “No te atrevas a hacerle
daño, Louis, en su corazón ya no hay más piezas que romper.”-
Las lágrimas salían de nuevo, descontroladas y sin que yo pudiera
hacer nada por evitarlo.- Elizabeth, pensé que me lo dirías por eso
no te lo conté. Esa noche me asusté cuando te vi así, supongo que
no estaba preparado para ello.- Dio un paso al frente envalentonado
pero yo retrocedí.
-¿Por
qué no me lo dijiste antes? ¿Sabes cuánto tiempo he estado
buscando las palabras adecuadas para contártelo? ¡¿Tienes una idea
de lo mal que lo he pasado?!- Estallé. Louis, al que creí
diferente, me había mentido como todo el mundo.
-Esperaba
que me lo dijeses, nunca pensé que las cosas llegarían hasta este
punto.- Me sequé las lágrimas dispuesta a irme pero Louis me
detuvo.- Elizabeth, te pedí matrimonio aún sabiendo lo que eras y
mi propuesta sigue en pié. Quería verte pero To...- Se calló de
inmediato antes de pronunciar su nombre.
-¿Tom?-
Él se toqueteó la cabeza nervioso.- ¡¿Louis, qué te ha dicho
Tom?!- Le grité. Otra vez él, entrando y saliendo de mi vida como
le daba la gana.
-Me
contó todo lo de los Sangres Pura, quiénes sois los Kaulitz y quién
es él. Me dijo que te había castigado por intentar atacarme y que
eso te mantendría agresiva unas cuantas semanas.- Se sentó en la
cama con la mirada perdida en mí.- Me dijo que me avisaría cuándo
pudiese ir a verte.- ¿Por qué habría hecho eso?
“Dicen que cuando quieres tanto a alguien tienes que dejarlo ir. Yo también me he estado autoconvenciendo de que dejarte escapar fue la mejor decisión que pude tomar. Lo hice para que fueses feliz y la has cagado al intentar morder a Louis. Ese es el motivo por el que te castigo.”
Empecé
a llorar de nuevo, más fuerte y con más dolor en mi interior. Louis
no tardó en levantarse y abrazarme con fuerza. Lo necesitaba, sentir
su calor, el calor de un ser vivo que me reconfortase, de alguien que
me veía como algo más que un simple trozo de carne...
Rodeé
a Louis con mis brazos y me sumergí en un espiral de emociones.
Quería sentir algo más fuerte por él, quizá “amor” aunque eso
había dejado de tener sentido para mí. Ya no volvería a ser capaz
de amar a nadie y mucho menos de confiar en alguien cuando hasta mi
propia familia me había fallado.
La
puerta se abrió de golpe. Georg y Gustav entraron apresurados, con
los ojos desencajados y a punto de estallar. Louis y yo nos separamos
mientras mis lágrimas caían y caían bajo la atenta mirada de los
dos guardaespaldas.
-¡Señorita,
tiene que volver de inmediato!- Los miré asustada aunque consciente
de lo que había hecho. Me había escapado de casa cuando Tom había
dado orden de que no me dejaran salir.- ¡Vamos!- Louis me agarró
del brazo y me besó ante ellos.
-Te
quiero, no lo olvides.- Me sonrió como siempre y yo sólo pude
devolver una sonrisa fingida y culpable por no sentir lo mismo por
él.
Gustav
pidió mi aprobación con la mirada y tiró de mí. Llevaba un guante
blanco en la mano que me sujetaba. Nadie podía tocar a un Sangre
Pura, es más, nadie podía tocar a Lilith... Estábamos callados,
ninguno se atrevía a mencionar palabra. Iba a volver a verlo,
enfadado y con los ojos rojos como el fuego pero estaba tranquila.
Eso me serviría para alejarme más de él, para que me odiase y se
fuese.
Llegamos
hasta la casa y comenzamos a subir las escaleras. Íbamos a su
despacho y pese a que estábamos lejos, ya podía notar el ambiente
cargado y lleno de su aura oscura.
Dos
de los guardaespaldas que estaban en la puerta la abrieron y su
imagen se alzó ante mí. Estaba sentado en un sillón de terciopelo
rojo, con mirada desafiante y cansada. Mi madre, Gordon, Bill y ella,
subida en esos tacones de vértigo.
Gustav
me soltó y se fue junto con Georg después de hacer una reverencia
al demonio de ojos miel. La puerta se cerró a mi espalda y entonces
lo supe, era el comienzo del fin... Hice lo que cualquiera hubiese
hecho en mi lugar y me incliné ante él. La mesa de su despacho
había desaparecido por lo que me sentía más indefensa que nunca,
sin tener nada que me protegiera de su ira.
Escuché
el sillón crujir y sus pasos acercarse a mí. Me veía incapaz de
levantar la mirada y erguirme, no hasta que él me lo ordenase. Se
colocó frente a mí aunque yo sólo pudiese ver sus pies. Las
piernas habían empezado a temblarme del miedo, no sería capaz de
mantenerme en pié mucho tiempo.
-Te
voy a hacer una simple pregunta y espero que me la respondas.- Dijo
frío y amenazador.- ¿Quién mierda te crees para salir a follarte a
ese humano sin mi permiso?- Levanté la cabeza y lo miré
directamente a los ojos. Frunció el ceño, no se lo esperaba.
-No
sabía que tenía que pedir permiso para follar... Mi Señor.- Sonrió
de esa manera falsa y soberbia que hacía gala en muchas ocasiones.
Estaba perdida, me estaba buscando una buena pero era la única
opción para que Tom terminase odiándome.
-Tienes
que pedirme permiso hasta para cuando se la quieras chupar.- Dios, ni
siquiera sabía cómo mantenerle esta conversación sin debilitarme.
Este era un juego al que tenía que ganarle, sólo mover ficha para
que volviese a su vida con Eva. Levante la vista de nuevo, colándome
en la inmensidad de sus ojos miel, oscuros, fríos y muertos.
-Entonces
puedes esperar sentado, Tom.- Su mano voló hasta mi mejilla,
propinándome la mayor bofetada que nunca nadie me había dado. Caí
al suelo incapaz de aguantar semejante fuerza. Sentí como el labio
se rompía y un hilo de sangre empezaba a brotar, escurriéndose por
mi barbilla.
El
olor de mi sangre hizo que todos se removiesen nerviosos en sus
asientos o tal vez sería porque ninguno se esperaba que Tom me
pegase... Ni siquiera yo podía terminar de creérmelo.
Se
puso de cuclillas delante de mí, se relió mi melena en la mano y
tiró de ella con fuerza, haciendo que levantase la cabeza y lo
mirase. Sus ojos rojos me amenazaban, advirtiéndome que si seguía
así probablemente esta no sería la primera bofetada que me llevase.
Aun así, sus ojos me seguían mirando con algo de pena, sin esa
seguridad que siempre tenía en ellos.
-¡¿Quieres
otra puta Cruz, Lilith?!- Gritó tan fuerte que tuve que cerrar los
ojos, pensando que me golpearía de nuevo. Maldita sea, otra vez se
me había formado el nudo en la garganta.- ¡Respóndeme!- Dijo
tirándome del pelo.
-No...
No, Mi Señor.- Los ojos se me estaban aguando y no lo podía ver
bien.
-Salid
de aquí.- Les dijo a todos los que contemplaban semejante escena.-
¡Qué os larguéis, coño!- Todos se levantaron y se fueron. Ninguno
se atrevió a reprocharle algo a Tom, nadie dijo nada al respecto,
simplemente se fueron, dejándonos a solas.
Cuando
la puerta se cerró, me soltó el pelo y se puso de pie. Se volvió a
sentar en el sillón rojo, observándome mientras yo era incapaz de
moverme del suelo. Era consciente de que había empezado a llorar de
nuevo y no era por el dolor. Me sentía humillada, vejada y sucia
pero todo era para que él fuese feliz... sin mí.
Seguía
mirándome y yo seguía sin poder levantar la mirada del suelo. Si mi
dolor era tan fuerte, ¿por qué no estaba llorando sangre? Respiré
hondo y me levanté sin mirarlo. Ya le había faltado al respeto una
vez delante de todos y me había golpeado, ahora que estábamos solos
podría hacerme algo peor.
-¿Sabes
qué es la Unión, Lilith?- Negué con la cabeza mientras miraba al
suelo. Tom y sus cambios repentinos de tema... ¿No era eso de lo que
se había estado hablando durante dos años?- La Unión es cuando un
Sangre Pura y una noble se unen.- Desconocía el motivo pero mi
sangre estaba empezando a hervir en mis venas.
-¿Por
qué debería saberlo, Mi Señor?- Dije con un tono desafiante.
-Porque
pronto asistirás a una.- Lo miré a los ojos sorprendida. Me
observaba serio y frío pero con ese “algo” que transmitía una
sensación cálida tan impropia de él. Me quedé pensando de quién
podría ser...
-¿Bill
y Mara?- Pregunté confundida. Tom sonrió de medio lado, helándome
la sangre.
-No,
Lilith, la mía.- Mi cuerpo se bloqueó, la vista se me nubló y la
batalla de miradas que teníamos Tom y yo se rompió en mil pedazos.-
Me voy a unir a Eva.- Concluyó. Me quedé mirando al suelo durante
un par de segundos, intentando procesar esa información que mi
cerebro negaba reconocer.- ¿No dices nada?- Me levanté del suelo,
sacando fuerzas de donde no me quedaban, y me sequé la sangre que
seguía saliendo de mi labio. Lo miré, me miró y le sonreí.
-¡Enhorabuena!-
Le sonreí y él achinó los ojos tal y como siempre hacía cuando
quería meterse en mi cabeza.- ¿Cuándo es?- Seguía manteniendo mi
sonrisa de falsa felicidad a la vez que sus penetrantes ojos se
colaban en lo más profundo de mi corazón, el cual estaba destrozado
por su culpa.
-Lo
más pronto posible.- Dejó caer.
-Me
alegro.- Dio un paso hacia delante pero esta vez no retrocedí.
-¿Te
alegras?- Afirmé con la cabeza sin apartarle la mirada. Me agarró
por los hombros con fuerza, haciendo que millones de escalofríos
recorriesen todo mi cuerpo, algo que sólo Tom podía conseguir.- No
te entiendo. No logro entender qué cojones pasa por tu cabeza,
Lilith.- Su tono de voz frío había desaparecido. Me hablaba como
cuando estábamos juntos. Iba a terminar derrumbándome en sus brazos
si seguía así, ni siquiera estaba segura de que pudiese aguantar
las lágrimas por mucho tiempo.
-No
intente entenderme, Mi Señor. Yo tampoco puedo hacerlo...- Le
contesté. Su mirada seguía repasando todo mi rostro, en busca de
algo que sólo él parecía saber.
-¿Te
casarás con Nate?- Apretó más las manos sobre mis hombros a la
espera de mi respuesta.
-¿Sólo
si obtengo vuestro permiso, Mi Señor?- Le pedí a cualquier Dios que
me estuviese escuchando que me dijese que no aunque sabía que él
nunca diría eso. Quería verme lejos de él, yo era un estorbo...
¿Por qué iba a decirme que me quedase a su lado?
-¿Qué
es lo que quieres tú?- Me preguntó con un débil destello en sus
ojos. “¡A ti!” Gritó mi subconsciente pero, por suerte, Tom no
podía oírlo.
-Sólo
quiero ser feliz.- Respondí con un nudo en la garganta.
-Entonces,
cásate con él.- Me soltó de los hombros y se volvió de nuevo,
dándome la espalda en dirección al sillón.- Es una orden, Lilith,
desobedéceme y estás muerta.- Se sentó y dejó caer su cabeza
sobre el respaldar del sillón.
-Sí,
Señor.- Hice una reverencia que me costó la misma vida. Mi cuerpo
luchaba por no salir corriendo hacia él y rogarle que no me dejase.
Sin embargo, mi mente clamaba que eso era muy egoísta y que Tom
también merecía ser feliz con una persona que realmente supiera
estar ahí en sus momentos más difíciles.
-Vete,
necesito descansar.- Me incliné ante él una vez más aunque Tom no
pudiese verme ya que tenía los ojos cerrados.
Abrí
la puerta y salí de allí. Empecé a correr como una posesa por las
escaleras y los largos pasillos hasta mi habitación. Quería gritar
de ese inmenso dolor que cada vez se hacía más y más grande. Era
extremadamente doloroso ver cómo la persona a la que amas se aleja
cada vez más de ti porque tú la apartas. ¿Pero había otra
solución?
Alcancé
mi cuarto a toda prisa antes de que empezase a llorar de nuevo. Lo
hice y allí estaba él, clavado en el centro de mi habitación,
mirándome con esa dulzura oscura en su rostro y esa triste sonrisa.
Corrí
hacia él y me refugié en sus brazos. Las lágrimas no tardaron en
salir, lágrimas de sangre que empezaron a manchar su camisa
lentamente. Me abrazó tan fuerte que sentí como los huesos de mi
cuerpo crujían. Lloraba desconsolada, sin apenas poder respirar. Me
ahogaba en mi propia agonía y todo porque aunque quisiera que Tom
fuese feliz, todo mi ser lo necesitaba para seguir “viviendo”.
-Ya
está.- Empezó a acariciar mi pelo y yo a desmoronarme entre sus
brazos.- Lilith, hay algo más que debes saber.- Miré a Bill
expectante de más información aunque no estaba segura de si quería
saberlo.- Eva está embarazada.- Todo el cuerpo empezó a temblarme y
la punzada en mi barriga que creí olvidada, volvió a mí.
-No...-
Me aparté de Bill con la cara desencajada.- ¿Em... Embarazada?- Él
asintió débilmente, con miedo a mi reacción.
Se
acabó, se había acabado definitivamente. Veía a Tom alejarse cada
vez más de la mano de una diosa morena y yo sólo podía quedarme
ahí, observando cómo todo desaparecía ante mis ojos.
El
embarazo de Eva le daría a Tom lo que necesitaba, un heredero. Yo
estaba fuera de esta historia para siempre en la que él y ella
habían comenzado de nuevo. Mientras mi alma de deshacía en pedazos,
una parte de mí suspiraba aliviada. Tom al fin tendría la vida que
se merecía y por la que tanto había sufrido.
-¿Lilith?-
Me llamó preocupado mi hermano al ver mi reacción.
-Estoy...
estoy bien, es sólo que no me lo esperaba.- Fingí una sonrisa que
pareció tranquilizarlo.- Creo que al fin ambos podremos ser
felices.- Comencé reírme ante la mirada de Bill. No, quería llorar
pero me había quedado sin lágrimas que derramar.- Estoy tan feliz
de que este sufrimiento al fin haya acabado, Bill. No quería casarme
sintiendo que dejaba a Tom estancado en el pasado. Ahora sé que ha
empezado de nuevo y eso me tranquiliza.- Y era cierto aunque una
parte de mí rogase estar entre sus brazos.
-Bien...-
Dejó escapar aliviado.
-Puedes
decirle a Tom que he ido a ver a Louis, no quiero que se enfade de
nuevo.- Le di un beso en la mejilla a Bill y salí disparada fuera de
mi habitación.
Comencé
a caminar sin rumbo fijo, guiada por el torbellino de sensaciones que
estaban mi interior. Ni siquiera fui consciente de dos hombres de
seguridad que me abrieron la puerta principal ni de las miradas de
aquellos que se escondían entre los árboles para salvaguardar ese
sitio lleno de monstruos.
Empecé
a correr una vez que salí de casa de los Kaulitz. Corría sin saber
dónde ir, simplemente quería liberar toda la tensión que mantenía
en mi cuerpo. Había empezado a llover con fuerza, tal y como
acostumbraba por estas fechas del verano cuando algunas tormentas se
colaban entre las montañas de Burdeos, cosa que ayudó a que la
sangre se limpiase de mi rostro.
La
lluvia golpeaba mi cara y sentir el agua deslizarse por mis mejillas
hizo que mis lágrimas volviesen a salir. No entendía por qué
lloraba si estaba feliz de que Tom rehaciese su vida con alguien que
lo entendía y estaba ahí siempre para él. Entonces... ¿Por qué
lloraba?
Algo
me detuvo. Una presencia conocida inundó mis sentidos. Sin darme
cuenta había llegado al centro de Burdeos. La gente caminaba con
paraguas, salvaguardándose de aquella violenta tormenta. Y allí la
vi. Caminaba apresurada con una carpeta sobre la cabeza. Aunque
estaba lejos podía oír el sonido de sus tacones golpear el suelo
con prisa. Era hermosa, no me extrañaba nada en absoluto que Tom se
hubiese fijado en ella.
Me
quedé parada, dejando que la lluvia me empapase más si cabía y
observando a aquella criatura moverse con torpeza entre los paraguas.
En un instante, desapareció de mi vista. La busqué con la mirada
entre los personas que caminaban ajena a la chica mojada que los
observaba.
¿Dónde
se había metido? Crucé la calle en su busca sin apartar la mirada
del último sitio donde la había visto. Escuché su voz lejana y mis
sentidos me alertaron de que algo no iba bien.
Me
escondí ante lo que había visto. Ella estaba en un callejón
acorralada por unos cuatro tíos que intentaban intimidarla.
-¿Dónde
decías que ibas, preciosa?- Le hablaban con malicia mientras ella
los miraba asustada.
-Vamos,
puedes divertirte con nosotros un ratito.- Todos empezaron a reírle
la gracia a uno de ellos.
-Tengo
prisa, por favor.- Respondió Eva, intentando mantener la calma.
Yo
me encontraba escondida tras unos cubos de basura sin saber qué
hacer. Podría pasar e irme y hacer como si la cosa no fuese conmigo.
Sin embargo, allí estaba parada, sintiendo como todo esa situación
me traía a la mente aquella noche en la que Markus me violó. Aún
me recorrían escalofríos cada vez que pensaba en ello. ¿Iba a
dejar que le hiciesen lo mismo a ella? ¿A la mujer que había
rescatado al demonio del mismísimo infierno?
La
observé de nuevo, esperando que ella misma se defendiese pero lo
único que hizo fue taparse la barriga con las manos... Proteger al
ser que vivía en su interior... Sentí su presencia, esa pequeña
existencia que me recordó a la de mi monstruito al que por algo tan
estúpido perdí.
-Disfrutemos
juntos, bombón.- Dos de ellos fueron hasta su espalda y la cogieron
mientras los otros dos se frotaban las manos y casi babeaban al tener
a esa mujer para ellos.
-Me
gusta lo que veo.- Uno de ellos empezó a subirle el vestido. Eva
sólo se movía inquieta pero no se defendía. ¡¿Por qué demonios
no sacaba sus colmillos?!
-¡Eh!-
Salí de detrás del cubo de basura más envalentonada de lo que
pensaba aunque por dentro estuviese asustada.- ¡Dejadla en paz!-
Pararon al momento y me observaron riéndose. ¿Qué hacía una
niñata como yo amenazando a cuatro tíos que me triplicaban en peso
y en altura?
-Vaya,
vaya... La fiesta se anima.- Uno de ellos, moreno y con una barriga
más que prominente caminaba hacia mí tranquilamente y con una
sonrisa asquerosa en el rostro.- ¿Tú también quieres jugar,
preciosa?- Di un respingo en el sitio. La escena me resultaba tan
horriblemente conocida que era incapaz de moverme.
-De...
Dejadla en paz.- Le respondí con los nervios a flor de piel. Todos
comenzaron a reírse como si lo que hubiese dicho tuviese gracia
mientras Eva me miraba interrogante.
-Mira
lo que le hacemos a tu amiguita.- Uno de ellos le rasgó el vestido y
la dejó en ropa interior. Ella se movía inquieta por cómo ese tío
la tocaba pero lo que no entendía era por qué no hacía nada por
librarse de ellos.
Llevó
una navaja hasta su barriga para arañarla. Los ojos de la doctora se
abrieron de par en par a la vez que forcejeaba con el que la tenía
sujeta. Corrí hasta él y le aparté el brazo de golpe, haciendo que
la navaja se le cayese de las manos. Soltaron a Eva de un fuerte
empujón hasta que ésta cayó en el suelo inconsciente.
Quise
correr hasta ella pero uno de ellos me agarró por la espalda y me
atrajo hacia él. No podía apartar los ojos de Eva, intentando
concentrarme en el bebé. No lo sentía, no había rasgo alguno de
que estuviese ahí. ¿Y si lo había perdido por el golpe?
-Bien,
juguemos entonces, preciosa.- Sus manos empezaron a subir mi camiseta
lentamente, deleitándose con la piel que iba apareciendo.-
Hermosa...- Añadió. Quise evadir mi mente tal y como hice con
Markus o quizá sacar mis colmillos y matarlos aquí mismo pero era
incapaz de moverme.- Creo que esto nos sobra.- Cogió la camiseta y
la rasgó con el cuchillo. Sus ojos brillaron al ver mis pechos
cubiertos por el sujetador.- Creo que la otra puta se quedaba corta.-
Dijo riéndose. Su boca se acercó a mis pecho y empezó a darles
besos. Me revolví inquieta, intentando escapar de aquella asquerosa
sensación que me producía nauseas.
De
repente, paró. Sus ojos se abrieron mucho como si hubiese visto algo
que le hubiese impresionado. Dejé de sentir al tipo de mi espalda y
la presión que hacía sobre mis brazos para que no me moviese. El
que estaba casi lamiendo mi escote levantó la vista aterrorizado
aunque no le dio tiempo mencionar palabra antes de que una oscuridad
inmensa bloquease mi visión.
Una
mano me tapaba los ojos y lo único que pude escuchar fue el sonido
de la carne humana abriéndose y un tremendo olor a sangre. Esa mano
fría ante mis ojos me empujó hasta que mi espalda chocó con
alguien...
De
un momento a otro empecé a escuchar a millones de personas hablando
ajetreadas, acompañadas de sonidos metálicos. La persona de mi
espalda me dio la vuelta hasta, lo que supuse, ponerme frente a ella.
Destapó mis ojos y allí estaba, con el ceño fruncido, la
respiración agitada y con los ojos rojos como el mismísimo infierno
de donde provenía.
Mantuvimos
la mirada del otro durante un par de segundos en lo que todo a mi
alrededor pareció desaparecer. Quería llorar abrazada a él pero
mantenía a raya mis sentimientos antes de que mis impulsos tomasen
el control de mi cuerpo.
Fue
a decir algo pero sus ojos se dirigieron a mis pechos cubiertos con
el sujetador rojo que Mara me compró para nuestra “Noche de
bodas”. Desvió la mirada y yo aproveché para taparme antes de que
la situación se volviese más extraña.
Tom
se quitó la americana que llevaba y me la puso por los hombros. Me
quedé impresionada ante tal gesto, era la última cosa que me
esperaría conociéndolo. Su mirada estaba perdida en mis ojos,
compitiendo conmigo en ese juego en el que él siempre ganaba.
Me
agarró del brazo y empezó a tirar de mí con fuerza, alejándonos
de toda la barbarie que se había creado en cuestión de segundos.
Pude ver de reojo trozos de carne esparcidos por el suelo y en las
paredes de ese callejón, y cómo un montón de sangre volvía ese
sitio más siniestro si cabía.
-Entra.-
Habíamos llegado hasta un coche que no era el suyo, negro y con los
cristales tintados. Me abrió la puerta aunque yo dudé si entrar era
la mejor idea.- No me hagas repetírtelo.- Dijo con la mandíbula
tensa.
Entré
en el asiento de atrás seguida de él. Cerró la puerta con fuerza y
se quedó mirando al frente, más que tenso. Me hacía pequeña por
segundos, sintiendo su enfado y su ira inundar el coche. ¿Por qué
me había traído hasta aquí?
Coloqué
la chaqueta sobre mis hombros, siendo consciente por primer vez de lo
mojada que estaba por culpa de la lluvia. Tom también estaba
empapado pero no parecía importarle. ¿Cuándo se había quitado las
rastas? Su pelo estaba recogido en una coleta suelta y su incipiente
barba cubría la tensión de su mandíbula. ¿Dónde estaba el
piercing de su labio?
-¿Por...
Por qué me ha traído aquí, Señor?- Me miró como una bestia a
punto de cazar a un pobre cervatillo. Pegué un bote en el asiento
pese a que sus ojos ni siquiera me mostrasen su enfado.
-¿Cuándo
vas a dejar de ponerte en peligro?- Desvié la mirada y observé mis
manos nerviosa. No me había gritado pese a que sabía que se moría
por hacerlo. Quizá la bofetada de antes le habría parecido
suficiente...
-No
me ha respondido.- Le repliqué.
-Tú
a mí tampoco.- Contestó serio.
-Vi
que la doctora Bichmann estaba en peligro y fui a ayudarla.- Cerró
los ojos y se dejó caer hacia atrás. Parecía preocupado, cansado
incluso.
-¿Ayudarla?
No me hagas reír.- Dejó escapar una sonrisa un tanto sarcástica.
Era como si así hubiese prendido la mecha que haría explotar la
bomba.
-No
entendía por qué no sé defendía...- Sentí su mirada traspasar
cada poro de mi piel pese a que yo mantenía la cabeza agachada.
-Tiene
un dispositivo que alerta cuando está en peligro.- Lo miré
sorprendida.- Pulsó el botón y el equipo de seguridad salió de
inmediato.- ¡Era por eso por lo que no había hecho nada!- Te
recuerdo que está castigado el mostrar lo que somos a los humanos,
Lilith.- Tenía sentido. ¡¿Por qué nadie me había dicho nada
sobre ese maldito aparato?!
-Lo
siento, no lo sabía.- Volví a fijar la mirada en mis manos. ¿Es
que no podía dejar de quedar como una gilipollas delante de él?
-¿Por
qué lo hiciste?- Lo miré, inexpresivo, oscuro... triste.- ¿Por qué
intentaste ayudarla? Esos hijos de puta podrían haberte...- Vi de
nuevo como su mandíbula, cubierta por una barba de varios días, se
tensaba.
-¿Violado?-
Terminé su frase incompleta. Tom se tensó en su asiento y yo medio
sonreí, mostrándole que estaba bien.- Ya lo hicieron una vez y salí
adelante aunque no podría soportar ver cómo se lo hacen a otra
persona.- Apreté su chaqueta entre mis manos. Dolía recordar aquel
momento aunque más dolía saber que el que me lo hizo andaba suelto
por ahí y en mi busca.
-Pensaba
que la odiabas.- Me fijé en su expresión. Miraba al frente, perdido
en alguna parte de sus recuerdos.
-¿Por
qué debería hacerlo? Le ha ayudado durante todo este tiempo, Señor.
Ha sabido estar ahí cuando más lo necesitaba... No puedo odiarla,
Señor.- Tom cogió aire y lo soltó como si estuviese tratando
controlarse.
-Te
arriesgaste, te cogieron y podrían incluso haberte matado...- Se
volvió como una fiera y me agarró del brazo con fuerza. Tiró y me
acercó a él hasta que nuestros rostros estuvieron a pocos
centímetros el uno de otro.- ¡¿Quieres una puta medalla por ello,
Lilith?!- Dios, estaba enfadado...- ¡¿Y si te hubiese pasado
algo?!- Desvié la mirada, incapaz de mantenérsela.
-Está
bien...- Dije con una media sonrisa. Seguía mirándome, de nuevo
intentando averiguar qué pasaba por mi cabeza.- No podía permitir
que te lo quitasen de nuevo.- Su otra mano agarró mi barbilla y me
obligó a mirarlo. Sus ojos eran como dos luces color miel que te
hacían perderte en su interior. Podría pasarme días, meses, años
mirándolos...
-¿Quitarme
el qué?- Dijo casi en un susurro mientras sus ojos se mantenían
fijos en mi boca. Tenía tantas ganas de abrazarlo, de besarlo y de
decirle que no me dejase nunca. Lástima que fuese imposible.
-A
tu hijo.- Sus ojos se abrieron impresionados. Volvía a ver el dolor
en ellos, dolor mezclado con rabia e ira.- No lo hice por ella, lo
hice por tu hijo.- No decía nada pero ahí estaba, ese pequeño
destello en sus ojos que decían que aquel monstruo tenía algo de
humanidad.
-Lilith...-
Dijo mi nombre de forma calmada, como si le doliese pronunciarlo. Era
la mejor melodía que podía llegar a mis oídos, mi nombre saliendo
de sus esculpidos labios.- No sé qué demonios hacer contigo.- La
mano que sostenía mi barbilla comenzó a bajar lentamente por mi
cuello hasta pararse ahí, en mi corazón. Era un gesto que había
hecho otras veces y del cual no entendía el significado. Era ese
latido que una vez ambos sentimos. Recordaba haber escuchado el
latido de su corazón y aquella frase que dije alguna vez: “Cuando
lo sientas entenderás qué es lo que siento por ti” ¿Estaba
Tom buscando eso? ¿Un latido? ¿Algo que le dijese que aún seguía
amándolo?
-¡Señor,
la señorita Bichmann pregunta por usted!- Tom pareció salir de su
aturdimiento ante la voz de Georg desde fuera del coche.
-¡Enseguida
voy!- Gritó Tom sin apartar los ojos de mí.- Tu boda será la
semana que viene, mamá quiere hacerlo antes de que volvamos a
Alemania.- Me soltó el brazo con ese aura oscura envolviéndolo de
nuevo.
-¡¿Qué?!-
Le pregunté sorprendida. ¡¿La semana que viene?!- ¿Por... por qué
tan pronto?- Tom se colocó bien la ropa y miró a través del
cristal.
-Quiero
que te cases antes de que lo haga yo.- Me respondió sin cambiar la
expresión de su rostro.
-¿Por...
por qué?- Me miró y yo me quedé petrificada ante su fuerte mirada.
-Porque
quiero perderte de vista lo antes posible, Lilith.- Sentí ese
pellizco en mi interior ante su confesión. Dolía pero era por el
bien de los dos.
-Lo
sé, Señor.- Dije sonriendo, gesto que hizo que frunciese el ceño.-
Es lo que yo también deseo.- La puerta de su lado se abrió, dejando
a Georg y Gustav observando la escena que ambos protagonizábamos.
-Bien...-
Salió del coche a la vez que se colocaba la ropa.- Por cierto,
Lilith.- Se volvió y clavó sus ojos en mí.- Gracias.- Comenzó a
caminar, dejándome patidifusa ante tal agradecimiento.
Eva
apareció de la nada y tras un gesto con la cabeza, se abrazó a Tom
con fuerza. Éste no movió ni un ápice de su cuerpo pero no evitó
que la doctora lo hiciese con ímpetu. Serían felices o al menos
ella ya lo era. Ahora, era mi turno para serlo o intentarlo.
Era
irónico. Veía cómo Tom se alejaba de la mano de Eva, esa diosa
morena de altos tacones, y era precisamente así cómo lo veía en mi
cabeza. Lo peor de todo era que el camino que había emprendido Tom
no tenía marcha atrás. Él se uniría a Eva, tendrían un hijo y
serían felices juntos.
Vi
a Eva volverse a mirarme mientras caminada agarrada del brazo de mi
hermano. Sonrió. Sonrió de una manera que me heló la sangre y yo
sólo pude quedarme ahí, quieta, preguntándome si Tom era el
demonio o si sólo era un alma inocente arrastrada por él.
Wow... genial... esta simplemente genial
ResponderEliminarEsto..! ya no se que decir... puedo halagarte con un sin fin de palabras y no creo alcanzar! pido suplico que trates de buscar (aunque suene descarado) un editorial y publicar tu libro! Dios que me compraría toda la saga! en serio eres asombrosa! magnifica!
ResponderEliminarSeria mi primera saga favorita junto con las de Harry potter y dark hunter... aunque sean distintas *w* te amodoro vero!
Pd: evaaaaaaaaaaaaaaaaa! que me das hahahhahaha DD:
ooooo wow no lo puedo creer asta leerlo me helo la sangre T_T no tendran un final triste y feliz supongo sube!!!!!! pronto!!!!!!!!!!!
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