Capítulo 54

Capítulo 54


By Lilith


¿Qué hora sería? ¿Quizá las seis de la mañana? Llevaba dando vueltas en la cama desde hacía un buen rato, consecuencia de haberme estado despertando todos los días de noche. No dejaba de darle vueltas a lo acontecido hace unos días en el Cadillac y así desde hacía ya más de una semana. Me quería. Me quería. Me quería. Me quería. Me quería. Me quería. Me quería... ¡Dios, Tom me quería! Sin embargo, eso no evitaba que hubiese estado esquivándome desde lo que nos pasó en su despacho. Apenas, lo veía cinco minutos por la mañana antes de irse a trabajar y luego, llegaba a las tantas de la madrugada. Por no decir que dormíamos separados... ¡¿Por qué?! Yo quería dormir con él aunque no pudiese moverme en la cama aunque sabía que el problema no era ya sino Tom. Recordaba que siempre se movía mucho y parecía no conciliar el sueño fácilmente. Nunca me había parado a pensar en eso, en el Tom que iba más allá del que él le mostraba a todo el mundo, el Tom que Markus me había descrito parecía no ser el mismo de ahora...

-¿Lilith?- Alguien me llamó desde detrás de la puerta. Reconocería su voz aunque fuese distorsionada. Nadie en el mundo tendría esa melodiosa voz.- ¿Estás despierta?- Me destapé y salí de la cama hacia la puerta.

-¡Bill!- Me abracé a él en cuanto abrí la puerta.- ¡Ah!- Me llevé las manos a la barriga aguantando el dolor. Aunque hubiese pasado una semana desde que Tom me “examinó”, el dolor no parecía irse nunca.

-¿Estás bien?- Bill me cogió de la mano y entró en mi habitación, una vez que cerró la puerta tras nosotros.- No debes de hacer eso.- Sus manos agarraron mi cara y me besó en la frente. Mi querido Bill... Hacía tanto tiempo que no lo veía.

-¿Cómo estás? ¿Quería verte o llamarte pero estoy completamente incomunicada?- Dije con desgana. Tom ni siquiera me había dado un móvil para poder llamarle, es más, en la casa no había un puñetero teléfono.

-Lo sé, lo sé.- Dijo mientras sonreía.- Tom me había prohibido venir aquí para no influenciarte con mi lengua viperina.- Lo miré interrogante. Por lo visto Tom había dicho esas mismas palabras por el tono que había utilizado Bill.

-¿Influenciarme?- El asintió.

-Me dijo que tenía que pensar en lo que querías y no en lo que yo o mamá te dijéramos.- Me quedé pensativa unos segundos. Era por eso que me había traído a su casa, para que nadie pudiese decirme qué era lo tenía que hacer.- Pero por suerte, te has decidido por Tom. Muy buena elección, hermanita.- Bill se tiró en mi cama y puso las manos detrás de la cabeza.- Deberías de haber visto la cara de todos cuando Tom dijo que el Vínculo seguía en pie.- Comenzó a reírse como un energúmeno pero luego recordó que Tom estaba dormido en la habitación próxima a esta y se calló.- Aun así, ¿conoces cuáles son tus obligaciones?- Fui hasta la cama y yo también me tumbé a su lado. Las costillas se resintieron cuando me quedé en la misma posición que Bill.

-Sí, las conozco.- No pude evitar sentir un pellizco en el estómago. Por mucho que repasara una y mil veces esas normas, más sin sentido me parecían.

-Si alguna vez has visto una película de reyes y reinas de la Edad Media, te darás cuenta que es prácticamente el mismo protocolo que estás seguían con el rey.- Tenía razón.- Por mucho que los vampiros presumamos de que somos mejores y más avanzados que los humanos, en realidad, somos una mierda retrógrada que se cree superior.- No pude evitar reírme por como lo dijo. Bill siempre conseguía sacarme una sonrisa y eso siempre se lo agradecería.

-Supongo que puedo acostumbrarme.- Bill se puso de lado para mirarme y yo volví la cabeza para verlo. Sus ojos, pese a ser idénticos a los de Tom, en los de él se veía luz, vida... ¿Cómo podían ser tan distintos?- Sólo hay una cosa que no se me quita de la cabeza.- Mi hermano me miró interrogante.- Nunca podré darle un hijo a Tom, y si lo hiciera, sería una niña por lo que no podría ser líder y estaría perseguida por los licántropos, al igual que yo.- De sólo pensarlo, ya me mareaba. Tenía ganas de llorar.

-Eh.- Bill me obligó a mirarle.- No te ralles con eso. Si en algún momento te quedases embarazada y lo que tuvieses fue una niña, todos los mandatos se cambiarían para que esa niña pudiese suceder a Tom. Él es el líder, puede hacer lo que le salga de los huevos diga lo que diga el Consejo.- Visto así...- No te preocupes por eso. Simplemente, disfruta del día a día.- Sus labios rozaron los míos como desde pequeños había hecho. Ese beso fraternal significaba un “Estoy aquí”, “Todo está bien”, “Te quiero”. Nunca le estaría lo suficientemente agradecida.

-Hay tantas cosas que me inquietan sobre él.- Bill volvió a mirar hacia arriba y cerró los ojos. Hablar sobre Tom era difícil, incluso para él.- No sé qué le gusta, qué tipo de sangre, comida, color, qué música escucha, sus hobbies... Ni siquiera sé cuántos años tiene realmente.- Bill sonrió divertido para después deshacerse en carcajadas típicas de él.- A mí no me hace gracia.- Su característica risa me contagió y ambos empezamos a reírnos como dos locos encima de la cama, sin importarnos que Tom estuviese en la otra habitación.

-Eres tan inocente que es gracioso.- Dijo sin borrar la sonrisa de sus labios.

-¿Por?

-Estás vinculada con el líder de toda una especie, el cual ha matado a gente, bebe tu sangre, ha hecho cosas horribles en la vida y ha visto cosas aún peores... ¡¿Y a ti te preocupa saber cuál es su color favorito?!- Empezó a reírse de nuevo, apretando su estómago con los brazos mientras las lágrimas se perdían en su pelo.


[…]


-Me encantan tus desayunos, Gretchen.- La susodicha sonrió a mi hermano, que no paraba de comer como un poseso todo lo que le había preparado.

-Me alegro que le guste, William.- Gretchen me puso mi desayuno por delante al igual que todos los días. Era tan simpática y habíamos congeniado tan bien. Me había contado que se vino desde Berlín una vez que su marido murió. No tenía hijos, por lo que para ella era más fácil estar interna en casa de Tom.

-¿Cuánto tiempo lleva Tom durmiendo?- Bill miró hacia el pasillo donde estaban las habitaciones.

-El señor llegó anoche muy tarde y como hoy no trabaja, seguramente quiera aprovechar para dormir.- Le respondió Gretchen mientras le servía más café. ¿Por qué ella sabía más que yo sobre él? Vale, había compartido cuatro años de su vida con él y lo conocía mejor que yo, pese a todo me molestaba que yo no supiera nada.

-El otro día le dije que si quería vacaciones y me dijo que no.- Dejé de comerme la tostada para mirar a Bill que engullía la comida como los patos.- No entiendo por qué no quiere vacaciones. Pensé que tal vez, ahora que estabas aquí querría pasar más tiempo contigo.- Me quedé pensando cuál sería el motivo por el cual Tom no quería vacaciones y me acordé. ¡Me estaba evitando!

Como vuelvas a hincharme los huevos para nada, siendo consciente de que ni siquiera puedes moverte, juro que te vas a acordar. No me toques, es más, ni siquiera te roces conmigo hasta que no estés recuperada o de lo contrario... Te voy a follar hasta que se te rompan todos los huesos del cuerpo. ¿Lo has entendido?

Tom no quería cruzarse conmigo por ese motivo. Sonreí inconscientemente cuando lo pensé. Recordaba que de camino a casa después de haber salido de su despacho, había estado ideando un plan para que Tom se sintiera frustrado por no poder hacerlo conmigo dado el estado en el que me encontraba. Fue por eso que había decidido provocarlo hasta que mis costillas estuviesen bien y así poder disfrutar del Tom en su máxima potencia.

-¿Quién te ha dado permiso para entrar?- Su voz resonó en mi espalda y Bill se dio la vuelta en el taburete para ver a su gemelo.

-¡Bueno días, hermanito! ¿Qué tal has dormido?- Bill le sonreía con ternura, intentando que el enfado de Tom por haber entrado en su casa sin permiso se pasase lo antes posible.

-Mal, gritas mucho.- Tom se sentó al lado de Bill, justo al otro lado de donde yo me encontraba. Ni siquiera me había saludado, bueno, en realidad, nunca lo hacía.

-Es que estaba emocionado por ver a Lilith.- Bill terminó de desayunar y se levantó de un salto.- Pero ya me voy, que querrás estar a solas con ella.- Dijo juguetón. A Gretchen, que estaba sirviéndole el café a Tom, le tembló la mano ante el comentario de Bill, y yo no pude evitar ponerme como un tomate por su indiscreción.

-No, espera.- Tom se levantó también y se puso frente a Bill.- ¿Por qué no te quedas a comer? ¿Podríamos ir a algún sitio?- Su gemelo enarcó una ceja interrogante. Esta repentina amabilidad le parecía rara incluso a él.

-No puedo, he quedado.- Tom se toqueteó la cabeza bajo la atenta mirada de Bill, que intentaba averiguar qué demonios le pasaba a Tom.

-Cancélalo.- Bill negó con la cabeza y Tom se puso furioso. Lo notaba desde donde estaba sentada.- ¡Dame las putas llaves!- Tom estalló en un grito que a todos nos sobresaltó.

-¡¿Por qué?!- Bill salió corriendo hacia el recibidor y su hermano empezó a seguirle andando, sin ninguna prisa. Les perdí la pista en cuanto desaparecieron.

-Son como niños.- Gretchen me sirvió otra tostada a la vez que me sonreía de nuevo.

-Lo son.- Sonreí como una tonta recordando cuando jugaban conmigo cuando era pequeña. El Tom de esos tiempos era tan distinto al de ahora.

-Señora.- Levanté la vista de mi plato y la miré interrogante cuando me llamó.- Esto... ¿Tiene pensado traspasar sus cosas a la habitación principal? Necesito saberlo para que los chicos lleven las cosas.- Se puso como un tomate. Gretchen sabía que yo no dormía con Tom y la pregunta le había costado la misma vida.

-La señora se quedará en esa habitación hasta que esté totalmente recuperada.- Tom se volvió a sentar en el mismo taburete de antes con las llaves de Bill en las manos. Era extraño que entre nosotros aún quedase otro sitio libre. ¿Qué pensaría Gretchen de todo esto?

-Sí, señor.- La mujer salió de la cocina y se fue por el pasillo, dejándonos a los dos solos.

La situación era más que incómoda. Yo no sabía si hablarle o no y él tampoco estaba por la labor de empezar una conversación conmigo. Se suponía que tenía que estar más relajada con él porque era mi Vinculado, aun así Tom daba miedo.

Empecé a beberme el café mirando de reojo a Tom. Estaba pendiente de su comida, ajeno a que lo estaba observando. Estaba tan guapo pese a estar recién levantado. La camiseta que llevaba era un poco más ajustada de las que normalmente utilizaba y los pantalones grises de chándal que llevaba, iban por el mismo camino. Sus labios perfectamente definidos, moviéndose lentamente mientras masticaba.

-Cintia sale hoy del hospital.- Me centré de nuevo en mirar hacia delante para que no me pillase.

-Me gustaría llamarla.- Le di el último sorbo al café y me levanté del taburete. Tom me miró de reojo pendiente de cada uno de mis movimientos.- Hace tanto tiempo que no la veo.- Me acerqué a él con paso lento ya que el dolor no me dejaba ir más deprisa. De todas formas, tampoco quería llegar antes. Necesitaba que Tom se pusiese nervioso viendo como el camisón se levantaba por cada paso que daba.

-Está bien.- Cuando llegué hasta él acerqué el taburete para sentarme a su lado.- De hecho, si no habían salido antes ha sido porque Jake no quería. Así la tenía vigilada.- Noté como miró descaradamente mis piernas, haciendo un recorrido desde los pies descalzos hasta mi cara.- Has perdido mucho peso.- Me quedé en shock ante su comentario. ¡Yo intentando provocarlo y él sólo se fijaba en que había perdido peso!

-Un poco.- Me había cortado el rollo. No esperaba que me dijera eso y la verdad es que tenía razón. Durante los últimos meses, la sangre me había dejado de apetecer y tan solo tomaba lo suficiente para mantenerme viva un día más.- Creo que fue a raíz de la última discusión que tuvimos. No bebía casi nada.- Respiré hondo recordando aquellos agónicos momentos.

-¿Te siguen doliendo?- Tom cambió de tema tras el largo silencio que se había formado entre nosotros.

-Un poco, aunque los moratones ya han desaparecido.- Tom se levantó del taburete. Ya había terminado de desayunar y se iba. ¡No podía irse!- ¡Espera!- Lo agarré del brazo, evitando así que se moviera. Sentía las descargas eléctricas que salían de ese punto de contacto.

-¿Qué quieres?- Tom deshizo mi agarre de un movimiento brusco.

-¿Me acompañas a la habitación? Necesito coger una de las cajas de mi ropa que me trajeron el otro día y está encima del armario.- Sus ojos se quedaron fijos en los míos, intentando averiguar qué estaba planeando. Estaba segura de que jamás se lo imaginaría.

-Vamos.- Comenzó a andar más rápido que yo para desaparecer por el pasillo.

Cuando llegué a mi habitación, él ya estaba bajando cajas de encima del armario. Los músculos de sus brazos se marcaban cada vez que dejaba una caja en el suelo. Era tan sexy que... que... ¡Ah, qué frustración!

Me senté en la cama mientras Tom terminaba de sacar las últimas. Verlo así, como una persona normal era de lo más extraño. Eran tan sensual verlo moverse con esa destreza. La camiseta se le pegaba al torso y casi lo transparentaba. Los pantalones, por su parte, estaban medio caídos, dejando que los bóxers se viesen, al igual que la marca de éstos. Deberían de costar una pasta...

-¿Necesitas algo más?- Afirmé con la cabeza.

-¿Podrías abrir esta caja de aquí? Está precintada y si hago mucha fuerza, me duele muchísimo.- Le indiqué con la pierna la caja que estaba justo al lado de mis pies.

-¿Por qué esa precisamente?- Tom estaba empezando a sospechar algo. Tenía que ser más hábil.

-Bueno... esto...- Me tapé la cara con las manos, avergonzada.- Es donde está... la ropa interior.- Escuché el suspiro de Tom y me aparté las manos de la cara. No estaba avergonzada sino simplemente quería hacerle pensar que sí. ¿Colaría?

-Le diré a Gretchen que te ayude.- Se fue para la puerta pero estiré la pierna y le bloqueé el paso.

-No quiero que vea mi ropa interior.- Tom mantenía la mirada en mi pierna, pensando qué contestarme.

-¿Quién crees que va a lavar tu ropa, plancharla y guardarla? ¿Yo? Creo que estás equivocada.- Tenía razón. Debía pensar algo rápido.

-Es que... me da vergüenza.- Me levanté de la cama y me puse frente a él.- Hay algunas que no son muy... decentes.- Él enarcó una ceja sin apartar los ojos de mí.- Mara las compró y son tan caras que me daban pena tirarlas.- Tom volvió a mirar la caja y a mover su piercing con la lengua.- Te has vuelto a poner el piercing.- Acerqué mis dedos lentamente para tocarlo pero Tom me detuvo. Me agarró con fuerza la muñeca incluso antes de que mis dedos llegasen a rozarlo.

-Quieta.- Se agachó dispuesto a abrir la caja. De un solo tirón, quitó el precinto y mi ropa interior quedó a su vista. Sus ojos se abrieron como platos cuando sacó un tanga de encaje negro.- ¿Y esto?- Lo movió ante sus ojos, incrédulo.

-¿Te gusta? Es mi favorito.- Me agaché a su lado y se lo arrebaté de las manos.- Creo que me lo pondré hoy.- Tom se levantó de golpe y yo lo imité.- ¿Qué te pasa?

-¿Sabes que a este juego también sé jugar yo?- Mierda, me había pillado. Yo no servía para hacer estas cosas...

-¿De qué estás hablando?- Me agarró del brazo y me obligó a ponerme de pie frente a él.

-Lo sabes muy bien.- Pegó su cuerpo al mío y sentí como su erección chocar contra mi vientre.- Vas a terminar llorando como sigas así.- Me quedé paralizada. Mi cuerpo volvía a encenderse. ¿Cómo podía provocar esto en mí?

-No te estoy entendiendo.- Fingí no saber nada y hacerme la inocente, con la esperanza de que Tom me creyera.- Espera.- Me pegué más a él, provocando que me soltase y se alejara un paso de mí.- ¿Te has puesto... así por la ropa interior?- Me empecé a reír siendo consciente de que a él no le estaba haciendo ninguna gracia. Mi diosa interior clamaba victoriosa. Sí, me sentía deseada por Tom y me gustaba.

-No, no me he puesto así por la ropa interior.- Mi espalda chocó contra algo blando de un golpe y cuando abrí los ojos, Tom estaba encima mía sin dejarse caer, presionando mis muñecas en la cama para que no me moviese.- Llevo meses sin follar y encima tú te pavoneas por toda la casa semidesnuda y hablándome de tu ropa interior, siendo consciente de que cada vez que te mueves, te retuerces de dolor y es imposible.- Hizo una pausa clavando sus ojos en mí. Me mordí el labio aguantándome las ganas de besarlo. Era tan tremendamente sexy...- ¡No te muerdas el puto labio!- Sonreí ante su desesperación.

-Me estás haciendo daño en las muñecas.- Levanté la rodilla de la cama, tocando su entrepierna. Sus ojos se tornaron azules y sabía que estaba provocando a la bestia.

-No sigas, Lilith, o las muñecas serán lo que menos te duela cuando termine contigo.- Se echó a un lado de la cama, dejándome boca arriba y con la respiración agitada. Me había puesto a mil y ni siquiera me había tocado.- ¿No puedes levantarte sola, verdad?- Dijo con una sonrisa de medio lado que delataba sus intenciones.- ¿Debería de aprovechar para examinarte?- Lo miré de golpe. No quería que me tocase o de lo contrario iba a perder la cabeza.

-¡No!- Paré su mano cuando estuvo a punto de subirme el camisón. ¡¿Cómo se había dado la vuelta la situación?! ¡Se suponía que era yo la que debería provocarlo y no él a mí! Tom sonrió juguetón y me apartó la mano que lo frenaba.- No puedes hacerlo.- El camisón se deslizó por mi cintura hasta quedar a la altura de mis pechos. Tom observaba cada milímetro de mi piel mientras movía el piercing con la lengua.

-Sí que puedo.- Cerré los ojos cuando sus dedos subieron desde mi ombligo hasta mi estómago lentamente.- Los hematomas han desaparecido.- Volvió a bajar esta vez, hasta el filo de las bragas.

-Para.- Le supliqué. Sabía que estaba sonriendo pese a que no podía verlo. Mi cuerpo pronto empezaría a desear que me tocase más y tenía que detenerlo antes de que perdiese mis sentidos.

-Es un reconocimiento médico, tranquila.- Ambas manos se posaron en mis costados y presionaron ligeramente. Me dolía pero mi excitación era superior a cualquier dolor en estos momentos.- Las costillas están bien, sólo estás adolorida por los golpes.- Descendió hasta mis caderas hasta apoyarse en mis muslos.- Hematomas superficiales.- Sus dedos se quedaron quietos ahí y abrí los ojos por su repentino silencio.

Tom estaba con la mirada fija en esos hematomas de mis muslos, a los que yo ni les había dado importancia. La expresión divertida que tenía hacía unos momentos había desaparecido y ahora estaba serio y taciturno. La oscuridad de sus ojos me heló la sangre, al igual que la tensión más que palpable que se respiraba en el ambiente.

De un momento a otro, mi excitación había desaparecido y por lo que veía también la de él. ¿Qué le pasaba? Hacía unos segundos lo tenía disfrutando viéndome sufrir de placer e impotencia y ahora era él el que parecía estar sufriendo por algún motivo.

-¿Pasa algo?- Me bajé el camisón e intenté sentarme en la cama al igual que había hecho Tom. Pese a que pareciese que me estaban apuñalando y tras aguantarme más de un grito de dolor, lo conseguí. Miraba al suelo, pensativo y con la mandíbula apretada.

-¿Por qué no avisaste a nadie?- Su voz volvía a ser la de siempre, siniestra y autoritaria.

-¿Qué?- No sabía de qué estaba hablando.

-Cuando pasó lo de Rachell.- Cogí aire intentando buscar una respuesta a su pregunta. Realmente desconocía el motivo de por qué no lo hice aunque tampoco hubiese podido.

-No sé.- Yo también miré al suelo intentando acordarme de lo que pasó pero por mucho que pensase en eso, sólo veía los ojos de Rachell fijos en mí y el olor de su sangre.

-Podrían haberte matado.- Solté el aire y lo volví a mirar. Él me imitó.- Si lo hubiesen hecho, todo hubiese acabado.- Le sonreí débilmente, dándole a entender que estaba mejor de lo que realmente estaba respecto a ese asunto.

-Lo importante es que estoy bien.- Me acerqué más a él y lo abracé. Lo hice aun sabiendo que no lo tenía permitido a menos que él me diese permiso pero me daba igual.- Soy feliz de tenerte a mi lado pese a que no te entiendo.- Sus brazos también me rodearon de esa manera tan extraña que tenía. Era como si Tom nunca hubiese abrazado a nadie.- Te quiero.- Noté como me apretaba más a él. Ahora parecía que estaba más relajado aunque seguía sintiéndolo inseguro. ¿Se habría puesto así por haberme visto los moratones?

-¿Sabes que tienen prohibido tocarme sin que yo te dé permiso?- Asentí aun con la cara pegada a su pecho. Estaba tan bien así...

-Ya te dije que ardería en el infierno.- Me separó de él y se me quedó mirando. ¿Cómo podía ser tan perfecto?

-Irás directa a la zona V.I.P.- Sus labios se juntaron con los míos. Los movía lentamente, parándose cada dos segundos. Su lengua tomó posesión de mi boca de la misma manera, como si el tiempo no pasase.

En momentos como este, me olvidaba que el que me estaba besando era un auténtico monstruo y todo lo que me había hecho pasar. Sólo existía el presente y el futuro que un día crearíamos, simplemente eso. Tal vez, era así como conocía el lado más humano de Tom, del líder de una especie de asesinos en serie que se alimentaban de humanos inocentes. Este era el Tom que recordaba de mi infancia, el oscuro Tom que parecía olvidar todo cuando estaba conmigo y yo quería hacerlo feliz, hacerle olvidar todo lo horrible que ha pasado por su vida, ser la la luz que le ilumine entre tanta oscuridad. Le amaba con todo mi ser.

-¿Confías en mí?- Asentí con la cabeza y él me dejó caer lentamente hacia atrás hasta tumbarme por completo en la cama.- Dime que pare si te duele.- ¿Doler?

-¿Qué vas a hacer?- Se levantó de la cama y se fue hacia la puerta. Escuché como el pestillo se cerraba por el sonido que hizo éste. Me estaba poniendo nerviosa porque por mucho que pensara en qué se le pasaba a Tom por la cabeza, nunca lo adivinaba.

Se quitó la camiseta y dejó su torso al descubierto. Volvió a tumbarse en la cama, a mi lado y a observarme. Quería volverme y abrazarme a él pero lo único que podía hacer era permanecer boca arriba y simplemente volver la cara para mirarlo. Me estaba escrutando con los ojos mientras manteníamos un duelo de miradas.

-Voy a hacerte el amor.- Abrí mucho los ojos, impresionada. ¿Había dicho lo que había oído? ¡Tom no hacía el amor, él follaba como siempre decía!

Sus labios volvieron a por los míos y yo simplemente me abandoné a él. Mientras que me besaba sus dedos deslizaban la tiranta del camisón por mi hombro hasta conseguir que ambos brazos se deshacieran de ellas y que el camisón quedase libre para tirar de él hacia abajo. De un segundo a otro me encontraba con solo las bragas puestas y Tom sobre mí, besándome y lamiéndome el cuello como nunca antes había hecho.

Entre él y yo aún había un espacio, el de mis costillas. Su cuerpo estaba ligeramente en el aire para no presionar esa parte y se lo agradecía aunque por otro lado maldecía que se cuerpo no estuviese junto al mío.

Sus manos empezaron a toquetear mis pechos haciendo que corrientes de placer se extendieran por todo mi cuerpo. Sus labios fueron bajando por mi clavícula hasta que hicieron compañía a sus manos. Empezó a lamer uno de mis pezones mientras la otra mano se divertía con el otro. No podía parar de gemir cada vez que sentía su lengua en mi cuerpo. Me estaba volviendo loca por sus hábiles manos y sus más que salvaje lengua.

Empezó a descender de nuevo, besando mi barriga mientras sus manos acariciaban mis costados con delicadeza. Hacía tanto tiempo que no sentía sus manos en mi cuerpo que ansiaba más de ese fuego abrasador que dejaba a su paso.

-Creo que esto nos sobra.- Tiró de mis bragas hacia abajo por mis piernas hasta tirarlas al suelo pata hacer compañía al resto de mi ropa. Se volvió a echar a mi lado dejándome completamente desnuda a su completa merced. Me tapé con las manos mi parte íntima con muchísima vergüenza. Tom recorría todo mi cuerpo con la mirada mientras jugueteaba con el piercing de su labio.- Quita las manos.- Me puse como un tomate a la vez que negaba con la cabeza. ¿De verdad no sabía lo vergonzoso que era esto?- Tendrás que acostumbrarte.- Y sin más, quitó mis manos hasta ponerlas a ambos lados de mi cuerpo.- No hay nada como la belleza natural, Lilith.- Aguanté la respiración de nuevo cuando sus dedos acariciaron mis labios.- Chúpalos.- ¡¿Qué?! Lo miré interrogante y él sonrió divertido.- Venga.- Abrí la boca y dejé que dos de sus dedos entrasen en ella. Moví mi lengua alrededor de ellos a la vez que observaba de reojo a Tom. Seguía moviendo el piercing con su atrevida lengua y sonreía.- Suficiente.- Los sacó y se puso a cuatro patas sobre mí. Metió una de mis piernas entre las suyas y la separó de la otra. Sabía lo que iba a hacer...

Cogí todo el aire que me permitieron mis pulmones cuando empezó a acariciar con los dedos humedecidos mi clítoris. Los movía formando círculos a su alrededor. No pude evitar soltar todo el aire en forma de un ensordecedor gemido cuando los dos dedos se deslizaron en mi interior. Comenzó a meterlos y sacarlos lentamente haciendo que millones de descargas eléctricas se movieron por todo mi cuerpo. Esta era la más dulce de las torturas...

-Estás bastante húmeda.- Me sonrojé de nuevo mientras mis gemidos me ensordecían.- ¿Es por lo de antes o por lo de ahora?- Abrí los ojos y lo miré con al respiración agitada. Esa sonrisa no se le borraba de los labios y era la más hermosa que había visto en mi vida.

-Es... Es por ti.- Me mordí el labio sabiendo lo que eso provocaba en él. Sacó los dedos de mi interior y se los metió en la boca, lamiéndolos lentamente ante mí. ¡Los estaba chupando!

-No es tu sangre lo único que está delicioso.- Me besó de nuevo pero esta vez con más pasión. Saboreé mi sabor en mi boca, cortesía de Tom.

Se volvió a separar y se quitó los pantalones lentamente junto con su bóxers. Su erección era más que notable y sólo verle desnudo ya me acercaba al orgasmo. Se subió de nuevo en la cama y flexionó mis rodillas. ¿Qué iba a hacer ahora? Su lengua pasó por mi rodilla hacia arriba, por la parte interior de mi muslo. Comenzó a besar mi ingle a la vez que con sus manos, separaba más mis piernas para que no las juntase.

-No... No lo... lo hagas.- Esa parecieron que fueron las palabras que llevaron a Tom a dar un lametón desde mi vagina hasta el clítoris. Arqueé la espalda sintiendo como el placer invadía mi cuerpo.- ¡Ah!- Grité cuando su lengua me penetró. Las costillas se resintieron cuando mi cuerpo se convulsionó por la excitación que me estaba proporcionando.

-Estate quieta o te dolerá.- No estaba muy segura de poder conseguir quedarme quieta. Mi cuerpo se movía solo, como si no me perteneciera.

-No pares.- Le rogué entre gemidos. Lo noté sonreír sobre mi vagina mientras seguía lamiendo y penetrándome con su lengua.- ¡Dios, Tom!- Notaba como mi cuerpo se acercaba al clímax gracias a él. Sentía tanto calor que me estaba incluso mareando.- ¡Tom!- Y entonces llegó, ese momento maravilloso en el que perdía la consciencia unos segundos al mismo tiempo que mi cuerpo se retorcía de placer y dolor al mismo tiempo.

Sentí el colchón resentirse a ambos lados de mi cuerpo. Mi cuerpo aún luchaba por desprenderse de todo el placer y el agotamiento que había acompañado a aquel increíble orgasmo. Los labios de Tom volvieron a besarme el cuello.

-Aún no hemos terminado.- Abrí los ojos jadeante.- Párame si te duele.- Se coló entre mis piernas de nuevo bajo mi atenta mirada. Era incapaz de pronunciar palabra pero quería más de él.

-Mi... Mi deber... es complacerle... mi señor.- Alcé las caderas haciendo que mi sexo acariciase al suyo.

-¿Aún quieres más?- Volvió a alzarme las rodillas hasta que quedaron flexionadas. Se dejó caer sobre mí, dejando de nuevo ese espacio entre mi abdomen y su pecho.

-Mucho más.- Acaricié con mis manos su torso sudoroso por la excitación. Sentí como su pene acariciaba mi entrada. No estaba segura si estaba preparada para tenerlo dentro después de tanto tiempo ya que no sabía si Tom podría controlar su brutalidad para no hacerme daño.- Hazme el amor.- Relié mis piernas a su alrededor y respiré hondo, preparada para lo que se me venía encima.

Noté presión en mi entrada y su miembro deslizarse con una lentitud pasmosa en mi interior. Me mordí el labio, aguantando los gemidos, sin apartar los ojos de los de Tom. Me miraba fijamente, observando mi expresión.

Me retorcí de placer debajo de él cuando entró por completo en mí. Cerró los ojos con fuerza y los músculos de su abdomen se contrajeron. Era tan hermoso que daba incluso vergüenza mirarlo. Era una criatura realmente fascinante que luchaba contra sus instintos más primarios para no hacerme daño mientras lo hacíamos. ¿Realmente era el Tom al que estaba acostumbrada? No, sin duda no.

Alcé mi mano y le sequé el sudor de la frente a la vez que le sonreía. Quería demostrarle que estaba bien, que podía seguir... Cerró los ojos cuando pasé mis dedos por sus labios y por el piercing que antes no me había dejado tocar. Sus caderas se movieron hacía atrás lentamente, provocando que otro gemido saliera de mi garganta.

Volvía a repetir los movimientos una y otra vez, y aunque yo tuviese los ojos cerrados para sentir más de aquella delicia, notaba su mirada en mí. Sus jadeos no hacían más que excitarme mucho más, dejando que mis gritos de placer retumbaran en toda la habitación.

Apreté mis piernas más a su alrededor para que sus penetraciones fueran más profundas. Era imposible describir todo lo que Tom me hacía sentir, cosas que jamás había experimentado con nadie y que por cada vez que nos acostábamos, parecía mejorar notablemente.

-Vamos... Lilith.- Medio gruñó. Sus jadeos y su respiración agitada era el sonido de los dioses, la mejor banda sonora de este espectáculo. Así que intenté callarme para escucharlo solo a él.

Mi cuerpo reaccionó a las frenéticas embestidas que Tom estaba dándome y me corrí. El mayor orgasmo de mi vida, que superaba con creces al anterior, me invadió por completo. Millones de oleadas de placer nacieron en ese punto de contacto entre los dos y se perdían por todo mi cuerpo. Tom no tardó en acompañarme. Notaba como se deshacía en mi interior, lo que sólo hizo que el clímax se acentuase más.

Su cuerpo se dejó caer a mi lado, ambos con la respiración entrecortada y luchando por despertarnos de ese trance de placer en el que nos habíamos sumergido. Tenía ganas de abrazarlo y besarlo, limpiar las cosas de sudor que se escurrían por su cuerpo... pero no podía moverme, mi cuerpo no respondía, es más, aún temblaba de excitación.

-Ha sido... espectacular.- Logré decir cuando me calmé un poco. Tom volteó su cabeza para mirarme sin ni siquiera moverse.

-Ha sido mi primera vez.- Lo miré interrogante y él sonrió. ¿Había dicho ya que su sonrisa era la más hermosa del universo?- La primera vez que hago... el amor con alguien.

-Para mí también ha sido la primera vez.- Le confesé.- Nunca había hecho el amor.- Respiré hondo recordando mis experiencias sexuales. Con Adam fue mi primera vez, la más horrible de todas. Recordaba haber sangrado muchísimo mientras me moría. Con Nate... Bueno, realmente con Nate nunca fue algo significante. Sin embargo, con Tom, las veces que los habíamos hecho no había sentido lo que había sentido ahora. ¿Cambiaba todo ahora que me quería?

-Ha sido lo mejor que he hecho en mi vida.- Sonrió de nuevo. ¡¿Por qué demonios no sonreía más?!

-Me alegro de haberle complacido, mi señor.- Tom se levantó y se puso su ropa que estaba en el suelo.

-Ven.- Una vez vestido, me tendió la manos para agarrarlas y lograr levantarme de la cama. Las piernas aún me temblaban.- Creo que vas a tardar en recuperarte de esto.- Dijo con un tono de diversión.

-No te rías de mí, es por tu culpa.- El camisón pasó por mi cabeza y mis brazos por las tirantas. Tom volvía a vestirme y yo me sentía la mujer más feliz del mundo.

-Dúchate, hemos quedado para comer.- Tom se fue de la habitación, sin despedirse ni nada.

Me voy hacía el baño de la habitación. Mientras se llenaba la bañera empecé a darle vueltas a lo que había pasado. ¿Significaba esto que ya podría dormir con Tom? Tendría que preguntárselo.

Me miré en el espejo del lujoso baño de mi habitación. Mi pelo estaba revuelto, mis mejillas habían cogido un tono sonrosado, mis ojos brillaban y mis labios aún estaban hinchados de los besos. Sonreí como una tonta delante de aquel trozo de cristal. ¿Se podía ser más feliz? Lo dudaba mucho. La Lilith demacrada de hacía unos días había desaparecido y ahora estaba pletórica y rebosante de luz, tanto que parecía no estar muerta.


[…]

Cintia corrió hacia mí pero se paró cuando se acordó de mi lesión, aun así eso no le impidió venir a abrazarme. Estaba tan contenta de volver a verla. Jake se acercó a Tom y a mí, y nos saludó. Cintia me condujo hacia la mesa donde estaban sentados cuando llegamos. Estaba su madre al lado del carrito de André. La mujer me saludó sonriente, no se parecían en nada.

-¿Cómo estás, Lilith?- Me dijo Eve, que así se llamaba, cuando nos deshicimos del largo abrazo.

-Muy bien. ¿Y usted?- Mientras Eve me contestaba, no pude evitar mira en dirección a Tom. Charlaba con Jake en la puerta del restaurante mientras fumaba. Unos vaqueros y un jersey negro eran suficientes para estar perfecto. Parecía preocupado por alguna razón que desconocía.

-...Así que me he venido desde Colonia para hacerle compañía estos días hasta que se acostumbre a tener al bebé en casa.- Volví a mirar a Eve que se había sentado a mi lado.

-No hace falta que os diga que si necesitáis algo sólo tenéis que llamarme.- Cintia se sentó presidiendo la mesa. Por lo visto, no estaría al lado de Tom...

-Muchas gracias, Lilith, no sé que habría sido de André si no llegas a estar tú.- Posiblemente estará muerto, pero eso no podía decírselo.

-No tenéis que darme las gracias por nada. Es mi ahijado por lo que hice lo que debería de hacer.- Tom y Jake llegaron en se momento, justo en mi última frase. Pese a que Tom me estaba mirando, yo mantenía la vista en mis manos. No habíamos hablado de qué pasaría con el bebé de Cintia y qué debía hacer ahora ante él o ante el Consejo.

-¿Y cómo estás de la caída, querida?- me preguntó Eve mientras Jake, Tom y Cintia mantenían una conversación paralela sobre el hospital.

-Mejor, gracias.- En realidad, me encontraba mucho mejor pese a que estaba adolorida, aunque cuando me levantaba y sentaba no me dolía.

-Espero que se recupere pronto, señora.- Me quedé de piedra ante el tono que usó. Me sorprendió que me llamara así. Eso sólo lo hacían...- Nivel E, señora.- ¡¿Cómo?! Analicé con detalle su rostro y lo vi. La palidez de su piel en contraste con el color de ojos. ¡¿Cómo no me había dado cuenta antes?!

-¿Sabes quién soy?- Ella asintió.- Entonces Cintia...- Miré hacia ella que charlaba animada con su marido y Tom.

-No, exactamente.- No sabía qué me había dejado más perpleja, o la confesión de Eve o lo de Cintia.

-¡Lilith!- Jake me sacó de mi aturdimiento. Ahora todos me miraban y yo todavía estaba intentando procesar toda esa información.

-¿Sí?- Respondí confusa.

-Estábamos hablando que ahora que Tom se ha cogido vacaciones, podríais veniros con nosotros a Francia. Mi familia aún no conocé al niño.- Jake parecía animado por su propuesta, al igual que Cintia que asentía frenética.

-Yo...- Miré a Tom interrogante. ¿Qué se suponía que tenía que hacer?- Por mí está bien lo que tú decidas.- Volví a bajar la mirada a mis dedos entrelazados en mi regado. Volver a Francia después de tanto tiempo...

-Donde nos quedaríamos sería en Burdeos.- ¡¿Burdeos?! Ahí vivía mi abuela, bueno, la que fue mi abuela durante mi vida como humana.

-Nos lo tenemos que pensar.- Tom contestó por mí dado que yo me había quedado sin habla, recordando mis vacaciones con la familia en casa de la abuela. Quizá fueran esos meses en los que me sentía feliz, cuando estaba con ella.

Mientras que charlábamos a mí no se me quitaba de la cabeza, las imágenes de mi infancia. La sonrisa de la abuela siempre me había reconfortado, siempre había estado ahí para mí cuando mi madre se iba de rodaje o mi padre se encerraba en su habitación a escribir sus novelas. Ahora, pensar en ellos era tan extraño... Nunca fueron mi familia, y ellos siempre lo supieron. Mis padres me criaron de la mejor manera que pudieron aunque no lo hicieron del todo bien. Si de algo estaba feliz de esa etapa de mi vida era por haber conocido a la abuela y a Shelly.

Habían estado hablando sobre cosas del bebé, los cuidados que necesitaba y lo mucho que comía. La verdad era que ver a André tan tranquilo, durmiendo en su cochecito era de las escenas más bonitas que había visto. Sentía una unión especial por ese pequeño o quizá fuese porque sabía nunca podría darle uno igual a Tom. ¿Qué pensaría él sobre eso? A veces se quedaba mirando al bebé durante un tiempo con el ceño fruncido. Era difícil imaginar qué estaba pensando pero realmente, prefería no saberlo. Bill me había dicho que los pensamientos de Tom era tan aterradores que le asustaban hasta a él. ¿Por qué?

-La verdad es que tienes buena cara. Se nota que estás mejor.- Miré a Jake sonriendo. En realidad, si estaba mejor era por haber hecho el amor con Tom y no porque las costillas habían dejado de dolerme. Yo me lo habían dicho: “Un vampiro sólo necesita sangre y sexo para estar bien” aunque ellos lo llamasen “Instintos”.- ¿Qué medicamento le estás dando, Tom?- Jake preguntó curioso. Hacía una semana estaba fatal y hoy este cambio.

-Medina alternativa.- Contestó. Jake empezó a reírse, Tom esbozó un sonrisa y yo no pude evitar ponerme roja. ¿Cómo podía decir tanto en esa simple frase?

-Hombres.- Dijo Cintia en un susurro.- Creo que Tom también tiene mejor cara desde que Lilith está con él. Le brillan los ojos.- Touché. A Tom se le borró la sonrisa de los labios.- ¿Qué le haces, Lilith, para qué esté así?- Me preguntó Cintia divertida. Pues si lo pensaba, no le había hecho nada...

-Medicina alternativa.- Contesté. Todos comenzaron a reírse menos Tom, que me miraba fijamente. Me estaba poniendo nerviosa y me estaba mareando.- Creo que voy a salir a tomar el aire.- Me levanté con cuidado de la silla y me fui hacia la puerta del restaurante para salir a la calle. Necesitaba relajarme de las abrumadoras miradas de Tom.

Salí a la calle donde llovía a mares pero dado que la puerta estaba techada, no podía mojarme. Olía a humedad y el viento frío me daba en la cara, sacándome de mi aturdimiento. Sentía las miradas de los guardaespaldas que nos habían seguido en mí. No conseguía verlos por ninguna parte pero sabían que estaban allí.

Estaba tan mareada que sentía que me caería en cualquier momento. Había comido demasiado y quizá fuese por eso que me encontraba tan mal. Cerré los ojos con fuerza para que todo dejara de darme vueltas y centré todos mis sentidos en el sonido de la lluvia al caer. Dejé caer mi espalda sobre la pared para así conseguir un punto de apoyo.

-¿Qué te pasa?- Abrí los ojos lentamente cuando oí a Tom a mi lado. Me miraba confundido mientras se sacaba el paquete de tabaco del bolsillo.

-No lo sé.- Volví a cerrar los ojos cuando su mano se posó en mi frente. Su piel estaba helada, lo que provocó un escalofrío en todo mi cuerpo.

-Estás sudando.- Me agarró la cara con ambas manos y me dio un pequeño guantazo para que abriera los ojos.- Mírame.- Hice lo que me dijo. Mis piernas estaban temblando y me estaba empezando a entrar frío.

-Creo que he comido demasiado.- Le sonreí intentando mantener la calma ante esta sensación. Me estaba empezando a faltar el aire pero fingía para que Tom no se diese cuenta.- Estoy bien.- No, no lo estaba.

-Abre los ojos, Lilith.- ¿No los tenía abiertos?- ¡Lilith, ábrelos!- Sentí mi cuerpo flotar y el aroma de Tom impregnarme. Olía tan bien...- ¡Lilith!



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