Capítulo 56

Capítulo 56


By Tom


-Estás embarazada.- Sus ojos se abrieron de par en par y palideció al instante. Su sonrisa divertida había desaparecido y ahora sus labios se movían temblorosos.

-Lo... Lo siento.- De un momento a otro, era un mar de lágrimas que no me dejaba ver porque se había tapado la cara.- Yo... Yo debería de... de haber parado ayer.- ¿Debería de acercarme?- Perdóname.- No sabía qué hacer en estos momentos, esa era una de los efectos que Lilith tenía sobre mí. Nunca sabía que hacer frente a ella.

-Los dos deberíamos de haber parado.- ¿Valdría eso para que dejara de llorar?- Será mejor que no salga de esta habitación.- Dejó de llorar y quitó las manos de su rostro. Tenía los ojos hinchados y rojos, que me miraban incrédulos.

-¿Estás enfadado?- ¿Qué? ¡¿Pero cómo podía ser tan...?!

-Sí.- Le di la espalda dispuesto a salir de esta habitación pero su mano temblorosa agarró mi camiseta.- Mucho, así que suéltame.- Se debatía entre si hacerme caso o no. Creía que le había dejado claro que era peligroso pero ella como siempre se acercaba demasiado al peligro. Había estado a punto de matarla hacía unos minutos y aun así me había dicho que confiaba en mí. Quizá estuviese ella más loca que yo...- Quita la mano, Lilith.- Sentí como deshizo el agarre ante mi amenaza no dicha.

-No te vayas.- Agarré el pomo de la puerta y la abrí, deseando salir de aquí. No podía escucharla ni mirarla... Ni siquiera era capaz de sentirla.- Por favor.- Cerré con fuerza cuando salí de allí, quedándome en la puerta y escuchando sus lágrimas resbalar por su piel.


[…]


-¿Entonces, se lo has dicho?- Bill estaba muy emocionado. Cuando se lo conté en el pasillo del hospital no paró de dar saltos de alegría. Creía que incluso lo había visto llorar...

-Sí.- Le di otra calada al cigarro y me dejé llevar por las figuras que dibujaba en el aire el humo.

-¿Y cómo se lo ha tomado?- ¿Cómo se lo había tomado? Ni idea. No sabía si estaba feliz, triste, desconcertada...

-Me ha pedido perdón.- Bill dio un grito al otro lado del teléfono, desconcertado y enfadado al mismo tiempo.

-¡¿Por qué?! ¡¿Qué le has dicho, Tom?!- Gritó desesperado.

-¿Por qué le he tenido que decir algo?- Odiaba que me echara las culpas de todo sin saber nada de lo que había sucedido.

-¡Porque siempre la cagas!- Y como siempre, mi hermano tenía razón. Ella no tenía la culpa de nada, fui yo el que no se pudo contener. Incluso se me había pasado decirle que no fue ayer cuando se quedó embarazada sino antes, cuando... hicimos el amor.- Tom, en estos momentos es cuando debes de estar con ella. Lilith no sabe qué hacer, cómo actuar y mucho menos cómo comportarse ante esta situación. No la puedes dejar sola, no está preparada para esto. No sabemos como su cuerpo va a reaccionar.- Mierda. Lilith no era como el resto de Sangres Pura, era distinta a todas ellas. Ni siquiera se enteró la otra vez que estuvo embarazada, cuando la atravesé con esa estaca, matando al monstruo que llevaba dentro. Un monstruo que había estado allí antes del Vínculo, señal de nuestro pecado. Si Lilith se enterara de eso, posiblemente me odiaría, me pegaría o me mataría.

-No debe nacer.- Le contesté a Bill. Cuando las cosas parecían ir mejor, sin los perros rondándonos todos los días, sin peleas serias con ella, cuando por fin le había dicho que la... bueno, eso. Cuando pensaba que todo iba bien, aparece este monstruo.- Que no se entere nadie, Bill. Si alguien habla sobre ello, te mataré.- Colgué el teléfono antes de que Bill me contestase.

Saqué mi cuarto cigarro en lo que iba de tarde. No conseguía aclarar las ideas pese a que estaba hasta las cejas de nicotina. Necesitaba algo más fuerte, su sangre por ejemplo. ¡Joder! No debía de pensar en ello sino en cómo conseguir deshacerme de ese bicho antes de que fuera tarde. Si esta cosa nacía o incluso antes, Markus no dudaría ni un segundo en capturar a Lilith y al bicho, derramar toda su sangre y acabar con nosotros. Ellos sabían que Lilith era demasiado importante para los vampiros, más valiosa que los Sangres Pura, que yo... Lilith era esa diosa reencarnada, la madre de todos los vampiros y la necesitaban para exterminar a mi especie. Putos perros.

Todo eran problemas. Desde que la vi en esa azotea, todo se había convertido en un infierno. Recordaba haber sentido algo por aquella humana indefensa de muñecas cortadas. Una sensación extraña que me recordó a mi hermana, la que se fue, la que se dejó vencer por la puta de Simone.

Cuando sus ojos me miraron, llenos de lágrimas, supe que ella sería mi primera convertida, la que necesitaba para convertirme en un “auténtico vampiro”. La había vigilado día y noche, hasta llegarme a obsesionar por ese débil ser. Ese accidente fue la clave. Sólo tenía un hilo de vida cuando la mordí. Su sangre me recordaba tanto a la de ella que empecé a odiarla desde el principio. Me hacía sentir de nuevo, sentimientos que creí haber enterrado para siempre, odio, pasión, pena... ¿Amor? Sí, tal vez eso también. Sin embargo, cuando me enteré que realmente era Lilith, la que mi madre había convertido en humana para protegerla de Markus, fue entonces, cuando realmente necesitaba mantenerla alejada de mí aunque ella se aferrase pese a todo el dolor que me esforzaba en darle. No funcionaba y sólo conseguía que me odiase más a mí mismo. Cuando la veía llorar porque yo le había pegado, insultado o cualquier cosa, eran en esos momentos cuando me daba cuenta lo estúpido que era. ¿Por qué luchar para que se alejase de mí? ¿Por qué luchar para que me dejase? ¿Para protegerla? ¿Es que acaso no podía protegerla mejor teniéndola a mi lado? Eso fue lo que pensé cuando vi que no estaba en su habitación el día que el hijo de puta de Jörg había dejado que se la llevasen. Fue eso lo que me llevó a sellar el Vínculo de Sangre, a tenerla a mi lado para protegerla.

Ahora todo se había complicado. El bicho no debía nacer, no podía poner en peligro a Lilith. Esos perros iban detrás de ella, si esta cosa naciera, posiblemente una niña, sería otra Lilith, otra vampiresa Sangre Pura que acabaría sufriendo por ser perseguida y Lilith con ella si no moría antes.

-Tom.- Expulsé el humo del cigarro y abrí los ojos, dejando que la vista del bosque de enfrente de la casa de Jake apareciera ante mí. Vaya, se había hecho de noche. Cintia estaba a mi lado, preocupada.- ¿Lilith se encuentra bien? No ha bajado en todo el día y cuando llamo a vuestra habitación no responde.- ¿No le había abierto?

-Estaba cansada.- Cintia no pareció muy convencida pero se iba a conformar con eso, no pensaba decirle nada.

-Lilith es una mujer maravillosa, ¿verdad?- Le di otra calada al cigarro, llenando los pulmones de humo y alquitrán.- Cuando la miro es como si viese a una princesa de cuento. Tan hermosa, delicada, débil... Sin embargo, cuando ves ciertos gestos o cuando la escuchas hablar, te das cuenta de lo realmente fuerte que es. Me atendió durante el parto sin titubeos, salvó a André por lo que siempre le estaré agradecida y sobre todo, te ama con locura, lo que posiblemente sea lo más valiente que pueda hacer una persona.- Sí, posiblemente sí.- Cuando te mira, sus ojos brillan con fuerza y sonríe.- Soltó una risa disimulada, puede que recordando alguna escena de esas que estaba narrando.- No le has contado ni la mitad de tu vida, no te conoce realmente y aun así está a tu lado, sin preguntarte nada que no quieras responder. Simplemente ahí.

-¿Por qué me cuentas esto?

-Porque parece que a veces se te olvida.

-Lo recuerdo todos lo días.

-No es fácil ser ella. Criada como una humana y viviendo la vida de una Sangre Pura o algo peor, de tu Vinculada.- Escuchar hablar a Cintia con esa seriedad todavía me resultaba extraño. No había discutido conmigo cuando le dije que no quería que Lilith supiera, que ella sabía lo que éramos. Lilith había dicho que se sentía bien con Cintia, si le dijera que ésta conocía todo, se sentiría incómoda de nuevo, lo mismo que cuando se enteró de que la madre de la enfermera era una Nivel E. Por suerte, Cintia era adoptada pero eso no quitaba que su madre le hubiese contado todo sobre nosotros.

-Deberías subir, decirle que la quieres y estar con ella.- No, no podía subir ahora, después de todo lo que había pasado. Necesitaba un plan antes para deshacerme del bicho.

-¿Me estás diciendo lo que tengo que hacer?- Ella volvió a sonreír como siempre, devolviendo a su rostro ese aire divertido que tenía.

-No soy un vampiro, puedo hacerlo. No te debo obediencia.- Me dio un toque en el hombro y se fue de nuevo hacia el interior de la casa. Si hubiese sido un vampiro ni siquiera podría haberme tocado.

Tiré la colilla y me dispuse a entrar. No estaba seguro de si sería buena idea ir a ver a Lilith o quedarme a dormir esta noche en el sofá. Tenía que reconocer que si no quería encontrarme con ella era por no saber qué demonios tenía que decirle. No le podía contar que pensaba deshacerme del bicho porque me mataría, podría hacerlo si quisiera, ni tampoco que estaba feliz por que esa cosa estuviese dentro de ella porque no lo estaba.

Cuando quise darme cuenta, ya estaba delante de la puerta, con el pomo en la mano y sintiendo su débil presencia al otro lado. Quería verla pero no en el estado que podría encontrarse. Quizá estuviese llorando, seria o tal vez, la Lilith que la leyenda contada, la que acabó con Rachell, me estuviese esperando al otro lado.

No dudé más y entré. La habitación estaba oscura, apenas iluminada por la luz de la Luna que entraba por la ventana. La cama estaba hecha, la habitación ordenada y sin ningún rastro de ella, aun así, seguía sintiéndola en alguna parte.

Anduve hasta al baño y allí estaba. La luz estaba apagada pero podía olerla. Mis ojos se adaptaron a la oscuridad de aquel lugar y por fin pude encontrarla. Estaba en un rincón al lado de la bañera. Tenía las rodillas sujetas con sus brazos y la cabeza entre estas. Se balanceaba de atrás hacia delante lentamente, en un ritmo casi hipnótico.

-¿Qué haces aquí?- Pregunté pero ella seguía sin inmutarse.- Deberías de comer algo, no has bajado en todo el día.- Como si le hablara a la pared, igual. Ninguna reacción por su parte así que me tocaría a mí arrastrarme otra vez.

Caminé hacia a ella y me agaché hasta que estuvimos frente por frente. Y ahí volvía a estar mi dilema. ¿Debía decirle algo? ¿El qué? Quizá lo mejor sería que me fuera, dejarla ahí hasta que se le pasase o mejor, que ella viniera llorándome de nuevo. No, no podía hacer eso.

-No estoy enfadado contigo si es lo que te preocupa.- Bien, ahí iba el principio de mi plan. Ella levantó al cabeza levemente, dejando al descubierto sólo sus ojos.- Quería que tuvieses tiempo para asimilarlo.- Levantó la cabeza por completo y su rostro angelical hizo que mis pupilas se dilatasen. ¿Cómo podía ser tan hermosa?- ¿No vas a decir nada?- Clavó sus ojos en mí como otras tantas veces.

-Estaba esperando a que me dieses permiso para hablar.- Me quedé de piedra ante su contestación. Creía haberle dado a entender que cuando estábamos solos no tenía por qué seguir el protocolo.

-No tienes que hacerlo.- Me fijé en su rostro mientras ella no apartaba los ojos de mí. Era tan jodidamente perfecta que era imposible que fuera de este mundo. Tenía que proteger a este ángel de todo el que quisiera hacerle daño, empezando por el monstruo de su interior.

-Te pedí que no te fueras y lo hiciste.- Sus ojos se volvían a llenar de lágrimas. No, otra vez no, Lilith... No sabía lo miserable que eso me hacía sentir.- Te necesitaba.- Quise tocarla pero me aguanté, no quería parecer débil delante de ella. Quería dejarle claro que las lágrimas no conseguían ningún efecto en mí. Quizá así no llorase más.- Si no estabas enfadado, ¿por qué me dijiste que sí?- Lo había estado, lo estaba, estaba muy enfadado pero no con ella sino con ese bicho. Tenía que acabar con él sin que Lilith se diera cuenta.

-Lo estaba por no haber puesto remedio antes a esto. Que la otra vez cuando lo hicimos en Luna Llena no te quedaras embarazada, no significaba que esta vez no pasase.- La agarré del brazo y la obligué a ponerse de pie conmigo. Ella se dejó llevar sin oponer resistencia.

-¿Estás enfadado con el bebé?- ¿Cómo? No, no era un bebé, era un monstruo que la llevaría a la muerte segura.

-No.- mentí. Sus ojos se iluminaron tanto que era capaz de dar luz al baño completamente en penumbra.

-Por un momento, pensé que no querías al bebé porque será una niña.- Ese era el mayor problema, que ese monstruo seguro sería una niña, con la misma sangre que Lilith.- Sé que no estamos preparados para esto, yo la que menos, pero quiero tenerla. Será nuestra hija, Tom.- Me abrazó con fuerza ante mi perplejidad. ¿Por qué demonios tenía que hacer eso? No, ese bicho no podía nacer. ¡La mataría! Yo no quería que Lilith muriese, la necesitaba, la... quería demasiado como para dejarla morir por ese monstruo.- Estamos juntos en esto.- Levantó la cabeza de mi pecho y me puso de puntillas para besarme. Sus labios entraron en contacto con los míos, con esa suavidad que los caracterizaba. Su aroma era más que embriagador, tan especial que lo reconocería a millones de kilómetros.

-Siempre dándome problemas.- Conseguí decir cuando se separó de mí, sonriendo.

-¿Estás feliz?- ¿Qué? ¿Qué clase de pregunta era esa? Nadie nunca me había preguntado eso. Qué más daba si estaba feliz o no, a quién le importaba que yo estuviera feliz... Sólo a ella. ¿Por qué se preocupaba por un monstruo que era incapaz de protegerla? O tal vez...

-¿Sabes cómo me harías feliz?- Lilith me miró extraña con esos ojos miel de niña pequeña. Tenía que dejar de mirarme así o me la follaría aquí mismo.

-¿Cómo puedo hacerle feliz, mi Señor?- Bien, acabaría con este monstruo antes de lo que me imaginaba.

-Tu sangre.- Se separó de mí y pegó su espalda contra los fríos azulejos del baño. Siempre se ponía nerviosa cuando le pedía su sangre. Sabía que le dolía porque a veces a mí se me iba la cabeza ante ese sabor tan delicioso.

-Mi deber es complacerle... en todos los sentidos.- Echó su melena hacia un lado, dejándome su blanco y suave cuello a mi entera disposición.

-Sí, señora Kaulitz.- Atraje su cara con mis manos y empecé a besarla. Necesitaba distraerla antes de morderla o de lo contrario estaría tensa.

Sus labios se movían junto con los míos y mi lengua acariciaba la suya, deseosa de estar en otras partes de su cuerpo. Era una diosa en todo su esplendor, sobre todo cuando follábamos. Era lo mejor que había estado entre mis brazos.

Le mordí el lóbulo de la oreja y ella soltó un pequeño gemido que me puso a mil. En realidad, con cualquier cosa que ella hacía, mi cuerpo reaccionaba. Bajé hasta su cuello y comencé a besarlo y lamerlo. Tenía un sabor extraordinario... Sus manos agarraron mi pelo y apretaron mi cabeza contra su piel. Estaba excitada y como siguiera gimiendo, se me olvidaría mi plan y me concentraría en hacerla gritar mi nombre toda la noche.

Clavé mis colmillos en su cuello y ella se estremeció cuando pegué mi cuerpo al suyo. Me encantaba como reaccionaba ante todo lo que le hacía. Puse mi mano en su cabeza y la eché más al lado, dejándome a mi libre disposición su deliciosa sangre. Nunca me cansaría de beber cada gota de ella y eso era lo que debía hacer.

Si mal no recordaba, cuando las Sangres Pura se quedaban embarazadas tenían que beber mucha sangre ya que la mitad de ella iba destinadas a los bichos. Por eso, lo que pretendía hacer era dejar a Lilith con la menor sangre posible, la suficiente para mantenerla viva pero para que ese monstruo se muriese. Sí, lo iba a matar indirectamente gracias a la ingenuidad de Lilith.

-Tom...- Ya estaba notando que le faltaba la sangre pero tenía que aguantar. Si podía sobrevivir una semana sin beber sangre podría estar unos minutos sin la mitad de ella.- Basta.- Sin dejar de beber su sangre, metí la mano en su pantalón hasta su sexo. Iba a ponerla cachonda para que se olvidase de que seguía bebiendo y así sentiría cuando su cuerpo empezara a expulsar al monstruo.- ¡Tom!- Introduje un dedo en su interior y lo giré dentro de ella, sin apartar mis colmillos de su cuello.- ¡Oh, dios!- Su cuerpo se movía sobre mi mano. Quería más y yo también, pero primero tenía que terminar lo que había empezado.

Saqué los dedos de ella ya que algo en mis pantalones estaba despertando por los jadeos de Lilith. Subí la mano hacía arriba por su vientre para llegar a los pechos pero no pude continuar. Mi mano se quedó quieta en su barriga, era incapaz de moverla. Lo sentía, sentía a ese bicho en su interior. Su energía traspasaba la piel de Lilith y llegaba a mí. No me había dado cuenta pero había dejado de beber. Todo mi cuerpo se había quedado petrificado sintiendo el aura de ese monstruo.

Noté la mano de Lilith sobre la mía, fría como hielo. Sus pulgares estaban acariciando el dorso de mi mano tranquilamente, transmitiéndome una paz que nunca había sentido. ¿Qué mierda era esto?

-¿Lo sientes?- Cuando mi cuerpo reaccionó, aparté la mano de golpe, haciendo daño a la de Lilith, que se chocó contra la pared de su espalda.- Tranquilo.- Me acarició la cara. Su piel estaba congelada por toda la sangre que había perdido pero parecía no importarle.

Le di al interruptor de la luz y el baño se iluminó, haciendo que Lilith y yo cerráramos los ojos deslumbrados. Toda su ropa estaba llena de sangre, ella estaba más pálida de lo normal y sus labios formaban una hermosa sonrisa. Me gustaba verla sonreír pero no por el motivo que lo estaba haciendo.

Me fijé en su cuello. Aunque la herida estuviese ya cerrada, era un auténtico estropicio lo que le había hecho. Había clavado todos mis dientes en su piel, intentando sacar más sangre. Tendría haber sido doloroso y ni siquiera se había quejado.

-Necesitas un baño.- Le dije sin apartar los ojos de su cuello. Ella asintió.- Te espero fuera.- Se puso delante de la puerta para que no me fuese.- ¿Qué quieres?- Sus pupilas se dilataron y sus ojos se tornaron de ese azul claro que mostraban sus deseos.

-A ti.- Se tiró prácticamente sobre mí, haciéndome retroceder cuando comenzó a besarme. La separé de mí, sin apartar los ojos de ella. Esa era la Lilith de la leyenda, el demonio que seducía a los hombres para conseguir su sangre y sexo para reproducirse.

-Así que aquí estás.- Ella sonrió, llevó las manos a mi camiseta y la rompió.- Era una de mis favoritas.- Se volvió a acercar a mí y se quitó la suya sin dejar de mirarme. Sí, realmente Lilith era una diosa.

-¿Quiere bañarse conmigo, mi Señor?- Me lancé a por ella como una fiera hambrienta. Podía terminar lo que había empezado mañana. Ahora la necesitaba a ella, olvidarme del monstruo y follármela hasta que me gritara que parase.

-Quítate los pantalones.- Ella me obedeció y se los quitó, al igual que yo.- Todo.- Lilith sonrió divertida y se quitó con una agobiante lentitud el sujetador, tan despacio que me estaba desesperando.- Las bragas, ya.- Sus finos dedos se posaron en la costura de las bragas, acariciando su piel.

-¿Y tú?- Bajó la vista hasta mis bóxers más que abultados ante el espectáculo de Lilith.

-¿Por qué no me los quitas tú?- Se puso frente a mí, me dio un leve beso en los labios que no me esperaba y bajó hasta que su cara estuvo frente por frente de mi...- ¿A qué estás esperando?- Ella agarró la tira de mis bóxers y tiró de ellos hacía abajo, liberando por fin mi erección.

-¿Qué quieres que haga ahora?- Pese a la perversión que contenían sus palabras, su rostro era el de un auténtico ángel.

-Vamos a bañarte, estás llena de sangre.- Se levantó, no sin antes restregar todo su cuerpo por mi erección.- Entra.- Se metió en la bañera y abrió el grifo.

-¿No vas a acompañarme?- Sinceramente, prefería verla desde aquí. Observar como se tiraba en la bañera, dejando que el agua borrase todo rastro de su sangre...

Me metí en la bañera cuando me hizo espacio aunque era bastante grande, no tanto como la de mi apartamento. Abrí las piernas y ella no tardó en colarse entre ellas, de rodillas frente a mí. Sus manos agarraron mi cara y acercó la suya lentamente hasta que sus labios se juntaron con los míos. Me pasaría el resto de la eternidad besando esos dulces labios una y otra vez y otra y otra y otra...

-¿Me quieres?- De nuevo esa pregunta. ¿Es que no le había quedado claro ya?

-Pensaba que ya lo sabías.- Ella sonrió y me dio un beso fugaz.

-Todo irá bien.- Se llevó las manos a la barriga y cerró los ojos. ¡No, no tenía que hacer eso!

-Li...

-Por primera vez en mi vida me siento útil. Hay un ser diminuto que me necesita para vivir, que necesita a unos padres que le quieran y que jamás lo dejen solo.- Me cortó. Abrió los ojos de nuevo, con una sonrisa hermosa.- Seremos mejores padres que ellos, Tom.- “No, Lilith, no seremos los padres de nada”, pensé. Ese monstruo tenía que morir porque debía protegerla, porque Lilith era demasiado importante para este mundo como para morir por culpa de nadie... Porque la quería.


By Adam


Anduve todo el pasillo hasta las puertas que me separaban del despacho de mi padre. Me había llamado hacía una hora pero no me había dado la gana ir antes. Necesitaba pensar en todo lo que me había enterado antes de enfrentarme a él. Había dejado sola a Lilith con Rachell en el hospital para que esta última la matara. ¡Es que se había vuelto loco! Por lo que me había enterado, Lilith la había matado a base de patadas y pese a todo me costaba creer que la chica dulce y débil que una vez conocí, se había convertido en... eso.

Abrí las puertas y allí estaba él, sentado en su sillón de cuero negro, con una copa de vino en la mano y sujetando unos papeles con la otra. Reconocía esos informes, eran los que semanalmente le entregaban con los detalles de dónde había estado ella, con quién, cuánto tiempo, etc. ¿Quién le daba esa información? Uno de ellos, de los vampiros más cercanos a los Kaulitz.

-Has tardado.- Ni siquiera levantó los ojos de esos papeles para mirarme.- Siéntate.- Le hice caso y me senté en uno de los sillones que estaba frente al suyo.

-¿Qué quieres?- Le contesté cortarte. Estaba cansado del juego que se traía. No me contaba qué pensaba hacer con ella, por qué las dos veces que la había tenido delante la había dejado ir.

-¿No lo notas?

-¿El qué?

-Que tu amada no respira el mismo aire que tú.

-No te entiendo.

-Lilith se ha ido y los estúpidos que la estaban vigilando ni siquiera se han dado cuenta.

-Son tus hombres así que es tu error.- Me levanté dispuesto a irme.

-¿No quieres saber dónde está?

-No.

-Hijo, ha aceptado el Vínculo de Sangre con ese bastardo y está viviendo con él.- ¡¿Qué mierda era esto?! ¡¿Por qué Lilith se había ido a vivir con él?! A saber qué mierda le habría contado ese hijo de puta para que ella volviese a confiar en él.

-¿Los dos solos?

-Sí, aunque ahora estén fuera del país.

-No me importa.- Le contesté. Claro que me importaba. Necesitaba tenerla localizada todo el tiempo para protegerla de mi propia gente pero sobre todo para protegerla del monstruo que vivía bajo su mismo techo.

-¿Qué hiciste anoche? No saliste con la manada para la transformación.- Por primera vez desde que llegué, levantó los ojos de los documentos.- ¿Te volviste a encerrar en el sótano para pasar la transformación solo?

-Sí.- Me negaba a ser parte de la manada. No quería ser uno de ellos y salir al Sörion a convertirme en un lobo en Luna Llena. Demasiado había hecho aceptando lo que era como para formar parte de sus asquerosas salidas nocturnas.

-¿Lo ves, hijo? Odias que sea Luna Llena porque te conviertes en un monstruo es por eso que la necesitamos. Su sangre frena que nos convirtamos, la transformación tan dolorosa que tenemos que sufrir sin querer.- Soltó los papeles y se echó para delante, posando sus brazos sobre sus rodillas.- Lilith es más importarte de lo que ella cree y esos demonios sólo la están utilizando, sin decirle qué es para aprovecharse de ella. No te tomes su persecución como algo malo, en realidad, lo que yo quiero es salvarla de su especie, de los Kaulitz y sobre todo de ese hijo de puta de Thomas.- Yo también quería eso pero no de la manera en la que ellos lo estaban haciendo. Lilith estaba confundida, no sabía nada de lo que la rodeaba porque a Tom no le convenía que lo supiera.

-Lilith no sabe nada.- Le dije. Él asintió y sonrió de nuevo.

-Tenemos que salvarla y acabar con Thomas, con todos los Kaulitz, con toda la especie. Adam, hijo, sé que la quieres por eso tienes que traérmela. Ella confía en ti.- ¿Lo hacía?

-Nosotros convertimos a Shelly.- Markus se tocó la cabeza, lo hacía cuando se encontrada desesperado.

-Ella es nuestra llave para acercarnos a Lilith. Shelly se está transformando lentamente y Simone la tiene controlada todo el día, la lleva al colegio, la recoge, le da de comer,... No es fácil acercarse a ella pero Lilith sí puede. Por eso, Lilith tiene que creer que nosotros pararemos la transformación de su hermana.- Se volvió a echar hacia atrás y le dio un sorbo al vino tinto que reposaba en su copa.

-Pero no podemos detener la transformación.- ¿Qué pretendía?

-Exacto, pero ella no lo sabe así que la traerá para que la salvemos, confiada en tu palabra y entonces...- Apretó la copa hasta que ésta estalló en su mano, manchándola de un tono burdeos.

-No pienso hacerle daño a Lilith.- Me puse de pie, esta vez sí para irme.

-Nadie va a hacerle daño, sólo queremos su sangre.- Respiré hondo resignado. La encontraría y la traería conmigo para protegerla. Ella sólo tenía que darnos su sangre en Luna Llena, simplemente eso.- Soy el primer interesado en no hacerle daño.

-¿Qué planeas? Porque sé que no quieres matarla, lo hubieses hecho antes.- Él me miró fijamente, intentando llegar a mis pensamientos más profundos.- La quiero para ti.

-¿Qué?

-Quiero crear al ser más invencible de este mundo, un híbrido.

-¿Un híbrido?

-Un hijo entre un vampiro y un licántropo.

-Eso... Eso es imposible.

-Un hijo tuyo y de ella que estará de nuestro lado para acabar con esos demonios de la noche.

-¿Es posible?

-Primero tendrás que convencer a Lilith para que se acueste contigo o tal vez... deberías violarla. Yo lo intenté pero no obtuvimos resultados, al igual que con Simone.- Dijo resignado.

-¿Te acostaste con Simone con el fin de crear a un híbrido?

-Sí.- La idea me ponía la piel de gallina.- Pero no funcionó y con Lilith tampoco. Sin embargo, hijo, tú puedes conseguirlo.- Se puso de pie frente a mí y apoyó sus manos sobre mis hombros.- Viola a Lilith, embarázala y la tendrás para siempre, todo la eternidad junto a ella. La amas y ella también a ti pero ese asqueroso le tiene comida la cabeza para ponerla en tu contra.- ¿Estar para siempre con ella? Era eso lo que yo quería, amarla y tenerla a mi lado toda mi vida.

-¿Dónde está?- Le pregunté a la vez que él sonrió.

-¿Eso es un sí?

-Por supuesto.

-En algún lugar de Francia, vé y encuéntrala.


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