Capítulo 65
Capítulo
65
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Lilith
Mi
pecho era incapaz de contener tanto dolor. Ni siquiera sabía cómo
había llegado hasta aquí pero esta vez, como otra año más, me
encontraba perdida en las profundidades de la nada, recordando aquel
momento en el que mi vida se derrumbó para siempre.
El
color de mi sangre bañando todo el suelo y mis piernas a la vez que
sentía cómo iba quedando vacía lentamente. Todo lo se iba
perdiendo tal y como las ganas de seguir viva. El dolor me consumía
y me veía incapaz de seguir adelante. Sólo quien había pasado por
lo mismo podía entender lo horrible que era perder a un hijo y
aunque mi pequeño monstruito hubiese estado perseguido por millones
de licántropos, yo lo hubiese protegido con mi vida si hubiese sido
necesario. Por ello, día tras día mi conciencia me recriminaba que
por mi culpa, aquel ser que habíamos creado Tom y yo jamás estaría
con nosotros de nuevo.
Me
acaricié la barriga con la mano temblorosa. Seguía teniendo la
esperanza de sentir algo que me indicase que ese ser estaba ahí. Por
desgracia, no había nada...
-¿Qué
haces aquí?- Louis se sentó a mi lado en la arena y pasó el brazo
por mis hombros.- Es muy temprano.- Me había levantado a las seis de
la mañana porque no podía dormir más. Hoy se cumplían cinco años
de aquella vez cuando perdí mi vida como Lilith, a mi bebé y a la
persona que más quería.- ¿Estás llorando?
-No
es nada.- Me sequé la lágrima que corría veloz por mi mejilla y le
sonreí. Hoy sería un día extraño, al igual que se había repetido
estos cinco años, con la diferencia de que esta vez estaba aquí
Tom. ¿Se acordaría él de qué día era hoy?- ¿Qué haces
levantado?- Le pregunté, intentando cambiar de tema.
-No
te vi y pensé que algo iba mal.- Me separé y lo observé durante
unos segundos mientras él miraba el mar. Algo en lo más profundo de
su ser no estaba bien. Todos los días desde que los Kaulitz llegaron
parecía atormentado y eso me asustaba. Quería que Louis fuese feliz
pero estaba claro que ocultándole cosas sobre mí nunca lo sería.
-Hace
cinco años sufrí un accidente.- Él me miró con los ojos abiertos
como platos. Tenía que contárselo así entendería por qué todos
los años que pasaría a su lado los 9 de julio serían tan tristes
para mí.- Yo... estaba embarazada.- Su cara de incredulidad era
notable. La boca la tenía desencajada de la sorpresa, sin apartar
los ojos de mí.- Perdí al bebé tal día como hoy..- Notaba como me
escocían los ojos, quería llorar de nuevo.- Fue la principal causa
que me hizo irme de Alemania.- Louis me abrazó con fuerza mientras
mis lágrimas salían desbocadas.
-¿Quién
era el padre?- Respiré hondo como si eso me ayudara a
tranquilizarme.
-No
quiero hablar sobre ello, Louis. Ya es demasiado duro.- Sentí sus
abrazos apretarme más a él y eso hizo que me me aliviase un poco.
-Está
bien aunque me encantaría que me dijeses todo lo que pasa por tu
cabeza.- Me separó y se me quedó mirando como siempre hacía, con
admiración y amor en sus ojos.- Siempre tengo la sensación de que
me ocultas algo y eso me desconcierta. Para mí eres como un baúl
lleno de secretos y no sé por qué pero me asustas.- Tenía motivos
para estar asustado. Iba a compartir su vida con una vampiresa que
sería capaz de matarlo por unas gotas de sangre. ¿Y si Tom tenía
razón? ¿Y si llegaba el momento en el que cortarme ya no diese
resultado? ¿Qué pasaría entonces?
-Está
bien si me tienes un poco de miedo, al menos eso te mantendrá vivo.-
Me levanté de la arena y caminé hacia el interior de la casa,
seguida por Louis.
-¿Por
qué debería de tenerte miedo?- Paré de caminar al verlo frente a
la puerta de la casa. Llevaba la misma ropa de ayer cuando lo vi por
lo que no había pasado la noche aquí. Me miró, le miré y me
sonrió, esa sonrisa fingida y triste que se había esforzado en
sacar para mí.
-Buenos
días, Tom.- Dijo Louis aunque eso no bastó para que dejara de
observarme.
-Buenos
días.- También le dedicó la misma sonrisa a Louis, que parecía
más relajado ahora.- ¿Qué hacéis levantados tan temprano?
-Disfrutar
del amanecer.- Mintió y Tom lo sabía. Él podía leer lo que
pensaba mi prometido y no me gustaba que lo hiciese.
-¿Y
tú?- Le pregunté, desviando su atención hacia mí.
-Vengo
de ver a alguien.- Afirmé y le sonreí de manera forzada.- Por
cierto, esta noche he organizado una fiesta en casa. ¿Vendréis,
verdad?- ¿Una fiesta? ¿Tal día como hoy?
-Pues
no sé... ¿Te apetece, cariño?- Miré a Tom con furia, sabía que
mis ojos reflejaban el fuego en ellos.
-Claro.-
Pasé por su lado sin ni siquiera mirarlo, entré en casa y me
apresuré al baño.
Tras
cerrar la puerta, llevé mi uña y la posé sobre mis venas. Pese a
que la rabia me inundara y las ganas por destripar a Tom por celebrar
una fiesta el día que se cumplía cinco años de la muerte de
nuestro hijo, era incapaz de llevar a cabo ese acto impuro de
derramar mi sangre una vez más.
Si
lo que había dicho Tom era cierto, llegaría el día en el que todos
mis instintos se volvieran en mi contra y fuera incapaz de
controlarme. Si eso pasaba podía atacar a Louis, a Shelly o a mi
abuela y eso era algo que no podía permitir.
Salí
del baño a punto de explotar. Necesitaba cortarme, sentir que todo
el dolor se esfumaba de nuevo pero no podía hacerlo. El pecho me
volvía a doler, al igual que la garganta. Necesitaba sangre, la
suficiente para acallar a la Lilith que me desgarraba por dentro. Los
ojos me escocían, mis venas se contraían y mi cuerpo era incapaz de
controlar mis colmillos.
Una
mano tiró de mí y me arrastró hacia alguna parte. Reconocía ese
olor, mi sangre recorría sus venas pero era incapaz de focalizar su
rostro, simplemente lo seguía sin oponer resistencia.
-Muérdete.-
Una segunda persona se mordió su muñeca y la sangre fluyó de sus
venas.- Vamos, Lilith.- Me enganché al brazo ensangrentado y empecé
a beber como una posesa. Estaba totalmente descontrolada por la sed
que parecía no desaparecer por mucho que bebiese. No era sangre
humana era...- Ya está bien, Lilith.- Abrí los ojos de par en par
cuando reconocí el sabor de esa sangre.
-¡¿Qué
diablos estáis haciendo?!- Grité aterrorizada. Andreas hizo caso
omiso a mi grito y me abrazó con fuerza mientras Nate tapaba su
herida para que se cerrase.
-Calmarte
aunque sea una horas.- Dijo Andreas con esa hermosa sonrisa.
-Es
nuestro deber protegerte al fin y al cabo.- Recalcó Nate, uniéndose
a nuestro abrazo.
No
pude evitar sentirme pletórica al tener a mis dos progenios conmigo.
Yo los había convertido en lo que eran ahora, sentía mi sangre
correr por sus venas y ese lazo que me unía de por vida a ellos.
Sabía que serían incapaces de hacerme daño o traicionarme y eso
hacía que junto a ellos fuese yo misma.
-¿Habéis
venido a pasar las vacaciones también?- Ellos afirmaron y una mezcla
de emoción y miedo se apoderó de mí. La situación sólo hacía
ponerse peor si quería proteger a Louis. Alrededor de tantos
vampiros él era como un caramelo en la puerta de un colegio.
-¿No
te alegras?- Nate limpió con dulzura la sangre que se escurría por
la comisura de mis labios, clavando sus hermosos ojos azules en mí.
-Claro,
es sólo que...
-¿Es
por Louis? No te preocupes, mamá nos ha contado todo.- Respiré
aliviada. Me ahorraría tener que explicarlo, cosa que no me apetecía
hacer.
-Tu
secreto está a salvo con nosotros.- Dijo Andreas con una sonrisa
traviesa.
[…]
Pasamos
las horas y las horas en la playa, hablando sobre cómo les había
ido en Ámsterdan. Les envidiaba. Nate, Andreas y Mara habían estado
estudiando allí, como personas normales, sin tener ninguna relación
con los Kaulitz más allá del apellido. Me encantaba ver a Nate tan
bien adaptado a su nueva vida. Mi progenio había aprendido junto a
Mara y Andreas lo que yo no pude enseñarle y él parecía no tener
ningún problema con ser un vampiro.
Andreas
seguía igual de loco que siempre. Sus continuas bromas me habían
hecho reír una y otra vez. Necesitaba pasar este tiempo con ellos y
olvidarme de todo por un rato. No me habían preguntado nada sobre lo
que había pasado, se sabían bien la lección y estaba segura que mi
madre les habría dejado claro que no tocasen ningún tema
relacionado con el pasado.
-¿Y
la boda?- Nate estaba serio al formular esa pregunta. Lo conocía y
sabía que no estaba de acuerdo.- ¿Tenéis fecha?
-No,
supongo que aún quedan cosas que hacer antes de poder casarme.-
Andreas afirmó resignado.
-Creo
que tienes que decirle a Louis lo que somos y eso si el Consejo no te
pide que lo conviertas.- Me escandalicé en cuanto lo oí.
-¡¿Convertirlo?!-
Grité incrédula.
-¿En
serio crees que el Consejo va a permitir que tu sangre se mezcle con
la de un humano? No van a desperdiciar que seas la única mujer
Sangre Pura después de Elizabeth. Si esa mancha de sabelotodos dice
que no hay boda, no habrá y si la hay será bajo sus normas y estoy
seguro que una de ellas será convertirlo.- La simple idea de alejar
a Louis de su vida como humano me ponía enferma. Ya había pasado
por eso con Nate porque de Andreas ni siquiera me acordaba de cómo
lo hice. Era horrible ver a un ser humano desprenderse de su vida tan
agónicamente, sentir como tu sangre mataba todos los órganos de su
cuerpo lentamente.
-Pero
Tom está de acuerdo en que la boda se celebre, él me lo dijo.- Nate
y Andreas se miraron interrogantes. Podía contemplar la duda en sus
ojos, les conocía... eran míos.
-Que
Tom esté de acuerdo no significa que se haga lo que él diga.-
¡¿Cómo?!
-¡Pero
es el líder!- Esto no tenía ni pies ni cabeza.
-El
Consejo está formado por los vampiros más antiguos de nuestra
especie, algunos incluso casi con la misma edad que Lestaf, como el
canciller Bichmann.- ¿Por qué sabían ellos todo eso y yo no?- La
edad tiene una gran importancia en nuestra raza, Lilith. El Consejo
no tiene más poder que el líder pero sí puede presionar para que
su decisión no se cumpla y Tom no podría hacer nada.- Toda esta
información me dejaba desconcertada.
Había
escuchado en ocasiones hablar del Consejo y también sabía que sus
miembros eran casi tan respetables con los Sangres Pura. Lo que
desconocía era que su poder pudiese incluso arrebatar una orden del
líder. Pensaba que él era la máxima autoridad y con ello el que
más poder tenía.
-Pensaba
que el líder era el que decidía sobre todo.- Andreas negó con la
cabeza.
-Recuerda
esto: El Consejo, el líder, Dios. Es la Pirámide de Poder de
nuestra raza.- ¿La qué?
-Pensaba
que no creíamos en Dios.- Esto me aturdía. Era como si un niño te
explicase el significado de la vida. Yo era mayor que ellos, era una
Sangre Pura y aun así, desconocía todo lo que mi especie albergaba.
-Supongo
que lo entenderías mejor si te leyeses la Biblia.- Nate afirmó ante
el comentario de su hermano. ¿Es que era yo la única a la que todo
le sonaba a chino?
-Conozco
la Biblia y no entiendo qué tiene que ver con nosotros.- Ambos se
rieron de mí y eso sólo hizo cabrearme aún más.
-La
Biblia de los Vampiros.- Andreas me hizo un gesto para que me
acercase más a él, como si fuese a contarme un secreto.- Bill
siempre lleva una.- ¿Era eso una invitación a que se la quitase?
-Me
estáis volviendo loca entre los dos.- Me tiré en la toalla,
teniendo de fondo sus risas. Al menos este día no sería como venía
siendo desde hacía cinco años, ahora tenía a mis dos “hijos”
conmigo...
[…]
Me
paré frente a su puerta, esperando escuchar algún ruido al otro
lado pero no había nada. Quizás no estuviese y con suerte eso me
daría vía libre para entrar en su habitación. Por otro lado, él
siempre había sido muy silencioso cuando estaba solo así que no
estaba segura de que se hubiese ido.
Por
mucho que intentaba dejar que mis sentidos oyesen al otro lado, era
imposible. Parecía como si el monstruo de mi interior se encontrase
en un profundo letargo del que no se despertaría en unas horas.
Gracias a la sangre de Nate me había alejado un poco de mi parte
irracional aunque no duraría mucho.
La
puerta se abrió de golpe y una chica un poco más alta que yo me
sonrío. Su blanca sonrisa contrastaba con el color de su piel, su
pelo estaba revuelto aunque no lo suficiente para que tuviese mal
aspecto.
-¡Lilith!-
Corrió a abrazarme y yo le correspondí. Hacía tanto tiempo que no
sentía su presencia que me había olvidado lo bien que estaba a su
lado pese a las discusiones del pasado.- No has cambiado nada.- Dijo
al separarse de mí.
-Tú
tampoco, Mara.- Le respondí sonriendo. Llevaba una sábana alrededor
de su cuerpo y entonces me percaté. ¿Qué hacía ella en la
habitación de Bill así?
-Pasa.-
Me agarró y me metió en el interior de la habitación.
Bill
estaba fumando tirado en la cama, en la misma posición que había
visto a Tom muchas veces. No pude evitar sentir como un nudo se
formaba en mi estómago. Ver esa imagen sólo me traía recuerdos y
eran maravillosos. Pese a que sus cuerpos eran distintos, no podía
negar que tenían un aura semejante.
Sus
ojos se clavaron en mí, de la misma forma que los de él y por un
momento lo vi allí tirado, observándome como tantas otras veces. Un
escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Mi mente me estaba jugando
una mala pasada y era incapaz de controlarla. No... Yo quería a
Louis... Tom era mi hermano... Mi líder...
-¿Qué
te pasa?- La voz de Bill me sacó de mi aturdimiento. Era incapaz de
pronunciar palabra porque para mí el que estaba ahí era Tom.
-Que...
Quería pedirte un favor.- Mi hermano se levantó y caminó hacia mí
con el cigarrilo en la boca.
-¿Qué
tipo de favor? ¿Sexual?- Mara y él empezaron a reírse y yo sonreí
incómoda. ¿Por qué tenía la sensación de que me iban a atacar en
cualquier momento?
-¿Tienes
la Biblia de los Vampiros?- Noté como el aire se tensó al momento y
tuve que desviar la mirada de sus ojos antes de que Bill me arrasara
con la mirada.
No
me había fijado hasta ahora pero Bill tenía un tatuaje enorme en el
pecho. Era una especie de triángulo con un círculo en medio,
iluminado por lo que parecían unas luces rojas. Unas montañas
estaban debajo de ese triángulo y por ellas corrían unos ríos de
color negro. Una frase rodeaba la parte inferior del tatuaje “See
you in other space”
y a los extremos de ésta una estrella y la cabeza de un elefante.
-¿Por
qué la quieres?- Preguntó Bill, apartando mi atención de su
tatuaje.
-No
sabía que teníamos una Biblia...- Sonaba a excusa barata pero no se
me había ocurrido nada.
-Espera
aquí.- Bill desapareció por una puerta de su habitación no muy
convencido tras mi respuesta.
-Sigues
pareciendo una humana así vestida. ¿Por qué no te maquillas?-
Tenía a Mara frente a mí, mirándome de arriba a abajo.
-Yo...
No lo sé.- Nunca me había dado por hacerlo salvo cuando salía,
incluso tenía la ropa que Bill me regaló guardada en el armario.
-Lilith,
eres una vampiresa pero cuando te veo es como si tuviese delante a la
cría de dieciocho años que llegó desangrada en los brazos de Tom.-
¿Fue ese el primer contacto que tuve con ellos tras el accidente? Ni
si quiera me acordaba...- De esta forma nadie te toma en serio. Eres
como una niña débil e indefensa.- Tenía razón. Tenía muy
descuidado mi aspecto. Con unos vaqueros y una camiseta estaba lista
y apenas me arreglaba cuando salía con Louis a cenar.
-No
tengo a nadie a quien impresionar.- Mara negó con la cabeza y me
agarró de los hombros para que la mirase.
-Las
vampiresas no nos arreglamos para impresionar a los hombres, eso lo
hacen las humanas. Nosotras lo hacemos para deslumbrar al mundo, para
reivindicar que somos fuertes. No todo es sangre y sexo.- Le sonreí
como respuesta. Tenía razón aunque yo no quería que se me viese
como una vampiresa sino como una humana. Necesitaba la tranquilidad
de saber que Louis no sabía nada sobre la clase de monstruo que era.
-Aquí
tienes.- Bill apareció a mi lado. Estaba más serio que de
costumbre...- No te creas todo lo que pone.- Mi hermano me tendió un
libro antiguo de tapa negra con el símbolo que tenía tatuado en el
pecho. Lo miré sorprendida pero él no le dio la más mínima
importancia.
-Gra...
Gracias.- Bill por fin me sonrió y yo no pude evitar hacerlo
también.
-¿Vendrás
a la fiesta de esta noche?- ¡¿Es que acaso nadie se acordaba de que
día era hoy?!
-Hasta
luego...- Salí de la habitación con ese libro en mi mano.
Estaba
enfadada. Lo que una vez fue un sueño para mí y el acontecimiento
más esperado para mi especia había desaparecido de la mente de
todos, incluso de la de Tom. Iba a celebrar una fiesta justo el día
que se cumplía cinco años de la muerte de nuestro hijo. Aún
recordaba los gritos que me dio en el hospital culpándome de su
muerte. Sin embargo, él se había olvidado de todo.
Me
metí en mi habitación con la respiración acelerada. La rabia me
consumía por dentro. Todo el dolor que había pasado, todo el amor
que prometí darle a ese bebé se habían quedado en nada. Era como
si a todos se les hubiese borrado de la memoria, como si nunca ese
momento hubiese pasado.
Me
tiré en la cama y abrí ese libro, dispuesta a olvidarme de todos
por un rato...
Génesis
0:01
Al
principio de los tiempo Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y
semejanza. El hombre se llamó Adán y la mujer Lilith. Ambos
compartían su vida en la tierra que Dios les había entregado. A
Adán se le atribuyó la fuerza y el poder para proteger a Lilith, y
a ésta el poder de la seducción y la inteligencia.
Indómita
y salvaje, Lilith no se dejaba gobernar tan fácilmente, creyendo
tener los mismos derechos que Adán. Un día, ambos se unieron en uno
sólo, queriendo Adán ponerse sobre ella. Sin embargo, Lilith entró
en cólera ya que él siempre ocupaba esa posición. Ella, histérica,
le reprochó su comportamiento a lo que Adán respondió: “Dios me
hizo más fuerte que tú. Tú, mujer, deberás estar bajo mis
órdenes.”
Lilith
golpeó a Adán con fuerza ante tal comentario y Dios, enfadado por
tal actitud, expulsó a Lilith del Paraíso y Adán lo castigó,
creando de su propia costilla a una mujer de menor belleza que
guardaría el alimento que necesitaba. La llamó Eva. Eva era el
recipiente de su alimento por lo que la condena de Adán fue convivir
con su comida, teniendo sobre sus espaldas el no poder matarla para
comérsela.
Lilith,
en cambio, se escondió en la noche, aguardando el momento para salir
a la luz y matar a todos los hijos de Adán, alimento que Dios le
había entregado...
-¿Elizabeth?-
Miré hacia mi izquierda donde Louis se encontraba mirándome
fijamente.- ¿Qué lees?- Cerré el libro corriendo antes de que éste
pudiese leer algo.
-Nada,
un libro que me ha prestado Bill.- Él asintió y se sentó en la
cama a mi lado.- He estado en la playa con tus hermanos. Ya he
conocido a Andreas, Nate y Mara.- Observé en sus ojos sus dudas
sobre todo. Esa situación le sobrepasaba.
-Te
dije que no quería venir.- Posé mi cabeza en su regazo y cerré los
ojos, oyendo los latidos de su corazón.
-Son
muy buenas personas aunque un poco raros.- Louis comenzó a acariciar
mi pelo lentamente...- Cuando te conocí por primera vez, tuve la
sensación de que no eras de este mundo. Nunca había sentido eso con
nadie más pero con tu familia la cosa cambia. Absolutamente todos
ellos tienen ese “algo” que no sé cómo describir.- Levanté la
cabeza y lo miré fijamente. Parecía preocupado y la causa volvía a
ser yo. No quería tener secretos con él pero revelarle qué era me
asustaba. No sabía cómo iba a reaccionar...
-¿Y
si te dijera que no soy como tú? ¿Y si es verdad que no soy de este
mundo?- Louis enarcó una ceja interrogante. Nunca se imaginaría lo
que trataba de decirle.- ¿Me seguirías queriendo?- Él sonrió y
acarició mi mejillas con dulzura sin apartar sus ojos de mí.
-Te
seguiría queriendo aunque fueses un extraterrestre.- Me besó con
delicadeza, haciéndome sentir la calidez de sus labios contra la
frialdad de mi piel.- Siempre helados...- Comentó tras besarme.- Es
como si estuvieses muerta.- Me sonrió y yo le imité aunque había
dado justo en el clavo.- Te quiero, princesa, y quiero pasar el resto
de mi vida contigo.- Lo abracé con fuerza. Esa era la respuesta que
necesitaba. Le contaría lo que era, él tenía derecho a saberlo.
-Louis,
soy una...
-¡Lilith!-
Los tremendos golpes en la puerta hicieron que parase de repente. Me
levanté corriendo y la abrí, dejando a un enfadado Tom al otro
lado.
-¿Qué
estás haciendo aquí?- Él tiró de mí con fuerza, arrastrándome
por todo el pasillo.
-¡Elizabeth!-
Escuché la voz de Louis a lo lejos pero ni él se atrevía a
seguirnos.
Tom
abrió la puerta de su habitación y casi me empujó literalmente en
su interior. Cuando él entró, cerró la puerta con fuerza,
quedándose de espaldas a mí. Sentía lo tenso que estaba y los
nervios invadirme. Estaba enfadado, lo sabía, lo que desconocía era
el porqué. Al menos la habitación no tenía el aspecto de la noche
anterior...
Se
volvió y me dejó ver sus ojos rojos como el fuego. Dí un paso
atrás ante tal escena. Hacía tanto tiempo que no lo veía así que
esa imagen sólo traía malos recuerdos a mi cabeza. Vi sus puños
apretados, a apunto de estamparse contra algo. Reconocía que me
estaba empezando a dar miedo, con la diferencia de que estaba vez no
había hecho nada para ponerlo así.
-¡¿Es
qué estás loca?!- Cerré los ojos con fuerza ante tal tremendo
grito.- ¡¿Ibas a decírselo?!- Los abrí en cuanto me percaté de
que Tom había estado escuchando tras la puerta.
-¿Has
estado espiándome?- Él comenzó a caminar hacia mí pero esta vez
no me moví.
-Pasaba
por ahí...- Eso no se lo creía ni él.
-¡¿Estabas
escuchando mi conversación con Louis?!- Lo había pillado.
-¡Estabas
a punto de contárselo todo!- Gritó de nuevo. Tom no daría a torcer
su brazo tan fácilmente, era incapaz de reconocer sus actos.
-¡Sí,
Louis es mi pareja y tiene todo el derecho a saberlo!- Me miró
furioso, con los ojos aún inyectados en sangre.- ¡No tienes ningún
derecho a recriminarme nada. Lo que pase entre Louis y yo no es de tu
incumbencia!- El color miel de su mirada por fin apareció, lo
necesitaba pasa saber que Tom estaba calmado aunque mi estado no
fuese el mismo.
-No
creo que sea buena idea.
-¡Me
da igual que sea buena idea o no! ¡Estoy harta de secretos, Tom!
-No
es la mejor forma de protegerlo.
-¡¿No
lo entiendes?! ¡Cuando protejo a alguien es cuando más daño le
hago!- Exploté. Las lágrimas se volvían a agolpar en mis ojos y
mis manos se movieron casi por inercia a mi barriga.- Es
abrumador...- Dio un paso más para acercarse a mí.
-Lo
sé.- Lo miré enfadada. Este era un buen momento para decirle lo de
la fiesta.
-¿Sabes
qué día es hoy?- Sus ojos se clavaron en los míos con fiereza.
Volvían a ser del color de la sangre y era realmente aterrador.- Hoy
se cumplen cinco años desde que perdimos al bebé. ¿Y qué haces
tú? ¡Celebras una puñetera fiesta!- Mi espalda chocó con
violencia contra la pared. La mano de Tom apretaba mi cuello con
fuerza como otras tantas veces. Ahí estaba el Tom al que estaba
acostumbrada, sin remordimientos por nada ni sentimientos. Respiraba
con dificultad, haciendo que su aliento golpease mi cara.
-¡No
tienes ni puta idea!- Abrió los ojos de golpe mientras apretaba con
más fuerza mi cuello.- ¡He pasado estos malditos años acordándome
de ese momento! ¡¿Qué sabes tú de cómo me he sentido?!- Posé mi
mano sobre la suya y sentí la oscuridad que le invadía, la misma
que aquella noche cuando intentó quitarse la vida.
-Suéltame,
Tom.- Su mano dejó de hacer presión sobre mí y cayó sin fuerza a
un lado de su cuerpo. Tenía la mirada de una bestia...- No las
escuches, sólo intentan hacerte daño.- Las voces estaban en su
cabeza, lo podía saber por la expresión de su rostro. Parecía un
auténtico maníaco que no tardaría en despedazarme.
-Vete...-
Su orgullo no soportaba que yo le viese así, torturado por algo que
ni él sabía controlar.- ¡Vete, joder!- Se llevó las manos a la
cabeza y apretó con fuerza. Me acerqué a él pero retrocedió.- No
te acerques.- Corrí hacia él y lo abracé. No estaba segura de si
volvería a atacarme pero ante mí sólo veía al mismo Tom que
escuchaba gritar de dolor de pequeño, el que se escondía en su
habitación para que nadie viese las heridas que le había causado mi
padre... Ese Tom, el que quería volver a ser mi hermano, estaba roto
ante mí y lo único que yo podía hacer era abrazarlo.
-Todo
está bien, Tommy.- Sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo, el frío
de su piel traspasar mis huesos... Agarró con fuerza mi camiseta por
la espalda y me apretó más a él. Quería llorar por la cantidad de
sensaciones que se estaban formando en mi interior pero tenía que
mantenerme fuerte por él.
-E...
Eva.- Susurró. Me quedé perpleja sin saber qué contestar. ¿Quién
era Eva?
-¡Elizabeth!-
Louis abrió la puerta de golpe, con la respiración entrecortada y
el corazón a mil. Se quedó callado cuando vio como Tom y yo nos
abrazábamos con fuerza, sin entender nada.
-Vete
con él.- Tom rompió el abrazo, con los ojos aún rojos y las venas
de su cuello marcadas por la presión que tendría que sentir en su
cabeza.
-Pero...
-Estoy
bien.- Me cortó.
No
quería irme y dejarlo allí solo sin saber qué sería capaz de
hacer, pero por otro lado, estaba Louis, mirándome expectante. No
sabía qué iba a decirle cuándo me preguntase sobre lo ocurrido y
estaba harta de mentirle.
Salí
de la habitación junto a Louis, que se mantenía impasible ante lo
sucedido. Mi cuerpo temblaba de miedo. Por mucho que intentara
autoconvencerme de que estaba bien, había sentido como de un momento
a otro Tom se había vuelto loco. Había sentido la oscuridad de su
alma invadirme, había visto el miedo en sus ojos, miedo a algo que
desconocía.
-¿Estás
bien?- Louis me agarró de la mano y me obligó a pararme. No sabía
qué contestar...
-No
lo sé.- Quería volverme hacia su habitación y abrazarle de nuevo
pero no podía hacerlo o eso sería dar un paso atrás a lo de ser
hermanos.
-¿Está
bien Tom?- Tras pensármelo unos segundos afirmé.
-Es
por mi culpa, sabe que estoy mal por lo del bebé.- Él asintió y yo
di por finalizada aquella conversación.
¿En
qué momento había empezado a hablar con Louis sobre mi monstruito
de esta manera? No quería nombrarlo delante de él ni de nadie. Ese
bebé había sido fruto del amor entre Tom y yo, algo nuestro mucho
más fuerte que aquel estúpido Vínculo de Sangre o tal vez una de
sus consecuencias. Mi hijo había sido el magnífico accidente entre
ese monstruo y yo...
Anduvimos
por el pasillo de las habitaciones en silencio. Ninguno se atrevía a
mencionar palabra y era lo mejor. No sabía qué decirle y Louis no
sabía que pregunta formular primero. Quería contarle todo pero cómo
lo hacía sin que saliera huyendo de mí. Apreciaba a Louis y quería
hacerlo feliz, iba a casarme con él y por ello tenía derecho a
saber quién era la que le iba a hacer compañía hasta el fin de sus
días. ¿Qué pasaría cuando se diese cuenta de que yo no envejecía,
de que no necesitaba comer para estar viva, cuando tener la piel fría
no sea sinónimo de vida...?
Unos
tacones resonaron delante de nosotros. Una chica de pelo corto y
negro azabache se alzaba sobre ellos en un movimiento casi hipnótico
de caderas. Sus labios pintados de un rojo deslumbrante y sus ojos
delineados de negro mostraban qué clase de persona era... una
vampiresa. Llevaba una falda corta negra y un top blanco bastante
apretado que dejaban muy poco a la imaginación
Se
paró ante mí y miró a Louis con una sonrisa que encandilaría al
mismísimo demonio. Éste le sonrió de vuelta mientras yo me quedé
mirándola como una boba. Sus ojos se dirigieron a mí, haciendo que
casi diese un paso atrás por lo profundo de su mirada.
-Buenos
días, señorita Kaulitz.- Su voz era melódica, casi celestial. Era
un ser sumamente atrayente...
-Bu...
Buenos días...- Ella sonrió de nuevo, mostrando sus blancos y
perfectos dientes.
-Disculpe
mi mala educación, soy la doctora Bichmann. No me conoce pero yo a
usted sí, he oído hablar mucho de usted.- ¿Bichmann? ¿Dónde
había oído ese apellido antes? Es más... ¿Qué hacía una doctora
aquí?
-Encantada.-
Respondí. Tras una camuflada reverencia para que Louis no se
percatase se dispuso a caminar pasillo arriba. Se paró justo al
final, en la puerta de Tom y ésta no tardó en abrirse para que esa
despampanante mujer entrase en la habitación de mi hermano. Me quedé
perpleja ante esa escena. ¿Quién era ella y por qué había entrado
así como así?
-Doctora
Bichmann... Quizás Tom se siente mal.- Dijo Louis para disipar mis
dudas aunque algo no me olía bien. Conocía lo que les pasaba a las
mujeres que andaban cerca de Tom, todas, absolutamente todas caían
en sus redes.
-Una
no se viste así para visitar a un paciente...- Intenté centrar mis
sentidos en esa habitación pero no funcionaba. Poco a poco estaba
perdiendo mis habilidades como vampiresa y aunque era eso lo que
quería, en estos momentos lo necesitaba.
-¿Es
un ligue de tu hermano?- Mierda... Se suponía que no debía
molestarme pero lo hacía. Tom era libre de hacer lo que quisiese y
estaba segura que esta no sería la primera vez que esta chica estaba
con él.
-Tal
vez...- Louis me cogió de la mano y me besó con fuerza. No entendía
su comportamiento pero lo necesitaba, él sabía cómo quitarme cosas
de la cabeza.- ¿Qué haces?- Dije sonriendo.
-Quiero
hacerte olvidar todo.- Esta vez fui yo quien lo besó. Sus labios
eran tan cálidos que la piel se me ponía de gallina.- Déjame
hacerte feliz.- Cogí su mano y lo arrastré hasta nuestra
habitación.
-¿Por
qué no me haces otra cosa?- Abrí la puerta de la habitación y lo
empujé dentro.- El amor, por ejemplo.- Él sonrió de forma traviesa
y yo le imité.
Sentía
mis instintos despertarse como nunca antes cuando Louis empezó a
besarme. La sangre no era lo único que un vampiro necesitaba, el
sexo era importante para mantenernos ya que al fin y al cabo, era lo
único que nos hacía sentir algo. Sin embargo, mi cuerpo hacía
tiempo que había dejado de disfrutar de ese acto carnal, es más, me
sentía como una prostituta cuando lo hacía con Louis. Si me
acostaba con él era para hacerlo feliz mientras yo sólo conseguía
olvidarme de mis problema por unos minutos. Dolía pero era la
realidad.
Mientras
que Louis me penetraba con fuerza tal y como yo le suplicaba, mi
cabeza seguía perdida en los ojos de mi hermano. Aún sentía su
dolor atravesar cada centímetro de mi alma. Tom no estaba bien,
estaba sufriendo por culpa de esas malditas voces que estaban en su
cabeza. Mi hermano estaba enfermo y lo único que yo podía hacer era
permanecer lo más alejada de él posible para que no perdiese los
papeles. Si me hubies comportado como una hermano en vez de como una
ex despechada pidiéndole explicaciones sobre algo que habíamos
enterrado hacía tiempo quizás Tom no se hubiese puesto así. El
pasado le hacía daño, el bebé era el pasado, yo era el pasado y
por eso nunca se atrevió a buscarme...
Louis
se dejó caer a mi lado sin fuerzas. Había terminado y yo ni
siquiera me había dado cuenta. Me volví y le besé. Quería amar a
esta persona, quería ser capaz de dejarlo todo por él y empezar de
cero pero seguía anclada a algo que no me dejaba continuar. Tom se
había librado de esa carga en el aeropuerto pero yo la había
llevado conmigo estos cinco años. Era el momento de empezar a ser
alguien distinta, intentar ser una humana en un mundo de vampiros y
amar por encima de todo a la persona que descansaba a mi lado. Él me
quería sin importarle nada, sin conocerme y sin cuestionar nada de
lo que hacía.
Nunca
creí en el amor a primera vista como decía Louis que le pasó
cuando me vio. Sin embargo, siempre pensé que cuando conocías a
alguien que sería especial en tu vida, algo en tu interior hacía
“click”. Nunca llegué a sentir ese “click” con Louis y
tampoco podía decir que lo sintiese con Tom. Con él las cosas
habían sido diferentes. Para mí, Tom había supuesto una serie de
ese sonido que se repetía cada vez que lo miraba. Ni siquiera había
estado segura nunca de si eso era amor o simplemente una atracción
tan fuerte que había estado volviéndome loca.
-¿Iremos
a la fiesta?- Me senté a horcajadas encima de él. Sus ojos estaban
inmersos observando mi cuerpo. Sus manos se posaron en mi cintura y
empezaron a acariciar mis costados lentamente. No entendía qué
clase de magnetismo existía en mí que hacía que Louis perdiese la
cabeza en cuestión de segundos...
-Sí.-
Me incliné para besarlo y volverlo a encender una vez más.
Al
hacerlo con Louis no sentía ni frío, ni calor, no estaba triste,
mucho menos feliz, sentía esa presión en el pecho. Me sentía
vacía… otra vez.
[…]
Podía
oír la música desde mi habitación. Hacía tiempo que habían
empezado a llegar coches con gente sumamente arreglada y todos
vampiros. Estaba nerviosa por lo que podría ver abajo pero estaba
mucho peor por llevar a Louis a una fiesta donde todos los presentes
estarían dispuestos a comérselo.
-¿Lilith?-
Escuché la voz de Mara al otro lado de la puerta. Louis aún estaba
en el baño así que no tenía problema para preguntarle cuántos
vampiros éramos...
-Pasa.-
Le abrí la puerta y Mara entró cargada con un neceser.- ¿Para qué
es eso?- Ella sonrió felizmente y lo depositó enfrente del tocador
de mi habitación.
-Para
arreglarte, tonta.- Me empujó para que me sentara en la cama y
empezó a sacar brochas y cremas.
-¡Espera,
no es necesario!- Hice amago de levantarme pero su mirada fulminante
hizo que me retractase.
-Lilith,
esa fiesta está llena de vampiresas y vampiros que darían lo que
fuese por ser tú. ¿Te vas a presentar en una fiesta donde tú eres
el centro de atención sin maquillar y con un vestido de niña
pequeña?- Aunque me costara reconocerlo, tenía razón. Si recordaba
a las vampiresas con las que me había cruzado durante mi vida, con
sólo verlas se sabía quiénes eran y lo femeninas que parecían.
Por otro lado, estaba yo. Nadie diría que podía ser un monstruo si
me lo proponía y estaba segura que nadie me tomaba en serio porque
no representaba quién era realmente.
-Está
bien pero no te pases.- Ella sonrió feliz y se puso manos a la obra.
Tras
un tiempo que se me hizo eterno, Mara al fin acabó y me dio un
espejo. Mi piel blanca resplandecía como si estuviese viva, mis ojos
estaban perfectamente delineados con un negro intenso y con una
sombra del mismo color que destacaba el color de mis pupilas miel.
Mis mejillas estaban un poco sonrosadas debido al colorete lo que me
daba un aspecto sano, y mis labios con un rosa pálido apenas visible
que proporcionaba un brillo especial al look completo.
-Creo
que con que te sueltes el pelo estarás maravillosa.- Me quedé
mirándome en el espejo. No me reconocía, ahora sí parecía una
vampiresa como otras, incluso me sentía atractiva, sí, me sentía
poderosa y sólo tenía un poco de delineador...
-Muchas
gracias, Mara.- Ella se fue directa a mi armario y empezó a husmear.
No tenía nada para una fiesta así y Mara no tardaría en echarme la
bronca por ello.
Me
solté el pelo tal y como me había dicho y me lo acomodé un poco
con los dedos. Mi reflejo me devolvía a Lilith, dejando atrás a la
Elizabeth de pelo recogido y vaqueros que había sacado estos años.
Lilith era poderosa, atractiva y capaz de cualquier cosa. ¿Esa era
yo? No, Lilith era la vampiresa que habitaba en mi interior, la de
los instintos animales, la que seguía sedienta de sangre y sexo...
La que amaba a su hermano.
-Este
creo que te quedará perfecto.- Mara sacó un traje corto negro cuyo
escote hasta el cuello era de encaje del mismo color. Gran parte de
mis pechos se podían ver a través de la tela pero gracias a ella
insinuaba lo que no se podía ver a simple vista.
-Me
encanta, no sabía que lo tenía.
-No
lo tenías, Bill te lo trajo esta mañana.- Mara me guiñó un ojo y
yo no pude evitar sonreír. Bill siempre era el que me compraba la
ropa dado que tenía un gran gusto para la moda y además, le
encantaba.
-No
sé cuánto dinero le debo ya a Bill en ropa.- Ambas comenzamos a
reírnos mientras yo me vestía. Era tan cómodo tener a una
presencia femenina a mi lado sin contar a la abuela, Shelly o mi
madre. Ellos se habían ido ya a Burdeos para no molestarnos en la
fiesta, nosotros volveríamos mañana.
-¡Wow!-
Louis salió del baño con cara de asombro.- ¡Dios, estás
guapísima!- Se me quedó mirando fascinado. Nunca me había
arreglado para él como lo estaba haciendo ahora para una fiesta en
la que tenía que destacar.
-Y
todo gracias a mí.- Añadió Mara orgullosa.
-Sí,
gracias.- Ella me dio un beso en la frente y salió de allí para
arreglarse.
-Eres
una diosa, princesa.- Me miraba asombrado ante tal cambio.- Una diosa
venida del mismísimo cielo.- Le sonreí y le dí un suave beso para
que no se le marcara el carmín.
Le
eché un ojo al libro de mi mesilla después de que Louis dijera eso.
Quería leerlo para saber qué había detrás de cada vampiro, si
realmente Lilith era una diosa y yo su reencarnación como había
dicho Adam. Aunque me sonase estúpido una parte de mí se moría por
saber qué escondía “La Biblia” y por qué Bill tenía tatuado
el mismo símbolo que su portada.
-¿Vamos?-
Asentí y me agarré a su brazo antes de que me matase con los
tacones.
Las
ventanas de la habitación se abrieron de golpe por una fuerte racha
de viento, dejando que los rayos de luz de la Luna iluminasen mi
habitación. Se había tornado de un color rojizo, haciendo que
pareciese sangre.
Observé
a Louis unos segundo mientras cerraba la puerta de nuestra
habitación. Su sangre corría por sus venas, su corazón latía, su
piel brillaba llena de vida... Le deseaba como nunca antes, quería
beberme hasta la última gota de su sangre y hacerle el amor hasta
dejarlo seco.
-La
fiesta ha empezado.- Dijo cuando comenzamos a bajar las escaleras que
nos llevarían ante todo el mundo.
Sí,
la fiesta había empezado y Lilith se había despertado junto a
ella...
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