Capítulo 63
Capítulo
63
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Lilith
¿Por
qué no me había contestado aún? Dudaba que Louis estuviese dormido
a estas horas de la mañana. Por mucho que lo pensaba no entendía su
actitud de la otra noche cuando salió del coche sin cruzar palabra
conmigo. Lo había notado nervioso todo el viaje, como si estuviese
incómodo por algo o alguien. ¡Un momento! ¡¿Y si Bill o Tom le
habían dicho algo?! ¡¿Cómo no se me había ocurrido antes?!
Abrí
la puerta de la habitación en la que me había quedado anoche y salí
disparada escaleras abajo. Si mi teoría era cierta seguro que le
habían dicho cualquier cosa que lo habría asustado y por eso estuvo
así.
-¡Buenos
días, cariño!- Mi madre me saludó desde la mesa mientras
desayunaba con Gordon.
-¿Dónde
está Bill?- Simone achinó los ojos al ver lo apresurada que estaba
y mis ansias por encontrar a mi hermano. Intentaba comprender mi
comportamiento aunque ahora no tenía tiempo de explicárselo.
-Creo
que está fuera, en la piscina.- Corrí hasta el jardín trasero y
allí estaba.
Tenía
los brazos apoyados en el borde de la piscina a la vez que su cuerpo
se sumergía en el agua cristalina. Fumaba tranquilamente, con los
ojos cerrados, escuchando el sonido de los árboles moviéndose
gracias al viento. Bill era una criatura perfecta, cuya belleza no
tenía nada que envidiar a ninguna persona o ser. Su estilo te hacía
pensar si te encontrabas ante un hombre, mujer u otra criatura...
Simplemente fascinante.
-Buenos
días, hermanita.- Seguía con los ojos cerrados aunque ya se hubiese
percatado de mi presencia hacía rato.
-Buenos
días.- Anduve hasta él con paso decidido. No quería saltar como
una loca, echándole en cara lo que pensaba ya que no estaba segura
si era una suposición correcta.- ¿Bill, puedo hacerte una
pregunta?- Él abrió los ojos, los mismos que los de él y que me
dejaban absorta en cuestión de segundos.
-Claro,
dime.- Le dio otra calada a su cigarro sin apartar la vista de mí.
-Louis
salió ayer un poco apresurado del coche y me gustaría saber si...
bueno...- no sabía cómo decírselo, ni siquiera estaba segura de
que las cosas hubiesen sido así.
-¿Si
le he dicho algo para que saliera corriendo?- Me cortó. Me quedé de
piedra cuando, sin inmutarse, acertó de pleno.- No, no le he dicho
nada.- Apoyó las manos en el borde de la piscina y salió del agua
con un ágil movimiento.- No tengo nada en contra de Louis y además,
me parece un buen tío.- Sonreí ante la supuesta “aprobación”
de mi hermano. Louis le gustaba y oírselo decir era como si me
hubiese quitado un peso de encima.
-Lo
siento es que no entiendo por qué no me coge el teléfono y pensé
que tal vez pudo haber pasado algo que no sabía.- Ahora me sentía
mal al haberlo acusado de algo incierto simplemente porque tenía
miedo de que pudiesen hacerle daño a Louis.
-Bueno,
quizás yo pueda ayudarte.- Lo miré expectante.- Sabes que Tom y yo
podemos leer los pensamientos de los humanos y ayer sin querer,
escuché los de Louis.- Me quedé patidifusa. Conocía que Bill podía
hacer eso pero que Tom también lo hiciera me dejaba intranquila.
Jugaba con ventaja frente a Louis y podía utilizarlo en su contra.
-¿Qué
escuchaste?- Me mataba la curiosidad aunque también el miedo. Nunca
me había preguntado que pasaba por su cabeza.
-¿Qué
me darás a cambio?- Su sonrisa traviesa me divertía pero sabía que
algo tramaba.
-¿Qué
quieres a cambio?- Pregunté desafiante. En un abrir y cerrar de ojos
estaba frente a mí, tan pegado que mi ropa se estaba empezando a
humedecer por su cuerpo.
-A
ti.- Su respuesta me dejó hierática. Su boca se acercaba
peligrosamente a mí y yo era incapaz de moverme.
-Bill...-
Dije en con un hilo de voz cuando su nariz tocó la mía.- Yo...- Me
veía reflejada en sus ojos y la imagen era sumamente perturbadora.
-Jajajajajajajajaja.-
Se separó de mí y se puso las manos en la barriga por la risa.-
¡Deberías de haber visto tu cara! Jajajajajaja.- Le faltaba poco
para caerse al suelo. Se había burlado de mí pero no podía evitar
sonreír al verlo reírse de esa forma. Era tan escandaloso y su risa
tan contagiosa que el ambiente tenso que se había formado antes
entre los dos había desaparecido.
-¡Te
vas a enterar!- Aproveché que estaba cerca del bordillo de la
piscina y lo empujé, haciendo que cayese en ésta. Cuando salió a
flote su risa no había desaparecido, sino que se había vuelto más
luminosa de lo que recordaba.
-¡Toma
esto, enana!- Bill comenzó a echarme agua y yo a correr para no
mojarme.
Ambos
nos estábamos divirtiendo como críos. Bill me perseguía por todo
el jardín, intentando cogerme y tirarme a la piscina, yo, sin
embargo, no podía dejar de reírme viendo como mi hermano gritaba
detrás de mí para que me parase. Parecíamos dos niños pequeños,
sin preocupaciones y sin nada que tuviera que ver con nuestra vida.
Era así como me había imaginado de pequeña mi vida con ellos pero
desafortunadamente las cosas no habían salido como quería.
Recordaba
como de niña corría para que mis hermanos no me cogiesen. Me
dejaban ganar una y otra vez y yo me sentía feliz porque había sido
capaz de adelantar a mis hermanos mayores. Pese al estrés al que
había estado sometido Tom por su educación para convertirse en el
futuro líder de toda una especie, él siempre había sacado tiempo
para jugar conmigo. Había visto muchas veces el cansancio reflejado
en su rostro, la triste sonrisa que siempre me dedicaba para que no
me percatase y aún así siempre trataba de ser el mejor frente a
nuestro padre.
Noté
como mi ropa se empezaba a mojar y como una especie de cascada me
caía directamente sobre la cabeza. Cuando quise darme cuenta, Bill
estaba apuntándome con una manguera mientras se reía por su
perfecto plan.
-¡Bill!-
Grité mientras seguía corriendo, perseguida por mi hermano.
Su
risa paró y entonces me di cuenta de algo. Ante mí, un Tom
perfectamente vestido de chaqueta y empapado por el manguerazo que le
había dado Bill. Sus ojos estaban clavados en su hermano, su
expresión desafiante nos advertía de lo enfadado que estaba y tanto
Bill como yo nos pusimos tensos al instante.
Uno
de los guardaespaldas que iban tras él, se acercó corriendo con un
pañuelo en la mano para que Tom se secase pero éste levantó la
suya para que se detuviese. Sentí una mano en mi cabeza que me
empujaba contra el suelo. Bill me estaba obligando a hacerle una
reverencia a mi hermano en señal de disculpa. Puse mis rodillas
sobre el césped junto con mis manos e incliné mi espalda hasta que
mi cabeza diera contra el suelo.
Pese
a que me sentía extraña haciendo esto, sabía que era mi obligación
ante mi líder. Tom no era simplemente mi hermano, era algo parecido
a un Dios para toda nuestra especie y yo, como una súbdita más, no
tenía derechos especiales frente a él.
-Levantaos.-
Su fría voz sonó como una orden para nosotros que la seguimos sin
rechistar. Nos miraba alternativamente con esa cara de poker tan
desconcertante.
-Lo
sentimos, mi Señor, no le habíamos visto.- Me quedé perpleja ante
la seriedad con la que le estaba hablando Bill. Tom simplemente se
limitó a hacer un gesto afirmativo con la cabeza, dio media vuelta y
se fue seguido de todos esos hombres enchaquetados.
-¿Qué...
Qué ha sido eso?- Pregunté confusa cuando me giré a ver a mi
hermano.
-La
forma en la que nos tenemos que comportar con Tom a menos que éste
aclare que no es necesario.- Un nudo se me formó en el estómago. Yo
nunca me había comportado así con él, ni siquiera cuando estábamos
juntos. Le había estado faltando al respeto todo el tiempo, incluso
le había gritado y pegado.
-Creo
que la he cagado muchas veces.- Le confesé a Bill y éste me lo
afirmó. Hasta él se había dado cuenta...
Me
acordé de la conversación que tuvimos anoche. Me había sonreído y
abrazado, sin embargo, ahora se había comportado de una forma muy
fría. ¿Dónde quedaba eso de que quería ser mi hermano? Para mí,
un hermano era Bill. Nos gastábamos bromas, se burlaba de mí,
estaba ahí cuando lo necesitaba y me ayudaba en todo. Tom se
comportaba como un líder y esa era la imagen que tenía de él.
Mi
móvil sonó, anunciando que un nuevo mensaje me había llegado. En
la pantalla se reflejaba el nombre de Louis y no pude evitar ponerme
ansiosa por saber qué decía.
“Siento
lo de ayer.
Me
gustaría quedar y hablar contigo.
Avísame
cuando puedas.”
¿Ya
está? ¿Eso era todo? No era normal este tipo de mensajes en él.
Bloqueé el móvil y me quedé mirándolo, intentado entender a qué
se debía este cambio de actitud en Louis. Él siempre me escribía
mensajes largos o simplemente me llamaba para ver cómo iba todo y
estaba segura que si yo no le hubiese llamado esta mañana
posiblemente él no me hubiese mandado el mensaje.
-No
te preocupes, Louis te quiere.- Bill me reconfortó y se lo
agradecía.- Será mejor que te cambies y vayas a hablar con él. No
creo que le guste verte mojada... bueno, ver mojada la ropa.- Me
guiñó un ojo y noté como mis mejillas empezaban a arder.
-Eres
un cerdo.- Él se limitó a reírse y a meterse de nuevo en la
piscina.
Decidí
ir a casa, desayunar con la abuela y con Shelly para después ir a
hablar con Louis.
[…]
Estaba
frente a la puerta de la casa de Louis. Ahora que me acordaba le
había prometido pasar estos tres días en los que su padre estaría
fuera con él. Quería entrar y que me abrazara pero una parte de mí
estaba asustada por lo que Louis tuviese que decirme. Estos dos años
me había esforzado por hacerlo feliz y ahora que él parecía estar
mal era como si todos mis esfuerzos se fueran por la borda.
Llamé
al timbre y pronto escuché como unos pasos se acercaban a la puerta.
Volvía a oír los latidos de su corazón, ese sonido tan embriagador
que me transportaba a otro mundo. Cuando la puerta se abrió, Louis
apareció ante mí con una expresión de preocupación.
-Hola.-
Le saludé y me acerqué a él para besarle.
-Pasa.-
Contestó después de nuestro corto beso, frío como el hielo.
Entré
en el salón y vi el sofá donde nos estuvimos besando para luego
acabar en la cama. Había hecho feliz a Louis ese día y eso me hacía
estar orgullosa. Él me agarró de la mano y me llevó hasta allí
para que me sentara.
-Aquí
estoy. ¿De qué querías hablar?- Le pregunté sin borrar la sonrisa
de mi rostro. Quería hacerlo sentir cómodo y que pensara que no
estaba mal por esa reacción repentina de anoche.
-Elizabeth,
respeté que no quisieses hablar de tu familia durante este tiempo
pero hay cosas que deberías de haberme mencionado.- Me tendió un
papel en el que sólo pude ver la foto de Tom y un texto enorme
abajo.
-¿Qué...
Qué es esto?- Sostuve aquel papel y comencé a leerlo.
Thomas
Kaulitz, nacido el 1 de septiembre de 1989 en la ciudad de Leipzeig,
Alemania. Es el mayor de cinco hermanos: William Kaulitz (su gemelo),
Mara Kaulitz, Andreas Kaulitz y Lilith
Kaulitz.
→
Elizabeth
Kaulitz?Falta un hermano?
Sus
padres, Simone Kaulitz y Jörg Kaulitz, se divorciaron el 14 de abril
de 2000. Jörg Kaulitz fue el director general y dueño de la empresa
médica más importante del mundo, Herzschlag, con cientos de
hospitales privados en muchísimas ciudades alrededor del mundo y
distribuidora de sangre donada desde sus comienzos.
El
8 de agosto de 2012, Jörg Kaultz murió por causas naturales a la
edad de 55 años en su mansión a las afueras de la ciudad alemana de
Hamburgo, Desde ese día, Thomas Kaulitz, ha asumido el papel que
durante años ha llevado su padre, convirtiéndose en uno de los
empresarios más jóvenes y ricos del mundo.
Gracias
a su formación en las más prestigiosas escuelas, sus diversas
carreras universitarias entre las que destacan medicina y ciencias
políticas, lo han convertido en un referente empresarial a ámbito
mundial.
Actualmente,
su vida privada se guarda bajo llave aunque se le involucran en
muchísimos rumores con mujeres y fiestas. Sin embargo, eso no impide
que en varias encuestas se encuentre el número 1 de empresarios más
sexys y el número 1 entre los más ricos de la revista Forbes.
Vi
como en la hoja que me había dado Louis con toda esa información
sacada de Internet sobre Tom, el nombre de Lilith Kaulitz estaba
subrayado. Además, una flecha indicaba dos preguntas que se había
hecho.
-¿Quién
es Lilith Kaulitz y por qué tu nombre no aparece?- Respiré hondo e
intenté calmarme. Louis me había descubierto cuando pensaba que
este momento nunca llegaría.
-Lilith
Kaulitz soy yo.- Sus ojos se abrieron de golpe, impresionado.
-¿Me
has mentido?- Notaba un tono de decepción en su voz y eso me estaba
poniendo muy nerviosa.
-No
es lo que crees.- Intenté excusarme pero antes de que pudiera
hacerlo Louis ya se había levantado del sofá y había empezado a
dar vueltas por el salón.- Cuando llegué aquí hace cinco años
quise borrar todo lo que estuviese relacionado con mi familia, entre
ellos mi nombre. Lilith representa todo de lo que vine huyendo así
que quería dejarlo atrás y que la gente me conociese por otra cosa
que no fuese por ese maldito nombre.- Él se paró de lleno y me
miró, intentando asimilar todo lo que le había contado.
-¡Eso
no explica por qué no me lo contaste después de dos putos años!-
Su grito me estremeció. Nunca lo había visto así de enfadado.
-Lo
debería de haber hecho antes, lo siento.- Me dio la espalda mientras
intentaba tranquilizarse. Yo prefería mantener la compostura, al fin
y al cabo no le estaba mintiendo. - Eso no explica por qué te fuiste
ayer del coche de esa forma.- Volvió a darse la vuelta y a clavar
sus profundo ojos llenos de vida en los míos inertes.
-¿Por
qué no me dijiste que tu familia tenía tanto dinero? Sabía que
estáis bien posicionados pero no tanto.- Se sentó en el sofá y me
miró de nuevo. Su corazón palpitaba ajetreado.- Me dijiste que
buscase información sobre Tom y cuando lo he hecho no he dejado de
responder a millones de preguntas que me hacía anoche. Esa casa, ese
coche, esa ropa... ¡Yo no podría conseguirlo ni en un millón de
años! Entonces, te vi allí y por fin te encajé en un lugar
determinado. Desde el primer momento que te vi supe que no
pertenecías a este mundo donde lo más caro es una vieja furgoneta.
Tu encajas en un ambiente lleno de lujos, de coches, mansiones y ropa
que cuesta más que mi casa.- Se revolvió el pelo con las manos tal
y como hacía cuando no podía pensar.- Cuando me monté en ese coche
lo supe, yo nunca podré darte ni una cuarta parte de lo que estás
acostumbrada. Yo no tengo dinero, soy un don nadie que trabaja en el
campo para ayudar al mecánico de su padre. Tengo una furgoneta de
veinte años que está por estropearse y duermo en una cama que
estaba aquí cuando mis padres compraron la casa. Esto no es a lo que
tú estás acostumbrada, yo nunca podré darte nada más de lo que
tengo.- Su confesión me estaba partiendo el corazón. Louis se
sentía culpable por no estar a la altura pero sin embrago, no sabía
que no tenía nada que envidiarle a los Kaulitz. Él tenía algo que
nosotros nunca tendríamos por mucho dinero que poseyéramos, Louis
tenía vida y eso no se podía comprar.
-No
necesito lujos, Louis. Si los necesitase nunca hubiese huido de casa,
es más, ni siquiera me habría separado de mi familia.- Me miró con
sus dulces ojos una vez más. Era yo la que me sentía inferior a él
en todos los sentidos.- Hace dos años que te conozco y desde que te
vi llegar con esa vieja furgoneta para ayudarme supe que no eras rico
precisamente pero eso no impidió que te conociera y me gustases.- Me
levanté del sofá dispuesta a irme. Necesitaba aclarar mis ideas y
Louis también.- Diciendo estás cosas parece que piensas que soy ese
tipo de mujer que está con un hombre simplemente por el dinero.- Me
encaminé hacia la salida pero Louis me detuvo.
-Tan
solo quiero que no haya secretos entre nosotros dos, eso es todo.-
Sus labios se acercaron a los míos y me besaron con dulzura.- Te
quiero más que a nada en este mundo pero que me ocultes cosas tan
importantes me duele.- Lo entendía pero siempre había pensado que
lo mejor para él era no saber nada acerca de los Kaulitz porque eso
sólo podía traer problemas.
-Lo
siento.- Sus manos agarraron mi cabeza y me pegó a él de nuevo en
un tierno beso.
Le
correspondí y pronto acabamos subiendo las escaleras hacia su
habitación. Cada beso que me daba me hacía sentir culpable por
haberle mentido y por recibir su amor incondicional a cambio de nada.
Por ello, podía hacerlo feliz de la mejor forma que pudiese y era
complaciéndolo en todo lo que quisiese.
-No
sabes lo que daría por pasar el resto de mi vida entre tus piernas.-
Dijo mientras se preparaba para penetrarme. Con delicadeza se deslizó
en mi interior y mi cuerpo respondió con un gemido ahogado.- Te
quiero.- Puse mis piernas a su alrededor y lo obligué a que me
penetrase con fuerza. Mis manos volaron hacia su espalda y la
arañaron hasta que el olor de su sangre inundó mis fosas nasales.
Pese
a que Louis era un buen amante en la cama, mi cuerpo, la Lilith que
habitaba en mi interior quería más, necesitaba mucho más de lo que
él pudiese proporcionarme. Esa Lilith gritaba sin control, me rogaba
que la liberase para que fuese ella quien tomase las riendas de esto
pero no lo haría. Hacía cinco años que ella había muerto...
[…]
El
sonido de mi móvil me despertó. Louis dormía plácidamente a mi
lado y el teléfono no dejaba de vibrar en la mesilla de noche.
-¿Sí?-
Dije sin mirar el nombre de quién llamaba.
-Llevas
dos días desaparecida. ¡¿Dónde diablos estás?!- Me alejé el
móvil del oído ante el grito de Bill.
-Estoy
con Louis y no grites que no estoy sorda.- Oí una especie de gruñido
al otro lado por parte de mi hermano.- ¿Qué quieres, pesado?
-Tom
nos ha invitado a pasar el finde en la Costa Azul así que quería
saber si vendríais.- Me senté en la cama de golpe. ¡¿Pasar un fin
de semana con ellos y Louis?!
-No
sé si es buena idea.- Respondí mientras observaba a Louis dormir.
En estos dos días no habíamos parado de hacer el amor y el pobre
estaba rendido a diferencia de mí.
-¿El
qué no es buena idea? Playa, sol, fiesta y todo gratis porque lo
paga nuestro hermanito.- Tendría que pensarlo, no estaba segura de
si después de la conversación que había tenido con Louis, éste
aceptase dejarse llevar por la vida de ricos de la que disfrutaba mi
familia.
-Te
llamo luego y te digo.
-Está
bien aunque no sé qué es lo que te tienes que pensar.
-Luego
te llamo. Adiós.- Dije para acabar la conversación.
-Está
bien. Adiós, enana.- Colgué y volví a dejar el móvil en la
mesilla.
No
estaba segura si compartir un fin de semana con mi familia y Louis
sería agradable. Él estaría incómodo como aquella vez en el coche
y yo no podría disfrutar si el estaba mal. Lo miré y vi como sus
brazos estaban arañados por mí. ¡Dios, eso le habría tenido que
doler! Pasé mis dedos por sus heridas y éstos se mancharon de su
sangre aún fresca.
Me
los acerqué a la nariz y los olí. El olor de la sangre de Louis era
exquisito y no podía dejar de pensar en cómo sabría. Lentamente,
me acerqué los dedos a los labios, deseosa por probar solo un poco
de esa sangre aún caliente.
-Buenos
días.- Los alejé de inmediato cuando noté al brazo de Louis
rodearme la cintura.
-Bu...
Buenos días.- Contesté nerviosa.
-¿Qué
pasa? Estás nerviosa.- Negué con la cabeza y sonreí.
-Bill
me ha llamado porque Tom nos invita a pasar este fin de semana en la
Costa Azul.- Louis volvió a cerrar los ojos y se dio la vuelta en la
cama, dándome la espalda.- No le he contestado todavía, quería
hablarlo contigo antes.- Observé de nuevo mis dedos manchados de la
sangre de Louis. Luchaba por no metérmelos en la boca y si yo era
incapaz de contenerme, tal vez a mi familia no le importara derramar
hasta la última gota de su sangre.- No iremos, no te preocupes.- Me
levanté de la cama y me dirigí hacia el baño.
-Iremos.-
Me paré en seco cuando oí a Louis con ese tono de seriedad en su
voz.- Tienes que recuperar el tiempo perdido con tu familia.- Entré
en el baño y abrí el grifo. Acerqué mi uña a la muñeca e hice un
corte profundo que dejó brotar mi sangre.
Las
ansias de sangre desaparecieron, la preocupación por aquel viaje al
que iríamos con todos los Kaulitz se esfumaba lentamente... Lilith
volvía a morir un poco más.
[…]
-¿Por
qué llevas tanto equipaje, mamá? ¡Sólo vamos a estar un fin de
semana!- Gritó Bill ante las tres maletas que estaban metiendo en el
maletero.
-¿Pretendes
que repita ropa todos los días? Además, yo no decido que ponerme
hasta que no llega el momento.- Dijo mi madre orgullosa.
-No
sé de qué te quejas si eres igual.- Su voz. Me volví ante su
presencia. Tom estaba fumando tranquilamente, vestido con su
característica ropa ancha, sus rastas recogidas en una coleta
mientras uno de los hombres que siempre le acompañaban metía su
maleta en el maletero del Cadillac. ¡El Cadillac! Sonreí cuando lo
vi. No sabía por qué motivo pero lo hice.
-Touché.-
Dijo Bill mientras nuestra madre se reía ante la humillación de su
hijo.
-Bueno,
al fin y al cabo no parecen ricachones estirados.- Me confesó Louis
al oído, haciéndome reír por el tono de su voz.
-Vosotros
vendréis con Bill y conmigo.- La voz de Tom hizo que mi sonrisa
desapareciera. No reconocía al Tom que me pidió que comenzáramos
de nuevo siendo hermanos aunque quizás este viaje fuese solo una
excusa para empezar de nuevo o eso quería creer.
Nos
montamos en el Cadillac de mi hermano y pusimos rumbo a la Costa Azul
de Francia. Aunque era temprano, muchas personas, sobre todo mayores,
ya estaban despiertas y listas para ir al mercado a comprar.
Viéndolas me alegraba que la abuela hubiese decidido venir con
Shelly. Ella no sabía ponerle la medicación a la pequeña y muchos
menos qué hacer si ésta se descontrolaba.
Louis
me agarró la mano e hizo que dejase de mirar por la ventanilla.
Ambos nos sonreímos cuando nos miramos. Quería demostrarme que
estaba bien con el viaje, él mismo me había obligado a venir,
asegurando que todo marcharía a la perfección.
-Estoy
deseando ver el cuerpo de mi hermanita tostándose al sol.- ¡¿Qué?!
¡¿Qué demonios estaba diciendo Bill?!- Aunque tú ya sabrás de lo
que hablo, Louis.- Éste se puso recto en su asiento ante la incómoda
pregunta de mi hermano.
-Deja
de decir estupideces, Bill.- Le reproché. Estaba intentando formar
un ambiente incómodo en el coche y no estaba dispuesta a
permitírselo.- Además, sólo unos pocos tienen el privilegio de ver
mi cuerpo.- Todos comenzamos a reírnos, todos menos él. ¿Le habría
ofendido mi comentario? Tan solo quería que el ambiente de relajase.
Entonces una idea se me cruzó por la cabeza.- Tom.- Lo llamé a la
vez que Bill dejaba sus escandalosas risotadas al lado y el corazón
de Louis latía con más fuerza.- ¿Por qué decidiste quitarte las
trenzas y volver a las rastas? Pensaba que eras muy clásico para a
lo que cambios de look se refiere.- No sabía muy bien qué estaba
haciendo pero necesitaba involucrarlo en la conversación y no sentir
como su presencia se convertía en un ente oscuro.
-Dicen
que cuando hay algún cambio en la vida de una persona se puede ver
porque se cambia de peinado.- Dijo sin apartar la vista de la
carretera.
-Me
gusta.- Dije sonriendo. Sabía que no me podía ver pero sí sentir.
-Viéndote
así, no parece que seas dueño de las empresas médicas más famosas
a nivel mundial.- Dijo Louis, mirando por el retrovisor a la espera
de encontrarse con Tom.
-No
eres el primero que lo dice. Estoy harto de decirle que debería de
vestirse como un hombre de negocios y no como si cogiese la ropa del
basurero.- Tom golpeó a Bill en la cabeza con muchísima fuerza y
éste gritó de dolor.- ¡Me ha dolido, estúpido!- Tom empezó a
mover sus nudillos en la cabeza de su gemelo, haciéndole decir
barbaridades hacia su persona. Quién diría que Tom era el líder de
nuestra especie si Bill lo insultaba como quisiera. Era tan extraño
que el comportamiento de la otra mañana estaba fuera de lugar.
Tras
largas horas de viaje y risas por los comentarios de Bill llegamos a
la Costa Azul francesa. Era un un lugar donde la Jet Set de todo el
mundo se reunía para pasar sus vacaciones. Según Bill nos
quedaríamos en una casa a pie de playa en Cannes, que había sido
siempre de la familia. No recordaba haber escuchado hablar nunca de
esa casa aunque viniendo de ellos no me extrañaba que tuviésemos
una casa en cualquier parte del mundo.
Cuando
al fin llegamos, salí del coche enseguida. Necesitaba estirar las
piernas pero casi me caí de bruces al suelo cuando contemplé una
casa enorme se levantaba frente a nosotros. No había paredes sino
que eran cristales tintados lo que cubría la casa.
-¡Wow!-
Exclamó Louis a mi lado.- Es impresionante.- Cuando ambos nos
volvimos, vimos como la playa se encontraba a escasos metros de la
puerta principal.
-¿Te
gusta?- Un escalofrío que siempre le acompañaba me hizo ponerme
nerviosa. Sentía su aliento en mi cuello y era una sensación muy
desconcertante.
-Es...
Es muy bonita.- Sentí su mano en mi cabeza, haciendo que ese simple
roce me electrocutara.- Tom...- Me revolvió el pelo cuando dije su
nombre. Era su forma de decirme que me callase.
-Subirán
tus cosas a tu habitación.- Asentí con la cabeza a la vez que Tom
se alejaba de mí.
Quería
correr tras él, abrazarle y hundirme en su pecho como cuando era
pequeña. Necesitaba a ese Tom tanto con la sangre y me odiaba por
ello. No lo había necesitado estos cinco años pero era verle y
todas mis fuerzas se iban por la borda. Era el efecto Tom Kaulitz que
había olvidado, el mismo que conseguía que todos mis males se
esfumasen con sólo una palabra.
-¡Vayamos
a la playa!- Gritó Bill animado.
[…]
Había
sustituido el sonido de los árboles por las olas del mar. Era un
sonido embriagador y relajante. Apenas había gente en esta playa así
que nada interrumpía esa hermosa melodía. El Sol dándome en la
cara era una sensación molesta pero reconfortante al mismo tiempo.
Sentía como cada rayo atravesaba mi piel y calentaba mi helada
sangre, haciendo que me sintiera viva durante un par de minutos.
Abrí
los ojos bajo mis gafas de sol. Louis y Shelly se bañaban en el mar
y Bill se había quedado dormido bajo la sombrilla. Vi a poco metros
de nosotros a mi madre, Gordon y la abuela bajo otra gran sombrilla,
conversando tranquilamente. Me incorporé en la toalla y busqué a la
última pieza del puzzle por toda la playa. No había rastro de él.
-¡Cariño,
ponte crema o te quemarás!- Gritó mi madre desde lejos. Nos había
dado a cada uno protección de factor 50 para que no nos perjudicase
el tan temido sol.
-¡Vale!-
Abrí el bote de protección solar y comencé a untarla en los
brazos. Mi piel estaba caliente como si fuera una humana y eso me
gustaba.
-¿Necesitas
ayuda?- Asentí cuando Louis se sentó detrás de mí.- Dame el
bote.- Se lo di y comenzó a untar crema en mi espalda. La esparcía
con delicadeza como cada una de las caricias a las que me tenía
acostumbrada. Sus manos bajaron un poco más, colándose por mi
trasero. Lo masajeaba mientras mis instintos afloraban sin control.
Estaba jugando conmigo para ponerme a tono, sin saber que era muy
fácil dado que hacía años que no sentía mis necesidades
cubiertas.
-Louis...-
Dije escapar un silencioso gemido cuando sus manos acariciaron mis
costados.
-¡Qué
bien he dormido!- Sus manos se posaron de nuevo en mi espalda
mientras su corazón latía desenfrenado. Bill se había despertado y
estaba segura de que hacía tiempo que había dejado de dormir.
-Enseguida
vuelvo.- Me levanté apresurada de la toalla y corrí hacia los baños
más cercanos.
Necesitaba
cortarme de nuevo, sentir que mis instintos se perdían junto con el
agua en el desagüe así que me metí en un baño público. Acerqué
mi uña, la clavé sobre mis venas y la sangre fluyó junto con el
agua. La excitación y la sed de sangre iban desapareciendo poco a
poco y eso me hacía sentir como en las nubes. Cortarme era como una
droga para mí que me permitía alejarme de mis más bajos instintos.
No escuchaba ni venía nada simplemente el rojo intenso del pecado.
-Lilith.-
Ese nombre, esa voz... Una mano agarró la mía y la retiró del
agua, haciendo que la herida se cerrase lentamente.- ¿Qué estabas
haciendo?- Lo miré y me vi reflejada en sus oscuros ojos miel. Mis
ojos estaban rojos y mis colmillos fuera. Era realmente aterrador...
-Tom...-
Tiró de mí hasta meterme con él en uno de los cubículos del baño
y cerrar la puerta.
-No
te hagas daño a ti misma.- Su cuerpo se pegó al mío por completo y
yo le abracé como tantas veces había hecho de pequeña.- Lilith.-
Sentía mis ojos humedecerse y calar el torso desnudo de mi hermano.
-No
me importa si con eso consigo no lastimar a nadie más.- Sentí su
mano en mi cabeza de nuevo pero esta vez no la movió para
despeinarme sino que la sostuvo ahí, quieta y fría.
Un
olor tremendo a sangre humana me hizo abrir los ojos de golpe. El
hedor era tan sofocante que parecía tener a un humano desangrado al
lado. Empujé lejos a Tom cuando al volver la cabeza vi sentada en el
inodoro e inconsciente a una chica joven cuyo cuello no dejaba de
sangrar.
Miré
a Tom horrorizada pero sólo conseguí que éste me mirase con
frialdad. La chica seguía con vida ya que la sangre apenas había
brotado de su cuello marcado por los colmillos de mi hermano.
-Lilith.-
Intentó tocarme pero aparté su mano a punto de irme.
-¡No
me toques!- Observé de nuevo a la chica. Sus bragas estaban por las
rodillas lo que significaba que Tom la había traído con otro
propósito aparte de beber su sangre.
-La
necesitas.- Intenté salir pero él se puso entre la puerta y yo.-
Crees que cortándote haces que los instintos desaparezcan pero sólo
consigues que necesites cada vez más. Cuando seas incapaz de
controlarlos pese a que dejes salir tu sangre, te convertirás en una
bestia.- ¿Una bestia? Llevé las manos a mi cuello. Tenía sed,
mucha sed y el olor a sangre me ponía cada vez peor.- Déjame
ayudarte.- Negué con la cabeza. No quería hacer esto. Yo había
enterrado a Lilith para siempre, no podía dejarla salir de nuevo...-
Ven.- Tom tomó mi mano y me acercó hasta la chica.- ¿Lo sientes?
Necesitas cada gota de su sangre, tus instintos te lo piden, tu
cuerpo necesita saciarse de sangre humana... Clava tus colmillos en
su cuello y ve como su sangre sale directa a tu boca...
-¡Para!-
Le corté. Me tapé los oídos con fuerza, intentando que sus
palabras no la despertasen.
-Lilith.
-¡Cállate!-
Le grité. No la despiertes, Tom.
-Déjame
ser tu hermano mayor.- Abrí los ojos de golpe, sintiendo como ella
había despertado. Lilith estaba ahí y quería sangre. Lo sentía
por todo mi cuerpo... Tom cogió a la chica y la puso frente a mí.-
Con tu mano izquierda echa su cabeza hacía un lado y la derecha
ponla en su corazón, te será más fácil saber cuándo tienes que
parar antes de matarla.- Me quedé quieta en mi sitio. La parte de mí
que aún contenía algo de conciencia luchaba porque me quedase
pegada a la pared de aquel servicio pero ella me empujaba hacia las
garras del demonio.- Vamos.- Di un paso hacia mi presa. Las venas de
su cuerpo se marcaban ante mis ojos rojos como el fuego. Otro paso y
me coloqué frente a ella.- Hazlo como te he dicho.- Puse mi mano
sobre su cabeza y la eché a un lado, dejando su cuello a mi libre
disposición. La otra la puse sobre su corazón palpitante, ajeno al
monstruo que se le venía encima.
Acerqué
mi boca a su cuello y clavé mis colmillos con fuerza en él sin
pensarlo dos veces. La sangre de aquella humana era un magnífico
elixir o quizás yo lo sentía así porque hacía años que no la
probaba directamente.
Apreté
con más fuerza mis colmillos en su piel y no tardé en sentir como
era incapaz de tragar toda la sangre que se acumulaba en mi boca.
Había perdido en control sobre mi cuerpo, Lilith lo había hecho
suyo y necesitaba más.
Sentí
como la mano de Tom se posaba en mi cabeza de nuevo mientras la otra
sujetaba a aquella chica para mí. Su presencia aquí conmigo me
tranquilizaba como si no tuviera que estar alerta por si alguien me
descubría.
-Eso
es, Lilith.- Su voz era lo único que podía romper el sonido de mi
garganta al tragar.- Perdóname por no haberte enseñado antes a
beber de un humano. Era mi deber como hermano mayor, pequeña.-
¿Pequeña? El mismo apelativo que solía utilizar cuando éramos
pequeños. Tom, mi hermano, había vuelto y yo me sentía feliz.- Los
latidos están disminuyendo, sepárate de ella.- Era una orden que mi
cerebro captó sin problema. Hice lo que me mandó y él puso de
nuevo a la chica sentada en el inodoro.- Tus instintos se han
calmado. Esta es la forma correcta de controlarlos, no cortándote.-
Quise abrir la puerta de aquel sitio pero Tom me detuvo.
-Necesito
salir de aquí.- Sus manos se apoyaron en mis hombros e hizo que me
sentase en el suelo. Tom no tardó en ponerse de rodillas frente a mí
y en colarse entre mis piernas.
-No
puedes salir así.- Su cara se acercó a mi barbilla y empezó a
lamerme lentamente. Me quedé impresionada pero no lo detuve.
-Gracias,
Tommy.- Su lengua se movía por mi barbilla y mi cuello, limpiando la
sangre que se había escapado de mi boca.- Tom...- Solté un leve
jadeo cuando su lengua se puso justo en la parte superior de mis
pechos, apenas cubiertos por el bikini. Sus manos agarraron las mías
y las pegaron con fuerza sobre la pared de mi espalda. Su lengua se
movía más rápida sobre mi piel y mis instintos volvían a
florecer, esta vez en forma de deseo.
-Sal.-
Paró de repente, con los ojos rojos de lujuria.- Sal de aquí,
Lilith.- Me soltó las manos y se puso de pie sin mirarme. Lo imité
y abrí la puerta, desconcertada por como mis sentidos florecían.
-Oh,
pensaba que te habías quedado dormida en el baño.- La sonrisa de
Louis me esperaba al otro lado de la puerta, cálida y dulce.- ¿Estás
bien?- Me abalancé a su boca como una posesa. Quería continuar lo
que Tom había empezado porque que si no, Lilith se negaría a
desaparecer de nuevo.
-Te
necesito.- Le susurró Lilith al oído, haciendo que su sangre
empezase a calentarse. Era ella la que tenía el control sobre mí,
yo había perdido el poco razonamiento que aún me quedaba.
Lilith
tiró de Louis hasta el baño de hombres y lo introdujo en uno de los
compartimentos sin dejar de besarle. Estaba saciada de sangre pero no
de sexo y posiblemente, no lo estaría cuando terminase pero pensaría
en él para poder abandonarse al placer.
[…]
-A
este paso vas a dejarme seco.- Dijo Louis divertido mientras se ponía
en bañador.
-Lo
siento.- Anudé la parte de arriba de mi bikini y salí del cubículo
donde minutos antes Lilith apoderase de Louis de nuevo.
-¿Qué
es lo que sientes? ¿No haberme dejado respirar o los arañazos de la
espalda?- Sonreí cuando sus brazos rodearon mi cintura a la vez que
me lavaba la cara.
-Los
arañazos.- Le guiñé un ojo a través del espejo antes de que
saliéramos de los servicios.
Caminamos
de la mano hasta llegar donde estaban todos. Estaban comiendo ajenos
a lo que había pasado a escasos metros de ellos. ¿Se habrían
percatado del olor a sangre? Miré un poco más pero no, Tom aún no
había llegado. Quizás estuviese con esa chica, no bebiendo su
sangre sino... Era normal. Él había sentido lo mismo que yo cuando
empezó a lamerme, el deseo por el otro era algo que seguía pese al
paso de los años. Era mi hermano, era consciente que ya no había
nada entre nosotros, salvo las cicatrices que durante tanto tiempo se
habían forjado en nuestro interior, fruto de todo el daño que nos
habías causado mutuamente.
Me
tiré en la toalla, dejando que de nuevo los rayos del sol penetrasen
en mi piel. No quería comer, por primera vez después de mucho
tiempo estaba llena aunque en mi interior un agujero negro me
consumía lentamente. Era algo que no podía cerrar por muchos besos
y abrazos que Louis me diese, por mucho que comiese... Ese vacío
seguía ahí.
-Elizabeth,
cariño.- Una sombra cubrió mis ojos. Mi abuela se había puesto
delante, tapándome el sol.- Deberías de comer algo de fruta.- Dijo
con su característica sonrisa. Me dio un plato de sandía
perfectamente cortada.
-Gracias.-
Cogí el plato y me llevé una tajada a la boca. El sabor de la
sandía borraba todo rastro de la sangre en mi paladar. ¿Se habría
percatado Louis de eso mientras me besaba?
El
jugo de aquella fruta se escapó por la comisura de mis labios y
resbaló hasta mi cuello. Deseaba que fuese él el que recorriese mi
piel y borrara el rastro de ese líquido tan frío. No estaba segura
de si me hubiese gustado continuar con lo que Tom empezó. Aunque
ella viese a Tom como un amante, yo lo veía como mi hermano, aquel
por el que estaba dispuesta a luchar.
Sentí
como el dedo de alguien me recorría el cuello hasta la comisura de
mis labios. Cerré los ojos, disfrutando de aquel simple contacto que
no me proporcionaba ni una sola pizca de lo que Tom me había hecho
sentir.
-Dulce.-
Dijo Bill al lamerse el dedo.- ¿Te has quedado con ganas de más?-
Lo miré impresionada pero él sólo me miró sonriente.- Olía a
sangre.- Me lo temía aunque ya estaba preparada para eso.- ¡Oh!-
Bill miró a algo que había tras mi espalda y yo le imité. Tom
salía fumando de los baños, seguido por la chica a la que había
mordido. Ella sonreía feliz, sin rastro de alguna herida en su
cuello, y él caminaba tranquilamente sin hacerle caso pese a que
ésta lo miraba sonriente.- Así que era él...- Bill se tumbó a mi
lado.
-¿Cómo
ha estado?- Mi subconsciente me había traicionado y ahora la
curiosidad me mataba. ¿Qué había sido de la vida de Tom durante
este tiempo? ¿Qué había hecho el día que me fui? ¿Me había
echado de menos?
-Mmm...-
Bill se quedó un rato pensando bajo mi atenta mirada.- No lo sé,
supongo que bien.- Me terminé el último trozo de sandía y me dejé
caer junto a él.
-¿No
habéis hablado sobre ello?- Quería dejar las preguntas para otro
momento pero me era imposible. Necesitaba saber todo lo que había
pasado desde que me fui pese a que yo misma me había convencido para
olvidar cada uno de los recuerdos que tenía junto a él.
-No
volvimos a hablar de ti desde aquel día.- Puse la cabeza en el pecho
de Bill, junto a un nuevo tatuaje que había pasado desapercibido
para mí. Ni un mísero latido que indicase que había algo de vida
en ese ser.- Ese día le dije que fuese a buscarte, te abrazara, te
dijera lo que sentía y te trajera de nuevo a casa.- Cerré los ojos,
intentando imaginarme esa escena, algo imposible incluso para la
imaginación.- Y aunque él me mate por esto, creo que necesitas
saberlo antes de que puedas continuar con tu vida.- Alcé la cabeza y
lo miré a los ojos, expectante.- Tom fue a buscarte al aeropuerto,
Lilith.- ¿Que Tom había hecho qué? Un nudo se formó en mi
garganta, mi cuerpo había empezado a temblar como hacía años no
recordaba.- Salió corriendo de esa fiesta hasta el aeropuerto como
un loco... Jamás lo había visto así.- Puse de nuevo mi cabeza en
su pecho, incapaz de aguantar el peso de mi cuerpo.
-No
fue, yo no lo vi.- Confesé con la voz rota.
-Pero
él a ti sí. Te vio tan destrozada que puso punto y final a todo.-
¿Tom había estado allí para llevarme a casa junto a él?- Desde
ese día, no volvió a mencionarte y nadie más lo hizo. Supongo, que
por primera vez en su vida se preocupó por alguien más que no fuera
él.- Me retorcí en mi interior. Dolía escuchar eso después de
tanto tiempo y más sabiendo algo que nunca imaginé.
-¿Por
qué me cuentas esto ahora, Bill?- Mi hermano acarició mi espalda
lentamente, intentado acallar el llanto silencioso que salía de mi
alma.
-Porque
he visto sufrir en silencio a mi otra mitad durante toda mi vida y el
motivo de su sonrisa esfumarse.- Quería salir corriendo, buscar a
Tom y abrazarlo, abrazarlo por el resto de la eternidad.- Lilith,
espero que todas las decisiones que tomes sirvan para algo o nunca
podré perdonarte.- Su voz se volvió fría, de ultratumba, la misma
que me dedicó cuando me susurró al oído cuando vino a Burdeos.
-¿Chicos?-
La voz de mi madre me hizo abrir los ojos. No me aparté de Bill, me
sentía en deuda con él. Sin darme cuenta. También le había hecho
daño a él pese a que era la última persona a la que me gustaría
lastimar.- Id yendo para casa, hemos reservado para cenar.- Mi madre
se puso de cuclillas frente a Bill y a mí, y nos besó a ambos.- La
misma posición que cuando eráis pequeños. Los siglos pasan pero
los sentimientos no cambian.- Se levantó y se fue, dejándonos
grabadas esas palabras que, a simple vista, no significaban nada pero
que tras ellas se ocultaba un profundo significado.
-Cinco
años han pasado y los sentimientos no han cambiado.- Me dio un beso
en la frente y se levantó. Su cara se había vuelto seria, no había
rastro de esa sonrisa tan divertida que siempre le acompañaba... Ese
ser tan perfecto había sufrido por verse incapaz de hacer nada por
ayudarnos y yo nunca me había percatado de ello.
Bill
era el único que había podido sentir el dolor de su hermano en sus
propios huesos, él era quien mejor conocía a Tom y por ello, le
había visto sufrir sin poder hacer nada por ayudarlo. Aunque nadie
le prestara especial atención a Bill, en este momento me estaba
dando cuenta que él siempre había estado volando sobre Tom y yo,
protegiéndonos y luchando para que estuviésemos bien. Bill era un
ángel, un ángel caído y oscuro que se había sacrificado por
nosotros.
-¡Bill!-
Le llamé cuando empezó a caminar. Él se volvió y me miró
interrogante.- ¡Gracias!- Le grité desde la toalla. Mi hermano me
dedicó una de sus hermosas sonrisas y siguió su rumbo.
Tenía
que tener especial cuidado con mis decisiones a partir de ahora si no
quería defraudarlo.
[…]
-Creo
que pediré langosta.- Gordon le entregó la carta al camarero una
vez que todos terminamos de pedir.
Mi
madre y él nos habían invitado a cenar a uno de los restaurante más
caros de Cannes. Una vez más, Louis se había visto impresionado por
el lujo que le rodeaba aunque ahora fingía no demostrar lo impactado
que estaba. En realidad, llevaba toda la tarde un tanto extraño.
Cuando yo había llegado a la habitación, él ya estaba allí,
rebuscando en su maleta qué ponerse para esta noche.
Su
corazón latía a un ritmo acelerado cada vez que le dirigía la
palabra y esperaba que no fuese por nada grave. La confesión de Bill
me había dejado bastante impactada y confusa pero él parecía estar
de lo más normal. Se había llevado todo el camino gastándole
bromas a Shelly y riéndose como si no hubiese mañana. Sin embargo,
ahora era consciente que tras esa sonrisa se encontraba un dolor
insufrible.
Lo
miré por primera vez desde que llegamos. Seguía inmerso en su iPad,
con cara de concentración. Pese a que había llegado más tarde, no
se había esforzado por involucrarse en la conversación. Sus manos
se movían hábiles por la pantalla de aquel cacharro mientras su
mandíbula estaba apretada como cuando estaba tenso o enfadado por
algo. ¿Se habría enterado de lo que Bill me había dicho?
Mis
ojos se abrieron como platos cuando vi algo en sus dedos. Tenía un
tatuaje que ocupaba parte del principio de sus dedos. Eran números,
0620. ¿Tendría algún significado? Noté una mirada en mí así que
me volví a buscarla. Era Bill que me hacía un gesto con la mano.
¡Él también tenía ese tatuaje! En el suyo ponía 0630 aunque
estaba cubierto por otro que simulaba los huesos de su mano.
Entonces, sí que era algo importante para ambos, algo que les unía
más si cabía.
-La
hora en la que nacimos.- ¡Tom! Corrí a mirarle. Se estaba bebiendo
una copa de vino como una persona experimentada. ¿Por qué tenía
esa expresión tan siniestra como en los viejos tiempos?
-Es
la manera que tiene de recordarme que es mayor que yo todo el
tiempo.- Dijo Bill con resignación.
-Jamás
me olvidaré del día en que nacisteis. ¡Qué dolor!- Exclamó mi
madre.
-Exagerada.-
Le contestó Bill.- Aún recuerdo los berridos de dolor que dabas
cuando diste a luz a Elizabeth.- Ella lo afirmó pero noté como Tom
se revolvía en su asiento.
-Elizabeth
era el bebé más precioso del mundo.- Mi madre me sonrió y yo no
pude evitar hacerlo también.- Recuerdo que Tom no quería que
nacieras. Desde que le dije que estaba embarazada se puso como una
fiera. Siempre decía que su único hermano siempre sería Bill.-
Todos se rieron menos él.- Pero todo cambió cuando te cogió por
primera vez.- Yo dejé de reírme y le observé. Se acariciaba la
mano, aguantando la tensión palpable en los músculos de ésta.-
Desde entonces, los tres se volvieron inseparables.- Bill asintió
con fuerza pero yo me mantuve el silencio. Si no nos habíamos
separado Tom y yo antes era por el Vínculo que nos unía, ese juego
entre él y yo en el que bebíamos la sangre del otro... Nuestro
secreto.
El
camarero vino y nos sirvió a cada uno nuestra comida. Le daba
gracias a Dios el poder distraerme con algo que no fuese las palabras
de Bill en la playa. Tenía que hablar con Tom sobre muchas cosas, al
fin y al cabo quería saber cómo estaba de su propia boca. No le
diría nada sobre el aeropuerto o sobre lo que pasó esa noche, eso
lo había enterrado junto a ese ser que una vez habitó en mi
interior, pero quería escucharlo hablar sobre cosas que no nos
afectara, sobre su vida estos cinco años... Me había dado cuenta
que no podía vivir sin él pero tampoco junto a él.
-Yo...-
Louis por primera vez en toda la noche abrió la boca. Su corazón
estaba a punto de salirse por la boca y todos excepto la abuela y
Shelly nos habíamos dado cuenta de ello.- Elizabeth.- Él se levantó
y yo le miré interrogante al ver su actitud.- Yo...- De repente,
clavó su rodilla en el suelo y sacó algo de su bolsillo. Cogí todo
el aire que mis pulmones me permitieron a la vez que el tenedor se
caía de mi mano temblorosa. Esto no estaba pasando, no podía pasar
ahora.- Elizabeth... ¿Quieres casarte conmigo?- Escuché un “oooh”
de todos los allí presentes pero mi cuerpo era incapaz de
reaccionar.
Louis
abrió aquella cajita de terciopelo, dejando al descubierto un
precioso anillo de oro blanco con un diamante que brillaba bajo la
luz de aquel lugar. Sus ojos me miraban expectantes, pendientes de
una respuesta que ni yo sabía hasta que me acordé de las palabras
de Bill.
Te
vio tan destrozada que puso punto y final a todo. Desde ese día, no
volvió a mencionarte y nadie más lo hizo. Supongo, que por primera
vez en su vida se preocupó por alguien más que no fuera él. He
visto sufrir en silencio a mi otra mitad durante toda mi vida y el
motivo de su sonrisa esfumarse. Lilith, espero que todas las
decisiones que tomes sirvan para algo o nunca podré perdonarte.
Tom
me había dejado ir para que comenzara de nuevo sin él, para que el
daño que nos habíamos causado se esfumase. Yo le había destrozado
y durante este tiempo sin mí las cosas le habían ido bien. Tom no
me necesitaba. Podíamos comenzar de nuevo como hermanos y yo podría
hacerlo junto a Louis. Él me había ayudado a olvidar todo ese dolor
que había acumulado y me había dado todo su amor sin exigirme nada
cambio.
Expulsé
todo el aire y observé a mi familia. Mi madre y la abuela lloraban
emocionadas, Gordon y Shelly me sonreían felices, Bill me miraba
expectante aunque sus ojos delataban su respuesta y Tom... Nuestras
miradas se cruzaron y permanecimos así durante un par de segundos.
Él esbozó una sonrisa casi imperceptible, oscura, fría y que
helaría la sangre a cualquiera.
Me
volví hacía Louis y con los ojos llenos de lágrimas le respondí:
-Sí
quiero.
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