Capítulo 67
Capítulo
67
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Lilith
-Coge
aire.- Hice lo que Bill me dijo y sostuve el oxígeno en mis
pulmones. Mi hermano mojó un algodón en yodo y lo acercó a la
herida.- ¡Ah!- Grité cuando el líquido me abrasó la piel.
-Has
tenido suerte, no es tan profunda.- Dijo cuando lo retiró.
-¿Suerte?-
Le pregunté con ironía. Si eso había sido tener suerte, no podía
imaginarme cómo de profunda podría ser esta señal.
-Tom
es un maldito gilipollas. No se marca a nadie con la Cruz por
intentar atacar a un humano. ¡Ni siquiera lo has mordido!- Bill
parecía cabreado y no era para menos. Cuando había entrado en la
habitación de su gemelo porque olió mi sangre, casi le dio algo. Ni
él se creía que Tom hubiese hecho eso, y mucho menos que me hubiese
dejado sola cuando mi cuerpo luchaba por asimilar la plata en mi
sangre.
-Estoy
bien, Bill.- Dije para tranquilizarlo aunque él seguía limpiando la
herida sin prestarme atención.- Tom no lo hizo por haber atacado a
Louis.- Mi hermano me miró con los ojos abiertos por la sorpresa.-
Dijo que me había castigado por no ser feliz.- Él volvió a
centrarse en la herida y en taparla para que sanara pronto. Por lo
que me había dicho, la plata hacía mucho daño a los vampiros si
entraba en contacto con la sangre de éstos por lo que la herida no
se cerraría tan fácilmente.
-No
tienes la culpa por no ser feliz.- Dijo serio mientras ocultaba la
Cruz de mi barriga con una gasa y esparadrapo.- Lo has intentado pero
has fracasado al igual que él. Ambos pensasteis que si encontrabais
a alguien que llenase el hueco que el otro había dejado estaríais
bien, pero sabes qué.- Sus penetrantes ojos miel se clavaron en los
míos. Me veía reflejada en sus pupilas aunque no reconocía a la
Lilith que me observaba.- Habéis dejado una enorme cicatriz en el
corazón del otro y eso, por mucho que intentéis ocultarlo, no va a
desaparecer. Lilith, puedes seguir adelante y hacer caso omiso a esa
marca en tu interior o puedes observarla y darte cuenta que esa
cicatriz es una señal de lo que has vivido junto a la persona que
querías.- Afirmé con la cabeza incapaz de pronunciar palabra por el
nudo en la garganta que se me había formado.- ¿Qué sentido tiene
estar pasándolo mal porque sois incapaces de ver lo que tenéis
delante?- Tenía razón. Bill estaba en lo cierto aunque me costase
reconocerlo.
-Tom...
Me dijo que me había dejado escapar para que fuese feliz. Siempre ha
creído que él no era lo mejor para mí. Sé que me quería, que
siempre lo ha hecho pese a que era incapaz de reconocerlo. Sin
embargo, estar juntos no nos beneficia en nada. Era tremendamente
feliz cuando estaba con él, con el simple hecho de que me mirase
todo mi mundo se iluminaba pero todo eso pasaba a un segundo plano
cuando peleábamos. No sabes lo duro que es que la persona que amas
te diga cosas tan horribles.- Bill me abrazó con fuerza mientras las
lágrimas se volvían a agolpar en mis ojos.- No creo que pueda
llegar a ser feliz de nuevo, Bill.- Comencé a llorar como una niña
pequeña, apretando con fuerza la camisa de mi hermano entre mis
manos. Dolía decir en voz alta todo lo que durante mucho tiempo me
había repetido a mí misma.- Le he fallado a Tom y ahora le he
fallado a Louis... Soy un desastre.- Bill se separó de mí y me
agarró la cara con ambas manos.
-¡Tú
no le has fallado a nadie y tampoco eres un desastre!- Sus pulgares
secaron mis lágrimas y los mancharon de rojo. Mis lágrimas volvían
a tornarse del color del pecado... Mi color.- Tú y Tom decidisteis
estar así porque sois demasiado cabezones para dar vuestro brazo a
torcer y Louis es un cobarde porque si amas a alguien da igual lo que
sea, permaneces a su lado pase lo que pase.- Esta vez fui yo quien lo
abracé. Las palabras de Bill estaban llenas de sabiduría. Él más
que nadie conocía lo que se cocía entre nosotros y por ello, era el
que más sabía de lo que hablaba.- Mírame, Tom es un puto loco y tú
una cabezota sin remedio y, aun así, no os dejaría solos por nada
del mundo porque sois mis hermanos y os quiero.- Me alejé de él y
lo besé en los labios. No pensé en mucho antes de hacerlo,
simplemente quería demostrarle que yo también lo quería.
Bill
no tardó en corresponderme y meter su lengua en mi boca. Eso nunca
lo habíamos hecho pero no me disgustaba en absoluto. Sus besos eran
suaves y pausados, muy diferentes los besos que recordaba de Tom. Se
separó un segundo de mí, tiempo suficiente para arrancarse la
camisa y volver a devorar mis labios. ¿Qué estaba haciendo? La
situación me estaba poniendo nerviosa pero me veía incapaz de
detenerlo.
Agarró
mis piernas y tiró con fuerza de ellas, haciendo que cayese de
espaldas en la cama y él se pusiese sobre mí. Su lengua pasó a
tomar posesión de mi cuello, besándolo y lamiéndolo lentamente.
-Bill...-
Lo llamé pero parecía no escucharme. Estaba completamente perdido.-
Bill, para.- Puse mis manos en sus hombros y empujé pero era en
vano. No podía moverlo y esto ya estaba pareciéndome extraño.
Sentí como con una mano se empezaba a bajar la cremallera del
pantalón y el pánico me inundó.- ¡Dios mío, Bill!- Comencé a
forcejear para quitármelo de encima aunque era imposible. Me sentía
débil por el maldito dolor que tenía en la barriga debido a aquella
marca.- ¡Basta!- Le di un guantazo que lo hizo parar por fin.
Respiraba agitado, con los ojos azueles como nunca los había visto
en él y con la mirada perdida. Estaba ido, como si no fuese
consciente de lo que estaba haciendo. Cerró los ojos con fuerza y
los volvió a abrir, dejando que su color natural volviese a ellos.
-¡Dios!-
Se quitó de encima mía a toda prisa en cuanto me vio debajo.- Lo...
Lo siento, no sé qué demonios me ha pasado.- Me senté en la cama,
nerviosa aún por lo que acababa de vivir.
-No...
No te preocupes.- Le sonreí para restarle importancia aunque por
unos instantes había tenido muchísimo miedo de lo que Bill podría
haber hecho.
-Será
mejor que me vaya y te deje descansar. No salgas y recuerda que no
puede darte la luz del sol.- Se levantó de la cama apresurado, cogió
su camisa y me miró.- Lo siento, enana.- Me guiñó un ojo y se fue,
dejándome confundida.
¡¿Qué
diablos había sido eso?! Por mucho que mi mente intentara
comprenderlo había sido la situación más incómoda que había
vivido en muchos años. Bill parecía haberse metido de lleno en la
situación, como si no fuésemos hermano sino amantes a punto de
devorarse el uno al otro. Estaba segura que si no lo hubiese parado,
habría seguido hasta el final. No reconocía a mi hermano, al menos
no ahora que había estado dispuesto a seguir con lo que había
empezado como un beso inocente.
Me
recosté en la cama con muchísimo dolor. La Cruz de mi barriga
parecía estar quemándome la piel por dentro. Era un dolor tan
insufrible que me veía incapaz de soportarlo por mucho tiempo y
según Bill, tardaría una semana o dos en irse, hasta entonces
tendría que convivir con el dolor, la sed de sangre y las ganas
de... sexo. Hasta ahora me encontraba bien y esperaba que continuase
así todo el tiempo que la tuviese.
Aún
podía oír la música desde mi habitación. La fiesta seguía como
si nada, ajena a todo lo que había sucedido en la habitación de
Tom. Seguía sintiendo su mirada abrasarme, sus manos en mi cuerpo
atravesar mis huesos aunque él hubiese dicho que le daba asco mi
cuerpo. No le había creído, es más, ni él mismo se creía lo que
había dicho. ¿Por qué lo habría soltado de golpe? Una idea no tan
extraña se pasó por mi cabeza... Eva. Era su psicóloga según
Bill, no había indicios de que fuera más que eso y un juguete
sexual para Tom pese a que mi subconsciente gritase lo contrario. De
todas formas, si era algo más para Tom, no me importaba. No había
nada entre nosotros salvo una relación líder-súbdita.
Gracias
a ese pensamiento puede obtener el valor suficiente para coger mi
móvil y mandarle un mensaje a Louis. No sabía qué decirle y mucho
menos cómo explicarle lo que había sucedido. Estaba claro que no me
contestaría pero le debía una disculpa por el miedo que le había
tenido que hacer sentir. Desconocía ese yo tan oscuro, esa parte que
me dominaba por completo y de la que no tenía control.
La
voz de esa mujer que me llamaba y ordenaba que lo atacase… porque
era un hijo de Adán… Nada tenía sentido pero era algo tan
profundo lo que me incitaba a hacerlo que me era imposible detenerlo.
Miré
la Biblia que Bill me había dado sobre la mesita de noche. Quería
leerla pero el dolor que sentía en todo mi cuerpo no me dejaría
concentrarme. Lo peor de todo era que la herida no era lo más
doloroso sino ese hachazo en mi interior que tardaría siglos en
cerrarse, si alguna vez lo hacía.
“Lo
siento.”
Le
di al botón de enviar y apagué el móvil. Le debía una explicación
pero me era imposible ya que ni yo sabía que había sucedido
exactamente. Era consciente que un “lo siento” no arreglaría
mucho las cosas. Le había mentido todo este tiempo, había sido tan
egoísta… pese a que había recibido todo de él.
Cogí
aire y me levanté de la cama. Me sentía mucho más ligera pese al
dolor aunque caminase con un poco de dificultad pero no tanto como
imaginaba. Quería salir de habitación y bajar por algo de sangre.
Podía r directa a la cocina y nadie tendría por qué verme.
Me
puse una chaqueta sobre el camisón y salí de mi habitación. El
pasillo estaba desierto y en la habitación de Tom al final de éste,
no había ni un solo guardaespaldas por lo que él no estaba allí.
Gracias a eso, conseguí sentirme un poco más tranquila. No estaba
segura si le gustaría verme merodeando habiendo tanta gente pero
necesitaba beber algo.
La
música sonaba atronadora y el olor a sangre era demasiado fuerte
incluso para un vampiro. Ni siquiera me atrevía a ir al salón y ver
qué estaba pasando, realmente prefería no saberlo. De sólo
imaginarme que podría encontrarme a Tom de nuevo, prefería no pasar
un segundo más en la cocina.
Abrí
el frigorífico y saqué un bote de sangre del congelador. Con sólo
verla la garganta ya se me empezaba a secar y los ojos a cambiar de
color. Las ganas de bebérmela aumentaban por segundos, incluso se me
pasaba por la cabeza el no descongelarla. No sabía si podría
esperar…
Metí
el bote en el microondas y esperé, esperé, esperé… y el tiempo
parecía no pasar. Cada segundo que marcaba en la pantalla se me
hacía eterno. Mi cuerpo quería sangre a toda costa y le daba igual
si era congelada, líquida o ardiendo como el mismísimo infierno.
-Vaya…
Hola, preciosa.- Me di la vuelta con la respiración agitada. La
doctora Bichmann me miraba desde la puerta con el traje rojo que
antes había visto en el suelo de la habitación de mi hermano.-
Deberías de estar en tu habitación y descansar.- Le volví la
espalda de nuevo, haciendo caso omiso a su “consejo”.
El
silencio se formó entre nosotras. Yo estaba demasiado ocupada
esperando escuchar el sonido del microondas para que me avisase que
mi sangre estaba lista y ella, demasiado ocupada analizando cada uno
de mis movimientos. Sentía sus profundos ojos clavados en mi espalda
y una parte de mí odiaba eso.
El
microondas por fin terminó de calentar la sangre y la saqué como
una drogadicta esperando su chute diario de cocaína. Sólo el estar
cerca de la sangre de Tom me había provocado esta reacción alguna
vez y aun así, era consciente de que lo que me estaba pasando no era
normal.
-Es
por la Cruz.- Añadió mientras me debatía a mí misma si verterla
en un vaso o bebérmela directamente de la botella.- Tu sed de sangre
irá aumentando por días… Es normal.- Cogí la botella sin más
dilaciones y empecé a beber como si llevase años sin hacerlo.- Creo
que su castigo ha sido desmesurado.- Planté el recipiente de cristal
de un solo golpe en la encimera una vez que me tomé todo su
contenido.
-No
deberías de hablar mal del Líder y mucho menos a sus espaldas.- Me
volví y la miré con una sonrisa en mi rostro.
-Jamás
hablaría mal de él, no tengo motivos para hacerlo.- Se irguió
sobre sus tacones de infarto, demostrándome lo alta que era.
-¿Pones
en juicio su castigo? ¿Dudas de él?- Eva se apartó el pelo de la
cara y me sonrió.
-En
absoluto.- Dio un paso que la acercó más a mí.- Durante estos
cinco años me ha demostrado la clase de persona que es. Nunca
pondría en tela de juicio ninguna de sus decisiones.- ¿A dónde
quería llegar?
-¿Crees
que yo sí?- Volvió a sonreír y a negar con la cabeza.
-Eso
es lo que intento averiguar, señorita Kaulitz.- Notaba un tono de
burla y prepotencia en su voz tal y como había escuchado muchas
veces en Tom.- Sólo quería advertirle. Él ya no es quien era, yo
lo he ayudado a que dejara atrás su pasado pero desde que llegó a
Francia las cosas han vuelto a empeorar.- Sentí ese pequeño
pellizco en mi interior de nuevo. ¿Qué quería decir?
-¿Crees
que es por mi culpa?- Le pregunté por un lado curiosa y por el otro,
intentando mostrarme lo más serena posible.
-La
respuesta es obvia, señorita Kaulitz.- ¿De qué me extrañaba?
-Ese
fue el motivo por el que decidí poner tierra de por medio. Si él
está aquí es por propia voluntad, nadie lo obligó ni lo obliga a
quedarse.- Fui al frigorífico y saqué una nueva botella sin
prestarle más atención de la que merecía.
-Estoy
enamorada de él.- La botella se me cayó al suelo cuando la doctora
Bichmann terminó de pronunciar esa frase.- Sé cuáles son sus
problemas, me ha contado hasta más oscuro de sus pensamientos y aun
así, lo amo.- Tenía la vista perdida en la sangre de mis pies. Todo
el suelo se había teñido de rojo y de cristales…- No pretendo que
me dé su aprobación ni que lo acepte. Simplemente que lo deje ir y
rehacer su vida de nuevo. Yo puedo ayudarlo a superar lo de las
voces, sé cómo reaccionar ante sus ataques… Sé que puedo hacerlo
feliz.- ¿Qué se suponía que debía decir? Ni siquiera mi mente era
capaz de formular una palabra ante esa confesión.- Me contó todo lo
que pasó entre vosotros, lo del Vínculo, el bebé,…- Me agaché y
empecé a sacarme los trozos de cristal que se habían clavado en mi
piel. No sentía ningún tipo de dolor y lo más seguro era que eso
fuese bueno.- Hace poco, me propuso algo.- Arranqué con brusquedad
el último trozo intentando sentir algo pero no había nada…- El
Consejo está presionando ya que va siendo hora de que el heredero
nazca.- Acerqué el trozo de cristal a mí muñeca. Me apetecía
cortarme como cuando era humana. Antes, el dolor desaparecía pero
ahora, estaba grabado en mi piel y no se iría aunque derramase toda
mi sangre.- Apártese de su lado, usted es la causa de todos sus
problemas.- Su tono cambió, frío y serio.
-Hace
tiempo que me aparté.- Me levanté y puse rumbo hacia mi habitación
de nuevo.
Tenía
un nudo en la garganta y ganas de vomitar. No me sentía bien, la
herida me estaba empezando a doler y a abrirse lentamente, manchando
el vendaje que Bill me había puesto. Notaba cómo poco a poco iba
perdiendo más sangre, cómo cualquier paso que daba me llevaba al
abismo y cómo mi cabeza intentaba procesar todas y cada una de las
palabras que Eva me había dicho.
Subí
el primer peldaño y luego otro y otro y otro… mientras mi cuerpo
luchaba por mantenerse en pie. Quería gritar su nombre, el nombre
del autor que me había hecho esto pero no podía. Ningún sonido
salía de mi garganta salvo pequeños gemidos de dolor ahogados.
¿Iba
a desmayarme? Odiaba esa sensación de vacío en mi interior minutos
antes de perder la conciencia. Mi cuerpo luchaba por pronunciar su
nombre, por estar entre sus brazos sin que dijera nada, simplemente
estando allí. Sin embargo, tenía que alejarme de él, tenía que
lograr que me odiase y se apartara. Eva lo había dicho, conmigo no
podría ser feliz y ella lo entendía, lo ayudaba y lo mejor, podía
hacer de él una persona normal.
-¿Lilith?-
Su voz, esa voz caída del cielo.- ¡¿Dios mío, estás bien?!- Pasó
sus brazos por mi cintura y me levantó un poco del suelo.- ¡Estás
sangrado!- Sus ojos irradiaban preocupación y yo sólo pude centrar
mi vista en la mancha roja de mi camisón, la cual se hacía más
grande por momentos.- Será mejor que avise a Tom...- Lo agarré del
brazo antes de que pudiese salir corriendo. La profundidad azul de su
mirada me demostraba lo nervioso que estaba.
-Sólo
acompáñame a mi habitación, Nate.- Se quedó pensativo unos
segundos pero aceptó sin oponer resistencia. Suponía que yo era la
única que podía tener algo de control sobre él y Andreas...
Subimos
hasta mi habitación sin mediar palabra. Su preocupación era
parpable aunque estaba segura que había entendido que lo que menos
quería hacer ahora era ver a Tom.
Me
tumbó sobre la cama y solté un pequeño gemido de dolor que hizo
que me mirase asustado. No entendía por qué seguía a mi lado
cuando ni siquiera había podido estar a su lado durante su proceso
de transformación. Yo lo había alejado de su vida como humano y ahí
estaba él, pendiente de que nada me pasara.
-Creo
que deberíamos avisar a alguien...- Pese a que tenía los ojos
cerrados podía sentir su mirada clavada en mí.
-¿No
me preguntas por qué estoy sangrando?- Le dije mientras sentía esa
horrible sed y ansias de sexo.
-Bill
nos lo ha dicho junto con un "dejadla descansar".- Abrí
los ojos y lo miré. Se quedó impresionado por el color de que
habían tomado.- Creo que será mejor que te deje descansar.- Se
levantó de la cama pero una vez más lo detuve.
-No
te vayas.- Le rogué. No quería estar sola, no al menos cuando
necesitaba tanto al mísmisimo demonio en este momento.
-Te
arrepentirás más tarde, lo sé.- Dijo desviando la mirada. Le
estaba rogando por sexo y sangre y él controlaba sus impulsos para
que yo no me sintiera mal. Admiraba a Nate, él al menos conservaba
su parte humana...
-Lo
sé pero hace tiempo que el futuro dejó de preocuparme.- El futuro
dejó de tener sentido hacía cinco años.
Me
senté en la cama bajo su atenta mirada y pasé mi mano por su cara.
Nate cerró los ojos con fuerza, evitando que ese contacto le hiciese
sentir algo de lo que luego no podría dar marcha atrás. Incliné mi
cabeza y lo besé suavemente aunque eso fuese lo único que pudiese
hacer ya que él apretó sus labios con fuerza para que no llegase
más allá.
Me
sentía sucia pero por mucho que quisiera no podía detener lo que ya
había empezado. Si este era uno de los síntomas que suponía tener
la Cruz marcada en mi vientre, lo odia. Estaba apunto de casi violar
a Nate, un ser que, para mí, era una de las criaturas más inocentes
en este mundo oscuro y de perversión manchado de sangre.
Tomé
posesión de su cuello y empecé a lamerlo lentamente. Necesitaba
sangre pero no esta... no la de él. Mi cuerpo me rogaba más pero me
era imposible. Nate estaba casi temblando por cada lametón sobre
cuello. Intentaba controlarse y lo estaba consiguiendo aunque de lo
que no estaba segura era de por cuánto tiempo.
-Lilith...-
Dejó escapar cuando clavé con sumo cuidado mis colmillos en su
cuello. Su sangre pronto comenzó a recorrer mi cuerpo, abriendo
camino hasta mi más que muerto corazón. Decir que me sentía el ser
más miserable sobre la faz de la Tierra era quedarme corta.- No
sé... si podría... parar ahora.- Dijo casi sin poder respirar.
Debería parar antes de matarlo pero no podía. Bebía y bebía como
si eso fuese suficiente para llenar el inmenso vacío que habitaba en
mi interior.- Para, por favor.- Le hice caso aunque me costase
separarme de él.
-Lo
siento.- Le miré y sus ojos ya estaban de ese color que dejaba claro
cuáles eran sus ideas.- Lo siento mucho.- Volví a repetir aunque él
ya no me escuchase.
Nate
se lanzó sobre mí sin importar que mis lágrimas volviesen a brotar
de nuevo. Yo lo había despertado y ahora, yo pagaría las
consecuencias de jugar con fuego. Sin embargo, y pese que necesitaba
esto tanto o más que la sangre, estaba perdida, vacía y a punto de
abandonar mi cuerpo para no sentir nada de lo que vendría ahora.
Se
desabrochó los pántalones a toda prisa, siendo el monstruo que tan
pocos veces había visto en él, me levantó el camisón y entró en
mí con muchísima fuerza, tanta que dolía incluso en lo más
profundo de mi alma. Sí, era esto lo que yo me había buscado, era
esto lo que le había pedido y aun así, no podía sentir ni una
pizca de placer, alegría o ganas de sexo.
Ahora
más que nunca, me sentía tal y como estaba... muerta.
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Tom
-Ha
sido una velada magnífica, Mi Señor.- Hizo una reverencia y se fue.
Cerré
la puerta antes de que otro viniese a hacerme la pelota. Estaba
cansado y por nada del mundo quería ver a nadie en este momento.
Pronto se haría de día y necesitaba descansar después de tanta
fiesta.
Subí
las escaleras ahora desiertas hasta mi habitación. Bill hacía
tiempo que se había ido con Mara a "dormir"... Eso no se
lo creía ni él. Llegué al pasillo de las habitaciones. No se
escuchaba nada y agradecia que así fuese. Necesitaba dormir o al
menos tirarme en la cama para poder pensar.
Dirigí
la vista hacia su habitación. La puerta estaba cerrada y su
presencia seguía ahí cada vez más débil, más oscura, más
fría... Su presencia y la de alguien más.
La
puerta se abrió muy lentamente ante mis ojos. Una mata de pelo rubio
salió de la habitación. Se movía nervioso mientras se preocupaba
por meter su camisa en los pantalones y abrochárselos a toda prisa.
-To...
Señor.- Hizo una reverencia más que apresurada.
-No
son horas para estar por aquí.- Apreté los puños, intentando
parecer calmado. No lo iba a conseguir por mucho que me esforzase.
-Lo...
Lo siento, ya me iba.- Hizo otra reverencia pero antes de que se
levantase ya lo tenía acorralado contra la pared. Quería parar, no
quería matarlo aunque esa parte de mí me lo gritaba.
Hice
caso a lo que Eva me dijo, contar hasta 10 y respirar. No, quizás
debería contar hasta 20... Pero imaginármelo con ella... 30...
Tocándola... 40... Besándola... 50... Haciéndose dueño de su
cuerpo... ¡A la mierda!
-¿Te
lo has pasado bien, Nate?- Mis colmillos, pese a que no quería,
habían salido a amenazarle.
-Señor,
yo... lo siento.- Lo agarré del cuello con fuerza. Quería matarlo.
-Apestas
a ella.- Veía el miedo en su rostro y me gustaba.- ¿Te lo pidió
ella? ¡¿Te pidió que te la follaras?!- Le grité haciendo que
cerrase los ojos de la impresión. Posiblemente todo el mundo se
habría enterado ya aunque ninguno se atrevería a venir a
tranquilizarme.
-No,
Señor.- Se creía que era gilipollas...- Ella no me ha pedido nada,
simplemente ha surgido.- Me estaba mintiendo para defenderla y
pensaba que me lo iba a creer.
-Escúchame
bien, rubito. Espero que hayas disfrutado bien de ella porque va a
ser la última vez que lo hagas.- Le susurré al oído antes de poner
mi mano sobre su corazón e ir apretando lentamente.
Iba
a matarlo. No quería hacerlo pero allí estaba su imagen de nuevo,
siendo tocada por otro, disfrutando de los brazos de alguien que no
era yo... y aunque odiase pensar en ello, era lo único que se me
venía a la cabeza. Sin embargo, lo peor de todo era que si esto
había pasado había sido por mi culpa. Yo la marqué con la Cruz
para que estuviese mal y me pidiese ayuda pero no, Lilith hacía
tiempo que prefería a cualquiera antes que a mí.
-¡Mi
Señor!- Ella una vez más me detuvo como venía haciendo tiempo
atrás. Me apartó la mano del corazón de aquel hijo de puta y la
sostuvo en el aire.- Todo está bien.- Miré a Nate quien salió
corriendo en cuanto solté el aire de mis pulmones. ¿Cuándo había
dejado de respirar?- Vamos.- Eva empezó a tirar de mí hacia mi
habitación mientas yo no podía apartar la vista de su suya, cuya
puerta estaba cerrada, impidiendo que su aroma llegase hasta mí.
Cuando
quise darme cuenta ya estaba en mi cuarto, sentado en la cama y sin
aliento. Eva me observaba desde arriba, preocupada como siempre. Le
debía otra una ver más. Me preguntaba cuántas iban ya, no era la
primera vez que me sacaba de alguna parecida.
-Estoy
bien, no hace falta que me mires así.- Saqué un cigarrillo del
bolsillo y lo encendí. La nicotina me calmaría aunque sólo fuese
por un par de minutos.
-¡No
puede fumar!- Me arrebató el cigarro y lo apagó en el cenicero que
había en mi mesilla de noche.
-Creí
que sólo me dabas consejos sobre mi puta cabeza.- Saqué otro y lo
encendí, echándole el humo de la primera calada en la cara.
-Mi
Señor... Hay algo que debo decirle.- Dudé unos segundos si era
acertado o no escucharla. No tenía ganas, no después de haber
contemplado como ese capullo salía de su habitación.
-Suéltalo
y lárgate.- Bajó la cabeza con una estúpida sonrisa en los labios.
¿Iba a pedirme que me la follara?- No tengo toda la noche, doctora
Bichmann.- Dije con ironía.
-Señor...
¿Recuerda la propuesta que me hizo?- Me tensé al instante. Se me
había olviado por completo. Se lo propuse sin pensarlo, presionado
por el Consejo.
-¿Te
lo has pensado?- Le pregunté. Era obvio que la respuesta sería sí
ya que esa estúpida sonrisa no se le borraba de la cara.
-Creo
que la respuesta ha venido sola.- Vi como se llevaba las manos a la
barriga y entonces un escalofrío me recorrío el cuerpo como nunca
antes.- Estoy embarazada, Mi Señor.- Era eso lo que le había
propuesto, ser la madre de mi heredero pero no podía escuchar esa
maldita palabra. ¿Embarazo? Sólo estaba criando un puto bicho en su
interior.
-Ahora
lárgate.- Ella hizo una reverencia y se fue sin mencionar palabra.
Salí
al balcón e intenté coger todo el aire que pude para soltarlo en
forma de humo. Para mi sorpresa, ya no habían voces que me
atormetaban, me sentía en paz. Un bicho estaba creciendo dentro de
Eva por lo que pronto me uniría a ella.
El
Vínculo de Sangre no había salido bien y era por eso que el Consejo
había “propuesto” la unión con una noble y quién mejor que la
hija de uno de los peces gordos del Consejo, la cual me estaba
ayudando a acallar las voces. He de reconocer que no me lo pensé
mucho, era una buena forma de sacarla de mi vida para siempre.
Miré
hacía el balcón de su habitación. Podía ver un pequeño rayo de
luz colarse entre las cortinas. Estaba despierta, posiblemente
culpándose por lo que le había hecho a Louis o quizás lo que había
hecho con Nate. Ella quería ser mala y no le salía, era demasiado
buena para eso.
Le
di otra calada y expulsé el humo, recordando aquel día en
Burdeos...
Acabábamos
de follar y sus mejillas estaban sonrosadas. Ver cómo gritaba, su
cara al llegar al orgasmo, escuchar su respiración... todo era un
espectáculo que nunca me cansaría de contemplar. Mantenía los ojos
cerrados, respirando agitada. Sonreía de esa forma tan tonta que
llevaba haciendo desde que se enteró que estaba embarazada.
Posé
mi mano en su barriga que se movía al compás de su respiración.
Ahí estaba ese monstruito y su gran presencia. Era tan fuerte que
podía sentirlo atravesar todo mi cuerpo. Me preguntaba cómo algo
tan pequeño podía tener tanto poder sobre mí.
-Me
siento como volando cuando me tocas la barriga. Creo que le gustas.-
Dijo ella posando su mano sobre la mía.
-Ya.-
Dije sin apartar la vista de su vientre desnudo.
-Tom...-
Me llamó y la miré. Sus ojos brillaban, su pelo desaliñado estaba
pegado en su frente... ¿Cómo demonios ese ángel había caído en
mis garras? ¿Por qué cojones era tan hermosa?
-¿Qué?-
Dije sin apartar los ojos de ella.
-Te
quiero.- Y ahí estaban de nuevo esas palabras que me hacían
enloquecer. “Sí, yo también te quiero” eso era lo que siempre
quería responderle pero no me salía. Era como si algo me lo
impidiese.- Está bien, no tienes que decirlo.- Entonces sus ojos
dejaron de brillar pero mantenía esa sonrisa triste que la hacía
más hermosa aún.
Lilith...
no me obligues a decir "te quiero", como si no supieses que
hay algo en mí que me impide hablar del amor. No me obligues, porque
terminaremos durmiendo en distintas camas, aunque quizá compartiendo
el mismo insomnio. No me obligues a decirte que vuelvas, porque nunca
he sabido pedir segundas oportunidades por causas que merecían la
pena.
El
problema, en parte, siempre he sido yo y mi estúpida manía de
complicar el amor hasta convertirlo en una despedida. Me gustaba
pensar que todo era un juego por si terminabas haciéndome daño. Era
la forma que tenía de salvaguardar la poca estabilidad que aún me
quedaba. Muy pocas veces lo conseguía. Y no dijimos adiós,
simplemente, un día, concretamente una noche, muy de madrugada, nos
cansamos de jugar; de ir y venir; de querer abrazarnos y, no
obstante, soltarnos cada vez más. Pero lo triste fue que estábamos
tan acostumbrados a perder siempre que no lo intentamos de nuevo. Nos
resignamos. Nos fuimos. Y le sumamos un punto al marcador de las
esperanzas rotas, nosotros hace ya tiempo que perdíamos por una gran
diferencia.
Es precioso lo que escribes :'3 Me gusta mucho leer esta preciosa historia. Hace tiempo que había dejado de leer pero estos días me he puesto al tanto de todo lo sucedido con los tórtolos. Gracias por continuar escribiendo, he seguido la fanfic desde el principio. Un saludo desde México.
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