Capítulo 58
Capítulo
58
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Lilith
Me
desperté entre sus fuertes brazos y su mano helada en mi barriga.
Había estado así desde anoche, sin haberse movido ni un centímetro
de su posición como solía hacer siempre. Me parecía increíble que
pudiese permanecer toda la noche quieto y que no se hubiese
despertado pese al jaleo que tenía Jake montado abajo.
La
conversación que habíamos mantenido aquella noche nos había
servido a ambos para darnos cuenta de esta situación que estábamos
atravesando. Íbamos a tener un bebé, una niña que llevaría mi
sangre y la de Tom, que sería perseguida por esos monstruos y
adorada por los de mi especie, pero lo peor era que Tom estaba
aterrado. Sí, por primera vez en mi vida había visto a mi hermano
dudar de todos y cada uno de sus pasos, sus palabras e incluso su
manera de actuar. Esta vez me tocaba ser a mí la fuerte en todo
esto, dejar atrás mis miedos y proteger a las dos personas más
importantes para mí.
Posé
mi mano sobre la de Tom aún en mi vientre. Sentía una paz enorme
inundando la habitación, como si estuviésemos en otro mundo aparte.
Si nuestros corazones latiesen, estaba segura que lo harían al mismo
ritmo. Nunca me había sentido tan cerca de mi hermano como en este
momento.
Me
levanté con cuidado de no despertarlo. Sabía lo sensible que el
oído de Tom era y lo escandalosa que podía ser yo. Verlo así era
una de las imágenes más escalofriantes pese a su tranquilidad.
Otras veces, cuando había estado en esta misma situación, Tom no
había estado dormido sino preparado para atacarme de un momento a
otro.
Bajé
las escaleras, dejando que mis pies descalzos sintieran el frío
mármol del suelo. El de la casa de Tom también era de este
material, tan frío que hacía que me recorrieran escalofríos por
todo el cuerpo. Necesitaríamos poner algo para que el bebé no lo
sintiera cuando empezara a andar... Sonreí ante tan estúpida idea.
Días atrás ni siquiera pensaba en ese ser que habitaba en mi
interior como un bebé sino como un error garrafal al que tenía que
buscarle una solución.
-¡Lilith!-
Cintia apareció ante mí con un zumo de naranja en la mano... Olía
muy bien y no era el zumo precisamente.- Toma, es muy bueno para las
náuseas mañaneras y los mareos, además que tiene muchas vitaminas
para ti y el bebé.- Sonrió y me lo dio tras una largo discurso
sobre lo beneficiosa que podía ser esta fruta.
-Gracias
pero no te tendrías que haberte molestado.- Terminé de bajar
aquella enorme escalera y me senté en la mesa del jardín trasero
donde estaba la piscina, junto a Cinthia.
-Me
alegro de que las cosas con Tom vayan mejor.- Dijo en voz baja
mientras cogía al pequeño André para darle el pecho.- Creo que ese
bebé tendrá a unos padres maravillosos.- Me llevé la mano
intuitivamente hacia mi barriga. Ahí estaba, transmitiendo ese paz
que había conseguido amansar a la más salvaje de las bestias.-
Cuando lo tengas en tus brazos por primera vez, entenderás lo que se
le puede querer.- No hacía falta tenerlo en mis brazos, ya lo
quería, tanto que sería capaz de arriesgar mi vida por salvar la
suya.
-Pensaba
que me habías hecho un zumo a mí también.- Tom apareció en las
enormes puertas correderas de cristal que daban acceso a la piscina.
Su mirada se dirigió a mí, clavando sus hermosos ojos en los míos
y en mi mano sobre mi vientre.
-Sólo
se lo he hecho a Lilith porque es bueno en su estado.- Mi hermano me
miró de nuevo buscando mi mirada. Hizo un gesto con la cabeza, señal
de que lo siguiera.
-No
te preocupes, yo te lo hago.- Dije y me levanté de ese cómodo sofá
de jardín.
Seguí
a Tom por todo el salón hasta entrar en la cocina. ¿De qué querría
hablar? Estaba segura de que no era nada bueno dado que cerró la
puerta con el pestillo. De nuevo sus ojos desafiantes clavados en mí.
Me sentía débil cuando él demostraba tanta fuerza y sabía que
tenía que cambiar eso si quería proteger a los dos seres más
importantes para mí.
-¿Quieres
el zumo?- Intenté romper el duelo de miradas pero sólo conseguí
llevar mis ojos hacía su torso desnudo. Sólo llevaba esos
pantalones de chándal negro extra grandes que utilizaba para
dormir...
-No
lo quiero.- Un paso lo acercó por completo a mí, tanto que mi
espalda se chocó con el frío mármol de la cocina.- Un zumo no le
dará al monstruito lo que necesita.- ¿Monstruito?- Necesitas
sangre, Lilith.- Sí, lo sabía. Estaba mañana me había visto
tentada por el olor de la sangre de Cintia.
-Pero
aquí no tenemos sangre.- Respondí confusa. Pensaba que no la
necesitaría, al menos no esta semana dado que por fin podíamos
comer.
-¿Eso
crees?- Su mano agarró la mía y se la llevó hasta su nariz.-
Hueles tan bien.- ¿Iba a morderme? Creía que era yo la que
necesitaba sangre y dudaba mucho que si me mordía fuese beneficioso
para mí.
-Tom,
no deberías...- Sus labios se estamparon contra los míos, dejándome
con la palabra en la boca. ¡Dios! Era increíble como besaba este
hombre.
-No
vuelvas a desaparecer de la cama sin decirme antes nada.- Sus labios
ahora estaban sobre mi cuello, provocándome cosquillas con el
piercing.
-No
lo haré.- Agarré su cabeza e hice presión para que ésta tocase
más mi piel. Notaba a la perfección la sonrisa de niño malo de mi
hermano.- Tom...- Sus manos se posaron en mis caderas para más tarde
agarrarme y subirme a la encimera de la cocina.
-Me
estás volviendo loco.- Dijo en una pausa para coger aire.
Sus
manos se colaron por el interior de mis muslos gracias al vestido
veraniego que llevaba. Si pensaba en varios meses atrás, la manera
en la que me tocaba Tom ahora era muy distinta. No encontraba señal
de brutalidad en sus caricias sino algo de “tacto” y “salvajismo”
al mismo tiempo.
Sus
largos dedos llegaron a ese punto que me hacía perder la cabeza, y
él lo sabía. Sonreía mientras contemplaba mi rostro, cargado de
placer y vergüenza. Escondí mi cara en su cuello a la vez que él
movía sus dedos de arriba a abajo sobre esa zona.
-¿Por
qué te escondes?- Clavé mis colmillos en su cuello como un
autorreflejo, ni siquiera lo pensé dos veces. Los músculos de Tom
se tensaron al instante en cuanto la sangre empezó a inundar mi
boca.- ¿Era esto lo que querías?- Lamí su herida hasta que el
hueco de mis colmillos desapareció en su piel dejando una pequeña
marca.
-Lo
siento.- No sabía qué me había pasado, simplemente que lo
necesitaba como nunca antes.
-No
tienes que sentirlo.- Sus dedos se deslizaron en mis labios limpiando
el rastro de su sangre.- ¿Qué me estás haciendo?- Me veía
reflejaba en sus ojos y era la imagen más hermosa que nunca había
tenido de mí misma. Sus labios levemente separados mientras
acariciaba los míos con dulzura, al vez que sus dilatadas pupilas se
clavaban con profundidad en mi alma...
-Te
amo.- Él me miró sorprendido. Todavía le costaba asimilar esa
frase aunque para mí fuese la más normal del mundo.
Sus
brazos me rodearon y se convirtieron en una barrera impenetrable de
sentimientos. Mi demonio personal era incapaz de decir “te amo”
pero eso no significaba que no pudiese sentirlo. Lo amaba tanto y
estaba tan feliz de poder tener algo suyo creciendo en mi interior,
que era capaz de hacer cualquier cosa por ellos.
Lentamente
sus largos dedos agarraron el filo de mi vestido y me lo sacaron por
la cabeza. Su sonrisa malévola junto con la excitación que ya
estaba empezando a sentir en todo mi cuerpo era algo indescifrable.
Sus
labios se juntaron de nuevo con los míos, esta vez con fuerza y
ansias, rozando sus colmillos contra mi lengua. Tom siempre había
sido muy bestia en la cama, incluso creía que a veces tenía que
retener esos instintos asesinos que pasaban por su cabeza.
-Procura
no gritar mucho.- Dijo con la voz ronca mientras deslizaba mi ropa
interior por mis piernas. Dios, lo necesitaba tanto que me iba a
volver loca si no lo sentía dentro de mí ya.
-Rápido...-
Le supliqué. Él sonrió orgulloso. Le encantaba que le rogase por
sexo sin ni siquiera pensar antes que por culpa de su enorme ego,
teníamos a un bebé en camino.
Mi
cuerpo casi chocó con la pared de detrás de la encimera cuando su
embestida me dejó sin aliento. Dolorosa pero placentera al mismo
tiempo, tanto que estaba a punto de gritar si no hubiese sido por su
lengua intrépida explorando mi boca.
Empezó
a penetrarme más fuerte y más rápido mientras mis piernas rodeaban
su cuerpo con suma dificultad. Pese a que él me agarraba para que no
saliera disparada contra la pared, era casi imposible permanecer en
el mismo sitio.
-Tom...-
No podía abrir los ojos. Mi cuerpo estaba entregado al placer que
Tom me proporcionaba. Estaba a punto de perder la noción del tiempo,
la cabeza e incluso lo que un vampiro nunca debería de olvidar, sus
sentidos.- ¡Dios, Tom!- Su mano se apresuró a taparme la boca.
Sabía que no podía gritar porque Cintia y Jake estaban a pocos
metros pero era imposible controlarlo.
-Shhh...
Nena, si gritas de nuevo voy a tener que amordazarte.- Su sonrisa de
niño malo me mataba. ¿Por qué era tan sumamente atractivo? Maldito
Tom.
-¡¿Lilith,
me acompañas al pueblo?! ¡Quiero hacer tarta de manzanas pero no
hay!- La voz de Cintia resonó en mis oídos como un eco inaudible.
Mi
hermano todavía tapaba mi boca para que no gritase. Estaba apunto de
llegar al orgasmo al igual que él. Sus embestidas comenzaron a ser
más fuertes como su respiración, su boca tomó posesión de mi
cuello, mordiéndolo y besándolo.
-¡¿Lilith?!-
Cintia seguía en la puerta y yo era incapaz de contestarle.
-Vamos...Lilith.-
Dijo con Tom apenas sin aliento.- ¡Joder!- Sus penetraciones eran
frenéticas, tanto que alcancé el clímax en cuestión de segundos.
Tom
no tardó en imitarme y sin más fuerzas, dejó caer la mano que
tapaba mi boca. Sus ojos completamente azules por la excitación
volvían a recobrar su color natural. El sudor de su frente junto con
su respiración agitada era el más placentero de los espectáculos.
Me
bajé de la encimera con suma dificultad dado que aún me temblaban
las piernas. Cogí mis bragas y me las puse mientras Tom se acomodaba
la ropa. Me preguntaba si Cintia se habría enterado de algo aunque
sinceramente me daba igual. Éramos monstruos que nos dejábamos
llevar por nuestros sentidos e instintos, esa era una lección que
había aprendido por las malas pero que cada vez estaba más presente
en mi cabeza.
-¿Vas
a ir con Cintia?- Dijo Tom de nuevo con ese tono frío de voz que lo
caracterizaba.
-¿Dónde?
-¿A
comprar al pueblo?- Ahora recordaba. La verdad era que me sentaría
bien un poco de aire fresco después de tanto “ejercicio”...
-Sí.-
Abrí la puerta con cuidado para disimular y que Cintia no supiera
que habíamos estado en la cocina.
-Ten
cuidado.- ¿Estaba preocupado o era cosa mía?
-Tranquilo,
no dejaré que le pase nada.- Dije mientras acariciaba mi barriga. Él
negó con la cabeza y dejó escapar una sonrisilla.
Salí
de la cocina donde minutos antes Tom se había estado deshaciendo
entre mis piernas. Aún me constaba andar debido a la tremenda
bestialidad de mi hermano. Vi a Jake en el jardín y fui hasta allí.
Me senté frente a él en los sofás del jardín, estaba tan
ensimismado en unos papeles que ni siquiera se percató de mis
presencia.
Cada
vez que lo veía creía esa sensación en mi cabeza que me decía que
lo conocía de algo. Su mirada, su voz, sus ojos,... algo en él me
transportaba a otro tiempo pero no sabía encontrarlo en mi cabeza.
-Oh,
lo siento. ¿Llevas mucho tiempo ahí?- Se disculpó cuando elevó la
mirada de esa cantidad de historiales médicos de sus manos.
-No
te preocupes.- Le respondí. Sus ojos se quedaron fijos en mí, como
si su mente barajara algo ajeno a este mundo.- ¿Ja-Jake?- Lo llamé
con la intención de que volviera de sus pensamientos.
-Lo-Lo
siento, Lilith.- Se frotó al cara con las manos. Estaba exhausto y
con el corazón a mil.
-¿Estás
bien?- Él asintió lentamente.
-Es
sólo que me recuerdas a alguien que conocía, lo siento.- ¿Cómo?
¿Él también tenía esa sensación?
-¿A
quién?
-A
una novia que tenía aquí en Francia.- Sentí una fuerte punzada en
la cabeza, como si mi cerebro intentara salirse.
-¿Y
eso es bueno o es malo?- Dije con diversión, intentando animarlo
ahora que lo veía tan apagado.
-Murió.-
De nuevo esa punzada. ¿Qué me estaba pasando?
-Lo
siento.- Sentía como si mi corazón palpitara en mi cabeza, cosa
completamente estúpida ya que ni mi corazón estaba allí, ni éste
latía.
-Está
bien. Rompimos antes de que pasara ese horrible accidente.-
¿Accidente?- Estaba con su familia aquí en Burdeos, de vacaciones
con su abuela. Un día salieron en coche y un camionero borracho que
iba en dirección contraria se estrelló contra ellos... Todos
murieron.- Estaba empezando a marearme.- Cometí un estúpido error y
la alejé de mí, ni siquiera tuve tiempo de pedirle perdón.-
Basta...- ¿Conocías a Luca Guilltone?- ¡No!
-No-No
lo sé.- ¡Sí, sí lo conociste, Lilith!
-¿El
escritor?- ¡Sí!
-No.-
Las palabras apenas salían de mi boca. Millones imágenes de ese
hombre, el accidente, Shelly...
-Ella
era su hija, Elizabeth Guilltone.- ¿Elizabeth?- ¿Lilith, te
encuentras bien?
-Jake...
yo...- No, no podía decírselo. ¡¿Cómo demonios me había
olvidado del accidente, de mi padre, de mi madre, de Shelly...
Jake... mi abuela?- Lo siento, voy a buscar a Cintia.- Él asintió
con una sonrisa en la cara aunque con expresión preocupada.
Intentaba que el mareo que sentía no se hiciese palpable para nadie,
en especial para Tom.
Corrí
escaleras arriba. Necesitaba ir allí. Encontrarla y saber que estaba
bien. Abrí al puerta de mi habitación y allí estaba Tom. Estaba
tirado en la cama, posiblemente agotado tras el duro esfuerzo que
había hecho antes.
-¿Dónde
vas?- Aunque tenía los ojos cerrado, podía notar mi presencia.
-Tenía
frío, venía a por algo que ponerme.- Mentira, los vampiros no
teníamos ni frío ni calor, simplemente los sentíamos.
-Ya.-
Anduve hasta el armario para rebuscar entre la carísima ropa que
Bill me había comprado por si había un jersey o algo.- Lilith, ven
aquí.- Cogí todo el aire que pude en mis pulmones y caminé hacia
la cama donde mi hermano yacía.
-¿Sí?-
Toda la habitación me daba vueltas y las incesantes punzadas en mi
cabeza no paraban ni un segundo.
-A
mi lado.- Se echó a un lado de la cama para que yo me acomodase. Si
lo que quería era sexo, lo sentía pero ahora era imposible.-
Vamos.- Hice caso y me tiré a su lado. Cerré los ojos, esperando
que todo volviese a la normalidad.
Pegué
un bote en la cama cuando sentí la cabeza de Tom posarse con cuidado
en mi barriga. Y de momento, todo paró. Los mareos, la angustia,
todo se había convertido en un vacío. Experimentaba una sensación
que iba más allá de cualquier cosa. Cuando Tom y nuestro monstruito
estaban cerca el mundo parecía detenerse.
-Estate
quieta.- Puse mis manos en su cabeza y acaricié con cuidado su pelo
trenzado. Mis dos monstruitos estaban en contacto y esa paz me
inundaba por completo.
-Tom...-
Su cabeza se levantó con mucho cuidado como si le costase despegarse
de mí. Sus ojos ahora estaban fijos en los míos, desbordantes de
luz como nunca antes.
-Cada
vez que te miro es como si algo en mi interior se hiciese añicos. No
sé si es algo bueno o malo, lo único que sé es que me siento
perdido en tus ojos, cada palabra que sale de tu boca, tu olor...
Estoy fuera de control, Lilith. Por primera vez en siglos me siento
vivo, con un motivo para seguir adelante. Ya no quiero morir sino
vivir junto a ti y ver crecer al monstruito.- Mis ojos se empezaron a
llenar de lágrimas. Era la primera vez que Tom me confesaba sus
sentimientos, la primera vez que oía esas palabras de su boca... Mi
querido Tom... Extendí los brazos y el no tardó en colarse entre
ellos. Lo abracé con mucha fuerza, sintiendo su cuerpo contra el mío
mientras mis lágrimas se perdían en la almohada.
-Te
amo, Tom, te amo más de lo que puedas imaginarte.- Jamás imaginé
que se pudiese amar tanto a una persona, perder la cabeza y hacer
cualquier cosa para que fuese feliz. Me había perdido a mí misma
por él, había rechazado una vida feliz por él y posiblemente me
hubiese condenado a la muerte asegurada a su lado, pero no me
importaba.
-Quita,
esto es demasiado empalagoso para mí.- Se deshizo de mi abrazo y
volvió a tumbarse en la cama. Pese a todo, sonreí como una boba.
Sabía que no le gustaba mostrar sus sentimientos (si es que los
tenía) frente a mí.
[…]
No
era un supermercado donde Cintia y yo habíamos ido sino a una
especie de mercado al aire libre de frutas y verduras ecológicas.
Todo tenía un color deslumbrante y se podía ver la diversidad de
tamaños y colores vivos en los alimentos, tan característico de los
que no habían sido tratados con productos químicos.
-Deberíamos
de comprar un montón de manzanas, son muy buenas durante el
embarazo.- Desvié mi mirada de las fresas que había en uno de los
puestos y la dirigí hacia Cintia. Se la veía tan deslumbrante
mirando manzanas y otras frutas... Estaba rebosante de vida pese a
que la comida con los padres de Jake no había sido muy buena.- ¿Te
gustan las manzanas?- Afirmé con la cabeza. Realmente, no recordaba
el sabor de las manzanas.
-Me
pregunto cómo se las estarán apañando Jake y Tom con André.-
Habíamos dejado al bebé con ellos dado que hacía un poco de fresco
a estas horas de la tarde. Me había traído el jersey que Tom me
había dado antes de salir con la excusa de que tenía frío.
Obviamente, no lo había tenido pero Tom había hecho como si se lo
hubiese creído, posiblemente porque no tenía ganas de discutir.
-Jake
es un horror cuidando de André. Se pone nervioso enseguida cuando se
pone a llorar o hay que cambiarle el pañal.- Sí, a Jake nunca le
habían gustado mucho esas cosas. ¿Cómo podría haberme olvidado de
él? ¿De todo?- Creo que a Tom se le dará bien.- No estaba tan
segura. A Tom parecía no gustarle los niños y si ya eran bebés,
mejor ni hablar.
-No
lo sé.- Sonreí inconscientemente al imaginarme a Tom con nuestro
monstruito en brazos.
De
repente, una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Un olor
familiar hizo que me girase sobre mí para buscar la procedencia de
éste. Estaría asustada si mis sentidos hubiesen reaccionado en
señal de peligro, todo lo contrario, estaba como loca buscando entre
medio de tanta gente a alguien.
-¿Qué
te pasa?- Cintia me tocó el hombro para que me relajase.- ¿Te
encuentras bien? ¿Quieres que llame a Tom?- Cerré los ojos y sentí
la presencia de los vampiros que me seguían por orden de mi hermano.
Si hubiese alguna amenaza ya estarían en alerta por lo que llamar a
Tom no era necesario.
Por
fin encontré a aquella persona a la que mis sentidos habían
reconocido enseguida. Estaba entretenida mirando un puesto con
verduras a la vez que hablaba con el tendero. Su sonrisa era la misma
que hacía años, aunque triste y apagada. Sus cabellos canos estaban
recogidos en un moño que brillaba con el Sol.
Quería
correr hacia ella, llamarla o simplemente abrazarla pero... ¿se
acordaría de mí? Tal vez, ya me había olvidado, tal vez, yo sería
sólo un recuerdo que le traería a la memoria aquel accidente.
-¿Lilith?
-Estoy
bien... estoy bien.- Noté mis mejilla humedecidas. Parecía como si
mi piel se estuviese haciendo insensible a ellas porque el dolor ya
parecía algo normal en mí.- Cintia, necesito que hagas algo por
mí.- Ella me miró confusa.- Voy a ir a buscar a alguien, quiero que
disimules y confundas a los de arriba.- Le hice un gesto con la
mirada para que me entendiera.
-¿Qué
vas a hacer?- Dijo asustada y con el corazón a punto de salírsele
por la boca.
-Necesito
ver a alguien, estaré de vuelta antes de que Tom se ponga como
loco.- Salí corriendo hacia donde hasta mi mente alcanzaba había
pasado parte de mi vida como humana.
Ya
no sentía la presencia de los vampiros que nos seguían a todas
partes observándome. Corría como una loca entre árboles que me
llevaría a esa casa en medio de la nada donde residía aquella
anciana. Recordaba muchos de los árboles que pasaban veloces a mi
paso de cuando era pequeña. Me había perdido muchas veces entre
ellos, queriendo que sólo el ruido del viento entre las ramas me
perturbase.
A
lo lejos, divisé al fin aquella casa de ladrillo rojo de la que
brotaba un humo negro de la chimenea. Su presencia se hacía palpable
a través de los muros que tanto esfuerzo le había llevado a un
pobre hombre levantar.
Me
planté en la puerta dispuesta a tocar aquel mohoso timbre que había
a la derecha de ésta. Temía que cuando me viese, se asustase o
simplemente me cerrara la puerta en la cara... Podría resistirlo,
tan solo necesitaba verla de cerca unos minutos y luego me iría.
Mi
mano se levantó temblorosa, pulsando el botón que anunciaba mi
llegaba a Aghata. No había vuelta atrás, ya estaba hecho, aunque
aún podría salir corriendo aunque las piernas no me respondiesen.
Los
pasos se acercaban y mi cabeza mi gritaba que volviese a casa, donde
Tom tendría que estar hecho una fiera, me mataría por esto pero
necesitaba verla tanto como la sangre. Le debía una respuesta a
todo, una explicación... le debía mi vida porque sin su ayuda
posiblemente me hubiese suicidado con 7 años.
La
puerta se abrió despacio, dejando ver a una anciana de rasgos dulces
y ojos profundos. Su amable sonrisa desapareció cuando me vio. Sus
enormes pupilas azules se dilataron mientras su corazón bombeaba su
sangre vertiginosamente.
-Ho...
Hola.- Tartamudeé notando como mis lágrimas se volvían a agolpar
en mis ojos. Ella me seguía mirando como si fuese un fantasma,
bueno, en cierta forma lo era.
-Di...
Dios mío.- Sus rodillas golpearon el suelo suavemente en una
reverencia.- Mi pequeña.- Sus lágrimas pronto fueron cayendo en el
suelo de madera, haciendo que mi corazón inerte se estremeciera.
-Abuela,
levántate, por favor.- Le di la mano y la ayudé a levantarse.
Abuela... ¿Estaba bien decirle eso? ¿No era una falta de respeto
para mi verdadera abuela?
-Mi
niña, deja que te vea.- Sus manos se posaron en mi cara lentamente y
se estremecieron cuando notaron el frío de mi piel.- ¿Eres real?
¿Estás aquí, Elizabeth?- Puse mis manos sobre las suyas y cerré
los ojos. Podía sentir la vida salir de sus poros e inundar mis
sentidos, una vida llena de sufrimiento por la muerte de su familia
en aquel accidente y luego la pérdida de Shelly.
-Yo...
Yo no soy Elizabeth.- Ella sonrió como siempre, mostrando ese calor
maternal que no me merecía.
-Pasa.-
La seguí hasta el interior de la casa no sin antes mirar al
exterior. Los árboles habían dejado de moverse, no se escucha el
viento entre las ramas y algo me decía que no todo estaba yendo
bien. Sentía una mirada en mí, fija y penetrante pero nada que me
indicara que me encontraba en peligro.
Me
senté en el sofá donde tantas veces había estado. Mis ojos
viajaron por el salón y se detuvieron en el fuego que brotaba de la
chimenea. Sus llamas se movían con delicadeza en un baile casi
hipnótico...
-¿Quieres
tomar algo, Lilith?- Me quedé boquiabierta cuando me llamó por mi
nombre. Sabía que ella conocía todo y que había sido cómplice del
plan de mi madre, aun así, me resultaba muy extraña escuchar mi
nombre de su boca.
-No,
gracias.- Se sentó a mi lado y me cogió las manos con cuidado.-
Abuela, yo...- Ella negó con la cabeza para que me cayese.- Te debo
una explicación.- Su sonrisa volvió a florecer, igual a las que
siempre me había dedicado.
-Mi
pequeña, no tienes que explicarme nada. Tú simple presencia aquí
es la única explicación que necesito.- La abracé envuelta en un
manto de lágrimas. No podía contener todos los sentimientos que me
provocaba estar junto a ella de nuevo. Amaba a esta mujer más de lo
que nunca había imaginado y me culpaba a mí misma de haber sido
capaz de olvidarla.- Simone me escribe cada cierto tiempo, diciéndome
cómo estás y mandándome fotos tuyas. Hace poco recibí una carta
que decía que te habías vinculado a tu hermano pese a que éste te
había tratado muy mal.- Su mano empezó a acariciarme el pelo
mientras yo seguí con la cabeza en su pecho, escuchando el incesante
latido de su corazón.- Simone está asustada de lo que pueda
pasarte. La muerte de Jörg y tú como Vinculada de Thomas es un
cambio para el que ella no estaba preparada.- Me separó de ella con
ternura sin borrar su dulce expresión.- Nadie te conoce mejor que
yo, Elizabeth, nadie sabe qué pasa por esa cabecita mejor que tu
abuela. Y me da igual que seas lo que seas, si te llamas Elizabeth o
Lilith... Tú siempre serás mi pequeña.- Todas mis dudas se
esfumaron y sentí como si me liberase de un terrible peso. Ella no
me odiaba ni me culpaba de nada.
-Lo
siento mucho.- Sus dedos secaron mis lágrimas, las cuales caían sin
control.- Siento no haberme acordado de ti antes, de no haber
intentado ponerme en contacto contigo... Perdóname, abuela.- Ella
asintió y me abrazó de nuevo. Había necesitado esto durante tanto
tiempo que estar entre sus brazos me parecía el lugar más tranquilo
del mundo. Mis sentidos se habían apagado por completo, me sentía
humana de nuevo...
[…]
By
Adam
Me
había costado muchísimo seguir a Lilith corriendo y aquí me
encontraba, sentado en la rama de un árbol, vigilándola dentro de
la casa de esa mujer. Parecía que la conocía de algo pero de qué
si era una humana. La presencia de Lilith era demasiado fuerte como
para ser real. La había notado desde hacía un buen rato y era así
como la había localizado. Lo extraño era que nadie estuviese
custodiándola como siempre o tal vez era porque Tom no sabía nada
de esto.
Salté
de aquel árbol hasta la ventana del primer piso de aquella casa.
Abrí la ventana con mucho cuidado, el suficiente para que Lilith no
se diera cuenta ya que el sistema auditivo de los vampiros estaba
bastante más desarrollado. Me encontraba en una habitación pequeña,
llena de fotos de niños. En una de ellas se encontraba una niña de
unos siete años, sentada en el jardín, ajena a que le estaban
echando una foto. La reconocía, era Lilith. Sus ojos eran marrones,
signo de que era humana. Miraba al horizonte con una expresión
triste, pensando en millones de cosas. No me resultaba raro que ella
fuese un bien tan preciado tanto para los chupasangre como para
nosotros.
Salí
de allí y comencé a bajar las escaleras que me llevarían ante el
ser más fascinante del universo. Sus ojos se levantaron del rostro
de aquella anciana y su sonrisa se esfumó en cuanto me vio. Era
increíble como mi cuerpo reaccionaba a su presencia tan poderosa.
-Adam...-
La anciana se volvió asustada a la vez que Lilith me escrutaba con
la mirada.
-¡¿Quién
es usted?! ¡Salga de mi casa ahora mismo o llamo a la policía!-
Terminé de bajar los escalones que me separaban de aquel ángel y me
puse frente a las dos en cuestión de segundos.
-Tranquilícese,
señora, sólo vengo por Lilith.- La susodicha se levantó y se puso
delante de aquella mujer para protegerla. Tonta, no era a ella a la
que quería ver.
-¿Qué
estás haciendo aquí, Adam?- Intentaba contener su miedo aunque era
más que evidente que no sabía cómo manejar la situación.
-Quería
que hablásemos.- Tragó saliva para tranquilizarse. ¿Enserio
pensaba que quería hacerle daño?
-¿Puedes
dejarnos solos, abuela?- La anciana se levantó del sofá sin apartar
la vista de mí.- Tranquila, voy a estar bien.- Tras una última
mirada matadora desapareció del salón.- No está bien que te
presentes en una casa ajena de este modo y menos en la de una
humana.- Me senté mientras le sonreía. Su cara reflejaba miedo pero
su manera de hablar demostraba todo lo contrario.
-¿Es
tu abuela?- Ella asintió con la cabeza.- Tom debió de borrarte
todos los recuerdos sobre ella y tu vida pasada.- Sus ojos se
abrieron como platos. Por lo visto le había resuelto el gran
misterio de su temporal amnesia.
-Eso
no es asunto tuyo.- Me levanté del sofá y en un movimiento veloz,
agarré a esa vieja que venía despacio hacia mí para clavarme un
cuchillo por detrás.- ¡Suéltala!- Lilith vino corriendo hacia mí
pero sólo consiguió que yo apretase con más fuerza el cuello de
esa mujer haciéndola gritar de dolor.
-Lilith,
no quiero hacerte daño y mucho menos a personas inocentes que no
tienen nada que ver en esto. Yo no soy igual que los Kaulitz que
matan sin compasión.- La anciana se revolvió entre mis brazos ante
la aterrada mirada de Lilith.- Sin embargo, esos chupasangres estarán
buscándote y no podemos dejar ninguna pista. Primero será ella,
después Cintia, Jake y el pequeño André. Todos van a morir si no
me haces caso, todo está en tus manos.- Puse el cuchillo que le
había quitado a la “abuela” de Lilith sobre su cuello. Esta
humana tendría que ser uno de los inocentes que murieran para que
ella se diese cuenta que la mejor solución era estar conmigo y así
procrear al híbrido más poderoso entre todas las especies.
-¡Espera!-
Sus ojos estaban aguados a la vez que millones de lágrimas caían
por su blanca piel.- ¿Qué es lo que quieres?- ¡Qué pregunta más
tonta! Pensaba que se lo había dejado claro miles de veces.
-¿Y
aún me lo preguntas? Te quiero a ti, Lilith... Sólo a ti.- Ella se
secó las lágrimas y me miró intentando mantener la compostura.-
Sentir tus labios, tu cuerpo, llegar a lo más profundo de tu
corazón.- Un jersey enorme que olía a aquel demonio, le sirvió
como pañuelo. Se quedó unos segundos con los ojos cerrados oliendo
aquel jersey de Tom.
-¿Prométeme
que no les harás daño?- Asentí decidido. Nunca fue mi intención
hacerle daño a nadie, sólo a los Kaulitz que habían hecho de la
vida de aquel ángel un auténtico infierno. Lilith apoyó sus manos
en su barriga. Estaba absorta en otro mundo, como si estuviese
inmersa en un mar de pensamientos.
-Lilith,
yo te quiero. No sabes lo que esto significa para mí y también para
ti. Cambiaré tu vida, al fin podremos ser felices tú y yo, sin los
Kaulitz.- Solté a aquella mujer que cayó al suelo, tosiendo, y
apoyé mis manos sobre los delicados hombros de mi amada.- Huyamos,
nadie tiene por qué enterarse.- Ella afirmó con miedo. Estaba claro
que lo hacía para que yo no le hiciese daño a nadie pero más tarde
le demostraría que era la mejor opción que nunca nadie pudo darle.
-Me
has jurado que no les harás daño.- Asentí de nuevo y la abracé
con todas mis fuerzas. Mi hombro pronto empezó a humedecerse de sus
cristalinas lágrimas.
Mi
Lilith... Mi amada Lilith. Un mundo nuevo iba a comenzar para ti y tú
aún estás temblando entre mis brazos como un ser débil.
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