Capítulo 62
Capítulo
62
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Lilith
-¿Qué...
Qué estás haciendo aquí, Bill?- Se deshizo de su abrazo y me miró
fijamente. Sus ojos eran mis ojos, los mismo que los de un
monstruo... No pude aguantar su mirada y volví la cabeza.
-¿Es
que no te alegras de verme?- La voz que había puesto ahora era
totalmente distinta a la que había utilizado para hablarme al oído.
Ahora, incluso parecía una persona.
-Claro
que me alegro pero... pensaba... Le dije a mamá que por un tiempo...
¿Por qué lo has hecho, Bill?- Mi hermano me miró sonriente. Estaba
segura que mi madre no se habría podido negar a venir cuando Bill
ponía esa cara.
-Te
dije que te echaba de menos y qué mejor que pasar las vacaciones
contigo.- Volvió a abrazarme y esta vez sí que le correspondí. Yo
también le había echado muchísimo de menos pero quizás él fuese
mi vínculo más fuerte con el pasado y por eso tenía miedo a volver
a verlo.
-Me
dijiste que pronto tendrías vacaciones pero no pensaba que fuese
ya.- Le reproché.
-Tú
no me preguntaste cuándo eran.- Me volvió a abrazar y no pude
evitar sonreír como una boba. Mi querido Bill...
De
repente, escuché como el corazón de Louis se aceleraba. Palpitaba
frenéticamente como si quisiese salirse de su pecho. Estaba nervioso
pero no entendía por qué aunque... Me percaté que la cabeza de
Bill estaba un poco más levantada, observando algo que estaba detrás
de mí, Louis.
-Bill...-
Me separé de él y me volví hacía Louis también.- Él es Louis.
Louis, él es mi hermano Bill.- Louis sonrió intentando aparentar
normalidad pero el rostro de Bill era serio, tanto que me estaba
asustando hasta a mí.
-Encantado
de conocerle.- Louis alzó su mano para estrechársela a Bill pero
éste no respondía, se había quedado quieto observándolo y eso
sólo hacía que mi nerviosismo aumentase por momentos.
-Así
que tú eres Louis...- Bill dio un paso al frente y se puso justo
delante de Louis. ¿Qué hacía? ¡¿Qué estaba haciendo?!-
¡Encantado, amigo!- Mi hermano lo abrazó como si se conocieran de
toda la vida. ¿Qué mosca le había picado?
Nos
sentamos en la mesa del comedor tras tan efusivo abrazo entre Bill y
Louis. ¿Sabría él quién era Louis realmente? Mi madre podría
habérselo dicho, a ella se lo había contado y era la que me había
apoyado a seguir adelante con esta relación pero con Bill dudaba.
La
abuela puso croissants, tostadas, dulces, zumo, café, leche y todo
tipo de acompañamientos para hacer de este un desayuno más que
apetecible. Como siempre, todo estaba buenísimo y Bill parecía
disfrutar cada vez que le daba un bocado a cualquier cosa. A veces
era tan exagerado que me hacía reír.
-Bueno,
Louis... ¿A qué te dedicas?- Di un salto en mi silla. ¡Oh, Dios!
Empezaba el interrogatorio y al pobre Louis se le iba a salir el
corazón por la boca.
-Yo...
bueno, ahora mismo a nada.- Estaba pasando un mal momento y yo
necesitaba salir en su ayuda.
-Louis
ayuda a su padre en el campo. Tiene unos terrenos no muy lejos de
aquí.- Bill afirmó con la cabeza.
-¿Y
tienes animales?- ¡¿Qué clase de pregunta era esa?! Louis negó
con la cabeza sin entender muy bien a qué venía esa pregunta.-
¿Entonces, sólo plantas verduras y esas cosas?- Él afirmó esta
vez mientras Shelly, la abuela y yo no les quitábamos ojo de encima
a los dos.- Louis...- Éste se puso recto en su silla cuando salió
su nombre de la boca de Bill.
-¿S-Sí?-
Todos nos pusimos nerviosos. Bill estaba siendo demasiado duro con el
pobre Louis. Sus preguntas eran un poco raras y su carácter seguía
el mismo camino.
-¿Podrías
darme ciruelas? ¡Me encantan las ciruelas!- Todos nos quedamos con
la boca abierta con la sonrisa y el tono de voz tan cambiante de
Bill. ¡¿Es que estaba loco?!
-¡Sí,
por supuesto!- Louis al fin pareció relajarse y la abuela comenzó a
reírse ante la actitud de mi hermano
En
el jardín trasero seguimos entre risas y charlas. Bill parecía no
haberse tomado mal mi relación con Louis y se lo agradecía. No
había preguntado nada más que nos pudiera hacer sentir incómodos
aunque de vez en cuando, mientras Louis hablaba con él, se le
quedaba mirando fijamente, leyéndole la mente. Eso no me preocupaba,
ninguno de sus pensamientos podría tener nada malo.
Cada
segundo que pasaba al lado de mi hermano me daba cuenta de lo mucho
que lo había echado de menos. Su forma de reírse, su manera de
abrazarme, la dulzura con la que jugueteaba con mi pelo... Sin
embargo, sus ojos mostraban todo lo contrarío. Parecía cansado pese
a que hacía todo lo posible para que no se le notase, a veces se
quedaba pensativo mirando a la nada, suspiraba y volvía a la Tierra.
Me preguntaba qué estaría pasando por su mente aunque de sólo
imaginármelo se me encogía el corazón.
-Mamá
y Gordon vienen mañana, querían descansar porque acaban de llegar
de Viena.- Asentí sonriendo. Tenía ganas de ver a mamá y a Gordon,
que me abrazara y me mirase con esos ojos llenos de dulzura.- No sé
si el resto vendrá también.- ¿El resto? Por mi cabeza empezaron a
pasar millones de significados para esa palabra pero el que más me
preocupaba, me azotaba en lo más profundo de mi ser.
-¿El
resto?- Preguntó confuso. Le había ocultado a Louis parte de mi
familia. No le había dicho nada de Mara, Andreas y Nate, y mucho
menos de... bueno...
-El
resto de mis hermanos.- Contestó Bill a la vez que ambos me miraban
interrogantes.- ¿No le has dicho nada, Elizabeth?- Mi hermano enarcó
una ceja esperando mi respuesta pero yo ya me había quedado de
piedra.- Tenemos cuatro hermanos más.- Le aclaró a Louis.
-Sólo
tres más...- Dije en un susurro, pensando que sólo yo lo había
escuchado.
-No,
enana, somos cuatro más.- Mi barriga se retorció, justo como hacía
años cuando vine a Burdeos. ¿Por qué me estaba haciendo esto
Bill?- Mara, Nate, Andreas y... Tom.- Me levanté de la silla del
jardín y anduve a pasos apresurados hacia el interior de la casa.
Oía
a Louis llamándome pero me era imposible detener mis pasos. Mi
vientre se retorcía, la sangre hervía en mis venas y las ganas de
gritar aumentaban por momentos. Después de cinco años volvía a oír
su nombre y era una sensación tan extraña que ni yo misma me
atrevía a volver a nombrar su nombre en mi mente.
Entré
en el baño y cerré la puerta. Necesitaba ver mi sangre fluir,
alejarme de este mundo y sumergirme en el del rojo intenso del
pecado. Abrí el grifo, acerqué mi uña a la muñeca y rasgué mi
piel hasta que mi sangre salió disparada de mis venas. Era un
espectáculo magnífico que sólo yo podía contemplar y eso me hacía
sentir poderosa y tranquila al mismo tiempo.
Sumergí
mi muñeca bajo el agua, sintiendo como todo el dolor se iba junto a
ella. Mi cuerpo se volvía cada vez más débil y todo empezaba a dar
vueltas. Era la misma sensación que se repetía todos los días con
el fin de contener mis instintos, de borrar todo lo que pudiera
hacerme daño de mi cabeza... y me gustaba.
-¿Elizabeth?-
La voz de Bill al otro lado de la puerta me hizo abrir los ojos.-
Huele a sangre desde el jardín.- Hice caso omiso a sus palabras y
seguí con la vista fija en mi sangre.- Lo siento, sólo quería ver
tu reacción.- Volví a mirar la puerta llena de frustración. ¿Cómo
se le ocurría bromear con esto?- Lilith- Me llamó al no obtener
respuesta. Ese nombre...
Abrí
la puerta, lo agarré de la camiseta y lo atraje hacia el interior
del baño. Sus ojos estaban abiertos como platos, sin entender muy
bien qué estaba pasando. Lo empujé hasta que su espalda chocó con
fuerza con los azulejos azul cielo del baño.
Puse
mi mano ensangrentada en su cuello y apreté con fuerza. Mi hermano
estaba inmóvil pero seguía sin apartar sus ojos de mí. Analizaba
cada centímetro de mi rostro y eso sólo hacía ponerme más
nerviosa.
-¿Por
qué?- Le pregunté con la respiración agitada.
-Pensaba
que lo habías superado.- Apreté con más fuerza y la mirada de Bill
esta vez se dirigió hacia la puerta.- Creo que no has echado el
pestillo.- Respiré hondo y aparté mis manos de su garganta. ¿Qué
estaba haciendo? Yo nunca me había comportado así con Bill.
-No
sé qué estás intentando pero es mejor que pares.- Caminé decidida
hacia la puerta pero Bill me agarró del brazo y me atrajo hacia él.
-No
estás bien, Lilith.- Ese nombre y la voz que utilizó para decirlo
me ponían histérica. No era una niña, hacía tiempo que había
dejado de serlo.
-Basta,
Bill, no tengo ganas de discutir.- Me solté de su mano bruscamente.
-Lilith,
tengo algo que contarte. To...
-¡He
dicho basta!- Estaba segura que mi grito se había escuchado en toda
la casa y puede que en parte de las casas colindantes.- ¡Se has
venido aquí con otra intención aparte de verme, es mejor que te
vayas!- Abrí la puerta del baño y la cerré con fuerza tras mi
salida.
M
encontré a Louis mirándome como si estuviese viendo un fantasma y
entonces lo entendí, mi muñeca. La oculté con mi otra mano y lo
abracé como pude. Poner mi cabeza en su pecho y escuchar el sonido
de su corazón me relajaba. Cada latido era un paso que me alejaba de
este mundo.
Su
mano empezó a acariciar mi espalda y eso me hacía sonreír. Me
sentía como si lo más importante fuese el presente, que sólo
estábamos él y yo bañados por la nada. Esta sensación era más
que suficiente para mí para calmarme y sentirme a gusto.
-¿Quieres
que vayamos a dar una vuelta por ahí?- Asentí sin apartar mi cabeza
de su pecho.
Me
preguntaba si Bill, desde el interior del baño, podía sentir todo
lo que Louis me transmitía, así se olvidaría de todas las cosas
que venía hacer aquí, y aunque me sintiera mal conmigo misma por
haberle hablado así, una parte de mí se sentía orgullosa porque ya
no era la tonta y estúpida Lilith que se había dejado engañar
durante tanto tiempo, ahora era Elizabeth, alguien a quien nunca debí
apartar de mí.
[…]
-Creo
que deberíamos habernos traído a Shelly, estoy seguro de que le
encantaría esto.- Habíamos ido hasta el puerto en su furgoneta y
ahora estábamos disfrutando de la brisa del mar.
-Shelly
no hubiese venido, seguro que está impaciente por ver a mi madre.-
Louis asintió. Shelly llevaba meses y meses hablando de que le
encantaría ver a mamá. Simone había sido su único referente
materno en mucho tiempo y se había comportado tan bien con ella, que
Shelly la adoraba.- ¿No vas a preguntarme por mi mano?- Él me miró
y luego hacia mi brazo, apoyado en la baranda del paseo marítimo.
-Cuando
paró de sangrar, dejé de preocuparme.- Sonrió y me guiñó un ojo.
Louis no me preguntaría nada de lo que yo no quisiese hablar y mucho
menos de la conversación que había tenido con Bill en el baño. Sin
embargo, él se merecía una explicación y más ahora que mi madre,
Gordon y posiblemente, el resto de los Kaulitz viniesen a Burdeos.
-Mi
padres se casaron muy jóvenes.- Louis dejó de mirar el mar y se
centró de nuevo en mí mientras yo le intentaba contar la historia
de mi familia sin hablar de lo más importante, que éramos vampiros.
-Elizabeth,
no tienes por qué contarme nada.- Su mano agarró la mía y apretó
con fuerza. Él nunca me había preguntado por ellos aunque sabía
que mi llegada a Burdeos se había debido a un problema con mi
familia.
-Tuvieron
gemelos.- La piel se me puso de gallina. Hablar de Bill significaba
hablar de esa persona...- Bill es el pequeño.- Omitiría pronunciar
su nombre, hacía años que no lo hacía.
-¡¿Bill
tiene un gemelo?! ¡Pensaba que Bill era tu hermano mayor!- Negué
con la cabeza a la vez que me perdía en el horizonte, donde mar y
cielo se unían.
-Mi
madre tuvo una aventura con un... bueno, un conocido de la familia.-
Respiré hondo y aspiré la brisa marina. Volver a recordar todo esto
era extraño.- Aún así mis padres siguieron juntos por la presión
de la familia y adoptaron a tres hijos más, pensando que eso les
ayudaría a cerrar esa brecha en su matrimonio.- Notaba la mirada de
Louis fija en mis labios. Quizás no era bueno para mí hablar del
pasado ya que me había propuesto vivir el presente sin importarme
nada más, pero él tenía que saber qué se escondía detrás de esa
chica que recogió amablemente en la carretera.- Poco después nací
yo, algo que nadie se esperaba y que no trajo precisamente la
felicidad a mi familia.- Recordé aquel día en el que mi madre y yo
nos montamos en un avión y me dejó con una mujer que no conocía,
Aghata. Cuando desperté al día siguiente, esa mujer se había
convertido en mi abuela y una pareja en mis padres... Ni siquiera
recordaba nada más de ese día para atrás.- Mi relación con mis
hermanos siempre fue buena pero un día mi madre decidió que era
mejor que me quedase con mi abuela en Burdeos, alejada de todos los
líos de la familia. Cuando volví al cabo de los años a Alemania,
mi madre ya estaba separada, mis hermanos no eran los que conocí y
mi padre se había vuelto un egocéntrico que sólo le importaba el
dinero y las mujeres.
-¿A
qué te refieres con que tus hermanos no eran los mismos?- Louis por
fin habló después de mi largo discurso aunque la pregunta que hizo
no era la que me apetecía contestar.
-Bueno,
la relación con Bill era la misma que hacía años, al igual que con
los demás supongo.- Ahí estaba, ese escalofrío estremecedor que me
congelaba la sangre. Me volví sobre mí misma, intentado buscar la
fuente de ese nerviosismo pero no había nadie.
-¿Estás
bien?- Tenía ganas de esconderme en un rincón para tranquilizarme
pero este no era el lugar adecuado para hacerlo.
-Sí,
me pareció que me llamaban.- Louis me volvió a coger de la mano y
comenzamos a caminar hacia la furgoneta.
-Creo
que hablar de tu familia no te hace ningún bien.- Sus palabras me
sorprendieron.- No lo pasaste bien durante tu vida en Alemania y no
tienes por qué hablar de algo que te hace daño simplemente para que
yo te conozca mejor. Me da igual la Elizabeth de hace unos años
atrás, conozco a la Elizabeth que está aquí conmigo y para mí eso
es más que suficiente.- ¿Por qué una persona como él podía estar
con alguien como yo? Louis no se merecía esto por eso tenía que
hacerlo feliz fuera como fuese.
-Creo
que te mereces saber qué hay detrás de la chica con la que estás.
Mi familia no es muy normal que digamos y ahora que vienen quiero que
estés preparado.- Louis me soltó de la mano y puso gesto de terror.
-No
me digas que... ¡¿Son aliens?!- Empecé a reírme ante la expresión
de su rostro. Bueno, en realidad no estaba tan desencaminado.
-Son
vampiros.- Louis comenzó a reírse también, ajeno a que mi
afirmación era completamente cierta. Se lo había dicho aunque se lo
tomara a broma como era de esperar.
Nos
montamos en la furgoneta y pusimos rumbo a Burdeos de nuevo. Ambos
teníamos hambre y esperaba llegar pronto a casa y poder comer algo o
me moriría por el camino. Había perdido mucha sangre con los cortes
y necesitaba algo que aliviase mis ansias de sangre y comida. Podía
cortarme de nuevo pero volvería a estar en las mismas...
-Elizabeth...-
Miré a Louis cuando me llamó. Estaba serio pese a que hacía unos
minutos ambos estábamos riéndonos como locos.- ¿Dónde está tu
otro hermano biológico?- ¿Mi otro hermano? ¡Él no era nada mío!
-No
lo sé.- Miré por la ventanilla. Reconocía esta carretera, era la
misma en la que se me estropeó el coche, el día que conocí a
Louis.
-¿No
tienes relación con él, verdad?- Negué con la cabeza mientras las
ganas por cortarme de nuevo volvían a mí.- ¿Fue él el que cambió
cuando volviste?- Me lo pensé durante unos segundos y luego afirmé.-
Tu padre murió, así que supongo que llevar el peso de tu familia no
fue fácil para él.- Miré a Louis desafiante. ¿Qué estaba
diciendo? ¿Por qué hablaba como si le conociera?
-No
sabes nada.- Esta enfadada y mucho.
-Tan
solo intento razonar por qué de su distanciamiento contigo.- Me
desabroché el cinturón. Quería bajar de ahí.
-Para
el coche.- Louis me miró interrogante y sin entender qué demonios
me pasaba.- ¡He dicho que pares el coche!- Mi grito me asustó hasta
a mí aunque eso sirvió para que Louis me hiciera caso.
-¿Dónde
vas?- Abrí la puerta y salí de la furgoneta. Estaba nerviosa,
enfadada, la sangre me hervía, los ojos me escocían y estaba apunto
de desatar esa parte de mí que tanto odiaba.- ¡Elizabeth, espera!-
Louis venía andando detrás de mí aunque yo no tenía ganas de
girarme.- ¡Lo siento, cariño! ¡No debía de hablar de algo que no
sé!- Me paré en seco y noté como él lo hacía también.
-¡No
sabes nada sobre él! ¡No sabes nada sobre mí!- Louis estaba
preocupado por mí reacción, él nunca me había visto así.- ¡Busca
información sobre Thomas Kaulitz!- Me tapé la boca con las manos
cuando dije su nombre. Estaba vez era yo la que lo mencionaba y la
maldición Kaulitz aparecería de nuevo o peor, la maldición del
mismísimo demonio.
-¡Elizabeth,
cuidado!- Vi a Louis correr hacia mí aunque me había quedado en
shock, incapaz de reaccionar cuando al cabo de cinco años había
dicho su nombre de nuevo, y sonaba tan extraño que dolía demasiado.
Mi
cuerpo cayó con fuerza sobre el duro y caliente asfalto. Escuchaba a
Louis llamarme, el Sol golpearme con fuerza en la cara y la rabia que
sentía evaporarse lentamente. Tenía la misma sensación que aquella
vez en la que mi vida cambió, aquel accidente de coche que destrozó
la vida de Aghata al perder a su hija.
-Tranquilo...
soy médico.- Una voz calmada, serena y armoniosa me hizo medio abrir
los ojos. No veía nada por culpa del Sol pero pronto noté como unas
manos se posaban en vientre. Algo dentro de mí se contrajo,
provocándome un dolor atroz aunque la caricia de esas manos me
envolvían como si nada pudiese pasarme.- Será mejor que la llevemos
a un hospital.- Unos brazos fuertes pasaron por mi espalda y me
elevaron hasta que me sentí flotar.
¿Era
Louis? No recordaba tener la misa sensación cuando me estrechaba
entre sus brazos. El contacto con ese individuo traspasaba lo
sensorial, me sentía protegida como hacía años no me sentía.
Quería llorar, no por el dolor, sino porque pensé que estas
sensaciones se habían quedado en el aeropuerto de Hamburgo.
-Cariño.-
Su mano acarició mi cara y entonces abrí los ojos.- Hola,
princesa.- Su sonrisa me hizo imitarle.
-¿Qué
ha pasado? ¿Dónde estoy?- Él siguió sin apartar la vista de mí y
sin dejar de acariciarme el pelo.
-Estás
en el hospital, un coche te golpeó cuando estábamos discutiendo.-
¿Cómo? No recordaba nada de lo que estaba diciendo. No sentí
ningún tipo de dolor ni oí ningún coche.- ¿Te encuentras bien?-
Asentí con una sonrisa en los labios. Me había pasado con él
simplemente porque me había preguntado por esa persona cuando yo
misma le había empezado a contar todo.
-Louis,
siento haberme comportado así. Perdí los nervios y...- Me besó
antes de dejarme terminar la frase. Suponía que eso era un “estás
perdonada”.
-Te
quiero, princesa. A ti. No a tu familia, a tu hermano o a quién
demonios quiera, simplemente a ti.- Elevé mis brazos y él se coló
entre ellos para que yo lo abrazara. Los latidos de su corazón eran
ensordecedores y me hacía olvidarme de todo.
-Gracias.-
Le di un corto beso en los labios que lo hizo sonreír.
La
puerta se abrió de golpe y una mujer histérica como ella sola,
entró dando voces.
-¡Cariño!
¡Oh, Dios mío! ¡¿Cómo estás?!- Mi madre obvio por completo a
Louis y vino corriendo a abrazarme. ¿Por qué se desesperaba tanto?
Era obvio que no me había pasado nada y aunque me hubiese roto el
cráneo y la sangre me estuviera inundando el cerebro, tampoco me
moriría.
-Estoy
bien, mamá.- Ella me abrazó y comenzó a darme besos en la cabeza,
yo me limité a sonreír y a corresponder ese abrazo.- Te he echado
de menos.- Ella se separó de mí y me sonrió con dulzura. Quedaba
claro que esa sobre preocupación era una simple actuación para
actuar como una madre normal con su hija.- ¡Gordon!- Exclamé. Mi
padrastro se acercó a mí cuando mi madre se separó y me abrazó
con fuerza. A él sí que hacía tiempo que no lo veía y abrazarlo
así me transmitía todo lo que mi padre nunca hizo. Para mí, Gordon
era mi verdadero padre.
-¿Qué
ha pasado?- Gordon me revoleteó el pelo con esa dulce sonrisa.
-Louis
estaba allí, yo no me acuerdo de nada.- Mi madre y él se volvieron
a mirarle y noté como el corazón de Louis empezaba a latir
frenéticamente.
-Un...
Un coche... Un coche la golpeó y la lanzó varios metros. Los
médicos dicen que está bien salvo por el pie.- Todos miraron ahora
mi pie, incluida yo. Lo tenía vendado y me dolía cuando lo intenté
mover.
-Gracias
por cuidarla, cielo.- Mi madre abrazó a Louis para sorpresa de todos
y a éste casi le daba algo. Suponía que la sonrisa de Gordon se
debía a podíamos escuchar su sangre recorrer sus venas.
-¡Elizabeth,
eres una loca suicida!- Miré a la puerta y Bill se encontraba junto
con Shelly y la abuela.- ¡¿A quién se le ocurre andar por medio de
la carretera?!- Le saqué la lengua y él vino corriendo con cara de
indignación.- Cuando tu tobillo se ponga bien, preparate para correr
porque te voy a matar, mocosa.- Mi madre le dio un golpe en la cabeza
a Bill con esfuerzo ya que no llegaba a esa altura.
-¡No
le hables así a tu hermana!- Todos empezamos a reírnos. Miré a
Louis que sonreía felizmente. Mamá, Gordon y Bill se estaban
esforzando por parecer una familia normal y se los agradecía de todo
corazón.
Al
cabo de unas horas ya estábamos en casa. A parte de una lesión leve
en el tobillo que se me curaría en dos horas pero que debería
llevar una tobillera hasta pasada una semana para que Louis no
sospechase nada.
Me
senté en la silla del comedor de la casa que tenía ahora mi
familia. Mi madre nos había invitado a cenar a todos, incluido a
Louis para así conocerlo mejor. Esperaba que no empezaran las
preguntas incómodas para él porque si no sería una velada muy
larga.
Aún
estaba sola en el comedor y mi cabeza seguía barajando cómo me
había golpeado el coche si no había sentido nada. Según Louis, el
que me había atropellado era un ricachón de los que veraneaba en
las costas de la región y cuyo chófer se había llevado la bronca
del siglo por tal accidente.
¿Había
sido esa persona la que me había tocado, la de la voz armoniosa y
calmada? No entendía por qué había sentido todas esas cosas cuando
esa persona me tocó. Quizás fuese un vampiro. Hacía mucho tiempo
que no estaba en contacto con ninguno y posiblemente mi cuerpo
hubiese reaccionado de esa manera.
-No
poses el pie en el suelo o tu novio se dará cuenta de que es un
farol.- Gordon se había sentado a mi lado y me miraba con
admiración, con los mismos ojos que miraría un padre a su hija.
-Tienes
razón.- Le sonreí con la sonrisa más sincera que jamás había
salido de mí.- Gracias por hacer feliz a mi madre, Gordon, no sé
cómo pagártelo.- Él agarró mi mano y acarició el dorso con sus
dedos.
-No
soy yo la principal causa de la felicidad de Simone. Sé que no
quieres hablar de ello pero creo que deberías saber una cosa.- Sus
ojos le delataban y sabía el nombre que saldría de su boca a
continuación.
-Él
y mamá se llevan bien de nuevo.- Dije sin pensar. Mi sorpresa llegó
cuando Gordon afirmó mi teoría.- ¿Co... Cómo está?- ¡¿Qué
estaba haciendo?! ¡¿Por qué demonios le estaba preguntando eso a
Gordon?!
-Supongo
que bien.- Tenía un nudo en la garganta. Estaba rompiendo la promesa
que me había hecho al llegar a Burdeos, no volver a recordarlo, no
volver a hablar de él, no volver a llorar...- Lilith.- Gordon
acarició mi cara y me sacó de mi aturdimiento.- No puedes caminar
hacia el futuro si tu pie sigue atado al pasado.- Afirmé con la
cabeza ante tan sabio consejo. Me había aferrado a tener una vida
distinta, a empezar de cero cuando ni siquiera había empezado a
contar. Tenía que zanjar muchas cosas si lo que pretendía era ser
feliz junto a Louis.
-Gracias,
Gordon.- Él me atrajo y me abrazó con fuerza. No tardé en
corresponderle, me sentía muy bien con él.
-A
veces, todos necesitamos que nos abracen sin ninguna razón.- No me
extrañaba que mamá fuese feliz con él, Gordon era el hombre más
maravilloso que podría haber encontrado.
-Si
me disculpas, necesito llamar a Louis para ver si viene de camino.-
Me levanté con la ayuda de Gordon y la muleta.
Anduve
con dificultad hasta la puerta principal, como no era de extrañar,
dos guardaespaldas la custodiaban. Una reverencia les bastó para
dejarme pasar y salir al jardín. La muleta se quedaba atascada en el
césped y era casi imposible dar un paso, así que cuando tuve un
poco de estabilidad, saque mi móvil del bolsillo y llamé a Louis.
-¡Hola,
princesa! ¿Cómo estás?- Su voz me hizo sonreís inconscientemente.
Su alegría era capaz de llegarme incluso cuando hablábamos por
teléfono.
-Hola,
estoy muy bien. ¿Cuándo vienes?- Oí un suspiro a través del
móvil.
-No
sé qué ponerme. Te olvidaste contarme que tu familia tiene más
dinero de lo que yo podré ganar en toda mi vida.- Me reí ante su
tono de desesperación. No, no se me había olvidado contárselo, se
lo había ocultado.
-Louis,
no te preocupes, lo que más me gusta de ti es tu naturalidad.
Además... ¿Has visto a mi hermano Bill? ¿Crees que alguien se va a
fijar en tu ropa cuando él está delante?- Ambos nos reímos y él
pareció tranquilizarse.
-Está
bien, me has convencido. Me pongo lo que sea y voy para allá.
-Muy
bien. Ven pronto, por favor.- Sabía que estaba sonriendo al otro
lado aunque no hubiese ningún signo de ello.
-A
sus órdenes, princesa.
-¡No
tardes!
-¡No!
¡Te quiero!
-¡Adiós!-
Colgué con la sonrisa en los labios. Hacíamos tantas tonterías
juntos que el simple hecho de hablar con él por teléfono era
divertido.
Me
volví dispuesta a ir dentro de la casa de nuevo pero la muleta se
quedó atascada en la tierra. Intentaba sacarla pero el estar sin
comer y sin beber sangre, me sentía demasiado débil para sacarla de
ahí. Tiré y perdí el equilibrio de tal forma que el golpe que me
pegaría con el suelo me haría más daño que aquel coche de esta
mañana.
Alguien
me agarró y evitó que me cayera de bruces en suelo. Una vez que me
estabilicé, miré a mi salvador. Pelo rubio, ojos marrones claro,
gafas... Me sonaba pero no sabía ubicarlo en mi cabeza.
-Gra...
Gracias.- Él hizo una corta reverencia antes de apartarse y dejarme
ver aquello que había evitado desde hacía cinco años.
Seis
hombre vestidos de traje de chaqueta negro, con pinganillos en los
oídos y con gafas de sol pese a la oscuridad de estas horas de la
noche, se levantaban delante de mí. En medio de todos ellos, otro
hombre enchaquetado, con camisa blanca y corbata negra al igual que
el resto del traje me miraba. Tenía rastas negras recogidas y una
barba de tres días que quedaba eclipsada por sus ojos.
Casi
me volvía a caer cuando supe de quién se trataba. Parecía un
sueño, no, una pesadilla de la que esperaba despertarme. Quizás
estuviese aún en el hospital, sedada y que por culpa de la última
conversación con Louis, él había aparecido en mis sueños.
Todos
me hicieron una reverencia, excepto el hombre del medio, el cual
seguía manteniendo una batalla de miradas conmigo. Cuando todos los
hombres se levantaron, se quedaron mirándome. Esperaban una
respuesta por mi parte pero yo estaba tan congelada que me era
imposible moverme.
-¡Elizabeth!-
Todos nos volvimos, excepto él, a mirar hacia Louis, el cual venía
corriendo hacia mí. Pese a que lo veía como mi salvador, luchaba
para que mis ojos no volviesen a encontrarse con los suyos.- Siento
llegar tarde.- Louis miró hacia todos aquellos hombres y sonrió.
Cuando observé para quién iba ese gesto, me quedé hierática.-
¡Hola, Tom!- ¿Qué hacía? ¡¿Qué estaba haciendo Louis?!
-Vamos-
Su voz ¡Su voz! ¡Era la misma que había escuchado cuando el
accidente! ¡¿Había sido él?! El inombrable empezó a caminar
seguido de todo su séquito hacia el interior de la casa mientras yo
seguía allí parada.
-¿Estás
bien?- Me puse de cuclillas en el suelo y me tapé los oídos ya que
su última palabra seguía repitiéndose en mi cabeza.- ¡Elizabeth!-
Louis me imitó. Lo supe porque su mano estaba posada en mi hombro ya
que mis ojos estaban cerrados con fuerza.
-Dime
que es una pesadilla, Louis.- Él me abrazó con fuerza y yo me dejé
llevar.- ¿Por qué no me dijiste que había sido él?- Abrí los
ojos y los clavé en Louis, que me miraba sin saber de qué iba la
historia.
-¿No
lo habéis invitado porque te salvó la vida?- Preguntó confuso.
-¡Es
mi hermano! ¡Es Tom!- Louis se cayó al suelo. Ni siquiera él sabía
que el que me había llevado al hospital había sido él, el monstruo
del que habíamos estado hablando antes de que todo pasara.
-¿Ese
es tu hermano?- Afirmé con la cabeza y me puse de pie. Louis no
tardó en imitarme.- ¿Por qué va rodeado de guardaespaldas?- Empecé
a caminar hacia el interior de la casa, seguida de cerca por Louis.
No
me echaría atrás. No tenía nada por lo que huir de él, no le
tenía miedo por nada y mucho menos me iba a doblegar ante él. Él
había empezado una nueva vida sin mí y yo junto con Louis y eso era
bueno para los dos.
Entré
en el comedor y ya todos estaban sentados menos él. ¿Dónde estaba?
Mi madre hizo un gesto con la mano para que nos sentáramos y ambos
fuimos a nuestros respectivos lugares. Al lado de Bill había un
sitio vacío por lo que suponía que sería de él.
¿Cuándo
había llegado? ¿Por qué nadie me dijo nada? Clavé mi vista en
Bill que saboreaba una copa de vino. No tardó en sentir mi mirada y
devolvérmela. Sus ojos miel brillaban y me guiño un ojo cuando le
hice un gesto negativo con la cabeza. A veces, este hombre me
frustraba.
-¡Propongo
un brindis por todos nosotros, para que sigamos juntos hasta la
eternidad!- Todos se levantaron ante la propuesta de mi madre, menos
yo, que debido a mi pie no podía hacerlo.- Esperad, falta Tom.- Era
la primera vez que veía a mi madre sonreír al decir su nombre y sin
pensarlo, yo también lo hice. Se llevaban bien de nuevo, habían
olvidado sus diferencias y todo gracias a que yo había desaparecido
de sus vidas.- Tom, cariño, ven rápido.- El susodicho apareció en
un abrir de ojos, cogió su copa y la levantó como todos.- Por
nuestra pequeña.- Dijo en un tono más bajo aunque todos sonrieron y
me miraron, todos menos él, que ya había empezado a beber.
-¡Vamos
a comer que tengo hambre!- Gritó Shelly.
-¡Eso,
eso!- Dijo Bill, animando a mi hermana.
Al
vernos a todos así reunidos parecíamos normales. No éramos
vampiros, simplemente seres que se reunían con su familia para
comer. Me gustaba vernos así aunque hubiese sido mejor si él no
hubiese estado aquí. Cada vez que lo miraba, estaba absorto en su
móvil o hablando con Bill. Me resultaba tan extraño verlo
enchaquetado, con barba y con las rastas que un día
desaparecieron...
-Tu
familia es un desfase.- Me susurró Louis al oído. Él no sabía que
era para nada, salvo mi abuela y Shelly, todos los allí presentes
podían escuchar perfectamente todo.- Espero que pasar estas
vacaciones con ellos te ayude a retomar la relación con tu familia.-
Louis me dio un dulce beso en la frente. Me sentí incómoda cuando
lo hizo, en otro momento no pero delante de ellos todo lo relacionado
con Louis se convertía en algo completamente extraño y más si
sentía como todos, a su manera, me miraban.
-Supongo...-
Le sonreí y me volví a mirar a la abuela. Estaba feliz, sonreía
mientras hablaba con mi madre y Gordon. Me encantaba verla así,
había sufrido mucho cuando me vio aparecer en la puerta de su casa,
llorando y suplicándole de rodillas que me dejase vivir con ella.
Aghata nunca me preguntó nada sobre el porqué de mi llegada aunque
ella era una de las personas a las que más explicaciones le debía.
-Bueno,
cielo, cuéntame cómo conociste a Louis. Creo recordar que nunca me
lo dijiste.- Casi me atraganté con el vino cuando mi madre dijo eso.
No quería hablar de Louis y mucho menos delante de él.- Cuéntanoslo
tú, Louis.- No reconocía ningún rastro de maldad o doble intención
en el tono de mi madre aunque eso me tranquilizaba, una parte de mí
luchaba para no mirarle y ver su cara de pocos amigos mientras miraba
a mi novio.
-A
Elizabeth se le estropeó el coche en medio de la carretera y yo que
pasaba por allí la ayudé.- Lo había dicho tan rápido que ni yo me
había enterado. El pobre estaba tan nervioso que le era casi
imposible hablar.
-¡¿Tienes
coche?!- Exclamó Bill con la boca llena de... ¿pan?
-Sí.-
Respondí orgullosa. Me había sacado el carnet a la primera pese a
que Shelly y la abuela no apostaban un céntimo por mí.
-¡¿Quién
cojones te ha dado un carnet de conducir a ti con lo torpe que
eres?!- ¡Pero sería...! Todos comenzaron a reírse aunque a mí no
me hacía ni pizca de gracia. Me estaba dejando en vergüenza delante
de Louis y éste se estaba descojonando del comentario de Bill.
-¡Cuando
quieras te demuestro lo buena que soy conduciendo!- Le desafié.
-Te
tomo la palabra, enana.- Me apuntó con el tenedor, con gesto
desafiante y yo no pude evitar sonreír. Bill podía ser muy payaso
cuando se lo proponía.
La
cena transcurrió sin más incidentes aunque sí con otras bromas de
Bill hacia mí, mi madre regañándole por decir tacos y por más que
una pregunta a Louis sobre su trabajo, su familia y poco más. Sin
embargo, él no había abierto la boca en toda la velada, nadie le
había preguntado nada ni él le había dicho nada a ninguno de
nosotros salvo a Bill en algunas ocasiones.
Quería
hablar con él, preguntarle por cómo había sido su vida estos cinco
años pero me daba miedo. ¿Y si él no quería hablar conmigo? Lo
más doloroso de todo esto era que no habíamos acabado mal sino
simplemente por el hecho de que ambos nos hacíamos daño mutuamente,
no estábamos destinados a estar juntos... Sin embargo, eso no
significaba que tuviéramos que olvidarnos el uno del otro aunque eso
fuese lo que yo había estado haciendo todo este tiempo.
Cuando
nos sirvieron el postre, mi mente ya barajaba la posibilidad de
hacerle alguna pregunta ya que al estar rodeados de todos no se
atrevería a decir nada fuera de lugar. Me metí un trozo de helado
de chocolate en la boca y pensé cómo entablar conversación con él
ahora que todos parecían estar sumergidos en sus propias
conversaciones.
-¡Oh,
Thomas!- Louis lo llamó de repente, dejándome aturdida y nerviosa.-
Muchas gracias por llevar a Elizabeth al hospital.- Él por fin
levantó la mirada de su móvil y la clavó en Louis. Sus profundos
ojos miel sin vida se penetraron a los de Louis, haciendo que este se
estremeciera.
-Es
lo mínimo que podía hacer, es mi hermana.- Mi hermana... ¿Eso era
yo? ¿Su hermana? ¡Claro que sí! Entre él y yo sólo había un
lazo sanguíneo que nos unía como con Bill. Éramos hermanos y el
pasado no tenía por qué perturbarnos. Como me había dicho Gordon,
para seguir hacia el futuro hay que zanjar los asuntos del pasado.- Y
por favor, llámame Tom.- Louis asintió con una sonrisa y éste se
la devolvió. ¡Un momento! ¡¿Tom estaba sonriendo?!- No es la
primera vez que la salvo así que para mí se ha convertido en algo
normal.- Ambos me miraron, esperando una respuesta que se había
quedado atravesada en mi garganta.
-Siento
causarte siempre tantos problemas.- Lo miré, me miró, nos miramos y
nos transmitimos cosas que sólo nosotros podríamos sentir.
-Supongo
que para eso están los hermanos mayores.- Sonrió. ¡Me sonrió! Y
la cuchara casi se me cayó de la mano. ¿Quién era esta persona? Me
quedé mirando la sonrisa que durante tanto tiempo me había costado
sacarle. Era tan preciosa tan pura y tan triste a la vez, que mi
corazón inerte se estremeció.
-A
mí me hubiese encantado tener un hermano mayor o pequeño, ser hijo
único es un coñazo.- Tom se metió un trozo de helado en la boca y
se quedó mirando fijamente a Louis.
-Tener
hermanos no es siempre bueno.- Me miró y yo bajé la cabeza hacia mi
helado.- Piensa que podría tocarte un hermano como Bill.- Louis
comenzó a reírse como un loco mientras Tom permanecía impasible,
comiendo como si nada.
[…]
-Cariño,
deberías quedarte esta noche aquí, al menos hasta que te recuperes
un poco.- No sabía por qué se preocupaba tanto mi madre si sabía
que un par de horas la lesión desaparecería o mínimo hasta que
bebiera un poco de sangre...
-No
te preocupes, mamá, estoy bien.- Ella negó con la cabeza. Eso no la
convencería.
-Insisto,
necesito pasar una noche contigo.- Asentí tras pensarlo unos
minutos. Hacía más de cinco años que mi madre y yo no habíamos
tenido una conversación decente pese a que ella era la única que me
había llamado día sí y día también, y la que nunca me preguntó
nada por el motivo de mi huida.- Perfecto.- Su sonrisa podía
iluminar todo el jardín donde nos encontrábamos todos. Estaba
feliz, Gordon sonreía al verla así, la abuela igual, Shelly y Bill
bromeaban y Tom... Él se dejaba caer en una columna del porche,
observando a todos los allí presentes.- ¿Hijos, por qué no
acompañáis a Louis a casa? Es tarde y no me gusta que ande por ahí
solo.- Bill afirmó y Tom comenzó a caminar hacia la puerta.
-¡Yo
también voy!- No me lo pensé y lo solté de golpe ante el asombro
de todos. Tenía miedo de dejar a mis dos hermanos con Louis a solas.
Los conocía demasiado bien para dejarlos devorar al pobre chico de
camino a su casa.
-Pero,
princesa, si apenas puedes andar.- Dijo Louis a la vez que besaba mi
frente.
-Iremos
en mi coche.- Como de la nada, un coche se detuvo en la puerta
principal. Uno de los hombres que antes habían acompañado a Tom le
entregó las llaves a éste bajo el grito de asombro de Louis. No
reconocía ese coche, no era su Cadillac blanco, sino un deportivo
que parecía ser bastante caro.
-¡Vámonos!-
Bill le dio una palmada a Louis que lo obligó a empezar a caminar.
-¿Puedes
caminar?- Me preguntó Louis preocupado. Asentí y empecé a andar.
Ya casi no me dolía el pie y estaba segura que mañana no tendría
nada aunque debería seguir con la venda para que Louis no sospechara
nada.
Me
monté en los asientos traseros junto a Louis y en menos de un
segundo ya estábamos de camino hacia su casa. El coche apenas hacía
ruido y parecía volar sobre la carretera. Miré a Tom por el espejo
retrovisor pero lo único que podía alcanzar a ver eran sus ojos.
Como siempre, su concentración en la carretera y el silencio
sepulcral hacían acto de presencia. Sus ojos miel estaban fijos en
el asfalto, dejando a un Tom absorto en sus pensamientos.
Cuando
volví a mirar al espejo, nuestra miradas se cruzaron. Mi cuerpo se
contrajo, mis ojos se abrieron como platos y mi sangre empezó a
hervir. No pude aguantar su mirada y la desvié hacia mis manos. ¿Qué
me pasaba? Estaba nerviosa, quería salir del coche e irme a casa.
Hacía tiempo que no tenía esa sensación cuando alguien me miraba
ya que eso sólo lo conseguía él.
-Hemos
llegado.- Miré por la ventana y la casa de Louis se levantaba ante
nosotros. Ahora que había estado en la casa que tenía mi familia a
escasos kilómetros de aquí, la humildad de esta era más que
notable. Sentí como Louis se movía inquieto en su asiento y supe de
inmediato que estaba incómodo por la sencillez de su hogar frente al
lujo donde había estado antes.
-Gracias
por traerme, no deberíais de haberos molestado.- Salió del coche
sin ni siquiera despedirse de mí y cerró con delicadeza.
-¡Adiós,
Louis!- Gritó Bill por la ventana del copiloto. Louis se volvió e
hizo un gesto con la mano para despedirse.- ¡Por fin!- Bill sacó
algo de la guantera del coche. Eran latas de refresco o algo parecido
que nunca había visto.- Toma.- Mi hermano me tendió una justo en el
momento en el que el coche se puso en marcha.
-¿Qué
es?- Le di la vuelta para ver si podía adivinar qué clase de
refresco era.
-Es
sangre.- La lata se cayó de mis manos en cuanto oí a Bill.-
Artificial, no te preocupes.- La abrí y la olí mientras intentaba
detectar el olor de la sangre.
-No
huele a nada.- Dije confundida.
-Sólo
sirve para saciar la sed.- Aclaró Tom, dejando que millones de
escalofríos recorrieran mi columna.- Aunque esto no te va a ayudar a
que se cure antes tu tobillo.- Le di un pequeño sorbo a aquel
líquido rojizo aunque un poco aguado. Tenía un sabor parecido a la
sangre pero era mucho más líquido y, por supuesto, no provocaba el
placer que la sangre humana daba.
-Es
un asqueroso invento para que se controle los ataques hacia los
humanos. Cada vez hay más Niveles E sueltos por ahí.- ¿Niveles E?
Esos eran los vampiros que una vez fueron humanos y que habían sido
mordidos por nobles u otros Niveles E.- Procura mantenerte siempre
alejada de ellos.- Asentí pese a que sabía que Bill no me estaba
viendo. Nunca me había cruzado con un Nivel E y desconocía cómo se
comportaban.
-¿Cómo
son?- Pregunté sin dejar de mirar aquella lata.
-Monstruos
sin razocinio y que se mueven en busca de sangre sin importar nada
más que alimentarse.- Contestó Tom. ¿No éramos eso nosotros?
-¿Qué
nos diferencia de ellos?- El coche se detuvo justo delante de la
puerta principal de la casa de campo de los Kaulitz.
-Si
lo piensas, somos iguales.- Su voz sonó rota y eso me estremeció.-
No salgas del coche.- Dí un salto en mi asiento cuando lo escuché.
Bill no tardó en salir del coche para que sólo Tom y yo nos
quedásemos dentro.- Lilith...- Su voz mencionando el nombre de aquel
monstruo que decidí enterrar era espeluznante.- Hace cinco años
todo se acabó.- Sus manos apretaron con fuerza el volante mientras
su cabeza estaba agachada.- Este tiempo me ha servido para darme
cuenta de muchas cosas por eso yo...- Se dio la vuelta, clavando su
fuerte mirada en mí.- Quiero comenzar de nuevo contigo.- Contuve
todo el aire que pude en mis pulmones y lo solté de golpe cuando vi
su media sonrisa.
-Yo...
-Olvida
todo lo que pasó entre nosotros, sólo quiero ser tu hermano.-
Quería hacer las paces conmigo, como si nada hubiese pasado. ¿No
era eso lo que yo quería?
-Ya
lo intentamos una vez y no funcionó.- Estreché aquella lata de
sangre artificial en mis manos para así controlar los nervios y
aclaras mis pensamientos.
-Pero
antes no habíamos pasado cinco años separados.- Esta vez fui yo
quien lo miró. Nos quedamos largos segundos mirándonos mutuamente,
intentando meternos en la mente del otro.
-Me
prometiste que después de aquel beso no te volvería a ver.- Su
rostro se contrajo, no le había gustado eso e iba a explotar... o
eso creía.
-Intenté
olvidarte una vez más pero es imposible por mucho que quiera.- De
nuevo ese dolor en mi barriga y la irritación en mis ojos.- No puedo
permanecer alejado de ti pero tampoco quiero estar tan cerca porque
eso te hace daño.- Mis lágrimas comenzaron a caer después de cinco
años y eran como lava atravesando mi cara.
Salí
del coche con la sangre congelada. Quería gritar todo lo que durante
tanto tiempo había guardado pero antes de que lo hiciera, Tom se
puso delante de mí. Sus manos se posaron en mi cara y secaron mis
lágrimas con cuidado, como si el contacto con mi piel le produjese
dolor.
-¿Ves?
Aparezco y lloras de nuevo.- Dolía escuchar ese tono frío pero
cálido a la vez, dolía sentir sus manos en mí una vez más, dolía
saber que Tom me había olvidado y que quería ser mi hermano, dolía
pero me hacía tremendamente feliz.- Podemos hacerlo, Lilith.- Una de
sus manos se puso en mi espalda y me pegó a él con fuerza. Tom me
estaba abrazando por segunda vez. Esperé a escuchar el latido de su
corazón pero no lo escuché, él no era Louis. Nuestro abrazo era
frío pero cálido al mismo tiempo. Sus brazos me apretaban con
fuerza contra su duro pecho a la vez que mis manos luchaban por
levantarse y corresponderle.- ¿Aceptas?- Afirmé con la cabeza aún
pegada a él.- Bien.- Me alejó de él y volvió a clavar sus ojos en
mí.
-Comencemos
de cero.- Sonreí para mostrarle que estaba bien pese a las lágrimas.
Había estado llorando por la tensión de volverlo a tener delante,
no porque me hiciese daño tu presencia tal y como él creía.
Puso
su mano en mi cabeza y me revolvió el pelo de la misma forma que
hacía cuando éramos pequeños, se dio la vuelta y emprendió rumbo
a la casa. Observaba su silueta caminar con tranquilad como si tal
cosa. No estaba segura de si podía confiar en él de nuevo, me
costaría saber cuáles eran las verdaderas intenciones de Tom pero
una cosa estaba clara, estaba dispuesta a empezar de nuevo con él
porque me había dado cuenta que él siempre sería una parte
esencial en mi vida.
Tom
era un vampiro como yo, mi líder, mi hermano...
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