Capítulo 1

Capítulo 1


-Mamá, ¿dónde está Poppe?- Mi hermana no se callaba. Llevaba preguntando por su osito desde que salimos de casa. Mi madre lo había metido en el maletero en un descuido de Shelly y ahora ésta no paraba.

-Cariño, Poppe está en el maletero con el resto de tus juguetes. Todos están durmiendo. ¿Verdad que sí, mi amor?- Mi madre, con cara de desesperación miró a mi padre, que estaba observando la carretera con una frustración enorme.

-¿Qué? ¡Ah! Sí, sí,... el maletero.- Miró el GPS por decimocuarta vez desde que salimos.

-Ves tesoro, tooodos están bien.- Mamá resopló y siguió mirando por la ventana. Yo sin embargo ya estaba aburrida de tanto paisaje. Bueno, paisaje por llamarlo de alguna manera. Todo era bosque, bosque, bosque, bosque, cabras, bosque, bosque, vacas, bosque, un chico, bosque, bosq...Me giré deprisa mirando por el cristal de atrás. Ese chico, era el que me había salvado aquella vez. Otra vez la misma sensación. Desde aquella noche, hace ya un mes, lo veía por todas partes. No podía sacármelo de la cabeza. Sólo pensaba en él y ni siquiera sabía su nombre. Cuando miré ya no estaba. Era más que razonable que mi cabeza me la estaba jugando otra vez.

-¡ELIZABETH! Por el amor de Dios, te estoy hablando.- Me giré en cuanto oí el tremendo gritó de mi madre llamándome.

-¿Qué? Lo siento mamá, no te estaba escuchando.- Me disculpé. No había nada que le diera más rabia a mi madre que repetir las cosas más de una vez.

-Es obvio que no me estabas escuchando. ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas unos días como en otro mundo.- Y tenía razón desde hace un mes estaba peor que de costumbre. No comía, no dormía,... y cuando lo intentaba, me despertaba y lo encontraba allí, en medio de la oscuridad de mi habitación, mirándome. Justo en ese momento un escalofrío recorría mi cuerpo y apretaba los ojos fuertemente. Cuando los abría ya no estaba.- Lizzy, cuando estemos en casa de la abuela, le diré que te prepare tu pastel favorito. A ver si así comes un poco. Ya verás la ilusión que le hace veros. Hace mucho tiempo que no vamos, se pondrá muy contenta y...- Llegó un momento en el que dejé de escucharla. Estar en el campo me sentaría bien. Me ayudaría a despejarme y no pensar en él.

Yo también tenía ganas de ver a mi abuela, la mujer que me había criado cuando mis padres no tenían mucho dinero y yo nací, empezaron a trabajar los dos. Esa mujer que lo había dado todo por su hija y ésta sólo la venía a ver una vez cada dos meses. Mi abuela había preferido quedarse a vivir en el campo antes que irse a la ciudad. Cuando mi abuelo murió, mi madre le dijo que se viniera a una casa cerca de la nuestra. La respuesta fue un rotundo “no”. No sé que le veía de entretenido estar en una casa alejada de toda muestra de civilización, con vacas, pollos y todo eso.

-Ya estamos llegando. Menos mal porque ya me iba a dar algo.- Mi madre se echo aire con la mano en modo de abanico. Era demasiado exagerada. En los campos de Burdeos no hace tanta calor, sino que corre una pequeña brisa refrescante que te pone la piel de gallina.

Mi padre aparco en frente de la casa que se levantaba gloriosa en medio del claro del bosque. Ya era antigua. Mi abuelo la había construido con sus propias manos antes de casarse con la abuela.

-¡Hija!- Mi abuela salió corriendo de la casa. Estaba igual que siempre parecía que los años no pasaban por ella.- ¡Qué alegría volver a veros! Dios mío, Shelly, que grande estás.- Mi hermana salió corriendo en su dirección para abrazarla.
-Hola abuela. Mira,dentro de poco cumplo cuatro años.- Y enseñó cinco dedos.
-Que grande. Dentro de nada serás toda una mujercita como Elizabeth.- Su mirada se dirigió hacía mi, que observaba la escena con una sonrisa en la boca. Mi abuela empezó andar hasta donde yo estaba y se paró justo en frente. Me echó una mirada de arriba a abajo.- Estás guapísima tesoro.- Y acto seguido, abrió los brazos esperando a que yo me refugiara entre ellos. Y así lo hice. Sus brazos rodearon mi cuerpo y pude sentir los latidos de su corazón retumbando en mi cabeza, un sonido tan relajante y armonioso, a un mismo ritmo, imposible de describir.
-Hola abuela, ¿cómo estás?- Retiré mi cara de su cuerpo y aflojé aquel agarre en el que me sentía muy cómoda. Es extraño. Jamás me había sentido así en los brazos de nadie, ni con mis padres tenía esa sensación de tranquilidad y protección.

-Muy bien.- Dijo sonriendo.- La pregunta es... ¿Cómo estás tú?- En ese momento la sonrisa desapareció de su cara y me miró con unos ojos melancólicos. No entendía muy bien esa reacción.
-Mamá, Lizzy está bien. Lleva unos días un poco intranquila pero se le pasará, ¿No dicen que el campo es relajante? Estar desconectados de la ciudad nos vendrá muy bien a todos.- Mi madre salió de la nada cargada de maletas junto a mi padre. Apenas me dio tiempo responder.

Una vez entraron todos, me quedé un rato afuera mirando los árboles que rodeaban la casa. Era un aire distinto al de la ciudad y no había ruido, sólo se escuchaba el canto de los pájaros.
Me encaminé de nuevo hacia la casa, a paso lento. La verdad, no me apetecía mucho entrar. Sabía las conversaciones absurdas que se tienen el primer día que ves a algún familiar después de un tiempo, “Que como estaba de grande”, “Que si ya tenía novio”,... Preguntas estúpidas para pasar el rato.

Cuando por fin entré, estaban todos en el salón con tazas de té, Shelly estaba dormida con la cabeza puesta en el regazo de mi abuela. Esta cría cuando dormía tenía carita de ángel pero cuando estaba despierta era un trasto. Me salió una sonrisa inconsciente hasta que se percataron de mi presencia. Los ojos de todos se giraron en mi dirección.

-Hija, estábamos hablando de ti.- ¿En serio? No me había dado cuenta (notesé la ironía)- Tu abuela dice que estas muy grande y que cada día te pareces más a ella cuando era joven.- Sonreí sin ganas y fui directa a coger a mi hermana para llevarla a su habitación. Era mas que obvio que no estaban hablando de eso. La cogí en brazos y empecé a subir las escaleras. La madera rechinaba bajo mis pies, es normal cuando la casa tiene más de 40 años.

Abrí la puerta de la habitación como pude y recosté a Shelly sobre ella, arropándola para que no cogiera frío. Un escalofrío recorrió mi espalda y me giré. Hay estaba él, observándome con esos ojos que no podía sacar de mi cabeza, esa mirada que congelaría al propio fuego. A partir de ese instante no recuerdo nada más, sólo la figura de la persona que impidió que me suicidara y al que mi propio cuerpo no podía sacar de mi mente ni un solo segundo.




-Tiene fiebre. ¿No será mejor que la llevemos a un hospital, mamá?.- Era la voz de mi madre. La escuchaba lejana, como un eco inaudible.
-Parece que se le está bajando. No es nada, no te preocupes.
-Lleva unos días muy extraña. Ya no sé lo que le pasa. Un día llegó de la universidad, se encerró en su habitación, salió de casa sin decir nada y cuando regreso me pareció ver que había estado llorando. Mamá, Elizabeth ya no es una niña. No puedo controlarla y eso me desespera.-Ese maldito día en el que me di cuenta de que todo lo que Jake me decía había sido mentira.
-No puedes controlar eternamente a tus hijas, Carol, y menos a Elizabeth.
-Lo sé, pero esta situación me supera. Sé que no duerme. Por las noches oigo sus llantos, necesito saber que le pasa.- ¿Mis llantos? Las lágrimas derramadas por el ángel de mis pesadillas... Él. Fue lo último que vi antes de llegar aquí. Quizás la fiebre me había jugado otra mala pasada. ¿Por qué no podía sacarlo de mi cabeza? ¿Por qué mi mente me hacía esto? ¿Me estaba volviendo loca? Demasiadas preguntas sin respuestas.

Abrí los ojos lentamente. La luz de la habitación hizo que los volviera a cerrar de nuevo. Me dolía la cabeza y me notaba el cuerpo pesado. Mi madre y mi abuela me observaban en silencio esperando una reacción por mi parte. Me llevé las manos a la cara y suspiré lentamente. Me giré y miré a mi madre ¿Había estado llorando? Tenía los ojos enrojecidos y una sonrisa triste en la cara.

-Hija, ¿estás bien?- Moví la cabeza en señal de afirmación y sonreí para que se tranquilizara.- Que susto nos has dado. Escuchamos un golpe tremendo de arriba, pensábamos que tu y Shelly estabais jugando pero tu hermana bajo corriendo y dijo que te habías caído. Gracias a Dios que estás bien.
-Estoy bien. Como no he desayunado, quizás se me haya bajado un poco la tensión. No os preocupéis. Me voy a dar una ducha y me vuelvo a la cama. Mañana estaré mejor.- Y dicho ésto a una velocidad inimaginable, me levanté y empecé a sacar mi pijama de la maleta.
-No deberías de levantarte. ¿Por qué no descansas y ya te duchas mañana? Deberías descansar.- Mi madre me miró con cara de preocupación.
-Carol, deberíamos de hacerle caso a ella. Es toda una futura doctora.- Mi abuela sonrió y me guiñó un ojo. Yo le devolví la sonrisa y puse rumbo hacia el baño.
-Como quieras. Si necesitas algo llámanos.- Gritó por último tras la puerta cerrada del baño.

Me desnudé y me miré en el espejo. Mi cuerpo estaba más delgado que antes. No tenía un aspecto saludable y ya apenas contaba con pechos propios de mi edad. Me encaminé hacia la bañera para abrir el grifo y ésta comenzó a llenarse. Un baño me vendría bien. Lo necesitaba para despejarme. El sonido del agua cayendo me reconfortaba. En París, todo eran duchas ligeras y sin tiempo.
La vida del campo sería más sosegada y tranquila.

Me metí en la bañera. El agua estaba a una temperatura ideal. Sentí el cambio de temperatura en mi cuerpo con un pequeño escalofrío. Recordé aquella vez que fui a la playa con Jake.


Flashback


Acabábamos de bajar del avión que nos había traído hasta Mallorca. Sería un viaje entretenido. Rabiamos viajado como despedida del instituto, para el año que viene comenzaré mis estudios en la universidad y me convertiré en una auténtica doctora.

-Sol, playa, calor y una chica maravillosa a mi lado ¿Qué más puedo pedir?- Reconocería la voz de Jake por muy bajito que éste hablara. Jake me giró y me dio un tierno beso en los labios.
-Como nos vean los profes nos mandan de vuelta a Francia.- Le devolví el beso y fui hasta la cinta que me traería de vuelta mi maleta.
-Vamos nena, no seas aguafiestas. Cuando lleguemos al hotel... te puedes venir a mi habitación un ratito. Yo me encargo de echar a los dos gilipollas estos.- Dijo mientras señalaba con la cabeza a Brian y a Erik.
-Jake, pensaba que ya habíamos hablado de esto antes de salir del avión, ¿me equivoco?- Enarqué una ceja esperando a que respondiera. Jake como señal sólo bajo la cabeza y se puso a mi lado a esperar su maleta también.

Cuando llegamos al hotel y nos instalamos, bajamos a la playa. La arena era oscura y el agua transparente. Podía verme los pies desde dentro. Salí del agua, me reilé en la toalla y miré a ver si encontraba a Jake. No había bajado, así que me vestí y me dirigí al hotel.
Cuando llegué, escuche murmullos en la habitación. Estaban hablando de chicas y fútbol. Me puse a escuchar detrás de la puerta (que sé que está mal, pero yo soy así)

-...Y entonces se la metí hasta la garganta y la tía no se quejaba. Jajaja.- Pero sería guarro Erik, que asco me daba. Y pensar que una de mis mejores amigas era su novia. ¡Qué estaban hablando de ella! Puse más empeño en escuchar la conversación.
-¿Y Lizzy a ti te hace lo mismo ,Jake?- Dijo en tono burlón.
-Que va. Tío estoy harto. “Que si sólo llevamos tres meses saliendo...”, “Que si sin condón no...”. Joder, me duelen ya las pelotas. - Los tontos de sus amigos empezaron a reírse y yo me quedé de piedra. ¿Es eso lo que realmente quería Jake?¿Sólo sexo?

Recuerdo que ese día no salí de la habitación y que no le dirigí a Jake la palabra en todo el viaje. Aunque insistiera. Hasta que un día, ya en París, lo arreglamos todo. Bueno, el me convenció como de costumbre y yo, tonta, le creí.

Quizás en ese momento debería de haberme dado cuenta de lo que pasaría luego. Jake se tiró a mi mejor amiga en los baños de la universidad. Cuando los vi, salí corriendo de allí, Jake ni siquiera se molestó en seguirme para darme explicaciones, aunque no lo hubiera escuchado de todas formas.

Llegué a casa y tras tirar todo lo que pudiera recordarme a él, me dispuse a salir de casa para despejarme.
Subí a la azotea de la biblioteca, desde allí se podía divisar casi toda la ciudad. Me acerqué al borde de ésta y miré hacia abajo. Se me vinieron muchos momentos que pasé junto a Jake. Yo lo quería demasiado y yo para él sólo había sido una más en su vida. A saber a cuantas tías se habría tirado antes de la novia de su mejor amigo. Las lágrimas empezaron a salir de nuevo y miré hacia abajo. Estaba a unos cincuenta metros del suelo. Tampoco era mucho si me tiraba, ¿no?. De repente, imágenes de Shelly, de mis padres,... se me vinieron a la cabeza. ¿Valdría la pena seguir viva por ellos? Ellos se merecen vivir felices. No conmigo.
Me subí al borde y tomé aire profundamente. Ahora o nunca.

-Huir es de cobardes.- Me giré rápidamente. Al lado de la puerta por donde había entrado, se encontraba un chico alto, moreno, con el pelo trenzado, con ropa ancha y un cigarrillo en la mano. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí?
-Y fumar mata.- Una pequeña carcajada salió de su boca. Yo miraba hacia el suelo de abajo. ¿Todavía estaba a tiempo de tirarme?

Sentí pasos acercarse a mí. Notaba su mirada clavada en mi cuerpo. Se situó dejado caer en la barandilla, que separaba la azotea de mi próxima parada.

-Lo que piensas hacer también mata.- Soltó el humo que retenía sus pulmones por la boca y se giró a mirarme.-Si lo vas a hacer, aprovecha. No hay mucha gente.- Tenía razón. Ahora no pasaba mucha gente y si lo hacía, no se convertiría en un espectáculo.
-Estarás pensando que soy una loca suicida.- Por primera vez desde que se había puesto a mi lado me giré a observarlo. Jamás había visto unos ojos tan atrayentes. Eran como si estuvieran pintados en su cara. Ni una muestra de imperfección en su rostro. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Podría pasar horas observándole.
-No. Sólo pensaba que no merece la pena acabar con tu vida por un tío.- Y en ese momento la sangre se me congeló. Notaba que no tenía pulso y un pequeño mareo se apoderó de mí. ¿Cómo sabía eso? Por un momento se me nubló la vista y noté un fuerte golpe en mi espalda. ¿Me había tirado ya?

Cuando abrí los ojos, me encontré tirada encima de algo blandito con mi desconocido salvador debajo mía.

-Lo...lo...siento.- Me levanté apresurada y me coloqué bien la ropa.-Dios que vergüenza.- Me tapé la cara con las manos y me giré para no mirarlo. Creo que me había puesto roja.
-Procura que no tenga que salvarte siempre.- Sonó como una orden.- Serán unas vacaciones divertidas.- Y justo cuando me volví, ya no estaba. ¿Dónde podría haber ido? ¿Tan deprisa?

Cuando regresé a casa, me duché y me metí en la cama. No podía dormir. Las imágenes del día se me venían a la cabeza como diapositivas. Pero lo peor de todo es que sólo una persona salía en todas ellas...Él. Esa noche, cuando me desperté, lo vi allí ,en una oscura esquina de mi habitación, mirándome con los mismo ojos de esa tarde.

Desde aquella noche lo veía por todas partes.

Fin Flashback

El baño sin duda me había relajado bastante. Así, que salí de la bañera, me relié la toalla alrededor de mi cuerpo y entré en mi habitación. Mañana metería la ropa en el armario. Ahora sólo me apetecía dormir.
Me llamó la atención un cuadro bastante antiguo que estaba colgado en la pared.
En el se encontraban mis abuelos con unos veinte años, una mujer y un hombre de unos treinta y pocos años, tres niños y una niña. Me pareció curioso un detalle de los niños, dos de ellos eran idénticos, como dos gotas de agua. Leí la inscripción que había a pie de foto:

Familia Depardieu y familia Kaulitz 11 de Julio de 1955

La foto sin duda era bastante antigua. Nunca había escuchado hablar a mis abuelos de ninguna familia Kaulitz. El apellido, sin duda, no era francés. Quizás, fueran vecinos que ya vivían aquí antes de llegar mis abuelos. Ya se lo preguntaría a la abuela mañana.
Volví a mirar la foto. Los niños idénticos me resultaban bastante conocidos, como si ya los hubiera visto antes. Me fijé detenidamente en ellos. Sus ojos. Eran los mismos que los del chico que me salvó. Me estaba obsesionando demasiado con él. Era imposible que él fuera uno de los chicos de la foto, ni siquiera mis padres habían nacido por esas fechas.
Dejé de darle vueltas a una cosa tan sin sentido y me quedé profundamente dormida con la foto entre mis brazos.

Esa noche también le vi, pero esta vez no cerré los ojos.. sino que me quedé mirándolo hasta que poco a poco, caí en un sueño del que me costaría despertar al día siguiente.

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