Capítulo 39

Capítulo 39


“Y su cabeza rebotó en el suelo dejando su cuerpo inmóvil sobre el césped humedecido de la noche anterior. Aquella rama había quebrado bajo sus pies haciéndola perder la conciencia o simplemente habiéndola matado. Esperé un minuto, dos minutos, tres minutos... y su cuerpo seguía sin moverse del suelo. Podría haber corrido a ver qué le pasaba a mi pequeña y por qué no se movía. Ese hubiese sido el camino fácil, pero de qué serviría. Él ya estaba allí velando por que sus ojos castaños volvieran a ver la luz del sol. Los suyos se clavaron en los míos que lo miraban como siempre desde la ventana de la cocina. Sólo abrió la boca para enseñarme el monstruo que era. Y se fue. Dos segundos antes de que Elizabeth abriese los ojos y me mirara sonriendo.”

                                                                            Luca Guilltone, 
Recuerdo de una vida oscura.



By Lilith



La sábana se posó lentamente sobre mis hombros después de que la cama se moviese ligeramente aunque apenas pudiera sentirla. De repente, el sonido de la puerta al abrirse me sacó de la nube en la que seguía flotando. Se iba, se iba creyendo que seguía dormida e inconscientemente sonreí ante la situación. ¿Enserio pensaba que podría dormir?

Abrí los ojos lentamente y me estiré en la cama. Mi habitación estaba a oscuras aunque se podía ver algo por los leves rayos de sol que entraban por la rendija entre las cortinas. Un pequeño detalle que se le había pasado por alto si pretendía que yo descansara un poco después de lo de anoche.


-Yo...- Me tapó la boca con su mano mientras seguía entretenido en mi cuello como otras muchas veces. Me hacía enloquecer con cada beso o caricia. No sabía si podría soportarlo durante mucho tiempo.

-No hables.- Quitó su mano y dejó de besar mi cuello para tumbarse a mi lado en la cama.- Olvídate de todo.- Respiraba agitado.- Sólo... olvídalo.- Palabras que se quedaban grabadas en mi cabeza pero que ahora, en este preciso instante, no podía analizar.- ¿Tienes miedo ahora?

-No.- Le contemplaba por el rabillo del ojo. Tenía una mano puesta sobre su cabeza y los ojos cerrados.- No si estás conmigo.- Estaba roja. Lo sabía por el calor que se había empezado a formar en mi cara.

-Bien...

¿Cómo iba a estar mal después de ese tan esperado abrazo? Me había sentido tan protegida y fuerte entre los brazos de Tom... No recordaba en qué momento exacto acabamos en mi habitación ni cuándo empezamos a besarnos. Pero sólo eso, besos. No había habido nada más ni ninguno teníamos la intención de continuar y sobrepasar el límite.

Tom se levantó de la cama colocándose bien la ropa. El pánico me empezó a invadir en cuanto lo vi dirigirse a la puerta. Salté de la cama, más bien volé para impedir que Tom saliera y se volviera alejar.

-¡No!- Me abracé a él, esta vez, sin obtener respuesta de su parte.- No te vayas.- Le supliqué. Lo apreté más contra mi cuerpo pero Tom parecía no reaccionar ante mis plegarias.

-¿Por qué quieres que me quede? Ya estás bien.- Escuchaba sus palabras resonar en su pecho y luego en mi cabeza.

-Volveré a estar mal si te vas.- ¿Dónde quedó esa promesa de no demostrale a Tom que lo necesitaba? Se había ido junto con lo poco de orgullo que me quedaba cuando pronuncié esa frase. Tom tendría que tener dibujada en su cara esa sonrisa que ponía cuando las cosas salían tal y como él quería.- ¿Te quedarás?- Su pecho se infló cogiendo aire.

-Sí.- Lo soltó lentamente, como si fuera una palabra difícil de decir.- Sólo porque estás asustada.- ¿Asustada? No me sentía así en este momento pero si Tom creía eso y era el motivo por el que se quedaba, no me importaría fingir.


Me quité de encima la sábana con la que Tom me había cubierto. Aún podía ver las marcas de mis colmillos en mi muñeca. Eran dos cicatrices en forma de círculo justo encima de mis venas. Las acaricié levemente recordando lo que pasó. De nuevo, un sentimiento de culpa se instauró en mi pecho. Culpa por no estar con Nate en estos momentos y sobretodo, culpa por no sentir la necesidad de estar a su lado porque prefería una y mil veces salir corriendo por la puerta y estar con Tom. Y eso, tal como había dicho mi hermano antes, era un acto egoísta. Tal vez sí fuera egoísta, tal vez me preocupara más mis propios sentimientos que el de los demás, tal vez... tal vez volvía a sentir lo que una vez juré encerrar para siempre en lo más profundo de mí.

Bajé las escaleras y llegué hasta el salón donde mi madre, Gordon y Bill hablaban entretenidos y entre risas.

-Buenos días.- Dije cuando me senté junto a Bill en el sofá.

-Buenos días, bella durmiente.- Gordon me sonrío como lo haría un padre pero era eso en lo que él se había convertido para mí. Le devolví la sonrisa, la más sincera y profunda que había soltado hasta el momento.

-Has superado mi récord de dormir 24 horas sin despertarte. ¡Enhorabuena!- Bill me doy un abrazo que casi me aplastó, aun así, no sentía lo mismo que sentía con Tom- Estoy tan orgulloso de ti.- Puso una voz extremadamente patética como si estuviera llorando.

-No seas tonto.- Ambos nos empezamos a reír como si lo que hubiese dicho fuera lo más gracioso del mundo.

-Bueno, Lilith, ¿has pensado ya qué quieres que te traiga Santa Claus?- Mi madre cortó nuestras carcajadas con una pregunta que no sabía a qué venía.

-¿Santa Claus?- Pregunté confundida. ¿En qué día estábamos?

-Queda una semana para Navidad y todavía no nos has dicho qué quieres.- ¡¿Una semana?! ¡¿Tan pronto se había pasado esta?!

-No lo sé.- ¿Qué que quería? ¿Por dónde empezaba? Que Nate y Shelly estuvieran bien y felices, fuera de peligro y ajenos a todo esto. Sí, eso era lo que quería por Navidad.

-Un cerebro.- Tom apareció de la nada con las llaves del coche en las manos, por lo que supuse se dispondría a salir en breve. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí?

-La verdad es que le hace falta uno con urgencia.- Bill le siguió el rollo y Gordon asintió con la cabeza también.

-Que estoy delante.- Mi madre empezó a reírse y con ella todos los demás excepto Tom, que parecía perdido en el limbo.

-Yo creo que lo que más le urge es una sesión de peluquería.- Dijo Bill mientras me revolvía los pelos de la cabeza.

-Sí.

-Sí.

-Si hubiese sabido esto, no me hubiera levantado de la cama...- En ese momento me percaté de que era la típica escena familiar. Los hermanos metiéndose con la hermana pequeña y los padres riéndose de la absurda pelea entre sus hijos.

Miré a Tom de reojo. No parecía estar muy centrado en la conversación hasta que mi madre lo miró. Quizás no fuera una mirada de más de dos segundos pero bastó para que en la cara de mi madre se reflejara la mejor de las sonrisas. Todo su rostro pareció brillar cuando Tom también le sonrió, bueno, tal vez no fuera una sonrisa exactamente sino más bien, el intento de ella, pero bastó para que en el ambiente se respirara algo parecido a la armonía entre todos. Ahora, no estaba viendo a una familia de vampiros en la que cada cual iba a su rollo e independiente de cada integrante. Lo que veía era algo que iba más allá, como si ninguno de nosotros fuera un monstruo ni Tom el mismísimo demonio.

Ni siquiera fui consciente del momento exacto en el que dejé de centrarme en ver a vampiros y fui capaz de reconocer a personas, personas que nunca habían existido pero que parecían reflejarse en los ojos de cada uno menos en los de Tom. En ellos no podía ver nada salvo oscuridad y algo que hacía que mi sangre burbujease en mis venas.

Tom se dio cuenta de que lo estaba mirando y se volvió. Me puse nerviosa por lo que pudiera pensar. ¿Y si pensaba que era una maníaca o algo así? Dejé de mirarlo y me centré en la conversación. Apenas comprendía por qué me ponía así cuando me observaba.

Se levantó del sofá sin previo aviso harto de escuchar las incesantes batallitas de Bill cada vez que iba a comprar los regalos para navidad. Su gemelo lo imitó y se levantó también, no sin antes lanzarse una mirada algo intrigante entre ambos.

-Nosotros nos vamos a comprar los regalos.- Bill comenzó a caminar hacia la puerta hasta que se paró al ver que Tom no le seguía.- ¿Tom?- Lo llamó.

-¿Quieres venir?- Y en ese momento levanté la cabeza y mi fijé en Tom, de pie, con los puños apretados y toqueteándose el piercing del labio con la lengua

-¿Yo...yo?- La pregunta me cogió de sorpresa pero peor fue como toda la atención de los allí presentes estaba puesta en mí.- No sé si...- Me miraba ansioso esperando una respuesta que ni yo sabía dar. ¿Ir con ellos? ¿Cómo hermanos buscando el regalo para sus padres? Como si nunca hubiese pasado nada...- Vale.- Tom se dio la vuelta sin que mi respuesta le hubiese hecho mucha ilusión, más bien, parecía para él más una obligación que otra cosa.


[…]


Si no hubiese sido porque Bill parecía un niño pequeño en una tienda de golosinas, ya me hubiese ido. Nos habíamos recorrido todo el centro de Londres buscando algunos regalos para todos, incluyendo a mi padre, Mara, Andreas y amigos de ellos. La tarea no sería tan difícil si a Bill no le diera por entrar en todas las tiendas de marca y comprarse a saber cuántas cosas. La mayoría de todo lo que llevábamos eran de él sin contar dos o tres cosas que había comprado para Scotty.

Tom, sin embargo, había permanecido callado todo el tiempo. Apenas hablaba para insultar “cariñosamente” a Bill y para decir que se quería ir ya. La relación de Tom y Bill era sin duda envidiable. Bill le pegaba varios puñetazos a Tom y éste se quedaba quieto intentando devolvérsela pero sin la intención de darle realmente. A veces era él el que le pegaba a Bill pero tan sólo conseguía que su gemelo le insultara entre risas. Me gustaba esa armonía que siempre había estado entre ambos y tenía que reconocer que también estaba un poco celosa.

Con Bill mi relación era buena. Nos llevábamos muy bien y compartíamos casi todo lo que nos pasaba. Era un auténtico hermano. Con Tom la cosa cambiaba. Ni siquiera sabía si entre nosotros había una relación fraternal, de amigos, de enemigos o de qué. Suponía que era una mezcla de ambas o de ninguna. En realidad, no sabía qué papel desempeñaba realmente Tom en mi vida.

-¡Me encanta esta chaqueta!- Bill cogió una chaqueta de cuero negra de aspecto rockero como las que le gustaban a él.- Creo que estoy enamorado.- Puso una voz patética intentando parecer emocionado, consiguiendo, tan sólo, que Tom suspirara y yo me empezara a reír como llevaba haciendo todo el día.

-¿Quieres dejar de comprarte cosas? Si luego no te las pones.- Tom se tocó la cabeza otra vez. Estaba cansado pero con todo, se le había escapado varias sonrisas gracias a Bill.

-Hermanito, tú nunca entenderás lo que es el amor por la moda.- Cogió la chaqueta no sin antes dedicarle una mirada de arriba a abajo a su gemelo.- Nada más hay que verte.- Salió corriendo hacia la caja muerto de risa para pagar sabiendo de sobra que se llevaría un puñetazo de Tom que ni siquiera se molesto en seguirle o insultarle.

-¿Quieres irte?- Su voz cortó de golpe mi risa viendo de lejos como a Bill casi se le caía la baba con su nueva chaqueta.

-¿Irme?- Me quedé pensando varios segundos la respuesta. La verdad es que me lo estaba pasando muy bien con los comentarios de Bill y las respuestas de Tom. Sin embargo, no me cerraba a las proposiciones que pudiera hacerme Tom como alternativa.- No sé.- Sonrió de esa forma tan aterradora que tenía a la vez que movía el piercing de su labio. ¿En qué demonios estaba pensando?

-Tengo sed.- Supe lo que quiso decir sin decirlo exactamente. Quería mi sangre al igual que otras veces, tal y como lo había hecho en el callejón cuando Nate nos descubrió.- Mucha sed.- Apartó la vista de Bill y me acribilló con ella. Esperaba una respuesta que yo no podía contestar. ¿Cómo contestarle si me estaba volviendo loca con el movimiento de su lengua?- ¿Y?- Insistió.

-No creo que esté bien hacerlo después de lo que pasó con Nate.- Realmente lo sentía así. Me parecía una falta de respeto hacia Nate. Ni siquiera sabía dónde estaba ni cómo se encontraba, y me moría de ganas por preguntárselo a Tom pero el simple hecho de que pudiera sentarle mal y estropear lo que se estaba formando lentamente entre nosotros, me aterraba más que cualquier cosa.- Y además está Bill.- Me fijé de nuevo en el susodicho, contento con su bolsa de Dior y sonriendo de esa manera tan dulce.

-¿Crees que Bill es un problema?- Su mirada fría y a la vez sexy que me estaba lanzando estaba empezando a hacer efecto en mí. Un calor sofocante pareció rodearme en el aire mientras yo seguía con la mirada fija en su boca y en ese piercing que estaba despertando auténticas salvajadas en mi cabeza.

-Creo que me la pondré para navidad.- Bill había llegado hasta donde estábamos nosotros y con él, se habían esfumado todas los pensamientos calenturientos que me provocaba Tom.- ¿Qué pasa?- Bill nos miraba alternativamente, lo sentía, hasta que Tom rompió el duelo de miradas que habíamos creado y se fijo en su gemelo.

-Estoy harto de estar aquí.- Tom le pegó en el brazo a Bill haciendo que éste lo mirara con cara de asesino.

-Pues si no quieres estar aquí, lárgate. Yo me quedaré con Lilith.- Bill me agarró de la mano y tiró de mí. Nos dirigíamos hacia la puerta seguidos por Tom, que no nos quitaba los ojos de encima.

-Pues ahí os quedáis, yo me voy.- Cuando salimos a la calle Tom empezó a caminar en dirección contraria a nosotros, justo hacia donde habíamos dejado el coche.

-¡Pues adiós!- Bill le sacó el dedo a Tom y éste se lo devolvió acompañado de un “que te follen”.- ¡Chúpamela!- Varias personas de las que andaban cerca de nosotros se volvieron indignadas murmurando por lo bajo la mala educación que teníamos los jóvenes de hoy en día.- Si supieran que para mí los jóvenes son ellos.- Empezó a reírse ante la tontería que él mismo había dicho. Era cierto que Bill tenía miles de años más que la mujer que dijo eso pero también había que destacar, que Bill se seguía comportando como si realmente fuese un joven.

-Estás loco.- Ambos nos reíamos mientras caminábamos por las transitadas calles del centro de Londres. La verdad era que me encantaba estar con Bill, tanto, que deseaba que los minutos en los que estaba con él no acabasen nunca.

-¿Estás molesta?- El tono de Bill cambió. Ya no sonaba risueño y feliz sino más bien frío o simplemente distinto a lo que estaba acostumbrada.

-¿Molesta por qué?- No entendí su pregunta. Podría ser por Nate, por la situación algo fría que se estaba formando entre mi madre y yo o...

-Porque se ha ido Tom.- Me paré en seco en medio de la calle. No me esperaba esa respuesta aunque viniendo del gemelo de Tom no me extrañaba. En casos como este, se demostraba una y mil veces que eran casi la misma persona.

-¿Por qué debería de molestarme? Tom es libre de hacer lo que quiera. Me gusta que estemos juntos como hermanos pero eso no le obliga a estar si se siente incómodo o está cansado. Aunque la verdad no entiendo de qué puede estar cansado si no hace nada en todo el día. Pero bueno, me da igual, Tom es independiente y está claro que no es muy sociable así que me da igual. No entiendo por qué debería molestarme.- Solté todo eso de golpe sin ni siquiera coger aire.

-¿Te das cuenta?- Una sonrisa se formó en sus perfectos labios.- Me has soltado todo eso sin venir a cuento. Creo que estás intentando convencerte a ti misma.- Mierda. Tenía razón.- No te preocupes, Tom siempre es así. Odia ir de compras, ver tiendas, las aglomeraciones y estar rodeado de humanos.- Bill comenzó a caminar de nuevo y yo le seguí por inercia. No podía dejar de oír todo lo que me decía de Tom. Me gustaba que me hablara de él, saber cómo era un poquito más, meterme un poco más en su cabeza... y qué mejor que de la mano de su otra mitad.

-¿Tom odia a los humanos?

-Sí.

-¿Por qué?

-Según él, son animales que se están destruyendo entre ellos, y no sólo eso sino también el sitio donde viven. Se matan entre ellos y no les importa destruir a su paso lo que sea si con eso consiguen ser más poderosos y tener más dinero.

-¿Tom dice eso?

-Sí.- Sonrió levemente con la vista perdida en el frente.- Será un buen líder para los de nuestra especie.- ¡Cierto! Tom era el siguiente en liderar a nuestra raza. Tal y como lo había hecho mi abuelo y como lo estaba haciendo ahora mi padre.

-Pero eso no le da derecho a hacerles sufrir.

-¿Lo dices por Nate?

-Sí.- No pude evitar que la angustia se centrara en mi estómago y que me hiciera imposible coger aire con facilidad.- Si hubieras visto lo que yo vi y con la frialdad que lo hizo.

-He visto a Tom hacer cosas peores.

-¿Hay cosas peores?- ¡Un momento! ¿Bill sí sabía que había sido Tom el que había mordido a Nate?- ¿Sa... sabes que fue él el que...?

-Lo sé todo, incluso más de lo que realmente me gustaría.- Respiró hondo y luego pasó la mano por mi hombro pegándome a él.- Tom es capaz de hacer cualquier cosa sin importarle las consecuencias.- Se quedó callado y yo con él sintiendo la frialdad del cuerpo de mi hermano en mi piel.- Pero no es un monstruo pese a lo que pueda parecer.- Una especie de tensión se estaba formando en el ambiente pero eso no impidió que Bill me soltara en ningún momento.- Es capaz de sentir, simplemente dale tiempo y ten paciencia.

-Lo sé pero es muy difícil.- Dejé caer mi cabeza en su costado, que era donde me llegaba debido a lo alto que era Bill, y cerré los ojos dejándome guiar por mi hermano.- Cuando habla hace mucho daño incluso más que cuando pega o insulta.

-Tranquila, algún día lo que sea que tiene Tom se irá y entonces volverá a ser el Tom de antes.

-¿Lo que sea que tiene Tom? ¿Qué tiene Tom?- Bill me miró con los ojos abiertos y quitó su brazo de mis hombros. Había palidecido de repente pero se esforzó por ocultarlo riéndose escandalosamente.

-Nada.- Su risa se hizo más fuerte y sus pasos se hicieron más largos intentando salir de la multitud de gente que se estaba empezando a congregar.- Ya sabes, Tom no es el de siempre y bueno... eso... ¡No me hagas explicar algo que ya sabes!

-Ya.- No me convenció del todo pero qué podía saber yo en ese momento de todo lo que encerraba Tom.

Empezamos a caminar sin mencionar palabra hasta que salimos a una calle donde no había mucha gente por no decir ninguna. Reconocí al instante que las pocas personas que había a nuestro alrededor eran vampiros. La mayoría nos miraba atentamente, otros pasaban de nosotros sin darse cuenta de nuestra presencia.

De repente, un dolor insoportable se instauró en mi pecho. Fue tan fuerte que no pude evitar gritar de dolor a lo que Bill reaccionó inmediatamente. No podía moverme, incluso estaba retorcida apenas sujeta por mis piernas temblorosas. Sentía como mi sangre había empezado a burbujear y como pronto me caería por el insufrible dolor.

-¡¿Qué te pasa?! ¡Lilith, respóndeme!- No escuchaba a Bill con claridad sino que sus palabras se repetían sin orden en mi cabeza como un eco.

-Me... me due... me duele el... pecho.- Volví a gritar de dolor haciendo que mi hermano diese un paso atrás con los ojos abiertos como platos.

-Se ha despertado.- El dolor fue cesando levemente hasta que conseguí ponerme medianamente recta observando casi con lágrimas en los ojos a Bill.

-¿Qué?

-Se ha despertado y... te necesita.


[…]


El taxi se paró en frente del edificio todavía con el motor en marcha. No estaba segura si quería hacer esto o si estaba preparada para ello, pero no me quedaba remedio. Si no lo hacía yo no lo haría nadie. Se lo debía. Le debía una explicación, pedirle perdón y sobretodo hacerlo.

Bill se había ofrecido a acompañarme pero no a entrar conmigo. Él decía que si él lo veía se asustaría o que no entraría en razón fácilmente. Era obvio que era yo la que me tenía que hacerlo pero hacerlo sola me daba miedo. Era demasiada responsabilidad y no sabía qué haría si las cosas se me iban de las manos.

Ya estaban todos informados de lo que iba a hacer, Bill se había encargado de todo. Así que me bajé del taxi y respiré hondo varias veces sintiendo como Bill me observaba minuciosamente. A partir de ahora me tenía que encargar yo de todo, solucionar lo que yo había creado o lo que él me había hecho crear. Solucionar el error que cometí.

-Estaré aquí esperándote.- Cerré la puerta del taxi y comencé a caminar hacía el ático de aquel edificio viejo.

Nate me necesitaba.


By Nate


¿Qué mierda me estaba pasando? ¿Por qué tenía tanta sed? Sed que el agua no podía saciar simplemente porque me dolía el estómago al beberla. Estaba blanco, con unas ojeras claramente marcadas bajo mis ojos y una sensación extraña como de estar vacío. Parecía que estaba... muerto.

No sabía cómo había llegado allí, sólo recordaba como había estado pegando carteles del próximo concierto de Mike en el pub de Sam y entonces vi unos ojos aterradores completamente abiertos, de un azul claro casi blanco, acompañados de unos gemidos que me habían sonado familiares y entonces,...

-Nate...- Su voz... Sí, escuché su voz taladrándome la cabeza. Y a él. Vi a Tom con la boca llena de sangre. ¡Dios!- ¡Nate!- Me volví hacia la ventana de donde provenía la misma voz que escuché en el callejón.

-¡Tú!- Me fui corriendo hacia la cocina, saliendo de mi habitación lo más rápido que mis pesadas piernas me permitían.

El pánico me inundó cuando la vi parada allí observándome con los mismos ojos que lo hizo aquella vez en la cocina. Esta vez no produjo el mismo efecto sino que temblé involuntariamente ante su sola presencia. Me quedé paralizado, sin poder moverme, con ganas de salir corriendo de allí. Porque sí, tenía miedo a que de su boca salieran esas palabras y me reconociera lo que me había estado intentando quitar de la cabeza desde que desperté.

-¡Vete de aquí!- Sólo pude coger un cuchillo que estaba sobre la encimera y amenazarla con él. Tan sólo conseguí que bajara la cabeza mientras daba un paso hacia delante.- ¡Para!

-Nate.- Negó con la cabeza varias veces con los ojos fijos en mí.- Tienes que escucharme.

-¡No! ¡¿Qué mierda eres?! ¡¿Qué clase de monstruos sois?!- Le pedía a Dios que no lo dijera, que no reconociera aquello que había metido a mi madre en un psiquiátrico pero que ahora, mi cuerpo aceptaba pese a saber que era imposible que existieran.

-Lo sabes.- Se situó a escasos centímetros de mí y yo, por defensa, le puse el cuchillo justo en el corazón.- Nunca quise que esto pasara.- Miró el cuchillo en su pecho y luego dirigió sus hermosos ojos hacia mí.- Estuviste en el sitio equivocado en el momento equivocado.

-¡Cállate! ¡Eres un monstruo!- Apreté un poco más el cuchillo sobre su corazón sin poder clavarlo en su piel dado que me veía incapaz. Lilith suspiró.

-Ahora eres como yo y sé que es difícil de creer pero es así. Sólo te pido que me perdones por convertirte en esto, pero si lo hice fue porque me aterrorizaba la idea de perderte.

-¡Me mentiste, Lilith! ¡Hiciste que me enamorara de ti para convertirme en un monstruo!- Puso su mano sobre la mía que sostenía el cuchillo y la acarició levemente.

-Lo siento, nunca fue mi intención que te involucraras en esto.- Bajó mi mano hasta su estómago y de un paso fuerte y decidido se clavó ella misma mi arma de defensa. Abrí los ojos desmesuradamente cuando por mi mano se empezó a escurrir su sangre.- Me necesitas.- Fue un leve susurro en mi oreja pero consiguió que algo dentro de mí despertara y que mi cabeza solamente escuchara el incesante goteo de su sangre sobre el suelo.

Se separó hasta que el cuchillo salió de su cuerpo bajo mi atenta mirada de incredulidad. Pronto la herida dejó de sangrar pero yo ya estaba perdido en el rojo intenso que manchaba su camiseta y mi mano. Algo dentro de mi boca me molestó y fue la prueba definitiva que me bastaba para completar esto.

-Ven, Nate.- Caminé hacia ella como si sus palabras hubiesen sido una orden clara para mis pies. Caminaba con la mirada fija en sus ojos azules, hipnóticos y extremadamente bellos.- Todo irá bien.- Sonrió levemente y yo le devolví la sonrisa.

Se apartó el pelo que cubría su cuello y lo dejó a mi vista. Su olor me atraía, su piel,... ella lo hacía. Lilith se abrazó a mí fuertemente pero yo ya estaba perdido en ese olor tan delicioso. Su cuello se situó enfrente de mi boca y sin previo aviso, como si fuera una bestia salvaje, me lancé a su cuello clavando mis colmillos en su delicada piel.

Ella sólo suspiró y clavó sus uñas en mi espalda. Ese magnífico sabor inundó todo mi cuerpo, mis sentidos y me unió a ella. Sentía como poco a poco me iba dominando, como lentamente ella formaba a ser parte de mí como nunca antes. Y me gustaba. Sus suspiros sonaban de fondo a los sonidos que emitía mi garganta a tragar ese delicioso elixir.

Ahora, sentía como Lilith dominaba todo mi cuerpo y el sentimiento que creía sentir por ella por fin tomó un nombre claro. Amor. Amor por un demonio que me había convertido en otro. Pero Lilith para mí seguía siendo un ángel pero esta vez con las alas negras y una sonrisa maléfica.

-Perdóname.- Fue lo único que escuché antes de perderme completamente.


By Tom


-¿Qué te ha traído aquí? No tenías cita hasta la semana que viene.

-Cada día es más insoportable.

-¿Han vuelto?

-Nunca se fueron.

-¿Qué las hace más insoportables?

-Ahora las escucho y no me gusta lo que dicen.

-¿Qué dicen?

-Cosas horribles, cosas que ni yo mismo me atrevo a decir.

-¿Te estás tomando la medicación? Creo que interrumpirla por tu cuenta no fue buena idea, ya lo viste.

-No me fue mal, disfruté como un niño.

-Es eso por lo que estás aquí, Tom. ¿Lo has vuelto hacer?

-Varias veces.

-¿Cuántas?

-A tres putas, un camarero en un bar y al novio de mi hermana.

-No puedes ir matando a gente por ahí. Si el Consejo te lo permite es simplemente porque eres especial.

-¿Especial? ¿Es así cómo le llamáis a los asesinos como yo?

-Si no pones de tu parte no conseguiremos que todo acabe. Ni las voces ni las pesadillas ni ese Tom al que no quieres escuchar, el que te incita a matar. Pensé que después de esos dieciséis años sin venir ya no volverías más. ¿Qué te trajo aquí de nuevo?

-Mi hermana.

-¿Lilith, verdad?

-Sí.

-¿Por qué?

-Ya no quiero intentar matarla más.

-¿Por qué?

-Deja de brillar.

-¿Brillar?

-Sí. Las voces se callan si ella está feliz.

-¿Crees que Lilith es la solución a tu enfermedad?

-No lo sé.

-Lilith es tu hermana, Tom, no es una solución. Quizás te ayude a callar esas voces pero no a lo que realmente nos interesa.

-Lilith no es mi hermana.

-¿Qué es entonces?

-Me la follo de vez en cuando.

-¿Có... cómo?

-Me gusta follármela, que grite de dolor. Me gusta sentir su sangre dentro de mí y ver como se hace débil cuando bebo su sangre.

-No... no puede ser.

-¿Pero sabe qué, doctora?

-¿Qué... qué?

-No puedo dejar que se vaya sabiendo esto.

-¡NO!

Metí mi mano en su pecho, saqué su corazón y se lo enseñé antes de que se convirtiera en polvo. Con esta ya iban diez de los loqueros a los que había matado. Entretenido durante varios minutos, luego se convertiría en otra voz en mi cabeza que no me dejaría pensar. Ésta había terminado por saber más de lo que quería y no podía dejarla ir. Nunca nadie que hubiese sabido lo de Lilith había salido airoso.


Ese era nuestro secreto...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 77

Spoiler Capítulo 77

Capítulo 76