Capítulo 32
Capítulo 32
-¿Y sabes cuáles son las más bonitas? ¡Las orquídeas!- Mara y yo
estábamos sentadas recogiendo flores en el jardín trasero de la casa del señor
con el bigote raro, el mismo que según papá estaba destruyendo Alemania.
-A mí no me gustan las orquídeas.
-¿Cuáles te gustan entonces?
-Las rosas.- Recordé el día en el que mi hermanito Tommy me regaló la
rosa más bonita de todas. Me emocioné mucho porque Tommy no le regalaba nada a
nadie, siempre estaba como en otro mundo, pero conmigo era distinto. Yo me
sentí casi igual de unida a él que Bill, como si fuéramos una única persona.
-Pero las rosas son muy comunes...- Mara empezó a reírse y a seguir
buscando más flores entre las hierbas. Ella y yo siempre nos habíamos llevado
muy bien menos cuando estaba con Tom. Le gustaba llamar su atención y éste la
correspondía con sonrisas y palabras que yo no comprendía. Tom y Bill ya eran
tan grandes que dejaron de comportarse como niños para ser adultos (como decía
mamá). Desde entonces todo había cambiado muy deprisa. Ya no jugaban conmigo
sino que salían por ahí con Georg, Gustav, Mara y otros chicos y chicas más.-
Cuando crezcas apreciarás los pequeños detalles como los de esta flor.- Mara
sostenía en su mano una hierba sin ninguna flor, verde y simple.- ¿Hueles eso,
pequeña?- Cerró los ojos y se acercó la hierba a la nariz.
-¿El qué?- Cerré los ojos y aspire el aire humedecido que olía a
flores.- Yo no huelo nada.
-La vida, estás rodeada de ella pero estás tan acostumbrada a sentirla
que ya pasa desapercibida para ti.- ¿La vida? Mamá siempre me decía que eso era
lo único que nos hacía diferente de los humanos y lo que había que respetar
como propio de ellos. Los humanos morían y nosotros estábamos destinado a
existir para siempre...- Tú todavía eres muy pequeña para entenderlo.- ¡Que
poco me gustaba que me dijeran eso! Todos a mi alrededor me recordaban siempre
que era muy pequeña para entender ciertas cosas. Lo que no entendía era el
porqué las niñas de mi colegio crecían y se hacían mayores y yo tenía que
cambiarme cada año de escuela porque no lo hacía.
-¿Sabes por qué no crezco, Mara?- Mara me miró extrañada y luego sonrió
de la misma manera que lo hacía mi madre y prácticamente en eso se había
convertido. Cuando mamá salía ella me cuidaba y jugaba conmigo.
-Nuestro crecimiento es distinto al de los humanos. Ellos crecen por
minutos, incluso segundos.
-¡¿Segundos?!
-Sí.- Rió.- Sin embargo, nosotros tardamos años hasta siglos en
hacernos un poco más mayores.- Yo quería crecer, ser como Mara y que así Tom se
fijase en mí también.
-Yo quiero ser igual de grande que mis hermanos y tú.
-¿Y perder todo lo que estás viviendo ahora? Cuando te hagas mayor
querrás volver a ser pequeña.- Mara acarició mi pelo después de pedirme
permiso. Mara era muy guapa, no me extrañaba que Tom estuviese enamorado de
ella.
Entramos en casa del señor con bigote después de que una de sus criadas
nos avisara. Iban a celebrar una fiesta por ser el cumpleaños del país o algo
así. Las fotos del señor del bigote estaban por todos sitios en Hamburgo y
cuando la gente lo veía gritaban “Viva Hitler” ¿Se llamaría así? Que nombre tan
feo...
Él había tirado bombas por muchos países y los países enfados con él,
nos tiraban bombas a nosotros. Mi amiga Hannah, una humana del colegio, dijo
que ese señor quería echar a su familia de Alemania porque no había sitio en el
país ¡Qué tontería si Hamburgo era muy grande! Lo malo fue que dos días después
ya no vino más a clase, ni ella ni su hermano. Desde entonces ya no la había
vuelto a ver más...
Mara y yo entramos en un gran salón rodeados de hombres vestidos con
uniformes y banderas rojas con un símbolo muy extraño en ellas. Todos parecían
estar pasándoselo muy bien excepto mamá, que parecía no gustarle mucho el
cumpleaños de Alemania.
-Hola, mami.- Tiré del vestido negro que hacía que su piel resaltara y
se viera más bonita de lo que ya era.
-Hola, cielo.- Dejó de hablar con unas mujeres que estaban a su lado y
me cogió en brazos.- Agnes, te presento a mi hija. Lilith, saluda a la señora
Agnes.
-Hola.- La señora Agnes parecía agradable. Era rubia y bajita aunque
con los tacones disimulaban bastante...
-Es increíble lo mucho que se parece a ti, Simone.- Mi madre sonrió.
Sabía que a mamá le encantaba que le dijeran eso y a mí también. Me sentía tan
orgullosa de parecerme a mi madre.
-Gracias, Agnes.- Comenzaron a hablar de muchas cosas, política,
religión y el resto no lo entendía.
Decidí irme e ir a buscar a Billy o a Tommy, seguro que ellos también
estarían muy aburridos en este cumpleaños. Los adultos hablaban entre ellos y los
niños igual. Yo como no tenía amigos siempre me quedaba sola. Bill decía que lo
más importante no era tener amigos sino tener aunque fuese uno para toda la
eternidad y del que te pudieras fiar. Lo malo era que como siempre me tenía que
cambiar de escuela, nunca los amigos me duraban. Eso era algo que nunca
entendería, ¿por qué no me podía quedar en una escuela todo el tiempo? Ya sabía
que yo no crecía y que mis compañeros sí pero que tenía que ver eso ¿por qué no
se podían enterar los humanos de que yo era una vampiresa?
-Lilith, ¿qué haces sola?- Bill se paró delante mía con una copa de un
líquido amarillo con bubujitas.- ¿Dónde está Mara?
-No lo sé.- Me abracé a las piernas de mi hermano sintiendo como me
protegía sin estar haciendo nada, me sentía tan bien con él...- No quiero estar
sola.- Estaba aburrida y no tenía a nadie con quien hablar, no estaba ni Roses
ni ninguna de las criadas que jugaban conmigo.
-¡Ya sé! Vámonos a dar una vuelta.- Bill me cogió de la mano hasta
salir de ese sitio. Menos mal que mi hermanito había venido si no ya estaría
super aburrida...
Comenzamos a pasear entre los jardines donde antes había estado
recogiendo flores con Mara. Eran muy bonitos y grandes pero no más que los de
mi casa. Había muchos hombres vestidos de soldados dando vueltas por allí.
Parecían gigantes u ogros de los que salían en mis libros del cole.
-¿Qué has hecho hoy?- Después de estar un rato callado, Billy habló.
-He estado cogiendo flores con Mara y luego me ido con mamá que esta
hablando con la señora Agnes. Parece simpática y es muy guapa, yo creo que se
llevará muy bien con mamá porque ella también es muy guapa. ¡Ah! Y ha dicho que
me parezco a mami.- Sonreí y Bill se rió.- ¡Es verdad!
-Lo sé, lo sé.- Bill se sentó en uno de los bancos que estaban en el
jardín y me ayudó a que yo me sentara porque no llegaba.- Hablas mucho, casi
igual que yo.- Me senté junto a mi hermano y apoyé la cabeza en su regazo. Me
gustaba estar así con él, me trasmitía mucha calma y serenidad justo lo
contrario de Tom. Cuando estaba con él me ponía nerviosa y no podía hablar pero
aun así, me sentía feliz y protegida a su lado.
-¿Dónde está Tommy?- Quería estar con él también y escuchar como se
gastaban bromas entre ellos, eran tan graciosos. Pero si algo quería, era estar
a solas con él y que me sonriera como lo hacía, que me acariciara la cara, me
abrazara y...
-Debe estar por ahí.- Los tres siempre habíamos estado juntos, nunca
nos habíamos separado aunque ahora que eran mayores, casi nunca estaban en casa
y cuando estaban, se pasaban el día metidos en la habitación con Mara.-
¿Quieres que vayamos a buscarlo?
-¡Sí!- Levanté la cabeza animada y dando palmas. Desde esta mañana no
lo había visto. No había bajado a comer con el señor raro ni nada y yo tenía
ganas de verlo.
Nos levantamos y fuimos a buscarle mientras los hombres con pistolas
nos miraban. Esos hombres no me daban miedo, mi madre siempre me decía que yo
podría aniquilar al mundo entero si quisiese pero yo no quería eso, ¿no?
Le dimos la vuelta a la enorme mansión dejándome llevar por Billy. Me
agarraba la mano fuertemente como cuando salíamos a la calle. Ellos decían que
era para que no cruzase sola la carretera y Tommy, él decía que era porque no
soportaba verme lejos...
Unos ruidos como los que salían de la habitación de mis hermanos cuando
se iban con Mara alertaron a Bill de que Tom no estaba muy lejos, y no se
equivocaba. Tommy tenía contra la pared de la casa a una mujer cuyo pelo rubio
le tapaba la cara. Mi hermano la golpeaba con la barriga y esta gritaba y reía
a la vez. No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué eran tan raros
los adultos?
-¡Tom!- Tommy paró de golpear a esa mujer y ésta cayó dormida en sus
brazos. Bill me tapó los ojos como casi siempre que no le gustaba que viese
algo.- Creo que es suficiente.- Sólo escuchaba la voz de Bill y los pasos de
Tom acercarse a nosotros.- Tenemos compañía.- La mano de Bill destapó mis ojos
y me encontré con la cara de Tom frente a la mía. Me encantaba tenerlo tan
cerca, tanto que pudiese verme reflejada en sus ojos.
-¡Tommy!- Me lancé a sus brazos y casi lo caigo ya que estaba de
cuclillas en el suelo.
-Hola, pequeña.- Sentí como los brazos de mi hermano me rodeaban. Olía
tan bien...
-Tenía ganas de verte.- Bill se puso a nuestro lado y acarició mi pelo.
Estaba tan feliz cuando estábamos los tres juntos...
-¿Tenías ganas de verme?- Nos separamos y contemplé la sonrisa de mi
hermano, triste y a la vez feliz, clara y luminosa,... La más bonita de todas
las del mundo.
-¡Sí!- Dije entusiasmada.- No te he visto en todo el día y quería que
estuviésemos juntos.- Bajé la cabeza avergonzada y con la cara ardiendo por la
vergüenza.
-¿Por qué no terminas esto, Bill? Lilith y yo nos iremos a pasear.-
Seguro que se me iluminaron los ojos al escucharle decir eso.
-Está bien.- Tom me cogió de la mano y comenzamos a alejarnos de aquel
sitio hasta llegar al césped donde se sentó.- Siéntate conmigo.- Le hice caso y
me senté a su lado. Sus ojos brillaban tanto a la luz de la Luna...
-Tommy está muy guapo.- Notaba como me sonrojaba al alabar a mi
hermanito.
-¿Tommy está?- Empezó a reírse de mí con esa sonrisa tan bonita que
tenía y que con la cual yo me quedaba embobada.- ¿Por qué hablas en tercera
persona?
-Así me da menos vergüenza.- Tommy pasó su brazo por mi hombro y me
llevó hasta él. Mi cabeza se topó con su pecho sintiendo como el frío de su
piel llegaba a mi cara.
-¿Te provoco eso?- Asentí con la cabeza tímidamente.- ¿Qué más te
provoco?
-No sé. Siempre quiero estar contigo y desde que eres grande ya no
estás.- Los ojos me empezaban a escocer...- Tommy nunca está cuando me siento
sola.- Las manos de mi hermano agarraron mi cara y me obligaron a mirarle.
-Da igual que esté en la habitación de al lado, en el instituto o en la
otra punta del mundo, yo siempre voy a estar a tu lado consciente o
inconscientemente. Soy incapaz de alejarme de ti.- Uno de sus dedos limpió las
lágrimas que caían de mis ojos. Tenía las manos tan frías en comparación con mi
piel.
-¿Y cómo vas estar conmigo si estás en la otra punta del mundo?- Por
aquel entonces no entendía sus palabras y aún ahora seguía sin entenderlas.-
Eso está muy lejos...
-Da igual lo lejos que esté. A ti y a mí nos une algo más que estar
cerca el uno del otro.
-¿El qué?
-Un Vínculo de Sangre que nunca podrá romperse.- Se dejó caer hacia
atrás y se tiró por completo en el césped poniendo sus brazos por detrás de la
cabeza.
-¿Un Vínculo de Sangre? ¿Eso es porque yo dejo que me muerdas y tú
también que lo haga yo?- Ese era nuestro secreto, un secreto que nunca nadie
podría descubrir. Era algo que llevábamos haciendo desde hacía mucho tiempo y
que yo necesitaba tanto como la sangre humana pero a diferencia de la otra,
hacer esto estaba mal.
-Eso lo hace más fuerte pero ese Vínculo lo creamos el día que naciste
y me miraste con esos ojos con los que me estás mirando ahora.- Me tiré encima
de él sobre el césped y lo abracé.
-Te quiero mucho, Tommy.- Sentí como el pecho de mi hermanito se
hinchaba al coger aire hasta soltarlo lentamente.
Podría haberme quedado años allí tirada sobre su pecho sintiendo como
poco a poco ese Vínculo se hacía más grande, tanto que de tan sólo pensar en
estar lejos de él, me daban ganas de llorar. En ese instante juré por aquel
Dios que todo el mundo decía que existía que jamás me separaría de mi hermano
pasase lo que pasase.
Incluso en la muerte...
-¿En qué piensas?- Dejé de mirar por la ventanilla del coche de Bill
para observar la carretera que nos llevaba a la universidad.
-Nada en especial.- Las gotas de lluvia se estampaban contra la luna
del coche impidiendo la visión de la carretera.
-No parecía eso.- Después de dos semanas sin saber nada de Bill, se
había presentado en casa de mis tíos para llevarme a la universidad.- Siempre
estás tan distraída...- Actuaba como si nada hubiese pasado, como si no supiese
nada de lo que realmente pasó. ¿O era qué...?
-¡Basta!- Me llevé las manos a la cabeza y cerré los ojos fuertemente.-
¡¿Hasta cuándo vas a fingir?! ¡Estoy cansada de tu ridícula actuación!- Mi
cuerpo se echó para delante cuando el coche frenó en seco. Abrí los ojos por la
impresión y me encontré con la mirada acusadora de Bill clavada en mis ojos.
-¿Actuación dices?- Sus ojos ahora se volvieron para el frente perdidos
en las gotas que se deslizaban por el cristal.- Llevo dos semanas sin hablarte,
el tiempo que me ha tomado tomar conciencia de lo que hiciste, el tiempo que a
Tom le ha costado recuperarse y el tiempo que he tardado en perdonarte.- Me
quedé helada ante sus palabras.
-¿Perdonarme el qué? Fue Tom quien...- Me callé. ¿Fue Tom quien qué?
Había estado tan asustada por pensar que él estaba aquí que no me había parado
a pensar en lo que pasó. Realmente Tom no me había hecho nada, se había
comportado pacíficamente y yo... Me llevé las manos a la boca intentando
controlar un grito de pavor.- Soy un monstruo.- Dije aterrorizada. Tom no había
hecho nada, es más, se había comportado muy bien, incluso quería arreglarlo y
yo me aproveché, le grité y le insulté por su actitud.
-No eres un monstruo pero sí cruel.- Sonaba tan frío que no parecía él.
Nunca lo había escuchado de esa manera. Estaba muy enfadado y rabioso por lo
que había hecho y tratándose de Tom, nunca me perdonaría.
-Sólo le dije lo mal que me lo había hecho pasar. Tenía derecho a
recriminarle todas y cada una de las cosas que me ha hecho sentir.- Si estaba
tan convencida de mis palabras, ¿por qué estaba llorando?
-¡¿Por qué eres tan egoísta?!- Se quitó el cinturón y me agarró del
brazo fuertemente para ponerme cerca de él.- ¡Quería empezar de cero! ¡¿Sabes
cuánto tiempo le ha costado cambiar?! ¡Dos años! ¡Dos putos años en los que ha
estado alejado de todo el mundo!
-Yo no quería...
-¡Da igual lo que tú quisieras! ¡No tienes ni idea de lo que a Tom le
cuesta llevarse la contraria a sí mismo!
-Lo siento.
-¡A mí no me lo tienes que decir sino a él!- Me soltó y dejó caer su
cabeza en el reposacabezas del coche para tranquilizarse.- ¿Por qué lo
hiciste?- Cerró los ojos y cogió aire lentamente.
-Me irritó la tranquilidad con la que hablaba y pensé que se estaría
riendo de mí como siempre ha hecho y cuando exploté ya no era dueña de mí
misma.- Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano recordando las escenas de
aquella tarde lluviosa.- Pero lo que más me extrañó fue una cosa.- Bill abrió
los ojos y me miró. Sus ojos eran iguales a los de él así que lo tomé como si
Bill fuera Tom para decir todo lo que no podía decirle a la cara.- ¿Por qué su
corazón late?- Bill volvió a mirar al frente y arrancó el coche.- Bill, por
favor, contéstame.- El coche comenzó a moverse a una velocidad de vértigo
esquivando coches en la carretera.- ¡Bill!
-Eso deberías de preguntárselo a él.
-¡No! Te lo estoy preguntando a ti.- Mi hermano seguía con la vista en
la carretera y el ceño fruncido.- ¿Por qué no me respondes?- ¿Y si su corazón
no latía? ¿Y si tan sólo habían sido imaginaciones mías?
-Porque no sé qué decirte.- El coche paró de repente. Habíamos llegado
a la universidad y yo no tenía ninguna intención de bajarme sin obtener antes
una respuesta de Bill.- Vas a llegar tarde.
-¡Me da igual! Sabes qué le pasa a Tom y no me lo quieres decir. ¡¿Por
qué me ocultáis cosas?!- Me quité el cinturón de seguridad del flamante Audi de
Bill, dispuesta a salir de allí sin haber conseguido una respuesta a la
pregunta que llevaba haciéndome desde entonces.
-Lilith.- Bill me llamó cuando estaba a punto de cerrar la puerta del
copiloto. Me quedé quieta observando como mi hermano dejaba caer la cabeza
sobre el volante.- Siento haberte hablado así, ¿me perdonas?- Todo el enfado
que tenía se fue cuando vi cruzar un pequeño riachuelo por su cara.
-Bill.- Me metí de nuevo en el coche y lo abracé. Sentía como se partía
en pedazos entre mis brazos sin yo poder hacer nada.- No te tengo que perdonar
nada.- Mi Bill, mi querido Bill, ¿qué le pasaba?
-Date prisa, las clases han comenzado.- Me separé de él y cogí mis
libros. La mano de mi hermano me retuvo y cuando consiguió que me sentara de
nuevo, me besó. Fue un pico sin importancia ninguna, un beso insignificante que
se grabó en mis labios con fuego.- Nos vemos luego.- Asentí y salí del coche
antes de que éste saliera a toda velocidad del aparcamiento de la universidad y
se perdiera en la carretera.
Me quedé parada en los aparcamientos viendo como el coche se perdía en
el horizonte. Su beso me había dejado descolocada, fue lo último que pensé que
haría pero ¿de qué me extrañaba? De pequeños solíamos hacerlo, nos dábamos
besos inocentes de los que mis padres tenían conciencia. Entonces, ¿por qué no
lo había sentido igual? Nuestros besos de niños eran puros e inocentes, este
había estado cargado de sensaciones encontradas.
Mi hermano, mi querido Bill me había gritado por mi comportamiento con
toda la razón del mundo. Ahora que lo pensaba más detenidamente, mi reacción al
ver a Tom fue de todo menos apropiada. Le grité, le insulté y aun así, él
seguía intentando convencerme de que no era el mismo Tom que me había pegado e
incluso intentado matarte.
Debería de haber cerrado la boca en cuanto vi como Bill se irritaba por
mis palabras aquella tarde con Tom pero como mi orgullo salía, no me podía
quedar callada. Cada vez que un sonido salía de su boca, una imagen de algo que
me hubiese hecho atravesaba mi cabeza y se clavaba en mi corazón.
-¿Lilith?- Me di la vuelta lentamente dejando que su voz llegase hasta
mis oídos en un intento agónico por quitarme a Tom de la cabeza.
-Hola.- Nate me miraba como siempre desde que lo vi por primera vez.
Sus ojos atravesaban los míos irradiando una luz cegadora que me dejaba casi
sin visión.
-¿Estás... estás mejor?- ¿Por qué sus palabras salían con tanto miedo?
No tenía que tenerme miedo. Tú no, Nate...
-Sí, gracias.- ¿Y por qué yo me sentía tan ligada a él? Era como si un
torbellino de sentimientos recorriera mi cuerpo, anulara mis sentidos y tan
sólo me dejara seguir con mis instintos.
-Me asusté mucho cuando te vi en el suelo.- Sonreí inconscientemente
cuando lo escuché. Se había preocupado por mí más de lo que había hecho Tom.-
Llamé a Bill y me dijo que te suele pasar por la anemia.- ¿Anemia? Bill se lo
había inventado para no decir que me había desmayado porque desconocía de la
presencia de Tom en Londres. Realmente, Bill no había fallado del todo...
-Sí...- Me fui acercando lentamente hacia él. No podía controlar mi sed
cada vez que estaba con Nate. Mi cuerpo pedía su sangre a voces y ya mis ojos
estaban empezando a ver las venas que recorrían su cuerpo. Escuchaba como su
corazón latía a medida que me aproximaba. Cada centímetro que quedaba entre él
y yo era un sentimiento de ahogo. Había dejado ya de pensar con claridad cuando
nos juntamos por completo. Su pecho chocaba con el mío, apresurado por la falta
de aire que empezamos a sentir los dos.- Vas a llegar tarde a clase...- Con
tanta cercanía podía oler su sangre. Cada poro de mi cuerpo aspiraba tan increíble
olor, el olor de la sangre humana, de la vida...
-Me... me... me da igual.- Una de sus manos se elevó en el aire
lentamente hasta llegar a mi cara. Sus dedos empezaron a acariciar mi mejilla y
mientras lo hacía, mis instintos afloraban con cada roce. Necesitaba sangre lo
más pronto posible pero no quería hacerle daño a Nate aunque... eso había
dejado de importarme hacía mucho tiempo.- ¿Pue... puedo besar... besarte?- Sus
dedos comenzaron a calentarse por la vergüenza. La calidez de su mano en contraste
con el frío de mi piel le hizo temblar. Quizás no fuese eso exactamente, sino
que la parte de mí que había convertido a Andreas en vampiro, mi parte
monstruosa había visto la luz otra vez y su cuerpo lo había notado. Como un
autorreflejo su cuerpo había intentado huir de mí pero él no le había hecho
caso. ¿Por qué?
-Sí.- Tuve que empinarme un poco para que llegase a mis labios. Los
latidos de su corazón me evadían a un mundo completamente distinto a los que
estaba acostumbrada. Sensaciones que recorrían sus venas y que llegaban hasta
mí como si de alfileres se tratara.
Nuestros labios se pegaron suavemente como si tuviese miedo de
romperme. No se movía, sólo estaba con los ojos cerrados e hierático sintiendo
como mis manos agarraban su camiseta para pegarlo más a mí.
Cuando nos separamos, él seguía con los ojos cerrados ensimismado en
sus propios pensamientos. Por un momento, deseé meterme en su cabeza y saber en
qué estaba pensando, qué se le cruzaba por la mente después de haberme besado.
-Lamento molestarlos pero las clases han empezado ya.- La directora
hizo que Nate se volviese nervioso.- Le recuerdo que usted está aquí por beca.-
Nate asintió y tras despedirse de mí con una sonrisa, desapareció.- Lo siento
mucho, señorita Kaulitz.- La directora puso su mano en el corazón en señal de
respeto. Su piel pálida, su aura y su olor me decían que era una de los de mi
raza.
-No pasa nada.- Comencé a caminar hacia el edificio antiguo de la
universidad.- Cathelyn.- Sentí su nerviosismo en el aire cuando dije su nombre.
-¿Sí, señorita?
-No estoy segura de si debo perdonarte.
-Lo... lo sien... siento mucho. ¿Qué puedo hacer para que me disculpe?-
Sonreí ante su pregunta. ¿Dónde estaba esa parte de mí, la cual yo llamaba
Elizabeth, cuando la necesitaba?
Demasiado tarde...
By Tom
-Estudiar en un instituto en Suiza creo que será lo mejor.
-¿En Suiza?
-Sí. Con esto de la II Guerra Mundial que los jóvenes permanezcáis en
Alemania no es seguro.
-No va a pasarme nada, yo no soy un joven cualquiera, mamá.
-Lo sé, Tom, pero tú sabes que es lo mejor que podemos hacer por ahora.
-...
-¿Cuál es el problema? A Bill no pareció preocuparle demasiado.
-...
-Es por Lilith, ¿verdad?
-¡No!... No es ella solamente.
-Tu hermana tiene que aprender a ser autosuficiente y no depender de
nadie, y mucho menos de ti.
-Lilith no depende de mí, también está Bill, papá y tú,...
-No te engañes, hijo. Sabes que Lilith no podría vivir sin ti y que tú
no podrías vivir sin ella. Por mucho que intentes negarlo, ella ha llegado a un
sitio inexplorado de ti.
-Ella es la única que no me tiene miedo...
-No tiene razón para tenerlo. Sé que tú nunca le harás daño.
-¿Y si un día pierdo los nervios y le hago daño? ¿Qué pasaría si acabo
con ella?
-Tom, tranquilo, no eres un monstruo.
-Señora.
-Enseguida voy, Dorotha.... Hijo, no dejes de estar a su lado, te
necesita pero tampoco intentes llegar más allá de lo que ella te permita.
-Sí, mamá.
-Te quiero, mi amor.
-Y yo.
Me quedé sentado en el jardín donde antes había estado con mi madre.
Ella y ese que decía ser mi padre habían pensado que la mejor forma de no
acabar en el servicio militar que había impuesto el cabrón de Hitler, era
yéndonos Bill y yo a Suiza a estudiar. Al principio no me pareció mala idea
hasta que me acordé de ella. Lilith no se había encontrado bien desde hacía
unos días y según los médicos, se debía a un nivel bajo de proteínas en la
sangre. Sabía que ese bajo déficit era por mi culpa. Había estado todos los
días follándome a Mara y cuando salía de mi habitación, Lilith ya estaba
dormida.
¿Qué pasaría si me fuese? Tan sólo habían pasado dos semanas y ya
estaba así, si me fuera por un año entero podía morir. Lilith era muy pequeña
para alimentarse por sí sola...
-¿Puedes parar? Huele a sangre desde fuera.- Bill me despertó de mi
letargo cuando cerró la puerta de un golpe.
-¿Te molesta?- Abrí los ojos y levanté la cabeza del respaldo del sofá
mientras “mis chicas” hacían lo que mejor se les daba, chupármela.
-No, haz lo que quieras.- Dejó la chaqueta y se sentó en el sofá
tapándose la cara con las manos. Sabía que algo le perturbaba. Parecía estar
perdido en algún sitio lejos de aquí.- ¿Sabes a qué hora sale Lilith de la
universidad?
-¿No se lo has preguntado cuando la has dejado?- Por primera vez desde
que entró me miró con los ojos abiertos de par en par, alarmado por mi
pregunta.- ¿O es que estabas demasiado preocupado besándola?
-¿Desde cuándo me espías?- Un aparente nerviosismo empezó a hacer
estragos en mi hermano. Notaba su miedo...
-¿Desde cuándo la besas?
-¡Desde antes que tú!- Se levantó acelerado del sofá dispuesto a
hacerme frente. Las chicas se levantaron del suelo rápidamente observando la
cara desencajada de Bill.- ¡Ni se te ocurra echarme en cara eso cuando tú has
sido el primero que te has acostado con ella!- Me abroché el pantalón
sonriendo. No era que me gustase mosquear a Bill muy a menudo pero sabía que
desde que le conté mis “acciones” con Lilith se había estado aguantando las
ganas de escupir todo lo que sentía.
-¿Estás más tranquilo ahora?- Me miró extrañado.- Llevas dos años
deseando gritarme por lo que Lilith y yo hicimos. Y sí, Bill, aunque te joda es
“lo que ella y yo hicimos”, lo dos. En ningún momento la forcé a hacerlo, no
como tú.- Me levanté del sofá bajo la atenta mirada de mis chicas, dispuestas a
seguirme para continuar con sus “trabajos”. Pero Bill estaba inmóvil. Mantenía
la cabeza gacha y conociéndolo, estaba seguro que se recriminaba haber besado a
Lilith sin su consentimiento.
-Sé que hay algo más.- Estaba llorando. Conmigo no le servía de nada
hacerse el valiente, siempre conseguía hacerle llorar. Lo hacía llorar, a Bill
y a ella, ¿por qué?
No te lo digo como tu padre, Tom, sino como tu líder. Aléjate de ella
antes de que sea demasiado tarde. Tú eres el único que la hace llorar...
-¿Qué sabes?- En sus ojos aguados se reflejó mi imagen. Borrosa y
turbia, sin luz.
-Algo que llevas ocultando desde aquella noche lluviosa cuando la Luna
bañada en sangre brillaba. Algo que llevas arrastrando desde entonces. Algo que
no te deja dormir por las noches y lo cual te niegas a reconocer... porque los
monstruos no tienen sentimientos, ¿verdad, Tom?- Otra vez esa puta sensación
que me oprimía el pecho.- Tienes miedo.
-¡Cállate! ¡Yo no le tengo miedo a nada!- Bill sonrió triste y comenzó
a subir las escaleras lentamente como si el cuerpo le pesara una tonelada.
-He convencido a Lilith para que te perdone, sólo que ahora piensa que
es ella la culpable de todo.- Se paró en medio de las escaleras, con la mano
apoyada en la barandilla y con las uñas pintadas de negro clavándose en la dura
madera.- No la cagues, su cuerpo es de papel. La más mínima brisa podría
destruirlo.- Sólo dijo eso antes de desaparecer de mi vista.
Me quedé de pie en medio del salón, con la vista clavada en donde antes
había estado Bill. De él ya no quedaba nada, sólo una pequeña sensación de que
él había estado aquí. Le había hecho daño como casi siempre pero yo no quería,
no quería hacerle daño a la única persona que siempre había estado a mi lado.
Pero sólo era consciente de ello cuando no lo podía solucionar. Después de
haber soltado la rabia y haberle hecho sufrir.
Él no tenía que sufrir ni nadie que estuviese a mi alrededor, sólo
ella. Quería que sufriera todo el dolor que yo había sufrido, que derramara
todas las lágrimas de sangre que yo sentí. Pese a todo... Tampoco quería
hacerle daño. Mi sangre hervía de sólo imaginarme su cara empapada en lágrimas.
Había jurado protegerla desde el día de su nacimiento y juré no
volverla a ver llorar por mi culpa nunca más...
-Mi señor, el teléfono.- Karen me dio el teléfono que sonaba
incesantemente en su mano.
-¿Sí?
-¿Señor Kaulitz? Soy Harold.- Su voz sonaba preocupada y
nerviosa.
-¿Qué quieres?- Dije desanimado. Seguramente molestaría para preguntas
chafas como qué le gustaba a Lilith para comer o qué si iríamos a recogerla a
la universidad...
-Se trata de la señorita.
-Creía haberte dicho que esos asuntos los llevaba Bill.
-Lo sé, señor, pero esto es urgente.- Una sensación extraña me
recorrió de los pies a la cabeza. ¿Algo relacionado con Lilith? ¿Y urgente?
-¿Qué pasa?
-No puedo decírselo por teléfono pero tiene que darse prisa. La
señorita está muy mal y sólo quiere que vengan sus hermanos, además...-
Colgué el teléfono antes de que Harold terminara de hablar.
Cogí las llaves del coche y salí corriendo de casa. Harold parecía
preocupado y que dijera que Lilith estaba muy mal sólo hacía empeorar la
situación.
Mientras arrancaba el coche las palabras de Bill atravesaron mi
cabeza...
Mamá dice que Adam está en Londres, varios de los vigilantes lo han
visto de noche. Tenemos que ir a Londres, Lilith está allí.
Esa tarde no me lo pensé dos segundos y salí corriendo hacía el
aeropuerto de Nueva York. Por un lado, sentía que tenía que protegerla, ese era
mi deber. Y por otro lado, después de dos años, quería verla.
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