Capítulo 42

Capítulo 41


By Lilith


Me tapé la cabeza con la almohada por trigésima vez en lo que iba de noche. No podía dormir y necesitaba hacerlo después de haber estado toda una semana dándole vueltas a las palabras de Tom.

Por eso me jode que me quieras, porque lo que yo siento es algo que va más allá de lo que pueda comprender un puto mortal.

Y pese a todo, seguía sin creerme ninguna de ellas. ¿Qué había querido de decir? ¿Que me odiaba? ¿Que me quería? ¿O lo que realmente quise entender? Lo que él sentía por mí era algo incomprensible para los humanos ya fuera bueno o malo. Necesitaba no pensar en eso o acabaría volviéndome loca. Ni siquiera fui capaz de aclararlo en el mismo momento en el que me lo dijo sino que salí huyendo con miedo a que siguiera hablando. ¿Pero no era eso lo que quería? ¿Saber qué pensaba Tom acerca de mí?

-¿Lilith?- La voz de Andreas al otro lado de la puerta era más que reconocible para mí pese a tener la cabeza tapada. Sentía su presencia y a la vez mi sangre en su cuerpo.- ¿Estás despierta?- En un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba frente a la puerta dudando si abrirle o no. Quería hacerlo pero él notaría que algo me pasaba...

-Hola.- Dije cuando abrí la puerta. Tenía dos copas de sangre en la mano, A+ por lo que olí, su favorita. Estaba guapísimo.

-¿Puedo pasar? Estoy un poco aburrido ahí fuera.- Me aparté para que pudiera pasar no sin antes olerlo para saber si había estado cerca de Tom lo suficiente para que el aroma de mi hermano se hubiese quedado impregnado en su ropa.- Es para ti.- Me dio una de las copas que llevaba en la mano y se sentó en mi cama como siempre hacía.

-Creo que eres el único que se ha estado aburriendo en la fiesta.- Me senté junto a él a beberme ese magnífico líquido que no saciaría mi sed por la sangre de Tom.

-Realmente me sentía un poco fuera de lugar.- Le dio un sorbo a la copa para luego coger aire con fuerza.

-¿Fuera de lugar?- Me sorprendió que dijese eso. Él, un claro ejemplo de vampiro en su más extenso significado se había sentido fuera de lugar. ¿Por qué?

-Las cosas se les están yendo de las manos.- Se terminó la copa de un trago y la dejó sobre la mesita. Notaba su nerviosismo y a la vez el miedo que se reflejaba en sus ojos, y me asusté.

-¿Qué está pasando?

-Hay sangre, violencia y sexo por todos lados.- Realmente no me sorprendió. Si de algo eran conocidas las fiestas de mi padre era por eso. Reunía todo lo que un vampiro necesitaba para sentirse como tal, sangre, violencia y sexo. Pero no era eso lo que me preocupaba.

-¿Quiénes están?- Esta vez fui yo la que tuvo que beber para controlarse.

-Menos Simone y Agnees, todos.- Y ese “todos” también lo incluía a él. Tom jamás se perdería algo como esto.- Es una de esas ocasiones en las que veo la parte más monstruosa de nuestra especie.- Apoyó su cabeza en mi hombro y aspiró el aire de mi alrededor. Andreas se tranquilizaba haciendo eso, siempre le había gustado, y yo, como su creadora, amaba que lo hiciese. Desde que se enteró de que tenía un nuevo progenio, Andreas había actuado de una manera distinta conmigo, como si entre Nate y él se hubiera formado una competición por mi atención. Yo nunca vi a Andreas como tal sino como mi hermano, ni siquiera recordaba con claridad el momento en el que lo convertí.

-Pero tú no tienes esa parte monstruosa.- Sentí como sonreía sobre mi piel aliviado por mis palabras.- Tú eres mucho mejor que todo esto.- Puse mi mano en su cabeza y acaricié su pelo rubio platino lentamente. En momentos como este me odiaba a mí misma por haberle destrozado la vida de esta manera, por tener que hacerle ver nuestros más bajos instintos, y Nate no sería una excepción. Ya me sentía mal por haberlo dejado en Londres pasando su transformación solo y mucho más porque sentía que algo no iba bien en él.- ¿Quieres que bajemos juntos?- No me pensé mucho la pregunta. En realidad me moría por ver con mis propios ojos qué estaba pasando y sobretodo, ver qué estaba haciendo Tom.

-¿Bajar? ¿Enserio te apetece?- No, pero no tenía otro remedio.

-Claro. Pasemos tiempo en familia.


[…]


Gemidos y sangre era todo lo que mis sentidos me dejaban captar. Una mezcla de sonidos y olores que me ponían enferma y que dejaban indiferente a la música tétrica que sonaba de fondo. Estaba segura que si esto lo hubiese visto meses atrás hubiese vomitado pero ahora me parecía de lo más normal. Sin darme apenas cuenta había estado aceptando mi naturaleza y ahora, lo que más necesitaba era demostrarme a mí misma que yo pertenecía a este mundo tal y como me había hecho comprender Tom tantas veces. La vista era sin duda aterradora a la vez de bizarra. En cada rincón había parejas haciendo el amor, otros bebiendo la sangre con los que lo hacían y una pequeña minoría en la que nos incluíamos Andreas y yo tan sólo miraba. Por mucho que intentara buscar a Tom , no lo encontraba y eso no me gustaba. Podría estar en cualquier sitio tirándose a alguna o bebiendo su sangre. Sabiendo que esa posibilidad no estaba tan alejada de la realidad, me empecé a desesperar.

-¿Lilith, qué haces aquí?- Mis ojos se movieron rápidos hacia Bill, el cual me observaba extrañado.

-Yo sólo...- ¿Por qué no me salían las palabras? No podía decirle a Bill que había venido a buscar a Tom porque, tras mucho retenerme, necesitaba su sangre.

-¡No deberías de haberla dejado bajar, estúpido!- Andreas cerró los ojos fuertemente por el grito de Bill. Jamás podría haberme imaginado que Bill tuviese ese humor aunque sabía que muchas veces esa parte salía.- ¡Sabes que no puede estar aquí!

-¡William!- La potente voz de mi padre hizo que todo el ruido parase de golpe. Caminaba hacia nosotros lentamente acompañando de dos de sus guardaespaldas. Todos habían dejado de hacer cosas para reverenciar a mi padre.- ¿Crees que esas son formas de comportarte en una fiesta?- Bill esquivó la mirada de nuestro padre. Al parecer no se llevaba muy bien con él, cosa que era fácil de ver dado que su expresión cambiaba cada vez que él estaba cerca.

-Lo siento, Andreas.- Mi hermano le sonrió a Andreas que se la devolvió negando con la cabeza para quitarle importancia.

-¡Señores,... señoritas!- Mi padre habló para todos los allí presentes. De repente, encontré a la persona que había estado evitando durante una semana. Tom apareció entre la gente limpiándose la boca con la mano. Clavó sus ojos en los míos y yo, parada como una tonta observando como mi hermano había mordido a alguien que no era a mí, tan sólo pude coger aire antes de ser el centro de atención gracias a mi padre.- ¡Esta es mi hermosa hija Lilith!- Y lo solté de golpe ante el “Wow” de la gente. Ahora todos me miraban y cuchicheaban sin apartar la vista de mí. Entre la multitud pude ver a Mara y Oliver sonriéndome, y a Emily... salir detrás de Tom con el cuello manchado de sangre.- ¡Démosle la bienvenida a vuestra única mujer Sangre Pura!- Todos se pusieron una mano en el corazón y se inclinaron ante mí. Ese momento no hubiese sido tan raro si el único que no se agachó no hubiese sido Tom. Incluso mi padre, que estaba por encima de todos los que estábamos allí, lo hizo, ¿por qué Tom no?- ¡Divertíos!- Mi padre me dio un beso en la mejilla y se fue mientras los demás volvieron a lo suyo.

-Me... me tiemblan... las piernas.- Todo lo que había visto era más de lo podía soportar en una noche. Tom y Emily. Sabía que no podía confiar en sus palabras por muy sinceras que me pareciesen. ¿Cómo podía ni siquiera haberme imaginado que podrían ser ciertas?- Ahora vuelvo.- Me fui corriendo hacia algún lugar donde pudiera estar sola y pensar en cómo había sido tan estúpida como para imaginar que Tom me había dicho la verdad.

-¡Lilith!- Ignoré todos los gritos de Bill y Andreas. Necesitaba estar sola y alejada de todo el jolgorio.

Llegué hasta el enorme salón donde tantas veces había jugado con mis hermanos. Ahora estaba en silencio y apenas iluminado por las llamas de la chimenea. Me tiré en uno de los sofás y cerré los ojos. Quería pensar que todo lo que me había pasado desde que llegó Andreas a mi habitación hasta que salí corriendo, había sido un sueño, pero cuando los abrí seguía estando allí, sin comprender por qué mi padre me había presentado en público y el porqué de sentir aún la mirada de Tom quemándome el pecho.

Sus ojos, su boca llena de sangre, Emily y su cuello... Tom había bebido de ella y yo me sentía mal por ello. Quizás estuviera celosa o simplemente me molestaba. Lo que fuera, estaba torturándome por dentro. Pero la tonta había sido yo. Tom jamás cambiaría, él nunca hubiera dicho esa frase tan profunda (a su manera) ni yo le había importado nunca. Ni siquiera cuando éramos pequeños, cuando me abrazaba y me decía que siempre estaría a mi lado protegiéndome. ¡Había sido todo mentira!

-¿Por qué lloras?- A unos pocos centímetros de mi cara estaba la de Oliver. Me incorporé rápidamente en el sofá hasta quedarme sentada. Ni siquiera le había sentido entrar...

-No estoy llorando.- En ese instante, una lágrima cruzó mi cara. De nuevo volvía a llorar sin darme cuenta. Estaba tan acostumbrada que parecía que había perdido la sensibilidad ante mi propio dolor.

-¿Te encuentras bien?- Oliver se sentó a mi lado preocupado.- ¿Es por lo de Jörg? Sé que puede que sea un poco vergonzoso pero eres fuerte, lo superarás.- Sonrió y se levantó del sofá dispuesto a irse.

-Oliver.- Lo llamé antes de que saliera de allí.- ¿Puedes quedarte conmigo?- Todo el cuerpo me temblaba por lo que sentía dentro.

-Claro.- Se volvió a sentar a mi lado, ambos sin saber qué decir.- ¿Quieres hablar de ello?- Sonreí inconscientemente. Oliver no sabía cómo actuar para animarme y a mí me hacía gracia la situación después de todo.

-No lo entenderías.- Dejé mi cabeza caer sobre el respaldo. Estaba cansada. Hacía días que no bebía sangre y mi cuerpo estaba reaccionando. A pesar de necesitar la sangre para vivir, gracias a la comida podía saciar mi sed aunque no por mucho tiempo.

-Sé que a simple vista parezco el típico tío cachas sin cerebro pero créeme, la única que no tiene cerebro es Emily.- Ese nombre hizo que cerrara los ojos para dejar de ver la escena de hacía unos momentos delante de mí. No funcionaba.

-No pienso que seas así.- Sentía la mirada de Oliver en mí y era todo muy extraño. Había sentido mis colmillos crecer en mi boca y mi corazón sin vida arder.

-¿Es por un chico?- Abrí los ojos y lo miré. Su expresión fue de sorpresa pero desapareció para luego sonreír y dejarme ver una persona que desconocía.- ¿O es por sed? Los ojos son el espejo de los instintos para un vampiro.- Me reí ante su peculiar frase dejando mis colmillos a la vista.- Eres la vampiresa más hermosa que jamás haya visto.- Sus dedos tocaron mis colmillos dejándolo casi absorto en ellos.

-¿Estoy apunto de atacarte y tú piensas que soy hermosa?- Tenía ganas de lanzarme a su cuello y dejarle seco, y odiaba sentirme así. Sabía que por mucho que bebiese su sangre, sólo la de Tom conseguiría tranquilizarme. Cuando tenía sed, perdía toda conciencia que pudiera quedarme, los pensamientos dejaban de torturarme y cualquier muestra de arrepentimiento o miedo por lo que haría desaparecía. No me gustaba eso porque sabía que mis instintos saldrían a la luz y que sería la Lilith sin humanidad la que atacaría a su propio primo.

-No eres sólo hermosa sino que eres aterradoramente sexy.- Y en ese momento enterraba mi moral y me volvía una más en medio de monstruos. No pensé en lo malo que sería morder a alguien para saciar mi sed ni si hacer esto con Oliver estaba mal. ¿Pero qué más me daba? ¿No me había acostado con mi propio hermano?- Ven aquí.- Los colmillos de Oliver brillaron con el reflejo de la chimenea en ellos.

Me puse encima de él y empecé a desabrocharle los botones de la camisa. Las imágenes de Tom limpiándose la boca y la de Emily con el cuello manchado sólo conseguían que me entraran más ganas de hacer esto con él. Era mi venganza personal hacia el monstruo que me había engañado. Iba a hacer lo que él no quería, entregarle mi cuerpo a otro para demostrarle a Tom que yo no le pertenecía.

-Quiero que me muerdas y me folles...- Mi cuerpo reaccionaba ante sus palabras ya que “gracias” a Nate mis ansias por sangre y sexo habían aumentado. A eso había que añadirle la ira que crecía en mi interior.- Todo al mismo tiempo.- Me lancé a su cuello sin dudarlo un segundo más. Su sangre pronto empezó a  formar parte de mi cuerpo lentamente. Sus pequeños gemidos de dolor sólo hacían excitarme más. Sentía como mi cuerpo me pedía más de su sangre aunque de todas formas no conseguía saciarme como la de Tom. No sabía igual, no tenía ese aroma tan especial y mucho menos, mi cuerpo reaccionaba de la misma manera.

Aparté mis colmillos de su cuello aunque quisiera más. Me apetecía hacerlo con él, me sentía completamente deseada por Oliver. Pese a todo, lo que había entre Oliver y yo era frío, un frío que ni la chimenea podía apaciguar. ¿Dónde estaba el calor que sentía por todo el cuerpo cuando estaba con Tom? En ningún sitio, porque esto sólo era un acto de supervivencia entre dos vampiros con sed de sangre y sexo, un ritual que calmaría nuestros instintos unas horas.

Le quité la correa de los pantalones para dejar vía libre a nuestros cuerpos. Oliver gemía cada vez que me restregaba sobre él y eso era sumamente sensual. Me sentía poderosa haciéndole disfrutar aunque en lo más profundo de mi ser, yo no lo estuviera haciendo. Algo me estaba pinchando en el pecho, era como un sentimiento de culpa por mis actos. ¿Pero por qué? ¿No era lo mismo que había hecho él? ¿Por qué no podía hacerlo yo?

-¡No!- Separé nuestros labios cargados de lujuria dejando que Oliver respirase agitado.

-¿Qué pasa?- Mis colmillos desaparecieron para pronto dejar que mi racionalidad apareciese.- ¿Te encuentras bien?

-No... no puedo hacerlo.- Oliver dejó caer su cabeza hacia atrás decepcionado.- Lo siento.- Me quité de encima de él y me acomodé la ropa. Tenía ganas de llorar pero en momentos así recordaba lo que mi padre siempre decía: “Los Sangres Pura no pueden llorar en público”. Así que por un momento me sentí como tal y empecé a andar rumbo a mi habitación.

-¡Lilith!- Oliver me llamó antes de salir al enorme salón donde estaba la “fiesta”.- La verdad es que todo el mundo va a hacerte daño, simplemente tienes que buscar a la persona por la que realmente valga la pena sufrir.- Me volví cuando escuché sus palabras. Sólo pude sonreír para demostrarle que estaba bien antes de salir corriendo.

Ni siquiera fui consciente de como todo el mundo se inclinaba a mi paso ni de las llamadas de Bill para que me detuviese, simplemente cerré los ojos fuertemente como si así consiguiera evadirme del mundo. La escaleras se me hicieron interminables hasta que llegué a mi cuarto. Sólo pude tirarme en la cama y coger aire muchas veces mientras empapaba la almohada con mis lágrimas. Sentía la irónica falta de aire en mis pulmones por esta culpa que me atormentaba. Mi cabeza me recriminaba lo que había pensado hacer con Oliver como si fuese una traición hacía Tom. ¡Él me lo había hecho a mí y estaba segura que la culpa no era precisamente lo que se le había pasado por la cabeza!

-Te estaba esperando.- Mi cuerpo reaccionó con su voz. Empecé a temblar y a sentir escalofríos. No quería verlo y no era por lo de Emily sino porque sabía que se daría cuenta de lo que había hecho con tan sólo mirarme.- ¿Qué te pasa?- Sentí como la cama se hundía en mi lado derecho. Lo tenía cerca, tanto, que podía sentir su mirada y su olor llegar hasta mis huesos.

-Ve... vete.- Tom odiaba verme llorar o al menos era lo que decía cuando yo era pequeña. Pero ya nada de eso importaba porque Tom no tenía sentimientos...

-Ya te he visto muchas veces. No eres tan fea cuando lloras.- ¿Pretendía ser gracioso? ¡¿Tom estaba intentando ser... distinto?!- ¿Vas a decirme qué te pasa o te tengo que torturar para que lo hagas?- No. Él nunca pretendería cambiar.

-Lo siento.- En un abrir y cerrar de ojos me encontraba abrazada a mi hermano, de rodillas sobre la cama y apretando su cuerpo contra el mío. Y como siempre, todo lo que había pensado reprocharle, recriminarle y escupirle a la cara, se iba como si nunca hubiese estado en mis planes. Mis sentimientos hacia esa persona pesaban más que mi odio hacia él.- Yo no quería hacerlo.- Comencé a llorar más fuerte sin obtener una respuesta ante mi abrazo.- Te vi a ti y a Emily... y Oliver estaba allí. No me lo pensé, simplemente quería vengarme.- Sentía esos escalofríos intensificarse por todo mi cuerpo. El miedo y la oscuridad de Tom habían vuelto.

-¿Vengarte de qué?

-¡De ti!- Le grité cuando me separé de él. Se estaba haciendo el tonto para ponerme más histérica y lo estaba consiguiendo.- ¡Me dijiste que sentías algo por mí que ni los humanos podrían entender, y cuando me doy cuenta, estás mordiendo a Emily y acostándote con ella!- Ya está. Se lo dije pese a ver su cara de no entender nada.

-¿Y qué has hecho con Oliver?- Tenía una ceja alzada mientras me taladraba con su mirada.

-Yo...- Le aparté la mirada. De nuevo ese sentimiento de culpabilidad no me dejaba mirarle a la cara. Me sentía sucia sin haber hecho lo mismo que él.

-Hueles a él, es más, siento como su sangre está dentro de ti.- Se levantó de la cama para irse sin ni siquiera mirarme.

-Tú me mentiste.- Me limpié las lágrimas y le imité levantándome de la cama.

-¿Te lo has follado?- Estaba dándome la espalada, de cara a la puerta. No podía contestarle porque tenía un nudo en la garganta. Pronto me tragaría lo poco de orgullo que me quedaba y me arrastraría suplicándole perdón.- Porque yo a Emily no. No me la he follado ni he bebido su sangre.

-¿Qué? Yo... yo te vi con la boca manchada y ella detrás con el cuello lleno de sangre. ¡No puedes mentirme!

-He estado bebiendo sangre, la que Jörg a puesto a disposición de todos, y si Emily estaba así te puedo garantizar que no he sido yo.- Me llevé las manos a la cabeza escuchando como mi propia conciencia me gritaba lo estúpida que había sido.

-Yo creía que...

-¡Me importa una mierda lo que tú creyeses!- Se volvió para dejarme ver como sus colmillos y sus ojos demostraban la clase de monstruo que era.- ¿Sabes qué? Hoy me he hartado de beber sangre de todo tipo.- Me tiró en la cama, con él a cuatro patas sobre mí y haciendo presión sobre mis muñecas para que no pudiese escapar. Lo hizo todo tan rápido que no había podido reaccionar y ahora, ya no sabía qué hacer porque me había quedado anulada físicamente.- He bebido tanto porque sabía que tú llevabas tiempo sin hacerlo y que pronto querrías mi sangre.- Me sorprendí por su confesión. No parecía el Tom de siempre, había algo que había cambiado en él. Tom nunca haría eso si no era para su propio beneficio, pero lo más extraño era que me lo había dicho a mí. ¡A mí!

-¿Por qué haces esto ahora?- Las lágrimas se escurrían hasta mi pelo. Mi reflejo en sus ojos me hacía parecer vulnerable cuando el que realmente estaba mal era Tom. Yo le había traicionado.

-Porque las voces se callan.

-¿Qué?- Dejó de presionarme las muñecas, se echó a un lado y posó su cabeza en mi pecho.- ¿Qué... qué estás haciendo?- ¿Tenía esto lógica? ¿En qué momento me había quedado dormida para estar soñando con este momento tan extraño?

-Quédate así, al menos hasta que logre perdonarte.

Me quedé hierática sin saber qué hacer ante esta situación. Tom estaba completamente tumbado en la cama, con la cabeza apoyada en mi pecho. Me sentía incapaz de moverme, como si mi hermano fuese una bomba que explotaría en cualquier momento si hacía algo. Las lágrimas seguían cayendo mientras mi cabeza barajaba el posible cambio de actitud de Tom. ¿Realmente sentía lo que me había dicho en el avión? Porque eso explicaría el porqué de no haberme matado al confesarle lo de Oliver.

Posé mi mano en su cabeza llena de trenzas que le daban ese toque de rapero. Esperé a que Tom hiciese algo pero no daba “señales de vida”.

-¿Sabes? Creo que sí vales la pena.- Sonreí inconscientemente cuando recordé lo que me había dicho Oliver.- No entiendo cómo puedes cambiar de la noche a la mañana tan drásticamente, pero me gusta.- Tom no decía nada y era normal. Siempre se quedaba callado un buen rato cada vez que le decía lo que sentía.- ¿Tom?- Me levanté un poco para verlo. Tenía los ojos cerrados y sin ninguna expresión en el rostro. Estaba dormido. Y así, no parecía el monstruo que era sino mi Tommy.

Cerré los ojos y cogí aire con todas mis fuerzas. ¿Se habría enterado de lo que le había dicho? Seguramente no pero confiaba en que me perdonase la estupidez que había hecho.


[…]


By Tom


Llevó hasta el centro de la mesa una manzana y la dejó allí, justo delante de mí. Esta hora en la que habíamos estado frente a frente ninguno de los dos se había atrevido a mencionar palabra. La mitad del tiempo no había dicho nada y la otra mitad tan solo se había limitado a suspirar y decir “¿Qué has hecho?”. No le contestaba porque no sabía a qué se refería exactamente o eso quería hacerle entender.

-¿Sabes qué es esto, hijo?

-¿Una manzana?- Jörg frunció el ceño y se dejó caer sobre la silla. Mis respuestas siempre le hacían perder los nervios, pero a mí sus preguntas me tocaban los huevos.

-¿Sólo una manzana?- Esta vez se echó hacia delante dejando sus manos entrelazadas encima de la mesa de su despacho. El cruce de miradas era una batalla silenciosa entre mi padre y yo en la que de momento, iba ganando yo.

-¿A dónde quieres llegar?- No conseguía saber con exactitud qué era lo que quería decir. Fuera lo que fuese, no me estaba gustando.

-¿Sabes cuáles son los dos principales pecados de nuestra raza?- Alargué el brazo hasta coger la manzana. El rojo de su piel era muy parecido al color de la sangre. La luz tenue de la lámpara que nos iluminaba se reflejaba en ella haciendo que su destello me cegara. Mi padre se refería a la manzana como pecado, el Pecado Original de Adán y Eva y por la que todos estábamos condenados.

-Uno es matar a un igual, del otro no me acuerdo.- Mi mirada estaba centrada en ese fruto que me hacía recordar lo que supuestamente los textos sagrados hablaban de él. Lilith, primera mujer de Adán, tras ser expulsada del paraíso, volvió para vengarse convenciendo a Adan y Eva para que comieran el fruto prohibido, la manzana que Dios les había negado.

-Beber la sangre de un miembro de tu propia familia.- Levanté la vista de la manzana para ver a mi padre. Sus manos estaban fuertemente unidas aguantando todo lo que pensaba recriminarme.- Ella ha incumplido ambos.

-Has tardado bastante en darte cuenta.- Esta vez fui yo el que se dejó caer en la silla. Me había levantado sin despertar a Lilith antes de que amaneciera para evitar que me viesen, con el pequeño inconveniente de que mi padre estaba allí, justo enfrente de su puerta.

-¿Te parece gracioso? ¡¿Crees que es divertido que tu hermana beba de ti?!- Dio un fuerte golpe sobre la mesa donde apareció una grieta bastante profunda.

-Sí, mucho de hecho.- Sonreí ante la cara de enfado de Jörg. Lilith siempre había sido su mayor tesoro, la persona que más protección debía tener para que su sangre no fuese derramada.

-¿Desde cuándo?- Preguntó con miedo. Sabía que si Lilith bebía de mí se crearía una dependencia. Lo que él desconocía era que su sangre era mi adicción y no la mía la de ella.

-Desde que nació prácticamente.- Se levantó de la silla dispuesto a partirme la cara cuando algo cambió. Una sensación extraña que recorrió su cuerpo y el mío, algo que me recordó lo que pasaba cuando amanecía antes de que dominásemos el Sol.

-No...- Susurró mi padre con los ojos desencajados. Se acercó a la ventana y agarró las cortinas de terciopelo negro con fuerza. De repente, unos gritos familiares se dejaron escuchar por toda la casa, gritos de histeria de varias personas y olores a carne quemada.- El Sol.- Mi padre salió corriendo del despacho hacia donde provenía el olor.- ¡Cuidado con el Sol!

-¡Cerrad las ventanas!

-¡Qué nadie salga a la calle!

-¡Evitad que os dé el Sol!

-¡Avisad a la población lo más rápido posible!

Escuché todas y cada una de las advertencias sentado en la silla sin moverme. Me levanté aún con la manzana en la mano y fui hasta la ventana. Si estaba pasando lo que pensaba, el gilipollas de Nate la había cagado y mi padre con él por no hacerme caso y dejar que se viniera a Hamburgo con nosotros.

Corrí un poco la cortina escondiéndome detrás para que no me diera la luz del Sol. Los rayos parecían brillar más hasta tal punto de pensar que me habían dejado ciego. Acerqué la mano que sostenía la manzana hasta esa fuente de luz. La fruta cayó de mis manos en el momento en el que el Sol empezó a quemarme la piel produciéndome ampollas.

Un líquido espeso empezó a emanar de mi nariz hasta toparse con mis labios. Era mi sangre la que se estaba escapando de mi cuerpo mientras me mareaba sin razón aparente.

Salí de allí lo más rápido que pude intentando avisar a todos de lo que estaba pasando. El Sol ahora jugaba en nuestra contra y eso sólo podía significar que una parte de la sangre de Lilith había sido derramada para esos putos perros sedientos de su sangre. Esa parte era la sangre de Nate o la de Andreas y sabiendo que éste último no había salido de aquí, sólo me cabía pensar en Nate como único sospechoso.

Los licántropos nos habían condenado a la oscuridad eterna con sólo una décima parte de su sangre, si llegaran a derramar toda la de Lilith significaría la extinción de nuestra especie. Algo bueno para ellos y para los humanos, algo malo para el mundo... Se perderían el brillo de sus ojos cuando sonreía.

-¡Tom!- La voz de mi hermano hizo que parase de correr hacia su habitación.- ¡Dios, estás sangrando!- Sus dedos tocaron la sangre que salía de mi nariz y de mis oídos al igual que él.- ¿Has visto a Lilith?

-¿Qué? ¿No está con vosotros?

-¡No, pensaba que estaba contigo!- Volví a salir corriendo intentando olerla por algún sitio pero era de día y eso significaba que mis instintos no funcionaban como siempre.

¿Dónde mierda estaba? Siempre se metía en problemas, siempre tenía que ir a salvarle el culo porque era incapaz de estarse quieta. Si el Sol le daba ardería como una antorcha y suponiendo que lo que querían era matarla y beber su sangre, no me extrañaba que algo la estuviese atrayendo hacia la luz.

Me paré en seco cuando la vi arrastrarse por el suelo hacia la puerta trasera de la cocina. Estaba sangrado al igual que todos los que aún permanecíamos despiertos buscándola por lo que supuse al escuchar a todo el mundo gritando su nombre.

-¡Lilith!- Le grité para que se parase pero parecía no escucharme. No podía acercarme a ella, si daba un paso más me comería el suelo.- ¡Para!- Consiguió ponerse de pie apoyándose en la puerta.

-El Sol...- Su débil voz llegó hasta mí como un susurro tal y como siempre me hablaba cuando bebía su sangre.- Me está llamando, ¿no lo escuchas, Tom?- Empecé a andar hacia ella todo lo rápido que pude para evitar que abriese la puerta pero fue demasiado tarde.- ¡El Sol!- Gritó antes de que los ardientes rayos le dieran de pleno.

-¡Lilith!- Me tiré sobre ella para evitar que la luz le diera. Notaba como me estaba quemando la espalda y como toda la sangre de mi cuerpo estaba empezando a arder.

Me estaba mareando más de lo que ya estaba, no veía ni escuchaba con claridad, sólo oía golpes lejanos y gritos en forma de eco que se escapan de mi percepción. Su pecho abultado chocaba contra el mío y su olor era lo poco que aún sentía con normalidad. De pronto, noté que flotaba y que el fuego que me quemaba desaparecía. Todo me daba vueltas, era algo parecido a cuando bebía su sangre pero sin ese subidón de adrenalina y ese “algo” parecido a la felicidad.

-¡Tom!... ¿Estás bien?... ¡Abre... ojos... hijo!- La voz de Simone hizo que abriera los ojos un poco para ver a un montón de sombras rodeándome.

-Mi... sangre.- Cogí aire para poder hablar mejor pero lo expulsé tosiendo como un loco.- Nece... necesita mi... mi sangre.- Ni siquiera sabía si seguía viva o se había convertido en polvo tras exponerse de esa manera.

-Tom, necesitas descansar.- Esta vez fue mi padre el que me habló sin mostrar ninguna pizca de enfado hacia mí por lo de nuestra “conversación”. Pero en este momento no me importaba lo más mínimo, lo más importante era Lilith a la que había dejado de sentir hacía un rato.


¿Lilith? ¿Desde cuándo ella es importante para ti?

No nos interesa.

No la necesitamos.

Sólo su sangre.

Sí, su sangre es valiosa.

Déjala seca.

Te estás muriendo por su culpa.

Es lo mínimo que puede hacer por ti.

Te miente cuando dice que te quiere.

¿Te querría si se enterase de que no eres normal?

Mátala.

Mátala.

Mátala.

Mata a la persona que te hace débil.



-No podemos darle tu sangre, no está permitido.- Mi madre habló por encima de las voces. Era la misma conversación de siempre. Hacía tiempo que había dejado de escucharlas pese a llevar parte de razón.

-Ya lo ha hecho otras veces.- Confesó mi padre.

-Lo sé, sólo espero que lo que siente Lilith por él sólo sea eso.- Sonreí con los ojos cerrados al escuchar a mi madre. Ella siempre había conocido la verdad sobre Lilith y yo, pero siempre se había hecho la tonta como si nada pese a evitar por todos los medios que ella y yo estuviésemos juntos. Hasta tal punto, que fue capaz de convertirla en humana y alejarla de nuestro lado, simplemente para que no estuviera conmigo.

-¡Señor, las quemaduras no se cierran!- Una de las sombras estaba junto a un bulto en el suelo, era Lilith. No se curaba y estaba perdiendo sangre. Hice lo que debería de haber hecho desde que me tiré encima de ella. Me mordí la muñeca perdiendo la poca fuerza que tenía. Mi brazo cayó inerte junto a mi cuerpo. No tardaría en caer inconsciente por completo pero aun así, luchaba por mantenerme despierto al menos hasta sentir sus colmillos clavados en mis venas.

Lo que ansiaba no tardó en llegar. Como era de esperar, Lilith no tardó en reaccionar ante mi sangre para rasgar mi piel tragando como una posesa. Cerré los ojos aliviado, por lo menos sabía que no estaba muerta. Pronto todo a mi alrededor desapareció, el ruido cesó y las voces se callaron. Siempre lo hacían cuando ella estaba cerca. Quizás matarla fuera lo mejor para todos pero no para mí. Ahora que había conocido lo que era no escuchar esos demonios en mi cabeza, mi egocentrismo no me permitía acabar con ella.

Era cierto que era débil junto a ella, incluso le dije lo que sentía si se le podía llamar así. Lilith no me gustaba, no la quería ni la amaba porque lo que yo sentía cuando ella simplemente me miraba era algo que no se correspondía con esas cosas.


¿La escuchas tragar? Se está alimentando a tu costa.

Te está matando poco a poco y ni siquiera te das cuenta.

Te gusta, te gusta que te mate.

Te gusta sentirte al filo de la muerte.

Ella es la muerte y te está llevando consigo.


-¡Lilith, para!- Ahora me dolía el cuello, me dolía muchísimo. Lilith se había lanzado allí, justo donde podía conseguir más en menos tiempo.

-¡Lo va a matar!

-¡Para!

-¡Separarla!

No podía adjudicar ninguna de las voces a alguna cara en concreto pero no estaba de acuerdo con nada. No supe cómo ni de dónde salió toda esa fuerza para conseguir rodearla con mis brazos y apretarla a mí para que no la apartaran de mi lado.


-No... soporto que... que te... vayas...- Le dije como tantas veces antes de sentir como la muerte me llevaba consigo.

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