Capítulo 47

Capítulo 47


By Lilith


-Supongo que podríamos reconsiderarlo...- Mi padre se tocó la cabeza pensativo. Sabía que lo que le había propuesto le costaba aceptarlo pero si permanecía un segundo más en esta casa, me volvería loca.

-Papá, por favor, necesito salir un poco y despejarme.- Le puse aquella cara que a Shelly le salía tan bien cuando le pedía algo a sus padres. El silencio se hizo en el amplio despacho de mi padre, un silencio ensordecedor que hacía que la tensión de mi padre tiñera el ambiente.

-Está bien, pero con una condición.- Mi felicidad se esfumó ante la determinación de mi padre.- Tendrás que llevar guardaespaldas.

-¡¿Qué?!- De sólo imaginarme la cara de Cintia cuando me viese llegar con ellos, me entraba el pánico.- ¿No crees que eso llamará más la atención?

-No podemos dejar que salgas sin protección y mucho menos ahora.- ¿Y mucho menos ahora? ¡¿Pero qué tenía que ver eso?!

-Vale, llevaré guardaespaldas pero que no vayan detrás de mí.- Me levanté decidida a irme y prepararme para mi cita con Cintia.

-Lilith, tienes que entenderlo, ahora tu vida corre más peligro que antes.- La voz de mi padre cambió intentando parecer tranquilo pese a sus palabras.- Cuando te secuestraron pensé que mi mundo acabaría en ese instante. ¡No quería ni imaginármelo!- Suponía que ese era el momento indicado para soltarle lo que durante el tiempo que estuvo Tom “muerto”, en la soledad de mi habitación manchada de sangre, pensé.- Viví, no sé cómo, mucho tiempo sin ti. Me cuesta pensar en eso de nuevo.- Me levanté de mi silla para irme pero antes, me paré frente a la puerta con el pomo en mi mano. Mi cerebro me bombardeaba palabras sueltas y sin orden para formar una frase que tuviese significado.

-¿Qué has dicho?¿Que no podrías imaginarte la vida sin mí?- Me volví lentamente observando la cara de mi padre ante el tan amenazante tono de mi voz.- ¿No crees que eso es lo que deberías de haber pensado antes, mucho antes de haberme dejado sola en mi habitación, con un mísero vaso de sangre al día y sin que mi padre viniese a consolarme? ¿Sabes siquiera cómo me sentí yo cuando todos me hicisteis creer que Tom estaba muerto por mi culpa? ¡Nadie vino a decirme la verdad!- Mi padre se levantó de su gran asiento de terciopelo rojo con los ojos abiertos como platos.- Me quitaste cualquier tipo de vigilancia porque me odiabas, porque no querías saber nada del demonio que había dejado a tu hijo así. ¡No vuelvas a ser tan hipócrita!- Esta vez, sí que salí del despacho de mi padre. El estruendo de la puerta al cerrarse retumbó en toda la casa, tanto que creí haberla sentido temblar bajo mis pies.

No sabía por qué de un segundo a otro, mi cuerpo estaba luchando por captar algo de oxígeno de la atmósfera ni el porqué de tan repentino enfado y posterior arrepentimiento. Lo que le había dicho a mi padre era algo que me prometí a mí misma no decírselo a nadie, pero a quién pretendía engañar. Durante todo este tiempo me había estado guardando tantas cosas, preguntas y respuestas. Más de una vez había luchado para que mi lengua no fuese más rápida que mi cabeza, y hasta ahora, me había funcionado. Pero en el fondo estaba más que dolida con mis padres.

¿Por qué mi madre me entregó a otra familia?

¿Por qué no le importó alejarse de su hija para siempre?

¿Por qué mi padre nunca se interesó en buscarme?

Muchas preguntas y ninguna de ellas con respuesta y sinceramente, no quería escucharlas. En momentos así me sentía una cobarde y es que escuchar la verdad sobre las cosas me asustaba.

Sin darme cuenta había llegado a mi habitación. La puerta estaba cerrada y la presencia de Tom al otro lado me indicaba que aún se encontraba en su interior. La abrí con cuidado intentando no molestarle. Aún estaba tal y como lo había dejado. Por lo visto, hoy no tenía que ir a trabajar y estaba aprovechando su día libre para dormir. Siempre me había llamado la atención la cantidad de horas seguidas que podían dormir tanto Tom como Bill, horas de sueño en las que no abrían los ojos ni un segundo.

Me fui acercando a él lentamente hasta sentarme en la cama. Levantarme y ver a Tom nada más abrir los ojos era algo extraordinario. Podría quedarme horas observándolo mientras dormía. Estaba tan tranquilo, sin ese aura oscura rodeándole... y aunque me costara reconocerlo, verlo así no me producía ese miedo irracional.

-¿Sabes qué he hecho?- Le dije, siendo consciente de que no me estaba escuchando debido a su plácido sueño.- Le he gritado a papá una pequeña parte de lo que me he estado callando todo este tiempo.- Observé la expresión de Tom por si mi voz lo había despertado pero éste seguía indiferente a mis palabras.- Debería de sentirme aliviada porque me he quitado un peso de encima pero no logro dejar de sentirme culpable.- Me pegué en la cabeza cuando me di cuenta de la estupidez que estaba haciendo. Estaba hablándole a Tom, que ni se inmutaba. En el fondo, sentía que tenía que desahogarme con alguien pero estaba claro que ese no era Tom.

Me levanté de la cama para arreglarme dado que la hora a la que había quedado con Cintia se aproximaba. Cuando le dije que quedáramos sobre las ocho de la tarde, casi se cayó de la impresión. Para ella esa hora era muy tarde para ir de compras de navidad, para mí el día acababa de comenzar. No recordaba el momento exacto en el que Cintia y yo entablamos esta amistad tan extraña. De un día para otro, habíamos pasado de ser desconocidas a conocer cosas de la otra que ni siquiera queríamos saber. Me había hablado sobre cómo había conocido a Jake, cómo le pidió matrimonio después de conocer su embarazo, incluso cómo fue su primera vez con su marido... Jake, había algo en su forma de caminar, hablar y gesticular que me recordaba a ése que una vez fue mi pareja. Fue extraña la sensación que tuve cuando me miró. Tenía la misma forma de hacerlo que el Jake que yo conocí.

Tenía que quitarme esas cosas de la cabeza y centrarme en mi verdadero objetivo, intentar entender a Tom. Había estado toda la noche dándole vueltas a la cabeza sobre el comportamiento tan extraño que había tenido mi hermano. Sus ojos se habían perdido en una inmensidad sin fin que nunca había visto y cuando reaccionó, había sido para peor. Me había empujado de una manera bestial, con tanta fuerza como el antiguo Tom habría utilizado, y luego, ese cambio de actitud en la ducha. ¿Qué se suponía que pasaba por su cabeza?

-¿Elizabeth?- La dulce voz de mi hermana hizo que saliera del vestidor para verla.

-¿Qué pasa?- Dije en voz baja para no despertar a Tom.- ¿Te sigues encontrando mal?- Ella negó con la cabeza aún en la puerta de mi habitación.

-Te... Tengo hambre.- Vi como sus mejillas se encendieron y no pude evitar esbozar una sonrisa ante tanta dulzura. La pobre dependía de Dorotha y Roses para que le hicieran algo de comer ya que aquí, aparte de sangre, no había otra cosa.

-Enseguida voy y te preparo algo.- Le hice un gesto con la mano para que entrase y cerrara la puerta. La luz del pasillo era demasiado deslumbrante y podría molestar al perezoso de Tom.

-¿Qué haces?- Preguntó entrando en el vestidor conmigo, donde ambas podríamos hablar un poco más alto.

-Me estoy preparando para salir con una... amiga.- Suponía que llamar amiga a Cintia era lo correcto pese no haber tenido un gran contacto.

-¡¿Tienes una amiga?!- Se tapó la boca corriendo al darse cuenta del elevado tono de su voz.- Perdón.

-¿Por qué te sorprendes?- Pregunté curiosa.

-Nunca has tenido verdaderas amigas así que me alegro mucho de que por fin tengas una.- Se abrazó a mí como un gesto de apoyo. Pese a que por aquel entonces en el que yo estaba en el instituto, Shelly sólo contaba con escasos tres años de edad, se acordaba perfectamente de como me quejaba con Carmen de que nunca tendría amigas.

-¿Tú tenías amigas en Francia?- Hoy parecía ser la noche en la que no era dueña de mis propias palabras. Desde que mi hermana había llegado me había muerto por preguntarle millones de cosas y si no lo había hecho, había sido por no recordarle todo lo que había dejado atrás por mi culpa.

-No muchas.- Sonrió con tristeza por su confesión.- Cuando salía del colegio me iba directa a casa con la abuela para ayudarla así que no salía a jugar con mis compañeras de clase.- No pude dejar de sentir ese pellizco en mi estómago. Me estaban entrando ganas de llorar por la triste infancia que estaba pasando Shelly, pero por otro lado, me sentía aliviada. La abuela estaba viva.

-Quizás deberíamos apuntarte en un colegio para que tengas amigas y sigas con tus estudios, por supuesto.- Cogí el vestido, el abrigo y  la bufanda que me pondría hoy sin apartar mis ojos de la reacción de Shelly. Ésta sonrió feliz como si mi propuesta le hubiese cogido de sorpresa.- ¿Qué te parece?

-¡Sí, gracias!- Volvió a taparse la boca por el inmenso grito que había metido. Si Tom no se había despertado con ésto...

-¡Ah!- La palma de mi mano empezó a sangrar cuando el alfiler que estaba en el vestido se clavó en ésta.

-¿Estás bien?- Shelly cogió mi mano y la beso justo en la herida.

-Se cerrará pronto.- La herida no tardó en desaparecer bajo los labios de mi pequeña hermana.- Te has mancha...- Abrí los ojos de par en par cuando vi como Shelly pasaba su lengua por sus labios, haciendo que mi sangre pasase a formar parte de su organismo.- ¿Qué... Qué has hecho?- Dije con un hilo de voz.

-Es lo que hacía mamá cuando teníamos una herida, ¿recuerdas?- Era verdad. Intenté quitarle hierro al asunto al ser consciente de que sólo había sido una gota de mi sangre la que había estado en sus labios. Al ser Shelly una humana la eliminaría en cuestión de minutos.

-No vuelvas a hacerlo.- Dije mientras le sonreía.

-¿Se puede saber por qué cojones haces tanto ruido?- Tom apareció por la puerta del vestidor, con unos simples pantalones de chándal negros XXXXL puestos. Mi cara tuvo que ser un poema al verlo de semejante forma delante de Shelly.

-¡Tom, tápate!- Le lancé lo primero que cogí a la cara mientras él no dejaba de mirar a Shelly serio.

-¿Y me das un vestido para que lo haga?

-¡Sal de aquí!- Tom me hizo caso llevándose mi vestido con él.- Siento que tengas que ver estas cosas.- Shelly empezó a reírse sin yo entender por qué.- ¿De qué te ríes?- Reconocía que estaba un poco cabreada con Tom. ¡¿Es que no se le había pasado por la cabeza que Shelly era una niña y no tenía que verlo de semejante forma?!

-Sois muy graciosos.- Ella me sonrió y se fue como si nada dejándome exhausta ante su comportamiento.

Comencé a vestirme ya que se me estaba haciendo tarde entre una cosa y otra. El comportamiento de Shelly me dejaba perpleja. A mí me había parecido una falta de educación que Tom saliera de la nada, de semejante forma delante de una niña. Pero claro, aunque a mí no se me ocurriría en la vida hacer eso no significaba que Tom no lo hiciese tampoco. Sin embargo, a mi hermana no le había importado lo más mínimo y dentro de lo que cabía, se lo agradecía. No soportaría que a Shelly le cayese mal Tom y viceversa.

Salí del vestidor una vez que ya estuve preparada para esperar a que Cintia viniese a recogerme. Tom se había vuelto a tirar en la cama y parecía que estaba dormido de nuevo. Yo era incapaz de volverme a dormir una vez que me despertaba al contrario que mi querido hermano. Suponía que en eso no nos parecíamos...

-Deja de mirarme.- Dijo aún boca abajo en la cama.

-¿Piensas quedarte toda la noche así?- Me puse los botines negros que me pegaban con el abrigo sin apartar la vista de Tom.

-Sí.- Abrió los ojos y me miró de arriba abajo.- ¿Quieres quedarte conmigo?- Esbozó esa sonrisa tan “traviesa” que siempre me había tentado pero que esta vez podría.

-No puedo, he quedado con Cintia para ir de compras.- Cogí el bolso y comencé a caminar hacia la puerta intentando evitar a Tom o de seguro, me metería en la cama con él y no saldría.

-¿A quién le has pedido permiso para ir?- Me paré en seco ante el tono amenazante de su voz. Era como si de repente mis músculos se hubiesen congelado y no pudieran moverse.

-A... A papá.- Eso me demostraba que Tom no se había enterado de nada de lo que le había dicho mientras dormía y en cierta forma, era mejor así.

-No es a Jörg a quien tienes que pedirle permiso, sino a mí.- Me volví dado que durante todo este tiempo había estado dándole la espalda. Cuando lo busqué con la mirada ya no estaba.- Yo soy quien decide.- Metí un bote al encontrármelo frente a mí.

-¿A... A ti?- Él asintió con la cabeza.- Eso sólo serviría para alimentar más tu ego, y creo que ya tiene obesidad mórbida.- Intenté salir pero su cuerpo, como otras tantas veces, se puso delante de mi salida de emergencia.

-Primero: Todo lo que hagas tiene que pasar primero por mí, da igual lo que sea.- Bajé la cabeza arrepentida. Volvía sentirme mal por haber hecho enfadar a Tom y es que, a veces, parecía que era algo innato en mí y que por mucho que quisiera jamás conseguiría que él estuviese contento conmigo.

-Lo siento.- Apreté el bolso entre mis manos aguantando las ganas de llorar. Incluso era consciente que llorar por una tontería como esta era ser demasiado ñoña, pero no podía evitarlo. Tom tenía algo que hacía que pasase lo que pasase independientemente de quien lo hiciese, siempre me sentía culpable. Aunque también era consciente que llorar por ésto, sobrepasaba mis niveles de culpabilidad.

-¿Vas a llorar?- Negué fuertemente con la cabeza intentando convencerlo sin mucho éxito.- Te lo paso por esta vez porque se suponía que tendría que habértelo dicho antes.- Se quitó de delante de la puerta con una dirección fija ya establecida, la cama.

-Pues tendrías que haberlo hecho.- Escuché como sus pasos se detuvieron cuando mi voz rota llegó a sus oídos.- No sé cómo lo haces pero siempre consigues que me sienta mal.- Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar con claridad. No quería derramar ni una sola lágrima por esta tontería y mucho menos delante de él. Tenía que ser fuerte si quería que Tom me respetara un poco.- Me voy, Cintia estará al lle...- Sentí la frialdad de sus labios sobre los míos. Me quedé impresionada ante la reacción de mi hermano y es que cosas así eran las que hacían que jamás en la vida, por mucho que me hiciese, consiguiera odiarlo. Sus ojos estaban cerrados sin que yo consiguiera cerrarlos. Estaba tan quieta mientras sus labios seguían en la misma posición del principio, que en ese momento no me importaba mi cita con la enfermera sino estar así con Tom para siempre.

-Vete ya y déjame dormir.- Se separó de mí como si nada y de un visto y no visto, ya estaba en la cama de nuevo.

-Ha... Hasta luego.- Salí de mi habitación aún con todo el cuerpo tembloroso. Las lágrimas habían desaparecido para dejarme una sonrisa de estúpida impresionante.

Así, me daba igual entender la bipolaridad de Tom. Me gustaba que me sorprendieran sus reacciones inesperadas o que de un momento a otro pasase de demonio a un ángel caído del cielo. Ese era mi hermano, y por mucho que quisiese entenderlo, jamás lo haría.

-Hija.- la voz de mi madre me detuvo cuando estuve a punto de abrir la gran puerta principal para irme.

-Hola, mamá.- Le sonreí con todas mis ganas y en realidad, no era por haberla visto sino porque todavía sentía la frialdad de Tom en mis labios.

-Tu padre me ha dicho que ibas a salir hoy así que...- Me tendió algo que no logré identificar hasta que lo cogí. Era una tarjeta de crédito con mi nombre impreso.- No puedes salir de compras sin dinero.- Era cierto pero...

-¿De quién se supone que es esto?- Yo no trabajaba por lo que el dinero no podía ser mío.

-Es del fondo de tu cuenta.- ¿Fondo de mi qué? De repente la letras de la tarjeta se volvieron borrosas y todo me empezó a dar vueltas.- ¡Lilith!- Mis piernas me fallaron y mi madre me sostuvo antes de que me cayese de bruces contra el suelo.- ¡Ayuda!- Gritó mi madre.

-Estoy bien, mamá.- Cuando todo a mi alrededor pareció de tenerse, me solté de mi madre para demostrarle que ya se me había pasado.

-¿Qué ocurre?- Bill llegó corriendo y con la cara descompuesta.

-Es Lilith.- Le respondió mi madre aún preocupada.

-Ya te he dicho que estoy bien.- Intenté tranquilizarlos sin mucho éxito.- Tan sólo me he mareado un poco.- Cogí mi bolso del suelo dado que se me había caído, y les dí un beso a ambas en forma de despedida.- Nos vemos luego.

-No creo que sea buena idea que salgas así.- Dijo mi hermano sin apartar sus ojos de mí.

-No es nada. Si me vuelvo a encontrar mal, os llamo para que me recojáis.- Mis palabras no parecieron convencerlos mucho pero sí lo suficiente para no salir corriendo detrás de mí.

Dos de los seguridad que aguardaban en la puerta, me la abrieron para toparme de golpe con el frío viento que me despejaría de esos mareos tan raros. Sentí de pronto la presencia de varios vampiros a mi alrededor y supuse al instante que los “guardaespaldas” ya estaban preparados en algún punto donde nadie les pudiera ver para cumplir con sus misiones.

A lo lejos divisé un coche aparcado a las afueras del territorio de mi casa. Cintia ya estaba hí y cuando me vio, no dudó en tocar el claxon. Sonreí cuando la vi salir del coche y saludarme enérgicamente con la mano.

Esperaba que esos mareos no se volvieran a repetir mientras estuviese fuera. Lo que no comprendía era por qué de repente me pasaba esto. En teoría, tendría que estar ya recuperada por la falta de sangre durante el mes en el que Tom estuvo así pero lo mareos de antes me habían demostrado que quizás no lo estuviera del todo. Aun así, todo era muy extraño. Mi sangre parecía haber empezado a moverse dentro de mis venas, sin embargo, esa sensación no era nueva para mí. Sabía que en algún momento me había pasado pero era incapaz de recordar cuándo.

-¡Hola!- Cintia me saludó cuando llegué hasta su coche.- ¿Preparada para ir de compras?- Dijo sin apartar esa sonrisa tan característica de ella.

-Lista.- Reí.

Nos metimos en el coche donde la calefacción hizo que mi cuerpo dejase de reaccionar ante ese estímulo interior proveniente de mi sangre. Antes de arrancar el coche, miré hacía la fachada principal de la enorme mansión donde vivía. Busqué con la mirada mi habitación y encontré la luz apagada por lo que Tom aún estaría durmiendo. Cuando el coche se puso en marcha, la luz se encendió dejándome ver a Tom asomado a la ventana.

Su figura se alejó de mí en el momento en el que emprendimos rumbo al centro de Hamburgo...


By Rachell


-Debería de tomarte la sopa, cariño.- Mi madre sonó preocupada ante mi falta de apetito.

-No tengo ganas, mamá.- Pese a que los médicos me habían dicho que ya podía comer, mi apetito parecía haber desaparecido.

-Como quieras.- Desistió después de haber estado más de un cuarto de hora insistiéndome.- Me extraña que todavía no haya venido...- Mi madre dejó caer lo que en realidad todos se habían estado preguntando durante todo el día.

-Anoche salió muy tarde de trabajar y como sabe que estoy bien...- Siempre tenía que excusarlo delante de mi familia. Sabía que su situación era complicada pero mi familia pronto se daría cuenta de que algo no iba bien con nosotros.

La puerta se abrió y las miradas de todos se centraron en quien fuese que estuviera allí. Yo desde mi posición en la camilla, no conseguía verlo pero al contemplar la sonrisa de mi hermano Peter lo comprendí. Cuando sus ojos alcanzaron los míos, no pude evitar sonreír como una bobalicona. En cierta forma, estaba enfadada con él por no haberme venido a visitar anoche pero comprendía que su trabajo lo tenía agotado.

-¡Eh, tío!- Peter se levantó y fue a abrazarlo como tantas otras veces había hecho pese a que a él no le gustaba que lo tocasen.

-Llevamos todo el día esperándote.- Dijo mi padre después de estrecharle la mano en señal de saludo.

-Siento no haber venido antes, he estado ocupado.- Mi madre le sonrió quitándole importancia dado que yo estaba fuera d peligro.- ¿Cómo estás?- Cuando me habló a mí, mi corazón pareció paralizarse, era lo que siempre conseguía cuando me miraba.

-Ya estoy mejor aunque todavía me duelen las heridas.- El asintió y se acercó a mí. Estaba segura de que este sería el momento en el que sus labios me volviesen a tocar para transportarme a otro mundo. En lugar de eso, sólo fue hasta el gotero y lo reguló haciendo que las gotas que pausadamente entraban en mis venas, se volviesen un incesante chorreo.

-Tenías muy bajo el analgésico.- Sonreí ante su seguridad en lo que hacía. Si algo le había gustado a mi familia de él es que era médico.

-Bueno, nosotros nos vamos a la cafetería y así os dejamos solos.- Mi madre tiró de mi padre y éste de mi hermano para dejarnos algo de intimidad.

-¡Tom, acuérdate de nuestra partida pendiente a la Play!- Le dijo Peter antes de que mi padre casi lo sacase por las orejas.

Tom se sentó en el sillón que estaba junto a mi cama y soltó todo el aire que parecía haber tenido retenido durante todo este tiempo. Parecía cansado, como otras tantas veces en las que lo había visto, sólo que hoy parecía más perdido que de costumbre. Sus ojos estaban fijos en esa pulsera que siempre tenía, la cual se había roto una vez.

-Pensé que no vendrías.- Dije mientras me incorporaba un poco en la cama dado que el dolor había desaparecido.

-Anoche salí tarde del hospital, casi estaba amaneciendo.- Asentí ante su declaración. Desde que Tom no podía salir de día, nos veíamos muy poco.

-No te preocupes, estoy bien.- Él me miró como venía haciendo desde hacía un tiempo. Ahora lo sentía incómodo, agobiado y por qué no decirlo, incluso triste.

-¿Conseguiste verle la cara a quien te lo hizo?- No recordaba con claridad aquel momento pero de lo que estaba segura es que no había sido un vampiro.

-No tenía forma humana sino que parecía un monstruo. Por un momento pensé que me mataría pero cuando vio que estaba casi agonizando paró y se fue.- Sabía en lo que estaba pensando Tom.- ¿Crees que es un licántropo?- Él asintió aún con la vista perdida en la pared de enfrente.

-Siento que no pudiese protegerte.- No pude evitar esbozar una sonrisa ante su comentario.

-Eres mi novio, no mi guardaespaldas.- La expresión de Tom cambió. Su rostro pareció oscurecerse y sin comprender muy bien por qué, empecé a sentirme nerviosa ante su reacción.- ¿Te encuentras bien?

-Sí, no es nada.- Se levantó de la silla y caminó hasta mí. Su cara se fue acercando lentamente a la mía y comprendí lo que vendría. Sus labios atraparon a los míos haciendo que mi cuerpo se estremeciera ante el contacto de su gélida piel. De nuevo me sentía en las nubes como cada vez que me besaba o hacíamos el amor. Tom era capaz de llevarte al mismísimo infierno y luego al cielo en cuestión de segundos.

-Buenas noches, Señorita Ra...- Tom se separó de mí a la velocidad de la luz antes de que el doctor llegase a vernos. ¿Cómo podía darle a alguien como Tom tanta cosa de que nos vieran besarnos?- ¿Tom?- El doctor cuando entró, se fijó en mi novio que, sin yo darme cuenta, ya estaba sentado en el sillón.- ¡¿Tom, qué haces aquí?!- Exclamó sorprendido el médico sin borrar esa sonrisa de su rostro.

-He venido a ver cómo estaba.- El médico que me había atendido desde que llegué, nos miró a ambos alternativamente.

-¿Os conocéis?

-Sí.- Dijo Tom serio.

-¡Ah! Ahora entiendo por qué ayer te quedaste de piedra cuando la viste así.- Tom asintió y sonrió de manera fingida aunque quien no lo conociera no se daría cuenta.

-Le he cambiado la dosis de Tylenol.- El doctor observó el gotero y lo apuntó en mi historial.

-¿Entonces, ya no te duele?- Me preguntó sonriendo. Otra cosa no, pero su acento francés y su simpatía eran necesarias para mí en mi estado.

-Gracias al doctor Tom, no.- Le contesté devolviéndole la sonrisa.

-¿Qué sería de nosotros sin el doctor Kaulitz?- Dijo irónico. Todos nos reímos pese que a Tom no parecía hacerle mucha gracia.- ¿Te ha llamado ya Lilith? Cintia dice que van cargadas de bolsas pero Lilith se ha propuesto llevar las suyas y la de mi mujer.- La cara de Tom cambió de un momento a otro al escuchar el nombre de su hermana.

-¿Lilith está aquí? Pensé que aún estaba en Londres.- O eso era al menos lo que Tom me había dicho.

-Hace tiempo que volvió.- Me respondió sin mirarme.

-No es porque Tom está aquí, pero Lilith me parece una chica super simpática.- El médico me estaba hablando aunque yo siguiese dándole vueltas a la cabeza de por qué Tom me había mentido.

-Sí, es muy dulce.- La verdad era que mi cuñada me caía muy bien pese a saber lo que Lilith podría sentir por su propio hermano. Sin embargo, cuando estuvimos en Nueva York, Tom me confesó que se había ido de casa para que Lilith se olvidase de él y que me quería, todo desapareció.

El médico, Jacob Terrièr por lo que vi en su placa de identificación, salió tras despedirse de Tom, dejándonos de nuevo solos. Si dijera que el ambiente se volvió tenso, me quedaría corta. Estaba nerviosa sin motivo alguno y es que fue tocar el tema de Lilith y todo había cambiado.

-Podrías traer a Lilith, tengo ganas de verla.- Tom me lanzó una mirada indefinible en cuanto nombré a su hermana. Nunca le había hecho gracia hablar de ella pero era parte de su familia y tarde o temprano, la mía tendría que conocer a la suya.

-No vendrá.- Dijo rotundamente.

-¿Por?

-No quiero que lo haga.- Me quedé de piedra al escuchar su respuesta pero no me sorprendía. Tom nunca se había andado por las ramas.

-¿Por qué?

-Tu sangre.

-¿Mi sangre? ¿Qué tiene que ver eso con Lilith?

-La saliva de ese perro te ha entrado en las heridas y está empezando a formar parte de su sangre. Te están transformando un uno de ellos.- Me tapé la boca con las manos para evitar que aquel grito saliera de mi garganta. Las lágrimas empezaron a salir como cascadas de mis ojos sin que yo pudiera hacer nada.

-¿Ha... Hay solución?- Tom negó con la cabeza sin mirarme.

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