Capítulo 12

Capítulo 12


Mi habitación era un auténtico desastre. Había ropa, zapatos, maquillaje y accesorios por todos lados. Desde que me había levantado allá por las ocho de la mañana, no había parado de pensar en que me iba a poner para esta noche. Me estaba desesperando y terminaría por volverme loca. Quería estar guapa y atractiva pero sin parecer una prostituta. ¿Desde cuándo elegir ropa era tan complicado?

Esta mañana me había levantado más animada. Tenía una meta y eso me motivaba para seguir adelante aunque la culpa me reconcomiera. Me sentía mal por tener que engañar a Adam pero tan poco sería tan malo para él, iba a tener sexo.

Los golpes de la puerta me sobresaltaron. Andar hasta donde se encontraba la puerta era una tarea difícil. Intentaba no pisar la ropa esparcida por el suelo pero al cabo de un rato, desistí en la idea.

-¿Señorita Elizabeth?- Abrí la puerta y vi a Dorotha con el carro de las sábanas y las toallas justo delante de la puerta.

-Buenos días , Dorotha. ¿Qué querías?- Sus ojos se abrieron a más no poder cunado vio el desorden de mi habitación.

-Pues...venía a avisarle que el desayuno ya está servido.- Cogió de nuevo el carro que llevaba las sábanas y toallas para entrar en mi habitación.

Normalmente, cuando bajábamos a desayunar, Dorotha, Kathia y unas cuantas chicas más se encargaban de hacer las camas, los baños y limpiar toda la casa. Mientas que todas las semanas, venía unos cocineros de cada parte del mundo para hacernos la comida, lo que suponía que cada día comíamos platos típicos de un país distinto. También había varios jardineros encargados de las plantas y del césped que rodeaba la casa y otros que se encargaban de los coches, las motos y aunque parezca mentira, también de la bici de Andreas.

-Gracias por avisar, Dorotha. ¡Ah!, no hace falta que ordenes la habitación estoy haciendo limpieza de armario.- Vale, era mentira pero no le iba a contar que estaba eligiendo ropa para esta noche porque me iba a tirar a mi mejor amigo porque si no me moría. No teníamos tanta confianza...

Mientras bajaba las escaleras, podía escuchar las voces de todos en el comedor. Me aterraba que se hablara del tema de mi muerte y lo que tenía que hacer. Nadie sabía aún que iba a perder mi virginidad esta noche. Simone tan sólo sabía que saldría hoy con Adam con el que ella estaba acostumbrada que fuese a la biblioteca. Prefería que nadie se enterara de mi decisión hasta que no hubiese pasado todo.

Cuando bajé, todos estaban sentados en la mesa desayunando tranquilamente. Todos menos Tom. Para variar, no estaba en el desayuno y como era costumbre, tampoco estaría en la comida. El no verle me decepcionó bastante. Debería de saber que hoy no lo vería y probablemente mañana sólo en la cena pero quería verle y contarle lo que iba a hacer. No me llevaba bien con él pero estaba en su derecho de saber que no iba a morir. Aunque conociendo lo "bien" que le caía Adam, preferiría que lo hiciese con un perro.

-Buenos días, cielo.- Simone me saludó mostrándose encantadora y dulce como siempre.

-Buenos días.- Me senté en mi silla y observé la comida que estaba puesta sobre ella. Croissants, queso, macarons, crepes, gofres... ¡Comida francesa! Creo que mis ojos se iluminaron al ver esas cosas.

-Espero que te guste el desayuno.- Andreas sonrió y me guiñó de manera cómplice.

-¡Vaya! No me lo esperaba.- Cogí un croissant y enseguida vino Alfred a llenarme la taza de café y con un zumo de naranja recién exprimido en la mano, como todas las mañanas.

-Es que si te lo esperases no sería una sorpresa.- Mara habló con un tono despectivo. No entendía por qué desde ayer se comportaba de esa manera conmigo. Había cambiado más en un día que en todo un año.

La tensión se palpaba en el ambiente. Un silencio bastante incómodo se formó entre todos. Bill la miró con una mala leche que daba miedo. Si las miradas matasen, Mara estaría muerta y enterrada en un abrir y cerrar de ojos.

-Bueeeno...- Gordon rompió aquel silencio.- Simone me ha dicho que vas a salir hoy, Elizabeth.- ¡Mierda!

-¿Vas a salir hoy?

-¿Con quién?

-¿A dónde vas?

-¿Ahora o más tarde?

-¿Va mucha gente?

-¿Puedo ir yo?

Bill y Andreas me soltaron una pregunta detrás de otra sin darme tiempo a contestar ninguna. No quería que supieran que iba a salir porque averiguarían para qué era la cita y lo que menos me convenía era que me arruinasen el plan. Hoy ya me había levantado vomitando y si no pasaba nada esta noche, las cosas irían a peor.

-Voy a salir hoy con... Susan y unas amigas suyas.- Mentí. Desde que estaba aquí había soltado más mentiras que en mis dieciocho años de vida.

Simone me miró con una ceja alzada. Ayer le dije que saldría con Adam y hoy se enteraba de esto. Sabía que ella no diría nada.

-¿Con Susan? Si ni siquiera hablas con ella en clase. Yo pensaba que incluso te caía mal...- ¡¿Qué le pasaba a Mara?! ¿Estaba dispuesta a arruinarme todo?

-Estabas equivocada. Susan es una chica super agradable y simpática.- Decidí controlarme y no decirle "vete a la mierda". Quería que explotara y no lo iba a conseguir.

-¿Puedo ir yo?- Andreas me lo preguntó con voz y cara de niño pequeño.

-¿Cómo vas a ir, subnormal? Van todo tías y hablaran de cosas de tías. Cosas como que bueno está Tom, yo me follé a Tom Kaulitz, yo me quiero follar a Tom Kaulitz o Elizabeth, ¿le puedes dar mi número a tu hermano para que me llame?- Bill puso voz de chica, lo que provocó la risa de todos menos de Andreas que lo miraba con mala cara.

-Jajajaja.- A Simone casi se le saltaban las lágrimas de la risa pero de un momento a otro, se puso seria.- ¡Bill!- Todos nos quedamos callados de golpe.- ¿Cuántas veces te he dicho que no digas palabrotas?- Gordon se empezó a reír de nuevo hasta que Simone lo miró y se calló poniéndose serio al instante.

-Lo siento.- Bill se disculpó y empezó a comer de nuevo.

¿Cómo llegué a pensar en morir? Echaría de menos todas estas peleas sin sentido, que quisiera o no, siempre me sacaban una sonrisa. Y lo peor, ¿cómo apartar a Tom de su familia? Quizás Mara tenía razón y era una egoísta. No quería perder lo único que me hacía especial y no me daba cuenta que eso traería consecuencias a Tom.

-Señorita Elizabeth, la llaman por teléfono.- Alfred apareció de la nada. Este hombre si que daba miedo. Él sí era el típico vampiro que se veía en las películas. Su tez era pálida, por lo menos tendría que medir unos dos metros, estaba muy delgado y desde que estaba aquí, nunca lo había visto sonreír.

Me levanté de la silla y fui corriendo hacia el salón para atender a la llamada. ¿Quién me llamaría a mí? No le había dado el número de la casa a nadie así que me resultó extraño que la llamada fuese para mí. ¿Y si era Tom? Era el único que no estaba en casa. Sin darme apenas cuenta, mis piernas luchaban por ir más rápido de lo que mi cuerpo les permitía.

Cogí el teléfono esperando a que alguien contestara al otro lado. Me estaba poniendo muy nerviosa y el corazón me latía a mil por hora.

-¿Sí?- Lo dije bajito y casi tartamudeando.

-Elizabeth, soy Adam.- Tendría que habérmelo imaginado. ¿Por qué iba a llamarme Tom?

-¡Ah! Hola, Adam.-Dije desanimada.-¿Cómo estás?

-Parece que no te alegras mucho de oírme. ¿Esperabas alguna llamada?

-No es eso sólo que... ¿Qué querías?

-Ayer se nos olvidó algo. Hemos quedado a las nueve pero ¿dónde?

-¡Es verdad!

-¿Quieres que pase a recogerte a tu casa?- No me dejaban traer a nadie a casa si no era por asuntos de la universidad.

-¿A mi...casa? No sé si...

-No es molestia. Sé donde vives y no me coge muy lejos de mi casa.

-Bueno, pero espérame en la entrada principal.

-¡¿Vas a cruzar todo el jardín hasta la entrada?!- Dijo sorprendido.

-Me gusta andar.- Otra mentira. A este paso me reencarnaría en cucaracha.

-Vaaale. Como quieras...- No lo dijo muy convencido pero era lo mejor para que no se enteraran con quién iba a salir.

-Oye, Adam. ¿Dónde vamos a ir? Es que no sé que ponerme.- Así descartaría algunos modelitos y no me comería tanto la cabeza.

-¿Dónde quieres ir?

-No lo sé. No conozco mucho la ciudad.- Desde que había llegado a Hamburgo, sólo conocía el trayecto de casa a la universidad.

-No te arregles demasiado. Ya sé donde vamos a ir.

-Confío en ti.

-Confía. Nos vemos luego.

-Adiós.


En cuanto colgué, salí corriendo escaleras arriba. Necesitaba buscar lo que me iba a poner y descartar algunas cosas.

Entré en mi habitación y me senté en el suelo a seguir mirando. La cama estaba hecha y la ropa que había antes en ella estaba en el sofá. No tenía ni idea de qué ponerme y qué significaba eso de "no arreglarme demasiado". No le hubiera preguntado, ahora estaba más liada que antes.

A medida que pasaba el tiempo, la idea de acostarme con Adam iba perdiendo fuerza. No quería utilizarlo. Era el único que había hablado conmigo desde el principio y el que me apoyaba en todo. Nos habíamos hecho muy buenos amigos. Jamás había tenido un amigo o amiga. Todos los que se me acercaban en Francia era por interés. Que mi padre fuese un gran escritor y mi madre fuese actriz, hacía que la gente se acercara a mí por pura conveniencia. Reconocía que mi vida antes había estado llena de lujos y extravagancias debido a mi madre con los que yo no me sentía identificada pero esta que llevaba aquí, era mucho más...diferente. Pensaba que este tipo de casa tan sólo la tenían los multimillonarios, reyes... Y luego llegué aquí y me dí cuenta que una familia "normal" podía tenerla. Ni siquiera sabía en qué trabajaba Simone o Gordon para poder conseguir el dinero para pagar la casa, los criados, los coches y todo lo que tenían.

-Elizabeth, ¿estás ahí?- La voz de Andreas sonó al otro lado de la puerta. Era un ángel caído del cielo. Él me ayudaría a a escoger la ropa. Salí corriendo a abrile la puerta.

-Pasa.- Lo cogí del brazo y lo empujé hacia el interior de la habitación.

-¿No quieres antes una cita?- Dijo riéndose.

-No seas tonto. Necesito que me ayudes.

-¿Ayudarte a qué?- Se tiró en la cama como solía hacer cada vez que entraba.

-A elegir ropa para esta noche.- Le tiré un montón de ropa encima.

-¿Dónde vais a ir?

-No lo sé.

-¿Pretendes que te diga que te tienes que poner sin todavía saber dónde vas?

-Sí. Porfaaaa.- Puse cara de pena. Quizás así...

-Vale. A ver qué tienes.



[...]



Aunque estuviéramos a finales de junio, aún hacia un poco de frío. Estaba oscureciendo pero el cielo se estaba volviendo blanco. Se avecinaba una gran tormenta y como Adam no se diera prisa me caería a mí. Llevaba desde las siete y media preparada. Había estado tan nerviosa que justo después de comer fui corriendo a ducharme y vestirme. Andreas me había aconsejado que me pusiera un vestido que era elegante pero le daba un toque informal, una chaqueta por si luego hacia frío y unos taconazos impresionantes que le "habíamos cogido prestados" a Mara . Estuve a punto de volverme varias veces pero de repente, la imagen de Tom aparecía y me volvía a replantear la idea. Adam estaría a punto de llegar y ya no podía echarme atrás.

Un coche negro se estaba acercando. Era un deportivo negro y por las pintas,diría que bastante caro. Me estaba poniendo muy nerviosa y no quería que Adam lo notase.
El coche se paró justo en frente mía. La ventana del copiloto se bajó y vi a Adam asomarse por ella.

-Estás fabulosa.- Le sonreí nerviosa mientras apretaba la chaqueta entre mis manos.

-Gracias.- Su cara desapareció de la ventana y escuché el ruido de la puerta abrirse. Cuando salió del coche pude ver lo guapo que iba. Llevaba unos vaqueros bastante arreglados una camisa y una chaqueta negra. Nunca lo había vista así de elegante y peinado porque a la universidad, desde luego, iba sin peinarse.

Se fue hasta la puerta del copiloto y la abrió. Estaba hecho todo un caballero tan dulce, amable, guapo... Había que reconocer que estaba espectacular así vestido.

-Después de usted, señorita.- Me cogió la mano para ayudarme a entrar. Le sonreí y entré en el coche. Los asientos estaban forrados de piel en un tono beige. Sin duda, tendría que ser muy caro.

Después de cerrar la puerta, le dio la vuelta al coche para entrar él. Me estaba poniendo muy nerviosa a medida que pasaba el tiempo y me sentía mucho más débil que días atrás. Si no terminaba con esto cuanto antes, dudaba mucho que llegase muy lejos.

Adam entró y arrancó el coche. No sabía qué decirle ni cómo actuar. ¿Me tenía que mostrar dulce o atrevida? ¿Tímida o seductora? Me estaba haciendo un lío.

-Que callada estás.- Adam rompió el incómodo silencio que se había formado.

-Estaba pensando en dónde me vas a llevar.- Lo dicho, directa al infierno por mentirosa.

-Es una sorpresa. Ya verás como te gusta.- Sus ojos azules brillaban mucho más en la poca luz que las nubes dejaban ver de la Luna. Quizás lo que estaba dispuesta a hacer no me resultara tan difícil...

-¿Y luego?- Había optado por la opción de atrevida y seductora. Le haría entender lo que quería y esperaba que entendiera las indirectas.

-¿Y luego qué?- Sonrió maliciosamente al formular la pregunta aún mirando la carretera.

-¿Qué vamos a hacer luego?- Me estaba comportando como mis antiguas "amigas" cuando querían tirarse a un tío o... a mi novio.

-¿Qué quieres hacer tú luego?- Nos paramos en el semáforo.

-No sé.- Miré por la ventanilla del coche. Las calles de Hamburgo eran hermosas. Había parejas, familias, niños... Sentí la mirada de Adam clavada en mí. El semáforo en rojo le dio tiempo para observarme.- Sorpréndeme.- Lo miré yo también buscando alguna reacción por su parte. Él simplemente se giró hacia la carretera para volvernos a poner en marcha.



[…]




Nos bajamos justo en la puerta de lo que parecía ser un restaurante. Adam le dio las llaves al aparcacoches y me cogió de la mano. Su tacto era tan cálido que sentí como la piel se me ponía de gallina. Tiró de mí hacia la puerta del restaurante. Me quedé asombrada cuando entré en aquel sitio. No había paredes sino ventanales que te dejaban ver la ciudad.

Sólo verlo, un hombre con pinta de ser el dueño, nos guió hasta una mesa apartada de las demás. Adam me retiró la silla para que pudiera sentarme. Todo esto me recordaba a las comidas y cenas a las que acudía con mis padres.

-¿Te gusta?- Se sentó justo en frente.

-Es increíble.- Estaba embobada mirando la ciudad. La mesa en la que nos habíamos sentado era la única que tenía una vista completa de la ciudad.

-Como me dijiste que no habías visto Hamburgo, pensé en esto.

-¿De qué conoces este sitio?- Esa pregunta no pareció gustarle demasiado. Miró por la ventana con una expresión triste.

-Solía venir aquí con mi madre.- Su mirada no se apartaba de la enorme ventana.

-¿Ya no vienes con ella?

-No.- Me miró con una sonrisa forzada.- Mi madre murió hace dos años.

-¡Lo siento! No tenía ni idea.- Me sentía estúpida y avergonzada.

-Tranquila. ¿Cómo ibas a saberlo?- Puse mi mano encima de la suya. Se sorprendió al ver esa reacción por mi parte. - Es la primera vez que vengo sin ella.

-¿Qué le pasó?- No quería entrar en detalles pero él parecía no haber hablado de la muerte de su madre con nadie y quizás hablarlo le vendría bien.

-Tuvo un accidente de coche.- Las imágenes del accidente que se llevó la vida de mis padres y de Shelly, me vinieron a la cabeza. Sabía lo mal que lo tendría que estar pasando aunque yo no me hubiera sentido tan mal.- Un coche le dio por detrás al de mi madre e hizo que se saliera de la carretera.- Parecía recordar algo que no le gustaba. No tenía muestra de dolor en el rostro sino más bien, de rabia.

-¿Y qué le pasó al otro coche?

-Al muy gilipollas no le pasó nada.- Dio un golpe en la mesa que hizo que todas las personas que estaba allí nos mirasen.

-Relájate.-Le susurré. Yo también intenté relajarme. Me había asustado.- Hablemos de otra cosa.- Pensé en qué le podía decir para cambiar de tema cuando el móvil que me había dado Andreas con la escusa de que lo llamase si pasaba algo, vibró en el bolsillo de mi chaqueta. Me había tirado todo un año sin móvil y justo hoy, cuando no estaba segura si seguiría vida de aquí a dos días, me daba un móvil chulísimo por si necesitaba a alguien de la familia.- Espera un momento.

Lo cogí y vi reflejado en la pantalla que tenía un mensaje nuevo. Le di a la pantalla para abrirlo y leer su contenido.

Espero que te lo estés pasando de puta madre.
Llámame si necesitas algo y si quieres luego
puedo pasarme a recogerte.
Cuídate.

Andreas


Sonreí inconscientemente cuando lo leí. Andreas era una de las razones por las que no me gustaría dejar esta vida. Era divertido, alegre y un poco loco pero sólo hacía que le quisiera mucho más. A él y a Bill sí los sentía como hermanos, incluso a Mara pero a Tom...

-¿Pasa algo?- Adam me miró con la carta en la mano y con cara de preocupación.

-No.- Intentaba escribir el mensaje mientra hablaba con Adam.- Es Andreas que está solo en casa y se aburre.


Gracias por todo.
Puede que esta noche me quede a dormir
en casa de Susan así que díselo a
Simone o a Gordon, por favor.
Besos.

Pulsé reenviar y se lo mandé. El móvil era una pasada. Cámara de fotos, de video, internet, Ipod incorporado, televisión... ¡Lo tenía todo! Miré la agenda para ver los números que tenía. Andreas, Bill, Gordon, Mara, Simone y... Tom. ¡¿Tenía el número de Tom?!

-Ya he pedido por los dos.- Adam interrumpió mis pensamientos. ¡¿Por qué estaría pensando en Tom?! Debería de estar preocupada por Adam y lo que yo estaba dispuesta a hacer.

-Gra...gracias.- Las manos me sudaban, tartamudeaba y me dolía mucho la cabeza... Sería una noche muy larga.




[…]





Íbamos de camino a casa de Adam porque se le había olvidado el móvil. Todavía no le había dicho o insinuado nada. Estaba tan nerviosa que si no me moría por no hacerlo, me moriría de un infarto. ¿Cómo le decías a tu mejor amigo que te querías acostar con él? Adam tan sólo me veía como una amiga más. Él podría tener a cualquier chica mejor que yo. Era guapo, simpático, caballeroso, atractivo y tenía unos ojazos azules preciosos. Otra chica en mi lugar no hubiera llegado al postre con semejante tío al lado.

Bajamos del coche perfectamente aparcado en el garaje. Por lo que se veía, Adam vivía en un apartamento...

Después de coger el ascensor y mantenernos en un silencio sepulcral, entramos en el piso. La casa estaba decorada bastante bien y al parecer, Adam vivía solo.

-Te voy a enseñar una cosa.- Adam me cogió de la mano y me arrastró, literalmente, por todo el salón.

Corrimos por el pasillo hasta llegar a su cuarto. La habitación se encontraba perfectamente ordenada y limpia. Nada que ver con la habitación de Andreas. Las paredes estaban pintadas en blanco y azul. Una cama de matrimonio se encontraba justo en medio del cuarto el cual, no tenía muchos muebles.

-Ven.- Adam abrió una puerta que daba a una terraza. Mis pies no me permitían ir muy deprisa. Notaba como en cualquier momento me caería desplomada al suelo y la cabeza no había dejado de dolerme desde que terminé de cenar.

Salí a la terraza dejando que el aire fresco de la noche me golpeara en la cara. Todavía no había llovido pero no tardaría en hacerlo. Los truenos sonaban a lo lejos haciendo que el silencio en el que estábamos desapareciera y el cielo se iluminara.

-Tienes muy buenas vistas.- Desde allí se podía ver el gran lago rodeado de árboles por el que habíamos pasado con el coche.

-Sí.- Notaba como me miraba pero yo no me atrevía a hacerlo, simplemente seguía mirando al horizonte observando el agua del lago.- Las vistas han mejorado desde hace unos minutos.- Me volteé nada más escucharlo. Sus ojos se clavaban en los míos como nunca lo había hecho. Me agarró muy fuerte del brazo haciendo que mi cuerpo se pegara al suyo mientras me seguía mirando. Podría jurar que en ese momento dejé de respirar, que cada célula de mi cuerpo se congeló y que mi corazón se saldría por la boca. Veía como acercaba su cara a la mía mientras el agarre se hacía más fuerte. Sus labios se pegaron a los míos con delicadeza. Sus ojos se cerraron buscando, así, sentir más mientras los míos permanecían abiertos sin entender muy bien lo que estaba pasando. ¡Adam me estaba besando! Sus labios estaban calientes y suaves. No se movían, simplemente estaban posados sobre los míos.

Se separó lentamente y me soltó el brazo. Sus ojos se volvieron a abrir dejándome ver lo azules que eran.

-Lo siento.- Bajó la cabeza esperando alguna torta por mi parte. ¿Qué hacía ahora? Tarde o temprano yo debería de haber hecho lo mismo pero no me imaginaba que él se me adelantara. Este era el momento que había estado esperando toda la noche y ahora no sabía qué hacer.

Al ver que no le respondía, volvió a mirarme. Su cara mostraba vergüenza y un ligero rubor se había formado en sus mejillas. Estaba tan encantador de esa manera...

Le cogí de la chaqueta que tenía puesta haciendo que se agachara un poco y se acercara a mí. Mis manos se posaron en su cara mientra yo me empinaba intentando estar a la misma altura. O ahora o nunca... Junté de nuevo nuestros labios y cerré los ojos. Sus brazos me rodearon la cintura apretándome a su cuerpo. Podía notar como su pecho chocaba contra el mío. Su boca se abrió buscando entrar en la mía. No se lo negué. Su lengua pasó a adueñarse de mi boca en cuestión de segundos. No era un beso desesperado sino un beso tierno, con sentimiento. El estómago me dio un vuelco cuando recordé el por qué estaba haciendo todo esto. No quería que Adam se hiciera una idea equivocada sobre mí.

Después de escuchar un trueno, una gota me cayó en la nariz. Luego, miles de ellas caían sobre nosotros haciendo que el contacto de nuestros cuerpos se rompiera.

-Será mejor que entremos dentro.- Le seguí hasta entrar en su cuarto. Me había empapado sin darme cuenta. Los truenos y los rayos se dejaban ver y oír en toda la habitación. Adam entró en el baño que había en la habitación y sacó una toalla con la que me rodeó.

-Gracias.- Le sonreí. La lluvia me había calado y estaba empezando a tener frío.

-Te llevaré a casa.- Se sacó las llaves del bolsillo del pantalón poniendo rumbo hacía la puerta.

-¡No!- Se giró de inmediato. No podía dejar que esto acabara aquí o no tendría más oportunidad. Las imágenes de Andreas, Simone, Bill y en especial las de Tom, pasaron por mi cabeza. Si no lo hacía por mí, lo tenía que hacer por él. No podía apartarlo de su familia... Los ojos me empezaron a escocer y a humedecerse.- No quiero irme.- Una lágrima se escapó recorriendo mi rostro. Adam me miró extrañado. Se acercó a mí y me secó las mejillas con su dedo.

Nuestros labios se volvieron a unir esta vez con más fuerza. Jamás me habían besado de esa manera tan "pasional". Me quitó la toalla que cubría mis hombros y me agarró ambos brazos para que mi cuerpo se pegara al suyo. Las lágrimas no dejaban de salir mientras nos besábamos. Decidí quitarle la chaqueta empapada que todavía llevaba, tirándola al suelo. Me dejaría guiar por mis propios impulsos y dejaría la mente en blanco. No quería pensar en lo que estaba a punto de hacer porque si lo pensaba, saldría corriendo como una loca.

Sus manos se deslizaron hábilmente por mi espalda hasta dar con la cremallera del vestido. La bajó lentamente. Sus labios pasaron a mi cuello haciendo que se me erizara cada centímetro de mi piel. El vestido se cayó al suelo dejándome sólo en ropa interior.

La vergüenza que sentía en ese momento era indescriptible. Sentía como mis mejillas se iban tornando rosadas cuando vi como se separaba para observarme de arriba a bajo. No me atrevería a mirarle a la cara después de esto.

Se acercó de nuevo a mí y pasó mis manos por su cuello. Me cogió en volandas para dejarme en la cama. El corazón me iba a un millón por hora mientras veía como él permanecía de pie quitándose la camisa y los pantalones. Respiraba agitado y sus ojos no dejaban de recorrer mi cuerpo.

En la situación en la que me encontraba debería de estar excitada pero en lugar de eso, estaba nerviosa y asustada. Tenía al hombre perfecto sólo para mí y yo estaba como un flan. Sabía lo que iba a pasar ahora y en la locura en la que me estaba metiendo. Siempre me había imaginado este momento como algo mágico y con la persona a la que amaba e iba a compartir el resto de mi vida. Sabía las consecuencias que esto me traería. No volvería a ver a Adam como lo había visto hasta ahora. No volveríamos a ser los amigos que éramos pero ¿merecía la pena perder eso por una persona que me trataba como una mierda?

Su cuerpo se recostó sobre el mío. Sentía su cuerpo pegado y mojado en mi barriga. Su boca se volvió a juntar con la mía dando paso a besos mucho más húmedos y fogosos. Sus labios descendieron por mi cuello. De vez en cuando se le escapaba algún suspiro ahogado al igual que a mí. La situación empezaba a caldearse y yo cada vez tenía más calor. Me estaba empezando a acostumbrar a todo esto.

No me percaté que mi sujetador había desaparecido hasta sentir la lengua de Adam posarse en mis pechos. Metí un bote en la cama en cuanto miré para abajo. Adam levantó la cabeza con una sonrisa cariñosa.

-¿Todo bien?- Se le notaba que estaba aguantando la risa. Me tapé lo más rápido que pude los pechos roja como un tomate.

-¡No te rías!- Adam se había empezado a descojonar en mi cara. Le tiré uno de los cojines que estaban en la cama sin éxito, ya que a él cada vez le hacía más gracia la situación.

-Jajajaja.- Se ponía la mano en la barriga sin poder contenerse. Me estaban entrando unas ganas enormes de salir corriendo de allí, meterme en mi cuarto y no salir en meses.- Eres tan mona.- Paró de reírse para dar paso a una sonrisa dulce.

-No te rías de mí.- En ese momento me salió una voz de niña pequeña impresionarte. Cogí otro de los cojines que estaban a mi espalda para taparme la cara. Me sentía estúpida comportándome de esa manera pero me habían entrado ganas de llorar y no quería que él me viera.

-¡Eh!- Me apartó el cojín de la cara y me la levantó para que le observara.- No me reía de ti sino contigo.- Se puso a cuatro patas sobre mí e hizo que nuestros labios se volvieran a tocar.- Eres tan jodidamente encantadora que...- Nuestros ojos estaban fijos en los del contrario.

-¿Que qué?- De pronto, su cuerpo cayó sobre el mío haciéndome sentir cada músculo de su cuerpo. Sus labios se abrían y cerraban junto con los míos. Me cogió las manos e hizo que las pusiera en su pecho. Mi pasividad le tendría que estar desesperando. Él se estaba encargando de darme placer a mí y yo no estaba haciendo nada así que decidí pasar a la acción.

Mis manos recorrieron sus pectorales de arriba abajo haciéndole estremecer sobre mí. Sentí como una de sus manos paseaba por mi barriga provocando que la encogiera. Noté como su entrepierna se restregaba contra mi pierna. Estaba...dura. No era que me sorprendiera pero debía reconocer que me asusté.

Mis bragas se deslizaron hasta la mitad de mis piernas. Era el momento en el que peor lo estaba pasando. Nunca había dejado a nadie que me viera desnuda y ahora llegaba él y lo hacía.

Su cuerpo se echó a un lado mientras que su lengua campaba a gusto por mi cuello. Las caricias fueron bajando desde mis pechos hasta mi barriga. Cerré los ojos fuertemente cuando noté como sus manos iban bajando peligrosamente. Un suspiro se me escapó cuando sentí uno de sus dedos acariciarme justo ahí. Pude notar como sonreía sobre mi cuello mientras me lo besaba.

Sus dedos acariciaban mi vagina suavemente. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron cuando sentí como uno de ellos entraba en ella. Abrí los ojos rápidamente y vi como Adam me observaba desde su posición. Una sonrisa pícara se formó en su cara cuando vio como me estremecía con cada caricia.

Noté como otros dos dedos entraban en mí. Mi espalda se encorvó cuando empezó a sacarlos y a meterlos muy despacio. Sentí como poco a poco mi vagina se humedecía y como los movimientos eran mucho más rápidos.

De repente, Adam sacó los dedos y se separó de mí. Se levantó de la cama, fue hasta la mesita de noche y sacó un condón. Mi respiración estaba agitada pero lo estuvo más cuando vi como se bajaba los bóxer y se ponía el preservativo. Se volvió a recostar sobre mí besándome dulcemente.

-¿Preparada?- ¡No! No estaba preparada pero ya había llegado hasta ahí... Estaba tensa, muy tensa y tenía mucho miedo.- Relájate y si te duele me avisas.- ¡¿Cómo que doler?! ¡No, no, no, no, no, no, no!

Por un momento dejé de respirar y de escuchar los truenos y la lluvia golpear la ventana. Por un momento pensé en decirle que parara y que me llevara a casa... sólo por un momento.

Nos volvimos a fundir en un beso lleno de ansias y excitación. Noté como la punta de su pene acariciaba mi entrada y como segundos después entraba sin ningún pudor.

Mi gritó se fundió con el ruido de los truenos. Las lágrimas empezaron a caer sin control por el dolor que sentía. Mi corazón latía a la velocidad de la luz y mi pecho subía y bajaba intentando ahogar cada grito de dolor que quería salir de mi boca.

Me agarré a las sábanas lo más fuerte que pude. Adam permaneció parado dentro de mí, sin moverse, solamente esperando a que dejase de llorar.

-¿Estás bien?- Asentí con la cabeza como única respuesta.- El dolor se irá. Simplemente no pienses en él.- Me volvió a besar intentado distraerme. Era el dolor más horrible que había sentido en mi vida. Mi cuerpo ardía y mi mente se nublaba.

Adam empezó a deslizarse lentamente dentro de mí mientras me besaba. Después de un rato el dolor desapareció dando lugar a corrientes de placer. Mis brazos rodeaban la espalda de Adam pegándolo más a mí. Sus manos sujetaban mis piernas para mantenerlas abiertas. Nuestras respiraciones estaban agitadas y nuestros cuerpos sudorosos. A Adam se le escapabas gemidos de placer cada vez más seguido por lo que pensé que no tardaría mucho en terminar.

A pesar de llevar un buen rato haciéndolo, no sentí nada especial como había oído. Al parecer, cuando hacías el amor llegaba un momento en el que el punto de placer era tan grande que llegabas al orgasmo, yo estaba tan ocupada derramando lágrimas silenciosas y pensando en la locura que estaba haciendo por una persona que seguro no se lo merecía, que no era capaz de disfrutar de este momento.

Las embestidas cada vez se volvían más rápidas y los gemidos de Adam más ruidosos. Entraba y salía más rápido de mí y llegó un momento en el que sentí como su pene entraba por completo sacudiéndose de placer. Yo, en cambio, no sentí nada.

Adam salió de mi cuerpo y se quitó el condón haciéndole un nudo. Me besó en los labios con delicadeza. Estábamos sudando y con las respiraciones agitadas debido al esfuerzo.

Se levantó de la cama y fue al baño. La cama estaba desecha bajo mi cuerpo así que cogí la sábana y tapé mi desnudez. ¡Lo había hecho! Había dejado de ser virgen pero yo no me sentía diferente, al contrario, me sentía peor que antes. Era incapaz de ver con claridad, el cuarto daba vueltas y me dolía todo el cuerpo. Lo peor no era eso sino el como me sentía por dentro. Sucia, avergonzada, derrotada y sin orgullo. Había perdido lo único que me hacía especial de la manera que más odiaba. Había criticado durante tanto tiempo a mis amigas por liarse con tíos simplemente por tener sexo y ahora lo hacía yo.

Adam salió del baño con unos pantalones puestos. Se había duchado y olía muy bien. Se sentó en la cama y me apartó el pelo de la cara.

-Estás muy guapa sudada.- Me dio una toalla.- Dúchate si quieres.- Se levantó de la cama y se fue a la terraza a fumar.

Me relié la toalla, recogí mi ropa esparcida por el suelo y me fui al baño. Una ducha me ayudaría a sentirme mejor. Entré en el baño y me miré al espejo. Mi pelo estaba alborotado y estaba muy blanca. Tenía muy mala cara y encima todo el maquillaje se me había corrido dejando un recorrido negro por mis mejillas. Y Adam decía que estaba guapa. Mentiroso...

Me metí en la ducha y abrí el grifo. El agua estaba a una temperatura ideal. Empecé a enjabonarme todo el cuerpo hasta que me quedé paralizada. Un río de sangre se escurría entre mis piernas dándole al agua un tono rojo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y aunque estuviera mojada, sentía como un sudor frío emanaba por mis poros.

Salí de la ducha corriendo. Tenía que llamar a Andreas para que viniera por mí lo más rápido posible. Me sentía realmente mal. Mi cuerpo fallaba, no veía con claridad, tenía frío y estaba muy mareada. Las lágrimas empezaron a brotar de nuevo de mis ojos.

Cogí el móvil y busqué, como pude, el número de Andreas.

Piiiiiii, Piiiiiiii, Piiiiiiiii

-¿Elizabeth?- La voz al otro lado del móvil de Andreas, era de extrañeza.

-Andreas, necesito que vengas por mí.

-¿Por qué lloras? ¿Estás bien?

-Por favor, ven pronto.- Lloraba sin poder evitarlo. La sangre no dejaba de salir y estaba dejando todo el baño lleno de sangre.

-¿Dónde estás?

-En casa de Adam. ¿Sabes dónde es?

-¡¿Qué heces en casa de Adam?!

-Andreas, por favor.- Me costaba hablar debido al llanto descontrolado.

-Está bien. Espérame en la puerta. Voy para allá.

-No se lo digas a nadie.

-Tranquila.


Colgué el móvil y me vestí como pude. Aún estaba mojada así que la tarea se me hacía más difícil. El suelo del baño estaba hecho un desastre. Cogí papel higiénico y empecé a limpiar la sangre que estaba en el suelo. Ésta no paraba de salir y cada vez me estaba mareando más.

Salí del baño corriendo y vi a Adam sentado en la cama con cara de sorpresa. Me fui directa hacia la puerta de la habitación para salir de allí. Adam se levantó de la cama y fue detrás mía.

-¿Dónde vas?- No veía con claridad su cara pero por el tono de su voz, juraría que estaba enfadado.

-De...deja...déjame.- Estaba mareada debido a la perdida de sangre. Notaba como se escurría por mis piernas .

-¡No!- Me agarró del brazo con fuerza.- Si quieres yo te llevo pero no pienso dejar que te vayas sola.

-Estaré bien...por favor.

-¡No!- Me solté de su agarre y abrí la puerta.

Salí lo más rápido que pude del apartamento y bajé las escaleras. Adam me seguía corriendo gritándome que me parara. Iba dejando un rastro de sangre por donde pasaba pero Adam no se percató.

El agua caía sobre mí como cataratas. Las aceras estaban mojadas con pequeños riachuelos pasando por ellas. Todo estaba oscuro y no podía ver nada. Los truenos retumbaban por todo mi cuerpo. Un rayo cayó cerca, iluminando el cielo. Levanté la mirada del suelo y vi, justo delante, a la persona a la que menos deseaba ver en estos momentos.

Estaba parado al lado de su Cadillac negro, que apenas se veía en la oscuridad. Sólo los rayos me dejaban verle con claridad. Mi corazón se paró, dejé de respirar, la sangre dejó de fluir por mis venas y dejé de prestar atención a la lluvia, a los rayos, a los truenos y a la voz de Adam a mi espalda.

Tom dejó de mirarme para observar a Adam con una ceja alzada. Éste último se calló de inmediato en cuanto se percató de la presencia de Tom.

Sólo se escuchaba el inmenso ruido que hacía la lluvia al caer sobre el suelo. Tom seguía mirando a Adam sin ningún pudor. La tensión se palpaba en el ambiente haciendo que nadie dijera nada.

La cabeza me daba vueltas, la vista se me nubló y mis piernas dejaron de sujetarme. Caí al suelo de rodillas. Tom dio un paso al frente para ayudarme pero paró al instante en cuanto vio como Adam se agachaba a mi lado.

-¿Estás bien?- Pasó su brazo por mi cintura levantándome con cuidado. No podía mantenerme en pie ni un segundo sin caer de nuevo. 

Tom permanecía quieto. No se movía ni un ápice cada vez que me veía caer. Su mirada seguía fija en todo movimiento que hacía Adam. Lo miraba con el entrecejo fruncido.

-Te meteré dentro, estás empapada.

-No. Nos vamos a casa.- Tom habló por primera vez. Su voz era neutral sin mostrar ningún estado de ánimo. Con la poca luz que había y encima sin verle muy bien debido a lo mal que me encontraba, no sabía si estaba enfadado o algo así.

-¡No puede moverse!- Adam le gritó. Se dio la vuelta para entrar en el portal cuando Tom se paró en frente de nosotros a una velocidad inimaginable. La tenue luz que alumbraba la puerta me dejó ver como los ojos de Tom se volvían de un rojo intenso.

-Dámela.- Le ordenó. Sentí como Adam me apretaba más a su cuerpo. Mi cabeza dio contra su pecho, escuchando los latidos acelerados de su corazón. Cerré los ojos. Las fuerzas me fañaban.

-No.- Su voz temblaba. No sabía exactamente las consecuencias que le negarse a las ordenes de Tom.- No pienso dejar que la conviertas en un monstruo como tú.- Abrí los ojos de golpe al escuchar a Adam. Levanté la cabeza y le observé. Adam miraba a Tom con desafío y con la mirada fija en sus ojos.

-Lamento desilusionarte pero ya es demasiado tarde.- Se estaba riendo de él. ¿Adam sabía lo que éramos?

-Enhorabuena. Has destrozado otra vida, Kaulitz.- Adam dejó de agarrarme haciendo que mi cuerpo cayera al suelo de nuevo. Levanté la vista y vi a Adam a unos cuatro metros de mí llevándose la mano a la mejilla.

Cuando quise darme cuenta, estaba en los brazos de Tom. Estaba empapado al igual que yo. En otro momento, le hubiera gritado por haberle pegado a Adam pero ahora no me encontraba con ganas.

Me puso con cuidado en el asiento del copiloto y cerró la puerta. La lluvia me impedía ver dónde estaba Adam. Tom entró cerrando la puerta con fuerza. Sus ojos seguían rojos y sus colmillos fuera. Verlo así daba auténtico miedo. Jamás pensé que una persona, si podía llamarlo así, provocara esa sensación. Me hacía sentir tan pequeña cada vez que me miraba.  

El coche arrancó y mi cabeza se dio contra el cabecero del asiento. Por la fuerza con la que las gotas golpeaban la luna del coche, supuse que íbamos muy deprisa. La calefacción estaba encendida para que nos sacáramos.

Su cabeza se giró en mi dirección. Sus ojos se habían vuelto azul claro casi blancos y los abría desmesuradamente. Nunca lo había visto así por lo que en ese momento deseé salir del coche. Nos detuvimos con un golpe seco. Sus ojos estaban fijos en mis piernas. Dirigí yo también mi vista hacia ellas, viendo como se volvía a deslizar la sangre por ellas.

-¿Qué coño has hecho?- Su voz sonaba desesperada. El coche frenó con un golpe seco.- ¡¿Qué coño has hecho?!- Su grito hizo que me sobresaltase.

-Na...nada.- Me pegaba todo lo que podía a la puerta del coche. Quería salir de allí. Tenía miedo.

-¡¿Cómo que nada?!- Me agarró del brazo llevándome hacia él.- ¡Has dejado que el gilipollas de Adam te folle!- Estaba muy enfadado y me estaba empezando a hacer daño.

Empecé a llorar como una niña pequeña. Sentía como por mis piernas corría aquel fluido rojo por el que hacía unos meses perdía la cabeza.

Me soltó repentinamente. Sus ojos se movían por muy ligeros con la mirada perdida en algún punto. Aproveché su despiste para salir como pude del coche. No podía permanecer un segundo más con él. Apenas podía dar un paso sin tambalearme pero no podía parar.

Oí como la puerta del coche se abrió  y cerró fuertemente. Corría sin saber dónde. No veía nada con tanta oscuridad. La lluvia me golpeaba la cara con fuerza. Choqué contra algo duro que hizo que me cayera de espaldas al suelo. Las muñecas se elevaron por encima de mi cabeza presionadas sobre el  suelo fangoso. Abrí los ojos y vi como Tom estaba a cuatro patos sobre mí haciendo presión sobre mis muñecas. Sólo los rayos que caían cada pocos segundos me dejó observarle y ver el lugar en donde estábamos. Había árboles a nuestro alrededor y al otro lado el lago que había visto desde la terraza de Adam.

-Tienes una extraña manía por huir.- Sus ojos estaban fijos en mi cuello.- ¡¿Por qué lo has hecho?!- Las muñecas se me estaban empezando a quedar dormidas y el agua me estaba empezando a calar la ropa.

-¡Por ti!- Su agarré se aflojó en cuanto mencioné esas palabras. Mis lágrimas se camuflaban entre las gotas de agua que caían a nuestro alrededor.

Su rostro se acercaba peligrosamente hacia el mío. Sus ojos no habían cambiado de tonalidad y sus colmillos ahora estaban a mi vista. Cada vez podía ver con más precisión la perfección de su rostro. Jamás lo había tenido tan cerca y la sensación no era, para nada, desagradable.

No recuerdo nada de lo que pasó después. Sólo sentí como mi cuerpo era consumido por un fuego abrasador que recorría cada centímetro de mi organismo y como mi corazón dejaba de latir, mi respiración se volvía entrecortada y mi boca se llenaba del mejor sabor que había experimentado nunca.

Al fin y al cabo, el infierno no era tan malo después de todo.




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