Capítulo 36

Capítulo 36


By Simone


-¡Mamá! ¡Mamá!- Me volví hacia la fuente de esos gritos tan dulces y ajetreados.

-Disculpe, señora Kent.- Nuestra conversación sobre el futuro de Alemania se vio interrumpida por un hermoso angelito. Mi hija se agarró a mis rodillas con sus pequeñas manos mientras reía mirando hacia atrás.- ¿Se puede saber de dónde vienes, Lilith?

-¡Les he ganado!- Dijo sonriendo. A lo lejos divisé a mis hijos andando lentamente para no alcanzar a su hermana.- ¡Os he ganado!- Lilith estaba tan entusiasmada que corrió de nuevo en busca de Tom y Bill.

-Es un encanto de niña.- La señora Kent miraba con una sonrisa en la boca como mi pequeña Lilith se acercaba junto a sus hermanos.

-Sí.- Un escalofrío me recorrió el cuerpo al pensar en lo que pasaría esta noche. Había alargado tanto este momento que parecía que no llegaría nunca. Si no lo hacía, no sabía los problemas que nos acarrearía esto.

-Soy más rápida que vosotros.- Se burló de Bill y Tom mientras correteaba a su alrededor riendo. Ellos en cambio, se miraban sonriendo por ver a su hermana tan feliz.

-¿Cuántos años tienes, Lilith?- la señora Kent pretendía ser amable pero a Lilith no le gustaba en exceso que la gente le hablara, es más, siempre le habíamos dicho que no hablase con nadie desconocido. Lilith se escondió tras Bill hasta desaparecer de la vista de la señora Kent.- Vaya, que tímida...

-Lilith, la señora Kent es de confianza. Es mi amiga...- Asomó su pelo rubio acompañado de sus ojos miel brillantes. Mi angelito no estaba muy segura de esa mujer tan distinguida que me acompañaba.

-Ven, Lilith.- Tom alargó la mano y como si nada, Lilith la agarró. Tom le sonrió y eso bastó para que mi pequeña se mostrara decidida a enfrentarse a todo lo que le rodeara.

-Tengo esto.- Mostró cinco dedos cuando quería enseñar tres. Todos nos reímos ante su expresión de suficiencia.- Mi papá dice que cuando crezca seré igual que mi mamá.- Le encantaba decir eso a todo el mundo. Siempre me decía que de mayor quería ser como yo, hacer mis mismas cosas, comportarse de la misma manera,... Ojalá que eso no sucediera nunca. Jamás permitiría que mi pequeña cometiera mis mismos errores, por eso, una de las razones que me llevarían a alejarla de mí para siempre era esa. Los primeros indicios de mis sospechas cada día eran más claros. No quería que mi pequeña sufriera de la misma forma en la que lo estaba haciendo yo. Nunca dejaría que Lilith sufriera por él aunque fuese mi hijo. Tom no estaba hecho para amar a nadie...

Estaba claro que él nunca podría sentir nada más por Lilith. Ahora sólo la veía como su hermana pequeña, la eternamente niña que nunca crecería, así la veía él y así la veíamos todos. Pero Lilith, en el fondo de su alma, escondía tantas cosas... tantas que ni yo misma sabría decir. Había matado a Andreas. ¡Una niña había matado a un chico! ¿Qué más escondía mi pequeña? Amor... por la persona menos indicada.

-¿Nerviosa?- Gordon me dio una copa de vino para relajarme. Era otro día sin Lilith, sin saber dónde estaba ni cómo. La angustia me envolvió desde que Bill me llamó diciendo que Lilith había desaparecido.

-¿Dónde está, Gordon? ¿Por qué se ha ido?- Gordon se sentó junto a mí.- Me aterra pensar que está sola en la calle cuando hay miles de esos monstruos tras ella.- La piel se me ponía de gallina de sólo imaginarme que podrían haberla cogido incluso haberla mata...

-No sirve de nada que te martirices. Jörg ya ha puesto a todos en alerta.- Jörg había puesto a todos en Londres a buscarla. Si algo caracterizaba a Jörg era la locura que sentía por Lilith. Siempre había sido su ojito derecho, su amada hija,...- Es su padre, ¿no?- Siempre le había costado aceptar la realidad. Llamar padre a Jörg sin haber estado con sus hijos en los momentos cruciales de sus vidas había afectado a Gordon más de lo que todos pensaban. Él había estado en sus buenos y malos momentos, en sus experiencias más desastrosas, en todo. Por el contrario, Jörg ni siquiera los llamaba por sus cumpleaños ni se preocupaba por ellos. ¿Era eso ser un padre?

-Gracias por estar ahí.- Me abracé a él intentando mostrarle mi agradecimientos por estar siempre a mi lado en lo bueno y en lo malo.- No sé qué haría sin ti.

-Tienes a tus hijos...- ¿Mis hijos? ¿Quiénes eran esos? ¿Bill, Tom, Andreas, Mara y Lilith? Andreas se fue a Holanda a despejarse del tremendo alboroto que se había formado en Alemania cuando se descubrió que Lilith estaba allí; Mara casi nunca estaba en casa. Se había puesto a trabajar de modelo y siempre estaba viajando; Bill estaba ahí cuando lo necesitaba, estaba pendiente de mí y sabía que me quería. Su problema era que había alguien más fuerte que él, su otra mitad lo arrastraba y él la seguía como si fuera un perrito. El amor incondicional que sentía por su gemelo era más fuerte que cualquier cosa. Su gemelo... Tom... Hacía tanto tiempo que dejé de verlo como mi hijo, tanto tiempo que lo perdí para siempre. Ya no recordaba que se sentía al estar entre sus brazos ni recordaba su tono de voz tranquila. Mi pequeño Tom ya no era mío. Se había perdido en algún punto del pasado que yo no lograba recordar. Lo único con lo que soñaba noche tras noche era con sus manos manchadas de mi propia sangre, mi pecho manchado de aquel color que manaba sin cesar de un cuchillo clavado en el lado derecho de mi pecho. Aquella noche mi pequeño intentó matarme, mi hijo de dieciséis años aparentemente y miles realmente me había clavado un cuchillo con la intención de acabar con mi vida para siempre. Ese al que todos llamaban Tom y al que seguían asociando con el apelativo de mi hijo, a ese, ya no lo conocía. ¿Y Lilith? Mi ángel, el único punto de claridad que rodeaba mi vida, se perdía entremedio de tanta oscuridad. Seguía brillando pero cada vez con menos fuerza. Su inocencia iba desapareciendo a medida que se hacía mayor y pronto, aquella parte oculta en su alma, desaparecería para dar paso a ese ángel caído. Suplicaba a aquel dios en el que no creía, que ese momento no llegase nunca, que nadie pudiera hacerle tanto daño que acabara por desatar a una Lilith hundida y sin corazón. Sólo había una persona, por llamarlo de alguna manera, que podría conseguir eso, Tom. Tenía que apartarla de él como lo hice hace años, arrebatarla de su lado antes de que ella terminara enamorada de él.

-Sí, mis hijos...

De repente, la puerta se abrió. ¿Habría vuelto Bill de hablar con la directora de la universidad a la que había mordido Lilith? ¿Sería Tom el que habría llegado después de una noche a saber dónde? No, mejor que todo eso. Lilith atravesó el marco de la puerta con pasos indecisos y con la cabeza gacha. Su pelo rubio tapaba toda su cara sin dejarme ver el rostro de mi angelito.

Detrás de ella, apareció Tom. Nos dedicó una mirada de apenas dos segundos, el tiempo necesario para ver mis ojos llenos de lágrimas y mi ímpetu por salir corriendo a abrazar a mi hija. Mis ansias pudieron conmigo y me arrastraron a su lado. La abracé tan fuerte que temí romperla, tan fuerte que escuché como su débil cuerpo gritaba de dolor. Ella no se movió un ápice de su posición simplemente lloraba en silencio.

-¡Qué susto nos has dado!- Gordon se acercó y Lilith me apartó de ella para abrazarlo. En ese momento supe que algo no iba bien. Mi hija nunca me había negado un abrazo ni me había apartado de esa mala manera. Ahora, lo hacía bajo la atenta mirada de Tom.

-Has sido tú.- Miré a Tom acusadora y éste me miró sin cambiar el rostro, como siempre.- ¡¿Qué le has dicho para que ni siquiera quiera abrazarme?!- Tom pasó por mi lado ignorándome por completo.- ¡Respóndeme!

-La pregunta es qué no me has dicho, mamá.- Lilith me miró con unos ojos cargados de rabia, rojos como el color de la sangre. Ira o tal vez rabia era lo que recorrían sus venas.- ¿Cuándo ibas a decírmelo?- Sus piernas empezaron a temblar o por el frío o por los nervios a una respuesta. Llevaba una camiseta de Tom que actuaba como vestido, manchada de sangre, apenas oculta por una sudadera del mismo dueño.

-¿Decirte el qué?- No entendía nada. ¿Qué debía decirle?

-Que tú y papá sois...- Respiró hondo y cerró los ojos intentando buscar esa palabra que yo intenté negar durante tantos años.-... hermanos.- Los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas. Odiaba esa palabra desde que nací y más si estaba asociada a Jörg y a mí.

-Cielo...- Intenté buscar a Gordon con la mirada pero éste miraba al suelo sintiéndose culpable por habérselo ocultado también.- ¿Quién te lo ha dicho?- Señalaba como máximo culpable a Tom, aquel monstruo con cara de ángel que nos observaba sin apartar los ojos de la escena.

-¿Qué más da? ¿Por qué no me lo dijiste?- Lilith se esforzaba por mantener alejadas las lágrimas de su rostro. Parecía cansada, como si no hubiese dormido en toda la noche.

-Será mejor que nos vayamos, Tom.- Gordon empezó a subir las escaleras y Tom fue tras él. Me dejaron sola ante la mirada acusadora de mi hija.

-Sentémonos.- Me senté en el sofá observando como Lilith caminaba insegura hasta el de enfrente.- Tenía tanto miedo de que llegara este momento.- Mi hija mantenía la cabeza agachada observando como sus manos apretaban cada vez con más fuerza la sudadera.

-¿Por... por qué?

-¡Porque me aterraba la idea de que pensaras que éramos monstruos!- Lilith me miró con los ojos muy abiertos y luego volvió a su posición. Todo su cuerpo temblaba.- Venías de una familia de humanos en donde el incesto se ve como algo asqueroso. Ni siquiera mantenías la moral con la que te eduqué.

-¿Y ahora? Cuando regresé y os volví a ver como lo que erais, ¿tampoco entonces?

-No lo hubieses entendido.

-¡No me digas lo que hubiese entendido! Presupones que no lo hubiese hecho sin ni siquiera haberte molestado en decírmelo. ¡¿Por qué crees que no lo hubiese hecho?!- Sus gritos taladraban mi interior pero si algo lo hacía más, era la culpa.- Te perdoné cuando me dejaste en manos de otra familia y nunca te pregunté por qué. No te lo voy a preguntar nunca ya que puedo imaginarme la respuesta pero de ésto no.- Con su mano temblorosa se secó las lágrimas. Había dado por finalizada la conversación. No esperaba una respuesta que aclarase sus dudas pero quizás, seguir ocultándole la verdad a Lilith no sería bueno para ella. El velo le tendría que ser quitado para que asumiese la realidad y quizás así, no cometiera los mismo errores que yo.

-Éramos los únicos descendientes Sangres Pura de todos.- Lilith me miró sin entender mi disposición para contarle la verdad sobre todos.- Los abuelos también eran hermanos, en concreto, eran diez, cinco hombres y cinco mujeres. Todos se unieron entre ellos y se dispersaron por los cinco continentes para que los Sangres Pura se esparcieran por todo el mundo. Tu padre y yo fuimos los primeros hijos de esas uniones prohibidas y mal vistas por los humanos.- Su cara de desconcierto era más patente por cada palabra.- La tradición de casarse con los hermanos se había vuelto casi una norma para los Sangres Pura. Era la certeza de que nuestra sangre se mantendría así por siempre. Desde que tu padre y yo nacimos se esforzaron por hacernos ver que nuestro destino era estar juntos. Crecimos y nuestra unión fue inminente. Al principio todo era perfecto, lleno de amor, al menos por mi parte, y secretos que sólo compartíamos entre nosotros. Todo iba tan bien que al año siguiente ya estaba embarazada. Toda la familia, en general, todos los vampiros estaban felices por que al fin tendrían un líder que les gobernaría en el futuro.

-¿Qué pasó para que todo acabara tan mal?

-Las cosas empezaron a ir mal cuando nacieron Bill y Tom. Bill nació apenas sin energía porque Tom se la había llevado toda. En ese momento, tu padre declaró como heredero al mandato de los vampiros de Europa a Tom. Bill pasó a un segundo plano para Jörg y tan sólo se centraba en la educación de Tom. Por suerte, Tom nunca dejaba a Bill solo ya que eran inseparables.

-¿Tom será...?

-Sí. En ese momento tu padre se empezó a distanciar de mí. Siempre había sido frío y distante pero las cosas cambiaron cuando por fin tuvo lo que tanto ansiaba, un heredero. Pasaban los días y tu padre y yo no nos hablábamos sólo para cosas importantes y yo ni siquiera sabía por qué. Intentaba acercarme a él cada vez que lo veía pero me rehuía. No sabía qué le pasaba, todo eran gritos, golpes, malos gestos e insultos.- Comencé a llorar al recordar esos siglos tan fatídicos.

-Lo siento mucho.

-No tienes que sentirlo. Luego, tú naciste como por arte de magia, en el momento menos indicado pero lo hiciste y cambiaste por completo la sociedad.

-¿En el momento menos indicado?

-Tu padre juró que no liberaría a los licántropos hasta que naciera una mujer Sangre Pura. Normalmente, sólo dos generaciones pueden tener niñas Sangres Pura pero tú te saltaste esa norma.- Sonreí para que no se sintiera culpable.

-¿Por eso tengo que protegerme de ellos?

-Las cosas son más difíciles de lo que te piensas, cielo. Pero por suerte, tú no tendrás que sufrir porque esa estúpida tradición de unirse con los propios hermanos está abolida para siempre.- Asintió sin mucho interés. Había dos posibilidades ante su falta de entusiasmo, uno, porque de todas formas ella no pensaba unirse a su hermano, o dos, porque no le hubiese importado. Y esta última era la que más me preocupaba.

-Voy a ducharme.- Se levantó aún con las piernas temblorosas cuando su móvil empezó a sonar y Lilith se quedó quieta en el sitio.

-¿No vas a cogerlo?- Dije extrañada por su reacción.

-S... Sí.- Cogió el móvil con un nerviosismo visible y abrió los ojos como platos al leer aquello que le hubiesen mandado.

-¿Estás bien, cielo?- Asintió con la cabeza y empezó a subir las escaleras muy deprisa hasta que se topó con Tom.

Su carrera se vio interrumpida por mi hijo en medio de la escalera. Lilith lo abrazó fuertemente como si le fuera la vida en ello. Agarraba la camiseta de Tom sin apartar su cabeza de su pecho. No entendía qué le pasaba y si habría sido provocado por el mensaje. Mi pequeña temblaba agarrada a su hermano mientras éste la observaba sin ni siquiera abrazarla o darle algún gesto de apoyo. Miré la cara de Tom y como su mirada estaba perdida en la débil Lilith. Los ojos de mi hijo alcanzaron los míos y se achinaron en una sonrisa maquiavélica y aterradora.

En ese momento me di cuenta de que mis peores sospechas se habían vuelto reales. Mi propio hijo había conseguido lo que yo traté de evitar al separar a Lilith de mi lado, había conseguido enamorarla para destruirla desde dentro de la peor manera que se le podía hacer a un alma tan pura como la suya...


By Sarah


-¿Cuándo te dan las vacaciones de Navidad?

-El día veinte.

-Ya queda menos.

-Sí...

-Hoy hemos ido a dar una vuelta por el jardín.

-¿Eh? ¡Ah! Que... que bien.

-La enfermera y yo. Está siempre muy pendiente de mí y me trata muy bien, no como esas que se empeñan en darme la medicación a la fuerza.

-Lo hacen por tu bien.

-¡No es por mi bien! Esas pastillas me dan sueño.

-Son para que te tranquilices, mamá.

-¿Tranquilizarme? Aquí no hay nada que me altere...

-Bueno...

-Estás muy raro, Nate. ¿Te pasa algo?

-No, es sólo que... no sé qué me pasa.

-¿No estarás pensando en alguna chica?

-¡No!... Sí, un poco.

-¡¿Tienes novia?!

-No es mi novia, mamá, es sólo una chica especial.- Nate se levantó de la silla de la habitación de visitas y fue a coger algo de su bolsillo. Hoy estaba especialmente raro. No había hablado mucho como solía hacer ni me había contado lo bien que le iba en la universidad. Sabía de sobra que nunca le había gustado venir a verme al psiquiátrico pero nadie le obligaba a hacerlo.- Es ella.- Puso sobre la mesa una foto un tanto pequeña y que desde tan lejos no logré ver.- Toma.- La foto era tamaño carnet y la chica que se mostraba seria era una auténtica belleza.

-Es hermosa.- Tenía el pelo castaño, con unos ojos miel muy bonitos, su piel blanca deslumbraba a simple vista. Era como si alguien le hubiese hecho una foto a un ángel. Pero había en ella algo que me producía miedo. En mi cuerpo se empezó a mover algo extraño que me puso los pelos de punta.- ¿Cómo se llama?- Tenía la sensación de haberla visto antes, en algún sitio hace mucho tiempo.

-Lilith.- Lilith. Ese nombre y esos ojos...- Vino desde Alemania hace ya unos meses. Es familia de los Freud y... ¿Estás bien, mamá?- Sentía como mi corazón palpitaba acelerado en mi pecho. Una fina capa de sudor se había empezado a formar en mi frente y un calor sofocante no me dejaba respirar.- ¡Mamá!- Mi cuerpo cayó desplomado al suelo temblando en violentos espasmos.

-Ka... Ka... Kau... Kau...litz.- Ese nombre estaba relacionado en con ese apellido. Había investigado durante mucho tiempo el origen de los Freud y allá donde mirase siempre aparecía ese apellido. Los Kaulitz, ellos eran los líderes de esos monstruos. Monstruos asesinos sedientos de sangre de gente inocente. Demonios dueños de la noche que se apoderaban de las almas de los humanos. Ella era una de ellos.

-¡Enfermera! ¡Enfermera!- Escuchaba los gritos de mi hijo como si vinieran de otro mundo. Un eco me devolvía su voz apenas clara.

De un segundo a otro, muchos brazos rodearon mi cuerpo y me pusieron en lo que pronto deduje que era una camilla. Me volverían a llevar a aquella sala oscura donde sólo estaban la cama y una lámpara iluminando un rincón oscuro. Sabía que iría allí y que mi pequeño Nate no podría hacer nada por evitarlo.

Otra vez estaría encerrada en aquel cuartucho del manicomio, ese sitio tan asfixiante al que tan sólo podía ir en mis ataques o sedada. Por culpa de ellos y por la ignorancia de los mortales estaba aquí. Nadie sabía de la existencia de los vampiros excepto yo y por eso me metieron aquí. Alejada de mi hijo, mi única familia, sin ver como se convertía en un hombre... y ahora, que por fin él había conseguido llevar la vida que se merecía aparecía ella... Lilith.


By Tom


La gente pasaba por delante del parque sin percatarse de mi presencia. Había conseguido pasar desapercibido por un momento mientras la esperaba hacía ya media hora. Odiaba esperar, y ella lo sabía, aun así seguía tardando y sin avisar que llegaría tarde.

Hoy el día estaba distinto. Había salido el sol y no había rastro de nubes en el cielo. La gente había aprovechado este día tan raro en Londres para salir a dar una vuelta y despejarse del continuo color gris de sus vidas. Personas caminando, niños jugando, gente tomando el sol y yo sentado en un banco, con el móvil en la mano y esperando una llamada que dudaba que llegase. Estaba cansado de estar aquí sentado o tal vez estuviese cansado de la noche anterior. Ambas cosas...

Si no llegaba pronto, me moriría de hambre y ahora no era el plan que más me apetecía. Llevaba años sin probar su sangre y me estaba empezando a volver loco. A mi cuerpo cada vez le costaba más pensar con claridad. Sólo la sangre humana combatía ese efecto pero por un pequeño período de tiempo.

-Siento la espera.- Su voz taladró mis pensamientos. Estaba de pie delante mía tapándome el Sol que amenazaba con brillar todo el día.

-¿Qué coño estabas haciendo? No pienso esperarte más.- Me levanté del banco y me guardé el móvil en el bolsillo del pantalón.

-Ha habido una urgencia y me ha retrasado un poco.

-¿Una urgencia? ¿Algo más urgente que esto?

-Una paciente ha tenido una crisis. Esta mañana estaba muy bien, no sé qué le habrá podido pasar.

-¿Qué paciente?- Por su cara supe de quién se trataba. Desde que llegamos a Londres, se había puesto a trabajar en el psiquiátrico y yo le había dejado bien claro a quién tenía que tener bien vigilada.- ¿Sarah?

-... Sí.- Titubeó un poco pero fue fácil sacarle la verdad, no sabía mentir.

-¿Tom?- Otra voz me dispersó la imagen de Sarah, aquella mujer con el rostro descompuesto cuando vio como el cuerpo de su hijo lleno de sangre era sostenido por mí.  Me volví hacia donde provenía la voz y allí lo vi. Su media sonrisa indicaba un desconcierto entre tristeza y alegría o algo parecido a eso.- Tengo que... que hablar... contigo.- Su corazón empezaba a ir muy deprisa, demasiado para estar delante de un depredador como yo.- ¿Enfermera?- Sonrió y le dio la mano. ¿Por qué no me había dicho que lo había conocido?

-No, por favor, llámame Rachell.- Rachell me miró un segundo y se fue dejándonos a Nate y a mí solos. Notaba como el miedo de ambos me cegaban por completo, incluso dejaba indiferente al  Sol.

-¿De qué querías hablar?- Me volví a sentar en el banco cansado por toda esta estúpida situación.

-Es sobre Lilith.- Mis ojos se clavaron en su silueta temblorosa. Estaba cagado y no era para menos.

-¿Sobre Lilith?- Se sentó a mi lado y cogió todo el aire que pudo. Eso no consiguió que su corazón latiera más despacio ni que su nerviosismo no lo delatara.

-A... anoche se... se... se... se fue.- Las gafas de sol no me dejaban ver con precisión la cara que se le quedó. Había palidecido de un momento a otro y me había apartado la mirada.- No sé dónde está. Su móvil sigue apagado y no puedo localizarla por ningún sitio.- Se pasó la mano por la frente secándose el sudor que había empezado a brotar por el miedo.- Lo... lo siento mucho.

-Lilith está en casa.- Su cara cambió y se dibujó una sonrisa enorme de incredulidad y tranquilidad.

-¡¿Enserio?!

-Sí.

-¡Gracias a Dios!- Le faltó poco para empezar a dar saltos de alegría.- ¿Está bien? ¿Por qué se fue?

-No lo sé pero está bien.- Me levanté del banco dispuesto a ir donde estaba Rachell e irnos, pero Nate me detuvo. Me había agarrado el brazo con fuerza impidiendo que me pudiese ir.

-Cu... cuídala.- Podría haberle dado un puñetazo en la boca y haberme quedado tan a gusto, pero no lo hice. Por muchas ganas que tuviese en ese momento de quitármelo de encima, se aferraba con muchísima fuerza para ser un humano.- Ella te quiere.- Mi brazo se movió solo y apartó su mano violentamente.

-¡Cállate!- Me volví y vi sus ojos abiertos, incrédulo por mi reacción. Él no era el único que me miraba como si fuera un loco, todo el parque se había quedado observándome.- ¡Deja de decir lo que siente! ¡No tienes ni puta idea!- No quería a otro Bill que me dijese lo que sentía Lilith ni quería volver a escuchar esa palabra nunca más.

-Lo... lo siento.- Rachell vino corriendo con la intención de tranquilizarme.- Dile que... da igual, no le digas nada.- Salió corriendo hacia el psiquiátrico de nuevo. Había visto el miedo en sus ojos tan parecidos a los de su madre.

-Vamos.- Rachell tiró de mí hasta que mis pies comenzaron a andar para perder de vista a Nate.- No puedes dar estas escenas en público. Creo que debería controlar esos impulsos que te dan, Tom.

-¡Cállate!- Rachell se calló de golpe. Estaba cansado de que todo el mundo me dijera lo que tenía que hacer o cómo debía comportarme. Estaba harto de todos aquellos que pensaban por mí.- Entra en el coche.- Escuché como su corazón palpitaba acelerado. Sabía lo que le esperaba...

-¿O... otra vez?- Abrí la puerta de los asientos traseros mientras observaba como Rachell se tocaba el cuello nerviosa.

-¿No quieres?- Tragó saliva sin dejar de mirar el suelo.- ¿Tienes miedo?- Negó con la cabeza repetidas veces.

-Me duele cuando lo haces.- Me gustaba que se sintiera así para luego escuchar sus gritos de dolor.

-Entra.- Se deslizó por los asientos hasta dejar un hueco para que yo pudiese entrar.

Se empezó a quitar la ropa mientras yo me quitaba la camiseta. Rachell odiaba este momento pero era ella la que siempre se ofrecía a complacerme. No quería que hiciese esto con nadie más, que otras personas sufrieran el dolor que ella sufría. Siendo tan “buena” no llegaría a ninguna parte.

Me tendí sobre ella sintiendo como su corazón chocaba contra mi pecho. Temblaba más que otras veces aunque esto no le resultaba desconocido. Lo habíamos hecho miles de veces en Nueva York, una y otra vez como si el mundo fuese a acabar en ese preciso instante.

Pasé mi lengua por su cuello y ella soltó un gemido ahogado por sus ansias. Sus uñas se clavaban en mi espalda provocando un contraste entre el calor de su cuerpo y el frío de mi piel.

Rachell comenzó a restregarse contra mi cuerpo. Se movía deseosa de algo más que de simples precalentamientos. Me olvidé de mis modales con las mujeres, si es que tenía alguno, y pasé directo a la acción. Los besos y caricias siempre me habían aburrido muchísimo...

Me desabroché los pantalones y se la metí sin miramientos. Su grito se volvió un pitido en mis oídos. Por suerte, los cristales de mi coche estaban insonorizados... Era lo bueno de ser vampiro.

-Más... más... más fuerte.- Gemía y gemía como una loca pidiéndome más de mis innumerables embestidas.- ¡Oh, Dios mío, Tom!- Pronto se correría a diferencia de mí. Mi cabeza convertía sus jadeos en los de ella pero mis ojos seguían viendo a Rachell. Los cerré e intenté concentrarme. Visualicé la escena de anoche en la que Lilith se movía desbocada por sus instintos. Anoche no había sido mi hermana o tal vez sí. ¿Cómo alguien tan... puro podía llegar a tener ese lado tan oscuro? Todos éramos conscientes de ese lado de Lilith pero ninguno nos podíamos imaginar hasta dónde podría llegar.


-Pensaba que tendría que ir yo.- Había estado esperando este momento toda la noche y ahora por fin ella se había rendido.- Has tardado mucho.- Llevaba cachondo un buen rato, más bien, desde que la vi chupándole la sangre a ese cerdo asqueroso. Me había calentado verla sobre ese tío, con los colmillos clavados en su piel y succionando hasta la última gota de su patética vida.

-Y tú estás tardando mucho ahora.- Se restregó contra mí cuerpo. Lo necesitaba al igual que yo sólo que su pudor le impedían hacer cosas que consideraba “depravadas” entre hermanos. Ya me dolían los huevos de esperar este momento. Masturbarme pensando en sus gritos, su cara de dolor cuando lo hacíamos o sus mejillas sonrosadas, no me servían para satisfacerme lo suficiente como para no pensar en follármela todo el día.

-Estás muy cachonda, hermanita.- La besé tan pronto como se calló. Las palabras me sobraban en ese momento, sólo quería escuchar sus gritos y sentir como se grababan en mi cabeza para luego reproducirlos cuando estuviera solo.


-¡Oh, Tom!- Aceleré el ritmo de mis caderas produciéndole a Lilith espasmos de placer.- ¡Más rápido!- Le hice caso hasta que mi cuerpo estalló dentro de ella como tantas veces lo había hecho. Sus piernas alrededor de mi espalda se aflojaron en cuanto llegó al orgasmo dejando todo su cuerpo flojo bajo el mío.- Haz... hazlo... a... ahora.- El cansancio no la dejaba hablar.

-¿Ahora?- No quise abrir los ojos y encontrarme con la dura realidad. Mientras los tuviera cerrados mi subconsciente seguiría viendo a Lilith, mis manos la seguirían tocando...

-Rápido.- Lamí su cuello sudoroso una vez más y aprovechando el éxtasis en el que se encontraba, clavé mis colmillos en su piel.

Pronto su sangre llenó mi boca y mi cuerpo empezó a pedir más de ese alimento para los monstruos. No sabía igual que la de ella ni su textura era igual, pero si seguía con los ojos cerrados podría imaginarme que las uñas que se clavaban en mi espalda eran las suyas. ¿Hacía cuánto que no probaba su sangre? Demasiados años para poder soportarlo con la simple sangre de una humana.

Mi instinto animal luchaba por desgarrar su cuello y acabar con su vida pero las ansias por controlar mi bestialidad combatían esas ganas. Si la mataba, se me acabarían las provisiones para seguir viviendo sin ir matando a gente inocente como antaño.

-Para, Tom.- Me estaba pasando. Llevaba varios minutos bebiendo más de la cuenta pero no me importaba porque sabía que Lilith se repondría fácilmente.- Por... por favor.- No era Lilith, ella ya estaría llorando.

Me aparté de su cuello viendo como un pequeño hilo de sangre se escapaba de la herida de mis colmillos. Su piel había palidecido por la pérdida de sangre y apenas podía mantener los ojos abiertos un par de segundos.

No le quedaba mucha sangre en las venas, es más, creí habérsela arrebatado toda. Tenía la misma sensación que cuando bebía de su sangre, quería matarla. ¿Por qué? Aún desconocía el motivo de mis impulsos asesinos aunque la necesidad de acabar con Rachell no era tan fuerte como la de acabar con mi propia hermana.

-¿Por... qué le gritaste a Nate?- Seguí poniéndome la ropa sin hacer mucho caso a su pregunta. Aunque la hubiese escuchado ni yo sabía la respuesta clara a esa pregunta.- ¿Tom?

-Me jode que digan cosas que no saben.- Rachell sólo sabía una pequeña parte de la historia, omitiendo detalles y sin contar algunas cosas incomprensibles para un simple humano.

-¿Es por Lilith?- Se incorporó lentamente con una mano en el cuello para así evitar que la sangre siguiera saliendo.- No te jode que te hablen de cosas que no saben sino que te hablen de ella.- Terminé de vestirme y me dispuse a sacar un cigarro del bolsillo. Necesitaba fumar.- Tienes miedo a que alguien te conozca mejor que tú mismo.- Empotré su cabeza contra el crista del coche, un golpe duro para una simple mortal. Sus ojos abiertos por la impresión pero no por la sorpresa se llenaron de un líquido transparente, el mismo que tantas veces había visto salir de los ojos de Lilith.

-¿No has oído lo que he dicho? Me jode la gente que habla de cosas que no sabe.- Mi mano apretaba con fuerza su cabeza contra el cristal impidiendo que hiciese algún movimiento para librarse de mí.

-Lo sé.- Una lágrima fue la única valiente en plantarme cara, la demás seguían ocultas y decidiendo si valía la pena seguir los pasos de su compañera.- Dijiste su nombre mientras... lo hacíamos.

-¿Estás celosa?

-Es tu hermana.

-¿Y?

-No puedo estar celosa de ella.

-Pues deberías.

-¿La... la quieres?

-Es mi hermana.- Vacilé.

-No me refiero a ese tipo de amor sino al amor en general.

-¿Estás celosa?- Rachell abrió los ojos de par en par pero esta vez, sí por la sorpresa.


Las otras lágrimas salieron por fin. Se suicidaron al escuchar tremenda atrocidad...


By Lilith


-Entonces tenías un novio que se llamaba Jake.

-¿Si le puedes llamar novio a alguien que sólo te quiere para eso y que si no se lo das se lía con tu mejor amiga? Sí, tenía novio.

-¡¿Se lió con otra porque no te acostaste con él?! Pues vaya novios te hechas tú, guapa.- Caminaba junto a Bill por Harrods en busca de algo indefinido para él.- ¿Ves? Nada te une a París.

-Hay algo que todavía no logro quitarme de la cabeza.- Mi hermano dejó de comerse su enorme helado para prestarme dos segundos de atención.

-¿El qué?

-Mi abuela, bueno, ya sabes.- El estómago se me encogió al recordarla. Ella me había criado prácticamente durante toda mi vida, me había dado hasta lo que no tenía para que no me faltara de nada,...

-¿Agatha?- No me sorprendió que supiera su nombre, toda la familia sabía de su existencia.- Es una buena mujer. Podríamos ir a verla cuando te den las vacaciones de navidad.

-¡¿Lo dices enserio?!- Bill se pudo una mano en el pecho y abrió la boca indignado.

-No me insultes, hermanita, yo siempre hablo en serio.- Si Bill fuera actor estaba segura de que no pasaría hambre.

-Gracias, gracias, gracias, gracias.- Comencé a darle besos por toda la cara haciéndole reír porque en algunas partes no llegaba. Era demasiado alto para que con un simple salto llegará hasta su mejilla.

Mientras caminábamos mirando tiendas y escuchando la cantidad de cosas que Bill conocía de moda y, por supuesto, dulces, iba recordando todos aquellos fabulosos momentos que pasé con mi abuela o Agatha como todos la llamaban. ¿Qué habría sido de ella? ¿Habría superado la muerte de “mis padres” y de “mi hermana? Había tantas preguntas que nadie me podía contestar que estaba por volverme loca si seguía pensando en ellas.

-¡Dios! ¡¿Has visto esos dulces?!- Bill salió corriendo hacia un escaparate lleno de tartas, pasteles, galletas... Con lo que le gustaban los dulces eso sería el paraíso para él.- ¡Voy a entrar, espérame!- Asentí sonriendo mientras veía como mi hermano entraba en aquella tienda más feliz que un niño pequeño.

¿Le gustarían a Tom los dulces tanto como a Bill? Sonreí inconscientemente al imaginarme a Tom de la misma forma en la que había visto a Bill hacía unos segundos. No me lo veía casi emocionado al ver una tarta o cualquier cosa de esas, en realidad, no podía imaginarme a Tom emocionado.

No conseguía que mi cuerpo se dejara de estremecer al recordar los momentos que habíamos pasado anoche y la manera en la que me comporté. Me daba muchísima vergüenza pensar en ella así que intentaba no hacerlo aunque en el camino hasta casa esta mañana no había hecho otra cosa.

Me paré justo enfrente de una tienda también de pasteles un poco alejada de la de Bill. Habían unos dulces que a simple vista ya hacían la boca agua. De chocolate, nata, merengue, frutas, tartas de queso,... Una parte de mí me empujaba a entrar y comprarle algo a Tom, y otra me decía que no lo hiciera por lo que pudiera pensarse. Por otro lado, era una cosa demasiado cursi para Tom y que él, seguramente, calificaría como “chorrada propia de una cría”.

-¡Qué buenos!- Mi cabeza se giró hacia donde provenía aquella voz tan dulce. Una cabellera rubia me tapaba el rostro de una niña de no más de seis años.- Me los comería todos.- Tenía un acento extraño al hablar, incluso diría que no era inglesa...

-¿Te apetece uno?- La miré esperando que sus ojos iluminados por la ilusión se fijaran en mí pero en lugar de eso, sólo obtuve un respingo por su parte y ni una sola mirada.

-No está bien.

-Claro que está bien, es una invitación.- Por primera vez vi sus ojos cuando me miró sonriendo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al ver esa dulce sonrisa que me provocaba una especia de angustia en mi interior.

-Gracias.- Entró en la tienda con la intención de que la siguiera y así lo hice. Empezó a mirar todo hasta que se decantó por un pastel de chocolate con nueces.- Muchísimas gracias, eh...

-Lilith.- Mi cabeza seguía barajando caras conocidas en mi cabeza. La había visto en algún sitio. Esa sonrisa, esos, ojos,...

-¡Shelly!- ¿She... Shelly? El corazón me dio un vuelco al escuchar su nombre, el mismo que el de mi hermana pequeña muerta en el accidente o ella era mi...- No te puedes ir por ahí sin avisarme.- Mis ojos estaban fijos en ella mientras mi cuerpo experimentaba una gran cantidad de emociones.

-Mira, me ha comprado un pastel.- Shelly...

-Siento mucho las molestias. Todavía no conoce muy bien la ciudad y...- Shelly...- ¿Li... Lilith?- Me volví al escuchar mi nombre salir de aquella voz de la cual desconocía de dónde venía. Mis ojos aguados no me dejaron ver con claridad el rostro de aquel hombre al que tenía delante.- ¡Lilith!- Pero la manera en la que dijo mi nombre sólo podía ser de una persona...

-Adam.- Me limpié las lágrimas que bajaron por mi rostro. Mi hermana, mi pequeña Shelly a la que creía muerta estaba aquí, más grande pero con la misma ternura que inspiraba.

Le dediqué una última mirada a Shelly y salí corriendo de la tienda en busca de Bill. Ahora me sentía más confundida que nunca pero la idea que durante todo el día me había rondado la cabeza desde anoche hasta hacía nada, había conseguido una respuesta:

Quedaría con Adam...


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