Capítulo 40
Capítulo 40
By Lilith
Metí la última camiseta que quedaba del armario en la maleta. Ya tenía
el equipaje preparado para mi vuelta a Alemania. Todo estaba listo para
celebrar la navidad en casa de mi padre junto con toda la familia. No podía
quitarme de la cabeza el cómo sería una navidad entre vampiros. No recordaba
haberla celebrado antes, eran unos días indiferentes. Jamás pensé que nosotros,
todo lo contrario a la moralidad cristiana, sin sentimientos y sin nadie que
nos importara salvo nosotros mismos, pudiéramos celebrar la navidad.
Cerré la maleta y la dejé junto a la puerta. Luego vendrían a buscarlas
para llevárselas al aeropuerto y de ahí, al jet privado. Estaba claro que mi
familia poseía bastante dinero gracias a la empresa familiar, es decir, una
especie de “clínica de donación de sangre” que la distribuía por todo el mundo
pero no a humanos sino a los vampiros de todo el mundo. Sangre que alimentaba a
nuestra especie y de ahí, su éxito entre la población vampírica. Dentro de lo
que cabía, era legal, no obligaba a los humanos a dar su sangre a vampiros sino
que iban voluntariamente a donarla para dar vida a otras personas u... seres.
Bajé las escaleras hasta llegar al salón donde todos estaban esperando
a mi madre. No parecían muy contentos por volver a casa, era más, parecía que
no les hacía ninguna gracia. Podía entenderlo por Bill y Tom ya que ellos
odiaban levantarse temprano. Pero lo que no podía descubrir era por qué la cara
de Gordon estaba tan seria. Normalmente estaba sonriendo por ningún motivo en
concreto, siempre feliz y alegre. Todo parecía haber cambiado de la noche a la
mañana. Cuando descubrieron que Bill me había llevado con Nate se había
desatado la locura en la casa y con ella, la furia de Tom.
-¡¿Crees que puedes hacer lo que te de la gana sin consultárnoslo
antes?! ¡Sabes que cuando sales con ella eres tú el responsable de su
seguridad!- Los gritos de mi madre me estaban taladrando los tímpanos. Se había
enfadado muchísimo cuando me vio con toda la ropa llena de sangre. De mí
sangre.
-Nate se había despertado. No podíamos dejarlo sin alimentar y lo
sabes.- Bill intentó excusarse aunque realmente, era lo que llevaba haciendo
desde que entramos por la puerta. Me sentía mal. Yo había sido la causante de
todo este alboroto, bueno, no exactamente. Había sido Tom quien le había
mordido pero había sido yo la que lo había convertido.
-¡Estaba todo controlado, Bill! ¡No hacía falta que Lilith le diera su
sangre! ¡Por Dios, lo primero que no hay que hacer es llamar la atención y es
lo único que se os da bien!- Mi madre empezó a andar nerviosa por todo el salón
bajo la atenta mirada de todos menos de Tom, que miraba hacia abajo como
perdido sentado en el sofá.
-Lo importante es que todos estamos bien, mamá. Era mi deber como su
creadora alimentarlo. Soy yo la que debe arreglar sus propios errores.- Mi
madre se volvió a mirarme como si lo que le estuviese diciendo fuese una locura.
¿Lo era?
-¡¿Qué?!- Parecía incrédula ante mi tentativa de calmar su nerviosismo
pero sólo conseguí que se pusiese más histérica.- ¿Qué le voy a decir a tu
padre? ¡¿Qué demonios quieres qué haga cuando lo primero que me dijeron fue que
no podía salir ni una gota de sangre de tu cuerpo?!- Tom se levantó del sofá
dispuesto a irse. Comenzó a subir las escaleras lentamente sin perder detalle
de las palabras de nuestra madre.- ¡Sería más fácil si no te estuviesen
buscando para matarte!- Me tensé al instante ante tan cruda realidad. Adam se
vino a mi cabeza junto con Shelly. Él era uno de ellos y tenía a una de las
personas que más importancia había tenido en mi vida. ¿Qué me hacía pensar que
él no era como ellos y que no pretendía matarme? ¿Su palabra?
El silencio tomó el relevo de los gritos de mi madre. No se escuchaba
nada, ni la respiración agitada de mi madre ni las palabras de Gordon para
tranquilizarla ni el roce de la mano de Bill sobre la mía... ni los pasos de
Tom. Estábamos envueltos en un ambiente que había pasado de frustración a miedo
por las palabras de mi madre.
-Es tarde.- Tom rompió esa tensión. Estaba parado en medio de la
escalera mirando al frente. Prefería mil veces los gritos de mi madre a la voz
de Tom. Sonaba tan fría y distante, tan distinta a como sonaba en ocasiones
cuando estábamos juntos...- La sangre de Lilith ha sido derramada muchas veces.
¿Qué te hace pensar que no saben que está aquí?- Y la respiración de mi madre
volvió a hacer acto de presencia. Tom tenía razón. Mi sangre había sido
derramada muchas veces, la mayoría de ellas por su culpa.
-Eso no justifica la imprudencia de Bill.- Mi madre no daría su brazo a
torcer tan fácilmente.
-Era eso o dejar que Nate matara a todo humano que se cruzase en su
camino. Creo que han actuado bien.- Tom siguió subiendo lentamente dejándonos a
todos callados.- Nate hará todo lo que sea necesario y eso nos conviene.- Tom
desapareció de mi vista y todos parecieron estar mucho más tranquilos por lo
que mi hermano había dicho aunque yo no entendí qué había querido decir.
-Visto así supongo que Jörg no se lo tomará tan mal.- Mi madre se fue a
la cocina y Gordon nos sonrió antes de desaparecer tras ella.
Bill se tiró en el sofá cansado de todo. Sabía el aprecio que Bill
tenía por nuestra madre, la admiraba por todo lo que había pasado sola y por
sus principios. Por eso, sabía que él odiaba pelearse con ella y mucho más si
la decepcionaba. Eran tan parecidos que no cabía duda de que eran madre e hijo.
A veces, la sonrisa de Bill se borraba de su cara de ángel. Pese a ser
tan enérgico y estar siempre alegre, por dentro escondía algo, algo que le
preocupaba y que cuando estaba solo lo atormentaba. Ni siquiera comprendía por
qué pensaba eso sobre él pero había tenido esa sensación muchas veces. Bill tenía
un lado oscuro claramente diferenciado del resto. No producía miedo como el de
su gemelo ni esa sensación extraña como la del resto de vampiros. Era una
oscuridad que lo evadía del mundo y le hacía parecer más bello de lo que ya
era.
-Gracias por defenderme. No hubiese sabido qué decirle a mamá.- Bill me
miró y sonrió. Era una sonrisa cansada y sin ganas de salir. No estaba de humor
para sonreír.- Te quiero.- Cerró los ojos fuertemente y luego los abrió hasta
mirarme.
-Yo también... no sabes cuánto.- Echó la cabeza hacia atrás y volvió a
cerrar los ojos. Sabía de sobra que le estaba molestando y que él sólo quería
descansar.
Subí las escaleras dispuesta a ir a mi cuarto y darme una buena ducha
que me quitara toda esta sangre de encima. Necesitaba quitármela ya que el olor
me estaba empezando a marear y con un poco de suerte, podría también alejar la
mirada del monstruo que había creado. Los ojos de Nate de aquel rojo intenso me
habían helado la sangre. Mientras se alimentaba de mí dejé de sentir al Nate al
que estaba acostumbrada y pasé a sentir a un vampiro como los de fuera
devorando hasta lo más profundo de mi ser.
Cuando quise darme cuenta, estaba parada justo enfrente de la
habitación de Tom. Incluso por inercia mi cuerpo me dirigía hacia donde él
estaba y eso que se había mudado al ático del piso de arriba para estar solo.
Era desquiciante sentirme tan unida a él inconscientemente. No podía sentirlo
al otro lado de la puerta y aun así no podía dejar de necesitar verlo.
Abrí la puerta lentamente esperando no encontrármelo allí y así fue. La
habitación era más pequeña que la otra pero mucho más aislada y tranquila.
Podría gritar y nadie escucharlo porque no había ni ventanas...
La cama estaba deshecha, había ropa tirada en el suelo, y más de un cajón
estaba abierto. Lo que más me llamó la atención fue una guitarra posada en un
sillón. Estaba impoluta, como si estuviera ahí de adorno. Me acerqué a ella y
la vi detenidamente. Brillaba por lo limpia que estaba, parecía que nunca nadie
la había tocado, era tan...
-¿Sabes que es de mala educación entrar sin llamar?- La voz de Tom hizo
que me diese la vuelta nerviosa justo antes de tocarla.
-Pensaba que no había nadie.- Me quedé mirándolo de arriba abajo cuando
me percaté de su casi desnudez. Tan sólo tenía unos bóxers puestos y por el
olor, acababa de salir de la ducha. Eso explicaba que no lo percibiera antes.
Me quedé embobada en su torso mientras pequeñas gotas de agua lo recorrían
lentamente hasta que se perdían en el elástico de ese trozo de tela abultado.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- Dejé de mirar su cuerpo para fijarme en
sus ojos antes de que se percatara de mi mirada depravada.
-No mucho. Estaba mirando la guitarra.- Me volví de nuevo a mirarla.
Era tan sumamente atrayente...- ¿Es tuya?
-Sí.- Fue hasta el armario y empezó a sacar algo de ropa.
-No sabía que tocases la guitarra.- No me imaginaba a Tom tocándola con
la delicadeza que necesitaba un instrumento. Por unos momentos, me imaginé a mi
hermano sentado en aquel sillón, con la guitarra, perdido en la melodía que
nacía en las cuerdas gracias a sus dedos.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes.- Sacó unos pantalones vaqueros
XXXL y se los puso dándome la espalda.- Como por ejemplo que odio que entren
sin llamar antes a la puerta. ¿Y si hubiese estado desnudo?- Sonrió con malicia
mientras se acercaba hacia donde yo estaba.
-No hubiese visto nada nuevo.- Me tapé la boca en cuanto lo dije. Pero
en vez de provocar la ira de mi hermano como pensaba, sólo conseguí que se
toqueteara el piercing del labio con la lengua. Que estuviese tan sólo con unos
pantalones mientras hacia eso me daba
calor y hacia tiempo que eso había dejado de preocuparme como para resistirme a
los “encantos” de Tom. Se acercó lo suficiente como para tenerlo a pocos
centímetros de mí. Su cara se puso justo frente a la mía, cerró los ojos y
aspiró aire por la nariz. Cuando los abrió estaban azules.
-Hueles a sangre.- Y era lógico. Estaba bañada en la mía propia gracias
a la carnicería que había hecho Nate en mi cuello. Estaba ensangrentado, con
sus colmillos clavados por todo la piel del cuello como muestra de que Nate aún
no sabía cuál era la vena indicada.- Me pone enfermo.- Se retiró de mí con cara
de asco aunque sus ojos dijesen lo contrario.
-Creía que te gustaba mi sangre.- Esta vez fui yo la que se fue
acercando lentamente a él. Quería saber qué se sentía teniendo yo el control
del juego y no Tom. Sabía de sobra que a mi hermano le volvía loco mi sangre y
yo tenía ganas de que por una vez, fuese él el que viniese detrás de mí y no al
contrario.
-Todo en exceso cansa.- Seguía sonando frívolo intentando mantener el
control de su cuerpo pero no tardaría en lanzarse a mi yugular como un
salvaje.- Me aburre comer siempre lo mismo.- Se fue a coger una camiseta para
ponérsela y seguramente echarme fuera de su habitación. Me adelanté y le quité
la camiseta de las manos para impedir que se la pusiera y tapase su cuerpo por
completo.- No juegues conmigo, hermanita.- Sentía como todo mi cuerpo ardía en
deseos de tener a Tom cerca. Sólo tenía que dar un paso hacia delante y
estaríamos cuerpo contra cuerpo.
-¿Por qué no? Te estás volviendo muy aburrido, Tommy.- Di ese paso
definitivo que me mantenía alejada de mi hermano. Su mano me detuvo antes de
que me pegase a él. ¿Qué le pasaba?- ¿No... no quieres...?- Estaba confundida.
Tom nunca se negaría a tener sexo según Bill. A eso había que añadirle que le
encantaba las situaciones peligrosas. ¿Y qué había más peligroso que acostarte
con tu hermana estando tus padres y tu otro hermano abajo?
-Hay otra cosa que no sabes de mí.- Me quitó su camiseta de las manos y
comenzó a ponérsela.- No me gusta que nadie, absolutamente nadie, toque lo que
es mío.
-Si te refieres a la guitarra, no la he tocado, te lo juro.- ¿Era
consciente de que me estaba poniendo cada vez más impaciente por acostarme con
Tom? Ni yo misma entendía qué me pasaba.- Tan sólo la he estado mirando.
-¡No me refiero a la puta guitarra!- Me cogió del brazo hasta juntar su
frente con la mía. Su respiración agitada lo hacía parecer un animal salvaje.
No era esto a lo que me refería cuando decía que necesitaba sentirlo cerca...-
¡Sino a ti!- Me soltó con brusquedad haciendo que casi me cayese al suelo.- ¡Tú
sangre es mía! ¡Tú eres mía!- Me quedé con los ojos muy abiertos mientras contemplaba
la escena. Tom parecía haber perdido los papeles por completo. Se agarraba
fuertemente la cabeza con los ojos cerrados como si le doliese muchísimo.- Tu
sangre dejó de ser especial en cuanto la empezaste a repartir entre todos.
-¿Es por eso que ya no la quieres?- Me estaba empezando a poner
nerviosa. No quería que Tom despreciara mi sangre.- ¿Por... porque otros la han
bebido?
-¡No es sólo tu sangre! ¡Eres tú!- Vino corriendo hacia mí y me arrancó
la ropa ensangrentada de un tirón.- Adam y Nate. A los dos les diste tu sangre
y tu cuerpo a cambio de nada. ¿Cómo mierda sé que no soy igual que ellos para
ti?- ¿Estaba de broma?
-Si les di mi sangre fue para que no se murieran. ¡A ti te la doy
porque me da la gana!- Me llevé la mano al cuello y después la miré. Las
heridas se estaban cerrando muy lentamente y me dolían muchísimo. Levanté mi
mano ensangrentada ente los ojos de Tom.- ¿La ves? Es toda tuya.- La limpié en
la camiseta que se acababa de poner bajo su atenta mirada.- Pero no olvides que
soy yo la que decide dártela.- Cogí mi ropa del suelo, la cual iría directa a
la basura, y empecé a caminar hacia la puerta para salir de allí.
-Espera.- Sentí la lengua de Tom recorrerme el cuello justo alrededor
de las heridas hechas por los colmillos de Nate.- Seré generoso con los demás.-
¿Había accedido a que le diese mi sangre a Nate? ¿Tan fácil?- La sangre la
puedo compartir pero tu cuerpo es sólo para uso y disfrute mío.- Me volví para
replicarle que mi cuerpo no era suyo sino mío y que era yo la que decidía a
quién dárselo. Me volví, pero ninguna de las palabras salió ya que sus labios
no me dejaron contestarle.
Su lengua se movía hábilmente en mi boca dominado a la mía como lo
hacía su dueño. Sus brazos alrededor de mi cintura me apretaron a su cuerpo. De
nuevo ese calor sofocante se estaba apoderando de mi cuerpo, y con él, las
ganas de sentir a Tom dentro de mí. Mi espalda cayó sobre algo blando lo que
supuse era la cama. Su ropa me estaba empezando a molestar, así que le arranqué
la camiseta de la misma forma que él había hecho con mi ropa. Necesitaba más
contacto entre los dos, más besos, más caricias... Necesitaba todo lo que
pudiera ofrecerme.
Su lengua pasó a bajar lentamente recorriendo desde mi boca hasta mi
barriga. El camino hasta abajo se me estaba haciendo insoportable. Cuando pensé
que pararía justo en mi entrepierna siguió bajando por mis piernas. Si
pretendía volverme loca por la desesperación, lo estaba consiguiendo.
-¿Quieres que juguemos a un nuevo juego, hermanita?- Clavó sus ojos en
los míos deseosos de placer sonriendo de esa manera tan maléfica y a la vez
característica de él.
-¿Un nuevo juego?
-Es mucho más divertido.- Su lengua volvió a lamer mi muslo desde la
rodilla hasta la ingle, y se paró. Pronto sentí sus colmillos rozándome la piel
tan sensible de esa zona haciéndome jadear tanto de placer como de nervios por
lo que vendría.
-¿Me... me va a doler?- Elevé un poco la cabeza para mirarlo. Me mostró
sus afilados colmillos junto con esa mirada propia de un monstruo.
-Siempre duele la primera vez.- Fue en ese instante cuando sentí el
dolor más insufrible de mi vida. Sus colmillos se clavaron en mi ingle
perforando una de las venas que más sangre llevaba. Sólo lo escuchaba tragar y
por un momento, antes de caer inconsciente, me pareció el sonido más sexy que
había escuchado nunca.
Aún me costaba andar por el dolor que sentía cuando mis piernas se
rozaban la una con la otra. Había sido tan... extraño y doloroso al mismo
tiempo. Cuando me desperté estaba en mi habitación con las heridas del cuello y
de la ingle todavía sangrando. Por mucho que llevara la bufanda alrededor del
cuello no conseguía que el olor de mi sangre impregnara la casa de mis
hermanos, a la que, seguramente, ya no volvería a ver. Demasiado peligro en
Londres, dijo mi padre. Eso había bastado para que de un día para otro todos
decidieran ir a Hamburgo de nuevo. Le había mandado un mensaje a Nate
diciéndole lo de Alemania y por otro lado, quería mandarle uno a Adam para
decirle que volvería a casa. ¿Pero no era eso lo que pretendían que ellos no
supieran? Pero estaba Shelly entre todo esto y yo me sentía ahogada en mis
propios planes para alejarla de ellos. Tal vez era la angustia de sentirme tan
impotente ante la situación lo que me atormentaba. Si le decía a Adam que
volvía a Alemania, podría mandar a todos los hombres lobo allí de nuevo y poner
en peligro a los de mi especie, porque no podía fiarme de su palabra al cien
por cien, él era uno de ellos. Pero claro, en el otro extremo estaba Shelly a
la que tan sólo quería tener conmigo y protegerla.
-¿Puedes taparte las heridas del cuello? Podría oler tu sangre a
kilómetros de distancia.- Mi madre descendía las escaleras como sólo ella sabía
hacer. Por los poros de su piel asomaban la elegancia y la majestuosidad acompañadas
de un pelo rojizo que se tambaleaba con sus pasos. ¿Cómo podían decir que yo me
parecía a ella? Mi madre era hermosa...
-Las tengo tapadas.- Apreté más fuerte la bufanda alrededor de mi
cuello pero el simple contacto ya me producía dolor.
-Lo siento, cielo.- Cuando bajó las escaleras casi se tiró encima de
Gordon. Se la veía asustada y yo sabía por qué. Si Bill no me había informado
mal, Gordon se iría con su familia a pasar el invierno y mi madre se quedaría
con nosotros. ¿Dónde? Acasa de mi padre. Sabiendo de sobra que mi padre y ella
eran hermanos y que habían mantenido una relación la cual había terminado
desastrosamente, comprendía su miedo y más si tenía que alejarse de la persona
que amaba. Mi padre había ordenado esto para tener a su familia protegida. O
eso decía.
[…]
El jet ya estaba en la pista a punto de salir pero nosotros aún
estábamos esperando a que llegasen. Sería más fácil la espera si no estuviese
lloviendo a mares y con viento por lo que los paraguas no servían de nada. Más
de una vez había oído a Bill maldecir el “puto clima de Londres” como él lo
llamaba mientras sujetaba el paraguas que nos cubría a él y a mí sin mucho
éxito. Mi madre estaba junto a Gordon diciéndose cosas que ninguno podíamos oír
pero que por la sonrisa triste de mi madre suponíamos que eran de tranquilidad.
Un coche negro apareció de la nada entre la lluvia. Mi tía Agnees se
bajó corriendo seguida por Emily y Oliver, sus hijos. Mi tía iba con un vestido
azul oscuro por encima de las rodillas, unos taconazos de infarto y un recogido
que no le duraría mucho con este tiempo. Emily no iba muy desencaminada sólo
que ella había optado por una falda que no dejaba mucho a la imaginación. Y de
entre todo esa extravagancia, surgió Oliver. Apenas había mantenido mucho
contacto con él en los días que estuve en su casa pero se le veía buena persona
y el único cuerdo entre esas dos locas.
-¡Sentimos el retraso pero Oxford Street está cortada!- Mi tía salió
corriendo a abrazar a mi madre a la que hacía tanto tiempo que no veía. Por lo
visto mi madre había tenido un gran apoyo en su hermana cuando pasaba por esos
momentos tan difíciles con mi padre.- Lilith, cariño, estás... ¿manchada?- Me
llevé las manos a la bufanda que tapaba mi cuello. Las heridas no habían dejado
de sangrar y ya me estaba empezando a frustrar que no se cerraran.- No, más
abajo.- Mi cara tuvo que ser un poema en cuanto mire como un manchón rojo
estaba calando mis pantalones. Instintivamente miré hacia Tom que sonreía de
esa manera tan sádica.
-¿Qué te ha pasado?- Mi madre se acercó hasta mirar mis pantalones
sorprendida.
-Esto... yo...- ¡Maldito Tom! Yo sufriendo y él riéndose.
-A ver, no os hagáis los tontos. Lilith es una chica sexualmente activa
y a la que le gusta... experimentar nuevas cosas.- Bill me defendió, creía,
porque no estaba segura si lo que había dicho era para sacarme de este embrollo
o para meterme en otro. ¿Qué era eso de “sexualmente activa”?
-¿Subimos?- Gordon cortó ese silencio tan incómodo que se había formado
entre todos.
El jet era más grande de lo que pensaba. Los sillones estaban forrados
en cuero negro, había copas de sangre en un carrito acompañadas de algo de
comida. Cuando entramos el piloto y el resto de la tripulación nos dio la
bienvenida después de esas reverencias que todos nos hacían aunque ahora
entendía por qué.
Mi madre, Gordon y la tía Agnees se sentaron y comenzaron a hablar
entretenidos con copas de sangre que bebían tranquilamente. Yo, sin embargo, me
moría de ganas por beberme todas las que nos habían puesto a nosotros. Estaba
cansada y débil por toda la sangre que estaba perdiendo y necesitaba más, la de
Tom sería mejor pero este no era el momento indicado para hacerlo.
-Me encanta tu pelo.- Emily se sentó a mi lado justo enfrente de Tom
Bill y Oliver. A mi sí que me gustaba su pelo negro tan brillante y sedoso.
-Gracias.- Le sonreí y cogí una copa. Tenía que controlarme a mí misma
o terminaría con todas en un abrir y cerrar de ojos. Emily me devolvió la
sonrisa para mirar al frente también sonriendo. Yo estaba demasiado entretenida
viendo como la sangre se movía en mi mano como para prestarle atención a la
conversación circunstancial que se había formado a mi alrededor.
Tragué un buche de ese magnífico elixir saboreando cada gota que pasaba
por mi garganta. En dos tragos ya me lo había bebido ante la atónita mirada de
Bill que mantenía una ceja alzada mientras me observaba. Negó con la cabeza y
volvió a estar pendiente de los demás.
Cogí la segunda copa y me la bebí de la misma forma que la otra. Ni siquiera
sentía como las heridas se cerraban, más bien, no sentía que lo hicieran por
todo el empeño que ponía en beber toda esa sangre.
-Es por Nate.- Mis ojos volaron hacia el dueño de esas palabras. Tom
estaba sentado justo enfrente de Emily que lo miraba sonriendo.- Por la
estupidez, ahora sientes lo mismo que él. La sed, las ganas de matar y la
necesidad de... sexo.- Esa última palabra la dijo moviendo el piercing de su
labio con la lengua. Seguro que estaba recordando lo que había pasado ayer.
Casi me había faltado implorarle que hiciéramos el amor.
-Aquí nadie tiene sed ni ganas de matar ni de sexo.- Bill golpeó a Tom
con sadismo. Podía percibir como los ojos de Tom intentaban llegar más allá de
mi cabeza para saber qué estaba pensando en estos momentos pero no podía
hacerlo y yo sabía que eso lo cabreaba.
-Yo sí.- Emily comenzó a reírse como una loca pero gracias a eso rompió
la tensión que había entre Tom y yo.
-¿Qué tiempo creéis que hará en Hamburgo?- Oliver habló por primera vez
(o eso creía ya que al principio no había oído nada) para callar a su hermana.
-Espero que no esté lloviendo porque me he cansado ya del clima de
Londres.- Le seguí el rollo y él me sonrió. Sus ojos azules brillaron cuando
los miré. Apenas habíamos mantenido una conversación normal en mis días en su
casa pero habían bastado para darme cuenta que Oliver no poseía el egocentrismo
que poseía su hermana. Emily era presuntuosa, soberbia, presumida y a mi
parecer, un poco guarrilla. Pero eso último no podía recriminárselo, yo no era
ninguna santa.
-Sí, la humedad no te deja llevar el pelo liso ni un segundo.- Oliver
puso los ojos en blanco cansado ante el comentario de su hermana.
Me levanté de mi asiento dispuesta a ir al baño y mirarme las
mordeduras. Las del cuello no me dolían tanto pero la de Tom ya me molestaba
bastante. Cuando entré, me quité con cuidado la bufanda. Tal y como suponía,
las heridas del cuello habían parado de sangrar aunque todavía la sangre estaba
alrededor de ellas. Me quité los pantalones y vi la de la ingle. Esa sí que no
paraba de sangrar aunque lo hacía más lentamente que esta mañana.
Me saqué un paquete de pañuelos del bolsillo para limpiarme las heridas
y lo mojé un poco para retirar la sangre seca que estaba por alrededor, cuando
la puerta del baño se abrió y apareció Tom cerrando tras sí.
-Se te olvidó echar el pestillo.
-¿Qué estás haciendo aquí? ¡Te van a ver!
-Me estoy meando.- Se fue hasta el WC y empezó a quitarse la correa.
-¡No!- Le grité.- ¡¿No puedes esperar a que termine?!- En ese momento
sus ojos hicieron un recorrido por todo mi cuerpo.
-¿Te estabas tocando?- De inmediato me miré a mí misma. Con los
pantalones quitados, con cara de frustración y con algo duro en la mano.
-¡Claro que no, no seas cerdo!- Le di la espalda y continué limpiándome
las heridas. La verdad era que la de la ingle tardaría bastante en cerrarse y
más cuando hacía tanto tiempo que no probaba su sangre. Las de Nate habían sido
menos profundas y dolorosas.
-¿Quieres que te ayude?
-No.
-No me importa.
-¡Qué no!
-Date la vuelta.- Me volví harta y furiosa por su insistencia hasta que
me encontré con su sonrisa, la misma que vi una vez y que desapareció.- Quiero
ayudarte.- Me quitó el papel de las manos y empezó a pasarlo lentamente por mi
cuello mientras mi cabeza procesaba todo eso. ¿Quién era ese que se parecía a
Tom pero que no lo era? ¿Me estaba limpiando las heridas realmente o era un
sueño? No salía de mi asombro. Tom, Tom Kaulitz, el hermano diabólico que me
había hecho la vida imposible durante varios años, que me había insultado,
pegado, gritado e incluso matado, estaba justo en frente de mí, con un trozo de
papel humedecido limpiando la sangre seca que estaba en mi cuello por culpa de
alguien que no había sido él.
-¿Qué... qué estás haciendo?- Lo miraba como si el que tuviera delante
fuese un fantasma. Tom, el Tom que todo el mundo conocía sería incapaz de hacer
esto. La escena ya de por sí era extraña y terriblemente tentadora. Mi hermano
estaba concentrado limpiándome suavemente las heridas del cuello que me había
ocasionado Nate.
-Hueles a sangre. No me gusta.- Empezó a apretar el papel sobre mi
piel. La sangre se resistía a salir y Tom se estaba empezando a mosquear. Si mi
corazón latiese, ahora estaría a punto de estallar. Tenía el ceño fruncido mientras
hacía cada vez más presión sobre mi cuello lo que provocaría que las heridas se
volviesen a abrir.
-Estas no son peores que la tuya.- Sin saber muy bien por qué, mi cara
había empezado a arder, y no por lo que se suponía que yo quería que pasase, que
no venía a ser nada inocente, sino por como sus ojos se habían puesto rojos
como los ríos de sangre que bajaban por mi pierna.- Es la que lleva sangrando
todo el día.- Lo escuché tragar saliva. Él perdía la cabeza por mi sangre y yo
la perdía por todo él, ese era el juego en el que yo siempre salía perdiendo.
-¿Te duele?- Su voz sonó ronca y aterradora pero sexy al fin y al cabo.
¿O era yo la que se la imaginaba así..?
-Un poco.- Su mano fue descendiendo lentamente por mi cuello, mi pecho,
mi barriga... hasta llegar a la herida. Sus dedos la acariciaban haciendo que
me tragase los pequeños gritidos de dolor.
-¿Te duele ahora?- Sus ojos se clavaron en los míos que acumulaban
lágrimas por el dolor. Asentí levemente sin apartar mi vista de su penetrante mirada.-
Me pones muy cachondo cuando pones esa cara de dolor.- ¿Y cómo podía él estar
poniéndome a mí mientras la herida me ardía por su roce? ¿Era masoquista?-
¿Pero sabes qué es lo que más me gusta?- Metió con violencia su dedo en la
herida haciéndome gritar esta vez muy fuerte. Un grito que debió escucharse en
todo el avión.- Cuando gritas de dolor.- Me aferré fuertemente a su sudadera
intentando controlar más de un chillido y un insulto hacia él.- Y cuando dices
mi nombre entre gemidos.- Sacó el dedo de la herida y se lo lamió ante mi
atónita mirada.
-No entiendo cómo puedes disfrutar haciendo esto.- La sangre había
empezado a salir con más fuerza que antes. Lo empujé lejos de mí mientras Tom
seguía sonriendo.
-Apuesto lo que sea a que te has puesto burra.- Le di la espalda
enojada y empecé a mojar más papel para limpiar la sangre.- Tanto, que tus ojos
han cambiado de color, tus colmillos han salido y has dicho mi nombre en un
suspiro casi inaudible, el cual tú no has oído porque estabas demasiado caliente
para ver otra cosa que no fuera yo.
-¡Eso es mentira!- Me enfrenté a él mosqueada aunque no muy convencida
de mi acusación. Tal vez sí lo hubiese dicho y no me había dado cuenta.- Te
estás aprovechando ahora que tengo las mismas necesidades que un vampiro recién
convertido.
-Tú te lo has buscado al darle tu sangre.
-¡La necesitaba!
-Podría haber pasado él esto. Incluso le hubieses hecho un favor.
¿Hacía cuánto que Nate no follaba con nadie?
-¡Creo que yo lo dejé lo suficientemente satisfecho!- La cara de burla
de Tom cambió a una casi indescifrable y terriblemente oscura. Había hablado
sin pensar como la mayoría de las veces que estaba con él. Me arrepentí de mis
palabras en cuanto recordé las suyas del día anterior.
-¿Es por eso que ya no la quieres? ¿Por... porque otros la han bebido?
-¡No es sólo tu sangre! ¡Eres tú! Adam y Nate. A los dos les diste tu
sangre y tu cuerpo a cambio de nada. ¿Cómo mierda sé que no soy igual que ellos
para ti?
Se colocó bien la sudadera que minutos antes yo había tenido entre mis
manso apretada. La había cagado y bien, pero era lo primero que se me había
ocurrido sin pensar en lo que Tom pudiera pensar. ¿Cómo mierda sé que no soy
igual que ellos para ti? Esa pregunta me demostraba que Tom no estaba tan
seguro de sí mismo como parecía. ¿Enserio le interesaba tanto saber qué era él
para mí? Era Tom, el monstruo que había intentado matar a su propia madre, ese
Tom, era el mismo que me había preguntado qué era él para mí.
Justo en ese momento sentí la enorme necesidad de confesarle cada uno
de mis sentimientos hacia él, lo que había hecho, lo que hacía y lo que haría
por él. Pero sobretodo, tenía ganas de gritar a todo el mundo que amaba a mi
hermano por encima de todas las cosas, que me daba igual que tuviésemos la misma
sangre, que él bebiera mi sangre y yo la suya... En este momento, en el que
veía a mi Tommy frente a mí, sin saber qué bordería se le ocurriría decirme
esta vez, enfadado y con su mirada calando hasta lo más profundo de lo que
quedara de mi alma, supe que ya estaba perdida en ese océano miel de sus ojos y
que sin darme cuenta, me había desprendido de la cordura que me quedaba para
que el mismísimo diablo me poseyera.
Puse mi mano en su pecho como si ya lo hubiese hecho antes junto con
imágenes de momentos que no recordaba haberlos tenido. Sentí frío, miedo, odio,
ira, pero lo que más sentí fue una oscuridad incesante que me ahogaba
inconscientemente. Ni siquiera sabía por qué seguía allí parada con la mano en
su duro torso. ¿Qué esperaba?
-Lo siento.- Estaba perdida en la profundidad que albergaba el interior
de Tom. Todo a mi alrededor había desaparecido y como tantas veces, sólo
estábamos él y yo. Yo seguía ahí parada esperando algo que no conocía.
-¿Qué haces?- Sus palabras retumbaron en mi cabeza sin permanecer un
segundo.
-No... no lo sé.- Levanté la vista hasta clavarla en sus ojos que me
miraban intensamente en otro intento por meterse en mi cabeza.- Te... te
quiero.- Me abracé a él aún con mi mano en su pecho, y aspiré el aire que le
rodeaba. Podría reconocer su olor a millones de kilómetros. Se grababa con
fuego en mi cabeza y me hacía temblar.- Te quiero mucho, Tommy.- Me apreté más
fuerte a él sin obtener respuesta.- ¿Tú me quieres?- Mi mano fue despedida de
su pecho por algo extraordinario. Un bum. Un pequeño latido que sólo yo
pude percibir porque obviamente no era real.
-Aunque tú no lo sientas, sigue latiendo. Cuando lo sientas será cuando
por fin comprendas lo que siento por ti.- Su voz sonó distinta al pronunciar
esas palabras, palabras que reconocía que yo había dicho, pero no sabía ni
cuándo ni dónde ni a quién.
-Lo he sentido pero todavía no sé qué sientes por mí.- Sus brazos
rodearon mi cuerpo que temblaba.- ¿Me quieres?
-No.- Lo sabía y aun así parecía que me gustaba torturarme a mí misma
escuchando esas duras palabras.- Porque el amor es algo de humanos, es una
reacción química de su cerebro por la necesidad de procrear. Lo que yo...
siento, si se le puede llamar así, no tiene una función para nuestra especie
porque somos hermanos. Lo que yo siento es tu sangre arder en mis venas, tu
olor, el roce de tu piel con la mía, tus lágrimas... Lo noto todo tan adentro
que me enferma. Y cuando eso sucede, me entran ganas de matarte.
-Lo... lo siento.
-Pero cuando más me doy cuenta de que no te quiero es cuando tú no me
ves y yo te observo. Veo como el mundo se refleja en tus ojos y es entonces
cuando me doy de que no te quiero como un humano quiere a otro, con esa
reacción química cargada de hormonas.
-Para, por favor.- Me separé de él rompiendo cualquier contacto que nos
mantuviera unidos. Cogí mis pantalones y me los puse sin importarme que se
mancharan de sangre. Abrí la puerta dispuesta a irme pero no sin estar enfadada
porque sabía que Tom contestaría algo así. Simplemente, no quería verle. Estaba
demasiado avergonzada para mirarle a la cara en este momento. Cuando ya estaba
fuera viendo a Bill reírse junto a Oliver, a Rachell mirando por la ventanilla,
y a mi madre, Gordon y mi tía conversar despreocupados, fue cuando lo
escuché...
-Por eso me jode que me quieras, porque lo que yo siento es algo que va
más allá de lo que pueda comprender un puto mortal.
By Nate
-¿Nombre?
-Archibald, Nathaniel.
-Bienvenido, señor Archibald a Herzblut. Sala alfa.- Empecé a caminar
junto a dos tíos enormes a cada lado por un largo pasillo. Había un millón de
puertas blindadas, las cuales se abrían cuando uno de los dos ponía su mano en
una especie de lector de huellas como el de las pelis de James Bond. No sabía
por qué había tanta gente en esos pasillos ni tantas puertas con seguridad. En
realidad, ni siquiera sabía con certeza qué estaba haciendo aquí. Tan solo
había recibido un mensaje de Tom con la dirección de este sitio y tras buscar
información en Internet, lo comprendí todo. Herzblut era la “empresa Kaulitz”
donde los humanos iban a donar sangre para la distribución a la comunidad
vampírica, pero por supuesto, ellos no lo sabían.
-Pase.- En un abrir y cerrar de ojos estaba en una sala completamente
vacía con tan solo un hombre enchaquetado con algo en las manos. Dicho hombre
tenía los ojos puestos en mí, serio y con algo que a simple vista asustaba.
-¿Viene solo?- Cuando habló cada uno de los músculos de mi cuerpo se
tensaron. Poseía una voz penetrante, que en aquella sala, retumbaba en cada
rincón.
-Sí.- Dije un tanto asustado.
-Tráela.- Uno de los gigantes que me habían acompañado hasta allí,
introdujo una llave en una especie de caja fuerte que, a su vez, desactivo una
serie de cerrojos.- Le recuerdo las normas. Sólo usted puede entrar aquí hasta
que uno de ellos diga lo contrario. Nadie debe enterarse de que esta sangre
está aquí y mucho menos, nunca, bajo ningún concepto, le diga a nadie nada. Si
piensa que lo están vigilando no venga a esconderse a este lugar, no le
protegeremos.- Asentí con la cabeza ante tanto misterio. ¿Qué podía haber allí
para que todos los seguridad del edificio estuviesen observándome?- ¡Con
cuidado, Hoyt!- A uno de los hombres que me habían acompañado hasta allí, casi
se le caía un pequeño frasco de cristal de las manos, un frasco con... sangre.
Me la dio con muchísimo cuidado bajo la atenta mirada del señor enchaquetado.
-¿Qué... qué se supone que tengo que hacer?- Las manos me temblaban.
Estaba nervioso y desconcertado. Ya me había costado mucho venir hasta aquí,
hacerme a la idea de que era un vampiro y más, desprenderme de todos mis
valores morales.
-Bebérsela.- Abrí el frasco y de repente, un olor extremadamente
familiar y delicioso me invadió.
-Li... Lilith.- Susurré. Era su sangre, lo sabía. Iba a beber su sangre
por segunda vez con las misma ansias y torpeza.
-Tienes suerte, muchacho.- Posé el borde de cristal en mis labios y
sorbí hasta la última gota.
Le di el frasco al primero que vi y salí corriendo de aquel lugar. Los
pasillos ahora se me estaban haciendo más largos que antes. Por mucho que
corriese, por muchas ganas que tuviera de respirar aire puro, todo se paraba a
mi alrededor. Mi garganta estaba ardiendo, mi cuerpo me pedía más y yo sólo
podía correr y correr para parar esa sensación tan extraña.
Cuando por fin salí de Herzblut, me paré. Me esforzaba por coger aire
pero nada entraba en mis pulmones simplemente porque no lo necesitaba. Por
mucho que me jodiese reconocerlo, me encontraba mejor que nunca aunque todo
sería más maravilloso si ella estuviese aquí, si pudiera tocarla y sentir como
mi boca se llenaba de su sangre lentamente mientras la escuchaba gemir de
dolor.
¡¿Pero qué mierda estaba diciendo?! ¡¿Por qué esos estúpidos
pensamientos no se me quitaban de la cabeza?! Aunque eran mejor que la ganas de
destripar a la gente, de acostarme con la primera que viese y mucho mejor que
soñar que ambas cosas las hacía con Lilith.
-¿Nate?- Miré hacia arriba y me encontré con los ojos de mi amigo.
Estaba parado justo enfrente de mí, con una pequeña mochila en la mano y el
móvil en la otra.- ¿Estás bien?
-Sí, sí, es sólo que... ¿Qué haces aquí?- Tenía que omitir dar
explicaciones.
-Dar un paseo. Después de lo que ha caído esta mañana...- Cierto. Esta
mañana había caído la tormenta de las tormentas, justo a la hora en la que
Lilith se marchaba para Hamburgo. Por mucho que me dijera que todo iría bien,
tenía la extraña sensación de que sus palabras no eran la más tranquilizadoras
del mundo. La notaba preocupaba...- ¿Y tú?
-¿Yo? Pues, no sé, dar un paseo también.- No sonó nada convincente y él
lo notó.
-¿O vienes de ver a tu chica?- Dijo burlón.
-¡No!- ¿Por qué me ponía nervioso? ¿Era la pregunta o era porque su
corazón no paraba de latir a una velocidad de vértigo?- Se ha ido.
-¡¿Cómo que se ha ido?! Quiero decir... ¿Por qué?
-A pasar las vacaciones en familia.- Dije desanimado. La idea no me
gustaba. Yo era nuevo en esto, no conocía nada de esta nueva vida y la que se
suponía que debía estar conmigo se iba. No entendía nada. ¿Por qué se fue tan rápido
cuando me dio su sangre? ¿Por qué tanta seguridad en Herzblut? ¡¿Por qué
demonios no me la podía quitar de la cabeza?!
-Era alemana, ¿no?- Asentí. Le había contado todo acerca de ella. Cada
detalle de su cuerpo, todo lo que me hacía sentir y pensar. Lo único que me
faltaba decirle era que Lilith era un vampiro y que me había convertido. ¡Es
que era surrealista!
-¡Mirá lo que encontrado!- Una pequeña voz se situó a nuestro lado. Una
cabellera rubia acompañada de unos ojos marrones profundos y un cuerpo menudo
de una niña de seis años demasiado lista para su edad. Ella era lo único que
quedaba de una familia destrozada.
-¿Qué es eso?
-¡Es el libro que no encontrábamos en ningún sitio!
-Ya me acuerdo.- Mi amigo y yo nos reímos por el enfado de aquella
niñita tan simpática.
-Hola, Nate.- Le devolví la sonrisa amigablemente mientras mis oídos
escuchaban lo raro de la situación. Su corazón latía a un ritmo normal, el de
mi amigo, a una velocidad vertiginosa.
-¿Y sabes cuánto tiempo va a estar tu amorcito fuera?
-No es mi amorcito.- Comenzamos a caminar lentamente por el parque.-
Sólo se va para pasar las vacaciones de navidad con la familia.- Un momento.
¿Los vampiros celebraban la navidad?
-Me muero por conocerla.
-Te caerá bien.- Cogí aire inútilmente haciendo una imagen mental de
Lilith en mi cabeza.- Estoy seguro de que seréis buenos amigos, Adam.
-Yo también lo pienso...
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