Capítulo 46

Capítulo 46


By Tom


La nieve caía silenciosamente sobre mi mano. No sentía el frío que contenía aquel copo de agua helada sobre mi piel, realmente, hacía mucho tiempo que había dejado de sentir cualquier cosa. Esto era lo que mi padre llamaba convertirse en un líder para nuestra especie, yo lo llamaba volverse completamente loco. Era eso lo que me estaba alejando de ella, era eso lo que me estaba volviendo un extraño para esa pequeña niña de pelo rojizo. Lilith hacía tiempo que no se acercaba a mí ni siquiera para saludarme.

Desde que se fue a Francia con mi madre, hacía ya dos semanas, el tiempo parecía no pasar nunca. Quería verla sonreír sin ningún motivo, hablar de lo bien que se lo pasaba con sus amigas humanas en el colegio y sentir sus débiles brazos intentar abrazarme. No pedía demasiado, sólo quería sentir su presencia cerca de mí aunque no la viese. Lo que no soportaría jamás sería alejarme de ella. Tenía la obligación de protegerla, de abrazarla cuando llorase,... Nadie me lo había dicho, no hacía falta. Desde el momento en que nació y sus ojos se clavaron en los míos, me hice esa promesa.

-¡Tom, ven rápido!- Bill alejó la imagen de Lilith de mi cabeza por unos segundos ya que no tardaría en volver. Su respiración estaba agitada, sus ojos desencajados y con un nerviosismo tan apreciable que no tardó en transmitírmelo.

-¿Qué pasa? Ya te he dicho que no pienso ir a ver la estúpida colección otoño-invierno de no se qué gilipollas.- Me volví e intenté pasar de él pero gracias a esa conexión intangible que existía entre mi gemelo y yo, no podía dejar de sentirme inquieto gracias a él.

-¡Es mamá, estúpido, ha llegado!- Bill me agarró de la mano y empezó a correr con la intención de que yo le siguiera, cosa que consiguió al arrastrarme literalmente.

Mientras lo hacíamos entre los enormes laberintos a los que nosotros llamábamos pasillos, un nudo se me formó en el estómago. Si mi madre estaba aquí después de su viaje a Francia, Lilith tendría que haber llegado con ella. ¿Por qué no la sentía? ¿Por qué no notaba mi sangre arder como cada vez que estaba cerca de ella?

Llegamos al gran recibidor y la escena que presencié no me gustó nada. Mi madre arrodillada en el suelo, con la cara tapada con las manos, dejando que sus llantos me crispasen los nervios. Mi padre la observaba con cara de profundo asco y con un enfado más que apreciable.

-¿Qué ha pasado?- Pregunté silenciando los gritos de mi madre, la cual me miró con expresión de miedo.- ¿Dónde está Lilith?- Que mi madre llorase a causa de mi padre no me sorprendía nada, lo que me mosqueaba era el no ver a mi hermana allí.

-¡Ella!- Mi padre gritó tan fuerte que retumbó en toda la casa. Su dedo apuntaba hacía su mujer y hermana, a la que una vez dijo amar.- ¡Explícales a tus hijos lo que le has hecho a mi hija! ¡Diles qué clase de demonio eres!

-¡Basta!- Mi madre se puso de pie y clavó sus ojos aguados en Bill y en mí.- Si lo he hecho ha sido para librarla de su destino, el mismo que tú, Jörg, le has asignado incluso antes de nacer.- Ahora sus ojos se centraron en mí mientras analizaban cada rincón de de mi mente en busca de aquello que yo no comprendía pero que ella siempre intentaba encontrar.- Ahora está libre de todos vosotros.- Sus pasos eran torpes y confusos, sin un sentido claro que llevar. Se estaba acercando a mí y yo cada vez me estaba poniendo más histérico. No me estaba gustando esta puta broma y sabía que mis nervios estaban a punto de desatarse.

-¿Dónde está?- La agarré con fuerza del brazo cuando pasó por mi lado. Bill hizo amago de pararme pero sus lágrimas no lo dejaban.- ¡Contéstame!- Mi padre se fue sin mencionar palabra dejando a sus hijos y a su mujer a solas sin importar que yo me desatase.

-Muerta.- Mi mano cayó sin fuerza. ¿Cómo podía decirlo sin cambiar la expresión de su rostro?- ¡¿Qué le has hecho?!

-Librarla de esta eterna condena y sobretodo, de ti.- Me miró por última vez antes de desaparecer de mi vista, no sin antes decir esa frase que me atormentaría el resto de mi vida.- Todos sabíamos que hubieses acabado haciéndole daño.- Esas eran las palabras por las que nunca intenté buscarla, la única que me hizo darme cuenta de todo el daño que inconscientemente le había provocado al ser que más quería, pero ya era demasiado tarde. Quizás mi madre tuviese razón al querer librarla de mí pero sólo yo podía hacerlo. No quería que nadie fuese el encargado de hacerla desaparecer, ese sería yo.

Esa noche acabaría con la vida de mi madre. La mataría de la misma forma que ella lo había hecho con la persona que más amaba...


-Doctor Kaulitz, le necesitan en urgencias.- Quité la mano de la ventana y me sacudí la nieve que durante un rato había estado cayendo sobre ella.

-Voy.- Salí de la habitación de descanso seguido de la torpe embarazada. Intenté no caminar muy rápido porque se cansaría enseguida aunque ella intentaba seguir el ritmo del hospital pese a costarle la misma vida dar más de dos pasos seguidos.- ¿Tienes ya los resultados del azúcar?- No me interesaba, realmente, no me importaba los resultados del análisis que se había hecho, sólo quería mostrarme algo “amable” con Cintia. De todas formas, le debía una por avisarme de que Lilith se había ido corriendo ayer cuando Romina le dijo eso.

-Aún no, pero estoy segura de que me saldrán super bien.- Su voz de pito me hacia gracia. A sus veintisiete años seguía teniendo el espíritu de una niña.- Jacob está todo el día vigilando lo que como. ¡Ya casi no me acuerdo de cómo sabía el chocolate!- Empezó a reírse ella sola por lo que había dicho y yo no pude evitar sonreír.

Entramos en urgencias y entonces los vi. Georg y Gustav estaban sentados en la sala de espera anterior a urgencias. Sonreían y me saludaban a la vez que cuchicheaban algo entre ellos, lo cual no pude escuchar debido al ruido que hacía la gente.

-¿Qué estáis haciendo aquí?- Cintia los saludó con la mano mientras ellos seguían con esa sonrisa estúpida en la boca.

-Encima que venimos a verte...- Dijo Georg cuando se levantó. Sabía que mentía.

-Ya me habéis visto así que, adiós.- Comencé a caminar en dirección a urgencias pasando de mis dos mejores amigos.

-Es por Shelly.- Gustav me detuvo en medio de mi camino.

-¿Shelly?- Pregunté confuso.

-Tiene fiebre.- Una tercera voz hizo que me voltease automáticamente.- Estaba preocupada.- Lilith tenía la cabeza gacha. Notaba su patente nerviosismo pero lo que no sabía si era por la fiebre de Shelly o porque me había visto. Seguro que se habría puesto roja al ver esta mañana la cama completamente destrozada...

-No te preocupes, mujer, ya verás como es un simple catarro.- Cintia fue hacia ella y la abrazó con fuerza. Lilith también lo hizo en señal de agradecimiento a punto de llorar.

-Mientes.- Dije, provocando que me mirase sorprendida y preparada para contestarme enfadada.- Reconoce que has utilizado a la pobre Shelly para venir a verme.- Me fijé en como se sonrojaba y sonreía. Al menos, había conseguido alejar las lágrimas de sus ojos.

-Tom, tío, no eres el ombligo del mundo.- Todos comenzaron a reírse cuando Georg puso ese tono de broma, todos menos Lilith. ¿Es que no podía dejar de preocuparse por los demás?

-Voy a verla.- Pasé de ellos completamente, menos de Lilith. Notaba su mirada clavada en mí mientras me alejaba de ella. Esa estúpida sensación de sentir sus ojos posados en mí me ahogaban, no me dejaban centrarme en algo que no fuese ella y eso me estaba volviendo más loco si cabía.

Entré en urgencias viendo como muchísimas personas estaban sentadas esperando que les llegara su turno para que las viese alguien. Demasiada gente y muy poco personal debido a la maldita Navidad. Lo peor era cuando el responsable del hospital, osea ser, Bill, en vez de estar aquí, estaba de vacaciones porque, según él, estaba estresado. Maldito Bill...

De inmediato, entre tantas camillas, vi la de Shelly. Estaba tumbada en una de ellas, con los ojos cerrados pero no dormida. Su olor me era muy conocido ya. Era una mezcla entre sangre humana y algo más que no llegaba a averiguar.

-Cuarenta de fiebre, dice que tiene frío, constantes vitales estables, según su hermana no presenta ningún tipo de alergias. Le hemos puesto Paracetamol vía intravenosa. Sin resultados aún.- Cintia me leyó el historial completo de Shelly. La niña no tenía buena cara, sudaba y su pulso estaba acelerado. Los incesantes bombardeos en su corazón no me gustaban.

-¿Hace cuánto que le habéis dado el Paracetamol?

-Hace media hora exactamente.

-Ya se le debería de haber bajado.- La enfermera me tendió un sobre con los resultados de unos análisis de sangre.

Los niveles de glóbulos blancos estaban bien por lo que no había infección. Podría decir que era un virus, la gripe o un simple resfriado. Podría decir que Shelly simplemente estaba resfriada pero mentiría. La densidad de su sangre y el exceso de oxígeno que había en ella no eran las normales para un humano. Ninguna enfermedad, infección u otra cosa podía ocasionar semejante cosa dado que el humano podría morir. Sólo había algo que concordaba perfectamente con esto, algo que me dejó paralizado por unos segundos observando el débil cuerpo de aquella niña de siete años.

-¿Todo bien?- Cintia me sacó de mi aturdimiento. No podía decirle eso y mucho menos a Lilith pese al peligro que podría conllevar para ella estar cerca de Shelly de ahora en adelante.

-Todo es normal.- Mentí.- Es un enfriamiento.- Cogí los resultados de los análisis y me los llevé conmigo. Nadie podía ver lo que estaba allí...

Salí de esa sala con la vista perdida dispuesto a irme de nuevo a la sala de descanso. Estaba cansado y esto solamente había conseguido estresarme más. Escuchaba los pasos de Cintia detrás de mí, pendiente de escuchar mis órdenes sobre qué hacer con Shelly. ¿Qué hacer con ella? Ni yo mismo lo sabía. Posiblemente, la mejor solución fuese matarla ahora que estábamos a tiempo o algo más fácil, que los putos chuchos se quedaran con ella. Pero Lilith estaba por medio de ambas opciones y no me dejaba pensar. ¿Desde cuándo me importaba lo que pudieran sentir los demás con mis decisiones? ¿Desde cuándo me pensaba las cosas antes de hacerlas? Me pasaba por el forro lo que los demás pensasen, lo que no me gustaba era lo que pudiera pensar ella. Matar a Shelly sería lo mejor, pero no podía hacerlo si ella estaba ahí. No quería verla llorar porque una sensación extraña se instauraba en mi estómago, me ponía de mala leche y sentía la enorme necesidad de abrazarla. Y eso último era lo más estúpido que había necesitado nunca.

-¿Cómo está?- De repente, la tenía delante de mí, observando mi expresión por si le daba alguna pista. ¿Cuándo había llegado aquí?

-Es un simple enfriamiento.- Cintia se me adelantó al ver que no contestaba.

-Gracias a Dios.- Lilith respiró aliviada y sonrió a la embarazada. Era tan simple hacerla feliz, tan sencillo que me irritaba. Por mucho que le hubiese dicho muchas veces que era una egoísta, en momentos como este revelaba cómo era realmente. Ella nunca había pensado en ella misma sino en los demás, y si el resto del mundo era feliz ella también lo sería. Era tan sencillo como eso. Anoche ni siquiera intentó alejarme cuando me estaba propasando al beber su sangre. Sabía que el daño que le estaba haciendo era enorme y ella sólo me dijo varias veces que parase pero no intentó separarse de mí. Estúpida.

-Ven conmigo.- La agarré de la mano y empecé a caminar con rapidez por los pasillos hacia el cuarto de descanso.

-¿Dón... dónde vamos?- Necesitaba estar a solas con ella unos segundos, sentir sólo su presencia y no la de cientos de personas gritando y desconcentrándome.- Quiero ir a ver a Shelly, no quiero que esté sola.- Y aun así, no me detenía, no se resistía pese a que la estaba casi obligando a seguirme.

-Entra.- Abrí la puerta de la sala de descanso y ella entró haciéndome caso. Anduve hasta tirarme en el sofá. Las voces no me habían dejado tranquilo en toda la tarde con las mismas cosas que siempre decían.- Cierra la puerta.- Cerré los ojos e intenté relajar mi mente unos segundos antes de decirle lo que pasaba realmente con su hermana. El ruido de la puerta al cerrarse me demostró que, una vez más, Lilith no había puesto pegas a mis deseos. ¿Por qué hacía eso?

-¿Es por Shelly, verdad?- Abrí los ojos y la vi medio temblando por el miedo, enfrente de la puerta y mirando hacia el suelo.- Me gustaría que me contaras la verdad sobre su estado. Tengo derecho a saberlo, soy lo único que tiene.- Me levanté del sofá y comencé a caminar hacia ella. Estaba a punto de llorar otra vez y eso era algo que me ponía histérico.- ¿Qué... qué estás haciendo?- La acorralé contra la puerta. Sentir su debilidad ante mí, me ponía muchísimo. Era tan frágil, sensible, dulce,... ¡¿Pero qué mierda estaba diciendo?! ¡Estaba buena, follaba que daba gusto y la voz que ponía cuando gritaba mi nombre mientras lo hacíamos, me volvía loco!

-¿De verdad quieres saber qué le pasa realmente a Shelly?- Asintió con fuerza sin apartar sus ojos y de los míos.- ¿Estás preparada para oírlo?- Me gustaba ponerla nerviosa, podría perder el control y gritarme en cuestión de segundos. Me gusta eso, pero también verla sonreír por lo que decirle la verdad sobre Shelly, quedaba descartado de mis planes por el momento.

-Tom, por favor...- Agarré su mano y la fui guiando lentamente hacia mis pantalones.- ¡Tom, no seas cerdo!- Intentó librarse de mí varias veces sin éxito ya que yo tenía muchas más fuerzas que ella... O quizás no, pero ella no era consciente todavía de ello.- ¡No sé cómo puedes pensar en eso cuando estoy tan preocu...!- Se calló en cuando tocó el papel que había en mi bolsillo.- ¿Qué es esto?- Solté su mano y ella sacó aquel informe de mi bolsillo.

-Es el alta de Shelly, tienes que firmarlo.- Lilith nos miró al papel y a mí alternativamente.- No sabía que tenías esa mente tan sucia.- Me volví a sentar en el sofá. Una vez más, las voces se habían callado en su presencia.

-¿Entonces, está bien?- Asentí y volví a cerrar los ojos. El silencio me gustaba aunque realmente no estaba todo así, oía los hipidos de Lilith. Intenté no hacerle caso pero era imposible. Había empezado a llorar después de haberse aguantado todo este tiempo. Le había mentido. No le había dicho lo que realmente le pasaba a Shelly pero mi cuerpo reaccionaba solo y no me permitía decir la verdad. Y aun así, y pese a que le había dicho que su hermana estaba bien, estaba llorando.

-¿Qué cojones te pasa ahora?- Escuché sus pasos acercarse a mí y el posterior movimiento del sofá que indicaba que se había sentado a mi lado.

-Estaba muy asustada.- Abrí los ojos y me la encontré mirando el papel fijamente. Las lágrimas aún no habían salido pero les faltaba poco para hacerlo.- No sería capaz de soportar que algo malo le pasase.- Cuando quise darme cuenta, tenía su cabeza sobre mis piernas. No me había dado cuenta hasta este momento en que su pelo tenía ahora un tono anaranjado como cuando era pequeña.- Gracias.- Fue lo último que me hacía falta para saber que no haberle contando la verdad había sido la mejor opción.

-Es mi trabajo.- Mis manos permanecían a ambos lados de mi cuerpo. Cuando ella se acercaba, era yo el que no sabía qué hacer.

-Tom.- Me llamó.

-¿Vas a firmar el papel o no? Tengo muchas cosas que hacer.- Quería levantarme e irme a rellenar algunos partes para terminar por hoy y así tendría toda la noche libre, pero claro, tener a Lilith ahí me lo impedía.

-Te quiero... te quiero mucho.- ¡¿A qué venía eso?! ¿Es que acaso quería que le respondiera “que yo también” o algo así? Pues podía esperar sentada. ¿Qué cursilería era esa?- No hace falta que contestes, simplemente quería que lo supieras.

-Firma el papel.- Ella levantó la cabeza de mi regazo hasta incorporarse. Sacó un bolígrafo de su bolsillo y firmó el alta de Shelly.

-Toma.- Agarré el papel y con él, su mano. La atraje todo lo que pude hacia mí ante su asombro. Toda esta situación me resultaba impropia de mí. Aunque una parte de mi cabeza luchaba por no centrarme en ella, la otra lo hacía para que Lilith nunca se apartara de mi lado. Ésta última, era la misma que acallaba a las voces.- ¿Qué... qué pasa?

-Dos palabras, ocho letras...- Lilith sonrió sin apartar la vista de mí.

-¿Ese es tu punto débil? ¿Dos palabras?- Pasó uno de sus dedos sobre mis labios.- Creía que no tenías debilidades.- Me empujó con la mano que le quedaba libre hasta dejarme tumbado sobre el sofá con ella encima de mí.

-Y yo pensaba que habías tenido suficiente con lo de anoche.- Volvió a sonreír a la vez que sus mejillas cogían una tonalidad rosada.

-Nunca es suficiente cuando se trata de ti.- Sus labios al chocar con los míos hicieron un sonido húmedo que me encantaba. Era la melodía que anunciaba que en cuestión de minutos Lilith volvería a ser mía...

-¿No deberías de estar enfadada por lo de anoche?- Dije cuando se separó de mí y fue hasta mi cuello.

-¿Por qué? Sólo me devolviste lo que yo te hice sólo que sin llegar tan lejos.- Se irguió sobre mí quedándose sentada sobre mi barriga.- Me arrepiento todos los días de eso.- No sabía qué decir ahora. Vale que hubiese estado a punto de matarme, es más, me mató. Pero no lo pasé mal, no sentí nada, no escuché esas malditas voces que me atormentaban... Estaba en paz conmigo mismo, como tantas veces había deseado estar. Mis intentos de suicidio que llevaba a cabo todos los días siempre acababan en desastre por culpa de Bill. Cuando yo intentaba desaparecer, Bill entraba se abrazaba a mí y me decía que todo estaba bien.- ¿Me perdonas?- Su voz era casi inaudible. Sonaba tan baja que era imposible escucharla pero qué más daba eso, no me hacía falta porque mis ojos estaban clavados en su boca.

-No puedo perdonarte.- Me miró escandalizada y triste a la vez.- Fui yo quien te permitió hacerlo, no pienses que me hubieses mordido sin mi consentimiento.- Fui subiendo mis manos por sus piernas hasta el botón de sus pantalones vaqueros. Un botón y una cremallera que me separaban del paraíso.- Odio los vaqueros...

-Tom.- Despegué la vista de su bragueta para mirar su rostro rojo como sus ojos.- ¿Puedo...?

-¿Morderme?- Miró hacia abajo avergonzada. Había puesto la misma expresión que cuando venía a mi habitación en mitad de la noche, con su osito de peluche y casi llorando.- Hazlo despacio.- Lilith asintió y acercó su boca mi cuello.- Necesito sentir dolor.- Sus manos se posaron en mi pecho y agarraron la bata con fuerza. Empezó a lamer con cuidado la piel. Intentaba humedecer la carne para que sus colmillos entrasen mejor. No necesitaba hacer eso, mi cuerpo le daba vía libre para hacer cualquier cosa con él. Si me hacía sentir un dolor insufrible, más que mejor. Ya estaba notando sus colmillos arañar mi piel, y pronto, comenzaría a sentirme dueño de su cuerpo.

-¡Tom, te necesitan en urgencias! ¡Date prisa!- La voz de Jacob hizo que Lilith se separase de mí a toda velocidad antes de morderme.

-Tie... tienes que irte.- Se levantó de encima de mí con los ojos blancos por la sed de mi sangre.

Me levanté del sofá y me coloqué bien la ropa. Me hubiese gustado si ella hubiese acabado lo que había empezado aunque se murieran todos los de urgencias o el hospital entero, me daba igual.

Salí de la sala de descanso antes de que pudiese arrepentirme. La había dejado alterada y completamente sedienta. Por un lado, tenía que ver el lado positivo, Lilith no aguantaría mucho e iría a todos lados detrás de mí para hacerlo.

Entré en urgencias y busqué a Shelly, pero no estaba. Seguramente, Bill se la habría llevado tal y como suponía. Sólo necesitaba pensar en algo que deseara para que Bill lo hiciese realidad. Siempre estaba cuando lo necesitaba incluso cuando no, también.

La enfermeras estaban alrededor de una camilla y cuando me acerqué me tendieron el historial y el informe de la chica desangrada que estaba inconsciente en la camilla. Era un caso normal, de esos que veía todos los días más de una vez. Lo hubiese sido si no fuese porque la que estaba ahí tumbada era Rachell.

-¡La estamos perdiendo, doctor Kaulitz!- Era incapaz de dar una orden a los que la esperaban ni siquiera podía moverme. ¿Por qué me impactaba tanto verla así? ¿Qué me importaba?- ¡Doctor Kaulitz!- Su ropa estaba desgarrada y su cuerpo lleno de sangre, la misma sangre que había estado complaciéndome mientras no podía beber la de Lilith, la misma sangre que durante todo este tiempo ella me había ofrecido sin oponer resistencia.

-¡Desfribilador!- Gritó Jacob al ver que no me movía.- ¡Carga a trescientos!- Retrocedí y me fui tal y como había venido.

¿Por qué te engañas constantemente?

¿No se supone que la que te importa es Lilith?

Quizás a quien realmente le debes todo es a Rachell.

No elegiste bien a tu vinculada.

Nunca serás un buen líder, al menos no dejándote llevar por los sentimientos que ella despierta en ti.

¿Sentimientos? No los necesitamos, Tom. Somos más fuertes que ellos.

Demuéstrale quién manda y luego... mátala.


[…]


-¿Tom, estás despierto?- Abrí los ojos cuando Jacob se dispuso a tocarme.- Pensaba que estabas dormido.- Su sonrisa de preocupación era la misma que la de Cintia. Su amabilidad me crispaba. ¿Es que nunca se enfadaba?

-¿Cómo está la paciente?

-Estable y fuera de peligro.- Un silencio incómodo inundó la habitación. Si no hubiese sido por él, Rachell ahora estaría muerta y todo gracias a mí.- ¿Estás preocupado por algo?- Jake se sentó a mi lado como solía hacer siempre que teníamos un descanso.

-No.

-Debe ser duro casarte y a los dos días venir a trabajar de nuevo, y encima de noche que es peor.- Lo miré de reojo. Parecía preocupado y a la vez cansado pero sobretodo, actuaba con nerviosismo y miedo, y era por mí. Estaba claro que Jake no era diferente a los demás, a él también le asustaban los monstruos.- Supongo que querrás estar con Lilith e iros por fin de Luna de Miel, te lo mereces.- ¿Luna de Miel? ¿Era esa estupidez que hacían los recién casados después de la boda? Pero ella y yo no estábamos casados, era algo más que Jacob nunca entendería.- Seguro que Lilith está deseando viajar contigo. Tiene que ser duro para ella no estar contigo de noche debido al hospital.- A Lilith no le importaba que estuviese fuera, al revés, si estaba lejos de ella seguro que se sentía mejor, sin ningún tipo de miedo o dolor, lejos del demonio que tanto daño le hacía. Cuanto más tiempo permaneciera lejos de mí, más larga sería su vida y más tiempo disfrutaría de ella.

-¿Eso piensas?

-¡Sí! ¡A todas las chicas les gustaría tener una Luna de Miel en condiciones!- ¿A quién pretendía engañar? Puede que otra vampiresa se pasase por el forro los viajes de parejas y esas gilipolleces, pero estábamos hablando de Lilith y eso cambiaba las cosas. La infantil, tímida, cariñosa y dulce Lilith se volvería loca si le dijese que nos íbamos de “Luna de Miel”.- Yo me fui a España con Cintia. A ella le encanta la playa y el sol así que fue una buena idea. ¿Qué le gusta a Lilith?- ¿Que qué le gustaba? Nunca me lo había preguntado. Realmente, no tenía ni idea de qué era lo que a ella le gustaba...

-¿Has terminado tu turno?- Pregunté para cambiar de tema.

-Sí.- Me levanté del sofá y me quité la bata. Esta noche me la tomaría libre y quizás me cogiera unas pequeñas vacaciones para descansar y para estar lejos de Rachell por un tiempo. Ahora estaba vinculado a Lilith y era en ella y en traer a mi heredero a este mundo de mierda lo que tenía que importarme ahora. Después de eso, todo volvería a ser lo mismo.

-¿Os gustaría, a ti y a Cintia, veniros a tomar algo conmigo y con Lilith?- Jacob asintió entusiasmado ante mi propuesta.


[…]


Sus ojos se abrieron como platos cuando se iba a subir al coche. Ver a Cintia y a Jacob en los asientos de atrás de mi coche cuando seguro que se pensaba que sería una cita para estar conmigo a solas, la dejó anonadada.

-¡Hola, Lilith!- Gritó Cintia.

-Ho... hola.- Lilith me miró confusa y me sonrió. Era la misma sonrisa que ponía cuando estaba triste pero intentaba aparentar todo lo contrario.

-¿Piensas quedarte ahí toda la noche o vas a subir?- Dije mientras arrancaba el coche. Ella se sobresaltó por el tono de mi voz aunque estuviese acostumbrada a él.

-Lilith, te presento a Jacob, mi marido, aunque le puedes llamar Jake.- Cintia había roto con sus palabras la tensión que repentinamente se había formado entre Lilith y yo.

-En... encantada.- Por fin se sentó en el asiento del copiloto y pude recobrar la marcha hacia el lugar donde los pensaba llevar.- ¿Qué tal en el trabajo?- Su mirada volvía a estar perdida en las luces de la ciudad como tantas veces antes. Tenía la asombrosa facilidad de preguntar por cosas que no debía, como una especie de detector que le hacía formular la pregunta más inoportuna en el momento menos indicado.

-Mal.- Contestó Cintia casi gimoteando.- Tengo los pies hinchados y cada día me cuesta más dar un paso sin cansarme.- Vi de refilón la pequeña sonrisa de Lilith al escuchar la voz de la mujer de Jake.

-Deberías de coger la baja.- Lilith se volvió para así comenzar una conversación más intensa con Cintia, y si eso pasaba, daba por seguro que ésta última no pararía de hablar en toda la noche.

-Eso es lo que le he dicho pero nunca me escucha.- Dijo Jake integrándose en la charla entre su esposa y su... ¡Un momento! ¡¿Es que Lilith no se había dado cuenta aún?!

-No podría soportar estar encerrada todos los días en casa sin verte, me asfixio de sólo pensarlo.- En ese momento algo se movió en mi estómago. ¿No era eso lo que hacía Lilith? ¿Quedarse en casa toda la noche, encerrada sin poder salir, esperando a que yo llegase? Mi teoría de la supuesta “vida” de mi hermana se confirmó cuando ésta volvió a su postura anterior, con sus atrayentes pupilas observando la vida al otro lado del cristal del coche. Un silencio profundo se hizo y con él, la repentina incomodidad.

Esa era la vida que llevaría Lilith de ahora en adelante, la vida que llevó Simome y mi abuela cuando se convirtieron en las vinculadas de sus hermanos. Mirándolo así, Lilith todavía no estaba preparada para serlo. Me adelanté en el Vínculo pese a tener a todos diciéndome que era una locura debido a la poca experiencia de Lilith en nuestro mundo. Ella ni siquiera sabía qué era exactamente y qué obligaciones tenía tanto conmigo como con nuestra especie.

Ninguna mujer nacerá de las entrañas de la Reina. La sangre de dicha mujer será la tentación para todo ser en el universo, incluso para su propia familia.

Esas fueron las palabras que un día creí escuchar decir al sacerdote mientras conversaba con mis padres. No lo recordaba bien pero estaba seguro que pese a tener por aquel entonces unos seis años, esas palabras se quedaron grabadas en mi mente. Palabras que se parecieron esfumar con el viento que yo ya no sentía, al ver sus ojos por primera vez cuando nació.

Una niña, Lilith aún lo era. No sabía qué clase de monstruos éramos, no sabía la cantidad de atrocidades que habíamos hecho, hacíamos y volveríamos a hacer en un futuro. Si ella desconocía lo que pasaba a su alrededor era porque todos durante muchísimo tiempo, le habían pintado el mundo de color de rosa. Le habían hecho creer que los vampiros éramos parecidos a los humanos, que nos preocupaba la familia y que teníamos principios. ¿Qué pasaría si Lilith supiera la verdad? ¿Qué pasaría si algún día descubriese quién era realmente su familia y su papel en ella? Ese era el futuro que Simone le quiso quitar, lo entendía. Lo que no comprendía era por qué no me alejó también del mío, por qué yo seguí siendo ese niño que tenía que seguir los pasos de su padre, por qué nadie me dijo que sentir era tan difícil...

-... Y desde entonces no como melocotones.- La risa de todos al terminar la frase Cintia me sacó de mis pensamientos.

-Hemos llegado.- Apagué el motor del coche y salí de allí. La atmósfera de mis propios pensamientos me estaba ahogando, por eso, había decidido aparcar un poco lejos y andar un poco antes de llegar.

-¡Fíjate cuantas luces de Navidad por todos lados!- Cintia le hizo un gesto a Jake para que mirase hacia arriba donde las luces navideñas habían inundado el cielo de Hamburgo.- ¡Dios, dentro de dos días es Navidad y yo todavía no te he comparado un regalo!- ¿Navidad? Era esos días en los que la familia se reunía, comían juntos y celebraban lo mucho que se querían. ¿Qué era exactamente la Navidad para nosotros? Nada de lo que hacían los humanos se podía comparar con lo que mi familia hacía. Recordaba esos días como solitarios y borrosos. Cuando aún era un niño, esos días pasaban como el resto, me sentaba en una silla de la enorme mesa del comedor, me servían la cena y las criadas se quedaban esperando a que terminase para llevarse los platos. Todo estaba en silencio, todo era tan solitario sin Bill.

-¿Es bonito, verdad?- Cuando quise darme cuenta, Lilith estaba a mi lado, mirando hacia el alumbrado que se reflejaba en sus ojos intensamente. Habíamos comenzado a andar y ni siquiera me había dado cuenta. Cintia iba agarrada a Jake de la mano mientras veían escaparates, sin embargo, Lilith y yo íbamos separados con una gran distancia entre nosotros.

-¿Celebrabas la Navidad antes?- Sentí su mirada en mí a la vez que yo caminaba observando a la feliz pareja caminar delante de nosotros.

-Sí, todos íbamos a casa de la abuela en Burdeos, papá, mamá, Shelly, los tíos, primos,... Dormíamos allí y por la mañana nos levantábamos temprano para abrir los regalos.- Su sonrisa mientras recordaba esos momentos cuando era humana me hacía ver lo feliz que había sido en aquel entonces.- No me acuerdo de las Navidades cuando estaba con vosotros, ¿cómo las celebrabais?- Preguntas inoportunas en los momentos menos indicados, su especialidad.

-No la celebramos.- Sentí algo cálido rozar mi mano. Cuando bajé la vista hacia ésta vi como sus dedos estaban entrelazados con los míos. Notaba su piel un tanto más cálida que la mía, un calor que se fue trasladando por todo mi cuerpo.- ¿Qué cursilería es esta?- Le pregunté mientras intentaba soltarme sin éxito. Lilith estaba haciendo mucha fuerza para no romper esa unión y yo estaba haciendo poco para realmente librarme de ella.

-Las parejas se agarran de la mano.- Dijo convencida. Su sonrisa desapareció y sus ojos se empezaron a llenar de aquellas lágrimas rojas que tan hermosas se veían en ella.- Cuando Cintia ha dicho que no se pedía la baja porque no aguantaría estar tanto tiempo sin Jake...- Paró de caminar y me hizo hacerlo con ella.- Hoy, cuando a Shelly le subió tanto la fiebre, quise que estuvieras allí conmigo.- Aguantaba sus lágrimas en los ojos para que ese espectáculo tan raro que los humanos no entenderían, no sorprendiera a todos los viandantes.- Tuve tanto miedo de que algo malo pudiera pasarle... tenía tanto miedo que necesitaba que me dijeses que todo iría bien.

-¿Por qué me cuentas esto ahora?

-Sólo quería que supieras que yo también te echo de menos cuando no estás.- Bajó la cabeza avergonzada. Sentía como su mano tiritaba a causa de su nerviosismo y como sus mejillas se volvían rojas.

-¿Es que acaso eres estúpida?- Me miró impresionada y con los ojos abiertos.- ¿Crees que no sé que no puedes vivir sin mí?- Me soltó de la mano intentando parecer cabreada aunque no lo consiguió dado que su cara aún estaba sonrojada.

-¡¿Te crees el ombligo del mundo?! ¡Pues no lo eres, no eres más que...!- La besé para callarla. No pretendía que ese beso fuese algo que condujese a lago más de lo que luego no podría dar marcha atrás. Simplemente, los posé sobre los de ella, sintiendo ese boom imaginario que procedía de su corazón, el mismo que me hizo parar anoche cuando la mordí.

-Cállate, me das dolor de cabeza.- Empecé a caminar dejándola atrás. Sus labios parecían haberse quedado grabados con fuego en los míos. Esa sensación extraña que me revolvía las tripas cuando la besaba era la misma que tenía ahora.

-¡Eh, parejita, iros a un hotel!- Cintia gritó desde varios metros de nosotros. Escándalo que Jacob se esforzó por acallar cuando fue corriendo a taparle la boca a su mujer.

-Te odio.- Dijo Lilith cuando pasó por mi lado adelantándome. Miré hacia las luces de estas fiestas tan sonadas y entonces la vi. La Luna Llena estaba presenciando lo que le hacía a su dueña, ella me miraba dándome vía libre para llevar a cabo uno de los objetivos del Vínculo de Sangre. Lilith no estaba preparaba para ello ni yo para que creciera tan deprisa. Me gustaba la infantil y tímida Lilith pero su destino junto a mí ya había sido escrito y lo que la Luna me indicaba era uno de los pasos a seguir para nosotros.

-¿Es tu nueva forma de decir que me amas con locura y que no puedes vivir sin mí?- Dije cuando me puse a su lado.

-¿Es tu nueva forma de decir todo eso sin que parezca que me lo estás diciendo a mí realmente?- Tenía que reconocer que me sorprendió tan brillante conclusión. Esperaba que le dijese que sí, que confirmara su pregunta aunque fuese mentira, simplemente necesitaba que un “sí” saliera de mis labios.

-¿Eso crees?- Pregunté irónico. Quería saber por qué había llegado hasta ahí.

-Nunca dices lo que sientes y si lo haces, intentas ocultar tus palabras.- Se fue acercando a mí hasta tener su cabeza posada en mi pecho.- Sé que nunca me dirás “te quiero”, “te echo de menos” o “no puedo vivir sin ti” pero no me importa que no lo digas claramente, sólo quédate así y di esas cosas tan difíciles de comprender, di esas frases que esconden tanto tras sí y que yo nunca llegaré a entender, pero quédate así, a mi lado... No me dejes sola nunca.- Temblaba, estaba temblando tanto que parecía un terremoto, y yo no sabía qué hacer. No podía moverme ni respirar, sólo quedarme quieto escuchando a mi hermana pequeña decir esas cosas que me dejaban hierático en el sitio.

-¿Estarías dispuesta a hacer cualquier cosa por mí?- Ella levantó la cabeza y me miró interrogante.

-S-Sí.- Lo había dicho segura aunque no lo pareciese. Y ahora, que me veía reflejado en sus ojos miel, no parecía tan monstruoso como yo pensaba. Lilith no se merecía estar a mi lado ni que tuviese que seguirme toda la eternidad, no se merecía todo el sufrimiento por el que había pasado y tenía que pasar. Ella tenía claro sus sentimientos pero yo tenía un lío porque por primera vez en mi vida, los sentía. Pero estaba tan confuso. Estaba claro que lo que me pasaba cuando estaba con ella no era normal, pero también estaba esa otra parte, la que me conducía a Rachell, la que me unía fuertemente a una humana. ¿Por qué sentir era tan confuso?

-¿Sabes lo que les pasa a las Sangres Pura en Luna Llena?- La expresión en su rostro me hizo entender que no. Aunque por un lado le hubiese prometido a toda mi especie que llevaría acabo esto, nunca pensé que me costaría tanto. Sólo era echar un polvo como otras veces habíamos hecho, sólo eso y esperar a que Lilith cumpliera con su misión. Sólo eso...- Se vuelven más gilipollas de lo que son normalmente.

-¡Tú, estúpido!- Me gritó cuando comencé a andar hacia la pareja que nos esperaba. No había sido capaz de decírselo y no lo haría. Dejaría que esto pasase sin que ella lo supiese o mejor, no haría nada. Esta noche y la siguiente tenía que luchar para no estar cerca de ella más de la cuenta, no permitir que mis instintos me condujesen hacia el interior de su cuerpo. Estos dos días Lilith no sería mía y ya estaba empezando a extrañar el roce de su piel...


[…]


Nos sentamos en una de las mesas de aquel bar del cual era dueño uno de los amigos de mi padre. Un bar perfecto tanto para humanos como para vampiros, donde si entrabas no había distinciones entre muertos y no muertos sino que todos estaban al lado de todos.

Había notado como más de una vez Jake se había quedado mirando a Lilith un buen rato. Sus ojos parecían perderse en la figura de mi hermana, ausentes y lleno de recuerdos. No me extrañaba que Lilith le hubiese llamado la atención precisamente a él, lo que no comprendía era cómo ella aún no se había dado cuenta de quién era realmente Jake. ¿Es que acaso no recordaba a su ex? ¿Al humano que la hizo querer suicidarse? Gracias a él, Lilith y yo nos encontramos en esa azotea, cuando sólo éramos humana y vampiro, donde por un momento sentí algo extraño por ella sin saber que era mi hermana realmente.

-¿Bueno, y vosotros cuándo pensáis tener niños?- A Lilith casi se le sale la sangre que se estaba bebiendo camuflada en una “bebida especial”, gracias al camarero, para que nadie se diera cuenta.

-¿Ni... niños?- Lilith me miró esperando a que yo dijese algo pero qué se suponía que tenía que decir.- Yo... pues... esto...

-No me gustan los niños.- Dije para dar por finalizada esa conversación.

-¡¿No te gustan los niños?! Y yo que pensaba pediros que fueseis los padrinos de mi hijo...- Lilith se tapó la boca corriendo por la sorpresa. A mí no me sorprendió en absoluto. Los conocía desde hacía tiempo y más de una vez, Jake me había dejado caer la idea.

-¡¿Enserio?!- Cintia asintió y Lilith fue corriendo a abrazarla. A ella le gustaban los niños, le gustaba cualquier cosa y aun así, yo me veía incapaz de hacerle eso. ¿Y si se enteraba de lo que pasó esa noche que intentó matarme por primera vez? Le clavé esa estaca en la barriga y con su sangre, se fue todo lo que me unía a ella por ese entonces.

-¿Entonces, eso es un sí?- Yo asentí y Lilith con más efusividad. Era tan fácil alegrarle el día, tan fácil hacerla sonreír... Y yo hasta ahora sólo había conseguido un par de sonrisas y muchas lágrimas de ella.

Esta vez, Lilith fue quien miró a Jake como si nada y entonces pasó. Su sonrisa desapareció por un momento y supe lo que estaba pasando por su cabeza y por todo su cuerpo. ¿Lo había reconocido ya? Ella apartó la vista y volvió a beber dejando que esos pensamientos se esfumaran. No me había molestado que Jake la hubiese mirado pero sí que fuese ella quien se quedara observándolo. Era simplemente un cruce de miradas entre dos personas que habían tenido una relación hacía cinco años, tiempo en el que Lilith había cambiado por completo y Jake también.

-¿Me disculpáis un momento?- Lilith se levantó y se fue casi corriendo al servicio. Era tan sensible con estas cosas que quizás ni siquiera todavía supiera quién era pero con simplemente sentir algo extraño en ella, era capaz de echarse a llorar.

-Tom, estoy segura que cuando tengas a tus hijos entre tus brazos no vas a pensar lo mismo.- Cintia me sonrió como tantas veces había hecho antes.

-Supongo.- Fue lo único que se me ocurrió decir. Me imaginaba con un bebé en mis brazos y la sensación no era tan mala. Ya había tenido a bebés en el hospital, había estado con ellos y los había sostenido durante un buen tiempo, pero si algún día tenía que tener un hijo con Lilith, no sabría qué hacer. Sería mío y eso era algo en lo que me costaba pensar.

-Aunque Lilith todavía es muy joven... ¿Cuántos años tiene?- Jake me preguntó eso que yo no sabía contestar. Aunque su cuerpo fuese el de una chica de unos veinte, en realidad Lilith tenía unos trescientos años. Ni siquiera me había puesto a pensar en eso, no me importaba la edad aunque el Consejo dijera que todavía era una niña, y era cierto. Tenía que alcanzar los quinientos para ser considerada una vampiresa adulta.

-Veintidós.- Me lo inventé. Ahora tendría que decirle que si le preguntaban, tenía esa edad.

-¡Incluso parece más joven!- Cintia se quedó con la boca abierta y no era para menos. Lilith no era muy alta, tenía cara de niña y su manera de actuar era como la de una cría. Inocente, sencilla y nada parecida al monstruo que verdaderamente era. Por eso, no quería que fuese como el resto de vampiresas de nuestra especie, sino que fuese esa Lilith que lloraba por nada y sonreía por sólo verme a mí hacerlo.- ¿Estará bien? Lleva mucho tiempo en el baño...- Miré hacía la puerta del servicio por donde antes había desaparecido. Quizás llevara un cuarto de hora ahí metida y no parecía que fuese a salir.

-Iré a ver.- Me levanté pero Cintia me detuvo antes de que pudiera dar un paso.

-Es un baño de chicas, así que iré yo.- Hizo el mismo camino que antes hizo ella. Su abultada barriga le impedía andar mucho y sus torpes pies hinchados no la dejaban ir muy deprisa. A esa chica, la cual se había metido en el baño donde estaba Lilith, le debía mucho. Sin conocerla, ya se había hecho amiga de Lilith y estaba seguro que cuidaría de ella cuando yo no estuviese.

-Es muy guapa.- Le di un trago a la sangre ya casi inexistente de mi vaso.- Me recuerda mucho a una novia que tuve hace años.- Sin saber por qué, empecé a prestar atención a las palabras de Jake ahora que estábamos solos. Sinceramente, no me importaba los recuerdos que pudiera tener de ella cuando era Elizabeth pero por algún extraño motivo, no podía dejar de oírlo.- Empezamos a salir en el instituto, ella no era muy popular pese a que su padre era un escritor muy famoso y su madre una actriz reconocida en Francia.- Vale, sí me interesaba saber qué le había pasado a Lilith durante ese periodo de su vida. ¿Había sido feliz...?- En el internado le habían hecho la vida imposible, le habían pegado, insultado, de todo. Cuando entró en el instituto me fijé en ella. Siempre estaba sola, leyendo o escribiendo, pero un día me la encontré y sin saber por qué me puse a hablar con ella. Tenía un encanto especial, algo que hacía que no pudiera dejar de mirar sus ojos ni un solo segundo. Cuando me percaté, ya estaba enamorado de ella y ella de mí, tanto que fui capaz de dejar a mis amigos, que decían que no era nada para mí, e irme con ella.- Volví a beber hasta terminar por completo el contenido de aquel vaso. Se había formado un nudo en mi garganta que no me dejaba tragar y me estaba empezando a poner histérico.- Empezamos a salir y todos vieron lo hermosa que era. De pronto, se rodeo de gente y de amigos, la vi feliz hasta que...- Esta vez fue él al que le costó tragar. Sus ojos se movían rápidos por aquel lugar y yo estaba deseando que terminase la historia.

-¿Hasta que qué?

-Hasta que me acosté con su mejor amiga.- Miré hacia el servicio intentando sentir algo de Lilith al otro lado. Su presencia estaba ahí junto con la de Cintia pero ahora más que nunca necesitaba verla.- Elizabeth no quería acostarse conmigo, era virgen y temía que le hiciera daño. Siempre me decía que quería estar segura de lo que hacía y que cuando lo hiciese sería porque estaba completamente enamorada de esa persona. Me enfadé con ella porque pensé que entonces a mí no me quería y me acosté con la primera que se me puso por delante.- ¿Siempre decía que quería estar segura de lo hacía? ¿Tan importante había sido para ella su virginidad? Había sido algo que ella sólo le habría entregado a la persona que amase verdaderamente, y se la dio a Adam... para salvarme.

-¿Te pilló?- Le pregunté con un hilo de voz. Ahora sentía que no podía hablar, que todo a mi alrededor había dejado de tener sentido y que mi único objetivo era correr hacia ese baño simplemente para tenerla cerca y ver sus ojos.

-Sí. Corrió y corrió sin hacer caso a mis gritos. Fui un estúpido que no supo valorar lo que tenía.

-¿Dónde está ella ahora? ¿La sigues viendo?

-Mu... Mu... Murió en un accidente de coche junto con su familia.- Miró hacia el baño y levantó una ceja también extrañado por la tardanza de ambas.- Perdona que te cuente esto, tío, pero ver a Lilith me ha recordado mucho a ella.- Comenzó a reírse nervioso quitando importancia a su confesión.

-¿Y por qué le pegaban en el colegio? Su familia tenía mucho dinero y las chicas así suelen ser las más populares...- Dejé caer esa pregunta esperando que me aclarara algunas dudas pero sobretodo, el porqué de la personalidad que Lilith tenía ahora.

-No lo sé, cuando lo pienso me entran ganas de matar a todos los que la hicieron llorar.- Respiró hondo varias veces y los latidos de su corazón se apaciguaron con lentitud.- Siempre estaba sola porque no era muy habladora, no era de las típicas chicas que se maquillaban hasta los pies e iban detrás de los tíos, era tan distinta al resto que por eso la odiaban. Había escuchado cosas de las que le habían hecho por gente ajena a ella ya que a Elizabeth no le gustaba hablar sobre su vida y mucho menos parecer débil delante de nadie, así que nunca me lo contó.- Volvió a beber antes de que su garganta se volviese a secar o simplemente, para bajar las enormes ganas de llorar.- Me contaron que le habían pegado una vez hasta dejarla casi muerta, le habían rasurado la cabeza, insultado y cortado por todo el cuerpo. Las chicas la odiaban porque a pesar de ser distinta a ellas, a Elizabeth no le hacía falta maquillaje para ser hermosa. También escuché que se había intentado suicidar varias veces por eso cada vez que estaba con ella intentaba hacerla feliz aunque sólo fuera un segundo, para alejarle todos esos pensamientos de la cabeza. Su sonrisa era preciosa...- ¿Qué era eso que me estaba oprimiendo el pecho? ¿Por qué de repente me sentía impotente y a la vez culpable? Lilith había pasado por tanto que de sólo imaginármelo sentía los golpes que le habían dado desde pequeña. ¿Y qué había hecho yo? Pegarle, insultarla, gritarle, le había hecho sentir una mierda e incluso llegué a pensar que era una egoísta que sólo pensaba en ella.

-La cagaste.- Dije sin pensármelo.- Ella te quería y tú metiste la pata hasta el fondo, y la hiciste sentir lo mismo que le habían hecho sentir los demás, miedo, inseguridad y seguro que ganas de suicidarse también.- ¿A quién se lo decía realmente? ¿A él o a mí mismo?

-Gracias por animarme, no sé qué haría sin ti.- Dijo irónico. Ambos nos devolvimos una sonrisa fingida mientras pensábamos en la misma persona y él sin ni siquiera saberlo.- Siento que tu mujer me recuerde a ella.- ¿Se habría acordado Lilith de él de la misma manera?

-Voy a ir a ver por qué tardan tanto.- Me levanté de la silla dejando a Jake solo y comencé a andar rumbo al servicio sin dejar de repetirse en mi cabeza el sufrimiento de mi hermana.

La puerta estaba cerrada y no podía escuchar nada. Desde que nos habíamos sentado allí ninguna chica había entrado así que sólo estarían ellas y no creía que iban a asustarse porque yo entrase. Abrí la puerta con cuidado y entonces las vi. Lilith tenía la mano puesta en la barriga de Cintia, la mirada perdida y una pequeña sonrisa en sus labios. A Cintia no conseguí verla ya que me daba la espalda.

-¿Por qué tardáis tanto?- Lilith me miró sonriendo y Cintia se dio la vuelta tapándose su vientre desnudo.

-Estaba sintiendo al bebé.- Dijo sin poder borrar esa expresión de su cara. A ella le gustaban los niños, no cabía duda después de ver como se portaba con Shelly, pero...

-¿Quiere probarlo usted, doctor Kaulitz?- Dijo Cintia poniendo la misma voz que el jefe de nuestra planta en el hospital.

-No, lo que quiero es que salgáis ya de aquí. Parecía que os lo estabais montando entre vosotras.- Las dos comenzaron a reírse pero yo sólo escuchaba la risa de Lilith. ¿Por qué demonios la gente había ignorado esa sonrisa? ¿Por qué yo le había hecho ocultarla tantas veces?

-Vamos, Lil.- Dijo Cintia agarrándola de la mano y tirando de ella hacia la puerta.

-Espera.- Mi voz hizo que Lilith dejara de andar y me mirase. Sabía que una palabra mía la hacía caer con facilidad.- ¿Podemos hablar un segundo?- Cintia la soltó y ella afirmó con la cabeza. En cambio, la embarazada salió de ahí mientas me guiñaba un ojo sin que Lilith se diera cuenta.

-¿Pa... pasa algo?- Dijo nerviosa. Seguro que ahora estaba asustada por lo que fuera a decirle, seguro que pensaba que iba a hacerle daño otra vez...

-Yo...- Dí un paso hacía ella, un solo paso que la hizo retroceder con miedo. En otros momentos esta reacción siempre me enfadaba porque me molestaba que pensase que iba a pegarle o algo por el estilo. Ahora entendía el porqué de esa reacción.- Lo... lo siento.- Dije no tan convencido. Las únicas veces que había pedido perdón por algo siempre habían sido a ella.

-¿Por qué?- Ese paso que había dado hacia atrás lo deshizo en un segundo. Ahora la tenía mucho más cerca que antes y las ganas por estamparla contra la pared y hacerla mía una vez más cada vez se hacían más intensas.- Si es por lo de antes, no le dí importancia. Creo que gilipollas es el insulto más suave que puede salir de Tom Kaulitz.- Comenzó a reírse y yo a perderme en sus suaves labios.- ¿Qué te pasa?- Me miró con el ceño fruncido al ver que no me reía o reaccionaba de alguna manera.

-No, ¿qué te ha pasado a ti para levantarte de la mesa así?- La perfecta curvatura de sus labios desapareció ante mi pregunta.

-Nada, es sólo que Jake me recuerda a un antiguo novio que tuve... ¡Y encima tiene el mismo nombre!- Comenzó a reírse nerviosa. En lugar de haberme mentido, había optado por la verdad. ¿Por qué yo era incapaz de abrirme a ella de la misma manera? ¿Por qué con Lilith no y con Rachell sí?- ¿Pero por qué me has pedido perdón?- Sin saber cómo, en un abrir y cerrar de ojos, la tenía entre mis brazos. La estaba abrazando y no sabía cuándo lo había hecho, simplemente estaba allí, con ella quieta entre mis brazos y yo apretándola más a mí.

-¿Me... me... me estás abrazando?- Ni ella se lo podía creer. No recordaba el número de veces que había abrazada a alguien, y si había número estaba seguro que se podían contar con los dedos de una mano.- ¿Por qué?

-¿Es que no te cansas de hacer tantas preguntas? ¿Por qué no sólo te callas y aprovechas este momento que dudo que se repita muchas veces?-

Vamos, Tom, suéltala ya.

Basta de tocarla.

No te muestres débil ante ella.

Sólo un rato más. Con un minuto más era suficiente. Ahora que sus brazos me habían rodeado a mí también, no me importaba estar así siempre.

-Creo que nunca voy a entenderte.- Me deshice de aquel abrazo del que no sabía nada y agarré su cara con mis manos. Tenía tantas cosas por la que pedirle perdón que me estresaban de sólo pensarlo.

-Así tu vida será más emocionante.- Junté nuestros labios pero esta vez no con el objetivo de callarla sino con todos mis sentidos puestos en ella. Sabía que con la Luna Llena las vampiresas perdían todo tipo de razón y se centraban sólo en el sexo. Días de Luna Llena, los únicos en los que las vampiresas se podían quedar embarazadas y cada vez que pensaba que uno de los objetivos del Vínculo de Sangre era eso, me ponía enfermo. Para nuestra especie, la vinculada que se unía a su hermano sólo tenía la misión de ser un puro recipiente. Lo único que podían hacer era obedecer a sus vinculados, traer niños al mundo y alimentarlos con su propia sangre. Eso era lo que Simone no pudo soportar, lo que mi abuela había conseguido llevar bien gracias al hombre que tenía al lado, y lo que Lilith no podría llevar acabo.

-Te necesito, Tom.- Cuando abrí los ojos fue cuando me percaté. Yo estaba sentado en uno de los retretes, Lilith encima mía y ambos sin camiseta.

-Es... espe... espera.- Sus besos no me dejaban hablar y mi excitación me mostraba que no hacía falta conversar para follar. Tenía un empalme de narices, de los que sólo Lilith sabía conseguir y como siguiera así, sabía lo que pasaría.

-No hables.- Lilith ya estaba perdida en sus instintos. Era ella la que estaba como loca por follar y yo el que, pese a las ganas de metérsela hasta reventarla, pensaba que esto no estaba bien, al menos no hoy. Si lo hacíamos, existía una gran probabilidad de que Lilith se quedara embarazada y no podía consentir eso. No quería dejarla embarazada, no quería que llevase dentro de ella algo mío, no quería que fuese un recipiente, otra más en una larga lista de mujeres Sangres Pura vinculadas que sólo hacían tener hijos y obedecer a sus hermanos. No quería que llorase otra vez por mi culpa.

-¡No!- La empujé con tanta fuerza que salió casi volando hasta darse un fuerte golpe con la puerta. Sus ojos estaban cerrados con fuerza y por su oreja se estaba empezando a escurrir sangre. Cuando los abrió, sus pupilas se clavaron en las mías. Tenía la mirada de una niña pequeña que estaba apunto de llorar y yo seguía ahí sentado, con la respiración agitada y los ojos abiertos como platos.- ¿Estás...?

-Cállate.- Me cortó. Intentó levantarse pero se volvió a desplomar. Por mucho que quisiese levantarme y ayudarla, no me podía mover. No sabía cómo había podido hacerle eso, cómo no me había importado después de haberme contado Jake todas esas cosas sobre su pasado.- ¿Por qué has hecho eso?- Sus ojos se habían empezado a llenar de lágrimas rojas que no tardarían en bañar su rostro.

-No podemos hacerlo aquí.- En realidad, me importaba una mierda si estábamos en un sitio público para follar con ella pero qué le decía.

-¿No habría sido más fácil decir eso?- Por fin una espesa lágrima roja como el mismísimo infierno, se atrevió a manchar su cara.- Quiero irme a casa.- Había empezado a llorar silenciosamente dejándome contemplar aquel hermoso espectáculo.

-Lávate la cara antes de salir.- Me levanté, me puse la camiseta, y salí de allí dejándola sola y tirada en el suelo. Lo correcto hubiera sido ayudarla, pedirle perdón y decirle aquello por lo que ella se moría por escuchar. Eso habría sido lo correcto pero mientras estuviese llorando no podía acercarme. Otra vez lo volvía a hacer por mi culpa, otra vez le había hecho sentir la última mierda en este mundo como sus compañeros de colegio habían hecho con ella, como todos y cada uno con los que a Jake se le revolvían las tripas por matar. Cuando lo escuché, también quise matar a cada uno de los que le hicieron daño pero para eso también tendría que acabar conmigo.

-¿Dónde está Lilith?- Me senté en la silla por un segundo antes de volver a levantarme y sacar las llaves del coche.- ¿Nos vamos?- Preguntó Cintia imitándome.

-Sí, estoy cansado.- Todos nos volvimos al ver a Lilith saliendo del baño lentamente y mirando hacia el suelo.- Me voy adelantando.- Salí de aquel sitio para que el frío aire de Alemania me golpease en la cara.

Empecé a andar hacia donde había dejado el coche. La gente pasaba a mi alrededor como a cámara lenta, ya no veía las luces que ella me hizo observar, ahora me sentía mal por haberla hecho llorar de nuevo. Quizás, lo más fácil hubiese sido decirle que no podíamos hacerlo o haberme inventado cualquier otra escusa, pero no empujarla lejos de mí sin controlar mi fuerza. Yo aún seguía sin comprender que Lilith era una muñeca de porcelana que al más mínimo roce podía romperse.

Me metí en el coche y puse la calefacción. Aunque yo no tuviese frío, cuando Jake y Cintia se metiesen en él se iban a congelar. Ya los veía acercarse. Cintia iba agarrada del brazo de Jake y Lilith al lado de ésta a la vez que no paraba de hablar y reírse. Lilith, sin embargo, mantenía esa sonrisa fingida que muy poco gente sabría reconocer. Aunque ella se esforzase por mostrar lo contrario, sus ojos la delataban.

-¡Dios, qué frío!- Gritó la enfermera cuando se metió en el coche. Miré disimuladamente a Lilith, la cual estaba perdida en la gente que caminaba por la calle.- Oye, Lil, mañana podríamos ir a comprar los regalos de Navidad. ¿Qué me dices?- La aludida reaccionó ante la pregunta de Cintia.

-Mañana por la mañana tengo cosas que hacer.- Parecía tan fría de repente. Su voz ya no tenía el tono cálido de otras veces sino que parecía no ser la misma persona de hacía unas horas.

-Pues por la tarde.- Lilith asintió aún sabiendo que tendría que pedirle permiso a nuestro padre y al abuelo para salir.- ¡Estupendo!- Exclamó Cintia llena de felicidad.


[…]


El camino hasta casa se me hizo interminable. Después de haber dejado a Cintia y a Jake en su casa, Lilith y yo no habíamos cruzado palabras en todo el trayecto. Me había centrado en mirar a la carretera y no levantar la vista de allí, en cambio, Lilith se había quedado dormida hacía un buen rato.

Cuando metí el coche en el garaje, vi a Bill en la puerta saludándome con la mano. Le hice un gesto para que se acercase y la cogiese ya que no me sentía ni con fuerzas ni digno de poder tocarla.

-¿Está dormida?- Dijo mi hermano en voz baja para no despertarla.

-Eso creo.- Bill me miró por un par de segundos, tiempo suficiente para saber que algo no iba bien.- Deja de mirarme y llévatela a la habitación.

-¿Lo... lo has hecho?- Preguntó con miedo. Se refería a si nos habíamos acostado y si eso había pasado, Lilith podría quedarse embarazada.

-Sí.- Le mentí. No podía decirle que no había cumplido la promesa que les hice a todos ni que la había empujado para que su destino no fue tan trágico como sus antecesoras.

-Voy a ser tío.- Dijo sonriendo mientras se iba para la puerta y yo tras él.- Ahora entiendo por qué no tienes fuerzas para llevarla.- Pasamos por el enorme comedor donde todos estaban reunido y cuando mi madre nos vio, no dudó en salir corriendo hacia donde estábamos.

-¡¿Qué le ha pasado?!- Su nerviosismo me irritaba. ¿Por qué mierda tenía que haberle pasado algo?

-Tranquila, mamá, está dormida.- Dijo Bill en un intento de tranquilizar a mi madre.

-¿Dónde estabais? ¿Crees que puedes salir con el móvil apagado cuando te llevas a Lilith?- Me recriminó. Sabía que se preocupaba por ella pero ese punto que tenía de sobreprotección con ella me ponía enfermo.

-No pasa nada, Simone.- Dijo mi padre.- William, lleva tu hermana a su habitación y tú, Thomas, vamos a hablar.- Cogí aire sabiendo lo que se me vendría encima. Bill le hizo caso a nuestro padre y se llevó en brazos a la persona a la que más daño le había hecho en mi vida.- Siéntate, Thomas.- Mi abuelo me hizo un gesto para que me sentase a su lado mientras mi abuela me sonreía felizmente.- Cuéntame, hijo.- Mi padre se sentó delante de mí también sonriendo. Querían que les contase si había intentado dejar embarazada a Lilith pese a la mala cara que tenía mi madre.

-Dinos, cielo, ¿has cumplido tu parte del Vínculo?- Preguntó mi abuela con ese gesto de dulzura y amor en su rostro. Lo más fácil sería decir la verdad y explicar mis motivos por el cual, si Lilith hubiese sido humana, casi la hubiese matado. Pero, claro, eso era lo fácil...

-Sólo tenéis que esperar.- Un suspiro ahogado salió de la garganta de mi madre. Conocía que ella estaba en contra de que su pequeña pasase por esto, o peor, que su adorada hija pasase por esto... conmigo.

-¡Qué alegría!- Dijo mi abuela sonriendo.- ¿No es hermoso? Pronto tendremos a un pequeño Tom llenando esta casa de alegría.- Me abrazó en señal de felicitación.

-Bueno, aún no estamos seguros de que esto funcione.- Declaró mi padre rompiendo la felicidad de mis abuelos.

-¿Por qué dices eso, Jörg?- Preguntó mi abuelo, el gran padre de todos nosotros.

-Lilith es una niña nacida fuera de la naturaleza de nuestra especie, su nacimiento no fue esperado y mucho menos.- La sonrisa que mi abuela había dejado grabada en su rostro desapareció para dar paso a una cara de preocupación.- Aun así, Lilith nació sin complicaciones y lleva una vida normal pese a eso. No hace falta decir que su perfección aparente tiene que tener algún fallo.- ¿Estaba dejando caer que Lilith podría ser infértil? ¿Estaba poniéndole un defecto a esa mujer por la que todos perderían la cabeza? ¡¿Veía incapaz de traer a este asqueroso mundo a mi heredero?!

-Lilith ya ha estado embarazada antes.- Las palabras salieron solas de mi boca por la furia que estaba empezando a sentir en mi interior.

-¿De... de qué estás hablando?- Preguntó nerviosa mi madre con los ojos abiertos de par en par.

-Thomas, que estuviese embarazada cuando era humana no significa que siendo vampiresa pueda.- Recalcó mi padre a la vez que se movía nervioso en el sofá.

-Se quedó embarazada hace tiempo siendo vampiresa.- Era algo que sólo yo sabía y ahora, pronto se extendería hasta llegar al más insignificante Nivel E.

-¿De quién se quedó embarazada?- Mi abuelo, la mayoría del tiempo casi ausente en la conversación, se integró de inmediato.

-De mí, cuando aún no estábamos vinculados.- Mi madre se tapó la boca con las manos para acallar un grito de pavor.

-¡¿Y has esperado hasta ahora para decírnoslo?! ¡¿Dónde está ese niño?!- ¿Dónde estaba? Murió aquel día...

-Cuando a Lilith la atacaron en el bosque y Bill la trajo, cuando su barriga estaba perforada por una estaca, hay fue cuando desapareció.- Mi madre había empezado a llorar sin quitarme la vista de encima. Si antes me había visto como un peligro para Lilith, ahora era el mismísimo demonio por haber tenido relaciones con mi hermana fuera del Vínculo de Sangre.

-Dios mío...- Mi abuela se quedó mirándome incrédula. Por el contrario de mi madre, ella estaba preocupada por cómo se suponía que debía sentirme. Pesaría que yo estaba mal por aquello.- ¿Por qué Lilith no os ha contado nada al respecto?- Preguntó.

-No sabía nada. Apenas estaba de un mes.- Me levanté del sofá y empecé a caminar hacia la puerta a punto de marcharme.

-Thomas, protege al bebé que un día tendréis. Da tu vida por él si fuera necesario.- Declaró mi abuelo antes de que yo desapareciera por la puerta.

Comencé a subir as escaleras lentamente. Todo el cuerpo me pesaba y la mente se me estaba empezando a nublar de nuevo, señal de que las voces pronto vendrían a torturarme. Por mi mente pasaban las imágenes de aquella noche en la que le clavé la estaca en la barriga. Sus ojos se quedaron fijos mirándome aun sin conocer que le estaba pasando a su cuerpo exactamente. La sangre bajando por sus piernas procedente de aquel ser que estaba empezando a crecer en su interior.

Entré en la habitación viendo a Lilith tirada en la cama profundamente dormida. Cerré la puerta intentando no hacer demasiado ruido para no despertarla. Simplemente tomaría una ducha y me quedaría leyendo hasta que estuviese a punto de salir el Sol.

Me metí en la ducha y abrí el grifo. No me costó mucho desnudarme y meterme dejando que el agua sobre mi cabeza se llevase todos los recuerdos de aquella noche. Por mucho que intentara pensar en ella, mi paladar me recordaba el sabor de la sangre de aquel niño, una mezcla de la preciada sangre de Lilith y la mía, un sabor especial que yo me empeñé en borrar antes de que nadie pudiese percibirlo.

-Bill.

-Estoy aquí.

-Lo he... lo he... hecho, pero no he podido.

-Está bien así.

-¿Por qué no he podido? ¿Por qué no he podido acabar con la persona que me está volviendo loco?

-Porque ella es más fuerte que nosotros, porque nació para que los hombres no nos sintiéramos los amos del mundo. Ella es la razón por la que te volviste un monstruo y por la que yo creí que no todos los vampiros eran malvados.

-Me ha dicho que me quería y yo le he pegado hasta hartarme. Si hubiese sido humana hubiese muerto en el primer golpe. Si hubieras visto como sangraba...

-¿Por qué has hecho eso?

-Me ha mentido.

-No te entiendo.

-Me ha mentido, la gente no quiere a los monstruos.

-Tú no eres un monstruo, Tom.

-Sí lo soy, ella lo ha dicho.

-Entonces yo también porque soy tu hermano.

-Tú eres demasiado bueno como para ser un monstruo y ella y todos, sois demasiado buenos. Es una mentirosa. Llévala tú a casa de papá, yo me me voy a dormir pronto amanecerá.- Me acerqué hasta ella y retiré la estaca de su barriga lentamente. Me paré a olerla un par de segundo para asegurarme que no había rastro de ese ser en ella. Me acerqué a su oído y lo susurré.- Era un niño...

Mi cabeza se dio contra el frío mármol del baño. Cuando abrí los ojos la vi a ella. Me había empujado con fuerza una vez que se había metido en la ducha. Ahora su expresión seria y enfadada no lo parecía tanto al ver como el agua resbalaba por su suave y blanco rostro.

-¡No vuelvas a hacerlo!- Me gritó manteniéndome contra la pared.

-¿Que no vuelva a hacer el qué?- Le pregunté sin apartar la vista de sus labios.

-¡Hacer que quiera odiarte! ¡No me hagas odiarte!- Sus lágrimas esta vez no se quedaron en su cara sino que desparecieron con las cascadas de agua caliente que caían sobre ella.

-No vuelvas a hacerlo.- La cogí de ambos brazos y la pegué a la pared donde antes yo había estado, pero esta vez, sin la fuerza que ella había utilizado conmigo.

-¿Qué?- Preguntó sin entender nada.

-Hacer que mi autocontrol se vaya a la mierda.- Lilith intentó librarse de mí dándome empujones y patadas.

-¡¿Es que piensas volverme a pegar?! ¡Pégame!- Mis manos volaron hacia el camisón que Bill le había puesto para que descansase, y se lo arranqué. La sangre me hervía y de sólo imaginármela gimiendo mi nombre, perdía cualquier signo de raciocinio que quedase en mí.

-No quiero pegarte sino follarte, gilipollas.- Me lancé a sus labios besándolos y mordiéndolos hasta más no poder. Aunque una parte de mí gritaba que me parase o cabría la posibilidad de que la historia se volviese a repetir, la otra parte, la instintiva, la sensitiva o como mierda quería que se llamase sólo escuchaba los intentos de coger aire de ella, el sonido de nuestros labios al moverse, el roce se sus manos sobre mi torso...

-¿Cómo sé que no vas a volver a empujarme?- Consiguió decir cuando le dí vía libre mientras le arrancaba las bragas.

-Porque no voy a ser capaz de alejarte de mí esta vez.- Ella sonrió y yo volví a sus labios. Sus manos fueron descendiendo hacia abajo hasta agarrarme la polla con fuerza a la vez que sonreía sobre mi boca.- Creo que eso no es la ducha.- Le dije mientras ella empezaba a mover sus manos de arriba abajo haciéndome perder la cabeza en cuestión de segundos.

-Me di cuenta al notar que era más grande.- Confesó. En ese momento, me percaté en que ya no sería capaz de parar por mucho que quisiese, que sin saberlo Lilith llevaría acabo su papel dentro del Vínculo, que yo esta vez protegería a ese niño con mi vida y que por mucho que lo pensase, Lilith siempre me daría algo que ni Rachell ni otra chica podría darme y esa cosa, eran sus lágrimas.

-Voy a devolvértelo.- Dije entre gemido y gemido. Ella me miró sin entender lo que decía pero qué más daba. Lilith antes había dicho que nunca llegaría a entenderme y era mejor a así. Si algún día llegase a comprenderme, huiría de mí.

La cogí en brazos y se la metí con fuerza haciendo que se estremeciera entre mis brazos y sus uñas arañasen mi espalda. La embestía como un animal furioso y no era para menos. Su boca estaba al lado de mi oído y cada vez que yo intentaba llegar hasta lo más profundo de su cuerpo, jadeaba. Era un sonido tan fascinante como el sabor de su sangre, algo incomprensible por lo que yo me sentía dichoso de ser el único que pudiese escucharlo.

Cada vez que se la metía su cuerpo se convulsionaba y sus piernas me apretaban más a ella. En este momento, odiaba al agua porque no me dejaba sentir el roce de su piel. Ésta era tan suave que con el ésta se resbalaba de mis manos.

-Di... dilo.- No, Lilith, ahora no. No podía decirlo aunque ella se muriese por escucharlo. Necesitaba concentrarme en las oleadas de placer y corrientes eléctricas que atravesaban mi cuerpo.- Aunque sólo sea hoy... para... para poder... para poder perdonarte...- Iba a correrme de un momento a otro y ella me estaba suplicando por esas dos palabras.

-Me... me voy.- Pegué su espalda con fuerza contra la pared y comencé a mover mis caderas más rápido si cabía.- Voy... voy a correr... correrme... y tú qui... quieres que diga... esa... gilipollez.- No sabía que estaba haciendo pero de un segundo a otro, mi polla estaba totalmente atrapada en su interior sin posibilidad de movimiento.- ¡¿Qué cojones estás haciendo?!- Grité intentando seguir.

-Dilo o no voy a soltarte. Quizás esto no te guste porque no te puedes mover pero yo estoy gozando como una loca.- Sonreí maliciosamente al escuchar esas palabras tan sucias en su boca. ¿Quién diría que esa era la dulce Lilith?

-¿Quién ha dicho que a mí esto no me gusta?- Ella me miró confusa y en ese momento aflojó sus piernas mientras pensaba en el fallo que había tenido su plan. Proseguí con mis embestidas brutales con ella jadeando de placer.- Inocente.- Le dije cuando puse mi boca en su oreja y la mordí hasta que llegué a sentir su sangre en mi boca.

Estaba llegando, estaba a punto de perder la conciencia por unos segundos otra vez. Me iba a correr, lo sentía, y por lo alto que Lilith gemía estaba seguro que ella también lo haría. Ese sería el momento en el que no habría marcha atrás, cuando dependiendo de si todo salía bien, dentro de nueve meses tendría lo que le arrebaté entre mis brazos de nuevo. Algo de ella y mío, con nuestra sangre corriendo por sus venas, un Kaulitz que habría nacido de la Sangre Pura más hermosa y venerada por nuestra especie, y el monstruo que tantas veces la había hecho llorar.

-¡Ah!- Gritamos a la vez dando por empezada la cuenta atrás hasta verificar si había tenido éxito mis intenciones. Las fuerzas me empezaron a fallar y sus piernas a temblar a mi alrededor. Dejé caer nuestros cuerpos hasta sentar a Lilith en el suelo y yo quedarme de rodillas frente a ella.

-Perdóname por lo de esta tarde.- Le pedí reposando mi cabeza en su hombro.

-No, perdóname tú a mí.- De repente, sentí un inmenso dolor en el cuello, Lilith me estaba mordiendo. En momentos como este creía que era masoquista. El dolor que ella me proporcionaba me daba placer, tanto, que mi pequeña amiga se estaba volviendo a despertar.

La escuchaba mientras se bebía mi sangre y como mi cuerpo reaccionaba ante el dolor que me proporcionaban sus colmillos. Notaba como mi sangre fluía por sus venas y se apoderaban de cada rincón de su cuerpo, llegando a sitios insospechados. Sus débiles brazos me rodearon y me llevaron hacia ella. Yo ya no tenía fuerzas para resistirme ni tampoco para pararla, esto me gustaba.

Separó sus afilados colmillos de mi piel haciendo un ruido desgarrador. Mi sangre se escurría por su boca y por mi cuello hasta perderse en el agua. Sus ojos, rojos como el fuego me miraron. La dulce Lilith seguía siendo esa vampiresa que tenía delante y que luchaba por no volver a lanzarse a mi cuello.

-¿Satisfecha?- Le pregunté a aquel demonio. Ella como contestación, pasó sus dedos por su cuello limpiando el resto de sangre que le había manchado su hermosa piel.- Chúpalo.- la escena me estaba poniendo cachondo. Ella no apartaba la vista de mí y yo del recorrido que sus dedos hacían por su cuello. Ella sonrió y lamió lentamente cada uno de sus dedos manchados por mi sangre. Un gemido salió de su garganta al saborearla

-Va a salir el Sol.- Se mordió el labio inferior dejando que su sangre fuera esta vez la que rozase su boca.- Chúpalo.- Me imitó. No me hizo falta pensármelo, me lancé a su boca y succioné todo lo que pude antes de que la herida se cerrase.

-Vete a la cama.- Dije cuando terminé. Me levanté del suelo de la ducha, cogí una toalla y me la puse alrededor de la cintura. Volví a pensar en lo que acababa de hacer. Si esto salía bien, Lilith se quedaría embarazada y vendrían los problemas.

Ella se levantó sonriendo, cogió una toalla y salió del baño dejándome perdido en mis pensamientos. Hice lo mismo y salí del escenario donde habíamos hecho, sin ella saberlo, lo definitivo para yo tomar el lugar de mi padre.

Cuando fui a la cama, Lilith ya estaba dormida. Lo de Shelly, el golpe y nuestra sesiones de sexo salvaje la dejaban siempre agotada. Le quité la toalla que cubría su cuerpo y la metí en la cama. Así dormida no parecía el monstruo que había tenido delante, la Lilith monstruosa a la que todos temían...


Esta noche, quizás, le había devuelto lo que le robé hace ya varios años. Su hijo, mi hijo, nuestro hijo... el que yo maté.

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