Capítulo 24
Capítulo 24
-...Y cuando ya estaba allí, me cayó encima un líquido verde pegajoso.
No me podía creer que hubiese gente capaz de...- Me callé. Iba en el lujoso
Cadillac de mi hermano. Me había levantado muy animada y cuando Bill me dijo
que Tom quería que fuésemos a cenar juntos, me emocioné tanto que casi me puse
a dar saltos de alegría.
Habíamos salido hacía una hora para llegar a la hora justa de la cena.
No había abierto la boca en todo el camino pero yo me había encargado de hablar
por ambos y ni siquiera sabía si realmente me estaba escuchando.
Estaba tan contenta que le había contado todo mi vida en una hora. Sus
ojos se fijaban en la carretera sin apartar la mirada de ella, me gustaba que
estuviese así. Estaba tranquilo y relajado, sin mostrar ningún tipo de maldad.
Por fin sentía que éramos como antes, dos hermanos que se respetaban
mutuamente.
-¿Capaz de...?- Reaccioné al escuchar su voz. Era la primera vez que
hablaba en todo el camino cuando pensé que no me estaba escuchando.
-¿Qué?
-¿Que no te podías creer que hubiese gente capaz de qué?- El coche se
paró en un semáforo y eso le dio tiempo para mirarme.
-Capaz de... esto... de hacer daño a... otras personas.- Temía que con
mi confesión, el buen rollo que se había creado entre nosotros desapareciera y
volviera a florecer la rabia. Cerré los ojos esperando un atrocidad por su
parte, pero no llegó. Abrí los ojos y me encontré a los suyos de la misma
manera que hace un rato. No se había movido ni un ápice y los coches se estaban
empezando a desesperar porque el nuestro no se movía.
-Yo tampoco me lo puedo creer.- Sonrió con esa maldad que lo
caracterizaba y arrancó el coche a toda velocidad. Mi cuerpo se pegó al asiento
por la fuerza. Tom sacó una mano por la ventanilla y les enseñó a los coches de
atrás su dedo corazón. La educación no era lo suyo.
Recordé la noche anterior. No podía borrar de mi paladar el sabor de su
sangre aunque tampoco lo había intentado. La misma pesadilla se había repetido
una y otra vez en mi cabeza esa misma noche. Me encontraba en un bosque en el
que estaba toda mi familia por un lado, y por el otro, Adam. Adam cogía algo
del suelo, salía corriendo y se lo clavaba a Tom en el corazón. El cuerpo de mi
hermano se volvía cenizas y yo no podía hacer nada por él. Observaba la escena
desgarradora en la que mi madre lloraba desconsolada y en la que Bill, Andreas
y Mara corrían tras Adam. Me desperté agitada en el momento en el que las
cenizas de Tom se las llevaba el viento.
Salí de mi habitación y anduve hasta la habitación de Tom para
comprobar que todo había sido una horrible pesadilla. Sentía su energía al otro
lado de la puerta y eso me reconfortó. Estaba asustada. Quería abrir la puerta
y abrazarme a él como cada vez que tenía una pesadilla de pequeña, pero una
barrera se había interpuesto entre él y yo. El miedo se escapa por mis ojos en
forma líquida mientras Tom dormía tranquilo al otro lado.
Llegamos a un restaurante bastante lujoso al que reconocí de inmediato.
Era el mismo al que me había traído Adam hacía ya tiempo. La única diferencia
era que las terrazas estaban abiertas lo que hacía que los comensales
disfrutaran de la brisa de la noche.
Iba muy poco arreglada para entrar en un sitio como este. Llevaba unos
pantalones cortos, una camiseta de tirantes negra y unas converse. No era el
mejor atuendo para entrar en un restaurante en el que el peor plato podía
llegar a costar unos mil euros aunque viendo a Tom con esas pintas de rapero
mafioso, no me sentía como la única mal vestida.
-¿Crees que nos dejaran entrar con estas pintas?- Había corrido hasta
ponerme al lado de Tom. Había cogido un ritmo bastante rápido cuando empezó a
andar.
-A mí me dejan entrar hasta en pijama en cualquier sitio.- Me reí al
escucharlo. Su tono irónico esta vez no era para perjudicarme.
Andamos hasta la entrada donde Tom dio su dio su nombre y nos dejaron
entrar. Tom había reservado por lo que esto estaba previsto antes de que Bill
me lo dijera.
Me sentía observada por todos los allí presentes. Cada una de las
personas que comían allí, lo habían dejado de hacer para observarnos a ambos. A
Tom no parecía importarle mucho que lo mirasen, tendría que estar acostumbrado
por como todas las chicas de la universidad lo miraban cuando pasaba.
Nos sentamos en la misma mesa en la que nos habíamos sentado Adam y yo.
Las vistas de toda la ciudad de Hamburgo me seguían dejando con la boca
abierta. Las luces de la ciudad iluminaban el horizonte mientras la Luna los
miraba desde lo alto.
-Me encanta este sitio.- Dije en voz baja para mí misma. Ver Hamburgo
desde aquí arriba era una sensación indescriptible.
-Lo sé.- Giré la cabeza buscando sus ojos pero no los encontré. En su
lugar, estaba su perfil, dejándome verlo desde otra perspectiva. La luz de la
ciudad se reflejaban en ellos y los hacía brillar. No recordaba la última vez
que había visto algo de luz en su mirada y aunque este brillo no emanase de sus
ojos, le sentaba fenomenal.
-¿Qué van a comer los señores?- El camarero se situó frente a la mesa
haciendo que ambos dejáramos de ver por el cristal. Era un señor bastante alto
y delgado, con una nariz puntiaguda y un bigote que me recordaba a las
caricaturas francesas.
-Yo tomaré pescado azul con salsa de ostras.- El camarero le dio a la
pantalla de una especie de agenda electrónica.
-¿Y usted, señor?
-¿Qué?...o sí...lo mismo.
-De acuerdo.- El camarero nos dejó solos otra vez.
La mirada de Tom se centraba en la carta. No parecía estar
divirtiéndose mucho y seguramente que era por mi culpa. Sabía que no estaba
leyendo nada sino simplemente pensando disimuladamente. Siempre me había
preguntado qué pasaba por su mente, en qué estaba pensando en cada momento pero
sus pensamientos podrían llegar a darme miedo.
-Hoy hace una noche estupenda, luego podríamos ir a dar un paseo.- El
blanco de sus huesos se dejaba ver a través de sus nudillos. Apretaba la carta
con fuerza entre sus manos.
-Como quieras.- Seguía sin levantar la vista de la carta. Me sentía la
culpable de que él no estuviera pasándoselo bien.
-Pensé que Sasha vendría con nosotros.- Decidí sacarle un tema que lo
entretuviera, y cuál mejor que el de su novia.
-Estaba ocupada.- Seguía leyendo sin leer mientras de un momento a otro
se saldrían sus huesos de la piel. Estaba tenso, tanto que cuando el camarero
posó el plato en la mesa, Tom lo miró con unas ganas de destriparlo enormes.
-Gracias.- Le dije al camarero cuando nos sirvió a ambos. Mi comida
olía tan bien que se me hacía la boca agua de tan sólo mirarlo.- Quisiera
pedirle perdón por lo que le hice la última vez que la vi. No me he portado
bien con ella.- Me metí un trozo de pescado en la boca que achicharraba. Empecé
a soplar intentando no quemarme aunque mis esfuerzos no valían de mucho ya que
la lengua se me estaba empezando a quemar.- ¡Cómo quema!- Miré a Tom sonriendo
y éste levantó una ceja como contestación.
-Deberías de tener cuidado, las quemaduras no se curan tan fácilmente.-
Sonreí ante su respuesta. Por un momento, nos vi como dos hermanos cenando, en
la que la hermana pequeña se quemaba con la sopa y el hermano mayor le regañaba
por su imprudencia.
-Me gusta que estemos así.- Dejé de enfriar el trozo que tenía en el
tenedor y me lo metí en la boca.- Como dos hermanos normales que se quieren y
se respetan.- Removía con el tenedor el plato mientras sonreía. Me sentía
feliz, por una vez en mi vida me encontraba pletórica.
-¿Somos dos hermanos normales?- La sonrisa desapareció de mi cara al
oír el tono frío de su voz.
-¿No lo somos?- No quería pensar en ello así que intentaba pensar en
cómo estaría Adam.
-Dos hermanos normales no hacen lo que nosotros hemos hecho.- El
tenedor se resbaló de mi mano por la repentina falta de fuerza en ella. Lo que
había intentado borrar de mi mente, Tom lo había sacado a la luz.
-¿Y qué hemos hecho exactamente, Tom?- Notaba como me picaba la
garganta y los ojos.- Porque yo sólo he hecho lo que creía conveniente pero ha
terminado por hacerme daño.- Levanté un poco la cabeza y vi el plato de Tom. No
había probado bocado todavía y la comida se estaba empezando a enfriar.
El silencio nos invadió. Yo intentaba tragar pero mi garganta se había
cerrado por completo. Tenía unas enormes ganas de correr y encerrarme en mi
cuarto. Ahora necesitaba el abrazo de Adam y que me dijera que todo iba bien
aunque no lo fuese.
Tenía algo que me presionaba el corazón y no me dejaba respirar.
Mantener esta conversación con Tom me había ayudado a darme cuenta que
realmente no le había dicho nada de lo que me perturbaba desde hacía tiempo, y
a lo cual me había negado a reconocer.
-Ahora vuelvo.- Terminé de comer y me levanté de la silla. Empecé a
andar tan rápido como mis pies me dejaron. Quería dejar de sentir su mirada en
mi espalda.
Entré en el baño y fui corriendo hasta el brillante lavabo. Posé ambas
manos en el mármol que lo rodeaba y respiré hondo varias veces. ¿Por qué no
podía respirar? Sabía que hasta que no reconociera lo que realmente me pasaba,
mi estado no cambiaría e iría de mal en peor por momentos.
Mi móvil empezó a vibrar en mi bolsillo. Me asusté al sentirlo. Algo no
iba bien, lo presentía. Mis manos se movieron nerviosas hasta dar con el móvil.
En la pantalla se reflejaba en nombre de la persona que menos me esperaba en
estos momento, mi madre.
Corre.
Levanté la cabeza para mirarme en el espejo e intentar descifrar aquel
mensaje. Lo que vi fue peor que cualquier cosa. Los ojos de mi hermano mi
miraban a través del espejo pero antes de darme la vuelta, ya me encontraba
inmovilizada por una de sus manos en mi cuello y la otra aguantando las mías
detrás de mi espalda. El móvil se cayó de mis manos y con él todo lo que creí
haber avanzado con Tom.
Nuestras miradas se cruzaron por el espejo. Su rostro no expresaba
ninguna muestra de sentimiento. El verdadero Tom había vuelto. Había sido tan
estúpida al creer que había cambiado...
-¿Qué...qué estás haciendo?- Las palabra salían entrecortadas de mi
garganta, el aire me faltaba de la misma manera que me faltaba fuerza para
hacerle frente.- ¿Qué demonios estás haciendo?- La mano que sujetaba las mías
me soltó y buscó algo en el bolsillo trasero de su pantalón. Vi por el espejo
la enorme estaca que tenía en su mano. Me moví nerviosa, intenté quitar su
brazo de mi cuello con ambas manos, pataleé y le pegué, pero aun así, no
conseguí que me soltara.
El ruido de la puerta a los aseos hizo que los dos miráramos hacia
ella. Cuando quise darme cuenta me encontraba encerrada en uno de los cubículos
del baño, con Tom delante mía, tapándome la boca con la mano y con la otra
apuntando con la estaca directamente sobre mi cuello.
El sonido del grifo del lavabo llegó hasta mis oídos. Tom miraba hacía
la puerta por si a quien fuese se le ocurría entrar. Mis ojos sólo podían
fijarse en él sin hacerle caso a la estaca que amenazaba con clavarse en mi
cuello. Mis lágrimas resbalaron por mi cara hasta llegar a la mano de Tom que
tapaba mi boca para que no dijera nada. Cuando las sintió, se volvió y me miró.
Cerré los ojos para no verle, no ahora. Lo que estaba haciendo me dolía más que
cualquier insulto o burla. Me había hecho creer que todo estaba bien para que
me confiase y llegara este momento. Había creído que había cambiado, que
habíamos firmado una tregua y que intentaríamos ser los que éramos antes, sin
embargo, nada de eso se correspondía con la realidad.
Escuché como quien había entrado se iba de la misma manera y hasta que
no cerró la puerta, Tom no quitó su mano de mi boca. Me deshacía en temblores
imaginándome sus ojos rojos y lo que pronto sucedería.
-¿Por qué no abres los ojos?- Su voz sonó desafiante. Las lágrimas
salían de mis ojos aún si apretaba con fuerza. Negué con la cabeza
efusivamente.- ¡Contéstame!- Sentí el golpe que le dio a la plataforma que
separaba un cubículo de otro. Mi cuerpo tembló al sentirlo.
-No... no... no quiero... ver... como... como lo haces.- Decir aquellas
palabras me costó muchísimo. Mi garganta no producía sonido alguno a pesar de
que mi cuerpo estuviera ansioso por gritar.
-¿Cómo hago el qué?- Sentía el filo de la estaca en mi pecho cada vez
con más fuerza. Lo peor sería no sentirla porque eso significaría que estaba
cogiendo altura para clavarse más profundamente.
-Como...como me... me matas.- Las lágrimas ya salían sin que yo pudiera
evitarlo. Por mucha fuerza que hiciese, salían descontroladas de lo más
profundo de mi alma.- Prefiero quedarme... con... con la imagen... de mi
hermano.- Eché a llorar como nunca en mi vida lo había hecho. Mi corazón se
encogía por cada sentimiento que moría dentro de mí.
-¿Y quién soy yo, entonces?- La estaca hizo un poco más de presión
sobre mi piel e hizo que yo apretara más los ojos esperando aquel momento.
-No lo sé.- Mis mente se imaginaba la imagen tan aterradora que tenía
frente a mí. Tom con los ojos rojos como el fuego, con la estaca amenazando con
clavarse y con sus colmillos fuera. Un escalofrío me recorrió de los pies a la
cabeza.- Hazlo rápido.- Busqué con mi mano su camiseta y lo atraje un poco más
hasta mí.- Tengo mucho miedo, Tom.- La presión de la estaca despareció de mi
pecho. Sabía que el momento se acercaba. Había estado tantas veces ante la
muerte, había muerto tantas veces que ya no me asustada. ¿De qué era entonces
de lo que tenía miedo? De mis sentimientos. De todos y cada uno de los
sentimientos que sentía por el monstruo que tenía delante.
-¿Qué te ha hecho daño?- Su voz sonó diferente, tanto que no la
reconocí. Ronca y grave como jamás nunca la había escuchado, terrorífica y
fría.- ¿Qué has hecho para terminar haciéndote daño a ti misma?- Volví a sentir
la estaca en mi pecho.
-No...no puedo decírtelo.- Decírselo sería mi liberación y a la vez mi
condena. Quitar las cadenas que oprimían mi corazón para que la estaca entrase
mejor, pero no podía. No podía infringir otras normas ni tampoco soportar que
se burlase una vez más de mí.
-¿Perdonar a la mujer que te arrancó de tu familia? ¿Darte cuenta que
eres un monstruo como yo? ¿O algo mucho mejor?, enamorarte de Adam.- El filo de
la estaca arañó mi piel e hizo que se escurriera por mi pecho una fina línea de
mi sangre.- ¿Es eso? ¿Te has enamorado de Adam?- Me estaba hablando con chulería,
pretendiendo que abriese los ojos y le gritase para que él pudiera clavarla en
mi cuerpo de la manera más bestia.- Claro, ahora lo entiendo todo. Le diste tu
sangre para que no se muriera. Eres tan egoísta que prefieres condenarlo a
beber tu sangre para recuperarse, a perderle para siempre.- El filo de aquel
trozo de madera no dejaba de recorrer mi escote arañando cada trozo de piel a
su paso.
-¡Cállate!- Apreté los ojos con más fuerza.
-Te doy una oportunidad para que confieses en mí y así me lo pagas.- Su
dedo hizo el mismo recorrido que la estaca segundos antes. Escuché como se lo
lamía cubierto con mi sangre. Cuando mi sangre pasaba a formar parte de su
cuerpo una enorme excitación se apoderaba de todo mi ser, ahora, el terror me
impedía sentir otra cosa.- Pobre Adam, ya no podrá follarse a la dulce y tierna
Elizabeth. Ya no volverá a sentir su polla dentro de ti ni te hará sangrar de
esa manera tan poco cuidadosa.
-¡Cállate!- Me tapé los oídos con las manos para no escucharle. Las
atrocidades que soltaba por la boca sólo hacían que me sintiera peor por
dentro.
-Quieres tanto a Adam que con la escusa de que te morías, aprovechaste
para que te follara. Que guarra, hermanita.
-¡Cállate! ¡No sabes nada!- Abrí los ojos y me fijé en los suyos. El
color miel de ellos se clavó en mis pupilas. La niña que había tenido encerrada
había salido por completo y se había hecho dueña de mi boca.- ¡Todo lo que
hice, lo hice por ti! ¡Me acosté con Adam por salvarte y no me importaría
volver a hacerlo otra vez si con eso consiguiera que mi hermano regresara!-
Cogí la mano que sostenía la estaca y me la puse en el pecho de nuevo bajo su
atenta mirada.- ¡Volvería a morir una y otra vez si con eso consigo que
vuelvas!- Respiré hondo e intenté tragarme más de una lágrima que se escapaba.
-¿Te tiraste a Adam por mí? ¡Oh, que halagador!- Vi de nuevo como los
nudillos que apretaban la estaca se volvían blancos por la fuerza que ejercía
sobre ella.
-¿Aún no te has dado cuenta?- Susurré. Sus ojos se volvieron a clavar
en los míos. Mi cuerpo se deshacía en temblores por mi futuro inminente.
-¿Darme cuenta de qué? ¿De qué eres como otra vampiresa más, que dice
como escusa que se tira a los tíos por salvarme?
-¡De que te quiero!- Me tapé la boca con ambas manos y abrí los ojos como
platos. ¿Cómo había sido capaz de decirle eso?
-¿Qué has dicho?- Negué con la cabeza. No volvería repetirlo una vez
más. Nunca lo había dicho en voz alta porque me daba miedo de que se enterase y
ahora, se lo había soltado como si nada.- ¡¿Qué coño has dicho?!- Me asusté por
el grito tan fuerte que dio. Su mano apartó la que tapaba mi boca con
fuerza.-¡¿Qué has dicho?!
-No me hagas repetirlo, por favor.- Sus ojos estaban fijos mirando los
míos intentando intimidarme.- No, Tom, por favor.- De nuevo las lágrimas en mis
ojos.
-Repítelo.
-No, por favor.
-Sólo una vez más.
-No... no me hagas... esto.
-¡Repítelo!
-¡Mátame ya, Tom! ¡No voy a decirlo otra vez!
-Necesito escucharlo una vez más.- Se acercó más a mí hasta pegar su
cuerpo completamente al mío. La estaca había desparecido de mi vista.
-Te... No puedo.- Giré la cabeza para que no me viese llorar. Sentía
impotencia en mi interior y una tremendas ganas de salir corriendo. Después de
haberme negado a mí misma lo que sentía, después de siglos ocultando lo que
oprimía mi alma, lo había soltado pero delante de la persona menos indicada.
-Dilo.
-¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Y entenderé que me
odies más por esto! Pero no se lo digas a nadie. Ya me doy suficiente asco a mí
misma para que los demás también me lo tengan por estar enamorada de mi
hermano.- El ruido de algo al caerse hizo que pegara un bote por el susto. La
estaca había caído al suelo y rodaba por él hasta chocar con mi pie.
-El amor no existe, es sólo el nombre que le dan los humanos a las
reacciones de su instinto animal.- Me esperaba esa respuesta, una respuesta que
me hiciera creer que todo lo que sentía era algo equivocado por la persona
equivocada.
-Me he criado con humanos, es normal que le de a las cosas el nombre
que les dan ellos.- Me había liberado y podía respirar sino fuera porque tenía
el cuerpo de Tom tan pegado al mío que me lo impedía.
-Enséñame hasta donde llega tu amor por mí.- Su lengua pasó por mi
cuello y esperé ansiosa el momento en el que sus colmillos atravesaran mi piel
y se llevara con ellos lo más prohibido de mi cuerpo, mi sangre.
-No sé cómo puedo demostrártelo.- Suspiré cuando su lengua paseó por mi
nuez.
-He hecho algo que me va a dejar unos días mal.- Dejó de chuparme el
cuello para posar su boca al lado de mi oído.- Necesito tu sangre.- Un
escalofrío me recorrió todo el cuerpo pero esta vez no por miedo sino por algo
más fuerte.- Dámela de la misma manera que lo hiciste con él.- Las huellas de
lo que pensaba hacer no se borrarían tan fácilmente de mi piel pero que más
daba. No me lo pensé mucho, clavé mis colmillos en mi muñeca y la sangre empezó
a brotar de ella. Tom percibió el olor y se la acercó a los labios. Pasó la
lengua por donde la sangre había pasado antes de caer al suelo.
Su boca se aferró alrededor del los agujeros de mis colmillos y empezó
a succionar. No me había clavado sus colmillos y eso era raro ya que la herida
pronto se cerraría.
-¿Lo demuestra esto?- Vi como sonreía sobre mi muñeca. Levantó la
cabeza y me miró. Su boca estaba manchada de sangre, de mi sangre, de la sangre
que nunca debía ser derramada.
-¿Sigues teniendo miedo?- Observé como la herida se iba cerrando. Había
vuelto a infringir la misma norma y estaba segura que esta sólo sería una de
las muchas veces que lo haría.
-Ahora tengo más miedo que nunca.- Él sonrió de esa manera tan sádica
que tenía pero que a mí, me encantaba. Le tenía miedo a él más que a nada en
este mundo pero ese miedo hacía que no pudiera estar sin él. Me había vuelta
adicta al terror, a mi hermano.
-Bien.- Sus labios chocaron con los míos. Cerré los ojos para poder
centrarme en aquel beso prohibido.
Su boca empezó a moverse sobre la mía como sólo él sabía hacer. Su
lengua pronto dominó mi boca con movimientos ágiles y lentos, nada que ver con
la última vez que sentí sus labios. Pude notar el sabor de mi sangre en la
boca, mi sabor era tan distinto al suyo, el mío no me gustaba.
Sus manos subieron por el contorno de mi cuerpo, desde mi cintura hasta
mis pechos. Paseó su mano por donde antes había pasado la estaca. Me estremecí
con el contacto de su piel sobre la mía. Nuestro beso se rompió con un sonido
húmedo. Mi camiseta pasó por mis brazos hasta desaparecer de mi cuerpo. Sus
manos agarraron mis piernas y las levantaron quedando mi cuerpo sujetado por
sus brazos. Mi espalada se daba con la pared de plástico que separaba un
cubículo de otro. Por un lado, estaba la fría pared, y por el otro, el calor de
su cuerpo.
Le quité la camiseta y acaricié sus pectorales. Toqué con mi mano algo
en forma de cruz pero cuando fui a mirar, Tom volvió a buscar mi boca. No le di
mayor importancia. Su boca bajó por mi cuello y gemí. Me salió de lo más
profundo de mi alma. Me estaba haciendo sentir como sólo él lo había hecho
antes.
Me elevó con sus manos un pocos más. Su boca arrancó mi sujetador y
dejó a su vista mis pechos. Ahora podía ver a Tom, no como la otra vez en la
que sólo sentía lo que hacía y no lo veía. Las sensaciones ahora, se
multiplicaban por mil. Cada beso, caricia o simple contacto, ya hacía que toda
mi piel se pusiera de gallina.
Su boca jugaba con mis pezones mientras yo me deshacía en gemidos que
les hacía sonreír sobre mí cuerpo. Me quejé un poco cuando hizo que, de nuevo,
mis pies tocasen el suelo. Rompió el beso que nos mantenía unidos y bajó su
cuerpo hasta ponerse en cuclillas. Desabrochó uno a uno los botones de mi
pantalón y bajó la cremallera. Mis pantalones cayeron al suelo rápidamente. Sus
manos ascendieron lentamente por mis piernas y con sus manos, bajó la única
prenda que me quedaba. Mis piernas revelaban el profundo nerviosismo que tenía.
Sus labios se volvieron a unir con los míos en una búsqueda
desenfrenada por dominar la boca del otro. No me lo pensé mucho cuando puse mis
manos en el borde de su larga camiseta y tiré de ella hacia arriba. Esta vez,
fui yo la que se lanzó a sus labios como una loca. Ya no me importaba la
vergüenza que mis mejillas mostraban sino el contacto con todo su cuerpo. Las
ganas de sentirlo unido a mí crecían por cada una de sus caricias en mi cuerpo.
Dejé que mis manos se movieran solas y fueran hasta su correa. Conseguí
desabrocharla y que sus anchos
pantalones cayeran hasta sus tobillos. Tom suspiró contra mi cuello cuando pegó
su cuerpo al mío y noté como su entrepierna se rozaba con mi barriga. Sólo unos
malditos bóxer nos mantenían aún separados. Deseé con todas mis fuerzas que ese
estúpido trozo de tela desapareciera y como sólo yo podía hacer que se
esfumara, lo hice. Bajé hasta que mis rodillas tocaron el suelo y los bajé de
golpe. Mi cara tuvo que ser la viva estampa de la sorpresa. Su pene estaba
totalmente erecto y era tan grande...
Tom se separó un poco de la pared para que yo pudiera volver a subir.
Ahora estaba más nerviosa que antes. Ver aquello tan sumamente grande me asustó.
Cuando nuestras caras volvieron a estar frente por frente, mi boca
soltó un suspiro bastante profundo. Sus ojos estaban cargados de lujuria y los
míos, de miedo. Tom sabía de sobra a qué se debía mi terror y como respuesta,
sólo sonrió maliciosamente. No sabía cómo interpretarla, si como un “no te
preocupes” o un “prepárate para sufrir”, y la segunda opción me parecía la más
acertada.
Sus manos se posaron en mis nalgas y me levantaron de nuevo. Mis
piernas rodearon su cintura y mis manos, su cuello. Nuestras respiraciones
estaban agitadas al igual que nuestros cuerpos. Podía sentir como su enorme
erección rozaba mi vagina, lo que anunciaba que el pecado se completaría
pronto.
Clavé mis uñas en su piel cuando noté como su pene entraba poco a poco.
El dolor era sumamente insoportable. Los músculos de su espalda estaban
contraídos, entrar en mí tampoco le estaba siendo una tarea fácil.
La puerta de acceso a los servicios donde nos encontrábamos se abrió y
con ella, mis ojos por la impresión. Tom paró en su intento de avanzar
lentamente. Mis nervios estaban a flor de piel por culpa de ese alguien que
había entrado y por un momento pensé en bajarme y salir corriendo, pero sentir
este contacto con Tom, no tenía precio.
Mi espalda chocó fuertemente contra la pared de plástico. Una de las
manos que antes me sujetaban pasó a taparme la boca. Creí que Tom lo hizo para
que mis gemidos no se escucharan, pero me equivoqué. En un golpe seco de pelvis
contra pelvis, Tom se deslizó dentro de mí con rapidez. Mi grito de dolor fue
ahogado por su mano. Sus ojos se cerraron sintiendo como mis músculos se
adaptaban perfectamente a su pene, pero el proceso era demasiado doloroso para
mí. Las lágrimas se deslizaron por mi cara empapado la mano de Tom. Éste abrió
los ojos y los fijó en los míos. Podría olvidarme del dolor si sus ojos
mostraran algo de aprecio por la persona que tenía en brazos, quizás ese fuera
el motivo de que por mis piernas empezara a bajar un líquido ya bastante
conocido para mí.
-¿Hay alguien ahí?- La voz de una mujer se oyó sonora en los servicios
del lujoso restaurante. Tom hizo un gesto con la cabeza para que contestase yo,
de inmediato, negué con la cabeza. Quitó la mano de mi boca y señaló para la
puerta.- ¿Se encuentra bien?- La mujer parecía preocupada y si quería que se
fuera, tenia que contestar.
-Sí...sí.- Dije o más bien gemí. Apoyé la cabeza en el hombro de Tom
para intentar controlar el dolor y mis palabras.
-¿Necesita ayuda?
-¡No!- Mi voz sonó desesperada. Necesitaba que esa mujer despareciera
lo más pronto posible para centrarme en el causante de este dolor infernal.-
Cre... creo que me ha sentado mal algo.
-¿Quiere que vaya a buscar a alguien?
-¡Ah!- Tom empezó a moverse dentro de mí arañándome por dentro.-¡Para!-
Clavé mis uñas en su espalda y eché la cabeza para atrás.
-¿Qué?
-¡Qué se vaya, joder!- Salió la bestia que llevaba dentro. No podía
centrarme en esa mujer cuando tenía entre mis piernas su cuerpo.
Escuché como la mujer salía maldiciendo por lo bajo a la que le había
hablado tan mal cuando ella sólo intentaba ayudar.
-Más despacio, por favor.- Tenía los ojos cerrados intentando no ver la
cara de satisfacción que tendría Tom al verme sufrir de esta manera.
-Te pones realmente sexy cuando gritas.- Abrí los ojos y vi como por la
cara de Tom cruzaba grandes gotas de sudor. Se mordía el labio inferior
mientras seguía moviéndose en mi interior.
Me quedé observándolo unos segundos hasta que mi cuerpo reaccionó ante
el placer que le estaba provocando Tom. Oleadas de placer recorrían mi cuerpo y
me impedían pensar con claridad. Mis piernas hicieron más fuerza sobre su
espalda haciendo que se pegara más a mí. Necesitaba más de todas aquellas
sensaciones y no tardaron en llegar. Tom me lamía el cuello como un animal
salvaje. Sabía que sus colmillos no tardarían en clavarse en mi piel pero como
siempre, Tom siempre me sorprendía. Las embestidas empezaron a ir más rápido
cuando creí que era imposible. Mis gritos se podrían escuchar desde fuera sin
ningún problema. Me deshacía en gemidos cada vez que escuchaba los suyos, eran
tan sexuales y tremendamente sucios...
Esta vez fui yo la que me dediqué a lamer su cuello. El colmo del
placer sería beber su sangre ahora, pero no podía hacerlo. Mis gritos, suspiros
y gemidos no permitían que pudiera estar quieta para morderle. Dejé de intentar
hacerlo y pasé a devorar su ojera. Mordí el lóbulo de la oreja un poco más
abajo de su pendiente. Tom gimió de la manera más porno que jamás me habría
imaginado, incluso noté como sus brazos empezaron a flaquear cuando la lamí
entera.
Las corrientes de placer se intensificaban y conocía lo que vendría
luego. Empecé a gemir como una loca y lo hubiera hecho más si no me hubiese
mordido los labios intentando controlarme.
-No...no pue...puedo más.- La voz no me salía pero sí los gritos que
anunciaban el colmo de la excitación.-¡Ah!- Grité tan fuerte como mis pulmones
me permitieron. La mente se me nubló por varios segundos y sólo podía oír los
gemidos ahogados de Tom
Su pene vibró dentro de mí y sus embestidas se empezaron a hacer más
fuertes y profundas. La fuerza con la que mi cuerpo subía y bajaba era extrema.
No podría haber aguantado mucho así si Tom no me hubiera tenido cogida.
Una penetración hasta lo más profundo de mi cuerpo hizo que mi espalda
volviera a chocar con la pared impregnada de mi sudor. El gemido de Tom me puso
la piel de gallina y un escalofrío me recorrió. Podría haber tenido otro
orgasmo con tan sólo escucharle...
Mis pies tocaron el suelo mojado por algo a lo que no le di importancia
en este momento. Tom retrocedió hasta que su espalda tocó la pared de plástico
de enfrene mía. Su respiración estaba agitada, igual o más que la mía. El sudor
que recorría su cuerpo brillaba por el reflejo de la luces del techo.
Dejé que mi cuerpo se deslizara hasta quedarme sentada en el suelo. Me
sentía débil y sin fuerza pero a la vez, relajada. Me llevé las manos a la cara
y me aparté los pelos que se me habían quedado pegados a causa del sudor.
Miré a mi alrededor y vi mi ropa sobre la tapa del inodoro y cuando
miré para Tom éste ya estaba con los pantalones puestos y a punto de coger su
camiseta para ponérsela. Me levanté apoyándome en la pared hasta ponerme de
pie. No mencioné palabra, simplemente cogí mi ropa y empecé a ponérmela. Las
manos me temblaban debido a la excitación sufrida antes.
Al ponerme las bragas me di cuenta de que por mis piernas había un
pequeño rastro de sangre seca que manchaba el suelo. Tom me había hecho sangrar
bastante... Me volví para buscarle pero no estaba.
Salí corriendo del cubículo del baño y lo vi. Estaba echándose agua en
la cara, ya, completamente vestido. No aparté la mirada hasta que la cruzamos
por el espejo. Bajé la cabeza de
inmediato. Sentía como mi cara se estaba empezado a poner roja y como mis
piernas me empezaban a fallar de nuevo.
-Te espero fuera, no tardes.- Eso fue lo último que dijo antes de salir
por la puerta del servicio, tan seco como siempre.
Me miré en el espejo. Mi pelo estaba revuelto y mi cara roja. Los ojos
no se habían vuelto a su color original sino que seguían de aquel azul claro
casi blanco. No recordaba habérselos visto igual a él...
Me eché agua en la cara para refrescarme y dejé que las gotas de agua
llegaran hasta mi cuello. Mojé un trozo de papel y empecé a limpiar el rastro
de sangre de mis piernas. La sangre que había sido derramada por su culpa, se
borró con suma facilidad como tenía que hacer yo, borrar todo lo que había
pasado hoy si no quería volverme loca.
Vi mi móvil en el suelo con la batería por un lado y el resto del
teléfono por otro. Lo cogí y uní las
piezas. La pantalla del móvil se volvió a encender cunado todas las piezas
estuvieron en su sitio. Pude leer que había recibido dos llamadas de mi madre y
una de Adam. Recordé el mensaje que me había mandado antes mi madre. ¿Ella
sabía lo que Tom había estado dispuesto a hacer?
Salí de los aseos cuando mis ojos volvieron a su color natural. Ya no
había la gente que antes comía feliz, sino que sólo quedaban algunos que se
habían puesto a charlar y a beber un caro vino francés. Pasé desapercibida por
ellos y lo agradecía. Mis pintas no eran las más acertadas para encontrarme a
nadie.
-Espero que haya disfrutado de su cena.- La voz del camarero que nos
había servido me sobresaltó.
-Sí, gracias.- Él no era consciente de cuánto había disfrutado. Anduve
sin saber cómo. Me sentía cansada, tremendamente cansada.
Me faltaron fuerzas para caminar hasta los aparcamientos donde estaba
aparcado el coche. Divisé a Tom en el mirador de enfrente del Cadillac. Me daba
la espalda pero pude ver como el humo de lo que supuse sería un cigarrillo,
salía de su boca. Caminé hasta él con paso lento pero me paré antes de ponerme
a su lado.
Quería gritar por el dolor que tenía en todo el cuerpo. Mi propio
cuerpo me devolvía en forma de dolor la atrocidad que acababa de hacer. Me
castigaba por haberme acostado con mi hermano, por haber permitido que él
conociera lo que no debería de haber salido de mi boca. Pero no me arrepentía
de nada. Lo volvería hacer una y otra vez si con eso volvía a sentirlo. Nos
hacíamos uno, no existía ni el odio, la rabia o el rencor, todo quedaba
olvidado para que mi alma se pegara un poco más a la suya, distante y fría.
Tom no dijo nada, simplemente tiró el cigarro y se subió en el coche.
Yo apenas podía andar sin tambalearme. Me subí con sumo esfuerzo al coche y me
dejé caer en el asiento del copiloto. Grité por lo bajo para que él no se
percatara de mi dolor, de todas formas, no creía que le importase...
El coche se puso en marcha. Cada bache que cogía el coche suponía una
punzada en mi bajo vientre. ¿Hasta dónde había llegado Tom? Mi cara tendría que
ser el reflejo del sufrimiento por eso la volví. No quería que pensara que era
débil y que no podía soportar una sesión de sexo, pero es que lo que Tom hacía
no podía llamarse sólo sexo o por lo menos para mí, no era sólo eso.
Mi móvil empezó a vibrar y a sonar con la canción favorita de Andreas
en mi bolsillo. Lo saqué y leí el nombre de Adam en la pantalla. Me estaba
llamando y yo no sabía si contestar o no. No me parecía el momento más indicado
para hablar con él teniendo a Tom delante. Rechacé la llamada. En otro momento,
ocasión y sitio no se me hubiera pasado por la cabeza hacerle eso a Adam. Me
sentí mal por él pero no podía hablar con él en este momento, en vez de palabras
me hubieran salido berridos de dolor.
El móvil volvió a sonar pero esta vez con el tono que anunciaba que un
nuevo mensaje había llegado a mi buzón de entrada.
Lo abrí.
Perdona si te pillo ocupada pero sólo quería decirte que ya estoy en
casa, ME HAN DADO EL ALTA!!! Quería celebrarlo de alguna manera así que he
pensado en algo, ¿te gustaría venir mañana a la fiesta de graduación?
Posiblemente irás porque también es la fiesta de ellos pero me gustaría que nos
viéramos allí :-)
Besos.
Adam.
Por un momento mi cara cambió. Una sonrisa se me escapó al saber que
por fin le habían dado el alta a Adam aunque eso no significaba que estuviera
del todo curado. Mi sangre tenía que borrar las atrocidades que el veneno de
Tom le habría ocasionado en el organismo. ¿Y qué era eso de una fiesta? Nadie
me había dicho nada de una fiesta...
-¿Mañana es tu fiesta de graduación?- Mi pregunta fue con un poco de
miedo pero decidida al fin y al cabo. No miré a Tom, tendría que estar
horrorosa sudando a mares por el infernal dolor.
-¿Ya le han dado el alta?- No me lo esperaba. ¿Cómo demonios sabía que
el mensaje era de Adam?
-Sí... sí, parece que está mejor.- Me volví para mirarlo. Podía
apreciar como apretaba los dientes aunque tuviese la boca cerrada y como sus
manos apretaban con fuerza el volante.- No me has contestado...
-Sí, es mañana.- Sonaba tan frío e irritado.
-¿Por qué no me habíais dicho nada?
-Porque nadie esperaba que estuvieses viva para mañana.- Una punzada no
sabía muy bien dónde, me atravesó de un lado a otro. El dolor se intensificó e
hizo que me retorciera en el asiento.
-¿Qu...qué?- Por mucho que apretara mi barriga el dolor no desaparecía
incluso llegué a pensar que se hacía más fuerte por momentos.
-Yo no voy a ir pero los demás creo que sí.- Hablaba tan tranquilo sin
prestar atención a que de un momento a otro me desmayaría.
-Me...me due... le.- El móvil se resbaló de mis manos y cayó en mis
pies. La vista se me estaba nublando y pronto caería inconsciente si esto no
paraba.
Mi espalda se pegó contra el respaldo. Tenía ganas de llorar y de
gritar pero no podía. Prefería sufrir en silencio si con eso conseguía que Tom
no me viese débil.
-Bájate.- Miré hacia donde provenía la voz de Tom. Estaba de pie,
bajado del coche y con mi puerta abierta.
Saqué un pie y luego el otro, ni siquiera me había dado cuenta cuando
el coche paró. Me cogió del brazo y me arrastró hasta que mi cuerpo chocó con
la pared del garaje de casa. Me resbalé por ella hasta quedarme sentada en el
suelo.
-Hazlo.- Se puso de rodillas y colocó delante de mi boca su cuello.
-No... no hace... falta, puedo soportar... lo.- Todo menos beber su
sangre otra vez. Intenté levantarme pero de un tirón Tom agarró mi mano y me
sentó.
-Me jode mucho repetir las cosas.- Sonó amenazante, tanto que me
asustó.
-La otra vez...no...no me pasó.- Y era cierto. La primera vez que lo...
hicimos no me dolió nada después pero ahora todo era distinto.
-¡Joder!
-¡Ah!- No sabía con qué pero Tom arañó mi brazo desde el hombro hasta
la muñeca haciendo que la herida se abriera y empezara a sangrar.- ¡¿Qué
haces?!
-No se te va a cerrar hasta que lo hagas.- Agarré su camiseta y lo
pegué a mí. Si no bebía su sangre la herida no se cerraría y perder mucha
cantidad supondría mi muerte definitiva. La buena de Elizabeth se había
esfumado y la parte animal de Lilith, de mí, había salido.
Le dí un lametón a su cuello y clavé mis colmillos en él. La sangre
pronto empezó a inundarme la boca y a filtrarse en mis venas. El dolor poco a
poco disminuía de la misma manera en la que lo hacía mi parte racional. Todo lo
que sentía, veía, saboreaba u olía, era a él. Cada célula de mi cuerpo
respondía con sumo placer en que en ellas entrara sólo una gota de sangre de mi
hermano.
Sus suspiros, de placer o de dolor, no lo sabía, se escapaban junto a
mi oído. Mis sentidos se multiplicaban por mil cuando por mis venas corría
parte de él. Eso me faltó esta vez, su sangre.
Paré y me separé de él. Pegué mi cabeza a la pared y gemí de placer,
sólo el sexo se comparaba con el placer que conllevaba beber su sangre. Cada
gota era como una droga para mí, que me hacía delirar y sentir cada uno de sus
movimientos con más intensidad.
-Lo odio.- Notaba como la sangre se escurría desde mi boca hasta mi
cuello.- Odio necesitarte tanto.- Vi como se levantaba y se sacudía la ropa. Su
porte era tan chulesca y despreocupada a la vez que oscura. La oscuridad, su
fiel compañera y ahora, también la mía.
-Pero me necesitas.- Un escalofrío con sus palabras. El dolor había
desaparecido y había venido esa asquerosa necesidad por él. Ahora cada parte de
mi cuerpo lo necesitaba. Quería sentir de nuevo sus besos, sus caricias,... los
necesitaba otra vez... sólo una vez más.
-¿Tú-tú me necesitas? Aunque sólo sea un poco.- Las palabras salían
disparadas de mi boca. La niña de tres años enamorada de su hermano ya estaba
libre en mi interior y se apoderaba de cada palabra que salía de mi boca. Ella
quería que le dijese todo lo que sentía...- No, tú no me necesitas.- Cerré los
ojos y me dejé llevar por las corrientes de sensaciones que viajaban por mi
cuerpo.
-Los monstruos no necesitan nada.- Noté como su presencia se alejaba
cada vez más de mí hasta que dejé de sentirla. Se había ido y a mí me había
dejado allí, disfrutando de los recuerdos de minutos atrás.
Sonreí para mí misma cuando recordé las palabras que me dijo cuando
éramos pequeños. En un jardín rodeados de rosas negras y rojas, y observados
por la Luna, mencionó aquellas palabras que anunciaban el principio de mi fin.
Así siempre te sentiré. Mi sangre siempre estará presente en tu cuerpo
para que sólo seas mi...
Mía. Él no lo dijo pero lo entendí. Sus palabras no andaban por mal
camino porque había conseguido todo lo que se había propuesto de pequeño: Su
sangre estaba en mi cuerpo y yo era suya, completamente suya.
Él no era de nadie, no pertenecía a nadie, no respetaba a nadie, no
obedecía a nadie, no necesitaba a nadie, no quería a nadie...
Porque los monstruos no sienten nada por nadie y yo había cometido la
estupidez de sentir algo por alguien, por un monstruo.
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