Capítulo 43

Capítulo 43


By Lilith


Puse la mano en la ventana que me apartaba del resto del mundo. La lluvia caía sin cesar golpeando los cristales. El frío del exterior se incrustaba en mi mano a través del cristal desquebrajando poco a poco mis huesos. No veía nada de lo que hubiese fuera. Por las mañanas estaba durmiendo y por las noches, todo estaba oscuro.

La habitación en la que me encontraba dejaba ver su blanco reluciente cada vez que un rayo surcaba el cielo. Cuando eso pasaba, podía observar árboles fuera, sólo eso. Había perdido la cuenta exacta de los días que llevaba aquí incomunicada completamente. Lo único que nunca cambiaba era cuando Adam me traía la sangre todos los días. La dejaba en la mesa, me observaba unos segundos y luego se marchaba sin decir nada.

Desde el primer día, él era el único que entraba, y lo prefería así. No hablábamos ni cruzábamos miradas, simplemente compartíamos aire por unos segundos, y así todas las noches desde que llegué. Shelly no había vuelto a aparecer como tampoco lo había hecho él. Era real, todo lo que soñaba noche tras noche había pasado. Lo que no entendía era cómo podía haberlo olvidado.

La puerta hizo el mismo ruido de todas las noches. Pronto el aroma de Adam estuvo presente en esa habitación de la que me habían hecho su dueña. Sus pasos retumbaban en mi cabeza tal y como lo hacía los latidos de su corazón. Diez pasos hasta llegar a la mesa, un paso para quedarse quieto mirándome y otros diez para salir de la habitación.

-¿Hasta cuándo piensas estar sin beber nada?- Pretendía parecer enfadado pero no lo consiguió. Veía su reflejo en la ventana cada vez que el cielo se iluminaba. Sus ojos fijos en mi cuerpo, analizando cualquier movimiento que éste hiciera.

-¿Hasta cuándo pensáis tenerme aquí encerrada?- Me volví para mirarlo. Sus ojos se abrieron como platos al verme. Me había visto en la ventana. Mi pelo estaba cogiendo un color anaranjado y mis pupilas no perdían ese todo azulado blanquecino.

-Tienes que beber algo.- Adam fue hasta la mesa y cogió la copa que me había traído.- Aún tienes las de las otras trece noches.- Me la tendió esperando a que la cogiese. Su corazón palpitaba fuertemente contra su pecho y su sangre bañaba cada centímetro de su cuerpo...

-¿Por qué late tan deprisa?- Adam dio un paso atrás sin apartar la vista de mis ojos.- Piensas que voy a atacarte, ¿verdad?- Yo caminé hacia él intentando asustarlo para que se fuera.

-No te tengo miedo.- Agarró mi mano e hizo que cogiese la copa llena de sangre.- Y por lo de los latidos, deberías de estar acostumbrada a ellos. Son así siempre que estás cerca.- Dio otro paso que lo hizo estar a poco centímetros de mí.- Bebe.- Me ordenó.

-Me alimentáis porque tenéis miedo de que no me quede sangre cuando me matéis.- Observé la copa detenidamente. El rojo oscuro de la sangre, su olor, el increíble sonido que hacía al chocar contra el cristal...

-Te damos de comer porque Shelly quiere venir a verte pero no la dejamos porque estás hambrienta y podrías matarla.- La copa cayó de mis manos cuando escuche esa frases.-Lo... lo siento, no quería decir eso.- Era verdad. Había estado a punto de saltar a su cuello la primera vez que la vi. ¿Por qué iban a cambiar las cosas ahora?- Elizabeth, yo...

-¡No me llames Elizabeth!- Me tiré sobre él haciendo que ambos cayésemos al suelo. Mis manos hacían presión sobre su cuello mientras veía como su cara se ponía morada por la falta de oxígeno.- ¡Soy un monstruo, los monstruos matan!- Las manos comenzaron a temblarme hasta quedarme sin fuerzas. Adam comenzó a toser violentamente cuando las aparté de su cuello.

-Perdóname por ésto..- Acerqué mi boca a su cuello con la intención de morderle. Bebería todo lo que pudiese de él, cogería a Shelly y la llevaría a Burdeos junto con la abuela. Después, buscaría una manera lenta y dolorosa de acabar conmigo.

-Yo lo maté.- Dije conteniendo las ganas de arrancarle la piel a bocados.- Y te mataré a ti y a él, y a todos aquellos que no me dejen llevarme a Shelly, y luego lo haré yo.- Sentí la mano de Adam en mi espalda. Apretó tan fuerte que hizo que mi cuerpo cayese por completo sobre el suyo.

-Mátame si quieres, mata a mi padre y a todos los que se interponga en tu camino, pero tú no puedes morir, Lilith.- Sus manos agarraron mi cara con dulzura. Notaba como los ojos me ardían y como ese asqueroso sentimiento volvía a estar en mi pecho instaurado.- Tú, Lilith, tú no has matado a nadie.- Gotas de sangre empezaron a manchar su cara. Mis lágrimas habían vuelto a recordarlo.

Por eso me jode que me quieras, porque lo que yo siento es algo que va más allá de lo que pueda comprender un puto mortal.

Me abracé a él aún estando ambos en el suelo intentando evitar escuchar su voz retumbar en mi cabeza. Las lágrimas no dejaban de salir por mucho que intentara parecer fuerte. Cada célula de mi cuerpo le extraña, cada una de ellas me recriminaba mis actos. Me odiaba a mí misma y, sin embargo, seguía aquí, sufriendo. Ese era el castigo que me había impuesto, sufrir hasta que mi cuerpo no pudiese más. Sufrir a cada segundo que él ya no estaba aquí, sufrir para sentir apenas una cuarta parte del dolor que le provoqué.

-Lo necesito tanto.- Empecé a llorar como una cría. Apenas podía emitir sonido sin hipidos y bocanadas de aire.

-Lilith, Tom... Tom no está muerto.- Mi cuerpo reaccionó ante esa frase. Levanté la cabeza de su pecho y le miré fijamente a los ojos esperando que aclarase lo que acababa de decir.

-¿Q-Qué estás... qué estás diciendo? No... no tiene gracia.- Me levanté del suelo a la velocidad de la luz. Mi cuerpo temblaba y mi cabeza había dejado de pensar en todas las posibles muertes que quería llevar a cabo conmigo misma.

-Tom no está muerto, Lilith.- Me imitó poniéndose de pie. Mi cuerpo había empezado a temblar violentamente.- No exactamente.- Me volví a mirar hacia la ventana con la respiración agitada. Un nerviosismo extraño me hacía intentar ver entre tanta oscuridad que había fuera. Necesitaba ver algo que me dijese dónde me encontraba y salir de allí hasta llegar a casa... junto a Tom.

-Tengo que salir de aquí.- Puse mi mano en el cristal y me concentré. Recordaba como había roto las copas de cristal que me mandaban con sangre con tan solo fijarme en ella un buen rato.

-No te puedes ir.- Adam me agarró del brazo y me apartó de la ventana.- ¡Te matarán si te escapas!- Me deshice de su agarre y me volví a mi posición anterior. En mi mente sólo estaba la enorme necesidad de ver a Tom y comprobar que estaba bien.- ¡Lilith!

-¡Cállate!- Le grité furiosa. De repente, vi la cara de Adam frente a mí para luego, sentir un dolor punzante en mi mejilla... Me había pegado.

-¡¿No te das cuenta?! ¡Eso a lo que tú llamas familia se encargó de que pensaras que Tom estaba muerto!- Puse la mano en mi mejilla sintiendo un repentino calor en ella. Estaba embobada viendo como Adam estaba hecho una furia.- ¡Sabían que si te decían que aún había posibilidades le darías tu sangre!

-¿Por qué iban a pensar eso?

-¡Porque ya lo hiciste una vez en Londres cuando casi lo mataste!- Cogió aire repetidas veces para tranquilizarse.- Sabes que está prohibido que hagáis eso.

-¿Crees que puedes darme clases de moral, Adam? ¿Crees que puedes decirme lo que tengo y no tengo que hacer? ¡¿Crees siquiera que voy a hacerte caso?!- Volvía a sentir la poca sangre que aún quedaba en mi cuerpo arder. Eso era lo que sentía antes de perder conciencia de mis actos. La misma sensación que cuando ataqué a Tom...

-No voy a dejar que te vayas. Estás débil y te cogerían en un segundo.- Vi como retrocedía a medida que me iba acercando a él. Lo único que permanecía en mi cabeza era Tom. Quería verle, tocarle, pedirle perdón y luego besarle, besarle hasta que mis labios se desgastasen.

-Si estoy débil deberías de dejar que me hiciese fuerte.- La espalda de Adam chocó con la puerta. Sus ojos estaban descolocados observando mis colmillos brillar con cada rayo.

-Haz lo que quieras pero no voy a dejar que salgas de aquí para que te maten.- De un momento a otro, sus labios habían volado hasta los míos. La suave caricia que hacían sobre ellos, el cálido contacto de su piel... Hacía tanto tiempo que no sentía el calor de otro cuerpo.- Te amo, por eso no voy a dejar que te hagan daño.- Esta vez fui yo la que no podía moverse. Los brazos de Adam rodearon mi cuerpo. ¿Por qué no podía hacer nada? ¿Por qué mi cuerpo no respondía ante los gritos de mi cabeza?

Perdóname, Tom...


By Bill


Mi madre me apretó la mano por decimocuarta vez. Las nervios la podían y no era para menos. Después de que mi padre dijera que para casos extremos medidas extremas, todo el mundo se había puesto como loco. Había llegado el momento de despertarlos dado que ni mi propio padre sabía qué hacer ante la pérdida de su heredero y la desaparición de su más preciado tesoro.

Mientras que esperábamos a que la ceremonia acabase con todos los miembros del Consejo reunidos, mi madre y yo habíamos ido a visitar el cuerpo de Tom una vez más en lo que iba de noche. Ambos teníamos la confianza en que mi abuelo, creador de los vampiros europeos, tuviera una solución para traer de nuevo a Tom. Esa era la última opción que nos quedaba y yo esperaba que fuese la correcta. Si ésto no funcionaba, yo moriría junto con mi hermano. No me imaginaba una vida sin él, así que si no podía vivir sin escuchar sus insultos todas las noches cuando le despertaba, no merecía la pena vivir. No sin Tom...

Clavé mis ojos de nuevo en el cuerpo de mi hermano. Su piel estaba más blanca que de costumbre, su pelo había dejado de brillar y ese aura terrorífica que le rodeaba simplemente no estaba. Llevaba así semanas en las que yo había venido noche tras noche. Le había contado lo que había estado pasando con Lilith menos que Markus se la había llevado. No podía decirle eso ya que le había prometido que la protegería con mi vida si fuera necesario. En cierta parte, le mentí. Amaba a Lilith, era mi hermana pequeña y la quería con todo mi ser, pero eso no dejaba lugar a que sintiera algo de rabia mirarla a la cara después de lo que había hecho. Ella amaba Tom pero lo había matado. ¿Tenía eso coherencia? Conocía esa parte de Lilith, la irracional y vampírica, la misma que Tom había visto de cerca más de una vez.

-¡Estás loco!- Tom había estado provocando a los licántropos en su área y éstos habían ido corriendo tras él como bestias.- ¡¿De qué te ríes, subnormal?!- Vale, sabía que Tom era muy rápido pero algún día ellos lo cogerían desprevenido y lo matar...

-Tranquilízate, Billy. ¿Crees que voy a dejar que me maten tan fácilmente?- Se tiró en la cama y empezó a buscar el paquete de tabaco que tenía en su bolsillo. Desde que habíamos llegado de Londres, se pasaba las horas muertas tirado en la cama, mirando al techo y sin hacer nada. Sabía que algo le estaba rondando la cabeza desde que bajamos del jet.

-Cuando esos perros estén bebiendo tu sangre, me lo cuentas.- Me tiré junto a él en la cama mientras el humo hacía que mi visión se distorsionase.- ¿En qué estabas pensando?- Le quité el cigarrillo de los labios y le di una calada. ¿Sabría Tom la intención de mi pregunta?

-No pensaba... escuchaba.- Sí, la sabía.

-¿Qué escuchabas? ¿Las voces?

-Su voz.

-¿Cuándo piensas reconocer que estás tremendamente enamorado de ella?- Lo miré de reojo para ver su expresión esperando que me lo negase como tantas veces había hecho. En su lugar, soltó con tranquilidad el humo de sus pulmones y levantó la muñeca. Tenía una pulsera, la misma que me enseñó hacía décadas en el último cumpleaños de Lilith antes de que mi madre se la llevase. Pero había un detalle que resaltaba por su ausencia, el cierre.- Si no recuerdo mal, tenía un diamante de cierre, ¿verdad?- Tom estaba perdido observando la pulsera. En sus ojos brillaba el oro blanco e incluso le hacía parecer que aún quedaba algo de vida en su interior.

-Es algo que va más allá del amor, Bill.- Bajó la muñeca lentamente para coger el cigarro y posarlo en sus labios.- Es un Vínculo.- Dejé de mirarlo y me centré en el techo al igual que él. Ahora lo comprendía. Justo debajo de su habitación estaba la de Lilith. Si me concentraba mirando un punto en la pared, podía sentir su presencia atravesar mi cuerpo.- Es nuestro secreto.

-Creo que ella desconoce “el secreto”. Te comportas mal con ella, la haces llorar y aún así, ella sigue detrás de ti.- La situación me cabreaba. ¿Es que acaso Lilith no se cansaba de que Tom la tratase así?

-No lo entiendes, Bill.- Se incorporó hasta sentarse en la cama y me miró. Verme reflejado en sus ojos... mis ojos, me daba escalofríos.- Es mi debilidad, si se la muestro, sólo si eso pasase, podría hacer conmigo lo que quisiese.- Respiró hondo y plantó sus pies en el suelo.- Incluso matarme.- Sonrió.


-Si no funcionase, no podría seguir viviendo.- Mi madre empezó a llora de nuevo. Se pasaba las horas encerrada en su habitación o en la de Lilith para que nadie viese lo destrozada que estaba.- Él me odiaba.- La miré por el rabillo del ojo por unos instantes. Su vista estaba fija en el cuerpo de Tom, sus manos temblaban y la sonrisa que siempre tenía había desaparecido.

-Tom no te odiaba.- Esta vez fui yo el que empezó a temblar. Un escalofrío extraño me recorrió el cuerpo. Siempre pasaba cuando algo con Tom no iba bien.

-¿Qué ocurre, hijo?- Me levanté de la silla y me acerqué a la cama donde reposaba el cuerpo de mi hermano.- ¿Bill?- Agarré su mano inerte y cerré los ojos con fuerza intentando averiguar el porqué de esta sensación.

-Tom...- Le llamé. Sabía que no me respondería como tantas otras veces en los que había dicho su nombre para que me contestara.- No logró saber qué te pasa, Tom.- Mi madre se sentó en la cama y puso su cabeza en el pecho de Tom. Era una imagen extraña para mí. Hacía décadas que Tom y mi madre no estaban así de cerca.

-Tranquilo, pequeño, mamá está aquí.- Las lágrimas de mi madre pronto empezaron a manchar el pecho de Tom. La escena me estaba desgarrando por segundos viendo como mi madre estaba rompiendo el muro que durante décadas se había formado entre ellos.- Perdóname, cielo. Perdóname por haberte hecho sufrir tanto. Perdóname por no haber estado a tu lado cuando más me necesitabas. Perdóname por aquella vez en la que te dije que ojalá no hubieses nacido. Pero sobretodo, perdóname por intentar alejarla.- Sentí mi cara humedecerse lentamente.- Te quiero, Tom. Siempre te he querido y siempre te querré. Hasta el fin de mis días.- Cuando me iba a acercar para darle a mi madre algo con lo que limpiarse la cara, la puerta se abrió de repente.

Mi padre entró en la habitación apresurado mirando la rara escena entre mi madre y Tom, algo que jamás hubiésemos imaginado. Detrás de él, los miembros de Consejo. Éstos se hicieron a un lado de la puerta e hicieron una reverencia. El momento había llegado, ellos habían despertado.

Un hombre de proporción bastante alta entró por la puerta. Llevaba una túnica roja sangre que destacaba con el blanco deslumbrante de su pelo. Detrás de él, una mujer rubia vestida de igual manera que caminaba majestuosamente tras él. Ambos me miraron y sonrieron. Por unos segundos me quedé impacto pensando en qué decir o en cómo actuar. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue lo que había hecho todo el mundo, una reverencia en señal de respeto.

-Creo que en la situación en la que nos encontramos no es para que tú te andes con formalidades, querido nieto.- La voz, la voz de mi abuela permanecía igual a la de hacía siglos. Al escucharla, eché a correr hacia ella y la abracé como tantas veces había hecho de pequeño. Sus brazos me rodaron dejando que su aroma me calase en los huesos.- Mi querido Bill, estás tan mayor.- Me volví hacia mi abuelo y repetí mi acción anterior. Aquel majestuoso señor era el creador de todos los vampiros de Europa, el vampiro más importante entre los vampiros, el ser que más miedo y respeto podía causar en el mundo.

-No mientas, Elizabeth, míralo, tiene los mismo ojos que cuando era niño.- Sonreí como un tonto al oír como no habían cambiado nada a pesar de haber estado siglos dormidos.

Cuando mi abuelo, el gran Lestaf, dejó de hablar todos los allí presentes observaron el cuerpo sin vida de Tom. Mi abuela se tapó la boca escandalizada al ver a su hija llorando a lágrima viva sobre el cuerpo de su nieto. En contraposición, mi abuelo empezó a caminar lentamente hacia ellos para no asustar a mi madre que parecía perdida en su propio mundo de dolor.

-¿Me habéis despertado para traerlo a la vida?- La voz de mi abuelo retumbó en toda la habitación mientras que sus ojos seguían fijos en mi hermano.

-Padre, necesitamos que lo despiertes.- Incluso a mi padre le temblaba la voz al hablar. Despertar a un Sangre Pura antes de tiempo implicaba que el de la próxima generación tendría que ocupar su posición. Ahora, mis abuelos habían despertado, mi padre tendría que ocupar su posición y Tom la de mi padre, es decir, gobernar a todos los vampiros de Europa.

-¿Dónde está Lilith?- Al formular la pregunta, la tensión en el ambiente creció. El asunto de Lilith se estaba llevando en riguroso secreto porque sospechaban que había alguien que filtraba información a los licántropos.- He hecho una pregunta.

-La... la tienen... la tienen los licántropos, mi Señor.- Un miembro del Consejo contestó con apenas voz.

-Lo sé.- Mi abuelo se volvió para mirar a todos y cada uno de los que estábamos allí.- Lo que no entiendo es por qué no está aquí ya.- La cara de todos cambió al darse cuenta del repentino enfado de mi abuelo, que no se notó pero que sus simples palabras dejaron percibir fácilmente.

-No sabemos qué hacer. Un movimiento en falso y podrían matarla.- De sólo imaginármelo se me ponían los pelos de punta. Simplemente pensarlo y una especie de asfixia se instalaba en mi pecho.

-¡Eso es una tontería!- Mi abuela dejó que su potente voz y su fuerte carácter renaciera tras un largo letargo.- No pueden matar a Lilith aún, todavía no es ella.- Me quedé analizando cada una de las palabras de esa frase. “Todavía no es ella”.- Quieren ponernos nerviosos y lo están consiguiendo contigo, hijo.- Mi padre bajó la cabeza en señal de afirmación. Desde que Tom estaba así, mi padre había estado como perdido. Si Tom moría nadie podría heredar su puesto como líder de nuestra especie. Los Kaulitz tal y como todo el mundo conocíamos desaparecerían como si nunca hubiesen existido. Tom era el único que tenía la sangre de líder, el único que no sentía nada, por lo que eso lo llevaría a no dudar de nada y a arriesgar todo.

-Simone.- Cuando quise darme cuenta, mi abuelo estaba acariciándole la cabeza a mi madre. Ésta aún estaba con la cabeza apoyada en el torso de Tom. Era la primera vez en mucho tiempo que estaban tan cerca el uno del otro y esta vez, ni siquiera Tom era consciente de ello.- Intentaré que este abrazo vuelva pero quiero que mi nieto también lo sienta.- Fui a por mi madre al ver que no se movía. Su cuerpo estaba flojo y se dejó coger fácilmente sin poner resistencia. Lo de Lilith había sido la gota que había colmado el vaso. Mi madre había intentado aparentar todo el tiempo que estaba bien pero era obvio que era la que más estaba sufriendo. Ésto le estaba costando más de lo que pensé en un principio.

De pronto, los ojos de mi madre se abrieron como platos y con ella, todos los allí presentes se tensaron de inmediato. Mi abuelo había puesto su mano en la cabeza de Tom. Sus ojos estaban cerrados, su cuerpo quieto y su mente inactiva. Tom no daba señales de vida.

-¡Bill, para!- Comencé a caminar hacia donde estaba mi abuelo y el cuerpo de mi hermano. Mi madre se había percatado de mis intenciones cuando se la tendí a mi abuela. Si hacía esto era sólo para estar cerca de Tom pasase lo que pasase.

-Vamos a traerte de vuelta, Tom.- Mi abuelo se llevó la muñeca a la boca y clavó sus largos colmillos en sus propias venas. Pronto el olor a sangre, una sangre legendaria y que corría por el cuerpo de todos los que nos encontrábamos allí. Acercó con cuidado su muñeca ensangrentada a los labios de mi hermano y la dejó ahí hasta que la herida se cerró por completo. Tom no se movió. Nada en él nos hacía ver que el último recurso que teníamos había hecho efecto. El nerviosismo no me dejaba pensar con claridad. Mis ojos estaban fijos en mi gemelo a la espera de algún signo de vida, lo que fuera.- Habéis esperado demasiado. La solución la tuvisteis delante durante mucho tiempo y la dejasteis escapar.- La rabia había tomado posesión de mi cuerpo. Sentía mi sangre hervir en mis venas por lo que estaba presenciando.- ¡¿Por qué no le disteis la sangre de Lilith?!

-Padre, sabes que eso está prohibido.- ¿Por qué no te mueves, Tom?

-¡¿Prohibido?! ¡No seas hipócrita, Jörg! ¡Sabías que ellos lo habían hecho desde que eran pequeños! ¡Sabías que lo habían hecho y que lo hacían! ¡Dar tu sangre alguien de tu familia no está prohibido! ¡Permitir que tu hijo muera sí lo está!- Muévete, Tom.

-Eliminamos el Vínculo de Sangre hace ya mucho tiempo precisamente por las consecuencias que nos trajo a Simone y a mí.

-¡Nosotros os obligamos a estar unidos! ¡Nosotros fuimos quienes os dijeron que teníais que crear el Vínculo para mantener a los Sangres Pura! ¡Ellos lo decidieron por ellos solos! ¡¿Es que eso no significa nada para ti?!- Tom...

-¿Eso es todo, Tom?- Todo el estruendo que mi padre y mi abuelo estaban montando desapareció cuando hablé. No pretendía que me escuchara nadie simplemente Tom aunque sabía que él se había ido para siempre.- ¿Así de fácil vas a morir?- La cara se me volvió a humedecer con mis propias “lágrimas”.- Yo te necesito para seguir aquí, te necesito para seguir vivo, te necesito para poner existir. Porque si tu caes, yo caigo, ¿recuerdas?- Mis rodilla se chocaron contra el suelo. Mi cuerpo ya no podía mantenerse firme ni un segundo más.- Te necesito... Lilith te necesita.- Mi sangre empezó a arder. Sentía como poco a poco mi mente se llenaba de visiones inexplicables y sin sentido. Mi cuerpo se había llenado de oscuridad de un momento a otro sin explicación. Lo sentía, sentía la oscuridad invadir mi alma.- ¿Tom?

Los ojos de Tom se abrieron de repente dejándome ver sus ojos miel y sin brillo iluminarme. Sus ojos estaban fijos en el techo y ahora entendía por qué. Como la otra vez, pretendía sentir la presencia de Lilith si se concentraba. ¿Cómo decirle que ella no estaba? ¿Cómo decirle que no había cumplido la promesa que le hice de protegerla?

-¡Tom, hijo mío!- Mi madre corrió hacia él y se dejó caer de la misma forma que minutos antes.- No me vuelvas a hacer esto, cielo.- Sus lágrimas volvían a empapar el torso de Tom, aun así, éste todavía parecía perdido intentando sentirla.- Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero,...

-¡Hijo!- Mi padre anduvo hasta ponerse a un lado de su cama. Pronto se le empezó a notar como una sonrisa se iba formando en su rostro. Yo, mientras tanto, seguía en el suelo sin apartar la vista de mi gemelo. Mis abuelos pronto hicieron compañía a mi padre mientras lo único que se escuchaba eran los llantos de felicidad de mi madre.

De un segundo a otro, Tom estaba de pie justo delante de mí, mirándome desde arriba sin ninguna expresión. Sabía lo que pensaba, sabía lo que quería sentir y no sentía, sabía que quería que le diera una respuesta que ni yo mismo sabía. Empezó andar tranquilamente hasta salir por la puerta después de que todos los miembros del Consejo bajaran la cabeza ante su presencia.

Me levanté y le seguí bajo la atenta mirada de mis padres y mis abuelos, que no dudaron en imitarme. Tom bajaba las escaleras tranquilo y sin mencionar palabra. Yo conocía su lugar de destino pero hablar ahora carecería de sentido. Tom lo había adivinado en el mismo momento en el que clavó sus ojos en mí.

Se paró justo delante de la puerta de Lilith. Todos nosotros también lo hicimos pero lo más alejado que podíamos de él por miedo a que explotase en cualquier momento. Mi hermano no se movía, se había quedado quieto observando la puerta cerrada que lo separaba de la habitación. Ya ni siquiera estaba el olor de Lilith. La habitación estaba completamente limpia sin señal de la sangre que había por todos sitios, la misma escena que me heló la sangre nada más contemplarla.

-To...Tom...- La voz de mi padre sonó nerviosa y no era para menos. Que Tom estallara era sólo cuestión de tiempo. Por mucho que él hubiese insistido en la idea de que odiaba a Lilith, en el fondo de su inerte corazón un sentimiento más fuerte se había instaurado hacía esa joven de pelo rubio.- Tenemos que hablar, hijo.- Tom se volvió y deshizo sus pasos. Ahora se volvía a dirigir hacía su cuarto, el mismo en el que se había llevado todo un mes.

Cuando pasó por mi lado me cogió de la mano y empezó a tirar de mí con una fuerza que nunca había sentido. Sí, yo me comería el marrón sin tener la culpa. Yo no fui quien redujo la seguridad de Lilith porque pensaba que no la atacarían estando Tom así, no fui yo el que se enrabietó con su propia hija por haber matado a su otro hijo, no fui yo el que se creyó que Lilith no lo estaba pasando mal...

La puerta de la habitación donde yo había pasado todas mis noches se cerró haciendo un tremendo estruendo en toda la casa. Tom se volvió a tirar en la cama sin cambiar su expresión ni un sólo segundo. ¿Y qué se suponía que yo tenía que hacer?

-Te he fallado.- Las palabras salieron solas de mi boca, las mismas palabras que habían estado rondando mi cabeza desde que supe que mi hermana había desaparecido.- No supe cuidar de ella porque en cierta forma, estaba enfadado por lo que te había hecho.- Los ojos de Tom volaron hasta mí por segunda vez desde que despertó. Yo aún estaba junto a la puerta, a varios metros de distancia de él.- Ella pensaba que estabas muerto porque era lo que le habíamos hecho creer. Todos sabían que ella no se resistiría a darte su sangre y no querían que eso pasase.- Comencé a llorar de nuevo y lo odiaba porque era asqueroso. La sangre bañaba mi cara y mi ropa como ya había hecho antes.- Lo siento muchísimo. Perdóname...- Bajé la cabeza en señal de disculpa. No había sabido cuidar de ella, no había ido a verla cuando sus gritos en la noche nos helaban la sangre a todos, ni en ningún momento se me había ocurrido calmar su dolor aunque sólo fuera un poco.

-Bill.- Levanté la cabeza a toda velocidad cuando lo escuché llamarme.- Me desperté para que dejaras de decir tantas ñoñerías.

-¡Tom!- Corrí hasta él y me tiré encima sintiendo por fin que estábamos juntos de nuevo...



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