Capítulo 35

Capítulo 35


By Nate


Me levanté de la cama lo más despacio que pude para no despertarla. Tras hacer verdaderas contorsiones para ni siquiera rozarla, mis pies tocaron el frío suelo por fin. Su pelo rubio tapaba dulcemente su rostro a la misma vez que sus manos descansaban junto a ella. Su cuerpo permanecía desnudo bajo las sábanas blancas, testigos de nuestras noches maravillosas. Las envidiaba, ellas pasaban toda la noche tocando su piel.

Me quedé un rato observando como dormía, como parecía estar en otro mundo, el de los sueños, ajena a todo lo que despertaba en mí. Esperé un suspiro, un bostezo, una vuelta que me indicara que el ángel que reposaba en mi cama seguía estando allí, pero no vi nada de eso. Observé alarmado las mantas que contorneaban su figura con la intención de verlas moverse. No lo hacían.

Ahora, con la luz del día que entraba por la ventana, su piel estaba más blanca que de costumbre, bajo sus ojos se formaban unas disimuladas ojeras y sus labios se habían tornado de un cierto tono morado. Corrí hasta ella y puse mi mano cerca de su boca, no respiraba. Con los nervios a flor de piel, destapé parte de su pecho y acerqué mi oído. No escuché ni un simple bum... nada.

-¿Lilith?- La zarandeé un poco con la esperanza de que contestara antes de que me  diera un infarto.- ¡Lilith!- La movía y la movía y la movía y no respondía.- ¡Por el amor de Dios, respóndeme!- El roce de una mano fría y suave acarició la mía que reposaba en su cara. Unos ojos miel brillantes se abrían con dificultad por culpa de la luz de la habitación.- Que susto me has dado...- Sonrió levemente mientras terminaba de despertarse.

-¿Qué te ha pasado? Tienes mala cara.- Incluso su voz de recién levantada era preciosa, toda ella lo era.- ¿Me estabas metiendo mano?- Dijo cuando miró su pecho descubierto que tapó con suma delicadeza.

-¡No! Creí que no respirabas y te destapé para comprobarlo. Pensé que...

-Estaba muerta.- Terminó. Se apartó el pelo de la cara. Su rostro se había vuelto serio y oscuro.

-¿Estás bien?- Afirmó con la cabeza sonriendo.

-¿Qué hora es?- Miré el despertador y... ¡No, eran las ocho!

-¡Llegamos tarde a la universidad!- Me metí corriendo en el baño para ducharme y dejárselo libre pronto.

Me desnudaba, bueno, me quitaba los bóxer, mientras me acordaba de la mañana del domingo. Cuando me estaba duchando, entró sigilosamente sin yo darme cuenta. De algo de lo que me había percatado era que se movía sin hacer apenas ruido. Sigilosa y hermosa, dos de los adjetivos que la definían.

Salí de la ducha ya vestido y dispuesto a hacer el desayuno. Cuando lo hice, vi el desayuno ya preparado en la mesa. Todo olía muy bien y la presentación no podía estar mejor. Sin duda, Lilith era perfecta.

-¡Vaya!- Sonrió cuando se sentó en la silla e hizo un gesto para que la imitara.- Pero esto es mucha comida para los dos y no nos va a dar tiempo comernos esto en quince minutos.

-En realidad, todo es para ti. Como no sé lo que te gusta he hecho un poco de todo.

-Gracias, ¿pero tú no comes?

-No tengo hambre.

-Llevas una semana diciendo lo mismo.

-Lo sé pero es que no me apetece nada.- Tenía unas ganas enormes de preguntarle tantas cosas como qué le había pasado para irse de su casa y venir a la mía. Lo malo era que ella no había sacado el tema y que yo no me atrevía a preguntarle por miedo a que se sintiera incómoda. Llevaba una semana compartiendo con ella absolutamente todo menos eso, el porqué de su llegada aquí.

-Bueno, puedes ducharte ya, de lo contrario, no llegaremos.- No sabía por dónde empezar a comer. Todo tenía una pinta alucinante...

-No... no voy a ir.- Dijo con la cabeza gacha.

-¿Cómo que no vas a ir? Llevas una semana sin pisar la universidad.- Le metí un mordisco a la tostada y luego me llené la boca de café. ¡Qué bueno!- Me prometiste que irías.

-Lo sé pero es que tengo miedo.- Levantó la cabeza y pude ver como sus ojos se aguaban, cosa que ella se empeñó en ocultar.

-¿Miedo a qué? o... ¿a quién?- Dije asustado. ¿Podría haberse ido de casa porque le hubiesen hecho algo o...? No, no, no, no...

-Tengo miedo a retomar las clases.- No lo dijo convencida y obviamente, yo no la creí aunque ambos continuamos como si nadie supiera nada.

Así nos llevamos un rato, hablando de cosas sin sentido como lo mal que yo cocinaba y lo estúpido que era el presentador del telediario de por la mañana entre risas y besos robados. Así hasta que fueron las nueve menos cuarto y salí pitando con la moto hacia la universidad, no sin antes llevarme un beso demasiado excitante como para estar toda la mañana replanteándome la vuelta a casa antes de la hora.


[…]


La hora de cardiología se me estaba haciendo eterna, en realidad, todas se me estaban haciendo las más largas del mundo. Sólo me quedaban dos horas para volver a verla y sabía que cuanto más pensara en ella, más interminable e insufrible se me harían las clases.

Había intentado llamarla en el descanso para comer pero su móvil estaba apagado. Ciertamente, no me extrañaba en absoluto. Desde que llegó su móvil había estado igual. Al principio me extrañé al ver que nadie la llamaba y me resultó muy extraño. Bill me dijo que su hermana y Tom eran las personas más importantes en su vida y que no podría vivir sin ellos por lo que empecé a sospechar de que su móvil funcionase. Un día, cuando Lilith se estaba duchando, lo cogí y vi que estaba apagado. Aun así, nadie había intentado ponerse en contacto con ella por otros medios.

-¡Nathaniel!- Pegué un bote que casi se me cayó el corazón al suelo. El señor Robins estaba al lado del conserje que traía una nota que le entregó al profesor.- Le buscan.- Dejé el corazón en el recipiente donde Mike terminaría por diseccionar, y fui hasta ellos.

Anduve junto al conserje cruzando pasillos y subiendo escaleras hasta llegar a secretaría donde me esperaba la persona que jamás volví haber desde que me salvó la vida. Estaba sentado en uno de los sillones de la prestigiosa universidad, con las gafas de sol y mirando algo en un móvil. Su postura chulesca, incluso estando sentado, era inconfundible.

Giró la cabeza y me miró o eso creí ya que con las gafas no estaba seguro. Su ropa ancha seguía siendo su marca de identidad. Lo único que le faltaba eran esas rastas rubias las cuales prometió que nunca se quitaría. Ahora, su pelo era negro y trenzado como esos cantantes de rap que salían en MTV.

-¡Tom, qué de tiempo sin verte!- Me quedé flipado al verlo de cerca. Era mucho más alto que yo, como siempre, y sus ojos cuando se quitó las gafas... eran iguales a los de ella.

-Hola, Nate.- Nos dimos la mano en un gesto tan característico de él como el de la ropa. A Tom nunca le había gustado el contacto cordial de un saludo. Ni besos, abrazos,...

-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte en algo?- Sonrió de esa forma que de pequeño me ponía los pelos de punta y que ahora seguía produciendo el mismo efecto. Se sentó de nuevo en el sillón, relajado.

-En todo.- Me senté junto a él sintiendo como el corazón me iba a mil por hora. Tom me ponía nervioso.- Aunque en realidad sabes qué es lo que quiero.- Sí, lo sabía. Lo que no sabía era qué debía decirle.

-No... no sé.- Mentir no se me daba bastante bien por la cara que puso Tom. Echó la cabeza para atrás y resopló. ¿Se había mosqueado?

-¿Te ha pedido ella que no digas nada?- Tenía los ojos cerrados mientras hablaba y así me ponía peor. No sabía que contestarle.

-¿Quién?- Abrió los ojos de golpe y me miró fijamente. Sí, estaba mosqueado.

-Mira, yo nunca le pido favores a nadie pero esta vez me voy a tragar mi orgullo y te voy a pedir que me lleves a tu casa o cómo quiera que llames a eso.

-No sé si debo.

-Me da igual si debes o no, o si ella te ha dicho que no digas nada de dónde está. Lleva una puta semana fuera de casa con el móvil apagado. A mi madre le va a dar un ataque si Lilith no aparece pronto.

-¿Por qué se fue?- Me atreví a preguntárselo a él lo que no había podido decirle a Lilith. Tom daba más miedo pero no iba a hacerle daño como podría hacérselo a ella.

-¿Qué más da eso ahora?- Dijo en un tono despectivo.

-Sí que da. Si ella se ha ido es porque algo muy fuerte ha tenido que pasar.- Me levanté del sillón un tanto cabreado y dispuesto a volver a clase.

-Se enfadó.- Me volví a mirarlo cuando lo escuché. Por fin algo que me acercaba un poco a su dolor.- ¿No te ha contado nada?

-No.

-Le mentimos y se enfadó.- Arrugó el entrecejo quizás recordando aquel momento. Su rostro inexpresivo no decía nada más.

-No está bien mentir, y mucho menos a tu hermana.- Dije cabizbajo. Yo nunca había tenido un hermano o hermana, alguien que estuviera conmigo en aquella infancia tan desastrosa. Cuando conocí a Tom y a Bill en el accidente, vi una relación perfecta en la que con tan sólo una mirada sabían lo que el otro estaba pensando. Una conexión extrasensorial que traspasaba los límites de lo conocido. Por eso, no me habría imaginado que entre ellos y Lilith hubiese problemas de algún tipo.- Mentir está muy mal.

-Me vas a llevar, ¿no?- Me lo pensé millones de veces hasta tener una respuesta clara. Todo el mundo tenía derecho a una oportunidad y a arreglar sus errores, mucho más cuando le haces daño a alguien querido. Todo el mundo tiene una oportunidad excepto mi padre, él nunca la tendría.

-Vale, con una condición.- Me miró extrañado. Sabía el riesgo que corría pedirle lo que estaba a punto de decirle a Tom pero era necesario.- Quiero que le pidas perdón a Lilith.- Levantó una ceja incrédulo.

-¿Qué? ¿Es una broma?

-No, lo digo muy enserio. Creo que se lo merece.- Se puso las gafas de sol y agarró las llaves del coche. No lo iba a hacer, lo sabía. Cuando estuvo en la puerta a punto de irse, se quedó parado y con los puños apretados. ¿Habría alguna posibilidad de que Tom se tragara su ego?

-Está bien.- Lo dijo en voz baja pero pude oírlo. Por el tono de su voz deducí que no quería hacerlo, es más, estaba luchando con su propio yo para acceder a pedir perdón.

-Voy a por mis cosas y nos vamos.- Salí corriendo hacia los sótanos donde estaban los depósitos de cadáveres y recoger mis cosas. Por un lado estaba feliz porque Tom y Lilith se reconciliarían, dos hermanos no merecían estar peleados. Por el otro, una tristeza infinita se iba adueñando de cada latido de mi corazón. No quería que se fuera. No la
tendría cuando me despertara, comiera o viera la televisión. Ya no tendríamos nuestras largas sesiones de sexo... Sólo me quedarían las pequeñas cicatrices de sus dientes.


[…]



Me seguía desde que se bajo del coche. Notaba su mirada clavada en mi espalda mientras subía las escaleras hasta el ático. El ascensor se había estropeado desde hacía un mes y todavía no le habían dado por arreglarlo. Pese a estar un poco más acostumbrado a subir hasta el piso 12 aún me seguía cansando. Sin embargo, todavía no había escuchado a Tom quejarse, ni siquiera suspirar.

Me daba un poco de vergüenza que viese como estaba el edificio tanto por fuera como por dentro. Tom siempre había estado rodeado de lujos extravagantes y por lo que suponía, Lilith no tenía que ser una excepción.

Me quedé parado delante de la puerta con las llaves en la mano. Tom se había quedado mucho más lejos esperando a que abriese o algo así, no lo entendía. Entre tanto, intentaba buscar las palabras exactas para decirle a Lilith que su hermano estaba aquí dispuesto a llevársela a casa. Ella misma había apagado el móvil durante una semana para que nadie pudiera localizarla y ahora yo le traía a la persona que le había hecho daño. Puede que no fuese una buena idea pero quién le decía a Tom que no.

-¿Qué haces ahí?- Tom se quitó las gafas de sol y se las guardó en el bolsillo. Intimidaba, y mucho...

-¿Vas a abrir?- Afirmé con la cabeza y me dispuse a meter las llaves en la cerradura cuando la puerta se abrió de golpe. Lilith estaba enfrente, llorando. Cuando me vio se abalanzó hacia mí. Sus gimoteos y lágrimas se perdían en mi camiseta agarrada fuertemente por sus delicadas manos.- ¿Qué te pasa?- La abracé sin hacer mucha fuerza. Su cuerpo temblaba entre mis brazos sin contestar a mi pregunta. Miré a Tom que estaba con la vista perdida en su hermana. En su cara se podía apreciar algo de crispación o interés por el estado de Lilith aun así, no se movió. Seguía en la posición de antes sin hacer un mínimo intento de consolar a su hermana.

-Ten... ten... go... miedo.- De repente, como si de una bestia salvaje se tratara, giró la cabeza hacia Tom. Las lágrimas cesaron y sus ojos se abrieron como si hubiese visto un fantasma. Retrocedió varios pasos negando con la cabeza repetidas veces.- No... no... no... no... no... ¡No, vete de aquí!- Retrocedía por todo el rellano alejándose de su hermano. Sólo entendí el nein de todo lo que decía. Lo único que me faltaba era que hablaran en alemán para no entender nada.

-Nos vamos.- La tranquilidad con la que hablaba Tom era pasmosa. No entendía cómo podía estar tan relajado cuando a Lilith estaba a punto de entrarle un ataque de ansiedad.

-¡No!- Veía como sus piernas temblaban por cada paso que daba. La enorme camiseta que trajo puesta el primer día no le cubría lo suficiente como para ocultarnos su nerviosismo.- ¡Vete!- Se cayó de rodillas al suelo y se tapó la cara. Lloraba sin cesar como si su hermano le hubiese producido ese estado. Me entraron ganas de correr hacia ella, cogerla y llevármela dentro de casa para que se calmase, pero Tom se adelantó. En un visto y no visto, la agarró por los hombros y la puso de pie.

-Escúchame, nos vamos a casa y me da igual si quieres o no.- La mantuvo en pie con una mano y con la otra le levantó la cara. No pude vérsela aunque por el gesto de Tom supe que algo no iba bien. La soltó del brazo y dio un paso atrás.- No me das miedo, Lilith.

-Me da igual si te doy miedo o no.- Su voz había cambiado. La dulzura con la que hablaba normalmente había dado paso a un tono de voz oscuro, incluso siniestro.-He dicho que no me voy y no me voy.- No entendía nada pero parecía otra persona. Sin duda, el alemán no era lo mío.

-Y yo he dicho que nos vamos a casa y nos vamos a casa.- Tom hizo amago de cogerla de nuevo para irse pero la mano de Lilith la paró en seco.- No tengo ganas de jugar, hermanita.- Dijo con un tono de burla. Las lágrimas de Lilith habían parado y se habían vuelto pasos inseguros hacia la figura de su hermano.

-¿Por qué has venido? ¿No soportas que me vaya?- Tom bajó la cabeza o eso parecía dado que me daba la espalda y no conseguía ver nada. Lilith hablaba sarcástica tanto que no la reconocía. ¿Cómo un ángel podía convertirse en esa persona? Pero a Lilith le habían hecho daño y un ángel herido podía ser un arma mortal.- ¿Me echas de menos, Tom? Claro que me echas de menos. Si no estoy yo no tienes a nadie a quien putear.- Lilith pasó por su lado sin mirarlo, con la vista perdida en cada uno de sus pasos. Se paró frente a mí y me abrazó. No sabía cómo reaccionar aunque obviamente me sentía pletórico por tenerla entre mis brazos.- Vamos a casa, Nate.- Me cogió de la mano y tiró de mí para entrar.

-No puedo empezar de cero si tú no estás.- Lilith se paró de inmediato tras escuchar las palabras de Tom. ¿Qué le habría dicho? ¡Qué desesperación! Él seguía vuelto sin mirar a nadie pero ya había levantado la cabeza. La mano de Lilith temblaba más fría que nunca.- Tú eres la primera con la que quiero empezar.- Apretó mi mano como si temiera que me fuese. Estaba seguro que las palabras de Tom eran un intento de solucionar el problema con Lilith o una amenaza dado que ésta no parecía estar muy convencida de él...

-¡Mientes!- Lilith estalló en un grito que se habría escuchado en todo el edificio. Ahora temblaba más que antes, su mano se había vuelto caliente pero su tono de voz había vuelto.- ¡Estoy harta de tus mentiras! ¡Tú no me necesitas, nunca lo has hecho!- Tom se dio la vuelta y comenzó a caminar alejándose de nosotros.

Antes de entrar en casa conducido por Lilith, volví a mirar pero Tom ya había desaparecido.


By Lilith


No volvería a pensar en eso o terminaría tirándome por la ventana. Ah no, tampoco moriría así... Me di la vuelta en la cama intentando buscar otra nueva forma de suicidio pero ninguna me produciría el dolor que yo deseaba. Ésta, como hacía tiempo, volvía a ser otra noche en la que no conseguiría dormir. Ya no sabía si era por las palabras de Tom o por aquella asquerosa pesadilla. Miles de preguntas se acumulaban en mi cabeza pensando en una respuesta del porqué el nombre de Markus no paraba de repetirse en mi cabeza.

-¿Vas a dejarme disfrutar un poco de ti?-

-¡Suéltame!

-Vamos a divertirnos... Necesitas ponerte un poco húmeda o de lo contrario te va a doler, tesoro... Que empiece el juego, entonces... ¿Te gusta, Lilith?... Sien... siento lo... mismo que... ¡Dios!... que con... ¡ah!... con tu madre.

Me levanté sin despertar a Nate y de nuevo asustada. Mis terribles pesadillas habían sido sustituidas por una nueva en la que me violaban. No podía dormir tranquila y sin tener miedo. Me sentía observada como si los ojos anaranjados del hombre que aparecía en mi sueño estuvieran escondidos en algún lugar cerca de mí.

El miedo y la confusión no me dejaban respirar ni mucho menos pensar con claridad. Miedo por cómo me sentía respecto al sueño, y confusión por Tom, nunca me habría imaginado que vendría él a buscarme personalmente. Cuando lo vi pensé que se trataría de la representación de la persona a la que necesitaba ver pero no, él realmente estaba allí. Sus ojos en ningún momento dejaron de mirarme por eso mi sensación de debilidad aumentó. Ni siquiera lograba comprender por qué había actuado así cuando me sentí acorralada. Algo, en lo más profundo de mi ser, se apoderó de mis palabras y de mis actos. Por un segundo, me sentí capaz de enfrentarme a Tom sin miedo a que me hiciese daño. Y luego, sus palabras. Había dicho que me necesitaba para empezar de nuevo pero ¿era cierto o sólo una táctica para llevarme a casa sin poner resistencia? Seguramente sería lo segundo aunque las ganas que me entraron de correr hacia él todavía seguían presentes en mí.

Me fui hasta la cocina y respiré hondo. El hambre y la sed no habían desparecido desde hacía una semana. Por mucho que me alimentase poco a poco de Nate sin que él se diese cuenta, no servía para saciar mi apetito. ¿Por qué la necesidad de sangre estaba tan patente últimamente? ¿Por qué no conseguía estar más de quince minutos con Nate sin acabar haciendo el amor con él? ¿Por qué demonios me sentía como si estuviese traicionando a Tom...?

De repente, la sensación de sentirme observada se hizo más fuerte. Me puse hierática esperando el más mínimo ruido para gritar ayuda. Me sentía desprotegida como tantas veces me había sentido en el colegio, como si de repente ese cubo cargado del líquido verde pegajoso fuese a caer de nuevo sobre mí. Noté como en mi cuerpo se empezaba a mover algo, una sensación parecida a la que se puede experimentar antes de tirarte de un paracaídas. No conseguía moverme del sitio ni mirar a otro sitio que no fuese la encimera de la cocina.

La caricia por mi brazo derecho de unos dedos calientes incluso sudados arrancaron en mí una toma de aire que pretendía ser un grito que finalmente no salió. Lo acariciaba de arriba abajo con delicadeza. Aunque mis ojos ardieran por el miedo, mis colmillos no salían a defenderme. Me había quedado paralizada como en mi sueño o ¿era ésto un sueño?

-Hola, Lilith.- La misma voz que en la pesadilla, la mismas ganas de salir corriendo sin poder.- ¿Me has echado de menos?- La voz grave y terrorífica desprendía un aliento asqueroso que se pegaba en mi cuello.

-No... no... no... eres re... real.- Las lágrimas pronto se amontonaron en mis ojos. Quería huir, gritar, llamarle,... pero era incapaz de mover un músculo de mi cuerpo.- Ve... ve... vete.- Cerré los ojos fuertemente esperando que esta pesadilla desapareciera lo más pronto posible.

Lentamente fui sintiendo como aquella presencia irreal desaparecía. Abrí los ojos mientras mi cuerpo temblaba por el miedo. Cuando por fin desapareció esa extraña sensación, me di la vuelta deseando que no hubiese nadie allí, deseando que todo hubiera vuelto a ser una horrible pesadilla.

Corrí los más rápido que mis piernas me dejaron hasta la mesilla de noche donde descansaba mi móvil. Levaba mucho tiempo apagado para que nadie consiguiera contactar conmigo. Lo cogí y me metí en el baño para que Nate no se percatara de nada.  Pese a mi nerviosismo y miedo conseguí encender el móvil. Tenía cuatrocientas llamadas perdidas y casi los mismos mensajes. Todos eran de Bill, Andreas, Mara, mis tíos, Emily y  Oliver e incluso mi padre. Ninguno de Tom. Empecé a escribir un mensaje corto pero preciso, y lo envié a esa persona a la que necesitaba para sentirme protegida, para sentirme a salvo. Me volví a arrastrar como sólo él podía conseguir.

Ven lo más pronto que puedas, tengo mucho miedo.

Breve pero justo para describir mi estado. Era todo lo que pude escribir antes de empezar a llorar y arrinconarme encogida. Volvía a repetir los mismos patrones que cuando era pequeña, cada uno de los pasos antes de echarme en brazos de mi hermano y volverme a sentir bien. Sin embargo, no estaba segura si esta vez Tom vendría a protegerme. No se tragaría las palabras de odio que le dije ni mucho menos su ego. Me mandaría a la mierda o como mucho, mandaría a Harold a recogerme. Estaba claro que a mi hermano no le importaba lo que pudiera pasarme pero ni un mensaje en el tiempo que había estado fuera de casa, me había dolido aunque no sorprendido.

La respuesta no tardó mucho en llegar aunque a mí se me hubiese hecho un siglo. El móvil me reflejo un nuevo mensaje de mi hermano. No conseguía dar en el punto adecuado para abrir el mensaje, estaba tan nerviosa...

Estoy abajo.

Aquellas dos palabras iluminaron mi rostro. Me puse de pie con dificultad y salí del baño. No busqué mis pantalones ni nada de lo que pudiese dejar en casa de Nate, quería irme. Sólo que antes de salir por la puerta, miré a Nate dormido en la cama y ajeno a todo. Se merecía una explicación después de todo. Me acogió sin hacer preguntas, me dio de comer sin saberlo y alivió mis deseos más... insufribles. Le debía mucho.

Salí del apartamento y corrí escaleras abajo para encontrarme con Tom. No sabía por qué necesitaba verlo de nuevo. Quería estar a su lado, sentirme protegida junto a él o simplemente saber que estaba ahí.

Mis ojos se posaron en un Cadillac negro enorme que se camuflaba entre la oscuridad de la noche. Al dueño del coche no lo veía pero sabía que estaba ahí, lo sentía. Mis pies se movieron solos hasta el enorme coche. Seguía sintiéndome observada por alguien o algo que desconocía pero que cuya sensación había experimentado antes. Intenté tranquilizarme antes de entrar en el coche para que Tom no me viese así. Respiré hondo varias veces llenando mis pulmones de aire innecesario para ellos. Cuando por fin logré tranquilizarme un poco, abrí la puerta y me senté en el asiento del copiloto.

No quería mirarlo o me pondría a llorar, sin embrago, lo veía en mi mente como si lo estuviese viendo frente a frente. El coche se puso en movimiento sin previo aviso y comenzó a correr por las desiertas calles de Londres a las... ¿Qué hora sería? Agarré la camiseta de Tom, que llevaba puesta, con mis manos. Me aguantaba las ganas de hablarle, mirarlo o lo peor, llorar. No quería llorar, no delante de él, y demostrarle que era tan débil como él pensaba. A pesar de mis ganas de restregarle a mi hermano lo fuerte que podía llegar a ser, las ganas de abrazarme a él y pedirle perdón por todo no me dejaban tranquila.

El camino se hizo eterno sin que ninguno mencionara palabra. El silencio era el protagonista entre los dos pero lo bueno de todo era que esa sensación de ser observada había desaparecido. Empecé a reconocer tiendas, calles y casas de los alrededores de la de Tom y Bill. Estábamos llegando a casa.

-¡No!- Grité cuando vi como el coche se aproximaba al garaje común del edificio de lujo donde vivían. El coche paró en seco y los ojos de mi hermano se clavaron extrañados en mí.- No... no quiero ir a casa.- La tela de la camiseta estaba más que arrugada entre mis manos.- Esta noche no.- Recordé lo sucedido el día que me enteré de que mis padres eran hermanos y por lo que dijo Tom esta tarde, ellos habían venido de Alemania.- No quiero verlos... esta noche no.- Las lágrimas comenzaron a caer como cascadas de mis ojos. Volvía a ser débil ante él.

-No soy tu chófer.- Dijo seco y frío. Arrancó el coche de nuevo y retrocedió antes de meterlo en el garaje. Volvíamos a estar en la calle sin sitio donde ir.- ¿Dónde piensas pasar la noche?- Seguía con la vista en la desierta carretera. Me veía incapaz de dar una respuesta clara hasta que consiguiera tranquilizarme.

-No... no sé.- Por mucho que secara las lágrimas, éstas volvían a salir con más fuerza que antes.

-Puedo dejarte en casa de los tíos.

-¡No!- Volvió a mirarme por mi grito pero yo dejé de hacerlo en cuanto lo vi. Me sentía intimidada por su mirada que trataba de llegar hasta lo más profundo de mi mente.- No quiero estar sola.- Comencé a llorar de nuevo ahogando los hipidos que luchaban por salir de mi garganta.

-¿Por qué te has venido de casa de Nate?- Por fin salió la pregunta que ni él mismo sabía si hacer y seguramente, la que llevaba preguntándose todo el camino.- ¿Te ha hecho algo?

-No, Nate no tiene nada que ver.- El coche se paró de nuevo justo en frente de un hotel que por la pinta tendría que costar un dineral pasar una noche.

-¿Entonces?- ¿Insistía? ¿Estaba insistiendo en que le contestara? ¿Desde cuándo a Tom le importaba lo que me pasase?- Da igual.- Al ver que no le contestaba desistió en sus intentos de sonsacarme algo.- Espérame aquí.

-¡Espera!- Impedí que cerrara la puerta del coche antes de irse. Me miraba extrañado como si lo que estuviese viendo fuese lo más irreal del mundo.

-¿Qué coño te pasa ahora?- Anduve a gatas sobre los asientos hasta estar más cerca de él. Todo mi cuerpo se deshacía en temblores por lo que pensaba decirle.

-No me dejes sola.- Agarré su camiseta y lo atraje un poco. Ahora su cara estaba frente por frente de la mía, sus ojos fijos en los míos,...- Te necesito.- Apartó la mirada unos segundos, tiempo que se me hizo eterno observando su expresión. Estaba pensando o eso creía.

-Bájate.- Quitó mi mano de su camiseta violentamente y cerró la puerta. Su voz se había vuelto más neutral de lo normal. Algo no iba bien.

Le hice caso y bajé del coche siguiéndolo hasta entrar en aquel lujoso hotel. No había nadie en el lobby sólo una recepcionista con cara de sueño. Los pasos de Tom eran decididos y rápidos, los míos, en cambio, se veían condicionados por mis pies desnudos. Lentos e imprecisos, dispuestos a seguirlo allá donde me llevara.

-Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarles?- La chica me miró un tanto extrañada. Entre las pintas de rapero recién salido de la cárcel de Tom, y yo con tan sólo una camiseta enorme y descalza, no tuvimos que darle muy buena espina.

-Quería dos habitaciones para esta noche.- Tom habló seguro y frío como siempre pero eso a la chica le produjo un escalofrío cuando lo oyó. Por lo visto, yo no era la única que experimentaba miedo con mi hermano. Oía como su corazón bombeaba agitado la sangre por todo el cuerpo, como un ligero sudor se empezaba a formar en su frente y como miraba de reojo a Tom mientras buscaba habitaciones en el ordenador.

-Lo siento pero no tenemos habitaciones disponibles.- Tom achinó la mirada hacia la chica y ésta dio un salto en el asiento.

-Mira, guapa, ¿sabes quién soy?- La chica negó con la cabeza. Si seguía así le daría un infarto...- Soy Tom Kaulitz.- Dijo como si fuese lo más evidente del mundo. La chica empezó a ponerse más nerviosa de la cuenta y empezó a buscar otra vez en el ordenador. Sus dedos se movían ligeros e inseguros, cosa que se reflejaba en la cantidad de veces que le dio a la tecla de borrar.

-A... acabo de ver que... que hay dos habitaciones libres.- ¿Dos habitaciones?

-¿Hay una habitación doble?- Tom se volvió rápido ante mi pregunta. Estaba claro que no entendía nada.

-¿Do... do... doble?- la chica empezó a buscar nuevamente en el ordenador bajo el suspiro de cansancio de mi hermano.

-¡Señor Kaulitz!- Tom se dio la vuelta rápidamente al darse por aludido. Un hombre un poco rellenito, con el pelo perfectamente peinado, bajito y muy bien vestido se acercaba a nosotros. Le dio la mano a Tom mientras me observaba de arriba abajo.- ¿Qué tal? ¿Qué te trae por Londres?

-Trabajo.- Miré a Tom incrédula. ¿Cómo podía mentir con tanto descaro?

-¡Estupendo! ¿Y esta chica tan guapa?- Me volvió a mirar humedeciéndose los labios.

-Es... es mi hermana.

-¿Tu hermana?

-Lilith.- El rostro del hombre palideció al escuchar mi nombre salir de la boca de Tom. Ahora el corazón suyo y el de la chica estaban acelerados a más no poder.

-Ya tengo su habitación, señor. Sólo le queda darme sus datos personales.- Mi hermano se volvió hacia el mostrador para darle sus datos a la chica mientras yo notaba como ese hombre me miraba desde atrás.- Que pase buena noche, señor Kaulitz.- La chica le dio la tarjeta a Tom y éste tiró de mí hacia el ascensor.

-¡Espere Thomas!- El hombre se metió en el ascensor antes que las puertas se cerrasen.- Yo también voy para arriba.- Comenzó a reírse quizás con la intención de que le devolviésemos la sonrisa. Ni Tom ni yo lo hicimos. Tom porque nunca sonreía, y yo porque no tenía ganas ni motivos para hacerlo.- Odio Londres. Siempre está lloviendo o nublado. Ya sé que es igual que Alemania pero tiene otra cosa no sé, es como más siniestro estar aquí. Desde que nos mudamos mi mujer y yo no hemos podido ir a ningún sitio sin un paraguas encima...- No paraba de hablar y Tom se estaba empezando a poner histérico. Había visto diez veces mínimo la tarjeta con la planta y el número de la habitación. Otras veces, había mirado el panel donde aparecía iluminada la planta por donde íbamos y otras, simplemente, observaba el cuello de aquel hombre mientras hablaba sin parar.-Sí, creo que me estoy volviendo todo un inglés, hablo del tiempo en el ascensor.- Mis ojos también se fijaron en su cuello. Tenía sed pero me veía incapaz de hacerle daño a alguien intencionadamente.

-¿Tienes sed?- Me sobresalté cuando Tom se dirigió a mí.

-No.- Bajé la mirada ocultando mis ojos de los suyos. Habrían cambiado de color y eso no lo podía ver ni mi hermano ni aquel hombre. De repente el ascensor se paró bajo la sorpresa del hombre y la mía pero no de la Tom. Su dedo estaba pulsando el botón de stop del ascensor.- ¿Qué estás haciendo?

-¿Sabes qué, Helmuth? Lilith tiene hambre.- Lo miré escandalizada. Tom hablaba en un tono frívolo como si lo que tuviese delante sólo fue un juguete con el que divertirse.

-No, no tengo.- Negué con la cabeza repetidas veces sin apartar la mirada de la sonrisa macabra de mi hermano.

-No... no... no tiene.- El hombre cuyo nombre era Helmuth según Tom, cada vez se estaba poniendo más blanco, era más, parecía que la sangre había dejado de repartirse por su cuerpo. ¿Sabía él que éramos vampiros? Por su reacción era obvio que sí.

-Sí que tiene.- Tom se acercó hasta él pero con un movimiento rápido y veloz, se puso detrás inmovilizándolo por completo.- Helmuth, Helmuth, Hulmuth...- Tom estaba disfrutando de este momento mientras yo lo miraba horrorizada. Conocía lo perverso que podía llegar a ser Tom pero no hasta qué punto. Sonreía cuando aquel hombre estaba casi llorando, y a mí me faltaba poco para seguir su mismo camino.- ¿Qué pensaría mi padre si se enterara que no has querido alimentar a su hija?

-No... no... no... no tiene por qué enterarse, señor.- El sudor estaba empezando a bajar por su frente mezclándose con las lágrimas que descendían por sus gordas mejillas.

-Tom, basta.- Le supliqué pero él seguía disfrutando del espectáculo que él mismo había creado para su propio disfrute.

-Vamos, lo estás deseando.- Sus ojos y sus colmillos dieron constancia de la sed que Tom también tenía.- Sólo tardaremos un poco, Helmuth. Lilith es nueva en ésto.- Sonreía y a mí eso me helaba la sangre. ¿Cómo podía ser tan sádico y no importarle?

-No voy a hacerlo.- Cuando quise darme cuenta, el cuello del hombre había empezado a sangrar. La mano de Tom estaba manchada del mismo color que salía del cuerpo del hombre.- No.- Me tapé la boca y la nariz, y cerré los ojos fuertemente. No quería que aquel delicioso olor y color propios de la sangre llegara a mis sentidos.

-Querías que empezáramos de cero, ¿no?- Pese a los llantos de aquel hombre pidiendo clemencia a mi hermano, sólo pude escuchar su voz por encima de todo.- Todo hermano mayor una vez le da de comer a sus hermanos. Sólo estoy haciendo lo que debo de hacer y lo que tú necesitas.- ¿Podía sus palabras darle la vuelta a todo lo que pensaba sobre esto? ¿Hacía falta preguntármelo? Abrí los ojos y me bajé mis manos a ambos lados de mi cuerpo. No tenía por qué hacerlo, no tenía por qué hacerle caso a Tom en este hecho tan infame y horrible, pero lo hacía.

-No quiero ser un monstruo.- Mis colmillos hicieron acto de presencia en cuanto terminé de decir lo que tanto miedo me daba.

-Hagas lo que hagas nunca lo serás.- Dejé de pensar en cuanto me fijé en sus ojos miel. Mi cabeza dejó de mandar órdenes a mis pies que se acercaban cada vez más a ese hombre.

-No... no lo haga... por favor.- Sus suplicas no consiguieron pararme del camino que ya había fijado. Debería de estar mirando a mi objetivo, a mi presa, aunque mis ojos no podían dejar de mirarle. No pensaba, no tenía ninguna expresión, estaba ida por completo. Me dejaba llevar por aquel olor y color que se colaba por todo mi cuerpo sin pedir permiso antes.

-Hazlo.- Su orden bastó para lanzarme hacia Helmuth como si fuera una leona hambrienta.

-¡No!... ¡Por favor!... ¡No lo haga, no lo haga!...- Estaba sentada sobre el cuerpo tendido sobre del hombre. Por mucho que se moviera no conseguiría quitarme de encima. Podría sonar frívola e incluso, vanidosa, pero me sentía bien, a gusto, poderosa. Veía su miedo escaparse por su cuello junto a su sangre, y me gustaba. Me gustaba tanto que entraría en éxtasis de sólo verlo.

Me dejé llevar por lo que me apetecía en ese momento, y le mordí con saña. No tuve miramientos en su grito de dolor, no me importaba si sufría, si la falta de esa sangre que yo tragaba sin cesar podría matarlo. Me daba igual todo, sólo quería beber hasta la última gota de sangre que le quedara en las venas. Clavé mis colmillos con más fuerza para que la sangre que poco a poco escaseaba fuera más abundante. Me estaba pasando, estaba matando lenta y fatídicamente a ese pobre hombre y aun así no paraba o no quería hacerlo.

Recordé las palabras de mi madre diciendo que la vida era lo más preciado que tenían los humanos. ¿Quién éramos nosotros para quitársela? Éramos vampiros, dueños de la noche, cuerpos sin alma en busca de algo que nos llenara. Ángeles caídos que queríamos sentirnos vivos de alguna manera. Quizás por rabia o envidia le arrebatábamos a los mortales lo que les hacía tan especiales pero eso no bastaba para saciar nuestras ansias. Queríamos más de aquello que sólo ellos nos podían proporcionar. Les hacíamos creer que eran ellos la especie dominante... pobres ignorantes. Nosotros teníamos el poder de sus vidas, nosotros decíamos si ellos morían o vivían, nosotros éramos el principio y el fin de las cosas... Éramos monstruos.

Cuando sentí que ni una gota más de sangre salía de su cuerpo, paré. Demasiado tarde para arrepentirme de su muerte, demasiado tarde para empezar a llorar de nuevo. En este momento comprendí lo débil que eran los humanos y lo fácil que era acabar con sus vidas para siempre. En ese justo instante en el que los ojos de mi hermano tomaron posesión de los míos, rojos como mi naturaleza me mandaba, me retracté de todo lo que alguna vez pude decirle. Traje a la vida a la antigua Lilith, a la asesina en potencia a la que las culturas más antiguas temían. Mi lado natural había visto la luz después de muchos años de oscuridad encerrado en la mente de Elizabeth. Sus ojos me mostraron el parecido tan grande que teníamos, ese Vínculo de Sangre que creamos siendo unos niños y al que prometimos jamás romper. Mi Tom, mi demonio, mi ángel caído, era tan parecido a mí. Él dejaba asomar a esa parte oscura a la que yo temía dejar salir. Él era valiente, yo débil. Diferencias que me hacían sentir extraña a su lado. ¿Y no lo era? Había negado mi ser una y otra vez, había rechazado lo que mi cuerpo me pedía, había controlado mis instintos de manera que éstos se apoderaron de mí. Ahora, con el cadáver de Helmuth a mis pies, fui consciente de que era Lilith Kaulitz, una Sangre Pura a la que durante siglos se le había temido, y de que por mucho que intentase eliminar mi pasado, éste siempre vendría a mí.

-Habitación mil cuatrocientos dos.- Tom salió del ascensor que se había parado en nuestra planta sin percatarme de ello.- ¿No piensas moverte?- Di un paso decidida aunque con miedo. Este paso era el primero que daba habiendo dejado a Elizabeth atrás, el primero siendo hermana de Tom. Éste era el primer paso que tomaría para reconstruir nuestro Vínculo.


[…]


El grifo no había parado de sonar desde que entramos en la habitación. Tom seguía encerrado en el baño quitándose las manchas de sangre de las manos. Yo estaba sentada en mi cama mirando por la ventana las luces de la ciudad. Un cielo anaranjado auguraba el comienzo de una nueva tormenta. Ya se podían ver algunos relámpagos cuando el viento cesó.

-¿Vas a ducharte?- Cogí aire y me levanté de la cama sin darle la cara a Tom. No me atrevía a mirarlo en mi estado. Tenía la cara llena de sangre, incluso parte del pelo. La camiseta que llevaba por vestido hacía rato que había cogido un tono marrón por la sangre seca.

Caminé hasta el baño sin mirar a mi hermano a la cara. Ya no era por vergüenza de que me viese así sino por lo mal que me sentía al recordar cada uno de los insultos que le había dicho tiempo atrás. Abrí la puerta del baño donde el vapor del agua caliente me golpeó en la cara, y la cerré tras pasar dentro. Todo cuarto de baño olía a él y a sangre, una mezcla mortal para mí.

De nuevo esa sensación. Me sentía insegura y desprotegida. El vaho no me dejaba ver muy bien y eso aumentaba mi ansiedad. Podría haberme duchado rápidamente y haber salido de allí lo más pronto posible pero esos minutos que duraría mi ducha serían los peores de toda mi vida.

-Tom.- Abrí la puerta del baño y lo llamé.

-¿Qué quieres ahora?- Dijo cansado. Reconocí por su voz que ya estaba tumbado en la cama y casi dormido.

-¿Puedes estar aquí mientras me ducho?- Me habría puesto roja al formular esa pregunta. Podría parecer algo descabellado que mi hermano estuviese dentro del baño mientras me duchaba pero habíamos hecho cosas peores por lo que ésto se quedaba en pañales.- ¿Tom?- Se había formado un silencio casi asfixiante. ¿Le habría molestado la pregunta?

-Date prisa.- Di un paso atrás cuando me lo encontré frente a la puerta. No parecía estar muy a gusto ante esta situación.

-Gracias.- Le di la espalda mientras me desnudaba. En estos momentos no me importaba que me viese desnuda o que simplemente estuviera allí. Ahora, lo veía como mi hermano, con el que tantas veces me había bañado junto con Bill cuando éramos pequeños.

Me quité la camiseta llena de sangre, la ropa interior y me metí en la ducha. Por la mampara no pude ver con claridad cómo estaba Tom. Sólo veía un cuerpo amorfo pero se podía reconocer fácilmente como su cabeza estaba mirando al suelo sin moverse un ápice de encima del WC. La sangre pronto empezó a mezclase con el agua que caía por mi cuerpo. Veía como toda la ducha se teñía de un color rosado por mi culpa.

-¿Por qué quieres que esté aquí? Me está entrando calor.- No esperaba que hablase así, me pilló de improviso.

-No quiero estar sola.- Hizo una especie de gruñido que no logré descifrar.- ¿Te molesta?

-Sí.

-¿Por qué? ¿Tienes sueño?

-No.

-¿Entonces?

-No entiendo qué pretendes queriendo que esté aquí como si nada.

-¿Como si nada?

-Quieres qué esté aquí viendo como te duchas mientras me muero de calor, porque el agua tiene que estar que achicharra. ¿Y pretendes que no me moleste?

-No era mi intención molestarte.- Terminé de ducharme. Por fin se acabaría su personal “tortura”.- ¿Me puedes dar la toalla, por favor?- Vi a través de la mampara como se levantaba y cogía la toalla. Se quedó unos segundos parado con la toalla en la mano hasta que decidió acercarse.

-¿No crees que es un poco tarde?- La mampara se abrió de golpe dejándome desnuda frente a mi hermano.

-¡Cierra!- Intenté cerrarla y coger la toalla de su mano pero no conseguí mis objetivos. Tom se metió en la ducha acorralándome entre la pared y él.- ¡¿Qué estás haciendo?!- Intenté separarlo de mí ante la proximidad que se estaba empezando a formar entre nosotros.

-Estoy haciendo lo que llevas deseando durante semanas.- Me miró de arriba abajo hasta que yo me tapé como pude con las manos.

-¿A qué te refieres?- Dije sin entender nada.

-Me pides que te recoja, pides una habitación doble, me pides que entre contigo mientras te duchas y que te vea desnuda. Pensaba que eras más inocente pero después de lo del ascensor estoy empezando a dudar.- Puso sus manos a ambos lados de mi cabeza reduciendo el espacio que me quedaba para moverme.

-Si te pedí que me recogieras era porque tenía miedo, si he pedido una habitación doble era porque tenía miedo y si te he pedido que entraras conmigo era ¡porque tenía miedo!- Le golpeé en el pecho en un puñetazo que me dolió más a mí de lo que pudo dolerle a él.

-¿Eres una miedica?- Se estaba riendo de mí y era normal.

-Contigo me siento protegida.- Los ojos me volvían a escocer y la garganta no me dejaba terminar muy bien las palabras que quería decir. Deducía que pronto empezaría a llorar de nuevo.- He tenido una pesadilla horrible en la que me violaban y cuando me desperté tuve tanto miedo que me sentía hasta observada. No logro quitarme esos ojos de la cabeza ni un segundo.- Bajé la cabeza esquivando la fija mirada de Tom.- Recordé lo bien que me sentía contigo cuando éramos pequeños y entonces te llamé. Te necesito para sentirme protegida otra vez.- Lo abracé como durante toda la tarde había estado deseando hacer.- No quiero estar lejos de ti.- Empecé a llorar sin importarme ya lo que pensara mi hermano. Sus manos seguían apoyadas en la pared de la ducha, sin un mínimo intento de abrazarse a mí. Hacía tanto tiempo que no me abrazaba...

-¿Por qué me echaste esta tarde cuando fui a por ti?- Apreté más su cuerpo entre mis brazos como si así pretendiese estar más cerca de él.

-Porque temía que estuvieses enfadado conmigo por irme. No iba a soportar más dolor en un día.- Me separé de él lentamente hasta apoyar mi espalda en la fría pared.- Lo de papá y mamá, la pesadilla y ahora lo de ese hombre me supera.- Su dedos agarraron mi barbilla y me obligaron a mirarle de nuevo.

-Lo... lo siento.- Lo dijo con un hilo de voz insonoro pero que en mí resonaron como si las hubiese dicho con un megáfono.- Perdóname.- No entendía nada. ¿A qué venía ahora su disculpa?

-¿Por...?- No me dio tiempo pronunciar mi pregunta cuando sus labios se posaron sobre los míos. Me quedé en shock, con los ojos abiertos como platos y sin entender nada.- ¡Tom, no!- Me separé de él y le pegué. Le di una torta en la mejilla que le hizo doblar la cabeza para controlar el golpe. Podría haberlo esquivado pero no lo hizo.- Esto no lo hacen los hermanos.

-No nos hace hermanos ser hijos de los mismos padres ni tener la misma sangre. Tú y yo nunca fuimos hermanos, no de esa manera.

-Pero tú querías empezar de cero.

-Ya te dije que te necesito para empezar de cero.

-¿Por qué?

-Necesito luz para ver entre tanta oscuridad.- Las lágrimas volvían a salir. ¿Eran las palabras de Tom un nuevo truco que acabaría mal? ¿Era esto un sueño o era verdad? ¿Quién era Tom?- Tú eres la luz, Lilith.- Puse mis manos en su cara observando el rostro del demonio de cerca. Su piel estaba fría como la de todo vampiro que se precie.

El frío que había empezado a sentir entre las palabras de Tom y el agua de mi cuerpo desapareció en el momento en que poniéndome de puntilla con suma dificultad, logré llegar hasta sus labios. Simplemente los junté pero eso ya me produjo un escalofrío por todo el cuerpo. Ahora más que nunca me sentía tan ligada a él como en un principio. Daba igual cuanto daño pudo hacerme, cuantos golpes o lágrimas hubiera derramado por su culpa, lo quería. Y por primera vez, ese sentimiento dejó de ser confuso para mí. Lo vi como algo normal, natural y simple. ¿Había algo más hermoso que el amor que una hermana podía tener por su hermano?

Tom se separó de mí y salió del baño. Su frialdad pese a todo seguía en él. Quizás eso fuera lo que más me llamaba la atención, su oscuridad. Podías verlo una y mil veces, podías hablar con él las veces que quisieras, pero nunca sabrías en qué estaba pensando, qué ocultaba para sí.

Yo también salí del baño con la toalla alrededor del cuerpo hasta meterme en la cama alejada de la de Tom. Ya estaba tumbado, dándome la espalda y sin moverse. Vedlo así, con sólo los bóxer puestos me daba calor. Tom me producía en una décima de segundo lo que nadie había conseguido hasta ahora. Empecé a notar como mi cuerpo empezaba a arder en deseos de sentir a Tom sobre mí. Sus caricias, sus besos, su cuerpo sobre el mío,... Respiré hondo y me di la vuelta para no verlo. Necesitaba quitarme esos pensamientos de la cabeza antes de que me tirara sobre él  o... ¿era eso lo que quería? Me había prometido dejar salir al yo vampírico de vez en cuando, a la Lilith que no le temía a nada pero hacer lo que todo mi cuerpo me pedía era arriesgado.

Decidí dejar de escuchar a mi cerebro y me levanté de la cama con la intención de meterme en la de Tom. Sabía que mañana me arrepentiría de esto sólo que ahora lo necesitaba más que nunca. Me tumbé junto a él lo más pegada que pude a su cuerpo. Me sentía como antes en el ascensor, sin control de mi cuerpo y mi mente. Estaba totalmente entregada a lo que mi parte salvaje me pedía.

-Pensaba que tendría que ir yo.- Cuando me percaté, Tom ya estaba sobre mí, agarrando mis manos por encima de mi cabeza.- Has tardado mucho.- Sonrió con picardía antes de quitarme la toalla con la boca.

-Y tú estás tardando mucho ahora.- Levanté la pelvis todo lo que su cuerpo me dejó y me restregué con su entrepierna. Empezó a jugar con su piercing con la lengua sabiendo que eso me volvía loca.

-Estás muy cachonda, hermanita.- Perdí la noción del tiempo en cuanto empezó a besarme salvajemente en un juego húmedo y en el que ninguno tenía la intención de parar.

Se hizo hueco entre mis piernas, espacio que yo rompí cuando las puse alrededor de su espalda. Tom se había hecho dueño de mi cuello haciendo que mis gemidos salieran sin control. Nuestros cuerpos se rozaban a posta simulando una penetración sin serlo todavía. Me estaba volviendo loca cada vez que su lengua recorría mi cuerpo. Sus manos se paseaban por donde querían provocándome el mayor placer que había experimentado hasta ahora. Pero me estaba hartando de tanta pasividad. Hice que parara y me puse yo sobre él. Ahora me tocaba a mí devolverle todo el placer que él me daba.

Le quité los bóxer dejando su pene enhiesto a mi vista. Hice algo que jamás pensaría hacer pero como en ese momento no pensaba, lo hice. Me la metí en la boca bajo la mirada incrédula de mi... de Tom. No me cabía entera en la boca aun así intentaba hacerlo lo mejor posible dado que nunca lo había hecho antes. Supe que le estaba haciendo disfrutar cuando empezó a gemir para sí mismo. Ese sonido era el mejor afrodisíaco que podría tener nunca. Pasé mi lengua por toda la longitud de su enorme pene hasta el glande. Me entretuve ahí un rato mientras Tom disfrutaba de este momento. Ni siquiera estaba segura que él disfrutaba de la misma manera en la que lo hacía yo con él.

-Pa... para.- Dijo en un suspiro ahogado. Se incorporó un poco y me agarró del brazo hasta ponerme a la altura de su cara.

-¿Lo... lo estoy haciendo mal?- Se tiró hacia atrás dejándome a cuatro patas sobre él.

-Demuéstrame qué sabes hacer.- Me mordí el labio ante su proposición. Sabía lo que quería y yo no iba a negárselo. Cogí su pene y lo coloqué en la entrada mi vagina. Poco a poco fui descendiendo sin apartar la mirada de la cara de Tom. Había puesto sus manos en mis muslos y cada vez que bajaba un poco más, apretaba con fuerza. Gemí con fuerza cuando logré metérmela por completo. Mi excitación ayudó a que su pene entrase por completo en mí pese al tamaño de éste.- Sorpréndeme, nena.- Apoyé mis manos en sus pectorales y me empecé a moverme de arriba abajo lentamente. Sus ojos no se apartaban de mí pero yo estaba tan perdida en el placer que no era consciente de nada.

Esos movimientos se fueron haciendo cada vez más rápidos y húmedos. Los gemidos de Tom y los míos se mezclaban ante tanta excitación. Sus manos se había colocado en mi culo ayudando con las penetraciones. Mis subidas y bajadas tomaron una velocidad descontrolada hasta tal punto que dejé de ver con claridad. Cerré los ojos y me concentré en las descargas de placer que subían por mi columna y que invadían todo mi cuerpo.

Aceleré los movimientos hasta que ese momento llegó, ese momento en el que se experimenta una pérdida de consciencia absoluta sólo comparable con el placer de beber la sangre humana. Caí desplomada sobre el pecho de Tom que se movía agitado. Ambos estábamos empapados en sudor y con la respiración agitada.

-No... no... puedo más.- Me veía incapaz de levantarme de encima de Tom. Todo mi cuerpo me pesaba pero me sentía mejor que nunca. Era como si me hubiese quitado un peso de encima.

-Increíble.- Me sentí orgullosa cuando Tom dijo eso. Le había hecho disfrutar de la misma manera que yo disfrutaba con él. Me volví a poner a cuatro patas sobre él hasta que conseguí llegar hasta sus labios y besarle. Podría parecer una tontería pero necesitaba hacerlo.- ¿A qué viene eso?- Dijo sonriendo. Un momento... ¡Estaba sonriendo!

-Me gusta verte sonreír.- Me eché a un lado de la cama junto a Tom. Este era el momento más feliz de mi vida...

Tom se levantó de la cama y cogió el paquete de tabaco del bolsillo de su pantalón. Se puso los bóxer y salió a la terraza a fumarse un cigarrillo. En un momento así, me pregunta en qué estaría pensando. Eso era imposible de saber en Tom pero era algo que me llamaba la atención.

La pantalla de mi móvil iluminó la habitación. Me levanté de la cama y lo cogí de encima de mi cama. En la pantalla se reflejaba un nuevo mensaje de número desconocido. ¿Quién sería a estas horas? Abrí el mensaje y me quedé espantada. Un mensaje de la persona que menos me imaginaba y a la que menos me apetecía ver en estos momentos. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando leí su nombre.

Necesito verte.
Adam.

No, esta noche no...








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