Capítulo 45
Capítulo 45
By Lilith
Dejé que la débil luz de la Luna fuera la primera en recibirme tras mi
letargo. Hacía un rato que había abierto los ojos y me había quedado observando
el techo. Mi cuerpo se sentía extrañamente bien, además, había dejado de sentir
ese nudo en mi estómago que me impedía estar tranquila. Me había despertado en
mi habitación con una especie de gotero en mi brazo. La aguja clavada en mis
venas pasaba desapercibida sin dejarme apenas sentir una pizca de dolor. Era un
suero de sangre lo que me había permitido abrir los ojos otra vez y recuperar
todo lo que le había negado a mi cuerpo durante un mes.
La puerta se abrió lentamente permitiendo que la luz del pasillo de las
habitaciones entrara débilmente antes de cerrarse. Una mujer un tanto
regordeta, de pelo oscuro recogido perfectamente en un moño y con el uniforme
del servicio, hizo acto de presencia.
-¿Roses?- Mi voz sonaba un poco distinta, como si hubiese estado
dormida durante semanas. Los ojos de Roses se abrieron como platos al
escucharme y sus pies se movieron ligeros hasta ponerse a un lado de la cama en
la que me encontraba.
-Buenas noches, señorita. Me alegro de que por fin se haya despertado.-
Roses se dispuso a quitar el gotero que no dejaba de introducir sangre en mi
organismo.
-¿Cuánto tiempo llevo así?- Pregunté confusa.
-Dos semanas, señorita.
-¡Dos semanas!- Empezó a reírse ante mi cara de incredulidad.
-Es normal, pasó mucho tiempo sin beber nada y sin descansar en
condiciones.- Al retirar la aguja vi esa marca en mi muñeca, la cicatriz que
sus colmillos habían dejado en su piel.- Bueno, y también está lo del Vínculo.-
Dijo al ver como me había quedado perpleja mirando esa señal que me había unido
a mi hermano.
-No ha sido un sueño...- Susurré quedándome perpleja ante tan simbólica
marca.
-¿Por qué debería de serlo? La realidad a veces supera al sueño más
hermoso.- Sonreí inconscientemente de tan sólo pensar en lo que pasó aquella
noche. Por primera vez en mi vida, era feliz. Me sentía pletórica al saber que
Tom y yo habíamos dado ese paso tan importante para todo Sangre Pura que se
precie. Ahora, éramos uno, y lo mejor era que no tenía que ocultar delante de
nadie lo que sentía por él, que nunca jamás tendría que sentirme mal por amar a
mi propio hermano.- Avisaré de que se ha despertado. Le he traído algo de ropa
de la otra habitación para que se vista. ¿Necesita algo más antes de que me
vaya?- Negué con la cabeza sin poder borrar de mi rostro la sonrisa de idiota
al recordar el “Porque lo que siento, ningún ser en el universo podrá
comprender jamás...”
Me dejé caer de nuevo sobre la cama sintiendo como la luz brillante que
entraba por la ventana me bañara con sus rayos. ¿Cómo mi vida había cambiado
tanto en tan solo una noche? La noche más hermosa de toda mi vida...
[…]
Puse el pie en el primer escalón que me llevaría a donde todos estaban
reunidos. No podía dejar de sentirme nerviosa por cada peldaño que me acercaba
más a ellos. ¿Qué tenía que decir? ¿Cómo tenía que actuar? ¿Cómo tenía que
comportarme delante de Tom? Demasiadas preguntas sin respuesta que hacían que
todo mi cuerpo temblase.
Entré en el enorme salón donde se suponía tendría que estar toda mi
familia pero lo único que estaba allí era Bill, sentado en el suelo, con los
ojos cerrados y con una música de fondo que dejaría dormido a cualquiera.
-¿Qué estás haciendo?- Bill abrió los ojos y me chistó para que me
callase. Seguía en la misma posición y yo, al ver que no había nadie más en el
salón, empecé a caminar hacia él con cautela.- ¿Te encuentras bien?- Pregunté
confusa.
-Shh, estoy haciendo yoga.- No pude evitar reírme por el tono serio que
había puesto al decirlo. Ver a Bill así era de lo más gracioso que había visto
en mi vida.- ¡¿Qué te hace tanta gracia?! ¡Ya me has cortado la fase zen!- Dijo
mosqueado mientras se levantaba del suelo.
-Lo siento, lo siento.- No podía dejar de sonreír al ver a mi hermano
tan enfadado y gracioso al mismo tiempo.- Por cierto, ¿dónde están todos?- Bill
se sentó en el sofá y me hizo un gesto para que le acompañase.
-Mamá se ha ido a ver a Gordon, papá está reunido, Mara, Andreas y Nate
se han ido de compras navideñas, y los abuelos han salido a ver “el nuevo
mundo” como ellos le llaman. ¡Ah! Y tu hermana está durmiendo, no se acostumbra
al horario nocturno.- Cogió mi mano y dejó al descubierto la cicatriz de mi
muñeca.- ¿O lo que quieres saber realmente es dónde está Tom?- Dijo con tono de
burla a la vez que me quiñaba un ojo.
-¡No es eso!- Aunque también. ¿Dónde estaba Tom...?
-Duermes demasiado.- No sabía a qué venía eso pero Bill lo soltó como
si nada.- Te desmayaste esa noche y te dejaron dormir en tu habitación para que
estuvieses tranquila.
-Necesitaba descansar...- Intenté defenderme sin evitar sentirme un
poco mal. Cada día que pasaba durmiendo era uno menos que estaba con él.
-Tom se tuvo que venir a dormir a mi habitación porque no ponían mover
las cosas a la vuestra.
-¿La... la nues... nuestra?- Quité mi muñeca de sus ojos
apresuradamente para que no notase como había empezado a temblar como un flan.
-Claro, ahora que estáis juntos no pensarías que ibais a dormir
separados.- ¿Dor... dormir con Tom?- Oye, no estarás pensando en cosas
guarras...
-¡No!- Ambos comenzamos a reírnos sin mucho sentido. Se notaba el buen
ambiente que se había formado desde la última vez que estuve aquí. Ahora, la
sonrisa de Bill me recordaba tanto a la última que tenía de Tom en la cabeza.
-¡Ya sé! ¿Quieres que vayamos a buscar a Tom?- Paré de reírme en cuanto
lo escuché. Claro que quería verle pero el problema era que no sabría qué decir
cuando lo tuviese delante.
-No sé si...
-Vale, vístete y salgamos pitando de aquí. Ya me estaba aburriendo de
tanto yoga.- Bill salió escopetado escaleras arriba. Sin embargo, yo seguía
allí sentada con cara de boba esperando a que mi cuerpo reaccionase.
Sería la primera vez que vería a Tom como su... Un momento, ¿qué éramos
exactamente? ¿Hermanos? ¿Novios? ¿Estábamos casados? ¿O habría otra palabra?
Qué más daba. Tom era mi todo y eso era suficiente. Sinceramente me moría de
ganas de tenerlo cerca, de ver esa sonrisa de nuevo en su rostro y sentir de
nuevo ese torbellino de sensaciones en mi estómago. Pero esta vez, lo
disfrutaría más que la última, esta vez le diría todas y cada una de las cosas
que realmente me hacía sentir. Un “te amo” no era suficiente para él... Tom se
merecía mucho más.
-¿Elizabeth?- Una dulce voz me sacó de mi aturdimiento. Cuando quise
darme cuenta, Shelly estaba delante con cara de sueño.
-¿Qué tal has dormido?- Ella sonrió dándome a entender que bien.-
Espero que estés bien aquí y que me digas todo lo que te pase.- No podía dejar
de sentir un poco de miedo por meter a Shelly en esta casa. Éramos vampiros que
se alimentaban de sangre humana, y poner delante a una niña de siete años en
medio era como dejar un caramelo a las puertas de un colegio.
-Estoy bien.- Se sentó a mi lado en el sofá y dejó caer su cabeza sobre
mi regazo.-Simone se porta como si fuese mamá, Mara me llevó a comprar ropa,
Andreas juega conmigo a lo que yo quiera, Bill es muy gracioso y siempre me
estoy riendo con él, y Nate siempre está conmigo porque es el único que conozco
un poco más.- Me alegré al instante al ver como mi familia había aceptado a
Shelly. Estaba segura que lo harían, pero acoger a una humana suponía un reto
para todos.- Tom...- Agarró con fuerza mi mano, que estaba acariciándole el
pelo. Yo me tensé al instante al escuchar su nombre.
-¿Te ha tratado mal?- Estaba nerviosa ante la posible respuesta de mi
hermana pequeña. No soportaría que Tom le hiciese algo malo, eso jamás podría
perdonárselo.
-Me gusta.
-¿Qué te gusta?- Pregunté confusa.
-Tom.- Levantó la cabeza y me miró a los ojos. Los suyos brillaban con
fuerza acompañados de un débil rubor en sus mejillas.- Es atento, muy gracioso,
siempre está pendiente de que no me falta nada,...- ¿Ese era Tom?
-Creo que te estás confundiendo de persona.
-¡No! Tom es el chico que bebió tu sangre cuando llegamos aquí.- Arrugó
el entrecejo, desviando su mirada.- Al principio lo odiaba por haberte pegado.
En cuanto lo vi, iba a salir corriendo a pegarle yo a él pero el chico de la
melena me detuvo.- Georg... Sonreí ante tanta inocencia. ¿En serio Shelly
quería protegerme?- Después de que te desmayaras pensaba en ir a hablar con él
y a regañarle pero entonces lo vi.
-¿Qué viste?
-Lo seguí por todo el pasillo de arriba donde están las habitaciones,
se paró y entró en una sin cerrar la puerta del todo, así que me asomé por la
rendija.- Su rostro se había empezado a humedecer por las lágrimas.- Se había
sentado en una cama donde había alguien tirado, reconocí al instante que eras
tú. Tom te estaba mirando fijamente y pensé que iba a atacarte porque se iba
acercando lentamente a ti.- Limpié sus lágrimas antes de que las mías le
hicieran compañía sin nisiquiera entender por qué se me había formado un nudo
en la garganta.- Te besó.- Me quedé impactado ante su confesión. ¿To... Tom me
había besado mientras estaba dormida? ¿Por qué haría eso?- Yo iba a entrar para
decirle que te dejara en paz y que se fuera pero entonces habló, te habló a ti
como si pudieras escucharlo.
-¿Q... qué dijo?
-Perdóname.
-¿Perdóname?- Ahora era yo la que le costaba retener las lágrimas
aunque no quería llorar delante de Shelly porque se asustaría al ver la sangre
emanar de mis ojos. Sonaría estúpido pero al imaginarme la escena, me sentía
impotente porque hubiese querido abrazarle y decirle lo mucho que lo quería.
-Fue con eso y con la forma en la que tenía de mirarte, cuando supe que
él no te haría daño sino que te protegería como yo.- Abracé a Shelly con todas
mis fuerzas. Era la única forma que tenía de darle las gracias por decirme eso,
por seguir aquí, por simplemente no haber muerto en ese accidente...
-¡¿Todavía estás así?!- Bill apareció de la nada con con su ropa
habitual.- ¡¿Por qué no me has hecho caso? Es más, ¡¿por qué nunca me haces
caso?!- Al ver la escena se quedó callado con cara de no entender nada.- Lo...
lo siento.
-No pasa nada.- Me puse de pie para ir a vestirme.- Shelly vendrá con
nosotros.- Bill asintió feliz.
[…]
-¿Hospital universitario Herzblut?- No me lo podía creer. Estábamos en
el hospital del que mi padre era el dueño. ¿Qué hacíamos aquí?
-¿No querías ver a Tom?- ¡Un momento!
-¡¿Está ingresado?!- Bill comenzó a reírse como un loco y Shelly le
hizo compañía.
-A mí no me hace gracia.- Le di un golpe a Bill en el hombro para que
se callara intentando parecer enfadada. No podía, hoy me sentía más feliz que
nunca.
-Vamos a entrar.- Bill empezó a caminar hacia el interior del hospital
seguido de mi hermana. Yo los imité sin saber muy bien para qué. Los nervios me
estaban devorando desde el interior cada vez que pensaba en Tom.
Una vez dentro, me fijé en la gente de allí. Estaba lleno, todos
humanos. El blanco reluciente de las paredes y el suelo daba un toque de luz en
aquel lugar. Me fijé en como las paredes estaban adornadas con motivos
navideños, luces, etc. En información se encontraba una caja llena de dulces y
caramelos donde los niños de allí pretendían llegar sin que la enfermera que
estaba allí se diera cuenta. No pude evitar sonreír al ver tal escena. ¿Quién
diría que este hospital era llevado por vampiros? ¿Es que acaso nadie se daba
cuenta que la mayoría de los médicos que andaban por allí eran monstruos que no
durarían en dejarlos secos si tuvieran la oportunidad?
Seguía a Bill a través de tantas personas siempre atenta a todo lo que
había a mi alrededor. Shelly caminaba segura agarrada de la mano de Bill y
hablando de algo que yo no llegaba escuchar o simplemente no podía ya que la
presencia de Tom me trastornaba. Cada vez lo sentía más cerca y mi sangre había
empezado a reaccionar como si le necesitase.
-¡Doctor William!- Una mujer se acercó alegre hacia nosotros. Llevaba
un uniforme de enfermera y el pelo recogido en una coleta.- ¡Qué alegría volver
a verle por aquí!- Mi hermano le estrechó la mano a la chica también sonriendo.
-Necesitaba las vacaciones.- Contestó Bill tocándose el pelo nervioso.-
¿Y cuando te las vas a coger tú? Cada día estás más gorda.- Me percaté en ese
instante de la abultada barriga de la chica, estaba embarazada.
-Soy fuerte, aún puedo aguantar un poco más.- En ese momento sus ojos
se fijaron en mí. Yo sonreí como respuesta.- ¿Quién es?- Dijo señalándome.
-¡Qué maleducado soy!- Bill agarró mi mano y me puso a su lado.-
Cintia, te presento a Lilith, la... esposa de Tom.- La chica abrió los ojos de
golpe al igual que yo. ¡¿Es... esposa?!
-¡¿Sabes las ganas que tenía de conocerte?!- Cintia, como la había
llamado Bill, me abrazó con fuerza y me dio la mano animada.- Desde que nos enteramos
de que el doctor Thomas se había casado, no nos lo podíamos creer.- ¿Doctor?
¿No era así como también había llamado a Bill?- A muchas casi les da algo pero
yo me alegré un montón. Ni siquiera sabíamos que tenía novia.- Yo mantenía la
sonrisa de estúpida en mi cara dado que la chica no paraba de hablar.
-Y esta es Shelly, la hermana de Lilith.- Cintia le sonrió
amistosamente y mi hermana le devolvió la sonrisa.- Bueno, te dejo con ella, yo
voy a avisar a Tom de que estamos aquí.- Bill se fue dejándonos solas con esa
chica no sin antes guiñarme de nuevo.
-¿Te importa si nos sentamos? Me cansa estar tanto tiempo de pie.
-Claro.- Accedí a acompañarla con mucho gusto. Nos sentamos en unos
sillones donde ya había más gente esperando su turno para entrar en consulta.
Para ser las siete de la tarde, estaba todo lleno.- ¿De cuánto estás?- Intenté
sacar un tema de conversación.
-De cinco meses.- Empezó a tocarse la barriga con dulzura.- ¿Lilith,
verdad?
-Sí.
-¿Sabes que eres la envidia de todas las chicas de aquí?
-¿Por qué?
-¡¿Cómo que por qué?! ¡Eres la mujer del doctor Thomas Kaulitz, el
doctor Buenorro como lo llamamos aquí!- ¿El doctor Buenorro? Así que Tom era
doctor... Nunca me hubiese imaginado que él, el vampiro más sanguinario que
había conocido, pudiese estar en un hospital cuidando a humanos. Eso sí, había
estudiado medicina junto con Bill y por lo visto, habían sido buenos
estudiantes. ¿Serían igual de buenos doctores? ¿Por qué nadie me había dicho
nada?- Muchas han intentado cazarlo y vas tú, y lo consigues.- Forcé una
sonrisa cuando dijo eso. Me fastidiaba un poco que todas, como decía Cintia,
hubiesen estado detrás de Tom. Tampoco era que me sorprendiera ya que él estaba
“buenorro” como le llamaban.- ¿Dónde os vais a ir de Luna de Miel? Yo me fui a
Costa Rica. No te lo recomiendo. Cuando empieza a llover es mortal. - ¡¿Qué?!
-¿Lu... Luna de Miel?- Pero si ni siquiera sabía qué era exactamente.
El Vínculo de Sangre era como una especie de casamiento para los humanos, pero
lo que significaba realmente para nosotros, lo desconocía.- No lo sé, tampoco
ha pasado mucho desde... la boda.
-Es que a los dos días de vuestra boda, llegó el doctor William
diciendo que su hermano se había casado pero que vendría porque él se cogía
unas vacaciones.- Se echó para atrás dejando que su prominente barriga se
abultara más.- Al principio pensé que era muy raro y tras comentárselo a él, me
dijo que era porque queríais pasar la Navidad con vuestras familias.
-Sí...- Tom había metido descaradamente aunque estaba claro que no iba
decirle a todo el mundo lo que había pasado en realidad.
-Y dime, de mujer a mujer.- Me hizo un gesto para que me acercara ya
que parecía que iba a decirme algo que Shelly no podría oír.- ¿Es tan bueno en
la cama como parece?- Yo me retiré de su lado impresionada. Ella se echó a reír
por mi reacción y no era para menos. Me estaba entrando hasta calor...- ¡Qué
era broma, mujer! Jajajaja.- Shelly nos miraba sin entender nada pero no pudo
evitar sonreír cuando vio como Cintia no paraba de darle golpes al sillón donde
estaba debido a la gracia que le había hecho.- Es la duda que siempre nos
rondará por la cabeza.- Confesó. Estaba claro que no iba decirle que Tom era
una fiera en la cama y que podía llegar a ser muy “apasionado”. Lo que tampoco
podía decirle era que, como lo que éramos formalmente, aún no nos habíamos
tocado. Sin contar ese beso que Shelly me descubrió...
-Se escucha tu risa desde el otro lado del hospital.- Bill irrumpió sin
cortar la felicidad de Cntia gracias a mí.
Me puse recta en mi sitio cuando vi caminar desde lejos a Tom. Venía
hacia nosotros tranquilamente, sin ninguna muestra en su rostro que indicara
que se alegraba de que estuviésemos aquí. La bata blanca con la tarjeta de
identificación al lado izquierdo de su pecho, se movía de una lado a otro.
Tenía debajo un uniforme verde, más ancho por supuesto de su talla, que tantas
veces había visto en las series de médicos. Su pelo trenzado y negro rompía por
completo la estética de doctor que había conseguido con la ropa. No sólo la
ésta decía cual era su puesto en ese hospital. Cualquiera que tuviese un poco
de sentido común se daría cuenta que su manera de caminar emitía una confianza
y seguridad en sí mismo. Sus poros emanaban poder y no era para menos, su
simple presencia imponía respeto.
-Buenas noches, doctor Thomas.- Cintia saludó desde el sofá cuando Tom
llegó hasta nosotros.- Déjeme decirle que tiene una esposa guapísima.- Fue tras
esa frase cuando Tom se fijó en mí. Ni una sonrisa ni un hola, nada.
-Si es que mi hermanito tiene muy buen gusto.- Bill le dio un fuerte
golpe en la espalda que hizo que su gemelo lo mirase con cara de odio.- Lilith
es una chica guapa, amable, se preocupa por los demás, tiene mucha paciencia, a
veces es un poco torpe pero... no es nada que no se pueda solucionar.- No pude
evitar sonrojarme cuando Bill dijo eso.
-Estoy de acuerdo.- Dijo Cintia.- Además de muy dulce.- Sumó a la lista
de características que Bill había empezado.
-Gracias.- Dije avergonzada.
-¿Shelly, vienes conmigo a coger algunos caramelos?- Cintia se levantó
y le dio la mano a Shelly para ir al mostrador de información donde antes había
visto los caramelos. Cintia antes de irse me guiñó en señal de complicidad.
¡¿Por qué le había dado a todo el mundo por guiñarme el ojo hoy?!
-¡Esperadme que yo también quiero caramelos!- Bill salió corriendo
detrás de ellas dejándonos a Tom y a mí solos. Maldito Bill...
-¡Bill, espe...!- Daba igual que lo llamase, Bill no vendría, el muy
listo lo tenía todo planeado.
-¿Es que acaso tienes miedo de quedarte a solas conmigo?- La voz de Tom
sonó amenazante tanto, que si antes no me atrevía a mirarlo a la cara, ahora
menos.
-No... no es eso... es... es... ¡es porque yo también quería
caramelos!- Respondí a la ligera a la vez que me fijaba en su expresión. Tom
levantó una ceja y luego se sentó en el sillón donde antes había estado Cintia.
-¿Qué gilipollez acabas de decir?- Cierto. Había dicho que quería
caramelos y nosotros no podíamos comer caramelos. ¿Estaría pensando que era
idiota?
-Era broma.- Me intenté excusar sin convencerlo. Había metido la pata
hasta el fondo y ahora, ya no podía sacarla.- Cintia es muy simpática.- Cambié
de tema antes de que llevara esta conversación a su terreno.- Me ha dicho que
todas las chicas iban detrás de ti y que te llaman doctor Buenorro. Además, no
sabía que trabajabas en el hospital.- Cuando me fijé de nuevo en él, había
cerrado los ojos. ¿Se habría quedado dormido?
-Van.
-¿Qué?- Pregunté sin entender nada.
-Las chicas no iban detrás de mí, van. Presente, no pasado.- Abrí la
boca de par en par cuando dijo eso. ¡¿Cómo se atrevía a decirlo como si nada?!
-¡¿Cómo?! ¡Pe... pero si estamos juntos!- Tom abrió los ojos y me
miró.- Bueno, no... no sé... se supone.- Se incorporó un poco hasta poner su
cara delante de la mía. No pude evitar fijarme en su boca. Sus labios, ese
piercing,...
-¿Estás celosa?- Empezó a mover ese maldito aro de su labio como tantas
veces había hecho antes. Cada vez que lo hacía, era porque algo se le estaba
pasando por la cabeza y siempre tenía algo que ver con él, una cama y yo.
-N... no.- ¡Mentira, mentira, mentira, mentira!- Simplemente, no me
gusta que toquen lo que es mío.- ¡Zas! ¿Cómo te has quedado, hermanito? Ese
piercing me tenía hipnotizada y me hacía decir cosas que realmente no quería.
Me moría por besar esos labios, los mismos que me habían perdido perdón sin yo
enterarme.
-No juegues con fuego, puedes quemarte.- Sonrió de manera pícara
haciendo que mi cuerpo se consumiera lentamente en deseo.
-¿Vas a quemarme tú?- Agarré la bata blanca que demostraba que la
persona que tenía delante era alguien en este hospital. Estábamos a tan solo
varios centímetros de distancia, un gran espacio que sobraba entre nosotros.
-No, yo voy a fo...
-¡¿Queréis caramelos?!- Nos separamos al instante en cuando escuchamos
a Shelly. Bill apareció detrás de ella con cara de frustración ya que no había
conseguido pararla a tiempo.
-No, gracias.- Le contesté con una falsa sonrisa. Tom se levantó y se
fue sin decir nada. Yo me quedé con cara de frustración al verlo desaparecer en
el ascensor de enfrente.
-Lo siento.- Se disculpó Bill.- ¿Quieres que nos quedemos a esperar a
que salga o nos vamos a casa? Aún le queda una hora.- Me lo pensé seriamente
unos segundos. No quería irme ahora pero tampoco quedarme a esperarlo tanto
tiempo.
-Quédate y me haces compañía en la cafetería en mi hora de descanso.-
¿Había dicho ya que Cintia me caía muy bien? Asentí enérgicamente ante sus
palabras. Si me quedaba con ella podríamos hablar y así sacarle más cosas acerca
de Tom.- ¡Estupendo!- Exclamó.
-Entonces nos vamos.- Bill le dio la mano a Shelly para salir de allí.-
Nos vemos en casa, hermanita.- Me asusté en cuanto dijo eso. ¡¿Cómo que
hermanita?! ¡Qué estaba Cintia delante! Aunque ella parecía no haberle dado
importancia a ese detalle.
Cintia me hizo un gesto para que la siguiera. Todo el mundo la saludaba
a nuestro paso. Por lo que veía, parecía caerle bien a todo el mundo y no era
de extrañar. Siempre tenía una sonrisa en la boca, hablaba con todo el mundo y
parecía que también simpatizaba mucho con Bill. A mí ya me tenía ganada. Si no
hubiese sido por ella, me habría quedado esperando sola como una tonta
esperando a que Tom saliera.
-Sentémonos aquí.- Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana donde
se veía la nieve que estaba empezando a caer fuera. En la cafetería había mucha
gente entre los que se encontraban otros doctores, enfermeros, pacientes,...
Parecía tan animado que se me olvidaba que estaba en un hospital.- Mi marido
también es médico en este hospital.- Cintia comenzó a hablarme mientras se
volvía a tocar la barriga.
-¿Cuál es su especialidad?
-Está de prácticas.
-¡¿Acaba de salir de la universidad?!- Ella empezó a reírse ante mi
asombro.
-¿En serio te sorprende eso? A mí sí que me dio algo cuando me enteré
de que los doctores Kaulitz acababan de salir de la universidad y ya operaban
lo que fuese.- Era verdad. En teoría Tom y Bill acababan de salir de la
universidad...- Aunque luego ya me enteré de que William y él eran
superdotados.
-Sí.- Le seguí el rollo cómo no. A partir de ahora, me limitaría a
dejarla hablar y no hacerle preguntas para no cagarla.
-¿Y por qué te casaste tan joven?- ¡¿Y ahora que le decía?!
-Tom me lo propuso y no pude decirle que no.- Y era verdad, en parte.
-¡Qué bonito!- Me empecé a reír nerviosa. Nunca me había gustado mentir
pero tampoco podía decirle la verdad.- Yo me casé porque me quedé embarazada.
Pensamos que sería una buena forma de asentar la cabeza y darle un mejor futuro
a nuestro hijo. Además, así no tendría que estar de París a Hamburgo cada dos
por tres.
-¿A París?- Sentí un pequeño pellizco en el estómago al escuchar el
nombre de la ciudad donde había crecido.
-Sí, Jacob es de allí. Al principio era un coñazo estar viajando de un
sitio para otro para poder vernos, pero cuando supe que estaba embarazada, nos
compramos una casa en Hamburgo y nos casamos.- Era una bonita historia que no
tenía ni comparación con la mía. En la mía, el novio hacía la vida imposible a
la novia, pero como ésta era estúpida seguía detrás de él como un perrito.
Demasiada sangre, golpes, lágrimas y dolor para ser contada.
-Es muy bonito...
-¡Cintia!- Una chica alta y morena con unos ojos negros espectaculares
rompió nuestra conversación.- Pensaba que ya te habías cogido la baja.- Retiró
una de las sillas de nuestra mesa y se sentó, ignorándome por completo.
-Estoy embarazada, no lisiada.- Ambas empezaron a reírse ante el
comentario de Cintia, hasta que ésta se dio cuenta de que yo también estaba
allí.- Esta es Lilith.- La chica de ojos negros se fijó en mí por primera vez.-
Lilith, esta es Romina es la jefa de ginecología.
-Encantada.- Contesté embelesada en sus atrayentes ojos.
-Lilith es la mujer del doctor Thomas Kaulitz.- La expresión de la
morena cambió al mencionar esa frase. Me di cuenta pese a que ella se esforzó
por mantener la sonrisa.
-Tenía muchas ganas de saber cómo eras.- Me hizo un repaso visual con
el que me sentí incómoda. Mucho más, cuando sonrió con superioridad.- Te
esperaba distinta.- Lo dijo con un tono sarcástico que capté al instante.
Reconocía que yo era poca cosa para Tom pero que me lo “dijeran” no me gustaba.
-Sí, yo también me la imaginaba mayor.- Cintia seguía con su sonrisa
inocente. No había comprendido el propósito de ese comentario.- Aunque el
doctor Thomas también es muy joven...- Ella seguía en su mundo mientras a mí me
estaban entrando ganas de salir de allí.
-¿Qué vais a pedir?- Un camarero se acercó a nosotras para tomar nota
de nuestro pedido. ¡Mierda, yo no podía tomar nada!
-Yo quiero un chocolate caliente con mucha azúcar.- Respondió la
embarazada al instante.
-¿Ya estamos con los antojos otra vez?- El camarero parecía conocerla
al hablarle así.
-No soy yo, son mis hormonas.- Todos nos reímos de la manera en la que
lo dijo. Sin duda, Cintia y yo nos llevaríamos muy bien.
-Yo quiero un té negro con leche desnatada, sin azúcar.- El chico que
no tendría más de unos veinte anotó lo que le había dicho la tal Romina. Por lo
que había pedido y por el cuerpazo que tenía, se notaba que se cuidaba.
-¿Y usted, señorita?- Todos me miraron esperando una respuesta.
-¡¿Cómo que señorita?! ¡Es la mujer del doctor Kaulitz!- El camarero
abrió los ojos como platos cuando Cintia le rebeló quién era.
-¡Vaya!- Dijo mirándome de arriba abajo.- Todo el hospital tenía muchas
ganas de conocerla, señora Kaulitz.- ¿Por qué tanta expectación por conocerme?
-Por favor, tutéame.- El asintió y me señaló la libreta para que
pidiese.- No voy a tomar nada, gracias.- El chico asintió y se fue, no sin
antes mirarme por última vez.
-¿Y cómo os conocisteis Tom y tú?- ¿Cómo que Tom? ¿Ella no lo llamaba
doctor Thomas o Kaulitz como los demás?
-Yo...- ¿Y ahora qué le decía?- Tom, Bill y yo nos conocíamos desde
pequeños y siempre estábamos juntos hasta que yo me fui de Alemania y perdimos
el contacto.- Decidí contar algo que se asemejara con la realidad para así
acordarme en un momento dado.- Cuando volví a ver a Tom ni siquiera lo
reconocí, incluso me caía mal.- Recordar por todo lo que habíamos pasado y
donde habíamos acabado, me hacía darme cuenta que si realmente luchabas por una
persona, podrías conseguirla.- Tom sí sabía quien era yo pero no me dijo nada.
Cuando me enteré, quise retomar lo que una vez fuimos pero para aquel entonces
las cosas entre nosotros no estaban muy bien.- Me fijé en que Cintia y Romina
estaban muy pendientes de mi historia. ¿Qué estarían pensando?- Ambos hicimos
nuestra vida lo más apartado del otro que pudimos hasta que me di cuenta que no
podía vivir sin él.- Vi como por la cara de Cintia se derramaban silenciosas
lágrimas que ella aguantaba por como se le movía la barbilla.- ¡¿Por qué
lloras?!- Grité alarmada, tanto que casi se le cayó el chocolate y el té al
camarero al suelo.
-Es que es muy bonito.- El pobre dejó los vasos en la mesa y se fue
antes de que le diera otro susto.- Malditas hormonas.- Le di un pañuelo que
siempre llevaba conmigo por si un día me daba por llorar a mí y se me llenaba
toda la cara de sangre.
-¿Entonces lo vuestro es una relación amor-odio?- La guapa ginecóloga dejó
que la dulzura que la imagen de Cintia me había provocado, desapareciera al
escuchar su pregunta.- Quiero decir, hasta hace dos semanas ni sabíamos que Tom
tenía novia y que se iba a casar. Es más, hasta ese tiempo, todo el personal
femenino del hospital había comprobado que Tom no estaba atado a nadie.- Me
estaban entrando ganas de lanzarme a su yugular y dejar que se desangrase. ¿Es
que acaso quería decir que Tom se había acostado con todas las mujeres del
hospital? No me extrañaba viniendo de Tom pero lo que me molestaba era que me
había dicho que me quería, indirectamente, pero lo había dicho. Si me quisiera,
no se habría acostado con nadie, era más, ni siquiera se habría fijado en
ninguna otra chica.
-Si me disculpáis, creo que me voy a ir yendo ya. Se me había olvidado
que había quedado con unas amigas.- Me levanté de la silla y salí de allí no
tan rápido como me hubiese gustado.
Tenía ganas de llorar, de pedirle una explicación a Tom aunque sabía
que no podría, y sobretodo, de esconderme en mi rincón. Sabía que no todo era
color de rosa. Las cosas estaban yéndome bien por primera vez en mi vida.
Demasiado bonito para ser verdad. ¿Cómo podría siquiera haber pensado que
podría ser feliz junto a Tom?
Esquivé a mucha gente entre las salas de espera y la entrada. Quería
salir de allí y despejarme, sentir la nieve caer sobre mí y el frío de ésta
calarme hasta los huesos. Lo que fuese, simplemente reaccionar ante algún
estímulo externo.
Choqué contra algo duro que hizo que me cayese al suelo. Cuando miré a
al causante del golpe, lo vi a él. Tom me miraba desde arriba con una ceja
alzada, a su lado, Cintia con cara de preocupación.
-¿Estás bien?- La enfermera me tendió su mano para ayudarme.- Quizás no
sea nada, pero me preocupé cuando te vi irte tan deprisa así que llamé al
doctor.- Me levanté y me sacudí la ropa que se estaba empezando a llenar de
nieve. ¿En qué momento había salido fuera?
-¿Se puede saber qué demonios te pasa?- Tom sonaba enfadado pero me
daba igual. Era yo la que tenía que estar mosqueada con él.
-Me había acordado de que tenía que volver a casa.- No le miré a la
cara, si lo hacía me pondría llorar porque me sentía realmente mal.
-¿Para qué?- Preguntó aún con ese tono de prepotencia que siempre le
acompañaba.
-Tenía que hacer cosas.- Cintia nos miraba alternativamente sin
comprender la tensión que se había formado.
-Cintia será mejor que vuelvas a dentro antes de que te resfríes. Dile
a los demás que me vuelvo a casa.
-Sí, doctor.- Dijo con una seriedad que no había visto en ella todavía.-
Adiós, Lilith, espero volver a verte pronto.- Asentí y tras eso, ella se fue.
-Vamos al coche.- Tom empezó a caminar y yo le seguí. No quería estar
más tiempo aquí sino irme a casa y encerrarme en mi habitación.
Nos metimos en el coche sin decir nada. Tom era demasiado cabezota como
para empezar hablarme y yo no lo haría. Una vez que el coche arrancó, el
hospital empezó a alejarse con rapidez. La nieve chocaba contra la luna del
coche acompañada de las luces navideñas que iluminaban la ciudad. Los
escaparates estaban llenos de promociones navideñas y a la gente parecía
gustarle. Muchos salían con bolsas cargadas de regalos para ese día de
felicidad para todos. Muchos niños tiraban de sus padres para entrar en las
jugueterías y las parejas se quedaban observando cariñosos algunas otras cosas.
-¿Vas a decirme por qué te has ido de esa manera? Cintia salió
preocupada a buscarme.- Ahora me sentía mal por ella.
-No fue mi intención causarle problemas.- Seguí contemplado por la
ventanilla como Hamburgo se teñía de blanco sin fijarme en él.
-Pues es lo que mejor se te da.- Dijo irónico. Tenía ganas de gritarle
y decirle todo lo que me había dicho Romina pero preferí no hacerlo.- Primero
vas al hospital aún sabiendo que estaba trabajando, luego sales de la cafetería
sin decir nada y encima sola, porque claro, que te estén buscando una manaba de
chuchos sedientos de tu sangre no es algo por lo que preocuparse, ¿verdad?- El
coche se detuvo en un semáforo, lo que le dio tiempo a Tom para mirarme.- ¿Por
qué no te disculpas?
-¿Por qué tendría que hacerlo?- Por primera vez desde que nos montamos
en el coche, lo miré. Sus ojos miel brillaban con el reflejo de las luces de la
calle en ellos.- No me arrepiento de eso. ¿Tú te arrepientes de algo?- Volvió a
poner su atención en la carretera cuando el semáforo se puso en verde.
-No.- Era justo lo que necesitaba escuchar. No se arrepentía de haberse
acostado con otras chicas...
El camino hasta casa se me hizo eterno. El silencio entre nosotros
hablaba por sí solo. Él sabía que algo no iba bien y yo sabía que él conocía
que estaba enfadada con él. Después de ese cruce de palabras, no nos habíamos
vuelto a mirar...
El coche se detuvo y Tom se bajó dando un fuerte portazo que me hizo
comprender que estaba enfadado. Siguió caminando hasta casa sin ni siquiera
esperar que me bajara del coche. Imité sus pasos y entré. Mara me estaba
esperando en la puerta con una caja en las manos. Justo detrás de ella, estaban
las escaleras que llevaban al piso de arriba por donde Tom estaba
desapareciendo poco a poco.
-¡Tengo un regalo para ti!- Mara me dio la caja feliz como ella sola.
-¿Qué es?
-Ábrelo.- Parecía más emocionada que yo por el regalo y es que a Mara
siempre le habían encantado hacer regalos a los demás. Cuando lo abrí, me quedé
con la boca abierta. Un conjunto de lencería de encaje rojo estaba
perfectamente doblado en el interior de la caja adornada con un lacito.
-¿Gracias?- No me serviría de mucho pero aun así le agradecía el
detalle.
-Como estos días has estado indispuesta para celebrar tu Vínculo con
Tom, he pensado que esta noche sería la buena.- Dijo con picardía.
-Muchas gracias, Mara.- Tapé de nuevo la caja y fui hasta mi habitación
a darme una ducha y a meterme en la cama antes de tiempo.
Cuando llegué a mi cuarto, tuve que salir afuera y volver a entrar
porque pensaba que me había equivocado. Era mi habitación, de eso no había
duda, pero la cama era mucho más grande, la decoración era distinta y, el colmo
final, fue ver la guitarra de Tom perfectamente colocada en un rincón. Entré y
cerré la puerta tras de mí. El ruido de la ducha me alertó de que no estaba
sola y entonces lo comprendí. Bill había dicho que como necesitaba dormir
tranquila no habían podido arreglar la habitación para que Tom y yo estuviésemos
juntos. ¡Bill me había sacado de casa para que les diera tiempo de prepararlo
todo!
Dejé el regalo que me había hecho Mara en la cama y me acerqué al
vestidor. Ahora, la ropa estaba repartida en dos, uno con mi ropa y el otro,
con la ropa de Tom. Salí de allí dispuesta a pedirle a Bill que me cambiase de
habitación inmediatamente pero al ver a Tom con sólo una toalla en la cintura,
con el tanga rojo de la caja en la mano y con cara de no entender nada, mis
intenciones se esfumaron a la velocidad de la luz.
-¿Qué es esto?- Se había dado cuenta de que le estaba observando pese a
no haberme visto. Había empezado a ver todo lo que había en la caja y a mí me
entró la desesperación.
-¡No!- Corrí y se la quité de las manos antes de que siguiera viendo su
contenido.- Es un regalo de Mara.- Dije nerviosa antes de que se hiciera una
idea equivocada.
-Pensaba que era mi regalo.- Pasó de mí y se fue hacía el vestidor a
coger algo que ponerse.- ¡¿Aunque estás enfadada, no?!- Gritó para que le
pudiese oírlo desde el interior del vestidor. No le contesté.- Claro que lo
estás.- Se había puesto a mi lado aún con la toalla puesta. Mis manos empezaron
a temblar con la caja al recordar lo que dijo Romina.
-¿Conoces a Romina, la jefa de ginecología del hospital?- Tom se sentó
en la cama con tranquilidad.
-Sí, ¿por qué?
-¿Te has acostado con ella?- Los ojos me estaban empezando a escocer.
Quería parecer enfadada delante de él pero al paso que iba no podría.
-¿A qué viene eso?
-¡Contéstame!- Grité furiosa.- ¿Y con el resto del hospital?
-¿Y si lo he hecho qué? No estábamos juntos, no tienes derecho a
recriminarme nada.- Se levantó de la cama dispuesto a no seguir la pelea
conmigo.
-¡Claro que tengo derecho, Tom! Dijiste que me querías y a una persona
no se le quiere de la noche a la mañana. Para dar el paso que dimos, tuviste
que estar muy seguro de que querías pasar el resto de tu vida conmigo.- Una
lágrima se escapó de mis ojos, una que yo intenté borrar con mi mano pero que
dejaría un rastro rojo.
-Lo que te pasa es que estás completamente celosa.- Se rió sarcástico.-
No soportas la idea de que esté tocando a otra que no seas tú ni que la bese,
me la folle...
-¡Cállate!- Le golpeé en el pecho con rabia.
-¡No vuelvas a hacer eso!- Cuando quise darme cuenta, Tom me tenía atrapada
debajo de él en la cama. Agarraba las muñecas con fuerza y respiraba agitado.-
¡No me recrimines nada que tú misma has hecho! ¡¿No fuiste tú quien se acostó
con Adam y Nate cuando decías que me querías!- Volvía a ser el Tom que tantas
veces me había dejado ver la bestia que tenía dentro.
-¡No!- Le grité mientras luchaba por soltarme de su agarre.- ¡Siempre
que hago algo así es por ti!
-¡Oh, qué amable! ¡¿Te acuestas con otros por mí?!
-No quiero volver a tener esta conversación contigo...- Tom me soltó
enfadado y volvió al vestidor para terminar lo que pensaba hacer.- Cuando me
dijeron que habías muerto sentí como si todo mi mundo se viniera abajo.- No
sabía si me estaba escuchando pero necesitaba decírselo.- Dejé de beber sangre
y me encerré en mi habitación. Pensé en suicidarme pero me di cuenta que ese
era el camino fácil. No valía la pena seguir aquí si tu no estabas así que dejé
de alimentarme para ir sufriendo lentamente. No podía soportar pensar en que yo
había sido la que te había matado.- Me encogí sobre mí misma en la cama,
dejando que las lágrimas manchasen mi cara.- Ni siquiera pensé en escapar
cuando ellos me secuestraron pero cuando supe que estabas vivo, vi una luz
entre tanta oscuridad y pensé que tendría que seguir viva hasta al menos
decirte todo esto.
-No me he acostado con nadie desde que llegamos de Londres y mucho
menos me he tirado a todas las del hospital.- Sonreí ante su confesión. ¿Cuánto
tiempo llevaría ahí?- Me jode que te creas antes a una tía que acabas de
conocer que a mí.- Me levanté de la cama a toda velocidad.
-¿Cómo sabes que me lo ha dicho Romina?
-Cintia.- Tom se dirigió hacia la puerta dispuesto a irse al salón con
el resto.
-No era así como me imaginaba de pequeña mi noche de bodas...- Abrió la
puerta y salió sin ni siquiera mirarme. Sabía que esto no era una noche de
bodas, más que nada porque no sabía lo que el Vínculo significaba.
Me quité la ropa y me metí en la ducha. Necesitaba relajarme después de
esta intensa pelea. ¿Serían así todos los días? No, esto no dudaría mucho
tiempo. Tom se cansaría de mí antes que yo de él. Habíamos empezado mal y había
sido por mi culpa. Había creído a Romina sin hablar con él antes. Tenía que
dejar de ser tan insegura y confiar más él, al menos hasta que me demostrara lo
contrario.
El agua se tiñó de un rojo claro cuando pasó por mi cara. Tenía que
pedirle perdón antes de que pensara que era una niñata. No volvería a ser así
pero si todas las chicas del hospital eran como Romina estaba acabada. Al lado
de Tom yo parecía lo que era, su hermana pequeña. Nadie pensaría que yo era su
pareja. Él era guapo, alto, listo, un poco frío, pero era eso lo que le daba
ese toque de misterio que atraía a todo el mundo.
Salí de la ducha y me relié en la toalla. Sin darme cuanta me había traído
el “regalo” de Mara al baño. Lo guardaría porque me daba pena tirarlo pero
jamás me lo pondría. O tal vez... Me sequé y me lo puse. Hoy estaba segura que
Tom no dormiría aquí y yo no pensaba salir de la habitación así que qué más
daba.
Abrí la puerta del baño que me llevaría hacia la cama de la que no me
pensaba mover. Cuando lo hice me quedé impactada. La habitación estaba a
oscuras y sólo iluminada por algunas velas alrededor, las sábanas estaban
cambiadas ya que yo las había manchado con mis lágrimas y las cortinas estaban
abiertas dejando que la nieve estuviese presente en tal bello espectáculo.
-No sé cómo era la... noche de bodas que querías de pequeña pero ha
sido lo único que he visto que podría ayudar.- Tom apareció de la nada
tocándose la cabeza. Sabía que esto le estaba costando muchísimo.
-Es mejor que la de mis sueños.- Salí corriendo hacia él y lo abracé
con todas mis fuerzas.- Lo siento, fui una estúpida por no confiar en ti.- Sus
brazos me rodearon como tan pocas veces habían hecho antes.- Si sigo así esto
no durará mucho y no quiero que eso pase.
-Esperemos que no sea así, mientras tanto... empecemos con un “para
siempre”.- Sus manos heladas volaron a mi cara y acariciaron mis mejillas
dulcemente.- Te dije que no jugaras con fuego, que te ibas a quemar.- Me miró
de arriba abajo parándose en cada detalle de aquel conjunto de lencería que me
había regalado Mara sin dejar de mover el piercing del labio.
-Te quiero.- Agarré su camiseta y lo pegué más a mí.- No te puedes
hacer una idea de cuánto.- Puso la mano detrás de mi cabeza y pegó con fuerza
nuestros labios. Había estado esperando este momento durante tanto tiempo que
ya no recordaba lo que se sentía al tenerlos devorándome.
-Siempre pensé que el rojo se veía mejor sobre tu piel.- Dijo entre
beso y beso. Sus manos no se habían apartado de mi cara ni un momento y las
mías seguían agarradas a su camiseta. Cada segundo que pasaba con él, era el
mejor de mi vida. Tom estaba aquí, era real y lo estaba sintiendo con cada
rincón de mi cuerpo.
-Dilo.- Le rogué.
-¿El qué?
-Que me quieres.- Sonrió sobre mis labios.
-¿Por qué quieres que te lo diga? ¿Es que no confías en mí?- Me cogió
entre sus fuertes brazos y me tiró sobre la cama con él encima.
-Te quiero...- Dijo mientras me observaba desde arriba.- Quitar la ropa
a bocados.- Se lanzó a mi cuello como la bestia que era. Estaba devorando cada
centímetro de piel que se encontraba a su paso. Le quité la camiseta y no
tardaría en hacer volar sus pantalones. Él, por el contrario, iba despacio, se
detenía cada dos por tres y se quedaba un rato mirando mi cuerpo. Todo era tan
extraño, su comportamiento, su manera de moverse y de actuar. Otras veces en
esta misma situación, estaría como un loco desesperado por estar dentro de mí.
-¿Va todo bien?- Acaricié su cara que estaba delante de mi barriga,
observándola.
-Tu sangre.- Tom tragó saliva. Me fijé en sus ojos y los vi tan blancos
como la nieve que caía.
-¿La quieres?- Me miró haciendo que me asustase al verle. Nunca me
había mirado con esos ojos y tenía que reconocer que daban miedo.
-La siento dentro de mí.- Hice un movimiento brusco que me permitió
ponerme encima de él.- ¿Qué estás haciendo?
-Hacer que me sientas a mí.- Esta vez fui yo la que se lanzó a por él.
Sabía que a Tom no le gustaba verse inactivo en la cama pero esta noche sería
yo la que le hiciera disfrutar.
Comencé a descender por su torso desnudo. Su piel estaba tan fría que
me hacía tiritar. Besé y acaricié todo lo que veía. Sus suspiros me hacían
querer más. Volvía a sentir mi menta ida. Era esa parte a la que los de mi
especie llamaban instinto era la que me hacía actuar sin raciocinio. Notaba mi
piel arder cuando se rozaba con la de Tom y sus leves gemidos hacían burbujear
mi sangre.
Me quité el sujetador y luego sus pantalones. Sus manos hacía tiempo
que habían dejado de moverse para centrase en el placer que yo esperaba estar
dándole. Agarré el elástico de sus bóxers y empecé a tirar hacía abajo. De
inmediato, pude ver que mis actos estaban dando resultados. Cuando estaba a
punto de hacer lo que sólo me atreví hacer una sólo una vez, él agarró mi
brazo.
-No lo hagas, es lo que hacen todas.- Consiguió hacer que me quedara
debajo de él de nuevo.- Tú no eres como todas.- Arrancó la última prenda que
quedaba sobre mí de un ágil movimiento.
-¿Quién eres, Tom?- Sus manos acorralaron a las mías sobre mi cabeza.
-No sé quién soy cuando estás delante.- Un golpe seco de cadera hizo
que sintiera a Tom dentro de mí.
-¡Ah!- Gemí. El dolor que otras veces había sentido ante la brutalidad
de Tom se había transformado en puro placer. Un placer arrebatador que me hacía
olvidar el pasado y centrarme en quién fuese ese ser que tenía entre mis
piernas.- ¡No pares!- Sus embestidas eran muy fuertes y pausadas. Su boca se
había puesto al lado de mi oído y cada vez que gemía, me ponía la piel de
gallina.
No se dejaba de mover y yo quería más de eso que durante tanto tiempo
había estado prohibido para nosotros. Las corrientes eléctricas que se
esparcían por mi cuerpo me hacía perder la conciencia de mí misma. ¿Cómo podría
describir lo que Tom era capaz de hacerme sentir? Era imposible, como también
lo era el poner un nombre a esto que teníamos. ¿Amor, sexo, lujuria, pasión,
una sed irrefrenable hacia la sangre del otro...? ¿O una mezcla de todo?
Tom soltó mis manos y yo lo estrujé entre mis piernas. Sentirlo más
adentro era imposible. Rasgaba mi cuerpo desde el interior, satisfacía cada una
de las necesidades y encima, se colaba en cada rincón de mi cuerpo sin ni
siquiera intentarlo. Sus labios volvieron a dominarme separándose de vez en
cuando para no ahogarme en mis propios gemidos.
-Espero...- Dijo entre suspiros.- Que es... esta sea... la noche de
bodas... que... que esperabas.- Las embestidas se empezaron a hacer más fuertes
y yo no aguantaría más tiempo así.
-Te... ¡ah!... te quiero.- Clavé mis uñas en su espalda cuando me hizo
sentir el mejor orgasmo de mi vida.- ¡Dios!- Tom me acompañó a los poco
segundos. Noté algo espeso en mi interior que me indicaba que él también había
conseguido lo que ambos nos habíamos propuesto hacer sentir al otro.
Su cuerpo cayó rendido sobre el mío. El sudor de su cuerpo se resbalaba
por mi piel. Su lengua empezó a moverse por mi cuello y fue en ese momento
cuando me di cuenta que me había mordido. No había sentido nada cuando lo había
hecho y ahora tenía a Tom lamiendo mi cuello como un poseso.
-¿Me sientes ahora?- Pregunté aún sin poder respirar.
-No necesitaba esto para sentirte.- Se echó a un lado de la cama con la
respiración agitada.- Esa noche, cuando empezaste a lamerme la muñeca...- Me
fijé en como su cuello y su boca estaban manchados con mi sangre. Era una
escena tan seductora...- Me pusiste cachondo. Me entraron ganas de follarte
allí delante de todos pero no hubieses resistido ni un segundo.- Fui lentamente
hacia él y empecé a lamer la sangre que estaba sobre su piel.- De esta misma
forma en la que lo estás haciendo ahora.- Ahora mi lengua estaba sobre sus
labios.- Te vas a quemar, hermanita.- Dijo irónico, pero yo ya no podía parar.-
Te quemaste.- Su cuerpo volvió a estar sobre mí pero esta vez haciendo presión
sobre el mío. Mis muñecas volvían a estar sujetas por Tom pero esta vez me
estaba haciendo daño.
-Me duele, Tom.- Tom tenía la vista perdida en mi cuello a la vez que
se intentaba hacer hueco entre mis piernas.- ¿Vas a morderme otra vez?- ¿Por
qué la situación me asustaba tanto?
-Son las voces.
-¿Qué?- Sus colmillos hicieron un ruido desgarrador al clavarse en mi
piel. Noté como mi sangre salió disparada hacía su boca.- Para...- Apreté los
puños con fuerza porque me estaba empezando a marear. Aún no estaba recuperada
del todo y mi cuerpo se cansaba con suma rapidez.- Me voy a desmayar...- De
nuevo sentía la misma sensación que aquella noche. Mi cuerpo se estaba quedando
sin fuerzas y la vista se me estaba nublando.- ¡Tom, para!- Le grité como
último método para deshacerme de él.
-Perdóname...- Dijo cuando separó por un segundo su boca de mi cuello
completamente desangrado.
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