Capítulo 53
Capítulo 53
By Tom
La puerta aún estaba cerrada. Notaba su presencia al otro lado y lo
prefería así. Hoy no tenía ganas de verla y más, después de lo de ayer. Quizá
me pasé un poco con ella, dejándola con las ganas de sangre pero tenía que
hacerle entender lo insufrible que era esa sed.
Por la tarde, cuando había salido hacia el funeral de Rachell, Lilith
había seguido metida en su habitación. Sólo esperaba que esto no le durase
mucho y que tuviese una respuesta clara hoy o me volvería loco. No quería
esperar más.
-Buenos días, Thomas.- Gretchen me había puesto el café delante con esa
sonrisa que parecía que nunca se borraba de su cara. ¿Cuánto tiempo llevaría
ahí?- ¿Ha pasado una mala noche?- Buena pregunta.
-Tal vez.- Por no decir que no había pegado ojo en toda la puta noche.
-Es una chica extraordinaria.- Levanté la vista del líquido negro de la
taza. ¿Estaba hablando de Lilith?- Es preciosa y tiene una sonrisa de lo más
encantadora.- Sí, eso ya lo sabía...- Aún no sé cómo llamarla. Es muy joven
para decirle señora aunque esté casada con usted.- Casada. Debía acostumbrarme
a ese adjetivo.
-¿Hablaste con ella ayer?- Gretchen movió la cabeza en señal de
afirmación. Necesitaba saber de qué habían hablado, si Lilith le había
sonreído...
-No mucho, simplemente del apartamento y poco más.- Me estaba ocultando
información.
-Bu... Buenos días.- Una débil voz sonó en mi espalda. Lilith...
-Buenos días, señorita.- Gretchen le dedicó la más sincera de sus
sonrisas, yo simplemente no me volví.- Le prepararé el desayuno.- Se puso manos
a la obra mientras Lilith se sentaba en el taburete de al lado, con la cabeza
gacha y tocándose nerviosa las manos.
Decidí pasar de ella y centrarme en tomarme el café antes de que se
enfriara. Era un lujo que hacía tiempo que no me daba y es que beber sangre a
36º me estaba empezando a cansar. Sentía como el calor abrasaba mi garganta y
me gustaba, era lo más parecido al dolor que hacía siglos que no sentía.
-Tom.- La miré de reojo cuando pronunció mi nombre. ¿Se había puesto
roja?- Me gustaría ir a ver a Cintia al hospital.- Le di el último trago al
café y me levanté del taburete de la barra de la cocina, a este paso llegaría
tarde.- ¿Po... Podrías... esto... llevarme?- Por primera vez desde que llegó la
miré a los ojos. Me mantuvo la miraba un par de segundos hasta que volvió a
mirarse las manos.
-¿Por qué quieres ir?- Gretchen le puso el desayuno y había empezado a
comer muy despacio como siempre hacía.
-Quiero ver a Cintia y saber cómo está el bebé.- Se quedó pensativa
mirando las tostadas. Quizá se estuviese acordando de lo acontecido en el parto
de Cintia. Ayer vi las marcas de sus colmillos en su muñeca. Siempre tardaban
tanto en irse...
-¿Ya no te duele?- Ella me miró nerviosa y yo bajé mi mirada hacía su
pecho, ella lo siguió y se dio cuenta de a qué me refería. ¡Dios, estaba tan
delgada!
-No, no demasiado.- Ahora que mi fijaba sus ojos no brillaban como
antes, su cuerpo había perdido bastante peso y su piel había dejado de tener
ese brillo especial.
-Tienes que comer más, estás en los huesos.- Ella abrió los ojos
sorprendida ante mi comentario.- Tienes cinco minutos si no, te quedas aquí.-
Empezó a comer de nuevo, esta vez más rápido. ¿Por qué no me había dado cuenta
del estado tan demacrado que tenía?
[…]
El viaje en coche hasta el hospital me estaba poniendo enfermo. El olor
de la sangre de Lilith me estaba volviendo más loco si cabía y ya que estaba
lloviendo, ni siquiera podía abrir los cristales. Hacía tanto tiempo que no la
probaba que mataría literalmente por ella. Además, su silencio en el coche me
estaba alterando. Obviamente no teníamos nada de que hablar o realmente sí,
pero ninguno se atrevía a dar el primer paso.
Me preguntaba por qué habría ido al baño antes de irnos. Salió más
nerviosa de lo normal y con los ojos hinchados claramente de haber estado
llorando. Puede que estuviese presionada porque le había dicho que necesitaba
una respuesta para hoy y esperaba que fuese la más acertada o de lo
contrario... No. Después de lo de ayer, estaba seguro de cuál sería su
respuesta. ¿Tenía que dejarle más claro cuál era la opción correcta?
-Me estoy poniendo enfermo.- Lilith salió de su aturdimiento cuando
hablé. Me estaba mirando, esperando que le diese una explicación.- Tu sangre me
pone enfermo.- Volvió a mirar por la ventana del coche mientras se tocaba la
cicatriz de su muñeca.
-Lo siento.- Mierda. No tenía que sentirlo.- Antes te gustaba.- Su mano
de movió rápida por su cara. ¿Estaba llorando? Bien.
-Ahora me da asco.- Agachó la cabeza, haciendo que su larga melena
rojiza apartase su rostro de mi vista.- Ahora que todo el mundo tiene acceso a
ella ya no es tan valiosa.- La miré ahora que no podía verme. Estaba casi
temblando en el asiento del copiloto y no estaba seguro de a qué se debía.- Tu
sangre, tu cuerpo, tú... Eres como un clínex usado.- Sonreí ante mi
comparación. Ella clavó sus ojos en los míos. Estaban llenos de lágrimas
mientras las otras descendían por sus mejillas. Se mordía el labio intentando
apaciguar más de un grito.
Aparqué el coche a un lado de la solitaria carretera. Ella se
sorprendió sin entender muy bien a qué se debía todo esto. Es más, diría que
estaba con un miedo atroz que se dejaba ver en todo su cuerpo.
-¿Qué... Qué haces?- Me desabroché el cinturón de seguridad y me fui
acercando a ella. Por el contrario, ella se alejaba hasta que su espalda dio
con la puerta.- No te acerques.- Sus lágrimas seguían brotando, empapando su
rostro pálido.- ¡Suéltame!- Le agarré las muñecas y se las puse por encima de
la cabeza, pegadas al cristal tintado.
-Soy tu líder, Lilith, y quieras o no, tienes que complacer mis
deseos.- Pegué mi boca a su cuello y empecé a lamer con brutalidad la vena que
más sangre llevaba. La sentí temblar y sus lágrimas mojarme la mejilla.
-No lo hagas.- Dijo entre sollozos.- No así, Tom.- Pasé la lengua por
su cuello, absorbiendo el rastro de las lágrimas.- ¿Por qué me haces esto?-
Ascendí por su barbilla y me quedé ahí, mirando fijamente a sus ojos y luchando
para no acortar la cercanía de su boca y la mía.
-Necesito que elijas bien.- Me veía reflejado en sus pupilas y por
primera vez en mi vida, no odiaba mi reflejo. Ante sus ojos no era un monstruo
sino yo, simplemente yo.
-¿Qué quieres que elija?- Apreté sus muñecas entre mis manos siendo
consciente del dolor que eso le provocaba en la que estaba marcada por sus
colmillos.
-La que te permita ser feliz.- Volví a bajar mi lengua a su cuello y a
lamer como si fuera un caramelo. Estaba tensa, tanto que le dolería más cuando
le clavase mis colmillos. Sabía tan bien...
-¿Cuál cree que es la mejor, mi Señor?- ¿Mi Señor? Paré y me quedé
oliéndola, su sangre, a Lilith, a mi pequeña hermana...
-No tienes por qué llamarme así.- Pasé de nuevo la lengua por esa vena,
poniéndole la piel de gallina.
-Mi deber es complacerle así que elegiré la que usted me ordene.- Calvé
mis colmillos en su piel y su sangre salió disparada hacia mi boca. Lilith se
aguantó el grito de dolor y apretó los puños para contenerlo.- Mi señor...- Su
sangre, su deliciosa sangre me estaba volviendo loco. Me veía incapaz de parar
y dado el estado en el que se encontraba ella, dudaba que aguantase mucho sin
sangre. ¿Me cansaría algún día de ella? ¿Podría vivir sin su sangre?- Dime que
quieres que me quede.- Solté sus muñecas y la abracé. Su cuerpo se pegó por
completo al mío, dejando que mis colmillos profundizaran más.- Para.- Su voz
sonaba débil pero yo era incapaz de detenerme. Hacía tanto tiempo que no
probaba su sangre.- Basta, Tom.- Me separé con lentitud absorbiendo la última
gota antes de que se cerrase la herida. Se llevó la mano al cuello y cerró los
ojos con fuerza. Le dolía.
-Lo siento.- Abrió los ojos impresionada. Sí, yo, Thomas Kaulitz había
pedido perdón por primera vez en mi vida.
-¿Quieres que firme la disolución? ¿Es por eso que lo has hecho? ¡Me
has mordido para que me aleje de ti! ¡¿Por qué, Tom?! ¡¿Por qué sigues pensando
que eres una mierda?!- Su mano se estampó en mi cara haciendo que la girase por
el golpe. Sentía un fuego abrasador en mi mejilla.- ¡Markus me lo contó todo!
¡¿Por qué quieres alejarme de ti?!
-¿Markus te lo ha contado? ¿Por qué no me lo has dicho?- Markus estuvo
con ella el día que mató a Rachell...
-¡¿Quieres que firme la disolución?! ¡¿Es eso?!- Se metió la mano en el
bolsillo y sacó el papel de la disolución del bolsillo.- Voy a firmarlo, Tom.
Pese a que no quiero voy a hacerlo por ti. Para que seas feliz sin mí.- Cogió
un bolígrafo de la guantera y firmó el papel a una velocidad de vértigo
mientras que lloraba como una cría. ¿Por qué no podía moverme?- ¡Contento!- Me
tiró el papel a la cara, con su firma impresa en ella. Respiraba agitada.
-No.- Levantó la vista y sus ojos miel aguados me miraron perplejos.-
No es esto lo que quiero.- Miré el papel y su perfecta caligrafía. Algo dentro
de mí me estaba atormentando y esta vez no eran las voces. Me sentía separado
de ella, como si lo que durante años habíamos creado se derrumbara bajo mis
pies. ¿Por qué me molestaba tanto que conociera mis planes? Ella tenía que
alejarse de mí para sonreír de nuevo y no quedarse conmigo. A mi lado sólo le esperaría
dolor y yo no quería eso para ella.
-¡¿Qué mierda quieres, Tom?!- Sus gritos cargados de lágrimas me
estremecían.
-Te quiero a ti.- Agarré el documento y lo partí ante sus ojos. Sí, la
quería demasiado como para dejarla ir. Todo mi vida la había dirigido a que
fuera feliz y quizá yo ahora no podía hacerlo pero lograría que Lilith sonriera
como cuando éramos pequeños y yo quería ser el motivo de su felicidad.
-¿Co... Cómo?- Sus ojos se abrieron como platos, deteniendo por
completo las lágrimas en ellos.- Tú... Tú no me quieres.- Su voz entrecortada
me ponía la piel de gallina. ¿Es que acaso no se había dado cuenta ya?
-Escúchame bien porque no lo voy a repetir.- Agarré su cara entre mis
manos. La calidez de su piel hizo que me recorriese un escalofrío, esto era lo
que ella siempre me provocaba.- He intentado por todos los medios alejarte de
mí para que llevaras la vida que te merecías, fuera de los Kaulitz y de la
sangre. Te he pegado, insultado, humillado de todas las formas posibles... y
sigues aquí. Lilith, yo jamás podré darte la vida que te mereces, no puedo
garantizarte que serás feliz a mi lado ni que nuestra vida juntos será fácil.-
Hice una pausa para coger aire. Esto me estaba costando más de lo que pensaba.-
Sin embargo, si me dejaras de nuevo, no podría soportarlo. Sí, estoy siendo
bastante egoísta pero te necesito y por mucho que un papel firmado nos intente
separar, tú y yo sabemos que no es tan fácil romper esto.- Sus manos se posaron
sobre las mías, haciendo que ella también se estremeciera por el contacto.
-Dilo.- Sabía a lo que se refería pero me costaba decirlo sin más. La
primera vez que se lo dije, ella se marchó. ¿Tendría el mismo resultado ahora?-
Necesito oírlo para saber que no me estás mintiendo y es todo una trampa.
Mírame a los ojos y dímelo.- No estaba seguro si podía hacerlo. Lilith no
estaba preparada para saber todo lo que había detrás de mí y de la familia. Mi
pasado y mi presente eran demasiado oscuros para ella y estaba seguro que en
cuanto descubriera la verdad me dejaría. Aun así, quería cambiar mi futuro.
Veía algo de luz al final del túnel donde ella me esperaba.
-Te quiero.- Su cara se volvió húmeda de nuevo, haciendo que mis manos
se llenasen de aquel agua salada que emanaba de sus ojos.
Sus manos se apartaron de las mías para rodearme y dejar la cabeza
apoyada en mi pecho. Había estado tanto tiempo anhelando este contacto que no
tardé en imitarla. Era tan extraño abrazarla... Lilith estaba temblando entre
mis brazos, llorando hasta el punto en el que sus lágrimas me estaban calando
la ropa.
-Si estás mucho tiempo en esta postura, luego no te vas a poder mover
del dolor.- Sus brazos me apretaron más a su cuerpo. No tenía intención de
soltarme...
-El dolor no va a hacer que me aleje de ti.- Esa frase llevaba un doble
sentido. Realmente, Lilith era más fuerte de lo que todo el mundo pensaba. Esas
palabras demostraban su intención de permanecer a mi lado aún sabiendo el riego
que corría al hacerlo.
-Llego tarde al hospital...- Noté como aflojaba su abrazo y se tapaba
la barriga con los brazos. Le dolía.- Te lo dije.- Ella sonrió débilmente
mientras se limpiaba las lágrimas con las mangas del jersey.
By Lilith
-¡Lilith!- Cintia exclamó desde la cama cuando me vio entrar por la
puerta.- ¡Qué alegría volver a verte!- Su sonrisa era más deslumbrante. Se la
veía tan feliz con el bebé en los brazos.
-¿Cómo estás?- Me acerqué hasta la cama donde estaba y la abracé con
cuidado de no apretar al bebé.
-¡Muy bien! ¿Cómo estás del golpe?- ¿Golpe? El dolor incesante de las
costillas rotas me recordó a lo que Cintia se refería pero no estaba segura de
qué versión le habrían contando sobre mi “accidente”.
-Mejor.- Fijé la vista en el montón de mantas que Cintia sostenía entre
sus brazos. Oía retumbar el corazón del bebé en mis oídos.- ¿Cómo está?- Le
dije señalando a ese bulto que se movía.
-Muy bien, gracias a ti.- Bajé la cabeza mientras las imágenes de aquel
día volvían a mi cabeza.- Lilith, no sé cómo agradecerte lo que has hecho por
él. ¿Quieres cogerlo?- La miré impresionada cuando me lo preguntó. No recordaba
la última vez que sostuve un bebé entre mis brazos. Quizá fuese con Shelly,
pero de eso hacía tanto tiempo...- Toma.- Me acerqué un poco más hasta coger al
bebé.- Estaba dormido y tan calentito. Su corazón latía lentamente, relajado y
sin ningún daño. Su piel rosada contrastaba con la palidez de la mía. Era tan
pequeño... Me podría quedar horas y horas mirándolo, observando a ese ser
rebosante de vida gracias a mí. ¿Por qué debería de arrepentirme de haberle dado
mi sangre para que pudiese vivir? No, no lo hacía. Es más, me hubiese
arrepentido si no lo hubiese hecho.
-¿Cómo se llama?- Pregunté.
-André.- Sonreí ante un nombre tan francés que me recordaba a mi no tan
feliz infancia en París.- Es como se llama el padre de Jake así que...- Dijo
resignada.
-¿Has solucionado las cosas con Tom?- Aparté la vista del bebé para
mirar a Cintia, la cual me observaba expectante.
-Sí, creo que sí.- Mi respuesta se le quedó corta ya que seguía con sus
ojos fijos en mí, esperando algo más.- Estoy feliz.- Sí, lo había dicho. Estaba
tan feliz que el intenso dolor de mi cuerpo pasaba desapercibido porque en mi
cabeza sólo estaba él, sus ojos, su boca... Ese “te quiero”.
-¡Dios, Lilith!- Cintia empezó a llorar con una sonrisa en los labios.-
Estoy tan feliz por vosotros.- Dejé a André en la cuna que había al lado de la
cama y fui a abrazarla. Ella no tardó en corresponderme, sin hacer mucha fuerza
dada mi situación.- Muchísimas gracias, Lilith, nunca me voy a arrepentir de
que vosotros seáis los padrinos de mi hijo.- Yo también me eché a llorar pero
estaba vez de felicidad y no me importaba derramar cuantas lágrimas fuesen
necesarias en este momento.
-¡Ya estoy aquí!- Jake entró con un grito estrepitoso que hizo que
ambas nos separáramos por la impresión. Este se quedó parado en el marco de la
puerta al vernos llorando.- ¡¿Qué ha pasado?!- Miró hacia la cuna escandalizado
pero cuando vio que el bebé estaba bien nos volvió a mirar como si estuviésemos
locas.
-No grites, André está durmiendo.- Dijo Cintia en un tono demasiado
bajo.
-¿Cómo estás, Lilith? Tom nos contó que no podías venir porque te
habías caído.- Así que una caída que me había roto las costillas... Bueno, era
creíble.
-Sí, quería venir a ver al bebé pero me dolía demasiado como para
moverme.- Incluso al hablar me dolía
pero me daba igual.
-¿Quieres que le eche un vistazo?- Negué con la cabeza mientras
sonreía. Sabía que era algo normal pero me daba vergüenza que Jake me examinase
estando Cintia delante.
-Seguro que el doctor Kaulitz la examina todos los días.- Cintia y Jake
se echaron a reír mientras yo me ponía roja como un tomate.
Entre charla y charla, estuve como dos horas en la habitación de Cintia
haciéndole compañía. Conocí a sus padres, dos personas maravillosas a las
cuales se les caía la baba con el pequeño André. La hermana de Cintia era más
mayor que ella, quizás unos treinta y pocos, era monísima y... monja. Lo había
decidido por su cuenta después de haber estado cerca de la muerte y haber
vuelto a la vida cuando el 80% de sus órganos estaban dañados. Ella lo
calificaba como milagro mientras Jake le decía que el milagro es el que yo
había hecho con André. Todos me dieron las gracias y me invitaron a comer a su
casa con Tom, en cuanto Cintia saliera del hospital.
-Creo que va siendo hora de irme.- Me levanté del sillón donde estaba
sentada desde hacía más de dos horas. No pude evitar emitir un quejido de dolor
cuando me puse completamente de pie.
-Te acompaño a buscar a Tom. Este hospital es muy grande y en tu
condición dudo que llegues muy lejos.- Jake se levantó también de su sillón y
le dio un beso a Cintia en la frente. Era una escena tan dulce.- Vuelvo
enseguida.- Jake se adelantó y me abrió la puerta mientras yo me despedía uno a
uno de los familiares de Cintia.
Los pasillos del hospital estaban casi vacíos. Algunas enfermeras y
algún que otro médico se dejaba ver de vez en cuando apresurados o simplemente
charlando entre ellos. La mayoría de ellos eran vampiros, los sentía y ellos
cuando me miraban, bajaban la cabeza en señal de reverencia, cosa que pasaba
completamente inadvertida para Jake.
Me preguntaba por qué Tom quiso trabajar de médico. Es decir, Tom en
más de una ocasión había dejado claro que odiaba a los humanos por eso no
entendía que hacía salvándolos. Tendría que preguntárselo aunque debía
reconocer que me daba miedo. Pese a lo acontecido en el coche, después de
arrancarlo y poner rumbo al hospital, la situación se tornó extraña. Ninguno de
los dos dijimos nada aunque de vez en cuando lo mirase de reojo. Una vez que
entramos en el hospital, simplemente me dijo el número de la habitación y la
planta donde estaba Cintia y se marchó.
-Este es el despacho de Tom.- Miré la puerta cerrada que estaba
delante. En ella había una placa con el nombre de Tom impreso “Doctor Thomas
Kaulitz”.- Esto... Lilith.- Me volví a mirar a Jake cuando pronunció mi nombre
pese a que yo estaba bastante distraída sintiendo la presencia de Tom al otro
lado.- Muchas gracias por salvar a André.- Bajo la cabeza aguantando quizá las
lágrimas.
-Jake, no me tienes que dar las gracias por nada. Al revés, gracias a
vosotros por dejarme formar parte de la vida de André.- Le mostré la más
sincera de mis sonrisas, aquella que había permanecido oculta durante todos
estos años.
-Te dejo que entres en el despacho. Muchas gracias de nuevo, Lilith.-
Jake me abrazó en señal de despedida y se fue por el enorme pasillo.
Me quedé un rato delante de la puerta pensando en qué le diría a Tom
cuando lo viese. Estaba tan nerviosa, que incluso tiritaba. Tenía tantas
preguntas que hacerle. Quería abrazarlo, besarlo... ¡Dios, me estaba volviendo
loca!
Llamé con cuidado a la puerta y esperé la respuesta. Escuché unos pasos
al otro lado mientras mi cuerpo luchaba por no desplomarse por la emoción de
volver a verlo. La puerta se abrió de golpe y un perfecto Tom con la bata de
médico salió a recibirme.
-Ho... Hola.- ¡¿Por qué estaba tartamudeando?!
-Pasa.- Se apartó de la puerta y empezó a caminar de nuevo hacia el
interior de su despacho. Lo seguí y cerré la puerta cuando entré.
El despacho de Tom era bastante grande. Las paredes, al igual que el
suelo, eran blancas. En una de ellas había bastantes cuadros de arte abstracto,
pequeños y que le daban un toque más informal. En su escritorio, millones de
papeles que se amontonaban y una pizarra transparente gigantesca con muchísimas
cosas escritas que no me paré a leer.
-Señora Kaulitz.- Una segunda voz me sacó de mi aturdimiento. Un chico
de poco más de veinte se levantó de la silla que estaba enfrente del escritorio
para recibirme. No era un vampiro...
-Ho... Hola.- Miré a Tom esperando que éste me dijera quién era pero él
ya se había sentado en la silla de su escritorio con uno de los papeles en sus
manos.
-Sigue.- El chico se sentó de nuevo delante de Tom, nervioso y con el
corazón a mil por hora.
-Sí... Sí, señor.- Tartamudeó. Bien, no era yo la única. ¿Provocaría
Tom el mismo efecto en todo el mundo?
-Siéntate.- Metí un bote cuando me miró con indiferencia. La verdad es
que parecía estúpida con ellos dos sentados y yo de pie en aquel enorme
despacho.- ¿Cuánto tiempo lleva sin responder al tratamiento?- Tom volvió su
mirada al chico una vez que yo me senté en uno de los sofás que adornaban aquel
lugar.
-Dos... Dos días, doctor.- Tom volvió a pasar otra hoja de lo que
parecía un historial médico.- Al principio todo iba bien, pero desde antes de
ayer su cuerpo rechaza cualquier medicamento que le suministramos.- Tom apuntó
algo en el historial y luego lo dejó sobre la mesa con un estrepitoso golpe. El
chico y yo nos sorprendimos por el ruido.
-Dile a la doctora Chasse que le suministre 200 de Cipratoterol.
Comunícale la evolución del paciente cada dos horas y no le quites los ojos de
encima. Si observas alguna reacción extraña, llama a Craige.- Tom se levantó
del sillón y el chico lo imitó con un sobresalto.- Eso es todo.- Le tendió el
historial en el que había escrito antes y rodeó la mesa, dispuesto a abrirle la
puerta al chico.
-Sí, doctor Kaulitz.- Estaba casi temblando y me preguntaba por qué. El
tono de Tom era muy autoritario y daba la impresión de que estaba enfadado.
-Lárgate.- El joven casi voló hacía la puerta que Tom le mantenía
abierta.
-Un placer conocerla, señora Kaulitz.- Le sonreí amablemente antes de
que Tom diese un portazo que rompió nuestro contacto visual. ¿Estaba enfadado?
Caminó de nuevo hacía el escrito y empezó a leer uno de los
historiales. Su porte imponía respeto, propio del líder que era. De repente, se
me cruzó un sin fin de frases por mi cabeza, las de mis obligaciones como
Vinculada. ¡Dios, se me habían olvidado! Había aceptado el Vínculo y eso
llevaba a comportarme como ese papel decía.
-¿Qué querías?- Su voz retumbó en todo el despacho. Levanté la vista y
lo vi justo delante de mí, de pie y con una mirada indescifrable.
-Ya... Ya he visto a Cintia.- Aparté la vista de sus ojos, consciente
de uno de los “mandamientos”. ¿Realmente tenía que hacer esto? Tom miró el
reloj de su muñeca y luego a mí.
-¿Te ha llevado dos horas verla?- Preguntó irónico.
-Llegó su familia y nos entretuvimos a charlar. Lo siento.- Un dolor
punzante debajo de mi pecho hizo que llevase mis manos a ese lugar. Era por los
nervios de tener a Tom delante que era incapaz de controlar el dolor.
-Levántate y túmbate en esa camilla de ahí.- Miré hacia donde me
señalaba. Una camilla se encontraba en uno de los rincones del despacho.
-¿Vas a... a examinarme?- No pude evitar que un calor sofocante
recorriese mi cuerpo. Los nervios me estaban matando y las piernas me temblaban
en cuando me levanté.
-Túmbate.- Anduve con dificultad hacia la camilla y me tumbé, haciendo
que el dolor ahora estuviese presente en todo mi cuerpo.- Levántate el jersey.-
¡¿Qué?! ¡¿Es que no era consciente de la vergüenza que me daba hacer esto?! Sí,
me había acostado con él. Tom había visto mi cuerpo muchas veces, pero esta vez
era distinto... Me quería.- ¿Vas a hacerlo o tengo que hacerlo yo?- Mis manos
volaron temblorosas hacia el filo del jersey y tiraron de él hacia arriba. Me
lo subí hasta la altura de los pechos, dejando la parte adolorida a su vista.-
Es peor de lo que pensaba.- Miré hacía donde él lo hacía y me sorprendí. Había
moratones por toda mi barriga y otros más grandes en las costillas.
Me apresuré a cubrirme con el jersey de nuevo, notando como un nudo se
formaba en mi garganta y la vista se me nublaba. Las manos de Tom agarraron las
mías antes de que estas cumplieran su objetivo. No quería que Tom me viese
así...
-No lo hagas.- Dejó mis manos a ambos lados de mi cuerpo y posó las
suyas en mis costados. El frío de su piel hizo que metiera un pequeño bote que
sólo consiguió empeorar el dolor.- No hay daños internos.- Sus dedos se
deslizaron hábiles por mi vientre, presionando con cuidado. Fue subiendo hasta
posarlos en mi estómago y quedarse quieto ahí.- Una de las costillas está
próxima a clavarse.- ¿Cómo podía saberlo con tan solo poner la mano encima?-
Agárrate a la sábana de la camilla y cierra los ojos.- Lo miré interrogante,
esperando una explicación.- Te va a doler.- Puso cada mano en cada uno de los costados.-
Coge aire.- Le hice caso y cogí todo el aire que pude, a la vez que me agarraba
a las sábanas.
-¡Aaaaaaaah!- Sus manos presionaron con fuerza en mis costillas, tan
fuerte que incluso sentí como mis huesos rechinaban en mi interior. Las
lágrimas no paraban de salir como si fueran cascadas de mis ojos. Era el peor
dolor que había sentido nunca.
-Ya está.- Dejé de sentir sus manos y las mías fueron corriendo a
taparme la cara.- Había dos costillas que peligraban. Una estaba a punto de
clavarse en el pulmón y otra estaba a punto de provocarte un derrame.- Sus
palabras pasaban desapercibidas para mí. Mis llantos tapaban el sonido de su
voz y las imágenes de aquel día no dejaban de atormentarme.
Noté como el jersey volvía a taparme el torso. Sus manos se quedaron
quietas en el filo de este, proporcionándome un poco de alivio al sentir un
punto de contacto con Tom, pero era insuficiente. En estos momentos quería
sentir a Tom más cerca, sentirme protegida como cada vez que estaba a mi lado.
Quería que alejara a Markus de mi cabeza.
-¿Pu... Puedo abrazarte?- Destapé mis ojos y vi a un Tom interrogante.
Parecía confuso y a la vez irritado.
-¿Me estás pidiendo permiso?- Asentí con la cabeza débilmente. Tenía
que pedirle permiso antes de tocarlo, era una de mis obligaciones.- No, no
puedes.- Le miré sorprendida. Vale, no me sorprendía pero si me entristecía.
Esperaba que nuestra relación mejorase pero por lo visto estaba estancada.
Vi como su cara se acercaba lentamente a la mía. Sus ojos brillaban con
fuerza, como jamás los había visto. Sus labios se pararon a escasos centímetros
de los míos. Necesitaba ese contacto, juntar mis labios con los de él y
perderme, olvidarme de todo. De repente, se volvió a separar de mí y empezó a
quitarse la bata. Debía reconocer que estaba nerviosísima. ¿Qué iba a hacer?
Una vez que se quitó la camiseta azul del hospital, me volvió a mirar
desafiante. Su torso... ¡Era tan perfecto! No estaba demasiado fuerte, ni
tampoco delgado. Simplemente se le veían sin exagerar cada músculo de su torso
y sus brazos, y yo... yo estaba casi delirando.
Su cara volvió a acercarse a la mía. Sentía chocar su aliento en mis
labios, ansiosos de devorarle. Sus dedos pasaron por mis mejillas, secando las
lágrimas que aún seguían cayendo de mis ojos. Su simple tacto hacía que la
sangre me hirviera y todo mi cuerpo le necesitase.
-Quiero que me muerdas.- Dijo sin apartar la vista de mis labios. Solté
todo el aire que había retenido todo este tiempo. De sólo pensar en el sabor de
su sangre, mis colmillos se preparaban para el festín.
-No sé si debo.- Su lengua empezó a moverse por el labio. ¡¿Dónde
estaba el piercing?!- No creo que pueda parar.- Sus manos agarraron mi cara y
me besó. Era un beso lento, sin intención de llegar más allá aunque estaba segura
que era lo que ambos deseábamos.
-No presuma, señora Kaulitz, no voy a dejar que me mate.- Sonreí en sus
labios ante el tono tan irónico que había empleado.
-¿Dónde está su piercing, mi señor?- Decidí cambiar de tema ya que de
sólo mencionar la muerte me ponía enferma.
-No está bien visto en un hospital.- Bajé mi boca hasta su cuello y
empecé a besarle ahí. Mis brazos lo rodearon haciendo que Tom tuviese que
inclinarse por completo.- Aunque es útil en algunas ocasiones.- Dijo con un
tono más que lascivo y que a mí me encantaba.
-¿En qué ocasiones, mi señor?- Le respondí con el mismo tono cuando
despegué mis labios de su cuello.
-No voy a responderle en este momento porque si lo hago tendría que
demostrárselo, y desde que la vi tumbada en la camilla, me he contenido.-
¡Madre mía! ¿Era consciente de lo que mucho que yo también estaba luchando por
no terminarlo de desnudar?
-¿Y por qué no lo hace?- Rocé mis colmillos sobre su piel haciendo que
Tom se tensara en ese momento.
-Porque dudo mucho que usted pueda moverse en estas condiciones.- Clavé
mis colmillos en su piel, haciendo que toda la sangre de la vena perforada
estallase en mi boca y me colmase por completo.
Su sangre, su maravillosa sangre volvía a formar parte de mi cuerpo,
arrasando allá donde fuese. Mis venas le daban la bienvenida de la mejor forma
que sabían. La sangre de Tom era espectacular. Hacía tanto tiempo que no la
probaba que mi cuerpo ansiaba cada vez más y más de ese elixir. Todos mis
sentido estaban puestos en saborear cada gota y en momentos como este lo
recordaba. ¿Cómo un simple papel podría romper esto? Era algo extrasensorial,
alejado de cualquier entendimiento, como una droga que sólo Tom podría
proporcionarme y que ni siquiera la sangre humana podría satisfacer.
-Es suficiente.- Mis brazos lo atrajeron más a mí. No podía parar,
ahora no quería hacerlo.- Lilith, para.- Sus manos agarraron las mías y me
empujaron hacia atrás. La herida de Tom se fue cerrando ante mis ojos mientras
yo permanecía con la respiración agitada por el fuego que me recorría.
-Lo siento.- Cuando mis sentidos por fin volvieron a la normalidad y
mis colmillos a desaparecer, vi como Tom se llevaba una mano al cuello
exhausto.
-Creo que te he dejado beber demasiado.- Me incorporé en la camilla
hasta quedar sentada. Me había pasado y eso a Tom no le gustaba.
-Lo siento mucho.- Me levanté y corrí hacia él. Agarré la toalla con la
que se estaba limpiando y empecé a hacerlo yo. Sus ojos se abrieron como platos
ante mi inesperada acción.- No quería hacerte daño, simplemente no lo he podido
evitar, ya te lo dije.- Terminé de limpiarlo y vi la cicatriz de mis colmillos
en su cuello. Siempre tardaban tanto en quitarse...
-¿Ya no te duele?- ¡Las costillas no me dolían! Le sonreí como
respuesta. Me sentía tan feliz.- ¿Cómo piensa devolverme el favor, señora
Kaulitz?- Dijo mientras agarraba la camisa azul y la bata para ponérselas, a la
vez que yo limpiaba los restos de su sangre de mi boca.
-Eres médico, tu deber es curar a personas.- Respondí es su mismo tono.
Una vez que se puso la camiseta y la bata, empezó a acercarse a mí a un ritmo
vertiginoso mientras yo retrocedía hasta que mi espalda chocó contra la puerta.
-Y tu deber es complacerme... en todos los sentidos.- Puso sus manos a
ambos lados de mi cabeza, evitando así que pudiese huir. Daba igual, no iba a
escaparme.
-Entonces dígame qué es lo que desea y yo con gusto se lo daré.- Tom
sonrió de lado, esa sonrisa de chico malo que a mí me volvía loca.- ¿Qué es lo
que desea, mi señor?- Dije con tono de burla. Tom volvió a sonreír y, en un
visto y no visto, lo tenía devorándome los labios de la manera más dulce que
jamás había experimentado. Tom estaba siento delicado y eso era tan impropio de
él...
-Te deseo a ti. ¿También te entregarás?- Agarré su bata y lo atraje por
completo a mí, hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados. Tom se apresuró a
quitarme el jersey y yo le quité la bata sin separar nuestros labios.
Necesitaba esto tanto como su sangre, sentir a Tom en mi interior, sentirme
suya de todas las formas posibles. Sus manos agarraron mi cintura, haciéndome
gemir por ese simple contacto de piel con piel.- A este paso vas a correrte
antes de que te quite los pantalones.- Y como siempre su delicadeza. La
situación le estaba divirtiendo y yo me estaba muriendo de vergüenza al ser
incapaz de controlar mis gemidos.
Logré quitarle la camiseta a Tom y sentir su torso pegado al mío. Su
cuerpo estaba caliente, era una sensación tan placentera... De un momento a
otro, me encontraba suspendida en el aire. Tom me había cogido en brazos,
haciendo que mis piernas rodearan su cuerpo y su erección me rozase justo ahí.
Me estaba volviendo loca y si seguía con este ritmo, no tardaría en abandonarme
al placer y ni siquiera habíamos empezado.
Sus manos agarraron mi trasero y me pegaron más a sus caderas mientras
el las movía simulando una penetración. En el mismo momento, sus labios
empezaron a deslizarse por mi cuello, lamiendo cada centímetro de mi piel y
pasando su lengua por la cicatriz que sus colmillos habían dejado horas antes.
-Tom, por favor...- Le supliqué deshaciéndome en gemidos. Él sonrío
sobre mi cuello, le encantaba verme perder la cabeza gracias a él. Eso era otra
cosa que engrandecía su más que ya enorme ego.
Mi espalda chocó con violencia en la puerta y mis costillas se
resintieron, pero me aguanté. No emití ningún sonido salvo un pequeño grito que
pasaba desapercibido entre mis gemidos. Mi cuerpo empezó a temblar por el dolor
pero no podía parar. Necesitaba a Tom más de lo que pensaba y tenerlo ahora así,
no podía dejarlo pasar.
-Creo que será mejor parar.- Su boca se apartó de mi cuello y por fin,
pude ver sus ojos, con las pupilas dilatadas por la excitación.
-¡No!- Apreté más su cuerpo entre mis piernas para que no se moviera.-
Estoy bien.- ¿Cómo se había dado cuenta?
-Mírate, ni siquiera puedes moverte.- Me cogió por los brazos y mis
piernas se desenredaron de su cintura hasta que tocaron el suelo. La simple
vibración me hacía retorcerme de dolor y aunque estuviese muriéndome, no
dejaría que Tom viese lo mal que estaba.
-Estoy bien.- Le volví a repetir a la vez que un sudor frío me empezaba
a recorrer la frente.
-Ya.- Tom se dio la vuelta ignorándome y empezó a recoger la ropa del
suelo. Los músculos de su espalda no ayudarían mucho a sofocar este calor que
sentía por todo mi cuerpo. ¡Y eso que aún llevaba los pantalones puestos!
Dejé que mi espalda se deslizase por la puerta hasta quedarme sentada
en el suelo. Ahora que Tom no me veía porque estaba ocupado vistiéndose, iba a
aprovechar para apaciguar el dolor. Había pensado que con su sangre ya estaba
mejor pero por lo visto, mi cuerpo no pensaba lo mismo. Dolía tanto que me era
incluso imposible respirar. Si de lo contrario hubiese sido humana, hubiese
muerto por asfixia antes que por el derrame interno.
Mi jersey se estampó contra mi cara. Tom me lo había lanzado mientras
me miraba desde arriba, ya vestido. La diversión que momentos antes habíamos
compartido, ahora parecía haber desparecido de su rostro. Bajé la cabeza
consciente de que no le podía mirar a los ojos. ¡Era desesperante! Debería de
leerme de nuevo mis “mandamientos” antes de estar con él.
-Vístete, llamaré a alguien para que te recoja.- Se volvió a dar la
vuelta y fue hacia su escritorio. Aún no sabía como me iba a levantar ni a
vestir porque cada vez que me movía, una nueva punzada cruzaba mi cuerpo.
-No creo que pueda levantarme.- Me tapé el sujetador con el jersey.
Estar así me daba mucha vergüenza, me sentía débil en esta situación.
-¿No puedes levantarte y pretendías follar? ¿Conmigo?- Bajé la cabeza y
me ruboricé. Sí, había sido una estupidez pensar que mi dolor me diese una
tregua para estar con Tom... Era un salvaje en lo relacionado con el sexo.
-Lo siento.- Era peor de lo que pensaba. Me sentía realmente imbécil y
estaba claro que la única víctima aquí era Tom ya que lo había calentado para
nada.
-Dame esto.- El jersey voló de mis manos y cuando me percaté de la
situación ya era demasiado tarde. Tom estaba de cuclillas frente a mí, con el
ceño fruncido y con una expresión más que enigmática.- Me desesperas.- El
jersey pasó por mi cabeza y de un instante a otro, Tom me agarró el brazo
lentamente para pasarlo por el jersey. ¡Me estaba vistiendo! ¡Tom me estaba
vistiendo!
-No tienes porqué hacer esto.- Intenté deshacerme de su agarre pero él
apretó con más fuerza mi brazo para terminar de ponerme el jersey. ¿Era
consciente de que el líder de mi especie, Vinculado, hermano y lo que fuera que
éramos me estaba vistiendo?
-Como tenga que esperarte nos dan las doce de la noche, y yo tengo
trabajo que hacer.- Se levantó y tendió la mano para que se la agarrase. Sin
duda Tom sufría de personalidad múltiple. Me levanté con cuidado pero él tiró
de mí hasta pegarme a él.- Como vuelvas a hincharme los huevos para nada,
siendo consciente de que ni siquiera puedes moverte, juro que te vas a acordar.
No me toques, es más, ni siquiera te roces conmigo hasta que no estés
recuperada o de lo contrario...- Hizo una pausa y me obligó a mirarlo.- Te voy
a follar hasta que se te rompan todos los huesos del cuerpo. ¿Lo has
entendido?- Volví a bajar la mirada. Estaba roja, lo sentía por el calor de mis
mejillas.- Ahora, lárgate.- Se volvió de nuevo pero antes de que lo hiciese por
completo, lo agarré por la bata y le di la vuelta. Lo besé fugazmente, un
simple pico que lo dejó impresionado ya que fue incluso incapaz de cerrar los
ojos.
-Mi señor.- Le dije a modo de despedida, acompañado de una reverencia
al igual que hacían todos los que lo veían.
-No juegues con fuego.- Dijo amenazante. Yo abrí la puerta y antes de
salir le dediqué una última mirada.
-Entonces, creo que arderé en el infierno.- Cerré la puerta antes de
que pudiese contestarme.
-Señora Kaulitz.- Me volví con una sonrisa ante los dos hombres
perfectamente uniformados, los mismos que nos acompañaron en nuestra huida de
la casa familiar.- El señor nos ha ordenado que la llevemos a casa.- Asentí y
ellos me mostraron una reverencia parecida a la que yo le había hecho a Tom.
Anduve tras ellos por los pasillos del hospital hasta llegar a la puerta
principal donde un lujoso coche negro de cristales tintados nos esperaba.
Mientras me subía iba dándole vueltas a mi plan para estos días.
Sería divertido tentar a Tom...
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