Capítulo 42

Capítulo 42


By Nate


Sus ojos seguían fijos en mí como si intentara averiguar en qué estaba pensando. Quizás lo estuviera subestimando y sí que podía, y yo aquí haciéndome esquemas mentales de la manera más rápida de salir de allí antes de que me matase. Había cambiado tanto desde aquellos días en los que éramos como hermanos... Nunca dejé de pensar que ese lado oscuro y siniestro que tenía saliera alguna vez, pero que esa falta de luz fuera provocada porque realmente no había viva en su interior, era algo que jamás se me habría pasado por la cabeza. Era raro, siempre lo había sido. Los demás hablaban de él, las chicas se morían por ese lado siniestro y misterioso, pero nadie salvo él mismo sabía que ese lado oculto era más peligroso que cualquier otro.

Ahora, yo tenía esa falta de luz en mí, de vida, aun así me seguía sintiendo vivo, era más, me sentía más vivo que nunca. Sobretodo desde aquella llamada hacía un mes. El “¡Ni se te ocurra salir de día!” de una voz fuerte y poderosa, la de Jörg. Hacía tanto tiempo que no la oía que se me había olvidado el miedo que podía causar sus gritos. Y ahora, estaba frente en un sofá de terciopelo negro, con las manos casi temblando por los nervios, en una casa que no conocía, en una ciudad que no conocía y en un país, Alemania, en el que la noche era la más negra de las que jamás había visto en mi vida.

-¿Sabes por qué estás aquí?- Bill por fin habló después de haber estado horas callado mirándome fijamente.

-No estoy seguro.- Su voz sonaba tan fría y cansada, incluso diría que triste. Su piel sin maquillaje me dejaba apreciar el parecido que había entre él y Tom. Sin embargo, la energía, el buen estar y la manera de ser de Bill eran muy diferentes a las de Tom.- ¿Es por Lilith?- Hacía tres horas que había llegado en un vuelo nocturno, por supuesto. Venía con la intención de encontrarme con Lilith nada más llegar, pero lo que obtuve fueron dos seguratas escoltándome hasta llegar a una mansión perdida en medio de un bosque alejado de la ciudad. Me había sentado en uno de los sofás que había en un enorme salón donde me encerraron, apenas iluminado por las llamas de la chimenea, y de pronto, había entrado Bill muy serio y sin mencionar palabra, para sentarse justo delante de mí.

-¿Conoces a esta... persona?- Dijo con los dientes apretados. Me tendió una foto de un chico moreno, de piel más o menos oscura y los ojos azules.

-Sí, es mi amigo.- Bill me retiró la foto cabreado y se puso a mirarla con los ojos rojos como el fuego que nos iluminaba. Sabía que cuando los ojos de los vampiros, osea ser, mis ojos se volvían rojos, sólo había dos motivos, o tenía hambre o estaba cabreado.- Se... Se llama Adam Kreich, es alemán y vive en Londres desde hace unos meses. Le conocí hace dos cuando salvé a su hermana de que la cogiera un camión.- No sabía por qué le estaba contando todo esto pero por cada palabra que soltaba, la expresión de Bill cambiaba.

-No es Kreich sino Lambert y no tiene ninguna hermana.- Susurró mientras apretada la foto en sus manos.- ¡Y por su culpa estamos todos condenados!- Bill se levantó y le dio una patada a la puerta para abrirla aunque ésta sólo hizo romperse en mil pedazos.

Me quedé impactado ante tal escena, sin saber qué decir o qué pensar. ¿Adam era un problema? Quizás se habrían confundido con otro, él jamás le haría daño a nadie. ¿Qué tenía que ver él en todo esto?

Una chica entró en la habitación hasta sentarse a mi lado. Su pelo negro al igual que su piel resplandecían ante aquella oscuridad. Era una vampiresa de eso no cabía duda, lo que no sabía era qué estaba haciendo sentada a mi lado mirando la inexistente puerta por la que había salido Bill.

-Perdónalo ha sido un mes muy difícil.- Asentí con la cabeza mientras intentaba procesar todo lo que estaba viviendo esta noche.- Se llama Adam, su padre es Markus Lambert, uno de los seres más despreciables y asquerosos que jamás conocerás. No tiene hermanas, es más, no tiene a nadie salvo ese repugnante padre.

-¿Lo... lo conoces?- Clavó sus ojos negros en los míos como todos desde que había llegado.

-Todo el mundo lo conoce. Sobretodo Lilith, ella lo conoce muy bien.- Sonrió para luego volver a esa cara indescifrable que había tenido desde su entrada.- ¿Cómo consiguió tu sangre?

-¿Quién? ¿Adam? ¿Mi... mi sangre?- Afirmó con la cabeza mientras cambiaba de postura en el sofá.- ¿Qué tiene que ver mi sangre con todo esto?

-En realidad tu sangre es una puta mierda pero Lilith forma parte de ella y eso es lo único interesante que tiene.- Entonces recordé algo...

-Una vez...- Capté su atención cuando comencé a hablar perdido en aquel entonces.- Estábamos en Harrods comprando algunas cosas que necesitaba Shelly para el colegio. Cogí un sobre que me llamó la atención, quería escribirle a Lilith una carta ya que nunca me cogía el móvil. Me corté con una de las esquinas y Shelly me dio un pañuelo inmediatamente para parar la hemorragia. No tardó ni dos segundos en cerrarse la herida.- Esta vez fui yo el que la miró. Sus ojos eran sumamente atrayentes pero no como los de Lilith. Los suyos me hacían perder la cabeza.- ¿Qué es Adam?- Le pregunté con miedo.

-Un hombre lobo y por su culpa estamos todos jodidos.- No tardó en contestar para levantarse e irse por donde había venido.- Soy Mara.- Dijo antes de desaparecer de mi vista.

¿Un hombre lobo? ¿Existían? No me extrañaba nada. Yo no creía en los vampiros y yo era uno de ellos, ahora no me parecía nada imposible que los hombres lobo fueran reales también. ¿Cómo había podido ser tan tonto y no haberme dado cuenta? ¿Por qué nadie me dijo nada? Yo había confiado en él, le había contado millones de cosas sobre Lilith y...

Entré en pánico cuando me acordé de ese detalle. Le había contado muchas cosas sobre ella, todos y cada uno de los momentos por las que habíamos pasado, incluso lo de nuestra “aventura” cuando se fugó de casa. ¿Y si lo utilizaban para hacerle daño? ¡La simple idea me ponía histérico!

Salí de allí corriendo y llamando a Bill como un loco. Tenía que saber que Adam conocía todo acerca de ella y que por mi culpa corría peligro. Me metí en salones enormes, recorrí pasillos interminables y subí escaleras lo más rápido que podía, pero aun así no encontraba a nadie. Era como si la enorme mansión se hubiese quedado vacía. Y entonces lo sentí. Mi cuerpo se había quedado paralizado en una habitación en concreto, una cuya puerta me separaba de la persona que había deseado ver desde que se marchó. Lilith estaba al otro lado. No sabía muy bien por qué pero mi cuerpo se movía solo haciendo que mis manos agarraran el pomo y lo giraran lentamente mientras mi cabeza me gritaba que no era una buena idea entrar así porque sí.

La habitación estaba a oscuras. No se podía ver nada pese a que mis ojos veían perfectamente en la oscuridad. Un olor a sangre llegó hasta mí, un olor que pondría enfermo a cualquiera, vampiro o no. Si me paraba a olfatearlo mejor, era una mezcla de muchos tipos de sangre... sangre humana.

-¿Li... Lilith?- Di un paso adelante inseguro de lo que hacía.- ¿Es... estás... estás ahí?- La puerta se cerró de un fuerte golpe que me asustó. Yo no sabía si quería verla o no. La situación era escalofriante pese a ser yo igual que ella.

-Nate.- Su voz sonó como una leve brisa de aire por mi lado. Un golpe seco retumbó en la habitación como si algo se hubiese caído.

-¿Dónde estás? No puedo verte.- Su presencia se hizo más fuerte. Me estaba dando mucho miedo la situación. El no poder ver nada me ponía nervioso. Si al menos encontrara un interruptor...

El leve roce de su mano con la mía hizo que me cuerpo se estremeciera. Su piel estaba más fría que la mía y suave al mismo tiempo. Sus dedos estaban haciendo un recorrido por todo mi brazo provocándome escalofríos. De repente, sentí su pecho chocar contra mi espalda y su aliento helarme la sangre.

-¿Por qué has tardado tanto en venir?- Preguntó dejando que su cara reposase en mi espalda.

-¿Por qué no enciendes la luz?

-No quiero que me veas así.- Pronto sentí como un líquido espeso me empapaba la camiseta.

-¿Estás llorando?- Me rodeó con sus brazos y me apretó a ella como si temiera que me escapase.

-¿Me has echado de menos? Porque yo a ti sí.- Puse mis manos sobre las suyas sintiendo el frío de su piel calarme los huesos. Estaban húmedas pero no de agua. Era un líquido que hacía que mis manos se resbalasen de las suyas constantemente.

-Claro que te he echado de menos, por eso, necesito verte.- Me estaba costando convencerla para que iluminara la habitación lo más mínimo. Aunque intentara tranquilizarme a mí mismo de que no iba a pasar nada, no podía dejar de sentirme como si estuviese en la boca del lobo. ¿Qué ironía, no?

-Te irás cuando me veas.- ¡Qué estupidez! ¿Cómo iba a irme si había estado deseando verla desde que llegué? ¿Pero entonces, por qué mis colmillos habían tomado posesión de mi boca?

-No me iré.- Me di la vuelta y me situé frente por frente de ella (o eso creía porque no veía nada).- Te quiero.- Puse mis manos en su cara también húmeda, y acaricié sus mejillas con mis pulgares lentamente.- Te lo dije cuando no sabía lo qué eras y te lo digo ahora.- Su cara desapareció de entre mis manos. La luz me cegó por completo haciendo que cerrara los ojos con fuerza hasta poder acostumbrarme a ella. Cuando los abrí, tras ver por unos instantes algo borroso, presencié ante mí unas de las escenas más desgarradoras de toda mi vida.  Delante de mí había una chica llena de sangre. Apenas se distinguía el rubio de su pelo ni la blancura de su piel. Tan sólo podía contemplar como la Lilith que había conocido era una chica sin brillo cubierta de un rojo intenso.

Di un paso atrás instintivamente. Tenía que reconocer que estaba asustado, que jamás en mi vida me habría imaginado a Lilith de esa forma tan siniestra. Aun así, era ella, podía sentirlo. Por muy terrorífica que pareciese en este momento, seguía temblando de la misma forma que hacía siempre que estaba nerviosa, al igual que no le gusta mirar a los ojos fijamente por miedo a algo que yo desconocía.

-¿Qué... qué te ha pasado?- Pregunté con miedo. Ella levantó la cabeza dejándome ver por fin sus ojos miel. ¿Por qué me seguía pareciendo el ser más extraordinario del universo pese a todo?

-El monstruo soy yo.- Dijo con un susurro.- ¡Soy un monstruo!- Su cuerpo chocó contra el mío con fuerza. La tenía abrazada a mí mientras lloraba desconsoladamente. La escena no hubiese sido tan rara si de sus ojos no saliera sangre. Era uno de los inconvenientes de ser un vampiro que no podía ver el Sol. Pero qué más daba eso, ella seguía siendo hermosa de igual manera.

-Tú no eres un monstruo, Lilith.- Intenté tranquilizarla abrazándola para que sintiera que todo iba bien.

-Lo he matado.- Sus sollozos cesaron y su voz cambió de un segundo a otro.- Él dijo que sentía algo por mí y yo lo he matado.- ¿De quién estaba hablando? Estaba perdido en sus palabras, de la misma forma que ella lo estaba observando un punto en ninguna parte.

-¿A quién?- Me apretó más a ella incluso clavándome sus uñas en mi espalda. ¿Temía que me fuera? No iba a irme por mucho que me dijese, no podía aunque quisiera.

-No merezco ser tu Dogma, tú eres bueno.- La abracé yo también fuertemente. Ahora me sentía en la obligación de protegerla. ¿Qué me estaba pasando?

-Todo irá bien.- Ni siquiera sabía por qué le había dicho eso pero nada de lo que ella decía tenía sentido. Lilith era incapaz de hacerle daño a alguien.

-Sé que todos me odian.- De nuevo sentía mi camiseta humedecerse por sus... lágrimas.- Bill no ha venido a verme, Mara y Andreas no se atreven a entrar, mis padres tienen miedo de mí,...- ¿Miedo? ¿Por qué? ¿Qué había pasado? ¿Era verdad que había matado a alguien?- ¿Tú me tienes miedo, Nate?- No lo sabía. Posiblemente ahora sí que lo tenía.

-N-No.- En ese momento caí en algo. Había mencionado a Bill, a Mara, Andreas y  a sus padres, ¿por qué no a Tom? No habían tenido muy buena relación pero qué pasaba con él. Quizás fuese el único que sí que se atrevía a entrar o hablarle. ¿Pero tan horrible había sido lo que había hecho Lilith para que de repente nadie quisiera estar cerca de ella?

-Pero Tom sí entra, ¿no?- Y de repente todo cambió. Sentí como su cuerpo se separaba del mío lentamente y retrocedía hasta que su espalda chocó con la puerta. Sus ojos estaban abiertos como platos mientras que ella me observaba temblando.- ¿Qué... qué ocurre?- Cayó de rodillas al suelo observándome como si fuese un fantasma.

-¿Por... por qué...?

-¿Por qué qué? Lilith no estoy entendiendo nada.- Intenté acercarme a ella pero se pegó violentamente a la puerta como si temiera que la tocase.

-¡Tom está muerto porque yo le maté!- Rompió a llorar de nuevo pero esta vez, tapándose la cara con las manos. De entre sus dedos se escurría su sangre coloreando sus brazos de rojo.

Sus gritos mientras lloraban me helaban el cuerpo, al igual que su confesión. Lilith había... había matado a Tom, a su propio hermano. ¿Pero por qué? Ella era un ángel, no mataría a nadie así porque sí. ¿Qué había pasado?

Me volví y le di la espalda. Necesitaba procesar todas y cada una de las letra de esa frase. “¡Tom está muerto porque yo le maté!” Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando vi la habitación completamente. Todo estaba manchado de sangre y el suelo estaba lleno de cristales rotos. Algunas de la manchas parecían llevar allí bastante tiempo por el color oscuro que tenían.

Ahora tenía que confesarlo. No tenía miedo de ella, estaba tremendamente horrorizado. Sentía auténtico pavor. Lilith había matado a su propio hermano y la situación en la que me encontraba en estos momentos parecía sacada de una película de terror. Si nadie se atrevía a entrar en su habitación era por miedo a correr la misma suerte que Tom. Sí, yo me quería ir de allí, relajarme y hacerme a la idea de que el ángel que compartió horas y horas de placer en mi cama era un monstruo.

Su mano agarró mi brazo haciendo que me volviese de nuevo a mirarla. Tal y como estaba en estos momentos, parecía delicada y asustada. Temblaba sin mirarme a la cara y yo quería reprocharle por qué lo había hecho, dónde estaba la Lilith de la que estaba tremendamente enamorado. ¡Joder, quería gritarle! Pero simplemente no podía. La abracé de nuevo dejando que su cuerpo inerte se refugiara en mis brazos.

-Vámonos de aquí.- Las palabras salían solas de mi boca. No pensé lo que había dicho pero sabía de sobra que no iba a arrepentirme.- Huyamos lejos, sólo tú y yo.- Levantó la cabeza y me miró con las “lágrimas” aún en sus ojos.- Olvidemos todo y empecemos de nuevo en otro sitio. Como si no fuéramos lo que somos, como si esto nunca hubiese existido.- La agarré de ambos brazos y la zarandeé un poco para que reaccionara ya que parecía perdida.- Te quiero, Lilith, y aunque sé que tú no sientes lo mismo por mí podríamos intentarlo.

-No merezco esto.- Apenas tenía voz. Lo que me sorprendía era que todavía le quedasen lágrimas que derramar.- Vete tú, olvídame. Olvida todo lo que esté relacionado conmigo y empieza de cero. Tú no perteneces a este mundo, aún conservas tu alma.- Me empujó para que me separara de ella y se tiró en la cama también cubierta de sangre.- Vete.

-Sólo me iré si vienes conmigo.- Me acerqué lentamente a su cama hasta sentarme en ésta sin importar si me llenaba completamente de sangre.- No puedo vivir sin ti.- De repente, todo mi cuerpo yacía sobre la cama con Lilith a cuatro patas encima de mí.

-¿Quieres morir, Nate?- Su cara se acercó a la mía, boca con boca.- No me controlo cuando tengo sed y estoy sedienta.- Lamió mi cara y sonrió con maldad. Pretendía asustarme para que me fuera. Sólo quería protegerme, lo sabía, pero yo quería protegerla a ella.

-No te tengo miedo.- Se lanzó a mi cuello a la velocidad de la luz. Sentí sus colmillos arañarme la piel y aun así, no me moví. Si tenía sed, yo le daría mi sangre; si quería quedarse aquí encerrada el resto de la eternidad, yo estaría con ella.

De pronto, ya no sentí nada, sólo como su cabeza chocaba con mi hombro. La agarré y la separé de mí. Estaba dormida o desmayada, no se sabía cuando la persona ya estaba muerta de por sí. Quizás estuviese cansada de tanto llorar así que la dejé acostada en su cama y me fui de su habitación.

Cerré la puerta con cuidado y me volví dispuesto a ir a buscar a alguien para contarle todo lo que sabía de Adam. Y entonces lo vi. Me estaba mirando fijamente, con los ojos a punto de derramar toda esa sangre que se acumulaba en ellos. Respiré hondo y le mantuve la mirada. A él sí le tenía miedo.

-¿Por qué?- Pregunté. Él parecía cabreado por como apretaba la mandíbula.- Que sepas que pienso llevármela de aquí, muy lejos.- Comencé a caminar en dirección a las escaleras pasando por aquel enorme pasillo.

-No puedes hacerlo.- Me volví rápidamente cuando lo escuché.

-¿Qué?

-Aún no.- Bill se volvió pero esta vez con su cara llena de sangre.

-¡La tenéis encerrada! ¡Está muy mal!- Bill sólo bajó la cabeza. Me hubiera gustado saber qué le había estado pasando por la cabeza después de haber estado escuchando detrás de la puerta.- Bien, iré a buscarla.- Bill me detuvo antes de que pudiera llegar hasta la puerta de Lilith.

-Es mejor así. No podemos hacerle eso ahora.- Los ríos de sangre volvieron a escurrirse por sus mejillas. Esto le estaba afectando demasiado a Bill. Tom era su gemelo, su otra mitad, y ahora se estaba muerto gracias a Lilith. ¿Quería castigarla por eso? Lo comprendería se fuese así.- El día en el que supimos lo del Sol.- Bill comenzó a hablar perdido en sus recuerdos.- Fuimos avisando a todos de que no podían salir pero cuando fuimos a decírselo a Lilith, ella no estaba. Todos comenzamos a buscarla y fue Tom quien la encontró.- Iba a saber el porqué de toda esta historia, pero una parte de mí decía que prefería no saberlo. Daba igual si Bill intentaba convencerme de que estaban haciendo lo correcto, me llevaría a Lilith lejos, muy lejos de todos aquellos que pudieran hacerle daño.- Abrió la puerta para que le diera el Sol de pleno pero Tom se lanzó a por ella antes de que quedase carbonizada.- ¿Tom la salvó? ¿Entonces por qué Lilith...?- Aún recuerdo los ojos de Lilith, como observaban a Tom como si fuera un trozo de carne. Estaba perdida, no era ella sino esa parte monstruosa que se muere por salir.- Se mantuvo en silencio varios de segundos y después, cogió aire repetidas veces antes de hablar.- Tom le dijo a mi padre que con su sangre Lilith se recuperaría. Al principio todos se negaron pero cuando vieron que Lilith se había desmayado, accedieron. Tom atrajo a Lilith hacía él y cuando ella notó la sangre de Tom se lanzó a su cuello como una fiera.- Volvió a coger aire para mirarme fijamente a los ojos.- Lo mató.- Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Mi cuerpo empezó a temblar al imaginarme la escena.

-Pe... pero Lilith no era consciente de lo que hacía.- Traté de defenderla sin mucho éxito.

-Lo sé, por eso no la culpo de nada. Tom le ha amargado la existencia desde que la trajo de vuelta.- Sus ojos ahora estaban fijos en la puerta de la habitación de Lilith. Sabía lo bien que se llevaban, ella me lo había dicho muchas veces, como también sabía lo mucho que Bill quería a su hermana.- Tom se lo merecía.- Le costó decirlo pero lo confesó. Tom le había hecho muchas putadas a Lilith. Cuando la echó de casa y cuando la estaba mordiendo en el callejón. Eso era lo único que yo conocía pero a saber qué más cosas le habría hecho.

Un gran golpe se escuchó en la habitación de Lilith. Ambos metimos un bote cuando lo oímos. Bill fue corriendo hacia la puerta pero se detuvo antes de abrirla.

-¡¿Es que no piensas entrar?!- Lo aparté de la puerta y la abrí. No la veía por ningún sitio así que entré dispuesto a buscarla.- ¡Lilith!- Entré en una puerta que había en su habitación, el baño.- ¡Bill, no está! ¡Lilith no está!- Bill entró corriendo en la habitación con los ojos desencajados que confirmaban mi teoría. Bill quería muchísimo a su hermana pese a todo.

-¡La ventana!- No me había fijado pero el enorme ventanal estaba abierto de par en par dejando que el frío aire de diciembre nos helara más de lo que estábamos.

Bill fue hasta la cama y cogió algo blanco que resaltaba en el rojo de las sábanas. Era un papel que temblaba en su mano. De repente, sentí algo extraño en la atmósfera, una brisa más helada de la que ya entraba del exterior. No sabía con exactitud de dónde provenía pero al ver como las rodillas de Bill chocaban contra el suelo, lo comprendí. Algo no iba bien.

-Se... se la... se la han llevado.- No tenía voz. Apenas escuché lo que dijo pero el pánico se empezó a hacer dueño de mi cuerpo. Anduve lentamente hacia Bill y cogí la carta que había en el suelo.- Perdonadme.- Él seguía hablando en estado de shock. Miraba al frente mientras respiraba agitado.- Perdonadme, perdonadme, perdonadme,...

Leí varias veces la carta sin entender del todo su significado, no porque estuviese escrita en alemán (algo que ya sabía por ser el Progenio de Lilith) sino porque no comprendía como ese trozo de papel hacía que un sentimiento extraño se instalara en mi pecho y me dificultara mencionar palabra.


Demasiado desprotegida para el peligro que corre. ¿Cómo la queréis de vuelta? Os mandaré su cabeza de recuerdo. Un paso en falso, y ese momento llegará antes de lo que pensáis.


¿Qué era eso? ¿Por qué quería llorar? ¿Por qué mi cuerpo había dejado de reaccionar al leerla? ¿Dónde estaba Lilith?

-¿Bill?- Puse mi mano en su hombro y lo moví un poco para que reaccionara.

-Da la voz de alarma...- Se incorporó tras varios amagos de caída. Se tambaleaba de un lado a otro como si estuviese borracho.

-¿Qué?- No hablaba claro y encima, lo hacía muy bajito.- ¿Dónde está Lilith?

-¡Avisa de un puta vez a todo el mundo!- Su grito hizo que me quedara hierático en el sitio pero cuando se volvió y vio que estaba quieto en el sitio con cara de no entender nada, empezó a correr por todo el pasillo. Le seguí.

Bajamos muchísimos escalones, recorrimos infinidad de pasillos a una velocidad vertiginosa de la que yo no era consciente. No estaba entendiendo nada. Lo que me preocupaba era que Lilith no estaba pero Bill tampoco me había dicho qué era lo que le había puesto así.

Bill se paró de repente ante dos puertas enormes y cogió aire repetidas veces hasta que las golpeó con su pierna y éstas se abrieron ante él. Un despacho bastante lujoso se hizo delante. Reconocí de inmediato a las personas que estaban allí. Por un lado, Jörg Kaulitz, sentado en un sofá negro. Justo delante de él, con cara de preocupación, Simone.

-¿Crees que esas son formas de entrar?- Jörg se puso de pie y me lanzó una mirada fugaz que hizo que bajase la cabeza para evitarla.

-¿Qué ocurre, hijo?- Simone imitó a su ex marido. Notaba la tensión en el ambiente en el momento en el que Bill le dio aquel trozo de papel a su padre.

-Se... se la han llevado.- Simone se acercó corriendo al padre de sus hijos para leer detenidamente la carta. El grito ensordecedor de Simone me congeló la sangre. Comenzó a llorar con la mano en la boca para no emitir el dolor emocional que todos sentíamos en nuestro cuerpo.

-Avisa a todos, la tienen.- Jörg habló por un dispositivo que tenía en su muñeca. Antes de salir por la puerta, miró a Bill fijamente mientras éste sostenía a su madre para que no se cayese en cualquier momento.- He perdido a un hijo, no quiero perder también a mi hija.- Bill asintió con la cabeza dándole la espalda a su padre.

-¿Qui... quién la tiene?- Me estaba poniendo nervioso por no entender la situación. Hasta ahora, lo único que comprendía era que Lilith había desaparecido. Se la habían llevado, eso estaba claro, pero, ¿quién?

-Ese chucho asqueroso.- Simone se desmayó al terminar Bill la frase.- Tu amigo.- Cogió a su madre y la puso en el sofá quitándole la sangre que se escurría por su cara.

-¿Adam?- Bill se volvió al mencionar yo su nombre. Tenía los puños y la mandíbula apretados. Se parecía tanto a Tom así...- Lo siento.- Bill bajó la cabeza y negó con la cabeza.

-No es tu culpa, sino mía.- Se sentó a un lado de su madre y se tapó la cara con las manos.- Le he prometido a Tom que la iba a proteger.- ¿Por qué hablaba en presente? Quizás no se había hecho a la idea de que Tom estuviese muerto.- Le prometí a Lilith que siempre estaría a su lado y ahora,... van a matarla sin que yo pueda hacer nada.

-¡Nadie va a matarla!- Bill se destapó la acara para mirarme.- ¡Lilith volverá sana y salva! ¡Ella no puede morir!- Noté como también mis ojos copiaban a los de Bill. Mi cara se estaba tiñendo de rojo. Una lágrima por cada imagen de Lilith que se pasaba por mi cabeza.

-Sólo espero que esté de vuelta antes de que despierte.- Se limpió la cara con el brazo y se puso de pie aún tambaleándose.

-¿Que se despierte quién?

-Tom.




By Lilith


-Dime que no es un sueño.- Agarré con fuerza la camiseta que se pegaba a sus pectorales.- ¿Eres tú, Tom?

-Nunca has estado sola, yo siempre he estado ahí.- Lloré a lágrima viva como un bebé a quien apartaban de los brazos de su madre. Lloré como nunca en mi vida había hecho sintiendo como esas palabras se colaban en mi corazón.

-Dime que te importo.- Le imploré.- Aunque sea mentira, sólo dímelo.- Me agarré más a su camiseta humedecida por mis lágrimas. Tom me apretó más entre sus brazos y pronunció aquella palabra que fuera de contexto no significaba nada pero que para mí fue la más hermosa que había escuchado en toda mi vida.

-Demasiado.


[…]


- ¿Me quieres?

-No.- Lo sabía y aun así parecía que me gustaba torturarme a mí misma escuchando esas duras palabras.- Porque el amor es algo de humanos, es una reacción química de su cerebro por la necesidad de procrear. Lo que yo... siento, si se le puede llamar así, no tiene una función para nuestra especie porque somos hermanos. Lo que yo siento es tu sangre arder en mis venas, tu olor, el roce de tu piel con la mía, tus lágrimas... Lo noto todo tan adentro que me enferma. Y cuando eso sucede, me entran ganas de matarte.

-Lo... lo siento.

-Pero cuando más me doy cuenta de que no te quiero es cuando tú no me ves y yo te observo. Veo como el mundo se refleja en tus ojos y es entonces cuando me doy de que no te quiero como un humano quiere a otro, con esa reacción química cargada de hormonas.

-Para, por favor.

-Por eso me jode que me quieras, porque lo que yo siento es algo que va más allá de lo que pueda comprender un puto mortal.


Mi cuerpo se convulsionó sobre algo blando que repetía el movimiento una y otra vez. Sus palabras volvían a mí cada vez que cerraba los ojos. Mi cuerpo se empeñaba en hacerme sentir culpable más si cabía. Otra lágrima se escurrió por mi cara sin darme cuenta. ¿Por qué seguía viviendo? Mi existencia había tenido de dejar en sentido en cuanto escuché las palabras de mi madre.

Tom... Tom ha muerto.

Me tapé los oídos y cerré los ojos con fuerza. Palabras. Gritos. Una y otra vez en mi cabeza. Quería morir pero no sabía cómo. Al principio pensé que dejando de beber sangre lo conseguiría y por unos días mi objetivo se había estado cumpliendo hasta que lo pensé mejor. Yo no merecía morir sino sufrir durante toda la eternidad lo que había hecho. Así que decidí encerrarme en mi habitación, sin beber ni una gota de sangre para ver como mi cuerpo se consumía lentamente. El dolor y la sed cada día se hacían más insoportables, y me gustaba. Sentir como mi cuerpo me devoraba lentamente, mi sangre se secaba y las pesadillas volvían.

Un momento. Abrí los ojos y fue entonces cuando fui consciente de dónde me encontraba. Una habitación completamente blanca deslumbró ante mis ojos. Todo, absolutamente todo, era blanco. Fue en ese momento cuando me miré a mí misma. Mi piel no estaba roja por la sangre ni mi pelo ni la ropa, más que nada, porque estaba desnuda.

-¿Ya te has despertado?- Una voz dulce y angelical hizo que reaccionase.

-¿She... Shelly?- Su sonrisa hizo que algo se moviera dentro de mí. Su rostro no había cambiado mucho desde la última vez que la vi. Estaba tan grande...

-No llores, vas a manchar las sábanas.- Cogió algo de su bolsillo, un pañuelo, y empezó a limpiarme la cara.

-¿Qué haces aquí? ¿Dónde estoy?- Miré a todas partes para ver si reconocía algo pero el resultado fue nulo.

-Ahora estás a salvo.- Se subió a la cama y me abrazó dejándome sentir el calor de su cuerpo y su olor. Su corazón latía a un ritmo vertiginoso y mi cuerpo no tardaría en reaccionar.- Yo te salvaré de esos monstruo, Elizabeth.- ¿Elizabeth? ¿Había dicho Elizabeth?

-Yo no soy Elizabeth.- La separé de mí antes de que me lanzara a por su cuello. ¡¿Qué demonios me estaba pasando?! ¡Me moría de ganas por beber su sangre! ¡¿En qué clase de monstruo me había convertido?!

-Tú siempre serás Elizabeth para mí.- Se bajó de la cama y se volvió a sentar en la silla que tenía a mi lado.- No dejaré que te hagan daño.- Esto no era real. No podía serlo. Pensé que estaría soñando de nuevo pero todo era muy real. Sentía mis ojos arder, mi cuerpo reaccionar ante el incesante bombardeo del corazón de Shelly y el mismo dolor en mi alma.

-Yo soy la que tiene que protegerte, Shelly.- Ella sonrió y negó con la cabeza.

-Ellos te han traído aquí para salvarte. Yo estoy bien aquí.

-¿Ellos? ¿Dónde estamos?- La puerta se abrió y apareció un hombre bastante conocido para mí. Sus ojos habían estado presentes en mis pesadillas noche tras noche. Su voz hacía que mi estómago se contrajese y mis oídos chirriasen.- Esto no es real.- Él estaba acercándose como en mis pesadillas. Volvía a estar soñando...

-Shelly, puedes dejarnos a tu hermana y a mí hablar un segundo.- Shelly asintió y se fue haciendo caso omiso al sonido inaudible que mi garganta dejó salir para llamarla.

-Esto no es real.- Volví a repetir. No podía serlo por mucho que todo lo pareciese. ¿Y si todo hasta ahora había sido un sueño? ¿Y si... y si Tom no estaba muerto?

-¿Por qué piensas que no lo es?- Parecía divertirle la situación. Sonreía como lo hacía cuando en otras pesadillas me violaba.

-Porque eres fruto de mi imaginación. Tú no existes.- La puerta se volvió a abrir y tras ella, otra persona que conocía pero que, hasta ahora, jamás había aparecido en mis sueños. Adam.

-Todo esto es real, Lilith.- Las palabras de Adam hicieron que una “lágrima” se escapase de mis ojos manchando las impolutas sábanas.

-No...- Negué con la cabeza repetidas veces apretando los ojos con fuerza para conseguir despertarme.- ¡No es real! ¡No!- Quise levantarme de la cama pero me mareé en cuanto me moví bruscamente.- ¡Es una pesadilla!- Grité.- ¡No estáis aquí!- Todo se estaba volviendo borroso. Sólo veía bultos oscuros entre tanta luz.

-Bienvenida al infierno, preciosa.- A partir de ese momento, todo se volvió oscuro.

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