Capítulo 38
Capítulo 38
By Lilith
Si sólo fuese vergüenza lo que sentía, el dolor no sería el mismo.
Nuestras miradas estaban fijas en las del otro, ambos intentando entender la
situación sin perdernos en el intento. No sabía qué decir ni qué hacer aunque
de todas formas, dudaba que pudiese hacer algo.
-No... no te... te acerques.- Se pegó a la pared de enfrente con los
ojos muy abiertos y señalando a Tom con el dedo. Pretendía parecer amenazante
pero su repentino tartamudeo lo delataba.
-No me jodas.- Tom se acercaba a él a ritmo acelerado antes de que a
Nate le diera por escaparse. Yo, sin embargo, no podía hacer otra cosa salvo
observar la escena tan nefasta que se había formado en tan poco tiempo. Ya no
me importaba el dolor del cuello ni si la herida se había cerrado ya. Sólo
podía ver como el brillo de los ojos de Nate había desaparecido y como se había
formado en ellos una expresión de terror ante el monstruo que tenía delante,
yo.
-¡Aléjate!- Fue capaz de que en su garganta se acumulara todo el aire
posible para gritarle a Tom.- Vete.- Tom se puso delante de él hasta taparme
por completo la figura temblorosa de Nate, encogido en el suelo y con el rostro
pálido.
-No me des órdenes.- Tom frivolizó. Me asusté mucho cuando vi como Nate
se elevaba en el aire sujetado por la mano de mi hermano en su cuello.
-¡No!- Grité.- ¡Suéltalo, Tom!- Corrí hasta ellos y cogí a Tom del
brazo para que le soltara. En otro momento, en otra circunstancia, ese contacto
entre mi hermano y yo me habría producido miedo. Ahora, lo más importante era
Nate. Más importante de lo que yo pensaba.- No le hagas daño.- Empecé a llorar
en silencio viendo como Nate me miraba sin articular palabra.
-...- Tom dudó varios segundos hasta soltarlo y dejar a Nate tosiendo
en el suelo. Me agaché junto a él con la intención de tranquilizarle.
-No... no me toques.- Se retiró de mi lado mientras me miraba con cara
de desprecio y asco. Sí, asco era lo que vi en su cara, asco y repulsión y
quizás fuera eso lo que hizo que me pusiera de pie y me alejara de él.- ¿Qué...
qué sois?- Miró a Tom pero no a mí. ¿Por qué no lo hacía? ¿Por qué no me
miraba?
-¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué comemos?- Se reía. Tom se reía de
la peor situación por la que habría pasado Nate en toda su vida. Se burlaba de
su miedo cruelmente.- Tu pesadilla a partir de ahora.- Y se lanzó a su cuello
antes de que yo pudiera hacer nada. Su sangre me salpicó en la cara y en toda
la ropa. No fui consciente de lo que estaba pasando hasta que la sangre de Nate
empezó a manchar el suelo y a dejar todo mi cuerpo teñido de rojo.
-¡Para!- Me abalancé sobre Tom y empecé a tirar de él sin mucho
resultado. Sólo conseguía despegarlo un poco pero no lo suficiente para que
Nate dejara de gritar de dolor.- ¡Vas a matarlo!- Tiraba y tiraba sin éxito.
Tom tenía mucha más fuerza que yo y mucha más sed de sangre.- ¡Basta!- Agarré
las trenzas donde estaba anudado el pelo de mi hermano y tiré. Tiré con tanta
fuerza que creí que le arrancaría el pelo de cuajo pero sólo conseguí que Tom
se apartara, con la boca chorreando en sangre y con la pinta de un monstruo, un
monstruo que jamás había visto ni en mis peores pesadillas.- ¡Nate!- Corrí
hasta él y puse mi mano en su cuello intentando detener la hemorragia.-
Tranquilo, estoy aquí.- Sentía la mirada de Tom en mí. Fría y oscura, pero
sinceramente, no me preocupaba en absoluto. Nate tenía captada mi atención por
la cara tan blanca que tenía y su incipiente falta de consciencia.- ¡Nate, no
cierres los ojos!- Le zarandeé levemente pero Nate los cerraba poco a poco.-
¡No! ¡No! ¡Abre los ojos, Nate!- Una idea lo bastante descabellada se cruzó por
mi mente. Lo había hecho con Adam, ¿por qué no con Nate?
-Ni se te ocurra.- Tom agarró mi brazo antes de que mis colmillos se
clavaran en mi muñeca.
-¡Suéltame!- Me moví agitada para apartar su mano de mi muñeca. Tom me
dirigió una mirada cargada de odio y rabia por mi gesto... Nate me preocupaba
más que lo Tom pudiera hacerme sentir en este momento.- ¡No te me acerques!- Le
grité como si vida fuese la que estuviera a punto de acabar.
-Le convertirás.- Mi sangre resbaló por mi brazo silenciosa mezclándose
con la de Nate en el suelo.- Si le das tu sangre le convertirás.- Retiré mis
colmillos de mi muñeca lentamente sintiendo como el dolor se hacía cada vez más
fuerte.
-Estás mintiendo.- Miré a Nate por el repentino silencio que se había
formado. No escuchaba su corazón ni su respiración ni los leves quejidos de
dolor.- ¡Nate!- Le di un pequeños tortazo en la cara pero no respondía. Su
corazón había dejado de latir.- ¡No! ¡Nate, respóndeme!
-Está muerto, déjalo.- Escuché los pasos de Tom alejarse sin mostrar el
más mínimo interés por lo sucedido. Comenzó a andar para salir del callejón sin
prestar atención a que su ropa estuviera manchada de sangre... de mi sangre.-
Está muerto.- Lo dijo como un susurro para sí, pero en la estrechez del
callejón se escuchó tan fuerte que el eco de su voz retumbó en mis oídos
penetrando en lo más profundo de mi cabeza.
-¡No!- Miré a Nate fugazmente sin pararme demasiado.- ¡No está muerto!-
Tom se paró en seco. Sus puños estaban apretados
clavando sus uñas en la piel de las palmas de sus manos. Sabía que se moría de
ganas por darse la vuelta y dejarme en el mismo estado de Nate, podría ser por
rabia, por llevarle la contraria o por llorar. Tom odiaba escucharme llorar,
pero yo no estaba llorando, no tenía por qué hacerlo. En mi interior sentía ira
y odio hacia la persona que se mantenía quieta dándome la espalda... odio hacia
Tom.- No puedes irte. Tienes que ayudarme a llevarlo a un hospital.- Intenté
levantar a Nate con máximo cuidado para no hacerle más daño. Todavía podía oler
la vida que brotaba de su sangre, una vida que desaparecía en la sangre de mi
cara, que lentamente se secaba. Miré a Tom por si se había decidido a ayudarme
pero por respuesta sólo conseguí que se diera la vuelta y me mirara. No estaba
segura de ello ya que su cara permanecía en la penumbra, aunque podía sentir
como me observaba.- ¡¿Es que no piensas moverte?!- Conseguí poner en pie a Nate
o por lo menos, pude dejar que su cuerpo se apoyara en el mío. Nate era mucho
más alto que yo así que me era imposible moverme sin tropezar con su cuerpo.
-¿Dónde vas?- Su voz sonó imponente entre las paredes húmedas y frías
de aquel lugar.
-A salvarlo.- Arrastré un poco su cuerpo con tan mala suerte que
tropecé. Me vi volando con la cabeza estampada en el suelo y el cuerpo de Nate
sobre mí. Casi pude sentir como el frío y asqueroso suelo de aquel lugar se
colaba por mi piel, casi lo sentí... Tom me agarró antes de que mi cuerpo de
estrellara contra el suelo con el peso de Nate aplastándome más si cabía. Las
manos de Tom se colaron por debajo de mis brazos para así medio incorporarme.-
¿Qué estás haciendo?- No quería que me tocase ni siquiera quería sentirlo cerca
de mí.
-Salvarte.- Frialdad y crueldad que hicieron que mis manos casi
flojearan y soltaran el cuerpo sin vida de Nate.
-Eres un hijo de puta.- Me salió del alma, incluso no lo pensé aun
conociendo el carácter de Tom. Me puse de pie rompiendo el frío contacto que se
había mantenido entre nosotros durante unos segundos.- ¡Eres una puta mierda,
Tom! ¡Un monstruo sin corazón cargado de odio que no está contento si no le
hace daño a alguien! ¡Creí que habías cambiado, que habías dado un gran paso
por hacer que esto funcionase, pero sigues siendo el mismo capullo gilipollas
de siempre!- Solté con cuidado a Nate en el suelo para sacarme el móvil del
bolsillo y llamar a una ambulancia.
-No he escuchado tantos tacos juntos en mi vida.- Y ahora se burlaba.
¡Se estaba burlando!
-Vete a la mierda.
-¿Qué piensas decirles cuando te contesten? ¿Que el hijo de puta de tu
hermano se ha bebido toda la sangre de tu novio? ¿Que un vampiro lo ha matado y
que tú estabas con él dejando que te chupara hasta el alma si hubiese podido?
-Ha llamado a la Central de Urgencias de Londres, ¿en qué puedo
ayudarle?
-...
-¿Hay alguien ahí?
-No te creerán.
-¿Cuál es su urgencia?- No podía contestar. Me había quedado
paralizada sin poder hablar. Tom tenía razón. ¿Qué les diría?
-Te odio.- Se lo solté mientras me guardaba el móvil de nuevo.
-¿Me odias por llevar la razón?
-¡Te odio por el daño que les haces a las personas que quiero! Primero
fue Adam y ahora Nate. ¿Cómo sé que no fuiste tú el que provocó el accidente
que mató a mis padres?- Tom bajó la cabeza mientras yo le observaba esperando
una respuesta. Esto último quizás le hubiese sentado mal por acusarle de algo
de lo que no estaba segura, pero aunque eso fuera así, se lo había merecido.
-Sólo intento protegerte.- Mi corazón sin vida dio un vuelco al
escuchar su tono de voz. Sin entender muy bien por qué, algo me decía que lo
que había dicho era cierto, que estaba arrepentido por todo y que realmente, sí
quería cambiar. Pero, ¿a quién pretendía engañar? ¡Era Tom!
-Pensaba que estabas harto de hacerlo.- Fui hasta Nate y me incliné
para escuchar con más claridad algo de vida en él. No había nada...
-Me cansa salvarte, no protegerte.- Hice caso omiso a sus palabras ya
que estaba segura, intentaría envolverme una vez más en ellas.- Adam, Nate y
tu... familia sólo son los efectos secundarios.- Acerqué de nuevo mi muñeca a
mis labios mientras escuchaba esa voz tan indescriptible de Tom.- No los maté y
jamás mataría a alguien que quisieras, sólo a aquellos que te hacen daño.-
Clavé mis colmillos en mis venas dejando así que mi sangre invadiera mi boca.
De inmediato se llenó de aquel líquido rojo que antes había estado en el cuerpo
de mi hermano.
Acerqué mi boca a la de Nate para darle la última oportunidad de vivir,
o de morir en este caso. Ahora me daba cuenta de lo realmente egoísta que podía
llegar a ser. Le iba a dar mi sangre para convertirlo en un vampiro junto con
las consecuencias que eso le traería y, aun así, imaginarme sola de nuevo me
producía tanto miedo que no me importaba condenarlo a la vida eterna.
Le besé. Pasé toda la sangre de mi boca a la suya haciendo que tragara.
Estaba hecho, le había convertido en un monstruo como yo y ya no había marcha
atrás. Todavía no era consciente de lo que acababa de hacer y de las
consecuencias que tendría convertir a un humano sin el permiso de mi padre.
-Entonces, deberías suicidarte.- Tom había observado la escena sin
apartar la mirada ni un sólo segundo. Me senté en el suelo mareada por toda la
sangre que salía de mi muñeca.- Deberías de matarte porque eres tú el que... el
que más daño me hace.- El cuerpo de Nate empezó a convulsionarse en el suelo
donde antes lo había dejado. No quería mirarlo pero el sonido de su cuerpo
golpeándose contra el suelo resonaba una y otra vez.- A veces quiero pensar que
lo haces sin darte cuenta, que no eres consciente de lo que pasa hasta que
pasa. Como un niño pequeño. Pero luego veo que disfrutas haciéndolo y que lo
poco de humanidad que puedes tener desaparece.- Me limpié la boca con la manga
de la chaqueta. No podría secarme las lágrimas con las manos manchadas de
sangre...- ¿Sabes qué? Aún no sé en que momento te perdiste, en que momento
dejaste de tener alma para convertirte en el monstruo que eres ahora.- Observé
a Nate respirando agitado, como si le faltara el aire, con los ojos muy
abiertos mirando hacia el encapotado cielo londinense.- A veces me acuerdo de
cuando éramos pequeños, cuando yo te buscaba por la noche porque me daban miedo
las tormentas, cuando te veía reírte de las tonterías que yo hacía...- Sonreí
al recordarlo.- ¿Dónde se han ido esos momentos, Tom? ¿Dónde te has ido tú?- Me
abracé a mis rodillas hundiendo mi cara en ellas. La respiración de Nate junto
con su sangre me ponían nerviosa.- No tienes ni idea de las veces que me he
quedado dormida junto a la puerta de tu habitación deseando entrar y estar
contigo porque me sentía sola.- Nate cogió una bocanada de aire, quizás la
última como humano, y cerró los ojos. Había muerto.
-Lo sé.- Sacó su móvil del bolsillo tranquilamente. Su frialdad ya no
me sorprendía, era más, lo raro había sido que me hubiese contestado.
-Lo mínimo que deberías de hacer es pedirme perdón, decir que sientes
todo el daño que me has causado y después, desaparecer de mi vida.- Terminó lo
que estuviera haciendo en el móvil y me miró. Clavó sus ojos en mi cara
manchada de sangre con una expresión de... ¿pena? Sí, me mirara como si yo
fuera un pobre perro abandonado, sin comida y muerto de frío.
-Vendrán a recogerte en diez minutos, no te muevas de aquí.- Comenzó a
andar hacia el foco de luz tenue que iluminaba el callejón sin salida. ¿Pensaba
salir con toda la ropa manchada de sangre?
-Vale, Tommy, no me moveré.- Paró en seco. El humo del cigarro que se
estaba fumando envolvió el aire que pensé que ya no existía. Le llamé como
hacía años le llamaba. Para mí siempre había sido Tommy. Sólo yo había podido
llamárselo, sólo yo había estado tan cerca de él para permitirme ese lujo. -
Pero no puedo irme y dejar a Nate aquí.
-Lo llevarán a su casa.- ¿A su casa? Nate no podía estar solo, me
necesitaba para alimentarse los primeros días.
-¿Crees que soy egoísta?- Miré a Nate otra vez desde que dejó de
respirar. Su cara estaba pálida y su sangre había dejado de brotar hacía un
rato. Ya no se movía ni emitía ningún sonido. Se estaba convirtiendo
lentamente, lenta y dolorosamente.
-Sí.- Su repuesta fue clara y sincera.- Siempre hablas de ti, de lo que
sientes y del daño que te hago. Pero nunca hablas de nadie más, de lo que
sienten o del daño que tú les provocas. Te importa una mierda lo que ocurra a
tu alrededor mientras a ti no te pase nada.- Soltó un montón de humo por la
boca lentamente mientras miraba su reloj una y otra vez.- ¿Nunca te has
preguntado si le has hecho daño a alguien?
-¿Te he hecho daño a ti?- Me miró rápidamente y con los ojos abiertos
al formular esa pregunta. Yo simplemente le sonreí con cinismo sabiendo que
había tocado un tema del que no le gustaba hablar, los sentimientos.- Claro que
sé que he hecho daño a muchos. A la gente que me quiere y a ti, sobretodo a
ti.- Me puse de pie y empecé a andar hacia donde estaba él hasta colocarme
frente por frente suya.- Te he herido tanto que más de una vez has intentado
matarme con tan mala suerte que todavía sigo viva.- Le quité el cigarro de la
boca y lo puse en la mía. Aspiré toda la nicotina que pude hasta que mis pulmones
se llenaron y tuvieron que soltar todo el humo en la cara de mi hermano.- ¿Pero
sabes qué es lo más egoísta de todo?- Achinó los ojos mientras los mantenía
fijos en los míos.- Que no me arrepiento de nada.- Sonrió como antes de
meternos en el callejón, como esa vez en la que había sentido un pequeño
pellizco en mi corazón. ¿Dónde estaba ese sentimiento ahora?
-Per... name...- ¿Qué había dicho? ¿Por qué todo a mi alrededor había
empezado a dar vueltas? No me sentía las piernas, en general, no sentía nada.
¿Dónde había ido Tom? ¿Tom? ¡Tom!
[…]
Una mano me acariciaba el pelo con suavidad. Su tacto era tan delicado
y a la vez tan frío. Sabía a la perfección de quién se trataba pero no me
apetecía abrir los ojos. Hacía tiempo que había averiguado dónde me encontraba.
Estaba en una cama, tumbada y desnuda, apenas tapada por una sábana de seda que
se pegaba a mi cuerpo.
Su mano seguía recorriendo mi pelo, el mismo recorrido una y otra vez,
con lentitud, temiendo herirme si apretaba un poco más. Llevaba por lo menos
quince minutos haciendo lo mismo, sin parar ni un solo segundo. Había hecho ese
movimiento muchas veces cuando yo era pequeña, antes de que decidiera
entregarme a la familia que me crió en Francia. Pese a eso, muchas noches
durante mi estancia en la ciudad de las luces, sentía como esa mano volvía a
acariciar mi pelo una y otra vez. Cuando abría los ojos alarmada, ya no había
nadie. Ahora sabía que si los abría me encontraría con los hermosos ojos de mi
madre.
Sin más dilaciones, los abrí y como era de esperar, vi su suave rostro
iluminado por una leve sonrisa que hacía sentir que todo iba bien aunque no lo
fuese.
-Hola, cielo.- Su mano paró para apartarme varios mechones de pelo que
se habían colocado en mi cara.- ¿Cómo estás?- Intenté pensar en cómo estaba
porque ni yo misma lo sabía con certeza. De inmediato, las imágenes de Nate
tumbado en el suelo y convulsionándose helaron la poca sangre que sentía en mis
venas.
-Nate...- Susurré. De pronto una angustia se instaló en mi pecho. Sentí
como todo me empezaba a dar vueltas de nuevo y como cuando intenté levantarme,
mi cuerpo se desplomó en la cama sin fuerzas.
-No puedes levantarte, estás muy débil.- La habitación se había vuelto
oscura, imposible de ver nada con claridad aunque de todas formas no hubiese
podido.
-Necesito ver a Nate.- Los ojos de mi madre volaron por toda la
habitación pensando, tal vez, en qué decirme para evitar que lo viese o en qué
escusa me pondría esta vez.
-No vas a verlo ahora, no serviría de nada.- Se levantó de la cama con
la intención de irse pero me puse delante de la puerta para impedir su salida.
Los ojos de mi madre se abrieron desmesuradamente al verme desnuda sin ningún
tipo de vergüenza.
-Quiero verlo. ¿Dónde está?- Bajo la cabeza y cogió aire inútilmente.
-Se está muriendo, cielo, verlo sería doloroso para ti.- Entendía
perfectamente que “muriendo” significaba “transformando”, transformando en un
monstruo como su creadora.- Debiste de habértelo pensado antes de haberle
mordido.
-¿Qué?- Me apartó de la puerta y salió por ella cerrándola tras su
paso. Yo, en cambio, me quedé perpleja ante la acusación de mi madre.
¿Qué tenía que habérmelo pensado antes de haberle mordido? ¿Pero de qué
estaba hablando? ¡Tom le había mordido! Se había ensañado con él como si fuera
un delicioso pastel. Sólo le había dejado la sangre suficiente para mantenerlo
vivo unos cuantos minutos, para hacerlo sufrir de dolor, y a mí con él. Tom se
había comportado como un auténtico monstruo y yo debía reconocer, que nunca me
había imaginado esa faceta suya. La sangre fría que demostró arrebatando a Nate
lo más preciado de un ser humano, la vida, me había dejado atónita.
Una de las normas por la que nos regíamos los vampiros era esa, no
matar nunca a ningún humano, nunca acabar con su vida como si fueran seres
inferiores a nosotros, porque ellos no lo eran en absoluto. Durante siglos y
todavía ahora, los vampiros nos habíamos sentido dueños del mundo, nada nos
podía detener ni destruir. Inmortales, eternos, frutos del demonio que descansaba
bajo el suelo. Nada ni nadie nos podía detener y eso fue lo que demostró Tom.
Quizás, el más vampiro de todos, la parte más demoníaca de mi especie era mi
propio hermano.
Anduve hasta mi cama y me senté. Estaba mareada y débil, necesitaba
sangre para reponer toda la que había perdido. Puede que mi estado no fuera el
adecuado para enfrentarme a Tom en estos momentos pero necesitaba aclarar las
cosas con él para que confesara que fue él el que mordió a Nate y tal vez, con
un poco de suerte, me dijera dónde estaba.
Me puse el camisón negro que descansaba encima de mi cama y salí de mi
habitación en la casa de mis hermanos. El pasillo estaba en un silencio
sepulcral, no había el más mínimo ruido, sólo el resonar de mi respiración en
un intento de mi cuerpo por alimentarse de algo.
Su puerta estaba cerrada, pese a todo, podía sentir su presencia al
otro lado de la puerta. Aunque estaba débil, pude sentirlo al otro lado. No
notaba ningún olor salvo el suyo por lo que supuse que estábamos solos en casa.
Toqué dos veces en la puerta, dos golpes secos y rotundos que resonaron
en mi interior. No escuché respuesta al otro lado así que volví a insistir una
vez más. Que Tom no me abriese no me sorprendía. Él pasaba de mí y por eso no
me dejaba entrar, o si no era por eso, sería por lo que le había dicho en el
callejón. De todas formas, no me rendiría tan fácilmente.
La puerta se abrió lentamente aumentando mi nerviosismo por no ver a
nadie al otro lado. Entré despacio con miedo a lo que pudiera encontrarme, sin
embargo, no vi nada que me sorprendiera, era más, no había nada. La habitación
estaba completamente vacía, sin la cama y sin ningún mueble. Lo que había olido
tan sólo era su aroma, el cual estaba impregnado en la habitación.
¿Dónde estaba? Esta era su habitación, jamás me equivocaría en eso. Aun
así, no conseguía localizarlo pese a
estar sintiendo su olor rodeándome todo el cuerpo. Empecé a caminar por la
habitación atenta a todo lo que sucedía a mi alrededor. Mis sentidos estaban
puestos en esas cuatro paredes por si a Tom se le había ocurrido tenderme un
trampa o simplemente, disfrutar de como yo me comía la cabeza.
Tras mirar hasta en el baño y no ver nada, me di por vencida. Estaba
claro que Tom no estaba allí pese a estar sintiéndolo. ¿Dónde estaba entonces?
Salí de su habitación y bajé las escaleras dejándome llevar por mi
instinto. Estaba vez, mi cabeza no me engañó. Fui directa a la cocina y allí
estaba él. Me daba la espalda mientras se preparaba algo, un sandwich por lo
que olí. Estaba ajeno a que yo lo estaba observando en el marco de la puerta.
No se había inmutado pese a llevar un rato con los ojos clavados en sus
movimientos.
Hasta ese momento, iba con la intención de gritarle por no haberles
contado a los demás que quien había mordido a Nate había sido él. Aun así, no
conseguía moverme. Mi cuerpo se había quedado paralizado al igual que mi
cerebro. Verlo ahí, tan tranquilo, como si no fuera más que un humano normal y
corriente preparándose un sandwich, me hacía replantearme seriamente la doble,
triple o cuádruple personalidad que podría tener Tom.
Esa personalidad ya me la había mostrado muchas veces. Cuando decía
cosas como que no me fuera, cuando hacíamos el amor o simplemente cuando me
miraba en estos últimos días. Todo eso quedaba oculto tras el oscuro Tom, el
que me decía cosas crueles, me pegaba o me hacía sentir como una mierda. Ese
era el Tom que me rodeaba las veinticuatro horas del día.
-¿Piensas quedarte ahí mucho tiempo?- Salí de mis pensamientos cuando
su voz resonó en toda la cocina. Pestañeé varias veces hasta que me situé y
ordené las ideas en mi cabeza.- Sé que soy guapo pero esto es demasiado.- Dijo
como si nada enalteciendo su ya más que gigantesco ego.
-¡Tú!- Tom se volvió ante mi grito, con cara de no entender nada y con
una ceja alzada.- ¡¿Se puede saber por qué mierda no les has dicho a los demás
que has sido tú quien ha mordido a Nate?!- Mi hermano le dio un bocado al
sandwich que se había preparado minutos antes y se volvió de nuevo, ignorándome
por completo.- ¡¿Te estoy hablando a ti, capullo?!- Estaba enfadada, realmente
enfadada por como pasaba de mí.- ¡Thomas Kaulitz!
-¡Cállate!- Dio un golpe fuerte en la encimera de la cocina que me hizo
retroceder varios pasos.- Me duele la cabeza.- Cogió aire y por segunda vez, se
dignó a mirarme.- ¿Qué quieres?
-¿Cómo que qué quiero? ¡No les has dicho que has sido...!
-Ah, sí.- Me cortó. Se tocó la cabeza. Parecía cansado.- Pensaba que
eras más lista. Me decepcionas por momentos, hermanita.- Sonó frívolo,
demasiado para mi gusto. Le dio otro bocado al sandwich esperando una respuesta
por mi parte, la cual luchaba por salir en forma de grito desde mis pulmones.
-¿Por qué?- Vale, no era eso lo que pensaba responderle pero la
curiosidad me podía. Podría sonar masoquista pero quería escuchar que nueva
salvajada se le había ocurrido.
-¿Se te ha pasado por una milésima de segundo por qué he hecho eso
antes de entrar como una loca en la cocina estropeándome la hora de la
merienda?- Tenía lógica. Pero la situación no estaba como para filosofar sobre
por qué Tom había hecho eso. Ya me había comido la cabeza demasiadas veces
pensando en por qué Tom actuaba de una manera u otra. No le contesté.- Primero,
deberías de haber pensado en el porqué, y luego, haber retrocedido unos minutos
antes de que Nate llegara.- Ahora estaba perdida. ¿Qué tenía que ver una cosa
con la otra? Tom pareció darse cuenta de mi no-entendimiento y prosiguió.- ¿Qué
estábamos haciendo antes de que Nate llegara?
-¿Y?- Contesté. No quería que saliera de mi boca aquella escena tan...
tan... tan... tan indefinible.
-Tu sangre estaba dentro de mí.- Un escalofrío me recorrió el cuerpo
recordándolo. Sonaba tan indiferente en boca de Tom.- Si les digo que fui yo
quien mordió a Nate se darían cuenta de... nuestro secreto.- Sonrió con malicia
y le dio otro bocado al sandwich que ya estaba casi inexistente.
-¿Y?- Me veía incapaz de contestar algo más. En mi garganta se había
formado un nudo que no me permitía hablar tanto como deseaba. Nuestro
secreto...
-¿Enserio no lo pillas?- Su merienda desapareció de su mano en otro
bocado. Volvió a tocarse la cabeza una vez más apretando los ojos un par de
segundos.- Ellos saben que tu sangre está en el cuerpo de Nate, y él no se
podría haber transformado sin que tú antes te hubieras bebido su sangre.
-¡Pero yo no lo hice, fuiste tú!- Tom parecía estar harto de la
conversación pero yo no sabía a dónde quería llegar.
-Exacto. Yo lo maté con tu propio veneno porque lo tomé de ti. Luego tu
le diste tu sangre y lo convertiste. Si le digo a los demás que fui yo se
darían cuenta de que yo bebí tu sangre y que se la pasé a Nate.- Ahora lo
entendía todo.
-Eso no te hace ser buena persona, Tom. No pienses que te voy a dar las
gracias por ocultar “nuestro secreto”.- Enfaticé esas últimas dos palabras con
ironía.- ¡Eso no quita que seas un asesino que va por ahí matando a gente
inocente!- Se hizo el silencio. Tom no apartaba la vista de mí mientras
mantenía el ceño fruncido.
-¿Te das cuenta de lo egoísta que eres?- Habló por fin después de
segundos de verdadera angustia. Tom se dejó caer sobre la encimera de la cocina
buscando un punto de apoyo por el rato que llevaba de pie.
-¿A qué viene eso?- Pregunté confundida. Ya lo sabía, yo misma le había
hecho esa pregunta a Tom en el callejón.
-Me acusas de haber mordido a Nate pero no te acusas a ti de haberlo
transformado, de haberlo matado por completo, de haberlo condenado a ser un
monstruo y de haberlo condenado a estar enamorado de ti. Pero eso no es
importante, ¿verdad, Lilith?- Se incorporó y comenzó a caminar en mi dirección,
cada vez más cerca.
-Sólo quería salvarlo.- Retrocedí sin darme cuenta, casi como un
autorreflejo a la repentina cercanía de mi hermano.
-¡Pues la cagaste!- Sentí su gélido aliento chocar contra mi cara en
ese grito que me puso la piel de gallina.- ¡Ni siquiera te pensaste un puto
segundo darle tu sangre!- Me cogió del brazo y me atrajo más a él hasta estar
nuestras caras a pocos centímetros de distancia.- ¡Eres una puta egoísta de
mierda!- Me soltó bruscamente mientras respiraba agitado y moviendo los ojos
como un loco por toda la cocina.
-No soy una egoísta.- Susurré. Los ojos me escocían como tantas veces
habían hecho.- Yo sólo...
-¡Tú sólo nada!- Se volvió de nuevo penetrándome con sus atrayentes
pupilas color miel.- ¡Deja de mirar tu jodido culo! ¡Deja de preocuparte sólo
por ti y piensa en los demás por una puta vez en tu vida!- Tom daba verdadero
miedo cuando se ponía así, como si hubiese salido de una película de psicópatas
o algo por el estilo.
-¡¿Y me lo dices tú?!- Exploté con las lágrimas recorriendo mis
mejillas.- ¡¿Es que a ti te importa alguien que no seas tú?! ¡¿Es que piensas
en el daño que haces cuando abres la boca?!
-¡A mí me importa una mierda los demás pero por lo menos lo demuestro!
¡Tú, en cambio, vas con tu carita de niña buena cuando por dentro eres igual o
peor que yo!- Caminé deprisa hacia donde se encontraba y estampé mi mano en su
cara.
-¡Basta!- Le grité apenas sin voz.- ¡Me importa mucha gente!- Tom se
había quedado con la cara torcida en la dirección en la que le había pegado.
Miraba al suelo, con los puños apretados.- Mírame.- Agarré su cara fuertemente
por la barbilla y le obligué a mirarme. Sus ojos se clavaron con fuego en los
míos calando hasta lo más profundo de mi alma.- ¿Ves estas lágrimas, Tom?- Hizo
con los ojos un pequeño recorrido por toda mi cara hasta posarse de nuevo en
los míos.- Pues disfrútalas porque serán las últimas que me veas derramar por
ti.- Solté su cara y me volví dispuesta a irme hasta que su voz sonó más ronca
de lo normal y me detuvo.
-¿Has pensado alguna vez en mí?- Me volví incrédula ante esa pregunta y
por quien la formulaba.- Nunca te importó mi versión sobre todo esto. Sólo soy
el que te causa dolor y te hace llorar.- Calló. Un silencio que se me hizo
eterno hasta que volvió a hablar.- Pero estoy harto de ser siempre el malo y tú
la buena en todo esto. No lo soporto.- No me miraba, no hacía falta que lo
hiciera para ver como una oscuridad cargada de recuerdos e imágenes se
adueñaban del cuerpo inerte que tenía a dos metros de mí.- Tú nunca vas a
entender lo que he soportado así que sigue demostrándole al mundo entero que yo
soy el monstruo.- Volvió a tocarse la cabeza por enésima vez pero ese gesto
pasó casi desapercibido por mí ante el incesante bombardeo de culpabilidad que
me ahogaba.
-Es lo que me has demostrado desde el primer momento.- No podía dejar
de estar a la defensiva ante la posibilidad de que ese tono sosegado, cargado
en ocasiones de sofocantes palabras, sólo fuera un juego más de mi hermano.
-Nunca quise que pensaras eso.- Me miró iluminando un sentimiento
extraño en mi corazón. Tom parecía un niño pequeño, mi Tommy de seis años
atormentado por cosas que no me contaba. Su mirada era la de ese niño. ¿Dónde
estaba el monstruo?- Que volvieras no significaba que fuera a ser nuestra
condena.- Respiró cansado un par de veces hasta que volvió a bajar la cabeza de
nuevo mientras yo no podía dejar de mirarlo con un nudo en el estómago. Me
sentía culpable de algo de lo que no estaba segura si conocía.
-Yo pensaba que todo se arreglaría.
-No se va a arreglar nada que no quieras reconocer. Así que llora,
sigue creyendo que tienes razón.- Empezó a caminar con la intención de salir de
la cocina y dar por finalizada la conversación, no sin antes pararse a mi lado.-
Sigue manteniéndome alejado de ti para que puedas dormir tranquila por las
noches.
-No.- Tom paró su intento de huida.- Ya... ya no sé quién soy ni por
qué me siento tan rota. Supongo que sí que soy egoísta pero es porque no tengo
a nadie a quien yo le importe lo más mínimo.- Quizás era eso lo que había
tratado decir tantas veces pero que me daba miedo reconocer. En algún punto,
dejé de hacer preguntas sobre mí por miedo a las respuestas o porque
simplemente desconocía en significado de ese “mí”.- Siento como si una y otra
vez volviera al punto de partida. Sin respuestas, más perdida y sola, porque
realmente nadie sabe que existo, que estoy ahí y que también siento. No tengo a
nadie a quien abrazar cuando tengo miedo, simplemente porque nunca hay nadie.-
Me tapé la cara con las manos. Este era uno de esos momentos en los que me
sentía perdida y con miedo, como siempre, no había nadie que me consolara.
Choqué contra algo duro y de pronto, unos brazos fuertes rodearon mi
cuerpo pegándome más si cabía a lo que chocaba contra mis manos. Tom... Tom me
estaba abrazando y ya no sabía si era verdad o simplemente un sueño como otras
muchas veces. Era la primera vez que me abrazaba y me sentía tan bien.
Recé a todo lo conocido y por conocer para que este momento no acabara
nunca y se prolongara durante la eternidad. Quería más de esta situación, más
de aquello a lo que los simples mortales llamaban abrazo. Sentía como si nada
hubiese a mi alrededor salvo él y yo.
-Dime que no es un sueño.- Agarré con fuerza la camiseta que se pegaba
a sus pectorales.- ¿Eres tú, Tom?
-Nunca has estado sola, yo siempre he estado ahí.- Lloré a lágrima viva
como un bebé a quien apartaban de los brazos de su madre. Lloré como nunca en
mi vida había hecho sintiendo como esas palabras se colaban en mi corazón.
-Dime que te importo.- Le imploré.- Aunque sea mentira, sólo dímelo.-
Me agarré más a su camiseta humedecida por mis lágrimas. Tom me apretó más
entre sus brazos y pronunció aquella palabra que fuera de contexto no
significaba nada pero que para mí fue la más hermosa que había escuchado en
toda mi vida.
-Demasiado.
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