Capítulo 51

Capítulo 51


By Lilith


-¿Entonces, Tom está mejor?- Afirmé con la cabeza intentando no mirarla a los ojos porque podría saber la verdad.- Ha tenido que ser un golpe muy fuerte para él y Bill. Siempre he escuchado al señor Kaulitz en la televisión diciendo la buena relación que tenía con sus hijos.- Dejé la taza de café sobre la mesa y solté el aire que no me había atrevido a sacar en toda la noche.- No debe de ser fácil para ti tampoco, ¿verdad?- Miré a Cintia mientras ésta me devolvía la mirada sonriendo con ternura.

-Nunca fue fácil con Tom.- Quizás no debería de haber dicho eso, quizás no le tendría que haber dado pie a que me preguntase de nuevo, pero sentía que era la única persona a la que podía contarle todo sin sentirme juzgada.

-Bueno, Tom no parece ser el tipo de hombre con el que es sencillo tratar.- Empezó a reírse intentando quitarle hierro al asunto aunque cuando vio que no la seguía, paró.

-Las cosas no están muy bien entre él y yo.- Cintia fijó su mirada en mí. En estos momentos me sentía nerviosa, tanto que incluso las piernas me temblaban bajo la mesa de aquella cafetería.

-¿Qué ha pasado?- Formuló esa pregunta que no yo misma sabía contestar. No podía decirle a ella algo tan sádico como era la verdad sobre lo ocurrido...

-Me ha engañado.- Conseguí levantar la cabeza y ver la expresión de sorpresa de Cintia. Su mano se fue directa a la boca para silenciar un grito de incredulidad.

-No... No puede ser.- Bebió un poco de chocolate caliente que aún quedaba en su taza y volvió a mirarme.- ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con quién?- Intentó parecer calmada pero el incesante bombardeo de preguntas la delató.

-No sé quién es pero fue antes... de que nos... casáramos.- Era difícil llamar al Vínculo de Sangre un simple casamiento pero era la palabra que más se aproximaba a lo que había entre él y yo.

-Vaya... ¿Te lo dijo así porque sí?- Afirmé con la cabeza mientras mantenía la mirada fija en mi taza aún llena de chocolate que no había probado ni probaría.- Bueno, al menos te lo ha dicho...- La miré asombrada ante su respuesta. Esperaba que lo insultara o que hiciese algún comentario ofensivo en repercusión a lo que Tom había hecho.- A lo que me refiero es que Tom sería incapaz de hacerte algo así.- ¡¿De verdad conocía al verdadero, Tom?!- ¿Estabais juntos por aquel entonces?

-¿Co... Cómo?

-Bill nos dijo que lo del matrimonio fue de un día para otro.- ¿En serio Bill le había dicho eso?- Nos contó que durante meses habíais estado peleados y que Tom te lo propuso sin ni siquiera hablar del tema antes.- Me quedé sin palabras para contestarle. Mi hermano se lo había contado todo, exceptuando algunas cosas que eran demasiado difíciles de asimilar para un humano y aunque me costara reconocerlo, para mí también.- Es normal que durante ese periodo en el que no estabais juntos cada uno buscara nuevas experiencias en otras personas. No teníais ningún compromiso, no puedes juzgarle por ello.- La sonrisa que siempre adornaba los labios de Cintia había desaparecido desde que empezó a hablar. Su semblante era serio... Sabía de lo que estaba hablando pese a su juventud y lo más extraordinario de todo era que tenía razón.

-¿Lo estás defendiendo?- Pregunté con un hilo de voz dado que sus palabras me estaban haciendo recapacitar.

-¡No! No puedo justificar eso, simplemente te estoy dando mi punto de vista o supongo que es lo mismo que pensó Tom en ese momento.- Bajé la cabeza avergonzada. ¿Y si me había pasado con Tom en ese sentido?- Seamos sinceras, ¿tú no te acostaste con nadie durante ese tiempo?- De mis cuerdas vocales iba a salir un “no” rotundo pero en ese momento me acordé. Me había acostado con Nate y por despecho, para intentar olvidar a Tom y saciar mis ganas de sexo propios de una vampiresa que se precie.- Lo sabía. No puedes echarle la culpa de todo, Lilith. En una pareja los problemas son de los dos, no de uno solo.- Volvió a sonreír, quitándole importancia a lo sucedido.

-Dijo que me quería...- Susurré aunque Cintia logró oírme. Me escocían los ojos y sabía que pronto empezaría a llorar de nuevo y cómo no, por culpa de Tom.

-Si no te quisiera no se habría casado contigo. A los hombres les da miedo el compromiso.- Me mordí el labio con fuerza intentando apaciguar las ganas de coger el teléfono y decirle que me perdonase por eso aunque no justificase que matara a nuestro padre.- ¡Ah!- Cintia soltó un pequeño quejido que hizo que dejara de mirar mi bolso donde estaba mi móvil.

-¿Qué te pasa?- Pregunté preocupada. Sus manos fueron directas a su barriga. Por lo que parecía el bebé había comenzado a moverse pero a juzgar por la expresión de dolor de Cintia, no eran simples patadas.- ¿Estás bien?- Cintia negó con la cabeza y yo empecé a preocuparme. Oía los latidos de la enfermera a un ritmo acelerado, tanto que ni siquiera escuchaba los del bebé.

-Creo que tengo contracciones.- Me puse nerviosa en ese mismo instante. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¡No recordaba nada de los dos años de medicina y sólo se me repetía la escena vivida en Londres con la doctora Smith en la universidad!- ¡Dios, creo que he roto aguas!- Me puse de pie enseguida y la ayudé a levantarse. Sus pantalones se habían teñido de un color rojizo, no era sangre pero sí algo muy extraño en esta situación. Si mal no había entendido, el líquido amniótico tenía que ser de un color claro y no oscuro...

-Voy a llamar a Jake.- Cogí su móvil de la chaqueta mientras caminábamos despacio bajo la atenta mirada de todos los de la cafetería.

-¡No creo que aguante hasta el hospital!- De repente, todos en la cafetería se pusieron de pie y ayudaron a Cintia a sentarse de nuevo mientras yo buscaba el número de su marido.- ¡Lilith, sácalo!- Conseguí encontrar el número de Jake pero su móvil estaba apagado.- ¡Lilith!- Su gritó fue desesperado tanto que el móvil se me cayó al suelo por la impresión.

-¡Yo no sé que hacer!- Fui hasta ella y puse las manos en su barriga. El corazón del bebé no latía, no lo sentía moverse, simplemente el útero de Cintia contraerse cada vez más.

-¡No tienes que hacer nada, sólo ayúdame a sacarlo!- Asentí temerosa ante lo que se me venía encima. Lo que más miedo me daba no era asistir un parto sino ver toda esa sangre o algo mucho peor, que el bebé estuviese muerto como parecía.

-Creo que sería mejor llamar a una ambulancia o...

-¡No hay tiempo!- Cintia se quitó los pantalones y se tiró en el suelo con la ayuda de varias personas de la cafetería.- Escuchame, Lilith, sé que algo no va bien con el bebé, sólo ayúdame, por favor.- Pese a todo seguía manteniendo la sonrisa que la caracterizaba para tranquilizarme. ¿No se suponía que la era ella la que tenía que ser tranquilizada y no yo?- Voy a empujar, quiero que le agarres la cabeza cuando lo veas y vayas tirando lentamente con cada empujón que yo dé.- Asentí de nuevo y me centré en el parto. Ya estaba viendo la sangre brotar y el olor que ésta desprendía pero no me importaba eso ahora, lo más importante era el bebé y le rogaba a todo dios que existiera que yo estuviese equivocada.

-¡Lo veo!- La coronilla del bebé se dejaba ver entre las piernas de Cintia. Sus gritos de dolor eran sofocados por la gente que la animaba y le decía que lo estaba haciendo muy bien.- ¡Vamos, lo estás haciendo muy bien!- ¿Por qué no escuchaba su corazón? ¿Por qué era incapaz de escuchar al bebé respirar?

-¡Maldito Jake!- Gritó Cintia entre empujón y empujón.- ¡Me dijo... que esta... estaría conmigo!- Muchos de los allí presentes se empezaron a reír pero yo estaba demasiado ocupada intentando traer a su bebé al mundo y sentir algo de vida en él.

En ese momento, su cabeza salió por completo y mis manos volaron hacia ella. Ya había pasado lo peor, ahora sólo quedaban varios empujones para que el pequeño naciera. Toda esa sangre manchando mis manos me estaba poniendo enferma. Aunque sonara asqueroso, en este momento me apetecía chuparme las manos como una posesa, sentir la sangre recorriendo mi cuerpo,... ¡¿Pero qué estaba diciendo?! ¡No era la sangre de Cintia la que necesitaba sino la del estúpido de Tom!


Tiré del bebé cuando los hombros ya salieron y conseguí sacarlo por completo. Cintia se dejó caer hacia atrás, agotada por el esfuerzo. Sin embargo, todo el mundo le aplaudía y le decía lo bien que lo había hecho pero el bebé seguía sin responder. Uno de los camareros de la cafetería me trajo unas tijeras para cortarle el cordón umbilical y así lo hice, con las manos temblorosas y sintiendo que me caería en cualquier momento.

-¿Cómo está, Lilith?- Me volví con el bebé en mis brazo y reliado con mi abrigo.- ¿Está bien?- Miré a Cintia y al bebé alternativamente. No, no estaba bien, estaba muerto. ¿Cómo le tenía que decir eso a su madre?

-Está...- La ambulancia llegó gracias a que uno de los clientes había llamado.

-¡¿Está vivo?! ¡Dime que está bien!- Cintia comenzó a llorar desconsoladamente mientras los médicos intentaban tranquilizarla.

-Está... Está bien.- La enfermera se desmayó cuando terminé de hablar. Los médicos la pusieron en la camilla y se la llevaron en la ambulancia mientras uno de ellos se acercó a mí para atender al bebé.

-Mi señora.- Hizo una reverencia frente a mí. Era uno de los médicos del hospital de mi familia, uno de los muchos vampiros que trabajaban allí.- Tiene que darme al bebé.- Mis ojos están fijos en aquel diminuto ser entre mis brazos. Unos ojos cerrados que nunca se abrirían para contemplar el asqueroso mundo en el que tenía que vivir, sin poder ver la sonrisa de Cintia,...

-No.- Levanté la vista y vi que estábamos solos él médico y yo en la cafetería ya que todos habían salido afuera.

-Mi señora, está muerto.- Caminé hacia una de las mesas y deposité su pequeño cuerpecito. No estaba segura si funcionaría pero no podía dejar que esto acabase así...- ¡No puede hacerlo!- Mordí mi muñeca con tanta fuerza que sentí mis colmillos atravesar toda la carne de ésta. Mi sangre salía disparada ante la mirada atónita de uno de los míos, un vampiro al que le habían dicho que mi sangre era el bien más preciado, algo imposible de ver, tocar, saborear o poseer.- Mi señora...- Puse mi muñeca sobre los labios del bebé, haciendo que su boca se llenase de mi sangre.

-No puede morir, no puedo hacerle eso a Cintia.- De mis ojos empezaron a brotar lágrimas de sangre que bañaron mis mejillas. Pese a todo, no podía dejar de mirar al bebé, esperando cualquier muestra de vida, lo que fuese.- Vamos, vamos, vamos,...- No había señal ni ninguna muestra de que mi sangre le hubiese traído a la vida.

-Será mejor que me lo llevé.- El médico cogió el cuerpo del bebé y se lo llevó tapado con mi abrigo. Sentía impotencia, tanta que me puse a llorar.- Mi señora, la llevaremos al hospital, allí la estarán esperando para llevarla a casa.- Su mano me tendió un pañuelo para que me limpiara antes de salir.

Sus ojos se abrieron como platos mientras me miraba fijamente. No me extrañó ya que era normal que todos actuaran de manera extraña cuando la familia Kaulitz estaba cerca. Su mirada se dirigió a aquel abrigo que sostenía y yo lo imité sin entender nada. Aquel bulto se empezó a mover y a llorar como si no hubiese mañana.

-Es... Está... Está vivo.- Destapé su carita y ahí estaba. Sus ojos estaban cerrados debido al llanto que había cogido en un segundo, se movía entre los brazos de aquel monstruo para él desconocido... Sí, estaba vivo.

-Tenemos que irnos al hospital de inmediato.- Seguí aquel chico que aún mantenía su cara de asombro hasta llegar a la ambulancia.

Decidí montarme en la ambulancia junto con Cintia y el bebé en vez de irme en el coche que había venido a recogerme. No entendería nunca cómo se enteraban de todo lo que me pasaba y lo rápido que reaccionaban. Lo odiaba. No me gustaba salir y sentir a tres o cuatro vampiros a mi alrededor, vigilando cada uno de mis pasos y pendientes de que nadie les viese.

Una vez dentro, la ambulancia hizo sonar la sirena para abrirse paso entre los coches que circulaban en Hamburgo. Cintia estaba completamente inconsciente mientras muchos médicos se apuraban por sacar la bolsa del bebé de su interior y suministrarle calmantes. Aun así, yo solo estaba pendiente de aquel diminuto ser que lloraba y lloraba. Veía mi sangre salir de su boca y confundirse entre la sangre que lo rodeaba. No había marcha atrás, estaba hecho. Había vuelto a darle mi sangre a un humano y sería recriminada por el Consejo o peor, por quien dirigía a toda mi especie, Tom.

-¿Necesita atención médica?- Un médico de los que iban en la ambulancia se dirigió a mí con una sonrisa amable. Él no era un vampiro o de lo contrario ni siquiera se habría atrevido a hablarme.

-No, gracias, estoy bien.- Me tendió una toalla blanca para limpiarme. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llena de sangre de Cintia y la mía propia. Aún veía la señal de mis colmillos en mi muñeca, cicatriz que tardaría en desaparecer por culpa de la falta de sangre en mi cuerpo.- Gra... Gracias.- Le dije mientras hacía desaparecer todo ese color rojo.

-Las gracias se la tenemos que dar nosotros, si no hubiese sido por usted el bebé no estaría vivo. Ha tragado muchísimo miconio, es un milagro que siga vivo.- Sonreí ante su percepción de “milagro”. Conocía lo que el miconio significaba. El bebé había estado sufriendo para nacer con el principal inconveniente que incluso había muerto.

-Yo no he hecho nada.- Volví a mirar al bebé que se había quedado callado una vez que lo habían limpiado.

-¿No sabes quién es, Brüno?- El aludido negó con la cabeza ante la pregunta que el vampiro que había contemplado la “resurrección” del bebé.- Es la esposa del doctor Thomas Kaulitz.- El chico abrió los ojos como platos mientras me miraba incrédulo.- Hermosa, ¿verdad?- El chico asintió con la cabeza sin apartar su mirada de mí.

-Había oído rumores pero desde luego la realidad supera la ficción.- Ambos se rieron de ese comentario y yo esbocé una sonrisa en señal de complicidad. ¿Cómo podía reírme en un momento así? Tom no tardaría en enterarse de lo del bebé, es más, en cuanto lo viese y lo oliera se daría cuenta por él mismo de que dentro de aquella pequeña criatura corría la sangre de un monstruo.

-Hemos llegado.- Las puertas se abrieron y pronto varios médicos sacaron la camilla donde Cintia aún permanecía inconsciente. No tardaron en llevarse con ellos al bebé bajo mi atenta mirada.

Me bajé enseguida dispuesta a seguir al bebé, al cual habían puesto en una especie de incubadora. Tenía que estar pendiente de todo lo que le pasase ya que existía el riesgo de que no pudiese soportar todo ese veneno en sus venas.

Pasaba por montones de pasillo corriendo detrás de los médicos que lo llevaban a urgencias mientras oía su llanto. Se me encogía el corazón de sólo escuchar como sus gritos retumbaban por todos los rincones del hospital. Quizás esos gritos eran de dolor al sentir ese fuego en su interior...

-¡Lilith!- Un grito y una persona en medio del camino me detuvo, viendo por primera vez a alguien más que al bebé.

-Jake, el bebé...- Jake me agarró por los hombros para posteriormente abrazarme.

-No te preocupes, yo me voy con él.- Cuando deshizo el abrazo, se me quedó mirando, como si lo que estuviese viendo fuese un fantasma.- Muchas gracias.- Salió corriendo tras agradecerme lo que había hecho. ¿Pero que había hecho realmente? ¿No había condenado al pequeño a depender de mi sangre para siempre? ¿Qué me agradecía realmente?

Me senté en uno de los sofás de la sala de espera del área de maternidad donde habían llevado al bebé. Veía a madres embarazadas recorrer esos pasillos junto a sus parejas, andando felices porque pronto verían a su pequeño. Puede que este área del hospital fuese la más humana que se pudiese encontrar en un sitio como este, lleno de vampiros. Aveces me preguntaba qué se sentía al tener a alguien creciendo en tu interior, un ser creado por dos personas que se aman y el mayor vínculo entre dos personas... Sólo aveces me lo preguntaba a mí misma ya que pensarlo me hacía daño. Yo jamás tendría un bebé de la persona que amaba ya que dentro de poco ya no seríamos nada. Recordarlo me entristecía lo suficiente como para dejar de mirar a esas mujeres sonrientes y centrarme en mis manos aún manchadas de sangre.

Ese era mi futuro, vivir rodeada de sangre junto a bestias sin corazón, gobernadas por el mismísimo demonio, por el cual estaba sufriendo tanto. Realmente, ni siquiera podía imaginarme un futuro para mí. Cuando intentaba pensar en algo que fuese el “mañana”, mi mente se nublaba, incapaz de proyectar una imagen de lo que me esperaba en el futuro y es que, si ya no me importaba el presente... ¿Por qué iba a pensar en el futuro?

Durante tanto tiempo me había imaginado un futuro con él, un futuro en el que nos quisiésemos, sin más dolor, ni sangre a nuestro al rededor. Sin embargo. Ese futuro nunca existiría...


-¡Lo complicado es entenderte a ti! ¡¿Por qué siempre terminas fastidiándolo todo?! ¡¿Por qué no desapareces de mi vida para siempre, Tom?!

-Porque... te quiero.

-Deja de mentir, es suficiente.

-No te estoy mintiendo, nunca lo he hecho.

-Ahora ya no funciona, Tom.


“TE QUIERO” Esas dos palabras que durante tanto tiempo había esperado escuchar de sus labios. Ahora que las había oído, me atravesaban cada vez más el corazón. En ese momento, cuando las escuché, estuve a punto de volverme y abrazarle con todas mis fuerzas. Lo hubiese hecho de no ser porque sabía que era una trampa para que regresara a su lado. Ahora que era líder necesita a alguien que le diera un heredero y de la cual poder alimentarse.

-¿Lilith?- Una voz conocida pero a la que no ponía cara, me llamó entre los gritos de mis pensamientos. Una vez que miré hacia donde provenía, la vi allí. Llevaba el pijama del hospital y con una mano sujetaba el aparato de donde colgada su suero.- ¡Qué alegría volver a verte!.- Empezó a caminar muy rápido en mi dirección a la vez que yo permanecía petrificada ante tan sorprendente aparición.

-Rachell...- Me levanté dispuesta a saludarla. Su sonrisa demostraba lo emocionada que estaba de verme pero yo no sabía exactamente por qué me sentía indefensa ante ella.

-¿Cómo estás?- Me abrazó con fuerza, esperando que yo la imitara. Sin embargo, había algo en ella que me quería mantener alejada.

-Bi... Bien.- Se sentó en el sofá donde segundos antes había estado yo.- ¿Por qué estás aquí?- Pregunté.

-No es nada, un simple accidente.- Me senté a su lado sin ser capaz de asimilar que estuviese al lado de Rachell.- ¿Y tú, qué estás haciendo aquí?

-Una amiga ha dado a luz.- Miré la puerta a la que habían llevado al bebé y se había ido Jake. ¿Por qué no había salido nadie aún?

-¡Qué bien! ¿Y cómo te ha ido por Inglaterra? Tom me dijo que estabas en la universidad.- ¿Tom?

-Muy bien.- Tom había hablado con ella, la seguía viendo...- ¿Tom... Tom sabe que estás aquí?- Rachell se echó a reír como una loca cuando le pregunté eso.

-¡Claro que lo sabe! Viene a verme todos los días. Sólo que no quiso decirte nada para no preocuparte.- ¿Co... Cómo? ¿Que Tom qué?

-Yo pensaba que desde que se fue a Nueva York habíais perdido el contacto.- Realmente no me interesaba demasiado saber cuándo dejaron de hablar, lo que quería saber era si ella conocía qué había sido de la fantástica vida de Tom en Nueva York, un misterio para mí.

-Tom no te ha contado mucho... Lilith, estuve viviendo con él en Nueva York, estamos juntos.- Después de esa frase, la mente se me puso en blanco. La sala de espera de maternidad me empezó a dar vueltas mientras un escalofrío me recorría todo el cuerpo.- Bueno, ahora mismo no sé si estamos juntos o no. Desde que volvió de Inglaterra está más extraño que de costumbre, apenas hablamos.- Era ella... ¡Tom me había estado engañando con ella!- ¿Me acompañas a la habitación? Necesito tumbarme.- Mis ojos miraron fríamente a los suyos. No parecía que estuviese mintiendo y siendo consciente, ella no tenía la culpa de nada, sino Tom.

Me levanté y la seguí por los pasillos. Muchos de los médicos que pasaban por allí, me hacían reverencias sin que Rachell se diese cuenta. Mientras caminaba, sentía como lentamente mi sangre hervía en mis venas. Mis colmillos hacía tiempo que habían salido para amenazarla, con el pequeño inconveniente de que ella no era consciente de ello.

Eran los celos tal vez los que me estaban volviendo loca en estos momentos. Deseaba con todas mis fuerzas estrangularla con mis propias manos, pero no era simplemente por ser la “amante” de Tom, ese era un sentimiento que había tenido desde que la vi. Me sentía amenazada por Rachell como si supiera que en algún momento se volvería para atacarme.

-Pasa.- Respiré hondo y le hice caso. No me atrevía a hablar por miedo a que viese mis colmillos.- Me ayudas a tumbarme.- Cogí su mano y sujeté el gotero por ella. Su piel estaba tan caliente como la de... Adam. ¿Por qué su piel estaba igual? ¿La misma sensación?

Aparté mi mano de la suya de la impresión. Esta sensación de amenaza era la misma que sentí cuando estuve con Adam, con Markus... Aunque me costara reconocerlo, me sentía indefensa ante ella, tanto que me entraron ganas de correr. Rachell sonrió cuando me vio con los ojos abiertos como platos, una sonrisa maléfica que jamás pensé verla en ella.

Se arrancó el gotero, dejando que su sangre saliera ante tanta brutalidad. Se fue acercando a mí a la vez que yo retrocedía para mantener las distancias.

-No te preocupes, Lilith, Tom me ha contado lo que sois.- Mi espalda chocó con la pared. En este momento sabía que no había salida para mí a excepción de la puerta de la habitación.- ¿Sabes todo lo que me ha costado mantener a Tom a mi lado? ¡¿Sabes lo que me ha costado que dejara de pensar en ti?!- La miré impresionada ante su grito y esa confesión.- ¡Soy consciente de que él sólo está conmigo para protegerte, para que este momento no llegara!- La empujé con todas mis fuerzas y corrí hacia la puerta.

Caí de bruces al suelo cuando, al abrir la puerta, me choqué con alguien. Cuando abrí los ojos, lo vi ahí de pie, con esa asquerosa sonrisa de mis pesadillas y que me estuvo regalando día tras día cuando me secuestró. Markus cerró la puerta tras sí, echando el pestillo para que fuese imposible que nadie de fuera entrara.

-Hola, Lilith, que de tiempo sin vernos.- Dijo irónico. Me levanté del suelo y miré alternativamente a mis dos enemigos. Estaba claro que Rachell era una de ellos y que gracias a ella Markus ya había conseguido lo que quería.- Parece que esta vez no está Thomas para protegerte.- Rió.- Aunque claro, dado los rumores que afirman que el Vínculo está roto, no tiene por qué hacerlo.- Sí, el Vínculo estaba roto y era por mi culpa pero cómo lo sabía él.- Lilith, mi pequeña princesita, es una lástima que mueras sin enterarte de toda la verdad.

-No te tengo miedo, Markus.- Él y Rachell empezaron a reírse de mí.

-No es a mí al que tienes que tener miedo sino a ti, a la Lilith que ha sido incapaz de buscar la verdad y que sólo se ha limitado a seguir lo que todo el mundo le decía.- Cuando me percaté, Rachell ya me había cogido por detrás para que Markus hiciera lo que quisiese conmigo y sinceramente, yo no opondría resistencia.- Thomas, ¿qué sabes de él? Que simplemente te ha hecho daño... ¿Te has preguntado por qué?- No, lo que realmente me preguntaba era por qué me estaba contando esto. ¿Estaba defendiendo a Tom de todo lo que me había hecho? No, me iba a contar todo lo que me habían ocultado antes de matarme, para que sufriera al saber que no podría hacer nada para solucionar todos mis errores.- La familia Kaulitz, los Sangres Pura de los vampiros. Una familia aparentemente normal hasta que a la madre, con dos hijos y perfectamente posicionada en su raza, le dio por acostarse con el enemigo de toda la especie, simplemente porque pensaba que su marido y hermano la habían engañado.- Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos sin entender qué me estaba pasando.- Cuando el padre se enteró, entró en cólera maldiciendo a la especie del amante de su mujer. Les dijo que hasta que de su especie no saliera una mujer, cosa imposible entre los Sangres Pura, estarían condenados a no controlar sus instintos.- Sus manos agarraron mi cara, clavando sus ojos en los míos.- Meses más tarde nació una niña hermosa, de la cual una persona se enamoró hasta perder la cordura. Su propio hermano, heredero a liderar la especie tras la muerte de su padre, se enamoró perdidamente de su pequeña hermana. Se obligó a él mismo a seguir los mismos pasos de su padre para así poder darle la vida que se merecía  pero sobre todo, para poder protegerla de la especie que la perseguía para romper la maldición que sobre ellos había caído.- Me mordí el labio inferior intentando contener las lágrimas que dejarían mi sangre a la libre disposición del monstruo que tenía delante.

-¿Por... Por qué me cuentas esto?- Pregunté con un hilo de voz.

-Porque ellos no lo han hecho ni lo harán.- Sus dedos se pasaron por mi cuello, recorriendo mis venas lentamente.- Me das pena, Lilith, mucha pena.- Una de sus afiladas uñas rasgó la piel que recorría, dejando que un río de sangre descendiera por mi cuello.

-Tu me das mucha más pena.- Sus ojos se apartaron de mi sangre y me miraron con asombro.- Fuiste incapaz de mantener a tu especie, incapaz de estar con tu hijo cuando más te necesitaba y ahora que lo tienes, te odia.- Su mirada se tornó fría.- ¿Cómo te sientes cuando sabes que tu propio hijo quiere más al enemigo que a su propio padre?- Sus ojos se tornaron anaranjados y su expresión la rabia y ganas de matarme que había permanecido oculta desde que entró.

De pronto, sentí un fuerte dolor en la cabeza. Rachell me estaba tirando del pelo, provocando que la cabeza se me fuese para atrás y que las vértebras de mi cuello entraran en tensión.

Es imposible clasificar lo que me estaba recorriendo las venas en estos momentos. La misma sensación de querer matarla que había tenido antes se intensificaba por momentos. La imágenes de ella con Tom, de sus palabras cargadas de odio y su vida en Nueva York junto a él me estaban poniendo enferma. Ella era la causante de mi pelea con Tom y pagaría por ello.

-¿Qué quiere que haga con ella, señor?- Rachell le preguntó con respeto a Markus. Sentía la mirada de éste clavada en mis ojos cerrados por el fuerte dolor.

-Encárgate tú de ella.- ¡¿Qué?! ¡¿Otra vez me dejaba?! ¡¿Sin matarme?!

Rachell tiró de mi pelo haciéndome gritar de dolor. Mi cuerpo chocó de golpe contra el suelo y entonces entendí que me había tirado, dispuesta a matarme en cualquier momento. Abrí los ojos de golpe y la vi de pie justo delante de mí, imponente y con la mirada cargado de un odio irracional.

-¿Por qué tú?- Preguntó en un susurro mientras me miraba.- ¿Qué ha visto en ti? Incluso pareces una cría...- Esa palabra se volvía a repetir en mi cabeza. Dolía como si fuese una puñalada porque para mí era casi eso.- Durante nuestra relación, en todo momento, estaba ausente. Cuando me hablaba, cuando me miraba, cuando hacíamos el amor... Siempre se le escapaba tu puto nombre.- Se me formó un nudo en el estómago en cuanto oí su declaración. Tom...- Luego lo comprendí todo. Esa maldita pulsera, esa inscripción... ¿Por qué?- De nuevo, me estaba sintiendo estúpida por mi reacción con él. Tom me quería, tal y como me había dicho, y yo no lo había creído porque volví a hacerme la victima con él cuando la verdadera víctima era él. Aquel monstruo en el fondo sólo era un niño asustado con miedo a que le volvieran a  hacer daño, con miedo a amar porque cuando lo hizo, le hicieron daño. Y para su mala suerte, esa persona que le había herido había vuelto y le había provocado el mismo dolor.- ¡Hija de puta!- Sentí un fuerte dolor en la barriga, no tan fuerte como el que sentía en el corazón.

Cuando empecé a toser y echar sangre por la boca, lo comprendí. Rachell me estaba dando patadas en el estómago, tan fuertes que me habían mandado al otro lado de la habitación. Mi cuerpo se golpeaba con la pared que permitía que mi cuerpo no se moviese. ¿Y qué hacía yo? Ver a un pobre niño gritar mi nombre en la oscuridad, derramando lágrimas de sangre que bañaban todo su cuerpo.

Mi mano se movió rápida y agarró la pierna de Rachell, la misma que no paraba de golpearme. Sus ojos se abrieron como platos ante mi reacción. Ni siquiera sé cómo llegué a conseguir la fuerza necesaria para tirarla con sólo mover mi brazo. Ahora estaba mirándome incrédula pero yo no la veía a ella sino a la estúpida Lilith que le había hecho daño a Tom. Ésta me miraba suplicante pero mi odio hacia ella era enorme, lo suficiente para que me pusiese de pie y mirarla desde arriba con desdén mientras la sangre se escurría de mi boca.

-No... No lo hagas.- Esas palabras fueron las detonantes para eliminar la bomba que llevaba dentro.

Mi pierna comenzó a patearla como si fuera una lata tirada en el suelo. Me veía a mí escupir sangre, llorar y rogarme que no lo hiciese, pero era tan placentero que no podía parar. Esa Lilith, la Lilith que había herido tanto a la persona que más amaba, debía morir como la mierda que era. Y entonces se calló. Sus ojos se abrieron y permanecieron así, con la vista perdida en mí, con la boca abierta derramando una sangre oscura. ¿Por qué ya no me rogaba que parase? ¿Por qué se había callado?

Su pelo rubio estaba metido en aquel charco de sangre y sus ojos había dejado de brillar. Un momento... Yo no tenía el pelo rubio. La sangre en mis venas dejó de hervir, mis ojos de escocer y mis colmillos desaparecieron. La que estaba muerta en el suelo no era yo sino Rachell. Había matado a Rachell...

Retrocedí varios pasos hasta que mi espalda chocó con la fría pared. Sus ojos aún me miraban suplicantes y el olor de su sangre me estaba poniendo enferma hasta el punto de querer vomitar.

De repente, la puerta se abrió se golpe y nuestros ojos se encontraron. Apartó la mirada y vio tan increíble masacre para después devolverme la mirada. Me resbalé por la pared hasta que caí sentada en el suelo. Rogué a todo lo que pudiese escucharme que esto sólo fuese una pesadilla y que cuando abriese los ojos estuviese en mi cama junto a él.

-Vete, no quiero que me veas así.- Me tapé la cara con las manos para que no me viese, como si fuese una niña pequeña que se tapa los ojos creyendo que si ella no ve tampoco nadie la verá.

Sentí sus pasos acercarse y sus brazos rodearme con delicadeza, como si temiera romperme.


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