Capítulo 37
Capítulo 37
By Lilith
Me sentía observada desde que salí de casa. A cada segundo mis pies se
movían más rápido por la angustia. Lo sentía. Sentía como unos ojos ajenos se
clavaban en cada unos de mis pasos. Más de una vez pensé en darme la vuelta y
plantar cara a aquel o aquella que me estuviera siguiendo. Habría sido la
solución fácil pero no lo hice.
No sería yo si optara por el camino fácil, incluso pensé en llamarlo a
él para que viniera una vez más... Pero esto era distinto. Ya no se trataba de
algo mío, se trataba de Shelly, mi querida Shelly. Era la vida de mi hermana la
que estaba en juego. Vale, no era mi hermana pero la seguía sintiendo como tal.
Todo este tiempo había pensado que estaba muerta. Me había torturado a mí misma
por no sentir su muerte, la muerte de la única persona junto con mi abuela que
había estado a mi lado siempre.
Entré en la universidad lo más rápido que pude para que dejar de
sentirme así. Pronto me encontraría con Adam en la azotea de la universidad
justo como habíamos quedado. Pese a todo, no podía dejar de sentirme nerviosa
al volver a verlo. Las lágrimas que se acumularon en mis ojos al ver a Shelly
no me dejaron observar a Adam con claridad. Si de algo estaba segura era que su
voz no había cambiado y que sentía, igual que siempre, que debía protegerlo de
alguna manera u otra. Este último sentimiento era absurdo. ¿Cómo sentía eso si
Adam era uno de ellos y para colmo, tenía a Shelly?
Abrí la puerta de la azotea lentamente. Un acto que no estaba segura si
quería llevarlo a cabo tan pronto sin pensar en qué le diría a Adam cuando lo
viese. Había actuado demasiado deprisa sin prepararme para una posible trampa.
No le había dicho nada a nadie de dónde iba y si me pasaba algo nadie lo
sabría... Pero tenía que hacer frente a todo por mí misma. Tenía que
demostrarle a mi familia que no necesitaba a nadie para que me protegiese y
sobretodo, demostrarle a Tom que no lo necesitaba tanto como él pensaba.
Anduve hasta la barandilla y miré hacia abajo. Las azoteas me producían
recuerdos que pensé tenerlos olvidados y sentimientos que nunca creí volver a
tener...
Me subí al borde y tomé aire profundamente. Ahora o nunca.
-Huir es de cobardes.- Me giré rápidamente. Al lado de la puerta por
donde había entrado, se encontraba un chico alto, moreno, con el pelo trenzado,
con ropa ancha y un cigarrillo en la mano. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí?
-Y fumar mata.- Una pequeña carcajada salió de su boca. Yo miraba hacia
el suelo de abajo. ¿Todavía estaba a tiempo de tirarme? Sentí pasos acercándose
a mí. Notaba su mirada clavada en mi cuerpo. Se situó dejado caer en la
barandilla, que separaba la azotea de mi próxima parada.
-Lo que piensas hacer también mata.- Soltó el humo que retenía sus pulmones
por la boca y se giró a mirarme.- Si lo vas a hacer, aprovecha. No hay mucha
gente.- Tenía razón. Ahora no pasaba mucha gente y si lo hacía, no se
convertiría en un espectáculo.
-Estarás pensando que soy una loca suicida.- Por primera vez desde que
se había puesto a mi lado me giré a observarlo. Jamás había visto unos ojos tan
atrayentes. Eran como si estuvieran pintados en su cara. Ni una muestra de
imperfección en su rostro. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Podría pasar
horas observándole.
-No, sólo pensaba que no merece la pena acabar con tu vida por un tío.-
Y en ese momento la sangre se me congeló. Notaba que no tenía pulso y un
pequeño mareo se apoderó de mí. ¿Cómo sabía eso? Por un momento se me nubló la
vista y noté un fuerte golpe en mi espalda. ¿Me había tirado ya?
Cuando abrí los ojos, me encontré tirada encima de algo blando con mi
desconocido salvador debajo mía.
-Lo...lo...siento.- Me levanté apresurada y me coloqué bien la ropa.-
Dios, que vergüenza.- Me tapé la cara con las manos y me giré para no mirarlo.
Creía que me había puesto roja.
-Procura que no tenga que salvarte siempre.- Sonó como una orden.-
Serán unas vacaciones divertidas.- Y justo cuando me volví, ya no estaba.
¿Dónde podría haber ido? ¿Tan deprisa?
La última frase que le escuché a Tom la primera vez que lo vi no se
había cumplido. Él siempre me había salvado, por eso, esta vez, lo haría yo
sola. Resolvería mis problemas por mi cuenta sin que mi hermano estuviese ahí.
Yo podía... Sabía que podía...
-¿Lilith?- Me volví en cuanto lo escuché. Se mantenía firme
observándome como el que veía a un fantasma.- Has venido.- Su incredulidad casi
acertaba. Antes de salir, había estado a punto de darme la vuelta y no ir pero
Shelly estaba en medio de este asunto.
-¿Pensaste que no lo haría?- Dí un paso hacia delante para que viese
que estaba convencida de lo que hacía aunque por dentro no sabía qué hacer.
-Pensé que sería otra broma.- Miró al suelo pensativo y luego, volvió a
mirarme. Sentía su corazón bombear tranquilo. Era un sonido que siempre me
había relajado...- ¿Cómo estás?
-Da igual cómo esté.- Dije seria.- ¿Dónde está Shelly?- Me salió el
tono autoritario que tantas veces había escuchado a Tom.
-Tenemos muchas cosas de las que hablar...
-Empiezo yo. ¿Es esto una trampa para capturarme?- Temía que la
respuesta llegara y que fuese afirmativa.
-¡No!- Dio un paso al frente que deshizo en una milésima de segundo.-
No sería justo.
-¿Dónde está Shelly y qué haces con ella?- Sentía como la rabia y la
ira se iban adueñando de mi cuerpo. Tan sólo pensar que Shelly podría estar
pasándolo mal...
-Ahora está a salvo.
-¿Es que antes no lo estaba?- Dije irónica.
-No.- Anduvo hasta ponerse enfrente.- Shelly lo estaba pasando muy mal
y... la inducimos a que se suicidara.- Escuchar como había sido la vida de
Shelly en mi ausencia me dolía.
-¿Inducimos? ¿Lo hiciste tú, Adam?- Notaba como mi voz se estaba
empezando a quebrar. Pronto empezaría a llorar.- ¡¿Intentaste hacerle daño a mi
hermana?!
-Sí pero no.- Detuvo en el aire mi intento de pegarle una bofetada.-
Intentamos convencerla para que se suicidara. La llevamos a un sitio no muy
alto por si lo hacía, no morir sino estar postrada en una cama como mucho.
-¿Hiciste eso?- Apreté los puños fuertemente controlando toda la rabia
que sentía y las ganas de llorar.
-Digo “hicimos” aunque yo no fuese porque fueron... ellos.
-¿Los... licántropos?- Bajó la cabeza evitando mi mirada acusadora.-
¿Por qué?
-Lo siento mucho, Elizabeth.- Calló en cuanto ese nombre salió de su
boca mientras sus ojos observaban los míos.- Pensaron que si ella se ponía mal,
tú irías a París y sería más fácil atraparte.
-¿Y utilizáis a una niña inocente para atraparme?
-Te he dicho que yo no fui.
-¡¿Y esperas que me lo crea?! ¡¿Por qué tendría que creerte?! ¡Eres uno
de ellos!
-¡No soy como ellos!- Me acorraló contra la barandilla, respirando
ahogado y con los ojos naranjas, los cuales nunca pensé verlos en él. Los
mismos ojos que aquel hombre que me violaba en mi pesadilla...
-¿Qué te hace diferente? Desapareciste sin decirme a dónde, te fuiste
sin ni siquiera llamarme o hablar de lo que ambos sabíamos.
-¿Qué sabíamos?
-Yo sabía quién eras y tú quién era yo y aun así, todavía continúas
llamándome Elizabeth.- Acercó su cuerpo más al mío hasta que estuvimos completamente
pegados.
-Tú siempre serás Elizabeth para mí.- Sus ojos anaranjados
desaparecieron y me dejó ver la profundidad se sus ojos azules.- La dulce y
tierna Elizabeth que sufría por todo y por todos.
-Yo no soy Elizabeth, ya no.- Intenté separarlo de mí pero la fuerza
con la que se agarraba la baranda era más fuerte que mi empujón.
-Siempre lo serás por mucho que la niegues. Tú, ya seas humana o una
vamp... así, siempre seguirás siendo Elizabeth.- Escuchar salir ese nombre de
su boca me traía a la mente recuerdos de una vida a la que creí olvidada. Sus
labios al pronunciarlo eran sumamente atrayentes.
-Llévame con Shelly.- La voz me temblaba por la situación en la que me
encontraba. Tenía ganas de besarle. Sí, por muy extraño que pudiese sonar en
estos momentos, algo me empujaba hacia él.
-No puedo llevarte con ella, te cogerían.- De repente, esas ideas se
esfumaron.- Corres más peligro del que piensas.- Lo aparté de mí de un pequeño
golpe en su barriga.
-No tengo miedo.- Estaba dispuesta a llevarme a Shelly conmigo. Ella no
tenía nada que ver con esto...
-Deberías.- En un ágil movimiento que no llegué a captar, me pasó su
brazo por el cuello y con el otro agarró mis manos para que no pudiese
moverme.- Estás fría.
-Inconvenientes de estar muerta.- Hice amago de soltarme pero su fuerza
era superior a la mía.- ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Matarme?- Dije irónica.
-No, jamás podría hacerlo.- Me soltó lentamente hasta que nos quedamos
en la misma postura pero sin nada que nos uniera.- Si dejo que te lleves a
Shelly se darán cuenta de que te estoy ayudando.
-¿Es que acaso lo estás haciendo?
-Podría matarte en este mismo instante o dar la alarma para decirles a
todos que estás aquí.- Me tensé al escuchar sus palabras. Eran duras pero
cargadas de sentimientos.- Sólo quería decirte que tengo a Shelly y que no le
pasará nada estando conmigo.- Su mano se posó en mi hombro dándome la vuelta y
viendo como las lágrimas que durante todo este tiempo había intentado mantener
ocultas, salían de mis ojos silenciosamente.- Podrás verla siempre que quieras,
sólo tienes que llamarme y te la llevaré.- Secó mis lágrimas con su mano
suavemente.- Te prometo que no le pasará nada.- Veía como su cara se iba
acercando más a la mía. No me disgustaba en absoluto pero algo me recordó que
sí debía preocuparme. La imagen de Tom se cruzó por mis ojos como un rayo. No
podía besar a Adam cuando había criticado tantas veces a Tom por hacer lo
mismo.
-Júralo.- Paré sus intenciones poniendo mi dedo índice sobre sus
labios.- Júrame que no le pasará nada a Shelly.
-Te lo juro.
-Más te vale, Adam, porque si le llegase a pasar algo a mi hermana, no
pararé hasta encontrarte y matarte con mis propias manos.- Comencé a andar con
la intención de salir de aquel sitio antes de que alguien me viese hablando con
él.
-¡Elizabeth!- Me volví furiosa en cuanto escuché ese nombre salir de su
boca de nuevo.- Tiene una foto tuya con la que duerme todas las noches.- Mi
expresión se fundió en una mueca de neutralidad fingida, un intento fallido de
no mostrar lo que realmente sentía.- A veces la escucho llorar por las noches
pero se queda dormida después...- Sonrió dulcemente.- Se parece mucho a ti.
-¡No!- Me miró extrañada mientras yo caminaba rápida hacia él.- Shelly
jamás será como yo.- Sin darme cuenta, había agarrado a Adam por el cuello y
estaba apretando muchísimo.
-Sin duda, ya no eres la Elizabeth que yo conocía.- Agarró mi mano
fuertemente adjunta a su cuello, y la acarició.- ¿Dónde está la dulce y tierna
Elizabeth que se estremeció aquella noche en mi cama?- Solté su cuello y dí por
finaliza esta conversación. Comencé a caminar de nuevo hacia la puerta para
irme antes de que me volviese a detener.- ¿Dónde está, Lilith?- Lo dijo en voz
baja para que yo no pudiera escuchar como mi nombre por fin salía. ¿Dónde
estaba Elizabeth?
-Muerta.- Agarré el pomo de la puerta de la azotea y la abrí dejando
que el aire del exterior bajara por las escaleras que conducían hacia abajo.-
Yo la maté.- La puerta se cerró tras mi paso con un fuerte golpe que resonó por
todas las escaleras.
Había dejado atrás todos los sentimientos que Adam, en una milésima de
segundo, había sacado a la luz. Tenía que ocultar todo lo que estaba sintiendo
en este momento para que cuando llegase a casa nadie se diera cuenta. Si
hubiese sido la Elizabeth de hace tiempo, la Elizabeth a la que él se refería,
le hubiese rogado de rodillas que me llevase junto a Shelly. Pero Lilith no me
dejaba hacerlo por mucho que quisiera. Estaba empezando a comprender el peligro
que corría Shelly y Adam por tenerla. Un paso en falso y la vida de mi hermana
se acabaría.
Si quería que todo siguiera como hasta ahora, no podría fallar ni una
sola vez. Tenía que tener cuidado con cada uno de mis pasos y velar por mi
seguridad. Yo era la única que sabía que Shelly estaba en Londres, y la única
que podía protegerla indirectamente. Aun así, no podía dejar de sentir algo en
lo más profundo de mi ser, algo que me remontaba a hacía dos años cuando Adam y
yo éramos algo más que amigos.
Mi situación con él había dado un vuelco de 180º. Por mucho que
intentara ver las similitudes entre ese Adam y el que había tenido delante, no
encontraba ninguna. Hubiera sido más fácil si la vida de Shelly no dependiera
de él y mucho menos agobiante, si la imagen de Tom no se hubiese pasado por mi
cabeza con cada palabra.
¿Por qué sentía que le estaba engañando? Me sentía culpable por no
haberle dicho nada ni haberle comentado mis intenciones. Tampoco era que desde
aquella noche en el hotel hubiese cambiado nuestra relación. Sólo lo veía de
vez en cuando y muy fugazmente ya que siempre me lo encontraba por los pasillos
de las habitaciones. Una mirada rápida y una sonrisa por mi parte que él nunca
me devolvía. Ahí se acababa nuestro contacto hasta el próximo día.
Debía reconocer que más de una vez me había visto tentada a entrar en
su habitación cuando sabía que estaba ahí. Me había muerto de ganas de sentarme
junto a él y sentirme protegida una vez más, pero al agarrar el pomo de la
puerta mis sentidos se agudizaban y escuchaba su respiración, incluso podía
olerlo. Ésto hacía que me volviese a mi habitación esperando que fuera él que
viniera. No hacía falta decir que él nunca lo hacía...
-¡Lilith!- Un grito me detuvo cuando estaba dispuesta a salir del
edificio de la universidad. Me volví lentamente y respirando antes de
encontrarme con ella.
-¿Qué estás haciendo aquí?- Mi madre sonrió ante mi pregunta y con un
gesto amable apartó el pelo de mi cara.
-Quería ver cómo se encontraba la directora después de su...
accidente.- Su expresión se volvió seria hasta que fui yo la que habló.
-¿Le has dicho que lo siento mucho?- Ella asintió con la cabeza y me
cogió la mano para salir de allí.
Notaba como la gente nos miraba y cuchicheaba cuando pasábamos. Podría
escuchar lo que decían si tan sólo prestara un poco de atención. Lo había hecho
en otras ocasiones pero ahora no me apetecía. Era un habilidad más que tenía,
sin embargo, no pensaba utilizarla. Eso sería quitar a la gente lo poco de
privacidad que conservaban en un mundo en el que las redes sociales se habían
llevado toda.
Llegamos hasta los aparcamientos de la universidad. Un coche no muy
grande que jamás había visto, nos esperaba. Era negro y con los cristales
tintados imposible de ver al conductor que había en su interior. Aun así, sentía
que aquel o aquella que estuviera dentro del coche me observaba detenidamente.
Percibía como cada célula de mi cuerpo respondía a ese estímulo tan cargado de
sensaciones que me ponían la piel de gallina.
Era...
-¡Lilith!- Me volví rápidamente debido a la tensión que mi cuerpo
estaba acumulando por cada paso que daba. Nate corría hacia mí cogiendo
bocanadas de aire debido a la carrera.
-Nate...- Paré de caminar junto a mi madre para esperar que se
acercara. Ella me imitó sonriendo de una manera muy extraña.
-Hola.- Su respiración estaba agitada mientras una fina capa de sudor
se formaba en su frente. Su corazón latía a una velocidad que casi parecía no
palpitar.
-¿Qué estás haciendo aquí?- Fue lo único que se me pasó por la cabeza
preguntarle dado que ya nos habían dado las vacaciones de Navidad. Ni siquiera
se me pasó por la cabeza empezar a darle una explicación por mi huida sin
avisar.
-Venía a recoger las notas y te he visto.- Sonrió de esa manera tan
dulce que tenía hasta que se encontró con la mirada de mi madre.- Ho... hola.-
La saludó.
-Hola, Nate.- Me sorprendió que mi madre supiera su nombre si no lo
había dicho en voz alta.- Encantada de conocerte.- La miré interrogante hasta
que ella me sonrió. No sabía por qué pero la situación no me gustaba demasiado.
-Lo mismo digo.- Nate no sabía dónde meterse. Ni siquiera se la había
presentado...
-Es mi madre.- Nate sonrió y le dio la mano en modo de saludo. Habría
sido más normal si la fría piel de mi madre no hubiese alarmado a Nate, que la
retiró en cuanto la tocó.- Mamá, será mejor que te vayas. Yo me iré con Nate
para casa.- Con mi madre al lado no podía explicarle todo lo que me había
pasado y mucho menos, hablar de ese tema.
-Está bien. Un placer haberte conocido, Nate.
-El placer es mío.- Mi madre se metió en el coche despareciendo de
nuestra vista.- Te pareces mucho a ella.
-Sí.- Si Nate supiera cuánto me parecía a ella...- ¿Qué tal tus notas?-
Decidí cambiar de conversación antes de que ciertos recuerdos me atormentaran.
-No muy bien, me han quedado dos.- Eso significaba que este semestre no
tendría beca.
-Las aprobarás, ya verás.- Comencé a caminar con la intención de que
Nate me siguiera y así lo hizo. Me sentía intimidada dado que el coche no se
había movido del sitio y yo seguía sintiéndome observada.
-¿Cómo estás?- Habló muy bajito mientras caminábamos hacia la salida
del parking. Parecía tener miedo a formular esa pregunta o era yo la que tenía
miedo de escucharla. Hacía mucho tiempo que nadie me preguntaba cómo estaba,
quizás fuera porque a nadie le importaba.
-No lo sé.- Y era cierto. Una ansiedad extraña me oprimía el pecho.
Tenía ganas de llorar y a la vez miedo por hacerlo. No quería que nadie me
viese llorar aunque las ganas pronto aflorarían. No podía dejar de pensar en
Shelly y en lo impotente que me sentía por dejarla sola en manos de Adam sin
saber qué podía pasarle.
-Yo tampoco sé cómo estoy.- Dejé de pensar en mis cosas para centrarme
en Nate. Parecía angustiado o preocupado por algo.
-¿Qué te pasa?- Respiró hondo unas cuantas veces hasta que me miró y
sentí como su corazón empequeñecía.
-No es nada, simplemente estaba preocupado por ti.
-¿Por mí?
-Cuando te fuiste, pensé en muchas cosas, entre ellas que te habías
enfadado y te habías ido. Estuve preocupado toda la noche y no conseguía
localizarte hasta que por la mañana me encontré a Tom y me dijo que habías
vuelto a casa.
-¿Te encontraste con Tom? ¿Dónde?
-En el parque que hay enfrente del psiquiátrico.- ¿Qué hacía Tom allí?
¿Y Nate?
-¿Qué te dijo?- Pregunté curiosa. No sabía si Tom había sido maleducado
con Nate como solía serlo con todo el mundo y me preocupaba que fuese así.
-Me dijo que estabas bien, que lo llamaste y fue a recogerte. Me alegro
de que por fin hayáis arreglado las cosas.
-Sí.- Nate me cogió la cara y me obligó a mirarle. Sus ojos brillaban
tanto que me dejaban embobada observándolos. Estaban tan llenos de vida que no
podía dejar de sentir cierta envidia.
-No vuelvas a irte sin decírmelo.- Sus labios se acercaban a los míos
mientras sus brazos me rodeaban la cintura pegándome a él.
-Le encanta huir.- Nate se separó de mí como un rayo observando al
dueño de esa voz tan incalificable. Estaba a mi espalda pero yo era incapaz de
moverme del sitio, no por miedo sino porque me aterraba la idea de volverme,
correr hacia él y empezar a llorar como un bebé.
-Ho... hola, Tom.- El corazón de Nate palpitaba nervioso haciendo que
en mi cabeza resonara ese sonido una y otra vez. Me relajaba pero a la vez me
producía una terrible ansiedad y ganas de pararlo.
-Hola.- Sonó frío, muy frío. Su voz no temblaba como la de Nate ni
siquiera mostraba algo que dijera que la persona que estaba a mi espalada tenía
algo de humanidad.- Nos vamos, Lilith- reaccioné por fin cuando dijo mi nombre.
Era como si esa fuese la clave para que dejara de centrarme en su voz y me
volviese a mirarlo. Sus gafas de sol impenetrables no me dejaban observar sus
ojos. ¿De qué color los tendría? ¿Rojos, blancos, miel?
-Adiós, Nate.- Le sonreí con todas las ganas que mi cuerpo me dejaba.
-Adiós, Lilith.- No entendía nada ni yo tampoco. No llegaba a
comprender cómo con un simple “Nos vamos, Lilith” yo le siguiera como un
perrito.
Comenzamos a caminar hacia la puerta principal para salir del recinto
universitario bajo la atenta mirada de Nate. Me sentía mal por dejarlo así
colgado pero las ganas de salir de allí, encerrarme en mi habitación y
descargar todo mi frustración por Shelly, eran más fuertes que mi cariño por
él.
Mientras caminaba junto a Tom, las ganas de salir corriendo se hacían
más fuertes. Me sentía impotente ante la situación en la que me encontraba. No
podía llevarme a Shelly conmigo, ni siquiera sabía el estado en el que se
encontraba y mucho menos podía contáselo a alguien. No, eso sí que no. Entonces
me dí cuenta de algo que se me había pasado desapercibido. Tom no había
mencionado palabra desde que empezamos a andar. Lo miraba de reojo pero no
conseguía ver nada tranquilamente por el miedo a que me pillase. Caminaba
seguro, mirando hacia el frente, sin apartar la mirada.
-Deja de mirarme.- ¡Mierda! Me había pillado.
-Lo... lo siento.- ¿Por qué me sentía tan estúpida con él? Hace unos
días me había acostado con él, había hecho cosas que jamás pensaba hacer y
ahora, me sentía estúpida por tres palabras que soltaba.
-¿Dónde has estado toda la mañana?- Su pregunta me cogió de sorpresa.
Pensaba que a partir del “Deja de mirarme” se acabaría nuestra
conversación de hoy. ¿Qué le decía? ¿Qué había estado hablando con Adam sobre
Shelly? No podía decirle eso o acabaría con mi vida en un abrir y cerrar de
ojos.
-Había ido a dar una vuelta.- Era malísima mintiendo. Me pillaría, Tom
no era tonto...
-Ya.-... o sí. Pensé en la de significados encerrados que podría tener
ese ya pero no encontraba ninguno que me dijese que Tom me había creído.
Eso, o se estaba haciendo el loco.
-¿Qué hacías tú por la universidad?- Decidí cambiar de tema antes de
terminar soltando la cruda realidad sobre mi salida temprano de casa.
-Había ido a buscarte.
-Ya...- ¡¿Cómo?! ¿Qué... qué había dicho?- ¿Lo... Lo dices en serio?-
Me paré en seco mientras Tom seguía caminando ajeno a mi desaparición. Cando se
percató, se volvió. Me miraba interrogante como si no entendiera el motivo de
mi acción.
-No, sólo quería demostrarte que yo también sé mentir.- Y así, el pequeño
pellizco que había sentido en mi corazón por una milésima de segundo
desapareció ante la sonrisa malvada de mi hermano. Demasiado bonito para ser
verdad...
-Pretendía ser irónica. Por supuesto que no me lo creía.- Comencé a
andar un tanto cabreada. No era que me hubiese creído del todo sus palabras
pero debía reconocer que me había hecho ilusión escucharlo.
-Seguro.- Una pequeña sonrisa afloró en sus labios, una pequeña y
diminuta sonrisa que hizo que me volviese enseguida a mirarlo. ¿Se había reído?-
¿Y ahora qué miras?- Me paré de nuevo esperando hasta que Tom me imitó.- ¿Qué
pasa?- Había vuelto a sentir ese pellizco insignificante en mi corazón sin
vida, tan sumamente estúpido que me parecía hasta ridículo sentirlo.
-Me... me duele.- Puse mi mano donde debería latir un corazón, en aquel
lugar que se había encogido al ver su blanca sonrisa.
-¿El qué?- Tom se inclinó levemente debido a la diferencia de altura
que había entre nosotros.
Lo hice. Agarré su sudadera y lo atraje hasta que nuestros labios se
pegaron por completo. Cerré los ojos con rapidez para así sentir con más
intensidad todo lo que él conseguía cuando me besaba. Desconocía el motivo que
me había llevado a hacer semejante locura, dejar atrás mi vergüenza y mi miedo,
y besarle.
Tom permanecía quieto y con los ojos abiertos, lo sabía, sentía su
mirada clavada en donde deberían de estar mis pupilas del mismo color que las
de él. No había mentido, me dolía el pecho o no era dolor. Era algo parecido a
ansiedad. Tenía ganas de besarle, unas ganas tremendas que me estaban devorando
silenciosamente.
Aparté nuestros labios con facilidad dado que él ni siquiera me había
tocado. Abrí los ojos con miedo esperando a que me recriminase o dijera
cualquier bordería de las suyas. Sin embargo, estaba quieto en la misma postura
en la que le había besado, quizás pensando o simplemente hierático sin saber
qué decir. ¿Le habría molestado?
-Lo... lo siento mucho.- Ahora tenía ganas de llorar. Parecía estúpida
pero quería hacerlo. Seguro que se habría enfadado. Le había besado en plena
calle sin saber si alguien conocido podría estar viéndonos.- Soy una estúpida.-
Me llevé las manos a la cara tapándome para que no me viese llorar. No sabía
cómo, pero Tom siempre conseguía hacerme sentir débil e insegura por todo lo
que hacía.
-Maldita sea.- Susurró. De repente, sentí como una mano tiraba de mí
con fuerza haciendo que mis pies se movieran sin rumbo conocido. Veía como todo
el mundo volaba a mi alrededor. La mano de Tom agarraba la mía y tiraba de
ella. ¿Qué le pasaba? ¿Dónde me llevaba? ¿Iba a pegarme?
Nos adentramos en un callejón oscuro en el que apenas se veía los
carteles de conciertos antiguos casi despegados de la pared. Tom me empujó
contra una húmeda pared y mi espalda chocó con fuerza haciendo que me quejara
por el dolor. Ahora, más que nunca, estaba segura de que iba a pegarme.
-¿Por qué te tapas la cara?- Su voz era seria y a la misma vez,
frívola. Le encantaba jugar al gato y al ratón porque sabía que eso me asustaba
y que él siempre salía ganando.
-No... no... no me pegues, por favor.- Me sequé las lágrimas y le miré
por fin. Ahora parecía más mosqueado que antes.
-¿Qué coño te hace pensar que voy a pegarte? No soy un maltratador,
¿sabes?- Tal vez no lo fuera, pero conmigo se había comportado como tal muchas
veces.- Me toca los huevos que pienses que siempre voy a hacerte daño.
-¿Te has enfadado por el beso?- Me salió voz de niña pequeña aunque no
pretendía serlo en absoluto. Sus labios se tornaron en una sonrisa macabra y su
cuerpo se acercó peligrosamente al mío.
-Sí.- Su mano acarició mi cuello haciendo que mi piel se erizara y mi
sangre empezara a burbujear en mis venas.- Me jode que no lo has hecho antes.-
Su boca tomó posesión de la mía con voracidad. Parecía un muerto de hambre y
mis labios el mejor manjar del mundo.
De pronto sentí como sus colmillos se clavaban en mis labios y de ellos
empezaba a manar mi sangre. Tom enseguida empezó a morderlos y lamerlos como si
le fuera la vida en ello. Mi sangre pasó a su cuerpo y para mí era como una
experiencia casi parecida a un orgasmo. Pese al dolor, el placer de sentirme
unida a mi hermano era lo mejor que podía experimentar en este mundo.
-En el cuello.- Nunca pensé que le dijera a Tom que me mordiese y mucho
menos que lo hiciese en el cuello. ¿Pero hacía cuánto que no probaba mi sangre?
Ni siquiera yo me acordaba.
Tom no lo dudó dos segundo y pasó a lamer y besar cada centímetro de la
piel de mi cuello justo por encima de la vena que más sangre llevaba. Sus manos
agarraron las mías y las colocaron por encima de mi cabeza, pegadas a la fría
pared. Esto me recordaba a aquella vez en el callejón, la primera vez que probé
su sangre sin saber que era mi hermano.
Sus colmillos se clavaron en mi piel con lentitud, disfrutando de mis
quejidos de dolor. A Tom le gustaba escucharme sufrir, lo sabía, pese a todo, a
mi me encanta que le gustase... ¿Era eso masoquismo? Tal vez, lo cierto era que
estaba a punto de llegar a un éxtasis tremendo que sólo experimentaba con mi
hermano, tanto en el terreno sexual como en estos momentos.
-Pue... puedes hacerlo más fuerte.- No hacía falta que le diera permiso
para hacerlo, Tom lo haría si le apetecía. Y lo hizo. Se ensañó en clavar sus
colmillos todo lo profundo que pudo hasta hacer que mi sangre se empezara a
escurrir por mi cuello.
-¿Li... Lilith?- Tom paró de succionar y yo abrí los ojos incrédula
ante la persona que tenía delante. Sus ojos estaban como platos observándome
con expresión de terror.- No... no... pue... puede ser.- Los carteles que
llevaba en la mano se cayeron bajo sus pies. Tom se retiró de mi cuello
limpiándose cómodamente la boca con la manga de su sudadera. No parecía
alarmado como yo, sino que sonreía con malicia contemplando su cara de pánico.
-Nate...
Comentarios
Publicar un comentario