Capítulo 15

Capítulo 15


Su mirada seguía fija en mí desde que salimos del restaurante. No me había dejado ni un sólo segundo y lo peor no era eso, sino que se ponía a mi lado y me observaba sin apartar la vista. Yo ya había desistido en el intento de sonsacarle algo. Llegué a la la conclusión que la niña, Liz, era fruto de mi imaginación.

No sabía que era más contradictorio para mí. Sentir la presencia de la niña de la foto o el malestar general en todo mi cuerpo. Hubiera dicho que la niña pero estaría mintiendo. Ese sentimiento de impotencia, rabia, ganas de llorar... y un sinfín de sensaciones más, no me dejaban ni siquiera respirar. Algo me oprimía lo que quedara de mi corazón y se hacía un nudo que cortaba todo el aire que pudiera entrar en mis pulmones.

Llevaba desde las diez de la noche hasta ahora, las cuatro de la madrugada, en la misma posición, tirada en la cama boca arriba y con los brazos en cruz. Mi vista estaba fija en ninguna parte y mi mente en blanco. No era capaz de pensar en nada sólo en recordar aquellas palabras, las palabras que hicieron caer el muro después de varios Cracks. Todavía no sabía que era exactamente esa especie de barrera que había desaparecido pero desde que lo hizo, me sentía fatal.

Los segundos se me hacían minutos y los minutos horas, y a pesar de llevar así una eternidad, no tenía intención de moverme. ¿Por qué me había afectado tanto que Tom tuviera novia? ¿Qué más me daba? Sasha, sin duda, era una chica guapísima. Alta, delgada, rubia, con unos ojos azules preciosos y un cuerpazo de infarto. ¡Si parecía una top model! Hacía la pareja perfecta con Tom. Me preguntaba cuánto tiempo llevarían juntos. Conociendo, según Andreas, la afición de Tom a tirarse a todo lo que se mueve... Quizás la razón por la que Tom apenas pasaba el día aquí, era ella. Estarían juntos todo el día y comerían, pasearían,... Agarré las sábanas con todas mis fuerzas. La simple idea de imaginármelos me encogía el corazón y dolía, dolía mucho más que vivir.

-Me ha dejado sola. ¿Por qué él?- La voz de la niña me sacó de mis pensamientos. No me atreví a mirarla pero reconocí, por su voz, que estaba llorando. No lo había parado de hacer desde que salimos del restaurante.

-Cállate.- No quería escucharla. Sólo hacía repetirlo una y otra vez, y ya no podía soportarlo más. Cada vez que pronunciaba esa frase, mi cuerpo se agitaba violentamente como si de una contraseña se tratase para hacerme sentir peor todavía.

¿Por qué él?!- Su llanto cada vez se hacía más fuerte. La ignoré y me volví a mirar la rosa. La tenía en un jarrón que me había dado Dorotha y ella misma le cambiaba el agua. Sus pétalos eran tan bonitos que me quedaría horas y horas observando aquella maravilla creada por la naturaleza. Me tranquilizaba y por un momento, se me olvidaba todo. Sólo por un momento...- Mi mamá ya no me quiere...snif... Yo no quiero irme a Francia...snif.- Me senté bruscamente en la cama y la miré. Se tapaba la cara con las manos mientras lloraba. Su vestido aún estaba manchado de sangre y ella descalza. Esto me estaba volviendo loca pero qué más daba.

-¿Por qué a Francia?- Definitivamente, lo estaba. ¡Estaba hablando con una imagen creada por mi mente! Pero el detalle de Francia me llamó la atención.

-Me llevan con una familia que me va a cuidar.- Ya no lloraba sino que mantenía una expresión triste en su rostro.

Se puso a cuatro patas poniendo su cara frente a la mía. Tenerla tan cerca ya no me provocaba miedo sino tristeza. Me fijé en la mordedura que había en su cuello emanando sangre sin cesar. Era la mordedura de un vampiro, sin duda alguna.  Extendió su brazo y con su uña se arañó la muñeca creando una línea roja sobre sus venas.

-¡¿Qué estás haciendo?!- Me escandalicé cuando vi como intentaba beberse su propia sangre. Le di una manotazo en el brazo que hizo que se separara de su boca manchada de su propia sangre.

-Tengo hambre...snif...Mucha hambre.


Abrí los ojos con dificultad. En algún momento me habría quedado dormida y ahora seguramente sería de día. Anduve hacia las cortinas y las abrí con cuidado. Los rayos del sol entraban débilmente por el pequeño hueco que había dejado por lo que supuse que no serían más de las diez de la mañana cuando el sol no estaba frente a mi habitación.

Bajé las escaleras hasta llegar al comedor. Oí las risas y lo entretenidos que estaban desayunando. El típico desayuno de la casa, Mara y Andreas peleándose, Bill picando a ambos, Simone regañando a Bill y Gordon riéndose. Sin duda, toda una escena familiar.

Cogí aire y entré. No quería que se dieran cuenta de lo mal que había pasado la noche y mucho menos preocuparles de nuevo. Mi presencia pasó desapercibida hasta que me senté en la mesa.

-Buenos días, cielo. ¿Has dormido bien?- Simone me saludó sonriente como siempre. Hoy estaba especialmente guapa. Llevaba el pelo recogido en un moño, maquillada y con unos pendiente que deberían de costar un riñón y la mitad del otro.

-Perfectamente.- Ella sabía que mentía, y yo sabía que ella lo sabía pero ninguna de las dos dijo nada.

-Han llegado vuestras notas, ¿queréis verlas?- Gordon salió de la nada con un montón de papeles en las manos.

-Por mí, puedes tirarlas. Ya me sé que tengo sobresaliente en todas las asignaturas.- Mara, que hasta hace dos días no había visto, habló. Debía reconocer que aunque ya no nos habláramos, las ansias por retomar nuestra amistad, me comían. Quería que volviéramos a ser las que éramos antes de convertirme.

-Viva la modestia...- Andreas susurró por lo bajo pero todos pudimos oírle. Sobretodo, Mara que lo miró con una cara de pocos amigos.

-Elizabeth, tus notas son de admirar.- Gordon se puso a mi lado y mi las dio. Tenía en todo sobresalientes. Lo que me sorprendió fue el comentario de la profesora de anatomía:

Su capacidad intelectual es igual a la de sus hermanos y la facilidad de asociación, sin duda, una prolongación de su hermano Thomas.

Me parecía a ellos. No entendí por qué pero esas palabras escritas me alegraron. Me sentía orgullosa de parecerme a Bill y... a Tom, no estaba muy segura. 

-Chicos, repasemos.- Simone se puso de pie e hizo que levantase la vista de mis notas para verla a ella.- Prohibido...- Señaló a Bill.

-Traer a humanos a casa.- Contestó Bill.

-Desordenar la casa.- A Andreas...

-Morder a humanos.- A Mara...

-¿Elizabeth...?-... Y a mí.

-No sé de qué va esto.- Simone dirigió su mirada hacia Mara que se reía por lo bajo. Debería de estar disfrutando de este momento.

-Mara, ¿no quedamos en que se lo dirías tú?- Simone puso los brazos en jarra con cara de enfado. Era la viva estampa de una madre. Para mí, ya lo era.

-Se me olvidó.- Simone suspiró y me miró.

-Cielo, Gordon y yo nos vamos un mes de vacaciones. Lo que significa que en este mes estaréis solos y no quiero problemas cuando vuelva.

-Sin problemas.- La verdad era que no me esperaba que se fueran un mes. La simple idea me atemorizaba. Un mes sin el control de Simone o Gordon y todos se volverían locos.- ¿Y cuándo os vais?

-Ya vamos tarde.- Gordon se levantó de la mesa y fue uno a uno dándonos un beso y un abrazo.

-Elizabeth, mi número lo tienes en tu móvil. Si tienes algún problema, llámame.- Simone me abrazó y yo a ella. Su olor era tan especial que me quedaría así para siempre.- Te quiero, cielo.- Te quiero. ¡Te quiero! ¡Me había dicho "te quiero"! Nunca mi madre me lo había dicho y llegaba ella y lo hacía.

-Yo también te quiero.- Me abracé de nuevo a ella, esta vez más fuerte. En lo más profundo de mi ser, no quería que se fuese sino que se quedara así conmigo.

-Es hora de irnos.- Gordon se puso a nuestro lado. Le abracé también a él. Era tan simpático y amable que era imposible no quererle.


[...]



Tenía un hambre que me subía por las paredes. Llevaba desde que se fueron Simone y Gordon, con Andreas en su habitación. Estábamos "ordenando" su armario o eso decía él. Desde que llegamos, lo único que había hecho había sido tirar ropa.

Había esperado a que Dorotha me trajera "mi desayuno" pero ésta no había aparecido. Me estaba empezando a asustar cuando vi las venas de Andreas, sobretodo las de su cuello. Las veía tan bien que parecían que estaban por fuera de su piel.

-Joder, deja de mirarme como si fuera un pollo asado.- Se había dado cuenta de como lo miraba. Que vergüenza, ni siquiera era capaz de controlar mi cara.

-Lo siento mucho.- Desvié la mirada y decidí concentrarme en la ropa que me daba para que la doblase.

-No pasa nada.- Se rió. Cuanto quería a este chico...- ¿Cuánto tiempo llevas sin comer?- Hice memoria.

-Desde ayer por la mañana.- Andreas me miró escandalizado.

-¡¿Y todavía te puedes mantener en pie?!

-¿Sí?- Tenía un hambre que me moría (notesé la ironía) pero con todo lo que había pasado no me preocupé por ello.- Bill me dijo que no podía comer nada, sólo...-No quería pronunciar su nombre. No tenía ni fuerzas, ni ganas.

-Puedes beber otras pero no te saciaran.- Los ojos de Andreas se volvieron azules. Sabía lo que eso significaba... Sus colmillos salieron de su boca para posarse sobre su muñeca. Pude escuchar el sonido de su piel rasgarse y el olor de su sangre que estaba empezando a gotear en el suelo. Noté mis colmillos fuera y mis ojos arder. Quería hacerlo pero no podía beber su sangre. Me sentiría muy mal después...- Vamos, bebe.- Tragué saliva. La boca se me hacía agua de sólo oler aquel fluido rojo que manchaba su cara.

-No...no puedo hacerlo.- No era su sangre la que necesitaba sino la de él. No me saciaría y al cabo de poco minutos volvería a tener hambre. Aún no me acostumbraba a tener que beber sangre y mucho menos a beber la sangre de Andreas.

-Se va a cerrar como no te des prisa.- Intenté luchar contra mi instinto pero éste me venció. Me acerqué a Andreas y me puse frente a su brazo.- Vamos...- Me abalancé como si fuera un león y Andreas un indefenso cervatillo.

No era la sangre de su muñeca la que quería sino la de su cuello. Lo tumbé sobre el suelo y por su expresión, no pareció hacerle mucha gracia. Me puse a cuatro patas sobre él. Sentía la sangre recorrer su cuello.

Andreas permanecía inmóvil, yo diría que estaba asustado asustado, olía su miedo pero no me importaba, sólo quería beber y beber hasta quedarme satisfecha. Mi cuerpo se movió a la velocidad de la luz. No pensaba, no sentía nada en ese momento, tan sólo la necesidad de beber hasta la última gota de su sangre.

Mis colmillos rasgaron su piel con fuerza y pronto pude notar mi boca inundarse de aquel fantástico líquido. Empecé a tragar y a apretar con más fuera, si cabía, su piel. Necesitaba más de él y cuanto más bebía, más quería. Notaba el cuerpo de Andreas inmóvil sobre el suelo. No era lo que más preocupa sino el hecho de aunque bebiera, quisiera mucho más que antes.

De repente, mi cuerpo se separó de su cuello. Mis ojos estaban fijos en la sangre que brotaba de Andreas sin ningún control. Por mucho que quisiera, no podía acercarme a él, algo me lo impedía. Traté varias veces de soltarme de aquel agarre pero no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo.

-¡Elizabeth, para!- La voz de Bill hizo que reaccionase. Me tenía agarrada por la cintura con mucha fuerza.- ¡Tranquilizate!- Mi cuerpo dejó de resistirse e intentar soltarse.

Hasta ese momento, no fui consciente de lo que había hecho. El cuerpo de Andreas permanecía quieto en el suelo, sólo sus ojos abiertos desmesuradamente, me demostraron que estaba "vivo".

El sabor de su sangre estaba presente en mi boca al igual que en todo mi cuerpo. Le había mordido y succionado toda la sangre que había podido y si no hubiera sido por Bill probablemente le hubiera... Aparté mi vista de Andreas y abracé a Bill. Mis lágrimas, esta vez, se camuflaban en su camiseta.

-Ya ha pasado.- Su mano se posó sobre mi cabeza y empezó a acariciarla.- Escúchame, vas a salir de la habitación sin mirar a Andreas, te vas a dar un baño, te meterás en la cama y te quedarás dormida. ¿Entendido?- Sólo pude mover mi cabeza en señal de afirmación y separarme de él.

No me atreví a mirarle a la cara, no era digna de ello. Mis pasos eran descontrolados y tenía la sensación de que me tropezaría y caería al suelo. Salí por la puerta. Me sentía como un zombie. Mi mente no reaccionaba y mi cuerpo se movía por pura inercia.

Entré en mi habitación y cerré la puerta. No me apetecía bañarme sino dejar la habitación a oscuras y esconderme en mi pequeño rincón. Así que eso hice. Cerré las cortinas, apagué la luz y me senté en el rincón más oscuro de la habitación. Abracé mis piernas y hundí la cabeza entre ellas.

Me sentía sucia y avergonzada. No había sido capaz de mantener a mi instinto alejado. Había perdido el control sobre mí misma y eso nunca me había pasado. En ese momento, quería morirme. Había estado a punto de matar a una de las personas que más quería y eso me lo perdonaría nunca. Andreas no se merecía eso, ni él, ni nadie. No podría mirale a la cara después de esto.

Nunca me había sentido tan mal. Había abusado de la confianza de Andreas de la forma más rastrera que había. ¿Era esto ser una vampiresa? Si era así, yo no quería. No quería ser un monstruo que se alimenta de la gente que más quiere para su propia supervivencia. No quería hacerle daño a nadie más. No sabía hasta dónde sería capaz de llegar por dos gotas de sangre y eso me asustaba. ¿Qué pasaría si un día me pasa lo mismo en la calle? ¿Mataría a la primera persona que me cruzara? ¿Y si era un niño¿ ¿También lo haría?

Escuché la puerta abrirse y unos pasos acercarse hasta donde yo estaba. No me moví un ápice, no quería que nadie me viese ahora. Sentí la presencia de alguien junto a mí. No sabía quién era pero no era lo que más me importaba en ese momento. Sólo quería desaparecer para siempre y no hacer daño a nadie más.

Sentía aquella presencia a mi lado y mirándome. No se puede ver nada en la oscuridad o sería que yo no veía aún bien en ella. La oscuridad me reconfortaba como en este momento. Nadie podía ver como estabas física y moralmente. Quizás la persona que estaba a mi lado sólo fuera Liz, la niña que no me había dejado respirar desde ayer.

-Vete...- Sólo era capaz de soltar un pequeño susurro inaudible. No la quería conmigo, no ahora. Necesitaba estar sola, lejos del mundo.- Vete, por favor.- Otra vez los ojos me ardían y amenazaban con precipitar pequeñas gotas sobre mi cara.

Quien fuera que estuviese ahí, se levantó. No le veía pero podía sentir cada uno de sus movimientos. Me había hecho caso y se iba. Por primara vez, aquella niñita me hacía caso y se lo agradecía. Sabía que era fruto de mi imaginación pero agradecí enormemente a mi mente que dejara de hacerme más daño.

-Huir es de cobardes.- Esa voz, la frase de aquella vez en la azotea de la biblioteca, la primera vez que le vi...

Por fin, todo mi ser despertó del letargo en el que me había sumergido y reaccionó. Me levanté corriendo y corrí las cortinas rojas que ocultaba al sol de mis ojos. No había nadie. Otro estúpido juego de mi cabeza. Me lo había imaginado como todo, pero su voz parecía tan real... Puede que fuera por el hambre que tenía o porque simplemente necesitaba escuchar su voz. Fuera lo que fuese, ahora lo necesitaba.

Anduve frente al espejo y me miré. Mi cara estaba manchada del color del pecado, al igual que mi cuello y parte de mi ropa. Me daba asco tenerme frente por frente. Me miré con desprecio porque ante mí sólo tenía al monstruo más asqueroso que existía.


[...]


Tras bañarme y borrar de mi cuerpo toda muestra de mi delito, me tiré en la cama. Tendría que ser las diez o las once de la noche. Todo estaba oscuro fuera.

Mi móvil sonó y desvaneció mis ganas de dormir. La pantalla iluminada me mostró que tenía un nuevo mensaje. Pulsé el botón que me mostraría el dueño del SMS. Un mensaje de Adam. No sabía si abrirlo o no. Estaría enfadado por lo que pasó y no me encontraba con fuerzas de leer ciertas cosas aunque a él también le debiera una explicación.

Abrí el mensaje.


Siento mucho lo del otro día, espero que puedas perdonarme. No debí haberte tratado así, lo siento. Necesitaba escuchar tu voz pero no me atrevo a llamarte. No merezco hablarte después de todo.


Como siempre, se volvía a sentir culpable. Yo sí que le debía pedir perdón, no él a mí. Adam sólo era otra persona a la que le estaba haciendo daño y complicando la vida.


Soy yo la que no merece que te preocupes y la que debería pedirte perdón. Así que PERDÓN por todo lo que pasó. No quería que te enfadaras, simplemente no quería que nos hiciéramos daño mutuamente. Yo no quiero que sufras. No me lo perdonaría jamás.

Le di a enviar. Escribí tan sólo una cuarta parte de lo que realmente sentía. Adam se había portado tan bien conmigo durante todo este tiempo que no se merecía estar al lado de alguien tan despreciable como yo. Él no tenía porqué sufrir por cosas ajenas. Desde que le conocía, se había metido en más líos por mi culpa que por cuenta propia.

Alguien llamó a la puerta de mi habitación. No quería que nadie me viera y mucho menos ver a nadie.

-¿Qui-Quién es?- Tenía miedo que esta vez sí fuera el Tom real y no el de mi cabeza el que viniera a saldar cuentas por la torta del otro día y por lo de Andreas.

-Soy yo, ¿puedo pasar?- ¡Andreas! Me levanté corriendo de la cama y salí disparada hacia la puerta para abrirla. Andreas estaba justo enfrente sonriendo como lo hacía siempre. Me lancé sobre él para abrazarlo. Necesitaba verlo y sentirlo cerca de mí como siempre. Sus brazos también rodaron mi cuerpo para pegarme a él.- Sé que soy guapo pero tampoco es para tanto.- Su risa y la manera tan despreocupada que tenía de hablar me hicieron sentir que todo estaba bien.

-Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...

-Para, mujer, que ya me he enterado la primera vez.- Me separé de él. Su sonrisa en este momento iluminaba cada rincón oscuro de mi cuerpo.- ¿Puedo pasar o me vas a dejar aquí?- Me aparté y dejé que entrara. Como siempre se tiró en mi cama y dio unos golpecitos para que le imitara.- Vengo a proponerte algo.- Me senté a su lado. Ahora me encontraba completamente pletórica al tenerlo a mi lado tan normal como siempre.

-Andreas...esto...yo no sé lo qué me pasó. Me siento tan mal, no quería hacerte daño...- Una lágrima se escapó de mis ojos. Recordar lo que había pasado me avergonzaba y me hacía sentir muy mal.

-Si no me has hecho daño.- Me dio un pequeño empujón en el hombro.- Al principio, debo reconocer que no esperaba que actuaras así pero nada más... ¡Si yo soy un toro!- ¿Me había pasado encerrada en mi habitación todo este tiempo por nada? Como siempre, me había tomado las cosas con más importancia de la que realmente tenían.

-Me alegro que no haya sido nada. No me perdonaría nunca si te hubiera pasado algo.- Me sequé la las pequeñas gotitas de mi cara y sonreí. Andreas estaba bien y eso era lo mejor que me podía pasar.

-No te lo tengas tan creído que tan poco muerdes tan fuerte...- Ambos nos reímos. Todo volvía a ser como antes, como si nada hubiese pasado.

-¿Y que querías proponerme?

-¡Ah, sí! ¿Qué te parece si nos vamos esta noche por ahí?

-No sé si me apetece.

-Veeeengaaaaa. Será divertido.- Andreas empezó a zarandearme. Si es que cuando se ponía pesado no paraba...- Además...- Paró.- Vienen Bill, Mara y Tom.- Ahora sí que no me apetecía.- Y tú no conoces la noche hamburguesa.

-¿La noche hamburguesa?- Reí.

-Claro. Los de Hamburgo son hamburgueses. Femenino: hamburguesas.- Lo dijo como el que acaba  de decir todos los dígitos del número Pi de carrerilla.

-Jajajajaja.- No podía parar de reírme.

-¡Oye, que es verdad!- Me dijo ofendido. Ya estaba empezando a echar de menos sus tonterías.- Entonces, vienes.

-No sé si...

-No te estaba preguntando.- Me cortó.- Prepárate, en una hora nos vamos.- Se levantó y se fue sin darme tiempo a contestar.

No me quedaba opción, o iba o iba. No sabía que ponerme, ni adónde íbamos a ir. No quería ver a Tom, bueno, no sabía lo que quería realmente. Sí quería verlo pero me daba miedo hacerlo. Dos sentimientos bastante contradictorios para mí.

Miré la hora en el móvil. Eran las doce y tenía un nuevo mensaje de Adam.


Tu mensaje ha sonado un poco hiperventilado y triste. ¿Qué te pasa? ¿Quieres quedar para hablar? Iba a salir con unos amigos pero puedo cancelarlo si quieres.


Me conocía mejor que nadie pero ahora ya no estaba triste sino, por un lado, feliz. No iba a dejar que no se divirtiera por mi culpa y además, yo también iba a salir.


No te preocupes, ya estoy bien. Que te lo pases muy bien y te diviertas y NO TE EMBORRACHES (demasiado)!!! Gracias por todo. No sé lo que haría sin ti :-)


Decidí dejar el móvil y empezar a prepararme. No sabía lo que me iba a poner y sólo me quedaba media hora para todo. Revoleé toda la ropa que tenía en el armario por la habitación.

¿Qué me ponía? Hacia muchísimo tiempo que no salía por ahí y la última vez fue con Jake. Éramos la pareja perfecta y la envidia de todos. Yo le había querido tanto y él...en realidad nunca le pregunté qué sentía por mí. Pensaba que me quería como yo a él pero me di cuenta que no era así de la manera más horrible. ¿Qué habría sido de él?

Moví la cabeza para quitar todos esos pensamientos. No me importaba que era de Jake o de la guarra de mi mejor amiga que se acostó con él. Ahora me daba igual todo aunque tenía que reconocer que acordarme de Jake me producía una especie de nostalgia.

Vi el vestido que me había comprado Bill cuando salimos de compras. Era negro, palabra de honor y muy corto. Era sencillo pero el escote y lo corto que era no me convencían demasiado. No quería salir a la calle y que todos me confundieran con una prostituta. ¿Pero quién pensaría que era una prostituta con un vestido de Gucci? Opté por ponérmelo y dejar de pensar. Estaba harta de hacerlo y comerme la cabeza por tonterías.

Esta noche sería especial, lo presentía.


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