Capítulo 16
Capítulo 16
Iba todavía por mi primera copa de vodka. Muchos estaban bailando
enloquecidos en la pista, otros, al igual que yo y Bill, estaban sentados
viendo a los demás. A Bill no le gustaba bailar y decía que los chicos se
metían con él por no saber. Tampoco era que me lo imaginase bailando... Yo, por
el contrario, sabía bailar y me gustaba pero no me apetecía. Mara llevaba
bailando desde que entramos al igual que Andreas que iba de aquí para allá como
un loco. ¿Y dónde estaba Tom? No lo sabía. Nos había dejado en la puerta y tras
un "Ahora vuelvo" se había ido.
Cuando bajé las escaleras preparada para irnos, vi a Bill y Tom
hablando en la puerta principal. Bill parecía una estrella del Rock con su
peculiar estilo y Tom, él estaba igual que siempre. Su ropa XXXL y sus
deportivas pero mucho más arreglado.
Terminé de bajar un poco avergonzada. Hacía mucho tiempo que no me
arreglaba para salir de fiesta y por la cara de ambos no pude distinguir si iba
bien o mal. Estaba segura que mi cara parecería un tomate.
-In-cre-í-ble.- Bill separó las sílabas para dar más énfasis a la
palabra.
-¿Voy demasiado...- ¿Cuál era la palabra?
-¡Estupenda!- Bill corrió hasta mí, me cogió la mano e hizo que diera
una vuelta sobre mi misma.- Estás muy sexy.- Puso una voz muy seductora que me
hizo gracia. No sabía si me reía por su forma de hablar o porque estaba muy
nerviosa.
-Tú estás muy guapo.- Dije sonrosada.
Miré a Tom y éste volvió la cara. Seguramente, estaría enfadado conmigo
porque le pegué y esperaba que Bill y Andreas no le hubieran dicho nada de lo
que pasó. Tenía que reconocer que una parte de mí luchaba por salir corriendo
hasta donde él estaba y pedirle perdón por todo aunque fuera de rodillas. Me
sentía estúpida por pensar esas cosas. ¿No me humillaba demasiado?
-Ya estamos, el estúpido de Andreas se ha car...- Mara se calló en
cuanto me vio. Venía por las escaleras poniéndose esos tacones de vértigo a los
que yo ya estaba acostumbrada a ponerme y a los que ha ella le quedaban genial.
-¡Whaaau!- Andreas apareció a mi lado mirándome de arriba abajo.-
Deberías arreglarte más a menudo. Estás que te cagas, baby.- Reí con él. Me
alegraba verlo como si no hubiera pasado nada.- No te morreo porque me vas a
llenar de gloss que sino...- Esto era más bochornoso que caerse por la calle en
medio de un montón de gente. Todos me miraban, todos menos Tom que estaba
sacando las llaves de su bolsillo y abriendo la puerta.
Yo misma me sorprendí cuando me vi lo bien que me quedaba ese vestido y
no era por ser creída pero desde que tenía los pechos más grandes y estaba con
una cintura más definida, todo lo que me ponía me quedaba bastante bien. Algo
tendría que tener de bueno ser un monstruo...
-Os espero en el coche.- Tom salió por la puerta y dio un portazo que
pensé que descolgaría la puerta.
-Sí, será mejor que nos vayamos.- Mara salió detrás de Tom.
La situación entre Mara y yo seguía igual. No quería llevarme mal con
ella y creía que no le había dado motivos para que estuviéramos así. Todo
empezó el día en el que me enteré que me moría. Mara se enfadó conmigo por no
querer salvar a Tom pero yo no sabía que a él le pasaría lo mismo que a mí.
Un momento...¡¿Cómo pude ser tan estúpida de no haberme dado cuenta
antes?! Ya sabía lo que le pasaba a Mara, ¡le gustaba Tom!
Cuando llegamos a la discoteca, me sorprendí. Era donde conocí a esos
chicos vampiros, Georg y Gustav. Los mismos porteros nos dejaron entrar sin
hacer ningún tipo de cola. ¿Beneficios de conocer a los porteros?
Estaba llena de gente y apenas podías dar un paso sin chocarte con
alguien que estuviera bailando. Lo más sorprendente era que entre la multitud
podía a reconocer tanto a humanos como a vampiros. Éstos últimos se nos
quedaban mirando para el resto pasábamos desapercibidos.
-¿Te aburres?- Bill pasó una mano por delante de mi cara para que
reaccionase.
-No, sólo estaba pensando.- Le di el último trago a mi vaso. Ya apenas
sabía mucho a vodka. El sabor había desparecido convirtiéndose en vodka con
agua por el hielo derretido.
-¿Quieres otra? Yo sí.- Bill se levantó y despareció entre la gente,
dejándome sola.
Estábamos en una zona apartados del resto de la gente, la zona VIP como
muy bien lo había dicho Andreas. Reconocía los sillones en los que me senté con
esos dos chicos. Todo parecía tan distinto lleno de gente bailando y bebiendo.
-Hola, guapa. ¿Estás sola?- Un chico se sentó enfrente mía. Llevaba un
vaso lleno de whisky que le dejaba un aliento desagradable.
-No.- Estaba tan borracho que no podía ni estar sentado. Una sonrisa
obscena se le dibujó en la cara cuando fijó su vista en mi escote.
-¿Quieres que te haga una visita guiada al callejón de detrás?- Y
seguro que drogado también estaba. Casi se echa el vaso encima cuando intentó
dar un trago sin apartar su vista de mí.
-Gracias, pero la señorita ya tiene compañía.- Bill apareció a mi lado
con dos vasos de algo negro en las manos. Su mirada y su tono de voz no
parecían estar muy acordes con su sonrisa. Claro, que no era una sonrisa de
simpatía especialmente.
-Vale, tío.- Se levantó y se fue dando tumbos y gritando "Subidón,
subidón" cuando escuchó la nueva música que habían puesto.
-Gracias.- Bill me plantó delante aquel líquido tan raro y se sentó.
-Para eso estamos los hermanos mayores.- Me guiñó un ojo y le dio un
trago a su vaso.
Mi hermano mayor....Podría acostumbrarme perfectamente a la idea de que
Bill fuese mi hermano. Ya lo quería como tal y poco a poco me iba acostumbrando
tanto a él que no me imaginaría mi vida sin él.
-¿Qué es esto?- Señalé el vaso.
-Prueba, te gustará.- Le hice caso y le di un sorbo. Estaba muy fuerte
y quemaba la garganta. Las lágrimas se me saltaron cuando tragué.- Jajajajaja.
-¡No te rías!- La verdad es que yo también empecé a reírme. Aunque
estuviera fuerte, me gustaba. Tenía un sabor extraño, entre dulce, salado,
agrio y frutal. Una combinación un tanto rara.
Noté algo al instante. Una sensación de miedo y un escalofrío por todo
mi cuerpo. Miré a todos lados como una loca bajo la atenta mirada de Bill.
Reconocía esa sensación. Tom me miraba mientras hablaba con unos chicos. Sus
ojos se achinaron cuando se dio cuenta que le miraba. De repente, detrás de
Tom, salió ella. Sasha estaba guapísima con un vestido azul eléctrico y el pelo
recogido. Aunque llevara unos tacones impresionantes seguía sin ser igual de
alta que Tom.
Me puse recta en el sillón cuando vi como se despidieron y se acercaban
a nosotros. De nuevo esa sensación de oscuridad y rabia en mi interior.
-Hola.- Cuando quise darme cuenta, Sasha estaba sentada a mi lado y Tom
al de Bill. Su voz taladró mi cabeza. No me había percatado de lo sensual que
resultaba.
-Ho-hola.- Bajé la cabeza. No quería mirarlos y que me vieran así. Mi
voz sonó bastante ronca, no sabía si por el líquido de mi vaso o por mi
repentina falta de voz.
-Bill, ¿me acompañas a por algo?- Bill miró a Tom con una ceja alzada e
inmediatamente, hizo pucheritos.
-Jooo, que yo acabo de ir hace un rato. Ve tú solo.- Se cruzó de brazos
y le dio un buche tan grande al vaso que casi se lo traga todo de golpe.
-No.- Tom se levantó tras esa rotunda negación a las suplicas de Bill.
-Te odio.- Tom se volvió y Bill sonrió como si hubiera sido una broma.
Por un momento, me vi tentada a salir corriendo detrás de Bill pero me
aguanté. Me sentía incómoda con ella al lado. ¿Dónde estaba el tío borracho de
antes...?
-Estás muy guapa...Liz.- Abrí los ojos cuando escuché esas palabras
salir de su boca.
-Gracias pero prefiero que me llamen Elizabeth.- Le hubiera consentido
a cualquiera que me llamase Liz, pero no ha ella. No me conocía de nada y ya se
tomaba esas libertades y menos si ese nombre me recordaba a las locuras de mi
mente.
-Lo siento.- No pareció pensar lo que decían sus palabras. Su voz
estaba cargada de arrogancia e ironía. Sin duda, la pareja perfecta para Tom.
En este momento, quería que apareciese alguien, quien fuera, para que
me sacara de aquí. Me sentía incomoda en su presencia y sin saber de qué
hablar. Quizás fuera el momento para decir eso de que tenía que ir al baño o
que iba fuera porque me estaban llamando y aquí, con la música, no escuchaba
bien.
-¿Elizabeth?- La voz de mi salvador sonó a sólo un metro de mí. Levante
la cabeza y vi a Adam con una mueca un poco extraña en la cara.
-¡Adam!- Me levanté todo lo deprisa que pude y corrí a abrazarle.-
¡Cuánto me alegro de verte!- Mi salvación había llegado y estaba realmente
guapo.-¡Estás muy guapo!
-¿Perdona? Era yo el que no te conocía. Estás impresionante.- Ambos nos
reímos. No hubiera llegado más a tiempo como en ese momento.
-¿Quieres bailar? Yo sí.- Le cogí la mano y me lo llevé hasta la pista
de baile. Adam ni siquiera mostró resistencia sino que me siguió.
La pista estaba llena y apenas había un hueco para nosotros pero
tampoco eso era importante. Realmente, en las discotecas, nadie bailaba sino
que se movían de un lado para otro, dando botes y chocándose con los demás.
Allí pasaríamos desapercibidos, justo lo que yo quería.
-Espera.- Adam detuvo mi intento de entrar en todo el barullo de
gente.- ¿Por qué tanta urgencia?
-Estaba un poco incómoda.
-Sasha provoca ese efecto.
-¿La conoces?
-Está en mi clase- Cierto. Sasha me dijo que estaba en la clase de Bill
y Tom, y por lo tanto, también en la de Adam.- Es igual a Tom. Estoy seguro que
está intentando leernos los labios ahora mismo.- Miré hacia la zona VIP. Tom
estaba observándonos. No pude saber qué cara tenía porque estábamos muy lejos
pero yo tenía la misma sensación de antes. Eso era lo que Tom me provocaba,
escalofríos y miedo.
Como contestación a Adam, sólo sonreí. Tenía razón, seguro que en este
momento, Tom estaría matando con la mirada a Adam. No entendía por qué se
llevaba tan mal con él pero fuera por lo fuese, tendría que ser por algo muy
gordo.
Cuando volví a mirar, no había nadie. Ni Tom, ni Bill, ni Sasha. Nadie.
¿Y si se habían ido y me habían dejado sola? De Tom me esperaba cualquier cosa
pero de Bill...
Un golpe en mi hombro hizo que me volviera. Andreas estaba sonriendo hasta
que vio a Adam. Su sonrisa se esfumó de la misma manera en la que sus ojos se
volvieron rojos.
-¡Andreas!- Le di un toque en el hombro y lo aparté de Adam.-¡¿Qué
demonios te pasa?!- Sus ojos volvieron a su color natural.
-Sólo venía a ver si estabas bien.
-Pues estoy muy bien, gracias.- Dije enfadada. No sabía que había hecho
Adam para que todos estuvieran mal con él pero conmigo se portaba bien.
-Lo siento.- Ahora me sentía mal. Le había hablado de mala manera a
Andreas cuando sólo se preocupaba por mí.
-No, yo soy la que tiene que pedirte perdón. Siento haberte hablado
así.- Le abracé y le di un beso en la mejilla.
-Vale pero si necesitas algo ya sabes...- Le echó una última mirada
cargada de odio a Adam y se fue.
-¿Todo bien?- Adam se puso a mi espalda.
-Sí.- Me di la vuelta y le sonreí.- ¿Bailas o no?- Le cogí de la mano y
nos metimos entre toda la gente.
[...]
La música era ensordecedora y tremendamente sexy. Llevábamos como dos
horas sin para de bailar. Adam muchas veces había echado la escusa de que era
imposible seguirle el ritmo a una vampiresa pero aún así, no había parado. Por
un momento, me tuve que sentar y descansar. La vista se me nubló y me encontré
bastante mal pero al cabo de unos minutos se me pasó.
Entre las risas por las bromas de los amigos de Adam y las cinco copas
que me había tomado (no sabía muy bien de qué) ya no me acordaba de nada. No me
preocupaba en absoluto, nada ni nadie. Me encontraba bastante bien aunque
cansada. No sabía hasta qué hora nos quedaríamos y si Simone y Gordon sabían de
esta salida pero yo ahora estaba disfrutando.
Adam me agarró de la cintura y me pegó a él. Ambos nos reímos al
tenernos tan cerca. Su corazón estaba tan acelerado que podía oírlo hasta con
la música y los chillidos de la gente. Resonaba en mi cabeza como si fuera el
único ruido de allí. Sentía su sangre burbujear por todo su cuerpo y su pecho
golpear el mío.
-¿Estás bien?- Mi vista se desvió de su cuello para mirarlo a los ojos
fijamente.- Dios mío...- Me soltó, agarró mi cara y se me quedó mirando.
-¿Qué ocurre?- Me estaba empezando a asustar y a ponerme nerviosa.
-Tus ojos son azules.- Me miraba como si estuviera viendo algo
paranormal. Bueno, en realidad, lo era.- Será mejor que salgamos de aquí.- Me
cogió la mano y empezamos a andar entre la gente. Las fuerzas se me estaban
agotando y no sabía cuanto tiempo podría aguantar de pie.
Salimos por la puerta y nos metimos en el callejón que estaba al lado.
Estaba oscuro y apenas iluminado por una farola que parpadeaba. Se escuchaba el
ruido de la música desde afuera pero por el contrario, aquí no había nadie.
Entramos en la oscuridad de aquel sitio.
-¿Por qué me has traído aquí?- Me paré e hice que Adam me imitara.
-Tus ojos... Tienes hambre, ¿verdad?- Ahora escuchaba mejor su corazón,
mucho más tranquilo que antes.
-No, es sólo que...- Mis colmillos rozaron mis labios. Necesitaba
sangre pero no la de Adam.- Tengo que irme.- Salí corriendo pero Adam me
alcanzó y me pegó a la pared.
-Mi madre era como tú. No puedes mentirme.- Ya no me acordaba de ese
detalle. Engañarle no tenía sentido.- Puedes hacerlo si quieres.- Se quitó la
chaqueta y se desabrochó varios botones de la camisa dejando su cuello a mi
disposición.
-¡¿Qué estás haciendo?!- Intenté apartarlo de mí pero no pude.- Adam,
no me hagas esto.- Aparté la vista de su cuello e intenté relajarme. No podía
hacerle daño a Adam pero tampoco podría controlar mi instinto, el cual no
tardaría en salir.
-¿El qué? ¿Alimentarte?- No escuchaba muy bien sus palabras sólo los
latidos de su corazón en mi cabeza. Bum-Bum, Bum-Bum...- Venga,
Elizabeth.- Puso su cuello a la altura de mi boca. Su olor era sumamente
delicioso.
-Adam...- Agarré su camisa y lo acerqué a mí. Por mucho que me odiara
en este momento, no podía parar. Mi sed aumentaba por momentos al igual que mi
repugnancia hacia mí. Sólo dos centímetros más y estaría bebiendo la vida de
Adam. Dos, uno...
-Que bonito.- Cerré la boca y me quedé helada.
Su voz aceleró el corazón de Adam y su pulso empezó a aumentar por momentos.
Levanté la vista del cuello de Adam y lo vi a unos metros de nosotros. Adam se
separó de mí y miró fijamente a Tom. Sus ojos estaban rojos como el fuego. Se
acercó a paso lento o a mí se me hizo eterno esos segundos en los que vi como
Adam volaba contra la pared.
-¡Adam!- Corrí en su dirección.- ¡Adam, dime algo, por favor!- Su
corazón estaba débil, no latía de la misma forma que antes. Intenté
incorpolarlo pero su cuerpo caía sobre el suelo sin fuerza alguna.- ¡Eres un
animal!- Empecé a llorar y gritarle a Tom al mismo tiempo.
-Cálmate, por desgracia aún sigue vivo.- Y lo decía de lo más
tranquilo.
-¡Eres un monstruo!- Me levanté y corrí hasta él. Empecé a golpearle el
pecho con todas mis fuerzas. Sentía rabia y dolor en mi interior.
Un golpe se escuchó donde estaba Adam. Bill, Mara y Andreas estaban al
lado del cuerpo casi sin vida de Adam, mirándonos.
-Llevaos al héroe.- Me quedé impresionada cuando entre todos cogieron a
Adam y de un salto desparecieron.
Mi cabeza chocó contra la pared del callejón. Sólo la tenue luz de la
farola me dejaba ver su rostro con un poco de nitidez. La miel de sus ojos no
hizo que me olvidase de lo que le había hecho a Adam.
-Te odio...- Susurré entre lágrimas. Ya no me acordaba del hambre sino
del cuerpo casi inerte de Adam. Tom se quitó la chaqueta y la camiseta dejando
su torso desnudo. Sus manos se posaron en los laterales de mi vestido y tiró
hacia abajo, dejándome sólo en ropa interior.- ¡¿Qué-qué haces?!- Se acercó a
mi y levantó mis muñecas por encima de mi cabeza haciendo presión sobre ellas.
-No querrás mancharte.- Su cuerpo se pegó por completo al mío. Sentía
cada músculo de su torso sobre mi piel. Su cuerpo estaba caliente en
comparación con el mío. Mi nerviosismo aumentó cuando su cara se puso al lado
de la mía y me susurró.- Hazlo.- Mis ojos empezaron a arder y no por las
lágrimas. De nuevo la sensación de hambre se instaló en mi cuerpo.- No tengo
toda la noche.- Su aliento en mi oído me hacía estremecer. Su cuerpo contra el
mío hizo que me olvidase de todo lo que había a mi alrededor y dejó de
importarme que alguien revolviera el callejón y nos viera. Sentirlo superaba
todo eso...
Abrí mi boca y me quedé allí parada, a varios milímetros de su cuello.
Nunca me había fijado en lo bien que olía y lo fina que tenía la piel. No
quería ser brusca con él como lo fui con Andreas así que antes lamí su cuello.
A Tom se le escapó un suspiro que hizo que mi piel se pusiera de gallina al
chocar contra mi oreja. La temperatura de su cuerpo aumentaba por momentos.
Nunca pensé que me encontraría en esta situación. Mi cuerpo contra la
fría y húmeda pared de un callejón oscuro, y su cuerpo. Lo tenía tan pegado a
mi que sentía su piel erizarse con cada roce de mi lengua en su cuello. Mis
muñecas presionadas por encima de mi cabeza. Hacía un rato que había dejado de
apretar para dar paso a un suave agarre; y su cabeza entre el hueco que había
entre mi cabeza y mi brazo.
No se movía, simplemente, de vez en cuando, soltaba algún que otro
suspiro ahogado. ¿Habría parado si hubiera aparecido alguien en ese momento?
No. Probablemente, no... Seguro que no.
-Hazlo de un puta vez.- Pareció tener los dientes apretados al
mencionar esa frase. Su voz sonaba ronca y sin aire.
Abrí la boca y clavé las cuchillas afiladas que salían de mi boca en su
piel. Su sangre estaba caliente y su sabor, su magnífico sabor, se instaló en
mi paladar. Nunca sabría describir todo lo que sentía cuando su sangre recorría
mi cuerpo. Experimentaba un éxtasis sólo comparable con un estado de excitación
enorme. Mi mente viajaba a otro mundo en
el que sólo estábamos él y yo. No había nada más. Su cuerpo contra el mío y el
agarre tan fuerte que hacía en mis muñecas.
Poco a poco, soltó mis muñecas y dejó que mis brazos cayeran a ambos
lados de mi cuerpo. Tom aún tenía los brazos apoyados en la pared como si ésta
fuera a caerse en cualquier momento y él tuviera que sujetarla.
El calor de su sangre viajaba por todo mi cuerpo, desde la punta del
pelo a los pies. No había un rincón en el que no lo sintiera, porque sí, no era
su sangre lo que notaba en mí, sino a él. Al dueño de todos mis miedos, el
autor de mis humillaciones y la oscuridad en mi corazón. Tom se había
apoderado, sin yo saberlo, de todo mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi corazón.
Sólo en ese instante me di cuenta que lo necesitaba, no sólo para calmar mis
ansias de sangre sino para "vivir". Él era mi razón para no dejar
este mundo lleno de criaturas siniestras entre las que me encontraba, él era el
"sí" y el "no", lo blanco y lo negro, el yin y el yang.
Sólo en ese momento me percaté que la oscuridad había invadido mi cuerpo por
completo y me dolió. Dolía sentir eso por una persona que te provocaba miedo,
terror y pánico cuando la tenías delante pero lo que más me dolió, fue
reconocer que no era sólo sentimientos negativos lo que sentía por él.
De mis ojos cerrados se escaparon ríos de agua salada. Mi corazón sin
vida se iba inundando de oscuridad. Lo envolvía y luego penetraba en el
provocándome el mayor dolor que había sentido nunca.
Mis manos volaron con miedo a su espalda desnuda y se quedaron allí. El
tacto de su piel hacía que me recorrieran millones de hormigas por todo el
cuerpo. Clavé mis uñas en su espalda y lo atraje hacia mí. Necesitaba más de
él. Más sangre, más calor, más contacto... más Tom.
Dejé se succionar su sangre y me dediqué a limpiar la que se escurría
por su cuello. Pasaba mi lengua por la sangre que se escurría. Noté mi cuello
mojado y pequeñas gotas correr hacia abajo de éste.
Quité mis manos de su espalda y me separé de su cuello. Me había
llenado completamente hasta la saciedad. Tom no se movía. Seguía en la misma
posición que antes y sin decir nada. Sólo escuchaba su respiración agitada
contra mi oído.
-Gra-gracias.- Era lo mínimo que podía decir. Ni siquiera sabía cómo
era capaz de hablar cuando estaba sintiendo este remolino de sentimientos en mi
interior. Se separó lentamente y se puso frente por frente clavando sus ojos en
en mí. Podría estar horas y horas observando el vacío, la tristeza y, por
primera vez, el brillo de sus ojos.- Será mejor que me vaya...- Hice amago de
irme pero su brazo golpeó la pared impidiendo que me fuera.- Tom...- Suspiré.
Me cogió fuertemente de los brazos y con un delicadeza impropia de él,
me pegó a la pared. Su cuerpo se pegó por completo al mío. Corrientes
eléctricas subían y bajaban sin ningún control por mis venas. Quizás fuera la
sangre volviendo a recorrer mi organismo o la impresión de ver su cara
acercarse a la mía.
Cerré los ojos esperando, tal vez, lo que durante un buen rato había
deseado, pero como siempre me sorprendió. Su cuerpo empezó a descender. Abrí
los ojos desmesuradamente cuando noté como su lengua recorría mi escote y la
parte descubierta de mis pechos. Lamía su propia sangre y yo estaba empezando a
enloquecer.
Millones de sensaciones revoloteaban en mí. Pegué la cabeza a la pared
buscando algún apoyo o algo en lo que pudiera confirmar que aún me encontraba
en tierra firme. Un suspiro ahogado se escapó de mi garganta. Me tapé la boca
con ambas manos. Me puse roja por lo mal que sonó aunque, en realidad, era eso
lo que sentía. Excitación, calor y vergüenza por todo mi cuerpo.
Su cabeza ascendió por mi cuello, en el que se entretuvo un buen rato.
Perdí la noción del tiempo y toda pizca de cordura que pudiera quedar en mí. Su
lengua recorrió todo lo largo de mi cuello hasta la barbilla. Me quitó la mano
de la boca y la volvió a aplastar contra la pared pero esta vez, con mucha más
fuerza. Ni siquiera me dolió, estaba demasiado ocupada sintiendo como mi cuerpo
ardía. Paseaba por los alrededores de mi boca quitando todo rastro de lo que
había pasado y de una sola pasada limpió todo resto de sangre que pudiera
quedar en mis labios.
Sus respiración entrecortada chocaba contra mis labios. Su mirada me
atravesaba de un lado a otro. Yo no podía mirarle era demasiado obvio mi grado
de vergüenza y excitación. Dado que tenía la cabeza agachada pude fijarme en su
torso. Se le notaban los abdominales pero no los tenía tan exagerados y
marcados. Seguro que me estaba poniendo como un tomate...
-Eres increíblemente débil.- Levanté la vista para mirarle.
-No sé a qué te refieres.- Sonría de una manera bastante frívola.
-No pudiste aguantar y mordiste a Andreas.- Me sorprendió que él
supiera eso. Seguramente, se lo habría dicho Bill o Andreas y sería cuestión de
días que Simone y Gordon se enterasen sino lo sabían ya. Me avergoncé. Tenía
razón, era débil.
-Lo siento.- Mis mejillas ardían.
-Si tienes hambre, búscame.- Cogió su camiseta del suelo y se la puso.
El contacto que habíamos creado despareció en el momento en el que se empezó a
vestir.
-No puedo.- Me subí el vestido e intenté controlar mi nerviosismo. Las
manos me temblaban al igual que todo el cuerpo.- Nunca estás cuando te
necesito.- El corazón me dio un vuelco. Esas habían sido las palabras más
difíciles que había pronunciado nunca.
Hasta hoy, no había sido consciente de todo lo que le había necesitado.
Debía de haberme dado cuenta mucho antes; cuando lo buscaba con la mirada por
los pasillos de la universidad, cuando sentía un poco triste porque él no
estaba nunca en casa o, la peor de todas, cuando me enteré que tenía novia.
Algo se rompió en mi interior después de las palabras de Bill.
Esta noche, me percaté de lo importante que era Tom para mí y de lo
mucho que lo necesitaba. La oscuridad siempre había estado presente pero yo
había sido incapaz de sentirla.
-¡Tom!- Dejé de pensar al escuchar su voz. Tan dulce y a la vez tan
sensual...- ¿Has terminado?- La miré. Sus ojos azules iluminaban el callejón
tan oscuro. No apartaba la vista de Tom, lo miraba tan fijamente...
-Sí.- Se terminó de poner la chaqueta y empezó a andar rumbo a la
discoteca.
No andaba tan decidido como antes sino que lo hacía lenta y
pausadamente. Paró y nosotras, que íbamos detrás, también. Algo no me olía
bien. Se tambaleaba hacia los lados de una manera un poco extraña.
-Tom, ¿estás bien?- Sasha casi voló a su lado cuando éste se dejó caer
sobre la pared. Tenía los ojos cerrados y la mano en la frente.- Será mejor que
te vayas.- Sasha me miró. Sus ojos estaban rojos y desprendía una energía
oscura completamente acorde a la situación.
-No voy a irme.- ¿Quién era ella para decirme que me fuera? No pensaba
dejar a Tom en ese estado. Ni siquiera sabía qué le pasaba.
-¿Ya no te preocupas por Adam?- Su voz sonó tan débil como estaba su
cuerpo. Me había olvidado de Adam por completo. Me sentía tan mal.- Vete a
buscarle.- Tom ni siquiera se dignó a mirarme. De repente, un flash se me vino
a la cabeza. Quizás quisiera estar a solas con Sasha y yo les estaba interrumpiendo.
Aunque en mi interior, la oscuridad predominara, no podía dejar que me
venciera. No era consciente de lo que realmente sentía por Tom. ¿Miedo?,
¿terror?, ¿algún tipo de filia...? o lo que más me temía, algo más que
sentimientos.
Me coloqué un poco el vestido y salí de allí. No podía quedarme, ya no
sólo por ellos sino también por Adam. No sabía dónde estaba ni qué le había
pasado. Y pensar que todo eso había pasado por mi culpa me provocaba angustia y
culpabilidad.
Entré en la discoteca. El ruido de la música no me dejaba pensar con
claridad. Miraba a todos lados como una
loca intentado localizar a alguien conocido. Bill, Andreas o incluso
Mara me hubiera valido para preguntar por Adam.
Mis ojos sólo hacían dar vueltas por todo el lugar. No reconocía a
nadie. La música entraba en mi cabeza y taladraba mi cerebro. Aunque mis
sentido se hubieran agudizado me era imposible aclarar las ideas con tanto
ruido.
Una presencia me rondaba. Podía notar a la perfección como alguien me
observaba. Ese olor...
Una mano me tocó el hombro e hizo que me volviese al instante. Adam
estaba ahí, sonriendo como si nada hubiese pasado. Me alegré tanto de que
estuviera bien que me lancé a sus brazos en un arranque de emoción.
-¡Estás bien!- Exclamé. No me podía creer que estuviera tan normal
después de durante varios segundos de no escuchar su corazón.
-¿Sí?- Dijo confuso.- Te vi desde el otro lado pero no estaba seguro
que fueras tú. Estás guapísima.- Me quedé mirándolo un tanto desconcertada. Me
había vuelto a repetir lo mismo que cuando nos encontramos.- No me habías dicho
que ibas a salir.- Con cada palabra, mi confusión aumentaba. ¿Qué le pasaba?
Era como si le hubieran lavado el cerebro...
-Se me olvidó.- Ahora todo me encajaba. Ellos se habían encargado de
que Adam no se acordara de nada y yo no iba a estropearlo. No quería meterme en
lo que hacían o terminaría enloqueciendo por completo.
-¿Con quién has venido?
-Con... todos.- Sus ojos no mostraban ni una pizca de luz. Estaban
vacíos y sin vida.- Será mejor que vaya a buscarlos.- Adam interrumpió mi
intento de huida. Sus manos estaban tan calientes que por un momento pensé que
me quemarían.
Me atrajo hacia él y me besó. Un simple contacto de labios prolongado
que hacía que su corazón se acelerase. Sus manos en mi cintura y las mías en su
pecho intentando alejarlo. No quería besarle ni estar con él. No recordaba nada
ahora pero qué pasaría cuando lo hiciese. Me odiaría por no haberle protegido
de Tom y dejarlo solo. Ahora estaba bien pero luego no querría saber nada de
mí. Me lo merecía por haberme olvidado de él mientras estaba con Tom.
-Es muy tarde.- Abrí los ojos al escuchar a Bill y me separé de Adam lo
más rápido que pude. Su corazón latía tan fuerte que me estaba empezando a
doler la cabeza.
-Sí.- Contesté a Bill.- Te llamo por la tarde.- Abracé a Adam e
inmediatamente Bill me cogió la mano y me condujo hasta la puerta sin dar
tiempo a Adam para despedirse.
Salimos por la puerta custodiada por los dos porteros de dos metros
cada uno. Algunos rayos del sol ya se dejaban ver en el horizonte. ¿Tan tarde
era para que estuviera amaneciendo? Andreas y Mara ya estaban montados en un
coche el cual desconocía. Era un deportivo plateado y por lo que parecía,
bastante caro. No me extrañó. Todo lo que tenían era bastante lujoso.
Bill me abrió la puerta trasera del coche donde estaba sentado Andreas
medio dormido, se sentó y arrancó el coche. Salimos casi disparados de a la
carretera apenas transcurrida. Mara estaba también dormida en el asiento del
copiloto.
Mientras miraba por la ventanilla, pensé en Adam. Su comportamiento me
había descolocado. No se acordaba de lo que había pasado con Tom y era lo
mejor. Yo había estado apunto de morderle por no controlar esa sed provocada
por mi instinto que sólo podía calmar Tom.
-Adam no...
-Era lo mejor.- Bill me cortó. Miraba a la carretera y a mí
alternativamente. Veía sus ojos por el espejo retrovisor. Sin el maquillaje no
podría distinguir cuales eran los de él y cuales lo de Tom.
-¿Lo mejor para quién? ¿Para Adam o para vosotros?- Su mirada se volvió
casi matadora por el espejo. Mi pregunta le había pillado por sorpresa y me lo
dejó ver en cuanto sonrió nervioso.
-Era lo mejor para ti.- Tenía razón. Ellos no ganaban ni perdían nada
por lo ocurrido pero yo sí.
-¿Por qué os cae tan mal Adam?- Su vista volvió a la carretera. Sabía
que nos les gustaba hablar del tema, ni a ellos ni a Adam pero la tensión era
notable. No podían estar ocultándome toda la vida que era lo que había pasado
entre ellos para que estuvieran así.
-No soy yo el más indicado para hablar del tema.- Lo dijo tan serio que
por primera vez en lo que llevaba con ellos, sentía miedo de Bill.
-¿Quién es el más indicado?
-Supongo que Adam.- Tenía razón. El día que intenté sonsacarle algo a
Adam, éste había salido por otro lado. Tendría que ser algo muy grave para que
estuvieran en esta situación.
-¿Es por qué la madre de Adam estuvo con vuestro padre?- El coche frenó
en seco haciendo que Andreas y Mara se despertaran de golpe.
-¡¿Estas loco, tío?!- Andreas se revolvió en su asiento.
-¡No vuelvas a mencionar a esa hija de puta!- Todo el coche quedó en
silencio. Bill apretaba el volante con fuerza aguantando la rabia.
-Bill, tanquili...- Bill le dio un manotazo a la mano de Mara que
intentaba acercarse a él. Ésta se volvió a mirarme. Aunque no lo dijera sabía
lo que estaba pensando. Sus ojos decían: Por tu culpa. Y estaban en lo cierto.
-Lo-lo siento, Bill.- Me entraron ganas de llorar. ¿Cuándo aprendería a
mantener la boca cerrada?- Lo siento mucho.- Me tapé la cara con las manos.
Sabía que pronto empezaría a llorar y no podría parar.
-Conduce tú.- Le dijo a Mara.- Me iré andando.- Abrió la puerta del
coche y se fue. Desapareció en la nada cuando intenté localizarlo por la
ventanilla. El coche volvió a moverse, esta vez en manos de Mara. Me sentía tan
estúpida.
Mara y Andreas no me dijeron nada ni siquiera un insulto o algo por el
estilo. Estuvieron en silencio todo el camino hasta llegar a casa donde cada
uno se fue a su habitación en silencio. No recibí el cariño beso y abrazo de
buenas noches de Andreas. La había cagado y bien pero no imaginé que pasaría
eso.
Entré en mi habitación. Estaba iluminada por la lampara de la mesilla
de noche y ella estaba sentada en la cama. Lloraba como lo venía haciendo desde
que la vi por primera vez. Sus pequeñas piernas aun no tocaban el suelo. Hoy
estaba especialmente guapa. Ya no llevaba ese vestido manchado de sangre sino
uno blanco que cubría sus blancas piernecitas. Su pelo rubio caía a ambos lados
de su cara dándole un toque angelical.
Anduve hasta donde estaba y me agaché ante ella. La tristeza y la
impotencia me podían. Mis rodillas dieron contra el suelo tan fuerte que se
escuchó en toda la habitación. Apoyé las manos sobre mis rodillas y empecé a
llorar. Mi mayor error era seguir viva y con ellos. Desde que yo había llegado
les había hecho la vida imposible a todo los miembros de la familia.
Mis lágrimas empezaron a mojar el suelo. Sentí sus pasos acercarse a
mí. No la quería junto a mí. Ella tan sólo era una ilusión de mi mente
perturbada. Su mano de apoyó en mi cabeza y la acarició. Ahora era ella la que
sentía lástima por mí y no yo por ella.
Levanté la cabeza y la miré. Las pequeñas gotitas todavía brillaban en
su cara. ¿Qué deseé en el momento que vi sus colmillos asomarse? Morir. Morir.
Morir. Morir. Morir. Morir y rápido.
Se puso en cuclillas delante de mí y me enseñó sus colmillos. Había
tenido la solución al dolor todo el tiempo delante de mis ojos pero no lo había
querido ver. Ella era la solución a mis problemas y mis ganas de desaparecer.
-Tom...- Susurré. Ya no la veía a ella sino a Tom. Estaba agachado
frente a mí, sonriendo. Era una sonrisa triste y apagada pero una sonrisa al
fin y al cabo.- Deberías de sonreír más.- Le devolví la sonrisa.
Sus ojos se volvieron rojos y su sonrisa desapareció. Mi solución. La
única razón por la que seguir viva era también la única razón por la que morir.
Agarré su camiseta y lo atraje hacia mí. Notaba a la perfección su
aliento chocando en mi cara. Había sentido tantas cosas por él esta noche y la
mayoría buenas.
Se abalanzó sobre mí dándome un golpe en la cabeza contra el suelo. Su
cuerpo sobre el mío, tan cerca como antes. Quería quitar esa barrera de ropa
que me separaba de él. Todo lo que me alejara de él me molestaba. Parecía que
me había leído el pensamiento cuando empezó a quitarse la camiseta y, a
continuación mi vestido. Lo arrancó literalmente.
Sus brazos alrededor de mi cuerpo evitaban que parte de mi espalda
tocase el suelo. Quería sentirlo como antes si Sasha no hubiese llegado. Quería
más de él o quizás lo que quisiera fuera él. Mi mente estaba haciendo de las
suyas. ¿Cómo iba a estar Tom así conmigo?
-Duele.- Las lágrimas se perdían en mi pelo.- Duele tenerte cerca. Me
duele sentirte en mi corazón.- Su lengua se deslizó por mi cuello.- La
oscuridad me da miedo.- Me abracé a él.
Su piel tan caliente a diferencia de la mía era placentera al igual que
sus caricias en mi cuello. No podía ni pensar ni moverme ni siquiera ver. Todo
lo que sentía era a él.
Sus colmillos se clavaron en mi piel. Notaba como la sangre resbala por
mi cuello hasta perderse en algún punto. Por mis venas empezó a recorrer fuego.
Un fuego abrasador que quemada cada centímetro de mi cuerpo pero el dolor no me
importaba. Yo sólo podía sentirlo y clavar mis uñas en su espalda.
La vista se me volvió nublosa y mi cuerpo débil. Ya no tenía fuerza
para poder apretar su cuerpo. Mis brazos cayeron a ambos lados de mi cuerpo sin
fuerza alguna. Apenas podía ver con claridad. Los ojos me pesaban. Tenía sueño.
Su cuerpo se separó del mío. No le veía. No podía saber dónde estaba
pero me daba igual. La oscuridad se hacia notable tanto fuera como dentro de
mí.
-Muere.
Fue lo último que escuché antes de ver una luz brillante ante mis ojos.
Comentarios
Publicar un comentario