Capítulo 2

Capítulo 2




El olor a magdalenas recién hechas me despertó. No hay nada que me gustase más en este mundo que esas delicias.
Cuando abrí los ojos, visualicé la enorme habitación en la que me encontraba. Las paredes estaban pintadas de blanco para que la luz penetrara mejor. Volví a mirar el cuadro con el que me había quedado dormida ayer. Si no recuerdo mal, yo tenía la foto conmigo y no la puse en su sitio...¿Cómo ha acabado allí? Da igual. Luego le preguntaría a la abuela sobre aquella familia.


Bajé las escaleras y en el comedor se encontraba todo el mundo desayunando. Shelly se percató de mi presencia.

-¡Lizzy!- Gritó.- La abuela ha hecho magdalenas. Tus favoritas.- Me enseñó las magdalenas que estaban sobre su plato.
-Buenos días a ti también, Shelly.- Le dije sentándome a su lado en la mesa.- Espero que me hayas dejado alguna ¿no?
-¡Sí! Papá se las quería comer pero yo se las he quitado.- Dijo con mucho orgullo.
-Muchas gracias.- Cogí una magdalena y le metí un bocado. Estaba deliciosa. Si mi abuela se dedicara a vender magdalenas se haría rica.- Abuela, ¿Te puedo hacer una pregunta?- Mi abuela me miró con cara de sorpresa.
-Claro. Dime.- La abuela esperó mi pregunta con una mirada dulce.
-¿Quiénes eran los Kaulitz?- Y esa dulce mirada desapareció. Mi abuela empezó a toser con brusquedad y mamá rápidamente le dio unos suaves golpes en la espalda.
-¿Por qué preguntas eso?- Dijo con un poco de miedo al formular esa pregunta.
-Es que ayer me estuve fijando en un cuadro que está colgado en mi habitación. Leí lo que ponía abajo, me resultó curioso el apellido y no sé...me gusto la foto.- Dije mirándola fijamente. La abuela pareció tranquilizarse un poco.
-Los Kaulitz eran una familia que ya vivía aquí cuando llegamos nosotros. Tenían cuatro hijos, dos de ellos adoptados,...y era una familia muy amable.- Dijo mirando hacia otro lado. Parecía que hablar de ellos le resultaba un poco incómodo.

-¿De dónde eran?- Pregunté. Me parecía extraño el apellido.
-Son alemanes pero vienen aquí en vacaciones.
-Hablas en presente. ¿Aún siguen vivos?
-Sí, bueno...ya no suelen venir mucho.- Se levantó, recogió los platos y empezó a andar hacia la cocina. Me resultaba curioso su comportamiento. Puede que alomejor no se llevara muy bien con esa familia.
-¿Cómo has dormido?- Mi madre me sacó de mis pensamientos como suele hacer siempre.
-Bien, bastante bien. El campo me va a sentar mejor de lo que pensaba.- A mi madre se le dibujó una sonrisa de satisfacción en la cara.
-No sabes cuanto me alegro. Tienes hasta mejor cara.
-Gracias...creo.- Puede que esto sea el mejor cumplido que he escuchado en un mes.
-Esta tarde es la feria del ganado. ¿Os gustaría ir?- Mi padre estaba mirando un folleto de publicidad donde anunciaban lo de la feria.
-¿Y habrá vacas?, Papi.- Dijo Shelly, que ya llevaba un buen rato en silencio comiendo sus magdalenas.
-Pues claro. Y cabras, pollos, caballos y un montón de animales más.-Dijo mi padre con voz de comerciante intentando vender un producto.
-¡Qué guay! Vamos a ir, vamos a ir, vamos a iiiir. Porfa Mami.- Puso esa cara que le funcionaba tan bien cuando tenía que convencer a mis padres de todo lo que a ella le diera la gana. Esta cría tendría que ir para actriz.
-Por mí, está bien. ¿Tú qué opinas, tesoro?- Me dijo mi madre.
-Si os hace ilusión ver vacas...vale.- La verdad no me apetecía mucho ir a una feria donde olería a estiércol por todos lados, a parte de mi fobia a todo bicho con plumas, que tenga pico...y ya, porque de tanto pensarlo me estoy mareando.

Subí de nuevo a la habitación a prepararme para la “super feria del ganado de Burdeos”. ¿Qué se pone una para ir a un sitio lleno de animales de granja? Opté por unos vaqueros, unas converse y una camiseta de manga corta, que por cierto era la misma que llevaba el día en el que lo conocí. De nuevo otra vez la extraña sensación de ser observada. Decidí vestirme pronto e irme corriendo hacia abajo, donde Shelly ya estaba preparada. La dejé en el salón jugando con su querido osito, Poppe, y puse rumbo hacia la cocina a hablar con mi abuela. No quería que se sintiera mal por lo del cuadro.

-Hola.- Dije cuando entré. La abuela se volvió sorprendida a mirarme. Tenía la cara pálida.- ¿Estás bien, abuela?
-Sí. Es que me has asustado.- Dijo con una sonrisa un poco falsa.
-Sólo venía a pedirte perdón por si te ha molestado lo de la foto. No debería de haberme metido en lo que no me importa. Simplemente quería decírtelo antes de irme.- Mi abuela se secó las manos y me abrazó. Una reacción un tanto inesperada por mi parte.
-No te preocupes. No esperaba que me vinieras con los Kaulitz, eso es todo.-Esta vez parecía que lo decía en serio.- Me gustaría ir con vosotros a la feria pero tengo muchas cosas que hacer aquí.


No sabía por qué la abuela había reaccionado así cuando le pregunté por los Kaulitz, ni por qué se había puesto así de nerviosa.

[…]


El viaje hasta la feria se estaba volviendo de lo más agotador. Llevábamos cerca de una hora en la carretera y como siempre el paisaje era el mismo.
Hacia ya un rato que me había puesto los auriculares, justo en el momento en el que mis padres empezaron a pelear. Sólo podía fijarme en las expresiones de sus rostros. Mamá parecía que de un momento a otro, le iba a estallar la vena del cuello y mi padre, solamente miraba a mi madre con cara de “te voy a destripar”. Shelly seguía jugando con Poppe, ajena a todo lo que pasaba.
Papá había esquivado más de cuatro coches desde que empezaron a discutir. No estaba pendiente de la carretera y yo cada vez me estaba poniendo más nerviosa.
Me quité los auriculares del Ipod y miré a Shelly. Estaba llorando pero sonreía.

-Enana, ¿Qué te pasa?- Me resultaba extraño su comportamiento.
-No quiero que papá y mamá se separen.- Se secó una lágrima que se le escapó de sus pequeños ojos azules.
-Tranquila papá y mamá no se van a separar. Todos los matrimonios se pelean de vez en cuando.- No se me daba muy bien eso de tranquilizar a la gente y mucho menos, a mi hermana pequeña.
-Ya. No les va a dar tiempo hacerlo.- Dijo con tono lastimero.
-¿Por qué dices eso?
-Por ese camión.-Señaló a un camión que se dirigía a nosotros a una velocidad bestial.
-¡CUIDADO!- Fue lo último que dije antes de ver los focos delanteros de ese coche estamparse contra nosotros.


-Hola, abuelo.
-Hola, Lizzy.
-¿Dónde estabas?
-Esperándote.
-¿A mí?
-Sí. A ti, a Shelly, a Pierre y a Carol.
-¿Por qué?
-Aun eres muy pequeña para entenderlo.
-No, abuelo. Ya tengo 18 años.
-No. Eres una niña.

Mi abuelo se ha ido. No hay nada todo está blanco. ¿Dónde estoy? Hay un espejo en medio de este vacío. Me acerco. Soy yo cuando tenía seis años. No puede ser. ¿Dónde está el abuelo?¿Y mis padres y Shelly? Miro a mi alrededor y no veo nada, sólo este blanco resplandeciente. Vuelvo a mirarme en el espejo y lo veo a él. Lleva la misma ropa que aquel día. Le sonrío pero parece preocupado.

-Huir es de cobardes.-Dice mientras desparece.

¿Por qué todo el mundo desparece? Yo no quiero estar sola. No quiero estar sola.

-¡Papá! ¡Mamá! ¡Shelly!

No puedo respirar siento que me ahogo. Miro hacia abajo y sólo hay sangre. Mi sangre.

-¡NOO!- Estaba soñando o delirando. ¿Dónde estaban? No les veía. Estaba mareada y la vista no me llegaba a nada más que verme a mi misma sangrando por todas partes de mi cuerpo. Me dolía la cabeza y tenía el brazo roto. Me levanté como pude y miré a mi alrededor. Creo que el mareo se intensificó cuando vi a mis padres tirados en el suelo y a Shelly unos metros más allá. Me acerqué a ellos poco a poco y puse mis dedos sobre su cuello. No tenían pulso y tenían sangre por todas partes.
Estaban...muertos.
Miré el cuerpo de Shelly que se encontraba tirada en el suelo. Me acerqué los más deprisa que mis piernas me permitieron. Estaba allí, tirada, con su cuerpecito lleno de sangre. Toqué su cara suavemente. Aun podía distinguir las lágrimas que había derramado antes. Le tomé el pulso a ella también. Un pulso que no existía. Mi cuerpo me empezaba a flaquear. No tenía fuerzas ni para llorar. Eché un último vistazo a mi alrededor. Mis padres, el coche destrozado, sangre por todos lados y ni rastro del camión.
Me levanté muy despacio. Tenía la sensación de que me caería en cualquier momento. Mi cuerpo iba dejando un rastro de sangre allá donde me dirigía pero mi única idea era encontrar algún coche que pasara por allí. Mi vista estaba borrosa por eso no estaba muy segura de lo que veía, aunque, reconocería su figura en cualquier momento. El ángel de mis pesadillas se dirigía rápidamente hacia mí y yo le esperaba de pie y sangrando a borbotones.
Lo último que vi fueron sus ojos y con mi último soplo de vida, le regalé una sonrisa antes de morir.


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