Capítulo 28

Capítulo 28


¿Qué sientes cuando mueres? Dolor.

¿Qué sientes cuando estás viva? Dolor.

¿Qué se siente cuando estás entre la vida y la muerte, cuando tú mundo se acaba y no sabes qué hacer? Dolor

¿Es el mundo un lugar justo para vivir o sólo es el reflejo de la vida? Sólo es el reflejo de la vida de todos los que viven en él.

¿Qué hay detrás de la muerte? Nada

 ¿Qué haces cuando estás al lado de la persona a la que más amas que es también a la que más temes? No lo sé.

¿Puede una sola persona hacer que tu mundo empiece y acabe cuando diga? No lo sé.

¿Se puede llegar a sentir todo eso por un monstruo? No lo sé.

Me di la vuelta en la cama y respiré hondo sintiendo como el aire llegaba a mis pulmones y mi cuerpo rechazaba cada una de las gotas de oxígeno que le proporcionaba. No necesitaba el aire para seguir viva...

Su mano aún estaba sobre mí pero ahora relajada y sin temblores, fría y cálida a la vez, protectora e insegura pero era la misma que tantas veces me había tocado y la que esperaba que nunca desapareciese. Ahora parecía tranquila no como anoche cuando lloraba ella más que yo. Sólo gritaba y le rogaba a mi padre poderse quedar esta noche para estar conmigo. ¿Era eso una madre?

-¿Cielo, estás despierta?- Su mano acarició mi frente y retiró el pelo que cubría mi cara. Estaba tan suave como siempre...- ¿Estás mejor?- Se incorporó en la cama observándome desde arriba con su dulce sonrisa como si nada fuese mal, la misma que vi cuando me desperté en su casa.

-Sí.- No lo estaba. Aún no había podido quitarme las imágenes de lo de Rachell. Su sangre llenando mi cuerpo y yo sintiendo como me llevaba conmigo lo más importante para un humano, su vida.

-¿Te encuentras con ganas de contarme qué pasó o prefieres decírselo a tu padre?- Anoche no quiso presionarme con preguntas que ni yo misma sabía responder. No sabía por qué había atacado a Rachell ni lo que pasó después de dejar de sentir su sangre por mis venas. Sólo me acordaba de haberme despertado llorando y gritando en medio de un montón de gente a los que no les veía la cara y en donde sólo escuchaba los gritos y el llanto desconsolado de mi madre.

-No me acuerdo.- Se llevó una mano a la frente y cerró los ojos intentando tranquilizarse.- Estaba en medio de la nada, la vi allí y sólo quise matarla.- Me asustaban mis propias palabras. No me creía que yo estuviera diciendo eso tan escalofriante.- Dios, espero que esté bien.- Mi madre me abrazó muy fuerte calmándome o calmándose a ella misma. Su olor era el olor que me despertaba por las noches cuando era Elizabeth, un aroma a protección y amor que sólo una madre podía entregar sin esperar nada a cambio.

-Todo está bien.- Se levantó de la cama y se puso bien la ropa. Se había acostado conmigo sin ni siquiera desvestirse o taparse sino que había estado allí sin importarle que pudiera pasarle al compartir techo con su propio enemigo, mi padre.- Si no hubiera sido porque Bill te encontró no sé lo que habría pasado.- ¿Bill me encontró? Me quedé impactada ante sus palabras aunque no me extrañaba, siempre era él el que acababa salvándome de todo.- Pero no tenemos que pensar ahora en eso, lo importante es que estás bien y no te ha pasado nada.

-¡Claro que me ha pasado! ¡Casi mato a una persona inocente!- Mi madre me miró con cara de preocupación y como si estuviera viendo a una cría de cinco años.- ¡¿Cómo puedes decir que no me ha pasado nada?! ¡Rachell puede estar muerta! ¡No estoy preocupada por mí sino por ella!- Me levanté de la cama enfadada. No entendía como mi madre hablaba con tanta tranquilidad cuando su propia hija podría ser una asesina.

-Eres una Kaulitz y no puedes cambiar eso, lo llevas en la sangre.- Me paré frente a la puerta cuando estaba a punto de marcharme. Sus palabras me crispaban los nervios con mucha rapidez.

-¿Y eso lo justifica? ¿Puedo matar a quien sea con tan sólo decir que soy Lilith Kaulitz? ¡¿Qué demonios tiene que ver eso?!- Ella se miraba en el espejo como si no fuese con ella.- ¡Contéstame!

-Porque todo el mundo respeta este apellido.- Se volvió y se dirigió hasta mí con paso majestuoso como sólo ella sabía, imponiendo respeto y elegancia con cada zancada.- Todo el mundo lo hace excepto nosotras.- Su mano acarició mi cara mientras contemplaba embobada como su mano lo hacía.

-No sé de qué estás hablando.- Le aparté la mano de mi cara y ella pareció salir de su aturdimiento.- Ni sé qué demonios estoy haciendo aquí contigo cuando debería de ver cómo está Rachell.- Me di la vuelta decidida a salir por la puerta y abandonar esta conversación sin sentido en la que me había visto envuelta.

-No te enamores, no cometas el error que cometí yo.- De nuevo, mis ganas de irme desparecieron para analizar cada una de las palabras que había dicho.- Los Kaulitz son peligrosos. Te hacen amarlos para luego machacarte a su antojo hasta que se cansan de ti y se van con una nueva víctima.- Observé como por su cara desfilaban ríos de lágrimas mientras ella sonreía para apaciguar el dolor.- Luego, te quedas sola y humillada, con el alma y el corazón destrozados. Y cuando ya no puedes más, cuando tu mente te pregunta qué si merece la pena vivir, te das cuenta que todo a sido un error pero que volverías a caer mil veces más si con eso consigues estar cerca de él.- Se secó las lágrimas y me miró con la dulce sonrisa que nunca desaparecía, la más bella y la que siempre estaba ahí aunque no tuviera motivos para salir.- Un Kaulitz es peligroso, un Lambert es peligroso, pero una mezcla de los dos es la muerte asegurada. Para ahora que no es demasiado tarde, antes que termines ahogada y desangrada en el Sörion.

-Demasiado tarde.- Salí de la que había sido mi habitación durante este mes para correr escaleras abajo y perderme en algún punto de la enorme mansión donde nadie pudiera encontrarme.

Mi madre lo sabía, sabía que estaba enamorada de Tom pero no sabía hasta qué punto. Bueno, ahora sí, se lo había dicho yo. ¿Cuál era mi próximo paso? ¿Descubrir que Tom no me ama y que estaba con otra? Tarde. Estaba claro que él no me quería ni un poco y que obviamente estaba con otra, con Sasha. Suponía que lo único que me quedaba era cortarme las venas y tirarme al lago, mi próximo paso según mi madre.

Abandoné la enorme mansión de mi padre dispuesta a buscar algún sitio en el que esconderme para aclarar mis ideas, no sin antes buscar a Rachell para saber si estaba bien. Me sentía realmente miserable por haberle hecho daño a una persona tan amable y buena como ella aunque yo desconociese cómo había llegado hasta tal punto. No me acordaba de nada de lo que pasó ese día y mucho menos del porqué de mi reacción, sólo de que dije delante de todo el Consejo que había sido yo la que le había dado su sangre a Adam y que tenía la necesidad de beber la sangre de mi hermano, la estúpida sed que no me dejaba hasta saciar mis ansias por completo.

Después de una hora andando llegué hasta el hospital donde hacía tiempo había estado Adam ingresado. La gente salía y entraba, unos preocupados otros felices y otros indiferentes fumando, charlando,... y allí la vi. Estaba parada frente a la puerta principal del hospital, muy bien vestida y mirando hacia todos lados. No parecía que hubiese salido del hospital de trabajar sino que había quedado con alguien.

Yo estaba detrás de los árboles del parque que había frente al hospital con niños jugando a mi alrededor y personas paseando tomando el sol de la mañana. Me debatía si acercarme o no a ella. Posiblemente no se acordara de lo qué habría pasado, ningún humano se acordaba después del ataque de uno de nosotros. Era un buen método para que los mortales siguieran sin saber de nuestra existencia a menos que nosotros quisiéramos que se acordasen.

Cuando por fin me decidí a ir a hablar con ella, cuando estaba a punto de dar mi primer paso hacia Rachell, me escondí de nuevo cuando alguien se acercó a ella. La persona que menos esperaba encontrarme, la menos indicada para hablar con ella y la más peligrosa para Rachell, Tom. No daba crédito a lo que estaba viendo. Tom y Rachell se fundieron en un abrazo de lo más cariñoso, más tarde, un beso en los labios y una sonrisa de mi hermano hacia ella mientras Rachell se ponía como un tomate. Siempre, durante toda mi vida, había esperado una sonrisa que no fuera fingida o terrorífica de mi hermano, ahora que la había visto me pareció la más bella del mundo pero había un pequeño inconveniente. Todo lo que en este momento sentía eran ganas de llorar y miedo, mucho miedo. Éste último no lo entendía. ¿Por qué miedo? Quizás fuese que me asustaba perder a la única persona que sentía cerca, que corría por mis venas y ahora mismo, necesitaba a mi hermano más que a nada.

Comenzaron a andar hacia donde yo me encontraba y me asusté tanto que salté hasta una de las ramas altas de los árboles. Era peligroso porque a plena luz del día alguien podía verme pero más peligroso era que fuese Tom quien me viese.

Sonaba raro incluso pensarlo pero ahora que los veía así, parecían una pareja feliz y enamorada. Rachell hablaba y Tom se reía de sus comentarios. Las gafas de sol me impedían ver sus ojos sin embargo, sabía que estaba bien, sin ese aura oscura que le perseguía a todas partes y de la cual yo había huido durante tanto tiempo.

Me bajé del árbol cuando ellos ya pasaron por delante y me dispuse a irme a casa. Ya sabía que Rachell estaba perfectamente por lo que nada me detenía aquí. Aunque me alegrase por su estado, me incomodaba que Tom estuviese con ella. ¿Eran pareja? En ese momento recordé las palabras de mi madre:

Los Kaulitz son peligrosos. Te hacen amarlos para luego machacarte a su antojo hasta que se cansan de ti y se van con una nueva víctima.

¿Era Rachell su próxima víctima? Me sentí obligada a salir corriendo y apartarla de su lado pero sería en balde. Estaba segura de que Tom jamás le sonreiría a una de sus víctimas, yo había sido una y nunca lo había hecho a menos que quisiera amenazarme o darme miedo. Con ella se comportaba de una manera distinta que nunca había visto en él.

-¿Elizabeth?- Una voz resonó en mi espalda y me volví en cuanto la escuché. La misma voz que me llamó anoche y la que me gritaba que parase. Rachell estaba en un puesto ambulante de comida con un helado en la mano. Tenía una sonrisa preciosa, tan dulce y amable...

-Ra... Rachell, qué... sorpresa.- Quería salir corriendo de allí y llegar lo más pronto posible a mi casa pero allí estaba fingiendo una sonrisa de idiota, nerviosa y rogándole al dios que fuera que me salvara.

-¿Qué haces por aquí?

-¿Yo?... pues... no sé.- Parecía estúpida tartamudeando.

-¿No sabes qué estás haciendo?- Se rió de mí en todo mi cara.

-Bueno, estaba dando una vuelta pero ya me voy. Adiós.- Me di la vuelta y me puse a andar lo más rápido que podía. Si ya había quedado como una tonta, por un poco más...

-¡Espera!- Cuando quise darme cuenta, la tenía agarrándome del brazo y tirando de mí hacia donde estábamos antes.- Quiero presentarte a alguien.- No, no, no, no, no, no, no, ¡NO!

-¡No! ¡Espera, Rachell!- Yo tiraba hacia el otro lado y ella hacia el contrario. Podría darle un tirón y salir corriendo pero hacer muestra de mi fuerza en un parque atestado de gente sería demasiado “extraño”.- ¡Tom!- Al escuchar su nombre fue cuando me detuve en mi intento de huida y desistí de tirar más. Mi hermano hablaba por teléfono dándonos la espalda pero en cuando Rachell lo llamó con esa voz tan... “romántica”, él se volvió sonriendo hasta que, por supuesto, me vio.- Te presento a Elizabeth, es una amiga mía.- ¿Mi cara en ese momento? Tendría que estar más blanca de lo que normalmente estaba, con los ojos desorbitados y más tiesa que un palo. La cara de Tom no la pude definir debido a que la mayoría estaba cubierta por sus enormes gafas negras pero hizo una mueca extraña con la boca que no me gustó nada.

-Lo sé.- Rachell lo miró extrañada pero Tom no la miraba a ella sino a mí. Sentía como su mirada se clavaba en mí a través de los cristales pero seguían dando la misma sensación que si no llevase las gafas.- Es mi hermana.

-¡¿Qué sois hermanos?!- Rachell nos miró alternativamente hasta que se paró en Tom.- Pues no os parecéis en nada.- No pensé que Tom fuera a decirlo sino que diría algo así como “Encantado” o un “Vale” indiferente y seco como siempre. En lugar de eso, me sorprendió diciéndole que era su hermana.- ¡Qué alegría!

-Uhm.- Había una gran diferencia entre el Tom de antes y el de ahora. La oscuridad había aparecido en él y la sonrisa desaparecido hasta que se dirigió a ella.- Será mejor que nos vayamos o nos cerraran el restaurante.- Cogió a Rachell de la mano y la apartó de mí.

-Tengo una idea. ¿Por qué no se viene Elizabeth con nosotros?- Me miró a mí y yo negué con la cabeza repetidas veces y muy rápido.

-No creo que...

-No quiero ir de sujeta velas...

-Es mejor estar solos...

-Sí, mejor...

-Además, ella sería una molestia.- Ese fue el punto clave para acuchillarle con la mirada. ¡¿Qué yo era una molestia?! ¡¿Pero qué mierda se creía que era?!

-Me encantaría ir.- Le faltó poco tirarse encima mía y destriparme pero claro, no podía hacerlo delante de tanta gente si no, estaba segura que lo hubiese hecho.

-¿Qué?- Su “¿Qué?” fue un intento de que me retractase de mis palabras y que dijese que tenía planes o algo así, no obstante, hoy me apetecía ser mala aunque cuando estuviéramos solos me degollase, disfrutaría de este momento.

-Que me encantaría ir con vosotros, no tengo nada que hacer.

-¡Estupendo!- Rachell me abrazó cariñosamente bajo la atenta mirada de mi “queridísimo” hermano.

Rachell agarró a Tom del brazo y comenzamos a andar mientras ella se terminaba su helado. Yo parecía la típica amiga florero que acompaña a su amiga y a su novio pero estaba disfrutando tanto de putear a Tom... Sabía las consecuencias que me traería luego no cumplir con las órdenes de Tom pero ¿quién era él para darme órdenes? Estaba harta de que me mandase e hiciese conmigo lo que quisiese y yo tenía que callarme y hacerle caso a todo lo que decía. Aunque mi vida corriese un gran peligro cuando Tom estallase, no dejaría que este momento se me fuera de las manos.

Llegamos hasta el coche de Tom, el enorme Cadillac negro que tanto me gustaba. Me quedé absorta mirando como mi hermano le abría la puerta a Rachell y como agradecimiento, ésta le dio un ligero beso en los labios. Luego, me miró y me agarró del brazo sin que ella se diese cuenta.

-¿Se puede saber que mierda estás haciendo?- Hablaba bajito para que ella no se enterase. Supe que estaba deseoso de hacerme daño cuando su mano apretó fuertemente mi cara.- Deja de jugar, vas a perder.

-Vamos a ver quién pierde primero.- Le desafié. ¡Le desafié! y me sentí genial. Era la primera vez que le había contestado y esperaba que no fuese la última.

-¿Pasa algo ahí atrás?- Rachell se asomó por la ventanilla del copiloto y miró extrañada la escena.

-Nada.- Me quedé sorprendida cuando Tom acercó su cara a la mía y me dio un beso en la mejilla como si fuéramos dos hermanos normales.


[…]


Centro de Hamburgo. 40 ºC a la sombra a las tres de la tarde y como era obvio, a Rachell se le ocurrió la fantástica idea de irnos a la piscina de su hermano, Peter. Tom aceptó porque sabía que yo no tenía ropa de baño y que no iría con ellos pero claro, ahí no terminaba la cosa. Su sonrisa de superioridad al yo quedarme de piedra cuando Rachell me lo propuso me hizo ponerme histérica y tirarle un vaso de coca cola en la cara. Tras eso, le faltó poco para matarme delante de todos los comensales del restaurante aunque no lo hizo, obviamente, pero sí vi como de entre sus labios se escapaba un “Te voy a matar” que me dio miedo. Tenía que reconocer que estaba gozando de hacer sufrir a Tom porque estaba Rachell delante y sabía que delante de ella no se le ocurriría hacerme nada pero cuando estuviéramos solos... no quería ni imaginármelo.

Ahora, estábamos aparcando el coche en frente de la casa de Peter y yo con un bikini de Rachell la cual me había ofrecido gustosa para mala suerte de mi hermano. Era negro que con ese color destacaría demasiado ya que yo estaba blanca (lógico cuando estaba muerta), y bastante básico. Después, nos pasamos por casa de mi madre para coger el de Tom que me daba miedo de mis reacciones cuando lo viera en bañador. Me daba vergüenza estar con tan poca ropa delante de tanta gente a la que desconocería, seguro, a la inmensa mayoría. Nunca me había puesto desnuda delante de nadie, nadie que no fuese Tom o en su defecto, Adam y Rachell tenía un cuerpo tan bonito que eclipsaría a todos. No era que yo fuese a que me mirasen, prefería pasar inadvertida y centrarme en aguarle la fiesta a Tom.

Bajamos del coche y entramos en casa de Peter. Nunca me imaginé que viviese en una casa tan grande como esta. El jardín era enorme y por lo visto, la fiesta había empezado hacía ya varias horas. Cuando entramos, había latas de cerveza tiradas en el suelo, cuadros descolgados, parejas morreándose por todos lados y un olor bastante fuerte a algo que desconocía. Cuando por fin salimos al patio trasero donde estaba la piscina, vimos como estaba atestada de gente, con música a todo volumen y bebidas por un tubo.

-¡Rachell!- Vi como Peter se acercaba corriendo hacia su hermana y la abrazaba empapado de agua.

-¡Quita, me estás mojando!- Rachell empujó a su hermano riéndose a carcajadas. Me dio tanta envidia, yo nunca podría estar así con Tom...- Deja que te los presente. Este es Tom,... un amigo.- Peter estrechó la mano a Tom y éste sonrió ¡¿Pero por qué le sonreía a todo el mundo?! ¡¿Quién era ese que se parecía a mi hermano pero que no era él?!- Y esta es Elizabeth, su hermana.- Sonreí a Peter cuando me miró de arriba abajo y se quedó embobado en mi ¿escote?

-Ya nos conocemos.- Me quedé sorprendida cuando me abrazó a mi también mojándome toda la ropa.- Joder que si nos conocemos...

-Yo también me alegro de verte.- Obviamente lo hacía aunque entre que estaba mojado y que olía igual que toda la casa, me había dejado tocada.

-Ven, vamos a cambiarnos.- Rachell me guió hacia la planta superior donde también había gente besándose y donde se escuchaba más de un grito que me imaginaba de qué.

Entramos en una habitación después de abrir varias donde había gente haciéndolo, y digo gente porque no sólo eran parejas sino también habían tríos y orgías. No conté el número de habitaciones que tenía la casa pero sin duda, eran muchas. Ni se me pasaba por la cabeza que Rachell fuera rica o algo por el estilo de lo contrario habría elegido una carrera con más “importancia”. No decía que enfermera no lo fuese pero estaba acostumbrada a que los hijos de los ricos y millonarios del mundo (entre los que me encontraba) aparte de no hacer nada, estudiaban carreras con más relevancia que la de enfermería.

-Creo que podemos cambiarnos aquí.- Rachell empezó a quitarse la ropa y yo a ponerme nerviosa. No había otra habitación y a mí me daba pánico desnudarme delante de ella.- ¿Qué te pasa?- Me miró extrañada cuando me quedé mirando fijamente en la ventana para no verla a ella.

-Nada, es que no... esto... yo... bueno...- Cuando me ponía nerviosa tartamudeaba y lo odiaba. Parecía estúpida cada vez que lo hacía pero con ella no podía evitarlo, me salía solo.

-¿Te da vergüenza?- Me pilló. Estaría roja por como me quemaba la cara.

-Un poco.

-¿Cómo te va a dar vergüenza? ¡Somos mujeres! Créeme, he visto cada cosa...- Sus palabras hicieron que me sintiera más cómoda y que me empezara a desvestir.- ¿Sabes?, jamás imaginé que fueras hermana de Tom.- ¿Y a qué venía eso? No me apetecía nada hablar de Tom en estos instantes y mucho menos con ella.

-¿Por qué?- Decidí hacerme la tonta y sonsacarle algo ahora que estábamos a solas mientras buscaba la señal de mis colmillos, las cuales no estaban.

-Sois tan distintos aunque debo reconocer que tenéis los mismos ojos.- Era cierto, sus ojos eran iguales a los míos.- Y además sois guapísimos.

-Anda ya.- Vale, parecíamos amigas de toda la vida y me resultaba raro. Estaba hablando tan tranquila con la mujer que había intentado matar no hace ni veinticuatro horas.- ¿Te puedo hacer una pregunta?- Terminé de ponerme la parte de arriba del bikini y con la que daba por finalizado mis minutos de bochorno.

-Claro.- Observé como se terminaba de vestir. Tenía un cuerpo perfecto, con un moreno envidiable que resaltaba su pelo dorado y sus ojos verdes. Me me extrañaba que a Tom le gustase.

-¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Tom?- Se le escapó una pequeña sonrisa por recordar lo que supuse, el día que se hicieron oficialmente pareja.

-Formal, llevamos saliendo dos semanas pero lo conozco desde antes.- Ahora, me apetecía escucharlo y no bajar a beber y bañarme en la piscina pese a la calor que hacía.

-¿Hace cuanto?

-Un día después de la fiesta de graduación.- Mi cara tuvo que ser la viva estampa de la incredulidad. ¡¿Cómo había podido comportarse tan bien con ella cuando el día anterior había bebido su sangre hasta hartarse?! ¡Dios, yo había hecho lo mismo!- ¿Bajamos?- ¡Era un monstruo!

-Sí.- Salimos de la habitación mientras todos los que nos encontrábamos nos miraban casi babeando.

La cosa no cambió cuando llegamos a la piscina. Tom estaba hablando con Peter  y ambos, cuando se percataron de nuestra presencia, se volvieron a mirarnos. Todo era tan embarazoso que me entraron ganas de esconderme en algún lado para que nadie me viera. Notaba la mirada de muchos en mí y eso me ponía muy nerviosa mientras Rachell avanzaba segura de sí misma. A cada paso que daba pensaba si a lo mejor tenía el bikini agujereado o manchado o lo que fuese para que todos me observasen.

-¡Madre mía!- Cuando pensé que Peter piropeaba a su hermana se vino hacia mí e hizo que diera una vuelta sobre mí misma para contemplarme mientras Tom y Rachell observaban la escena.- Déjame decirte que estás fabulosa.- Eso no me lo esperaba.

-Gracias.- La moral me estaba subiendo y con ella mi autoestima. Comprendí que todas las miradas de los chicos no eran porque tuviese algo roto o cosas similares, sus miradas estaban cargadas de lujuria y de deseo y ¿a qué chica no le gustaba que la mirasen así?

La música taladraba mis oídos y no tardé en tener un vaso de plástico lleno de cerveza que Peter me había dado en mis manos. La gente bailaba, saltaba, gritaba, se tiraba a la piscina... Lo más irritante, era que Rachell y Tom no habían dejado de besarse desde que llegamos de cambiarnos. Las manos de Tom agarraban el culo de Rachell fuertemente y ésta pasaba sus manos por su cuello acariciando sus trenzas. No debería de sentirme como me estaba sintiendo pero no lo podía evitar. Cada vez que los miraba era como si algo se clavase en el pecho y no me dejase respirar.

-Les deberíamos de proponer que se fueran arriba.- La voz de Peter me sacó de mis pensamientos perturbados.

-Deberíamos.- Le di un trago a mi cerveza y me volví a mirar a Peter que los veía divertido.- ¿Sabías que estaban juntos?

-Algo sabía. Adam me lo dijo y que me andase con ojo con tu hermano pero a mí me parece un tío de puta madre.

-¿Adam te ha dicho eso?

-Sí.- ¿Qué demonios le pasaba a Adam? Sabía que le caía mal Tom pero no tenía derecho a meterse en la relación que tenía Rachell con él.- ¿Quieres bailar?

-¿Bailar?- Desvié mi mirada a Tom y lo pillé mirándome aprovechando que Rachell se había ido a por unas copas y habían dejado de comerse el uno al otro.- Claro.- Peter hizo una señal con la mano al DJ y de momento comenzó a sonar una canción bastante marchosa y... sexy.

Sus manos se posaron en mi cintura y me pegó a él. Nuestros cuerpos estaban completamente juntos, literalmente. Decidí seguirle el juego y pasar mis brazos por su cuello dejando nuestras bocas a escasos centímetros. No tenía ni idea de por qué me comportaba así pero me gustaba. Era la primera vez que me sentía con poder y no la típica chica a la que manejaban como querían.

Se empezó a mover sin separarse de mí sintiendo como su cuerpo se rozaba con el mío en lo que parecía simples roces y no un baile. Cada vez me apretaba más fuerte entre sus brazos musculosos de horas y horas de gimnasio pero sin ser extremadamente musculoso. Mientras nos sonreíamos, observaba como las gotas de agua bajaban de su pelo recorriendo un camino trazado en su cara.

Nos movíamos sensualmente hasta ponernos al borde de la piscina. De repente, lo tiré a a la piscina no sin antes, él agarrarme y caer juntos en el agua. De nuevo comprobé que no me hacía falta respirar y que podría estar horas y horas sumergida sin que me pasase nada. Cuando salí a la superficie tenía a Peter riéndose de haberme arrastrado con él. Me di cuenta de que la coleta que me había hecho había desaparecido y había dejado el pelo suelto.

-Tienes un pelo precioso.- Lo acarició como si de una niña pequeña me tratase.- Tú eres preciosa.- Veía como Rachell me hacía gestos para que no dijese que se acercaba y así poder ahogar a su hermano.- ¡Ah!- Rachell se le echó encima a Peter hasta dejar su cabeza bajo el agua.

Mientras me reía con Rachell, empecé a buscar a Tom entre toda la gente hasta que lo vi en la piscina nadando y viniendo hacia nosotros. Me ponía nerviosa por momentos cuando cada vez lo tenía más cerca y justo en el momento en el que nuestras miradas se cruzaron sentí como tiraban de mi pie y me sumergía en el agua donde vi su torso, el mismo que yo había tenido sobre mí y a Peter sonriendo bajo el agua.

-Jajaja.- Cuando salí Peter se reía al igual que Rachell menos Tom, claro y suponía que mientras yo estuviera, no lo haría.- Lo siento pero no puedes entrar en una piscina sin que te hagan una aguadilla.- Había sido Peter y al verlo reírse me contagió.- Voy a por unas birras.

-Voy contigo.- Rachell salió de la piscina junto a su hermano y yo me quedé con el mío y las puñeteras gafas de sol que no me dejaban ver su expresión.

-Ho... hola.- Quise salir nadando hacia otro sitio o simplemente salir del agua hasta que me agarró y me acorraló entre el bordillo y sus brazos.

-Y encima te cachondeas.- Sabía que estaba enfadado por su voz o eso parecía cuando hablaba a gritos aunque con la música a todo volumen no se podía hablar bajito.- ¿Crees que no te he visto con Peter?- Las gotas de agua recorrían sus brazos y su torso acariciando su piel. Me estaba despistando, me estaba despistando, me estaba despistando ¡Me estaba despistando!

-¿Eh?- Parecía tonta pero estaba tan embobada mirando las gotas que ni siquiera escuché lo que había dicho.

-No te hagas la tonta, te restriegas muy bien.- Sonrió pero con la malicia que siempre tenía para mí. Me veía reflejada en sus gafas con el pelo mojado y con gotas pasando por mi cara y no era del agua de la piscina sino de la calor que tenía.- ¿Estás cachonda?

-¡¿Qué?! ¡No seas cerdo! - Encogió un poco más los brazos por lo que lo tuve un poco más cerca viendo como movía el piercing del labio con la lengua.- ¿Estás celoso?- Quise parecer valiente frente a él aún sabiendo que podía llevarme una torta que me dejase inconsciente por varios días.

-¿Yo? La única que está celosa aquí eres tú. No soportas como me beso con Rachell, como la toco, como le... sonrío.- Eso era cierto. Quizás estuviese un poco celosa sobretodo de las sonrisas que le dirigía pero no podía dejar de sentir esa sensación.

-Ni tú soportas como me pego a Peter, como le toco, como le sonrío,...

-¿Y como le besas? ¡Ah, no! Que aún no lo has hecho.- Me estaba tentando a empezar un juego en el que no quería participar pero me veía obligada a hacerlo para que se diera cuenta de que yo no era ninguna tonta con la que siempre ganaba.

-Tiempo al tiempo, hermanito.- Su sonrisa tan malvada era matadora. Su cuerpo se volvió a acercar un poco más porque sabía que tenerlo tan cerca me desconcentraba y así él podría jugar con ventaja.

-Aún no has contestado a mi pregunta, ¿estás cachonda?- No sabría contestar a esa pregunta aunque quisiera porque sencillamente no podía pensar si lo tenía a menos de veinte centímetros de mí

-¿Y tú?- Yo también sonreí maliciosa tal y como él me había mostrado tantas veces. La sonrisa se borró de mis labios cuando se pegó completamente a mí y lo sentí. Había “algo” abultado en su bañador que se rozaba conmigo y no era su móvil precisamente.

-Mucho.

-¡Hey! Ya estamos aquí con las cervezas, ¿saléis fuera?- Rachell nos interrumpió. Interrumpió su sonrisa tremendamente seductora, nuestro contacto y mis ganas de tirarme a sus brazos.

Tom se apoyó en el bordillo de un ágil movimiento había salido y había cogido el vaso que le había dado Rachell y en agradecimiento, Tom le metió la lengua hasta la campanilla frente a mi cara de panoli. Yo también me apoyé pero Peter como todo un caballero, me agarró y me ayudó a subir.

Rachell no tardó en engancharse al cuerpo de mi hermano y besarle el cuello, sin embargo, yo sabía que ahí no conseguiría excitar en exceso a mi hermano, si lo que pretendía era eso, el punto débil de Tom era la oreja. Recordaba como le temblaron los brazos cuando se la lamí en los baños del restaurante haciéndolo gemir de placer. De las dos veces que nos habíamos acostado, esa vez fue la primera que vi su cara de placer, la cual tenía que olvidar si no quería desmayarme en medio de todos.

Aunque me costara reconocerlo, estaba bastante... ¿cómo lo diría?... excitada o con palabras textuales de Tom, cachonda, pero cómo no estarlo cuando lo tenía delante, meneándose de esa forma tan sexual agarrando a Rachell, con su cuerpo brillante por el sol que se reflejaba en el agua o en el sudor por la calor y con ese movimiento de su piercing que estaba por volverme loca.

-Aún no hemos terminado nuestro baile.- Pegué un bote en cuanto Peter me habló con voz sensual al oído. Me dio otro vaso de cerveza que no me gustaba pero al parecer, era lo único que había en la fiesta a parte de porros y drogas varias.

-Cierto.- Le di otro trago a la cerveza helada para así poder bajar un poco el calor que me recorría por todos lados. De nuevo, tuve a Peter a pocos centímetros de mí, sus manos en mi culo y su boca cerca de mi oreja. Me quedé impresionada cuando puso las manos ahí pero tampoco me importaba siempre y cuando no se pasase.

-Pensaba que íbamos a bailar.- Él no se movía sino que estaba en la misma posición y yo con las manos a ambos lados de mi cuerpo porque, sinceramente, no sabía dónde ponerlas.

-Podemos hacer algo más divertido si te apetece.- Estaba claro que estaba drogado y borracho. ¿Cómo podía decirme esas cosas? ¡¿A mí?! ¡El ser más asqueroso de todo el planeta Tierra!

-Creo que estás muy borracho.- Abrí mucho los ojos cuando empezó a restregarse contra mí.

-No estoy borracho sino con un calentón que te cagas.- Fino como él mismo. Con él, ya éramos tres los que lo estábamos, o cuatro contando con Rachell ya que la manera desesperada con la que besaba a mi hermano sólo podía significar eso.- ¿Qué propones como solución a mi problema?- Buena pregunta. El “problema” de Rachell lo podía solucionar Tom y viceversa y el de Peter lo podía solucionar yo y él el mío.

-Te espero arriba.- ¡¿Era consciente de lo que acababa de decir?! Estaba claro que no pero qué remedio me quedaba. No era normal que Tom pudiera provocarme estás cosas y dado que no me volvería a acostar con mi hermano pasase lo que pasase tenía que buscarme un remplazo.

Comencé a subir las escaleras a toda pastilla pensando si era eso lo que realmente quería, acostarme con un tío que con esta, sólo lo había visto dos veces y que estaba borracho. No era la mejor solución a un problema desesperado como el mío pero Mara me lo dijo una vez: “El sexo es vital para nosotros, necesitamos la energía que le sexo nos proporciona”. Me lo tomaría así, como una cuestión de supervivencia que sólo Peter, un humano, podía resolver y esperaba que también satisfacer.

Entré en la habitación donde me había cambiado antes con Rachell y me senté en la cama. ¿Cómo era posible que estuviera a punto de hacer eso? Sólo lo había hecho tres veces en toda mi vida, una con Adam donde no sentí nada, y las dos restantes con mi propio hermano, que había disfrutado como nunca pero estaba el inconveniente de que era mi hermano y que sus penetraciones eran muy... intensas.

Me levanté de la cama y miré por la ventana. No veía Peter por lo que tendría que estar de camino. Tom y Rachell tampoco estaban, seguro que se habían ido a solucionar sus “problemas” ellos también. La gente parecía estar pasándoselo muy bien y no era para extrañar. Nunca había estado en una fiesta ya que nunca me había invitado a ninguna pero seguro que esta se hubiera llevado la palma de todas ellas.

La puerta se abrió y escuché como al cerrarse, Peter echó el pestillo. Me puse tensa de inmediato. Le daba la espalda, sin embargo, con tan sólo escuchar sus pasos acercándose a mí, ya me ponía nerviosa. Sus manos se posaron en mis hombros y descendieron por mis brazos hasta coger mis manos y pegarlas a la pared haciendo que todo mi cuerpo se pegara también. Desató la parte de arriba del bikini y con ella, mi excitación. Peter sabía lo que hacía y mejor fue cuando empezó a tirarme bocados en el cuello, bocados que se alternaban con lametones en él.

Sentía su torso pegado a mi espalada, húmedo y pegajoso que al separarse de mi espalda hacía el sonido más sexy al acompañar a la música que retumbaba por toda la casa. Su entrepierna se restregaba contra mi trasero simulando una penetración. ¡Dios, me iba a volver loca! Abrí los ojos de golpe cuando su lengua empezó a bajar por mi espalda hasta llegar a la goma de la parte de abajo del bikini. Ésta descendió por mis muslos hasta quedarse por mis tobillos. Peter mordió mi nalga derecha y lo hizo. Hizo que mi excitación aumentara cuando su lengua se metió dentro de mí. Solté tal gemido que me dolió hasta la garganta. Su lengua salía y entraba con suma facilidad y si seguía así no tardaría en tener el mayor orgasmo hasta ahora. Peter, sabía qué hacer en cada momento, cómo moverse, dónde tocar y cómo volverme loca. Era mejor que Tom aunque más bestia pero me gustaba que fuera así, tan salvaje y enigmático.

Dejó de hacer lo que me provocaría un derrame cerebral y pasó a los besos y bocados por todo mi cuerpo. Me hubiera gustado volverme y devolverle sólo un poco de lo que me estaba provocando a mí pero sus manos acorralaban a las mías contra la pared y me impedían moverme.

Cada unos de mis gemidos resonaba en la habitación y el que más se oyó fue el que di cuando se introdujo en mí violentamente. Pese a la fuerza con la que me penetró, no me dolió. Estaba disfrutando tanto de sus besos húmedos en el cuello y de lo que me hacía sentir por todo el cuerpo que dejé de escuchar música alguna y me olvidé por completo de dónde me encontraba. Las embestidas hacían que casi tocara el cielo con las manos. Peter me besaba y lamía justo donde a mí me gustaba como si lo hubiera hecho antes. Era fantástico que me hiciera perder la cabeza de esa manera.

-¡No puedo más!- Las piernas ya me estaban empezando a temblar y no tardaría mucho en alcanzar el colmo de la excitación.

Por lo que sentí y por como aceleró el ritmo, él tampoco tardaría mucho en terminar. Las embestidas se hicieron más fuertes y continuadas, y yo no podía dejar de pedirle más y más como si fuera una salida. Si lo pensara con un poco de lucidez se me hubiera caído la cara de la vergüenza pero en este momento desconocía el significado de esa palabra o simplemente mi cabeza no podía pensar en ello sino en Peter y en como estaba consiguiendo hacer que me perdiera en un mar de placer y excitación

De una embestida bestial que empotró todo mi cuerpo contra la pared, terminó, y yo con él. Intenté aguantar mi grito de placer cuando llegué al mejor orgasmo de mi vida pero no pude. Le demostré con mis gemidos que había conseguido lo que ni Adam ni Tom habían conseguido, hacerme disfrutar al máximo sin preocuparme por lo que viniese luego o por el dolor.

Sus manos soltaron las mías envueltas en sudor, todo mi cuerpo lo estaba. El pelo se me había pegado en la frente y mi respiración era agitada y entrecortada por la excitación tan intensa que había tenido segundos antes. Cuando su cuerpo se alejó por completo del mío, bajé mis manos temblorosas hasta mis tobillos y me subí el bikini. Me volví para felicitar a Peter y ¿por qué no?, a proponerle otro para más tarde. Mi sorpresa fue tal al ver que no estaba que me puse muy nerviosa. Era imposible que hubiera desaparecido tan rápido y sin ni siquiera abrir la puerta. No le di importancia.

Me puse la parte de arriba del bikini negro de Rachell, abrí la puerta y bajé las escaleras. Rachell hablaba con un grupo de chicas, todas muy animadas a causa del alcohol. En cuanto me vio, vino corriendo hasta mí y me tendió mi tercer vaso de cerveza que con la garganta seca de tanto gritar me venía de maravilla.

-Elizabeth, te voy a presentar a mis amigas de la infancia. Esta es Marie, Samantha y Serena.- Las chicas iban sonriendo cuando Rachell decía sus nombres que si me los preguntaba de nuevo, no me acordaría.- Chicas, esta es Elizabeth, la hermana de Tom.

-Encantada.- Parecían buena gente y nada presuntuosas como la mayoría de las chicas que conocía. Marie, era una chica morena, alta y con unos ojos negros preciosos, parecía extranjera... Samantha tenía la pinta de la típica rubia tonta o eso parecía a parte de una top model, y por último, Serena una... ¡vampiresa! Me saludó bajando la cabeza y sonriendo como reverencia y señal de respeto hacia mí. Tenía el pelo negro intenso y los ojos marrones. Era asiática o tenía raíces de allí, quizás era japonesa, china, coreana...

-Así que hermana de Tom, ¿en?- Samantha me guiñó un ojo y sonrío. Tenía una sonrisa dulce y divertida que me hizo reír a mí también.

-Sí.- Busqué a Tom con la mirada y me lo encontré solo, fumando y con otro vaso de los que sería ya su séptima cerveza.

-Es la pequeña de cinco hermanos y es un cielo.- Rachell me alabó delante de sus amigas y yo me sonrojé. Todavía me preguntaba cómo había sido capaz de morder a alguien tan buena como ella que por cierto, ¿dónde demonios tenía la marca de mis colmillos?- Os voy a presentar a Tom.- Rachell también buscó a Tom entre la multitud de gente y lo llamó.- ¡Tom!- Levantó la mano hasta que mi hermano la vio y vino hasta donde estábamos.- Tom, quiero presentarte a mis amigas.- Tom les sonrió a todas y éstas respondieron con una sonrisa seductora hacía él.- Estas son, Marie, Samantha y Serena.

-Encantado.- Tom les dio la mano a cada una de ellas que sólo les faltó desmayarse para terminar de dar el cante.

Comenzaron a hablar de cosas a las que no les presté demasiada atención. Yo me encargaba de buscar a Peter pero no lo encontraba. Seguramente se fuera porque tenía algo que hacer o algo así. Me decepcioné bastante al no verlo. Quería repetir la experiencia antes de irme ya que estaba cayendo la noche y dudaba mucho que Tom quisiera que me quedara más tiempo por aquí.

-¿Te ha gustado?- Miré extrañada a Tom que bebía de su vaso tranquilo después de hacerme esa pregunta sin ninguna coherencia o... sí. Seguramente, ya sabría que me había ido a la habitación con Peter.

-Me ha encantado.- Sonreí con chulería ante la sonrisa de mi hermano. Rachell y sus amigas seguían conversando ajenas a nuestra charla.- He disfrutado como nunca.

-Me alegro.- Le dio una calada al porro que se estaba fumando. Sabía que Tom fumaba pero no ese tipo de cosas.- A mí también me ha encantado.- ¿Ahora me quería restregar que él también había mojado? Pues muy bien por él. Me daba igual lo que hiciese, a mí ahora sólo me preocupa encontrar a Peter y repetir.

-Yo también me alegro por ti.- Me hice la indiferente e intenté centrarme en la conversación de las chicas. Hablaban sobre la nueva colección de otoño-invierno de Dior y de otras cosas de moda.- ¿Has visto a Peter?- Me dirigí a Tom de nuevo después de aburrirme de lo que contaban Rachell y las demás.

-Hace un rato que salió a comprar más birras.- Vaya, ya no me daría tiempo a verlo de nuevo a no ser que...- Oye, ¿cuándo nos vamos?- Tom me miró después de darle otra calada al porro y echarme el humo a la cara.

-¿Quieres irte ya?

-¡No! Es sólo que...

-Pensé que querrías echar el segundo aquí.

-No seas cerdo.

-La única que está cerda hoy eres tú.- Le dijo algo en el oído a Rachell y ésta asintió sonriendo. Tom me agarró del brazo y me apartó de las chicas hasta que estuvimos lo suficientemente alejados para hablar bien sin susurrar.

-¿Qué haces?

-Estoy dispuesto a echar el segundo si quieres.

-Quiero pero con Peter.- Me volví dispuesta a irme a buscar a Peter de nuevo y alejarme de Tom pero éste me seguía mientras andaba entre la gente.- Tú vete y echa otro con Rachell.- Tom se rió a mis espaldas.

-A mí me encantaría echar otro pero aguantar los gemidos para que no te dieras cuenta de que era yo, ha sido muy difícil.- Me paré en seco en cuanto escuché sus palabras.

-¿De qué estás hablando?- Me volví y él se quitó las gafas de sol que hasta el momento no me habían dejado verle los ojos.

-Sorpresa.- Sonrió y a mí se me paró el riego sanguíneo.

-Dime que es una broma de mal gusto.- Le pedí suplicante pero mi hermano negó con la cabeza divertido.- No puede ser.- No daba crédito a lo que Tom había dicho. Había sido él ¡Me había vuelto a acostar con mi hermano!- Lo has hecho a traición.- Dije acusadora.

-Tampoco es para tanto.

-¡¿Qué no es para tanto?! Pensaba que había sido Peter el que... Madre mía.- No sabía si estaba furiosa o decepcionada o terriblemente abochornada.

-Que sepas que me encanta que grites así. ¿Por qué no lo habías hecho antes?

-¡Cállate!- Varias personas que estaban a nuestro lado se volvieron a mirarnos por mi grito pero estaban demasiado drogadas para prestarnos atención.- Eres un cerdo salido que se folla a su hermana haciéndose pasar por otro. No quiero que te vuelvas a acercar a mí nunca más.- Me fui de su lado y me senté en el borde de la piscina lejos de él para poder pensar.

Había disfrutado muchísimo de mi encuentro con el supuesto Peter. Sabía que no podía ser mejor que Tom, claro, porque había sido él. Sin duda, el calificativo que tenía entre las chicas de la universidad se lo había ganado “Dios del Sexo” o como Bill le llamaba “The sex machine”. Este hombre no era normal, me había hecho perder la cabeza con una sola caricia y del sexo ya ni hablaba. Todo esto se esfumaba cuando me hacía todas estas putadas.

-¿Me perdonas?- Lo sentía sentada al lado, lo sentía, pero no lo miré. No me apetecía que viese lo avergonzada que estaba. De tan sólo imaginarme que me había dejado llevar con Tom, que él se había aprovechado de mi desconocimiento.

-No te lo mereces.- Era como si hubiese vuelto a mi etapa escolar, cuando todo el mundo se metía conmigo y me hacían sentir como la última mierda en este mundo. Ahora estaba igual, dolida y avergonzada.- Ya no te puedo perdonar más.- ¿Cuántas cosas me había hecho contando esta? Había perdido la cuenta de todas ellas, incluso le había perdonado la paliza que me dio en el bosque y él lo sabía. Estaba seguro que esta vez también lo haría, que podía controlarme como siempre hacía pero yo ya estaba harta.

-¿Que no me puedes perdonar más? ¿Cuándo lo has hecho?- Ahora volvía a sacar su ironía, la que había tenido encerrada todo el día y que al parecer, sólo salía conmigo.- Perdonar significa olvidar todo y empezar de nuevo. Tú nunca perdonas, siempre me echas en cara una y otra vez lo que te he hecho.- Parecía irritado por su tono de voz, incluso diría que enfadado. Volvía a hacerme sentir peor que antes, justo lo que mejor se le daba hacer.

-¿Crees que si no te hubiera perdonado estaría sentada aquí contigo, que te seguiría hablando?- Moví los pies sumergidos en el agua al lado de los de mi hermano. El agua acariciaba mi piel haciendo que sintiera cosquillas, una prueba que mostraba que estaba viva aunque todo mi interior dijese lo contrario.- Eres tú el que nunca perdonas.

-¿Qué?- Lo preguntó arrogante y prepotente pero eso ya no me sorprendía. Era la única forma de comunicarse que tenía conmigo.

-Nunca has perdonado a mamá que me alejara de tu lado y ¿sabes por qué?.- Me volví a mirarlo con todos los sentimientos que sentía en mi interior. Cada una de las cosas nuevas que sentía que me alejaban cada vez más de la Elizabeth débil e indefensa. Él me miraba con unos ojos nuevos, los mismos que me observaban de pequeña.- Porque te niegas a reconocer que me has amado, que siempre lo has hecho. Quieres ocultarlo porque piensas que eso te hará débil. Siempre has tenido miedo a que te vieran vulnerable y te has convertido en un monstruo despreciable incapaz de amar a nada ni a nadie, que sólo le preocupa sobrevivir y follar y que deja de lado a las personas que le quieren.- Dejé de mirarlo ya que si lo seguía haciendo acabaría por pegarle. Sentía rabia en mi interior, y a la vez pena por la persona que tenía al lado.- Nunca te ha importado nadie, sólo tú mismo. Creo que al final vas a tener razón, eres un monstruo.- Me levanté del bordillo de la piscina y saqué los pies del agua. Era extraño que no me contestase, que se hubiese quedado callado y eso, según mi experiencia, no podía ser nada bueno. Comencé a andar buscando un lugar solitario en el que refugiarme y aclararme.

-Vuelves a hablar de amor, parece tu único tema de conversación.- Me paré al instante en cuanto escuché su voz fría y oscura, sin sentimientos la voz de un monstruo sin corazón. Le daba la espalda pero aun así, sentía la oscuridad enfermiza que le rodeaba.

-Intentaba que entendieras lo qué es, sin embargo, ya he desistido en la idea. Si al menos alguien te importara...- Observé mi muñeca con la cicatriz de mis colmillos en ella. A mí él me importaba, le había dado mi sangre cuando él me la había pedido sabiendo que era algo prohibido y asqueroso entre hermanos. Le había dado mi cuerpo, mi alma y mi corazón, él los había cogido, había jugado con ellos y los había tirado y ahora yo, no los podía encontrar.- ¿Te importa alguien?- Me quedé quieta, sin andar esperando una respuesta que sabía que no llegaría.- ¿Te... te importo yo, Tom?- De esa pregunta sí conocía la respuesta, un “No” rotundo que no tardaría en llegar a mis oídos.

-¿Qué si me importas?- Sentí su aliento en mi oído, suave y gélido. Un susurro que me puso la piel de gallina y que me dio miedo.- Tengo que matarte y no lo he hecho todavía y no tengo intención de hacerlo. No te imaginas la de problemas que me está acarreando eso.- Paró de hablar, quizás esperando alguna reacción por mi parte pero yo no podía moverme. Ahora estaba envuelta en la capa oscura de mi hermano sintiendo cada una de sus palabras retumbar en mi cabeza.- ¿Y me preguntas si me importas? ¿A ti qué te parece?- Me di la vuelta para verle como si de un auto reflejo se tratara, como si una fuerza sobrehumana me arrastrase hacia él.

Cuando me volví, él ya no estaba. Me quedé allí esperando que viniese junto a mí. Le perdonaba. Le perdonaba todo.


By Nate


-¿Lloverá?- Mike parecía preocupado por la lluvia pero estando en Londres no podía esperar otra cosa.- Joder, como llueva ya me estoy viendo encerrado en este cuartucho. ¡¿Sabes lo que eso significa?!- Me agarró de los hombros y me zarandeo repetidas veces.

-No.- Claro que sabía lo que significaba, Mike llevaba soñando con este momento desde que le empezó a salir pelo en las piernas.

-¡Que no podré acostarme con la mujer más sexy de este mundo!- ¿Quién era esa mujer? Emily Freud Kaulitz, la chica más pija, insoportable y malvada que había conocido. Lo único por lo que se salvaba era porque estaba tremenda.

-Ella tampoco te ha dicho que quería acostarse contigo.

-¡Pero lo ha insinuado!- Volvió a mirarse en el espejo de nuestro cuarto por trigésima vez en cinco minutos.- Se ha acostado con todos los tíos de la universidad, sólo quedamos tú y yo y me ha elegido a mí.- Lo dijo con chulería como si a mí me importarse tirarme a esa clasista.

-Pues que disfrutes.- ¿Qué decirle? Mike era rico, no tanto como la familia de ella, pero lo era. Quizás fuese mi orgullo de clase baja la que me perjudicaba a la hora de relacionarme con personas cuyas rentas mensuales eran superiores a la de la Familia Real Británica.

La puerta sonó para sorpresa de ambos. Mike corrió a la velocidad de la luz para dejar paso a su amor platónico. Cuando la puerta se abrió apareció una chica alta, con el pelo rojo como el fuego y unos ojos miel que daban miedo, Emily. Para muchos, el ser más extraordinario del mundo y para una pequeña minoría, osea ser, yo, el resultado de unos padres que dan lo que sea para que sus hijos no les moleste.

-Hola, Mike.- A mi compañero de cuarto en la universidad y amigo de toda la vida, casi se le cayó la baba cuando Emily lo miró.- Hola... tú.- Demasiado insignificante para ella como para que se supiera mi nombre. ¿Por qué juntarse con un chico que había vivido tres años bajo un puente con su madre y cuyo padre estaba en la cárcel por violencia doméstica?- ¿Nos vamos?

-Cuando quieras, preciosa.- Emily desapareció de mi vista haciendo resonar sus carísimos tacones por el pasillo de la residencia.

Cuando la puerta se cerró, me tumbé en la cama cogí el libro que me estaba leyendo “Recuerdo de una vida oscura” de Luca Guilltone. Mi autor favorito sin duda, lástima que hubiera tenido aquel fatídico accidente con su familia. Todos murieron menos la hija pequeña, de la mayor nunca se encontró el cuerpo y de ella hablaba el libro. La dedicatoria lo decía todo y a la vez nada.

La vida es un sueño,
Injusto y en el cual nunca sueñas lo que quieres.
La luz que brilla en tu interior
Ilumina mi noche más oscura.
Tú eres mi sueño, la que
Hace que yo sueñe justo con lo que quiero soñar.

A mí pequeña Elizabeth. Nunca dejes de brillar para hacer que otros sueñen.

Cada vez que lo leía, me entraban escalofríos. Pensar que su hija nunca leería esto me daba pena. Siempre me llamaba la atención la misma cosa, la primera letra de cada renglón estaba en mayúscula. Intenté formar una palabra con ella pero no tenía sentido. Algún día descubriría que significaban esas letras, ahora sólo me quedaba leer la vida de Elizabeth, la que me hacía soñar a mí también. En mis sueños era una chica menuda, con el pelo rubio y largo, unos ojos miel que me calaban en lo más profundo de mi alma, y solitaria. Una luz brillaba en ella, una luz que me guiaba hasta Elizabeth.

Algún día lo descubriría, ahora, necesitaba soñar.


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