Capítulo 26

Capítulo 26


By Lilith


-¿Qué vas a hacer?

-¿Piensas que te lo voy a decir?

-Podrías...

-Es muy bonito vivir en la ignorancia, confórmate con eso.

-Pero Adam estaba descontrolado y no tardará en convertirse por completo. Sabes que Lilith corre peligro si se queda aquí.

-Pensaba que la odiabas, ¿desde cuándo te importa?

-¿Desde cuándo te importa a ti, Tom?

-Desde que su presencia aquí ha supuesto un problema para todos.

-Deberías de haberla matado, incluso contaste con el permiso de tu padre. ¡Esto supone el fin para los de nuestra especie!

-Cállate, vas a despertarla.

-¿Cómo les podrá decir tu padre que no teman por sus hijos cuando hay cientos de ellos desesperados por beber su sangre? Todavía no me explico como han sabido que ella estaba viva, su sangre no ha sido derramada... ¿No vas a contestarme?... ¿De qué te ríes?... Dime que no has sido tú, dime que no has bebido su sangre.

-No he bebido su sangre.

-¡Mientes!

-Baja la voz o se despertará.

-¿Sabes en el lío que te vas a meter por eso? Has bebido de la sangre de tu propia hermana, sangre de tu sangre. ¡Es una locura! Eso explica por qué estaba sangrando cuando la trajiste... La has condenado.

-No fui yo el que la mordió sino ella. Se mordió para darle su sangre a Adam y que se pusiera mejor.

-¡¿Qué?! ¡Dijiste que fuiste tú!

-Yo no he dicho eso y deja de gritar.

-Lo has insinuado... En el fondo sí te importa, no te la hubieras follado por nada.

-Tienes razón, me la follé por un motivo de peso.

-¿Cuál?

-Me dolían los huevos después de estar tanto tiempo sin tirarme a nadie.

-¿Y te acuestas con tu hermana? Hay miles de tías esperando que el buenorro de Tom Kaulitz se las folle.

-Era la que tenía más a mano...

-Vuelves a mentir... En el fondo, aunque te joda, sabes que ese no fue el motivo y me asusta que sea así.

-¿Te doy miedo Sasha? Porque si te doy miedo no deberías de estar aquí en mi coche llevando a mi linda hermanita a casa. ¡Deberías de estar en tu puta casa, con tu puto gato, viendo películas porno y masturbándote como una loca! ¿Y sabes por qué, nena? ¡Porque es lo único que se te da bien a parte de chupármela!

-Cada vez me das más miedo, te has vuelto más frío que antes.

-No me tienes miedo, estás hasta las trancas enamorada de mí y que yo no sienta lo mismo por ti es lo que te asusta.

-Tienes razón, te quiero y no entiendo por qué... Sólo espero que tu hermana sepa llevarlo mejor que yo... No es un castigo justo.

-¿Crees que mi hermana está enamorada de mí?

-No aguantaría ni un segundo a tu lado después de todo el daño que le estás haciendo.

-Nadie quiere a los tipos como yo.

-Te equivocas, eres tú el que no quiere a la gente como nosotros.

-Soy un monstruo, ¿recuerdas?

-Lo sé.

-Los monstruos no sienten nada por nadie.

-Pero la gente sí siente cosas por los monstruos, cosas que dan tanto miedo que...

-¿Que qué?

-Deja de jugar o saldremos perdiendo todos.

-No me digas como tengo que hacer las cosas.

-Si no te lo digo yo quién lo va hacer. Estás acostumbrado a hacer lo que te da la gana y ahora que las cosas no están saliendo como planeaste, te jode.

-¿A qué coño viene eso?

-¡A que no soportas que te toquen lo que es tuyo! ¡A que te fastidia que Adam se haya interpuesto en tus planes y se esté llevando la causa de tu frialdad! ¡Te jode que las personas a las que más llegaste a querer se estén volviendo en tu contra! ¡Tu padre, tu madre, tus hermanos, amigos, Bill y Lilith te odian cada vez más y eso no puedes soportarlo!

-¡He dicho que no grites!

-No... no, no, no, no, para... lo... lo sien... lo siento.

-Bájate.

-Estoy... estoy muy lejos de... de mi casa.

-¡Que te bajes de una puta vez!


Después del sonido de la puerta al cerrarse, no escuché nada más. Estaba tirada en los asientos traseros del coche de Tom, con una chaqueta de Bill tapándome y con la muñeca vendada. Me había despertado al escuchar voces que no sabía de dónde provenían hasta que abrí los ojos y reconocí que eran las de Tom y Sasha.

Más de una vez quise saltar y decirle cuatro cosas bien dichas a Sasha pero no quise intervenir. Ella se había pasado diciéndole esas palabras tan duras a mi hermano. Sasha no sabía nada de lo que realmente pasaba en mi familia. Mis padres querían a Tom al igual que todos nosotros, aún siendo el monstruo más ruin y rastrero que había visto en mi vida. Pero no sólo esas palabras dirigidas con maldad hacia él me habían llegado, también las de Tom. Era obvio que ella sabía que me había acostado con Tom, ella misma me lo dijo, aunque no estaba muy segura de que supiera la de esta última vez. Tom le había dicho que sólo se acostó conmigo porque necesitaba a alguien para desahogarse y eso fue lo que más me dolió de todo. No me hice ilusiones la otra vez cuando Tom desistió en sus intenciones de matarme pero pensé que quizás habíamos avanzado en nuestra relación fraternal, en que en el fondo, no sentía tanto asco por todo lo que le rodeaba, pero como siempre, me equivoqué. Yo le había dicho todo lo que sentía por él sabiendo la estupidez que estaba diciendo y él, seguro, se habría estado riendo por dentro de mis sentimientos. Tendría que hablar con él y aclarar las cosas pero es que me daba tanto miedo estar a menos de tres metros de él...

El coche paró bruscamente por lo que ya habríamos llegado a casa. Volví a cerrar los ojos por si acaso a Tom le daba por despertarme con la “delicadeza” propia de él. Una puerta se cerró con un golpe suave tras el cual, dejé de sentir el olor de Tom en el coche. Me levanté poco a poco hasta que mis ojos llegaron a ver algo a través de los cristales tintados del Cadillac de Tom.

Lo vi parado en una valla que separaba el lago del bosque donde estábamos parados. Una niebla blanca difuminaba su silueta posada sobre la valla y se fundía con el humo del cigarrillo que se escapaba de su boca. Un paisaje tétrico y desolado rodeado de árboles siniestros digno de las películas más escalofriantes.

Me preguntaba en qué estaría pensando mientras fumaba solitario rodeado de aquella espesa niebla. Apenas podía verlo con claridad pero aun así me provocaba los mismos escalofríos que si lo tuviera cerca. La luz de la Luna alumbraba su cuerpo reflejando la oscuridad que habitaba en su interior. Podría ser casualidad, pero la luz que radiaba se centraba en él como si estuviese ahí con ese propósito.

Abrí con cuidado la puerta del coche y posé mis pies desnudos en la fría tierra que cubría aquel paraje. Si quería hablar con él este era el mejor momento. Hacía un frío impropio de estas fechas pero lógico en el lugar donde estábamos. Me costaba caminar la misma vida,  quizás por la pérdida de sangre o por los nervios de volverme a encontrar con él.

Avanzaba hacia Tom pero cada vez que lo hacia, parecía alejarme más de él. No distinguía con claridad donde estaba ni lo que yo pisaba, la niebla no me dejaba continuar sin pararme de vez en cuando hasta que por fin estuve a dos metros de él. Su aura oscura, la que pensé que iría desapareciendo, se había hecho más fuerte que nunca, tanto, que me pensé si realmente era tan importante hablar con él.

-¿Por qué has salido del coche?- Justo cuando mi garganta estuvo preparada para decirle algo, él se adelantó. Me quedé estática por un momento hasta que mis pies, sin saber cómo, me situaron a su lado.

-Que... quería hablar contigo.- Le dio otra calada al cigarrillo sin ni siquiera mirarme. Observaba el agua del Sörion moverse bajo nuestros pies reflejando la hermosa luz blanca proveniente del cielo.

-Habla.- Me quedé helada con el frío de su voz. Su oscuridad lo envolvía por completo y me asustaba como nunca antes lo había hecho. El miedo que antes me provocaba se quedaba en pañales si lo comparaba con la sensación de ahora. Era incapaz de producir sonido alguno... -¿De qué quieres hablar?- Di un paso atrás cuando giró la cara y vi los arañazos que tenía en la cara.- Tu querido amiguito tiene las uñas muy largas.- Se dio cuenta de mi reacción al ver la herida que le cruza la mejilla, volvió la cara y se centró en el agua.

-Adam no...- Mi voz sonó como si me estuvieran agarrando fuertemente por el cuello. Adam no habría sido capaz de haberle hecho eso, él era incapaz de hacerle daño a nadie ni a Tom por mucho que lo odiase. Además, las heridas provocadas por humanos desaparecían a los pocos segundos.- Mentira.- Fue la palabra más clara que conseguí decir hasta el momento. Sonó bastante clara y con un tono de enfado que estaba empezando a sentir por sus falsas acusaciones.

-¿Por qué coño no dejas de defenderle? Estoy harto de que no quieras ver más allá de lo que realmente ves. No se te puede hablar de él sin que te pongas a la defensiva.- Esperé que saltara a gritarme como cada vez que hablaba de Adam pero esta vez no fue así. Estaba tranquilo, sin un ápice de reproche o ganas de destripar a cualquiera como siempre.

-No me pongo a la defensiva, simplemente no me gusta que lo acuses de cosas que él no ha hecho. Yo también estoy harta de que sigas intentando que lo odie, no vas a conseguirlo.- Sonrió haciendo que me estremeciera por completo. Soltó el humo del tabaco que se había acumulado en sus pulmones y suspiró. Sus ojos esta vez se centraron en los míos que se aguaban lentamente.

-¿Lo quieres?- Otra vez la dichosa pregunta que tanto esfuerzo me costó responder y por la que cometí otra de las locuras que me costarían caro.- No me contestes, creo que sé la respuesta.- Dio un paso al frente y yo uno atrás. Me daba tanto miedo tenerlo cerca...- Lo quieres tanto que te lo follaste con una ridícula escusa, lo quieres tanto que le diste tu sangre para que no se muriera, lo quieres tanto que eres incapaz de admitir que casi me mata ¡y lo quieres tanto que no te importaría que él te matase de la manera más vil que puedas imaginarte!- Tiró la colilla y me agarró de ambos brazos con mucha fuerza. Sus manos se aferraban a ellos hasta hacerme un daño insoportable.

-Adam sería incapaz de hacerme algo así.- Las malditas lágrimas que siempre salían cuando él estaba delante volvieron a mostrarse ante el causante de su huida.- Adam no es como tú.- Sus manos me soltaron y yo caí de rodillas al suelo. Mi muñeca vendada volvía a sangrar y si seguía así, tardaría mucho en cerrarse. Mis ojos me empezaron a quemar y sabía que eso no era nada bueno. Si Tom se estaba aprovechando de mis sentimientos hacia él para herirme, iba muy mal. No le iba a permitir que me hiciese sentir mal de nuevo.- Adam es todo lo contrario a ti.- Me levanté con cuidado y vi como mi hermano dejaba de mirar hacia la Luna para clavar sus ojos en mí.- Tú eres el único que hace daño a la gente y peor, a la gente que te quiere.- Caminé hasta ponerme a su lado y obligarlo a que me mirase cuando lo cogí de la camiseta. Me sentía valiente y capaz de hacerle frente si me lo proponía aunque él se riese como en este momento.-Tú me has hecho daño, a mí y a todos a los que te tienen aprecio. Me has pegado, me has mordido, me has matado de la forma más cruel que existe con la que la de Adam no sería nada, me has utilizado para desahogarte cuando “no tenías a mano a ninguna otra” y me has hecho creer cosas que no son ciertas.- Lo empujé tan fuerte que su cuerpo cayó de espaldas en el suelo y ni siquiera hizo un esfuerzo por levantarse y defenderse, sino que se quedó ahí tirado mirándome. Ahora sus ojos pasaban desapercibidos para mí porque lo único que me importaba era la rabia que sentía correr por mis venas.

-Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.- Puso sus manos detrás de la cabeza mientras sonreía.- ¿Y qué has hecho tú?

-Yo soy la peor de todos.- La rabia dio paso a tristeza al abrir el cajón de todas las cosas que no me gustaban pensar.- Yo no eché de menos a mis padres cuando murieron en el accidente ni les echo de menos ahora, he condenado a Adam a vivir con miedo por llevarme bien con él y cuando por fin vuelvo a ser yo, sólo traigo problemas a los que me rodean, tú mismo lo has dicho.- Mi cuerpo se volvió a dar con la húmeda tierra. Me tapé la cara e intenté controlar los gritos de dolor emocional que sentía por dentro.

-Entonces, ¿qué derecho tienes a decirme que soy lo peor cuando eres tú peor que yo?- Tenía razón, incluso a él le había hecho daño, a mi familia, a Adam, todos querían que yo desapareciese.- No vengas a recriminarme nada cuando tendrías que mirarte antes a ti.

-No.- Me levanté del suelo, me senté sobre él y lo agarré del cuello. No me sentía dueña de mi cuerpo en estos momentos sólo tenía la necesidad de acabar con él con mis propias manos.- Por tu culpa yo estoy aquí. Tú evitaste que me suicidara si lo hubiese hecho yo no sería un problema para nadie y ahora no estaría odiándome a mí misma por sentir cosas que no quiero, por tenerme miedo a mí misma de las cosas tan descabelladas que pasan por mi cabeza. ¡Tú tienes la culpa de todo!- Tom cerró los ojos mientras mis manos apretaban cada vez con más fuerza su cuello. Él era el causante de que yo no pudiese mirarme al espejo, de que me diera vergüenza mirar a mi madre a la cara sin sentirme mal.

-¿Crees que matándome vas a conseguir algo?- Su voz sonaba ronca, el aire no le llegaba bien como para que pudiese seguir hablando.

-Que desaparezcas de mi vida para siempre para que yo vuelva a ser feliz porque mientras tú estés aquí no podré sonreír y lo necesito. Quiero ser feliz y tú no me dejas.- Las lágrimas no me permitían ver la cara de Tom con claridad pero no se movía nada y no sabía si eso era realmente bueno.- Necesito que te vayas y me dejes ser feliz, por favor...- Contra más apretaba más me dolía el corazón que gritaba que parase pero mis manos no podían, seguían apretando con más fuerza hasta que sentí un último suspiro, un último intento por seguir vivo que se esfumó.- ¿Tom?- Quité las manos de su cuello mientras los nervios se apoderaban de todo mi cuerpo.

Su cuerpo yacía inerte sobre la tierra, con los brazos a ambos lados de mis piernas que rodeaban su cuerpo, y sus ojos cerrados. Lo agarré de la camiseta y lo zarandeé varias veces pero no se movía.

Le grité, le pegué y le volví a gritar pero seguía sin mostrar ninguna señal de vida. Me levanté corriendo y busqué entre los bolsillos ocultos de mi vestido mi móvil. Tenía que llamar a alguien y decir lo que había pasado. Tom no podía estar muerto, todo menos eso...



By Bill


-¿Crees que estará mejor en casa de tu padre?- Mara estaba haciendo la cena mientras yo la observaba sentado en la mesa de la cocina. Dorotha tenía hoy el día libre así que nos tocaba cocinar a nosotros.

-Mejor no pero sí más segura.- Dejar que Tom se hubiese ido con ella solo me daba mala espina. Él sabía que a mí no me gustaba ir a casa de mi padre pero que no quisiese que nadie lo acompañare excepto Sasha, me hacía sospechar.

-Me asusté muchísimo cuando vi como Adam se le echó encima a Tom.- La pasta que estaba haciendo Mara se quemaría si seguía prestando más atención a su móvil que al fuego.

-Ya, yo también me asusté.- Cuando Adam se abalanzó sobre Tom pensé que lo mataría. Sus ojos eran iguales a los de su padre, los mismos ojos que vi cuando estuve a punto de morir a manos de Markus.

-Pero lo que me pareció más raro fue que Tom no intentara defenderse. Pensé que le arrancaría la cabeza pero se quedó quieto dejando que el otro le pegase. Menos mal que lo separamos de él sino seguro que lo hubiese matado.- Me costaba reconocerlo pero era verdad. Si nosotros no lo hubiésemos separado de mi hermano, ese loco se lo habría cargado. Tom no se había movido ni un ápice incluso llegué a ver una sonrisa de su parte. Desde hace un tiempo, ya no sabía que pasaba por la cabeza de Tom y eso me asustaba.

El móvil de Mara empezó a sonar sobre la encimera y ésta lo cogió corriendo. Miró el nombre del que la llamaba extrañada como si fuera la última persona del mundo que esperaba que la llamase.

-¿Sasha?... ¿Por qué lloras?...- Su cara iba variando mientras escuchaba los gritos que Sasha daba al otro lado del teléfono.- ¡¿Que Tom ha hecho qué?!- Me miró asustada y con los ojos abiertos como platos.- Todavía no ha llegado... Lo sé... Mañana si quieres te acompaño a que el Consejo te la quite... Tranquilízate... Adiós.- Mara dejó el móvil en su sitio y se llevó una mano a la cabeza.- No te vas a creer lo que ha hecho Tom.

-Sorpréndeme.- Lo dije sin mucha emoción. Viniendo de Tom me esperaba cualquier cosa...

-Ha marcado a Sasha con la Cruz.-... Todo menos eso.

-¡¿Qué?!

-La echó del coche después de pelear, por lo que dice está muy enfadado.- Tom enfadado y con Lilith por medio no era una buena combinación. Tom descargaba su ira con quien fuese y si ella estaba por medio, no tardaría en hacerle daño.

-Voy a salir a buscarle.- Cogí las llaves de mi coche aunque se me cayeron. Un dolor intenso en el cuello me impedía respirar.

-¡Bill!- Mara se puso a mi lado y empezó a tocarme la espalda como si así se me fuese a pasar.- ¡¿Qué te pasa?! ¡Simone!- Empezó a llamar a mi madre hasta que ésta llegó.

-Ya... ya... estoy bien.- Me puse de pie después de haber estado retorcido de dolor. La cara de Mara y de mi madre eran la viva estampa del miedo.- Tom.- Susurré. Salí corriendo con las llaves hasta montarme en el coche y ponerlo en marcha.

Ignoré los gritos de mi madre y Mara y me centré en lo que mi instinto me decía. Si ese dolor no había sido algo que me había pasado a mí sólo podría ser de Tom. Cogí mi móvil y llamé a Tom varias veces. Un tono, dos tonos, tres tonos... y saltaba el buzón. Me estaba empezando a desesperar porque Tom no me cogía el teléfono, siempre lo llevaba encima...

Decidí coger la carretera que me llevase a casa de mi padre, si Tom quería llevar a un lugar seguro a Lilith sólo podía estar allí. La enorme mansión de mi padre donde yo había pasado gran parte de mi infancia, era el lugar con más seguridad para nosotros. Si a mi padre le pasaba algo, nos podríamos dar toda la especie por muertos. Contaba con la mayor tecnología en seguridad y con vampiros que eran auténticos armarios de cuatro puertas.

Paré el coche en medio de la carretera cuando vi el Cadillac de mi hermano aparcado en la cuneta. Aparqué el mío al lado y me bajé corriendo del coche. Vi las huellas de unos pies que de inmediato asocié a Lilith. Su olor era escandalosamente fuerte en ese lugar pero ni rastro del de Tom. Eso sólo podía significar una cosa, que Tom se había largado y había dejado a Lilith sola en medio de este bosque, de noche y con espesa niebla que no dejaba ver mucho.

Me quedé impactado en cuanto vi la escena que había frente a mis ojos. El olor a sangre era muy fuerte y el color que abundaba en la tierra no era otro que el rojo intenso. Su ropa, su piel e incluso su pelo ya no tenían el color de antes. La sangre resbalaba por sus piernas mientras sus ojos permanecían abiertos iluminando la escena tan aterradora que tenía delante.

Su cuerpo estaba a un metro aproximadamente del suelo y clavado, gracias a una estaca, en un árbol. La sangre que se derramaba de su cuerpo se resbalaba con lentitud por todo su cuerpo hasta llegar a sus piernas y perderse en su boca.

Anduve lentamente hasta donde estaba y acaricié su pelo. Sus ojos miel reflejaban la luz de la Luna que iluminaba tan monstruosa escena. Me agaché y me situé a su lado. Su lengua intentaba borrar el río de sangre que pronto desembocaría en el suelo. Estaba perdido, no reconocía a la persona que tenía delante sino que para mí era un monstruo al que sólo le importaba sobrevivir. Los ojos abiertos como platos perdidos en la nada me recordaban a los de los locos de un psiquiátrico en las pelis de la tele.

Lo separé con cuidado para que toda la rabia que había descargado no apareciera y se volviera contra mí. Dejó de lamer y se sentó en el suelo mirando la Luna como si intentara averiguar algo.

-Bill.- No escuché muy bien pero al mirar sus labios pude ver que decía mi nombre. Su boca llena de sangre era digna de las historias más antiguas que se contaban sobre nosotros, la de demonios de la noche que salen para matar.

-Estoy aquí.- Se supone que debería de estar enfadado con la persona que me había arrebatado a parte de mi alma pero no podía.

-Lo he... lo he... hecho.- Observaba el cuerpo clavado en el árbol y sonreía. ¿Cómo podía tener tanta sangre fría?- Pero no he podido.- Lo intentó pero no pudo, no pudo quitarle la vida a su propia hermana, a la misma que durante tanto tiempo esperó sentado en el jardín a que volviese.

-Está bien así.- Me levanté con intención de quitar la estaca que mantenía el cuerpo de Lilith clavado a un árbol, pero Tom me agarró del brazo y me obligó a que me volviese a sentar junto a él.

-¿Por qué no he podido?- Y seguía sonriendo como si todo se tratase de una broma.- ¿Por qué no he podido acabar con la persona que me está volviendo loco?- Esa fue la pegunta que estaba esperando que me hiciese, por la que tanto tiempo, desde pequeños, intenté que mi gemelo confesara.

-Porque ella es más fuerte que nosotros, porque nació para que los hombres no nos sintiéramos los amos del mundo. Ella es la razón por la que te volviste un monstruo y por la que yo creí que no todos los vampiros eran malvados.- Por primera vez desde que llegué, me miró. La sonrisa había desaparecido de sus labios y ahora se había transformado en una mueca imposible de descifrar.

-Me ha dicho que me quería y yo le he pegado hasta hartarme. Si hubiese sido humana hubiese muerto en el primer golpe. Si hubieras visto como sangraba...- Su frialdad al pronunciar esas palabras me dejó de piedra. ¿Cómo podía hablar tan tranquilo de una bestialidad como esa?

-¿Por qué has hecho eso?- Intenté aguantarme las ganas de pegarle yo a él e intentar tranquilizarme.

-Me ha mentido.

-No te entiendo.

-Me ha mentido, la gente no quiere a los monstruos.

-Tú no eres un monstruo, Tom.

-Sí lo soy, ella lo ha dicho.

-Entonces yo también porque soy tu hermano.

-Tú eres demasiado bueno como para ser un monstruo y ella y todos, sois demasiado buenos.- Se levantó y se situó frente a ella.- Es una mentirosa.- Cogió la estaca del cuerpo de Lilith sin sacarla.- Llévala tú a casa de papá, yo me me voy a dormir pronto amanecerá.- Fue sacando poco a poco la estaca, con una delicadeza impropia de mi hermano, observando escrupulosamente la cara de Lilith. Se acercó a su oreja y le susurró algo que no llegué a oír. Pude que fuera una amenaza o una grosería que sólo él podía pronunciar. Una vez que sacó la estaca, el cuerpo de mi hermana cayó en sus brazos como una marioneta rota y sin vida. Sus ojos aún permanecían abiertos recordando el dolor que tuvo que sentir al ver como Tom se ensañaba con ella.

Me la dio y desapareció antes de que pudiese despedirme. Su sangre estaba empezando a calar en mi ropa llegándome hasta los mismos huesos. La cara llena de moratones no se iría hasta que volviese a recuperar la sangre que había perdido, la misma que mi hermano estaba bebiendo, la sangre de su propia hermana.

La metí en el coche y la tapé con mi chaqueta. Estaba congelada tanto, que tuve que encender la calefacción para que por lo menos cogiera algo de calor. ¿Qué le decía yo ahora a mi padre? No podía contarle que Tom casi la iba matando por mucho que ese hubiera sido el plan hasta hace dos días.

Arranqué en coche y puse rumbo a casa de mi “queridísimo” padre donde por lo menos, ella estaría a salvo hasta que acabásemos con todos ellos empezando por Adam, el primero que intentaría hacer daño a Lilith.



By Rachell


Hoy me había despertado muy tarde, sobre las dos y media. Tan fuerte tuvo que ser la fiesta de graduación que ni siquiera me acordaba de como había llegado a mi casa, es más, no me acordaba de más de media fiesta.

Después de haberme levantado con la misma ropa y maquillada, decidí darme una ducha. Me costó muchísimo levantarme de la cama, el cuerpo me pesaba y tenía un tremendo dolor de cabeza. Eran síntomas claros de una gran resaca pero la cosa no acabó ahí, cuando me miré en el espejo del baño me di cuenta que tenía un corte bastante profundo en el cuello, como si algo afilado me hubiera rasgado la piel. No le di importancia, con la borrachera que llevaría posiblemente me habría cortado con cualquier cosa.

Después de haber ordenado la casa y haberme tomado como cuatro analgésicos para el dolor de cabeza, me fui a dar una vuelta por el bosque Hausbruch cerca de mi casa. Mi casa estaba a las afueras de la ciudad por lo que los bosques por esta zona eran abundantes. Quizás, Hausbruch fuera uno de los que más leyendas tenía de toda Alemania. Me acordaba de cuando les dije a mis padres que allí estaba mi casa, en seguida se pusieron a decirme que no era un buen sitio para que viviera una chica sola, todo habladurías, hasta ahora no había tenido ningún problema con nadie, más que nada porque los únicos que habitaban por allí eran personas ricas con casas lujosas y coches de infarto. Todas esas mansiones estaban separadas una de las otras así que la comunicación entre los vecinos de la zona era nefasta. La mansión que más me llamaba la atención era una enorme dentro del bosque. Me habían dicho que allí aún vivía gente y que era una casa extraordinaria aunque el exterior de aquel palacete fuera de hace varios siglos.

Caminé entre los árboles que se movían por el suave viento que mecía sus ramas. La verdad, era un bosque que un aspecto tétrico pero ideal si lo que buscabas era perderte del mundo por unas cuantas horas.

Me senté debajo de un árbol y miré mi móvil. Había estado toda la tarde debatiéndome si llamar a Adam o no. No me acordaba si me había despedido de él o qué había pasado aunque si hubiese pasado algo fuera de lo normal, él me habría avisado... De algo que sí me acordaba era de esa chica, Elizabeth, y de la cara de Adam mientras la observaba. Parecía que el mundo para él desaparecía en el momento en el que ella le hablaba o simplemente le miraba. Lo cierto es que Elizabeth era la criatura más perfecta que jamás había visto. Tenía un algo que te hacía no poder apartar la vista de ella y eso me bastó para comprender que a pesar de su sonrisa se ocultaba el dolor. Por lo general, las chicas de su edad rebosan felicidad por los cuatro costados, en Elizabeth sólo se encontraba un brillo oscuro y sin vida que la hacía el ser más indefenso del mundo. Era extraño que pensara eso cuando era la chica por la que suspiraba Adam dijese lo que dijese, era lógico, ¿quién podría competir con ella?

Una pelota llegó rodando hasta mis pies y me alejó de mis pensamientos. Parecía la de un niño pequeño o la de un perro, aunque a estas horas dudaba mucho que hubiese niños jugando en este bosque. Mis dudas se despejaron cuando entre los árboles salió un perro corriendo. Era precioso, grande, y con unos ojos bellísimos, sin duda uno de los perros de las mansiones lujosas de los alrededores.

-Hola, perrito.- Le acaricié la cabeza en cuanto se puso a mi lado.- ¿Estás solo?- El perro pareció entenderme y se sentó mirando hacia atrás. Puede que estuviera esperando a su dueño...

Cuando quise darme cuenta, el perro me había quitado la pelota de las manos y con ella, mi móvil. Salí corriendo tras él como una bala, perder mi móvil era lo último que me faltaba para completar mi día. Corría muy rápido y para mí era casi imposible alcanzarlo hasta que se paró. Casi me caí de boca cuando lo hizo de repente.

Delante de él y con mi móvil en la mano, se encontraba un chico. Lo sostenía en alto para que el perro no lo cogiera ya que éste no paraba de saltar sobre él para intentar metérselo en la boca de nuevo.

-Gra... gracias.- Dije casi sin aire. El chico me miró como el que ve a un fantasma, sin embargo, después de quedarse un par de segundos mirándome raro, sonrió.

-No hay de qué, en todo caso sería yo el que te tendría que pedir disculpas.- Me quedé embobada mirándolo mientras hablaba. Era la voz más indefinible del mundo, no sabía cómo clasificarla aun así, algo era seguro, me puse roja como un tomate y él se dio cuenta.- No debes de estar acostumbrada a correr, te va dar algo.- Se reía de mí mientras yo me ponía más roja todavía por su comentario y me empezaba a echar aire con la mano en modo de abanico.

-Tu perro corre mucho.- Me arrepentí al instante de decir esa estupidez. Claro que su perro corría mucho, era un perro, los perros corren.

-Sí.- El pobre se reía por no llorar. Pensaría “¿Con que clase de panoli me he tropezado yo?” Me quería morir...- ¿Y qué hace una chica a estas horas en un lugar como este?-  Le lanzó la pelota al perro y éste fue tras ella como un loco y a una velocidad increíble.

-Quería perderme un poco.- Me tendió mi móvil y toqué su mano, suave, fría por la humedad y que hizo que por mi cuerpo corretearan hormigas provocándome una sensación que nunca había sentido.

-No es un buen sitio para perderse.- Empezó a caminar hacia donde se había ido el perro segundos antes, y yo le seguí como si fuera otro.- La gente que se pierde por aquí nunca aparece.- Y tenía razón. Hausbruch era famoso por las desapariciones de personas que nunca eran encontradas.

-Y tú, ¿qué haces aquí? ¿Crees que porque soy chica me van a secuestrar o algo parecido?- Se lo dije riéndome para que no le sentara mal aunque mi pregunta iba un poquitín cargada.

-No lo decía por eso sino porque cualquier tío se le pasaría secuestrar a una chica tan guapa como tú.- Me paré. En cualquier otro momento se me hubiese pasado por la cabeza que lo que había dicho era justo lo que él iba a hacer pero en lugar de huir, me quedé absorta observando como caminaba sin darse cuenta de que me había parado.- ¿Te pasa algo?- Cuando quise darme cuenta lo tenía frente a mí con esa sonrisa que me estaba empezando a gustar demasiado.

-No es nada.- Comencé a caminar como la que no quiere la cosa y él me siguió esta vez.- Y... esto... ¿vives por aquí?- Pregunta tonta de ascensor que estaba a solo un paso para hablar del tiempo pero, ¿qué hablas con una persona que acabas de conocer?

-Sí, vivo en una de las casas de aquí.

-¡Qué modesto! Dices casas por no decir mansiones.- Se rió de nuevo.

-La verdad es que son muy grandes. ¿Y tú dónde vives?

-No vivo en una mansión pero vivo en un piso con suficiente espacio para una persona.

-¡Vaya! No se encuentran muchas chicas aquí o más bien, chicas viviendo solas.

-Sí, no veas la que me liaron mis padres cuando se enteraron de que me mudaba a las afueras. ¡Casi les da algo! Pero eso no es lo peor, ¿sabes lo que hace mi padre?...

Pasamos como una hora hablando de cosas insignificantes como nuestra comida favorita o algo tan raro como las manías que teníamos antes de irnos a dormir. No hacía falta decir que un chico tan maravilloso como él no tenía manías.

Quiso acompañarme a casa y lo dejé. La verdad es que me daba un poquito de miedo irme sola a casa a las diez de la noche cuando no se veía nada. Este chico tenía algo que te impedía dejar de mirarle. Cada paso, cada palabra, cada mirada... era una nueva sensación encontrada para mí. Cuando sólo caminábamos, en lugar de hablar, podía contemplarlo sin que él se diera cuenta y percibía la falta de algo en él. Sus ojos no tenían brillo, su piel estaba apagada y parecía atormentado por algo, que más daba, aun así me seguía pareciendo el chico más guapo del mundo.

Llegamos a mi casa y nos paramos en el portal. Me daba mucha vergüenza que viera el simple estado de la fachada del edificio, él que estaría acostumbrado a tener las paredes perfectas y sin ninguna grieta...

-Bueno, pues muchas gracias por acompañarme.- Estaba temblando como un flan y no sabía por qué. Él intimidaba bastante cuando me miraba a los ojos tan fijamente, unos ojos preciosos por cierto y extrañamente familiares...

-Ha sido un placer.- Sus ojos eran tan bonitos y su sonrisa tan sobrecogedora y perfecta... Dios, no quería que se fuera aunque me dieran las doce de la noche, mientras que él permaneciera ahí todo estaba bien.- Podríamos quedar un día e ir a cenar o algo.- Mi corazón empezó a dar botes de alegría cuando lo escuché. Sentía como la calor subía por todo mi cuerpo hasta la punta del pelo.

-Esto... yo... esto... me... me encantaría.- Dentro de mí había una pequeña-yo gritando y bailando como una loca.

Nuestro contacto visual se rompió cuando su móvil empezó a sonar. Lo cogió de su bolsillo y puso una cara bastante extraña cuando leyó el nombre de la persona que lo llamaba. No parecía que le gustase que lo hubiesen llamado y yo quería pensar que era porque no quería desviar su mirada de mí como yo no quería hacerlo de él, pero era una paranoia mía, él seguro que tenía novia porque un chico así no podría estar solo.

-Bien, mañana podríamos ir a cenar.- Cogió la correa y se la puso al perro que estaba agachado esperando que su amo terminase de hablar con la loca que había salido corriendo detrás de él.- ¿Te parece bien si te recojo?- En otra ocasión y otra persona, no se me hubiese ocurrido ni llevarlo al portal de mi casa pero es que había algo en él que no sabía cómo descifrar, algo enigmático y poderosamente atrayente.

-Claro, me encantaría.- Su sonrisa era la más bonita, blanca, perfecta y maravillosa que había visto nunca. Todo él era así... Sacó su móvil y de repente, el mío empezó a vibrar en mi pantalón. Un número que desconocía se reflejaba en la pantalla y comprendía que era él el causante de la llamada. Sonría mientras yo observaba perpleja su rostro.- ¿Cómo... cómo sabes mi número?

-Me llamé a mí mismo cuando tuve tu móvil.- ¿Cómo lo había hecho sin que yo me diese cuenta? Había estado, desde que me lo encontré, todo el tiempo observándolo.

-No me había dado cuenta.- Parecería estúpida por no haberme percatado, seguro que ahora sabría que me había pasado toda la noche mirándolo.

-Mañana te envió un mensaje con la hora, Rachell.- Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla, un beso que hizo que por mis orejas saliera humo y que se me olvidara la jaqueca, el sueño y todo.

-Va... va... vale.- Me quedé embobada mirando como se marchaba lentamente calle abajo con su perro al lado y las luces de las farolas alumbrándolo. Era el ser más perfecto que había conocido nunca. Me entraron ganas de correr a su encuentro y abrazarle, no sabía por qué pero esa sensación no me había dejado tranquila, pero no estaba bien con una persona que había acabado de conocer.- ¡Espera!- Grité lo más fuerte que pude cuando me acordé de algo. Se volvió a lo lejos pero aun así pude ver sus ojos brillar.- ¡¿Cómo te llamas?!- Pude ver como miraba hacia abajo y el perro le miraba a él. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando noté su mirada en mí.


-¡Tom, Tom Kaulitz!

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