Capítulo 31
Capítulo 31
By Lilith
-En los humanos y en otras especies que utilizan la hemoglobina, la
sangre arterial y oxigenada es de un color rojo brillante, mientras que la
sangre venosa y parcialmente desoxigenada toma un color rojo oscuro y ópaco...-
Me estaba entrando hambre y hacía tan sólo una hora que había comido. Las
explicaciones de la doctora William me estaban despertando el apetito. Podría
haberme saltado esta clase como hacía casi siempre pero se empezaría a extrañar
si faltaba todos lo días.- ...Se considera que un adulto tiene un volumen de
sangre de aproximadamente cinco litros, de los cuales tres son plasma
sanguíneo.- El corazón, el corazón del bebé de la doctora no dejaba de latir y
cada vez lo hacía más rápido. Estaba segura que no tardaría en dar a luz a este
ritmo.- ¿Kaulitz, se encuentra bien?- Dejé de mirar su abultada barriga para
mirarla a ella. Me observaba extrañaba desde enfrente de la pizarra digital.- No
tiene buena cara.
-Pue... puedo ir al baño.- Notaba como mi sangre hervía y mis ojos
cambiaban de color. Necesitaba ir a buscar a los chicos antes de que me lanzara
a la yugular de cualquiera.
-Claro.- Un fuerte olor a sangre llegó a mí. Envolvió toda la clase
pero como suponía nadie se percató salvo yo. Pasé por al lado de la doctora
William y el olor se intensificó. No era el aroma de su sangre sino una sangre
infantil, la del bebé.- ¿Pasa algo?- Me paré frente a ella y cogí mi móvil del
bolsillo. Marqué el 112 sin pensármelo mientras oía como los latidos del bebé
se volvían intermitentes y débiles.
-Necesito una ambulancia en la London Hight University, hay una mujer
embarazada que está mal.- La cara de la doctora cambió en dos segundos. Ella no
daba crédito a lo que salía de mi boca.
-¡¿Es una broma?!- Soltó los papeles en el escritorio claramente
enfadada.- ¡No tiene gracia, Kaulitz!- Abrí los ojos desmesuradamente y miró
hacia abajo. Por fin fue consciente de que algo no iba bien. Sus pantalones vaqueros
se empezaron a manchar de sangre y por su color y olor, y según las
explicaciones de ella minutos antes, “sangre parcialmente desoxigenada” y yo
sabía que era del bebé.
-Relájese, la ambulancia llegará pronto.- Salí del aula ignorando los
ojos asombrados de mis compañeros y los gritos de la doctora William
llamándome.
Los pasillos estaban vacíos, no había nadie ni se escuchaba nada.
Necesitaba encontrar a Harold y Fedrich antes de que me muriese de hambre o me
volviese loca, lo que llegara antes. Anduve con paso lento mirando hacia todos
lados. Hacía ya una semana que Bill había llegado a Londres y que recibí su
mensaje. No le había dicho nada a Bill y él tampoco me había dicho nada de que
él estuviese aquí. Aun así, yo volví a tener miedo, ese miedo como cada vez que
sentía su mirada, con la diferencia de que no estaba. Mi mente estaba jugando
conmigo pero tenía que reconocer que desde que recibí ese mensaje, me daba
miedo estar sola. Allá donde iba, miraba a todos lados con terror a
encontrármelo en cualquier parte.
Quizás lo que más me inquietaba no era eso sino que Bill no hablase de
él. Era su gemelo, su otra mitad. Nunca había pasado más de dos minutos sin
hablar de su hermano pero esta vez era distinto. No mencionaba nada relacionado
con él y mucho menos había comentado la “posibilidad” de que él estuviera aquí
o que viniera.
Su ausencia durante estos dos años me había reconfortado lo suficiente
para hacerme más fuerte y, a la vez, una más de mi especie sin sentirme un
bicho raro. Precisamente, esto último, era lo que más me había costado y
avergonzado al mismo tiempo. Mi sed de sangre nunca cesaba. Era un continuo
espiral que tan sólo se calmaba con sangre humana, pero no sangre de la que
tenía en casa sino la que procedía directamente del cuerpo de un humano. El
placer de sentir como su corazón latía bombeando la sangre hasta mi boca era
algo maravilloso. Mis sentidos se agudizaban al máximo con cada trago. El poder
que durante tanto tiempo había estado sometido a él renacía cuando la vida de una
persona dependía de mí. Podría sonar alarmante, ni siquiera yo me reconocía las
primeras veces, luego todo fue solo. Yo tenía poder para decidir si la persona
que tenía ante mí moría o vivía. No hacía falta decir que yo jamás jugaría con
la vida de nadie.
Mi itinerario siempre era el mismo: Cuando el Sol se ponía sobre el
lago Sörion, yo salía de casa de mi padre hacia allí. Veía a un chico joven,
vigoroso, con fuerza, una gran vitalidad y la energía necesaria para soportar
lo que le vendría encima. ¿Por qué hombres? Porque eran fáciles. Ellos se
dejaban cautivar fácilmente. Cuatro palabras y eran míos. Cuando me daba cuenta
de que estaba bebiendo demasiado, paraba. Lo peor venía a continuación, me veía
obligada a hacerles olvidar ese momento, dejándolos dormidos y tumbados en el
banco donde minutos antes había estado yo sentada. Pese a la sangre que corría
por mis venas gracias a mi víctima, no conseguía llenarme. Siempre tenía hambre
pero había descubierto como controlarla. ¿El truco? Comer mucho. Daba igual que
fuese, lo primero que cogiera me lo comía. Con esto podía controlarme
medianamente hasta que mi cuerpo gritaba que lo necesitaba.
La sed de sangre era lo único malo que tenía estar sin él. Mi vida
durante este período de tiempo, se había resumido en felicidad, una felicidad
que nunca había experimentado pero que por las noches se volvía en mi contra.
Las pesadillas que me traían cuerpos descomponiéndose que gritaban mi nombre
antes de que su sangre estallara en mi cara. Y aun así, pese que me sentía la
mujer más feliz del mundo, pese que tenía todo lo que pudiera desear, me sentía
vacía. Era como si dentro de mí no hubiese nada salvo un agujero negro que se
tragaba todo lo que le echaba.
Salí afuera a que el aire frío londinense me diese en la cara. Las
sirenas de las ambulancias ya se dejaban escuchar por las calles y con ellas el
motor de un coche que, ya desde hacía una semana, no había parado de oír.
Varios médicos bajaron a toda prisa y se adentraron en el edificio de
la universidad, pasando por mi lado y dedicándome varias miradas antes de
desaparecer de mi vista. Su coche aparcó justo delante del de Harold y Fedrich
que me seguían a todas partes por orden de mi padre. Mi hermano bajó de su
flamante Audi, que despertaba envidias entre la gente que lo miraba por la
calle, vestido de una forma “más normal” de lo que me tenía costumbrada.
-¿Qué haces fuera?- De un momento a otro ya lo tenía a mi lado. Bill
era muy rápido cuando no había nadie y cuando él quería...- ¿No deberías de
estar en clase?- Parecía extrañado, incluso diría que nervioso.
-La doctora William se ha puesto de parto.- Miré sus manos con sus uñas
perfectamente pintadas de negro y me percaté de algo. En su muñeca izquierda
había algo que pasaría desapercibido para cualquiera excepto para mí, una venda
oculta tras una muñequera negra. Se bajó la manga de la chaqueta en cuanto vio
como yo la miraba.- ¿Qué estás haciendo aquí?- De repente, se había formado una
tensión extraña entre ambos. Un ambiente cargado nos rodeaba y ambos nos
habíamos dado cuenta.
-He venido a hablar con el decano, faltaban algunos papeles en tu
matrícula.- Yo sabía perfectamente que mentía y él que yo lo sabía, pero no
dijo nada. Los papeles de mi matrícula habían sido rellenados por mi padre y
hasta ahora, no había habido problemas.
-Bien.- Bill empezó a andar después de darme un beso en la frente.
Cuando pasó por mi lado me di cuenta del olor a sangre, a la suya, proveniente
de su muñeca.- ¡Bill!- Mi hermano paró en seco dándome la espalda.- ¿Qué tienes
en la muñeca?- Vi como bajaba la cabeza y comenzaba a andar. Eso bastaba para
acabar de convencerme...
Caminé hasta el coche donde estaba Harold fumándose un cigarrillo.
Cuando me vio, lo tiró y me abrió la puerta pero no era eso lo que yo quería.
Ahora, me apetecía hablar con alguien para no darle vueltas a al cabeza.
-¿Qué vas a hacer en navidad?- Harold me miró extrañado, no se esperaba
esa pregunta de mi parte.- ¿Vas a volver a Alemania?
-Esto...no... no sé, señorita.- Se tocaba la cabeza nervioso y deseando
sacar otro cigarro del bolsillo. Estaría confuso dado que los Nivel E no podían
hablar de cosas personales con Sangres Pura.
-A mí me gustaría volver a casa, ver a mi padre y a mis... hermanos.-
Harold miraba al frente quizás esperando que llegase Fedrich y le sacara de
este embrollo antes de que llegase Bill y lo pillase hablando conmigo.-¿No
tienes ganas de ver a tu familia, Harold?- No me miró a los ojos, no estaba
permitido, pero por como miró hacia arriba supe todo.
-Aunque fuera a Alemania de nuevo, no volvería a verlos.- Sacó otro
cigarro y lo encendió con suma rapidez tragando tanto humo como le fuera
posible.- Lo putos chuchos mataron a toda mi familia.- Su mandíbula estaba
tensa al igual que todo su cuerpo. Por unos minutos nos quedamos en silencio,
yo sintiendo que por mi culpa personas como Harold habían perdido a su familia
y él, él ya no estaba.
-Ho... hola.- Una voz, la voz de un ángel me sacó de mis pensamientos.
Cuando volví a este mundo y miré a mi alrededor, vi como todo el patio
delantero de la universidad se había llenado de gente y como se llevaban a la
doctora William en una ambulancia hacia el hospital.
-Hola.- Nate estaba bastante alejado de mí y rojo, era tan dulce... Me
observaba nervioso, de arriba a abajo y con miedo, con mucho miedo. No quería
provocar miedo a la gente y mucho menos a él.
-Toda la universidad habla de lo que ha pasado en la clase de
hematología.- Mierda. Lo primero que me había propuesto era no llamar la
atención y era lo primero que había roto.- ¿Cómo lo has sabido?
-Es un secreto.- Harold me miró y yo le hice un gesto para que nos
dejara solos. Volvía a tener sed, muchísima sed y no quería que Nate estuviese
ahí aunque tampoco quería que se fuera.
-Te dejaste esto en el baño del Fack.- Vi mi pañuelo salir del bolsillo
de su chaqueta.- Te fuiste muy deprisa y no me dio tiempo devolvértelo.
-¿Lo has lavado?
-Sí, que buen olfato tienes.- Rió.
-Siento mucho lo que pasó aquella noche, creo que me... dejé llevar un
poco.
-¡No!... digo... los dos nos dejamos llevar.- Me acerqué a él y cogí mi
pañuelo de su mano pero si lo hice no fue para eso sino para escuchar mejor su
corazón. Necesitaba sangre, mucha además, y no quería volver a morder a ningún
humano...
-¿Damos una vuelta?- Me arrepentiría millones de veces por lo que
pensaba hacer pero ahora, no pensaba. Me movía por instinto como un monstruo...
como él.
-Claro, no creo que las clases se reanuden hasta mañana.
Caminamos por los pasillos de la universidad llenos de gente que
recogía sus cosas para marcharse a casa. Todos a mi paso se volvían para
mirarme y murmurar: “Es la chica que le ha dicho a la doctora lo del
embarazo”, “Como pierda el niño le echará la culpa a ella”,... No sabía que
había pasado realmente pero estaba segura que no estaba relacionado con la
doctora William sino con el bebé. Su corazón latía muy débil y me asusté
muchísimo. Algo dentro de mí estalló en pánico de sólo imaginarme que le podría
pasar algo al bebé. ¿Se me habría despertado el reloj biológico?
-Si se salva será por ti.- Nate tenía una sonrisa preciosa pero triste
como si durante toda su vida hubiese tenido miedo a hacerlo, como si fuera algo
que estuviera mal. Ahora sonreía y parecía que se liberaba de un peso enorme.-
Serás una buena médico.- Entramos en un pasillo que estaba solo, perfecto para
hacer lo que pensaba. El pasillo estaba lleno de cuadros en la pared de gente
que ya se había graduado y que ahora tenían cargos importantes que no dejaban
de constar a pie de foto. Ministros, concejales, embajadores, médicos,...-El
decano está feliz de esos cuadros aunque no todos son de gente importante.-
Nate se paró en un cuadro en concreto que no me dejaba ver porque me lo tapaba.
Sentía como los latidos de su corazón se volvían más lentos, delicados y sonoros.
No me gustaba esa sensación en él.- Aquí hay gente que ha pasado a la historia
por chorradas.
-¿Chorradas?- Me estaba acercando poco a poco a él para cogerlo
desprevenido, que su corazón latiera más rápido por el susto y que así bombease
mejor.
-Sí, hay gente que ha muerto y dicen que su espíritu ronda el baño de
arriba.- Me debatía en si morderle o no. Podría hacer que olvidase todo pero
eso no evitaría que me sintiera culpable como cada vez que lo hacía. Con él las
cosas eran tan distintas. Nunca me había pensado demasiado estas cosas y mucho
menos cuando se trata de supervivencia. ¿Qué tenía Nate?
-¿Tú lo crees?
-Pasan cosas raras pero dudo que estén relacionadas con él.- Apoyé mi
mano en su hombro y él se dio la vuelta asustado. Su corazón volvía latir
deprisa, tal y como yo quería.
-Perdóname.- Me lancé a su cuello en un intento desesperado por beber
su sangre pero algo me paró.
-¡Lilith!- Bill tiró de mi brazo hacia atrás separándome de mi
víctima.- Te estaba buscando.- Me tapé la boca rápidamente antes de que Nate
viese mis colmillos. La cara de Nate era un poema. Su corazón estaba a mil y
sus ojos abiertos desmesuradamente.- ¿Nate?- Mi hermano miró a Nate y éste a
Bill. En la cara de Nate se dibujó una sonrisa de felicidad.
-¿Bill? ¿Eres tú?- ¿Qué? ¡¿Qué?! ¡¿QUÉ?! ¡¿Se conocían?! No me lo podía
creer...- ¡Qué de tiempo sin verte!- Bill me soltó el agarré tan fuerte del
brazo y fue a saludar a Nate mientras yo los observaba con completa
incredulidad.- ¿Qué estás haciendo aquí?
-He venido a pasar unos meses para estar con ella.- Ambos me miraron y
yo aún con la mano en la boca pese a que desde que se saludaron se me había
pasado todo.
-¡Oh! ¿Es... es tu novia?- Nate nos miró alternativamente.
-¡No!- Grité sin querer. No sabía por qué no quería que Nate pensara
que Bill y yo estábamos juntos.- Bill es mi hermano.- Nate sonrió y Bill
asintió con la cabeza mientras me atraía hasta él y me apretaba contra su
cuerpo.
-Es mi hermanita pequeña.- Dijo con tono de burla.
-No sabía que tuvieseis una hermana.- ¿“Tuvieseis”?
-Era muy pequeña en aquel entonces...
-¿Y Tom? ¿Dónde está?- Me puse rígida ante su pregunta y Bill lo notó.
Me apretó más a él como si fuera una forma de decirme que estaba segura ahí.
Quería irme y no escuchar dónde estaba él pero el agarre de Bill se hacía más
fuerte por segundos impidiendo que saliera corriendo de allí. Yo sabía que él
quería que me enterase pese a estar casi revolviéndome entre sus brazos para
escapar.
-Bill, no lo...- Tenía ganas de llorar y esta vez no era por las
pesadillas que tanto miedo me daban. Simplemente escuchar su nombre me
ahogaba...
-Tom está aquí también.- Miré a Bill con los ojos muy abiertos. ¡No!
¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Otra vez no!
-Me gustaría mucho quedar un día para verlo.- Mi respiración se estaba
empezando a agitar, la vista se me estaba nublando, me estaba mareando,...
-Te voy a dar mi...
A partir de ahí no recuerdo exactamente lo que pasó. Sólo sentí como mi
cabeza retumbó contra el suelo y luego flotó. Las cosas a partir de ese momento
estaban borrosas y sin orden en mi mente.
Me repetía mil veces la frase que me había dado miedo escuchar durante
estos dos años Tom está aquí. Si dijera que tenía miedo de volver a
verlo, me quedaría corta. Lo malo era que cada célula de mi cuerpo gritaba su
nombre, mi cuerpo lo necesitaba pero yo no. Había sido feliz como nunca antes
pese a estar muriéndome por su sangre. No quería verlo, prefería la muerte
antes que verme reflejada en sus ojos sin luz.
Me desperté y me encontré con una habitación oscura aunque las cortinas
estuviesen corridas. Había empezado a llover y los relámpagos iluminaban el
cuarto de vez en cuando. El ruido de los truenos nunca me había gustado,
siempre me había asustado tanto que cuando era pequeña corría a la cama de mis
padres llorando.
Reconocía el apartamento donde estaba, era el de Bill. Había venido
unas dos o tres veces desde que estaba aquí. Era enorme con dos plantas y una
azotea muy grande arriba. El apartamento perfecto para Bill, el hombre perfecto.
Me levanté y abrí la puerta sin ponerme los zapatos. Si algo me gustaba
era sentir el frío del suelo, que en comparación con mi pies, estaba caliente.
La casa estaba en silencio con sólo los truenos de fondo y eso me
desconcertaba. Era incapaz de concentrarme en nada que no fuese el estruendo
que hacía temblar el suelo y a mí.
-¿Estás mejor?- Bill me metió un susto de muerte. Estaba con un vaso en
la mano cuyo contenido me despertó el apetito.- ¿Quieres?
-No.- Me di la vuelta sin mirarlo y dispuesta a que me diera una
explicación del porqué no me había dicho nada de “eso”.
-¿Qué te pasa?
-Me has mentido.
-¿Qué?
-¡No te hagas el tonto, Bill! ¡¿Por qué no me habías dicho que... él
estaba aquí?!
-Eso no es mentir sino ocultar la verdad.
-¡Me da igual! ¡¿Por qué está aquí?!
-Lilith, ¿no crees que ha pasado mucho desde entonces?
-¡No! ¡No quiero verlo! ¡No sabes cómo me siento! ¡Le odio, le odio, le
odio!
-¿Por qué?
-...
-Ni siquiera lo sabes.
-No puedo vivir si está él.
-No te pasará nada.
-No quiero. Para mí murió hace mucho tiempo.
-¿Cómo puedes decir eso? Es tu hermano quieras o no.
-¡Tú no sabes nada!
-Lo sé todo, Lilith.
-¿Q-Qué?
-Tom...
-No digas su nombre.
-Él... es mi gemelo, sólo mirarle a los ojos y sé todo lo que le ha
pasado y piensa.
-¿Tú también me odias?
-Nadie te odia.
-Él me odia. Me dijo que si le volvía a hablar me mataría.
-Tom... él dice muchas cosas sin pensar.
-Me da igual, ahora soy feliz y no quiero cambiarlo por nada y mucho
menos por él.
-¿Realmente eres feliz?
-Sí.
-¡Deja de engañarte a ti misma! ¡No eres feliz! Te da miedo reconocer
que necesitas a Tom tanto como él te necesita a ti ¡Pero los dos sois tan
cabezotas que no lo queréis reconocer!
-No me grites tú también.
-Lo siento. Sólo quiero que volvamos a ser los que éramos antes de que
te fueras, Lilith.
-Nunca va a volver a ser igual.
-¡Que os acostarais no significa nada! ¡Tú no sabes nada!
-¡Si no sé nada es porque nunca me decís nada! ¿De qué conoces a Nate?-
El móvil de Bill empezó a sonar y éste lo cogió apresurado. Cuando quise darme
cuenta, ya se había ido sin contestarme y dejándome con un millón de preguntas
en la cabeza.
Siempre era lo mismo, cuando necesitaba respuestas nadie me las daba.
Lo único que sabía hasta ahora era que los licántropos estaban buscándome por
algo que ni siquiera comprendía y que al paso que iba, nadie me diría nunca. Y
pensar que Adam era uno de ellos me ponía la piel de gallina. Mi dulce Adam,
hacía tanto tiempo que no sabía nada de él. No respondía a mis llamadas ni a
los mensajes, era como si hubiese desaparecido de la faz de la Tierra. Quizás
ya no me hablara porque se habría dado cuenta de que su especie me odiaba y él
tiene que ser como ellos...
Comencé a subir las enormes escaleras que me llevarían a la magnífica
azotea de Bill. Necesitaba que el aire y la lluvia me diesen en la cara. Quería
dejar de pensar en él como lo había hecho todo este tiempo. Su nombre me
atormentaba y no me dejaba tranquila.
Abrí la puerta que me dejaría a cielo descubierto. El aire y la lluvia
me dieron en la cara mojándome por completo. El sitio perfecto para un monstruo
como en el que me había convertido ahora. ¿No tenerlo a él aquí me convertía en
eso? ¿Necesitaba ser yo un monstruo para ser feliz? De lo que sí me había dado
cuenta desde que escuché a Bill confesar que él estaba aquí, era que el vacío
en mi interior se estaba cerrando. Él era la parte que faltaba en mi interior
aunque yo dijese que no. Me condenó a necesitarle y por mucho que me intentara
convencer a mí misma de lo contrario, mi cuerpo gritaba la verdad.
Me apoyé en la barandilla mientras la tormenta me empapaba. El viento
mezclado con la lluvia entonaban una hermosa melodía que me relajaba y que se
rompía cuando los truenos iluminaban mis ojos. Si comparaba el miedo que le
tenía a éstas con el que le tenía a él, ganaba él. Era un terror asfixiante...
De nuevo escalofríos que hacía mucho tiempo que no sentía. La misma
sensación de cuando me miraba y el mismo miedo que hacía que todos mis sentidos
se pusieran en alerta. Mis ojos se empezaron a mover rápido intentando
localizar alguna muestra de su presencia aquí. Mis colmillos se habían
preparado para un ataque inminente que temía que llegase. Llené mis pulmones
del aire frío de Londres y me volví velozmente.
No había nadie, entonces, ¿por qué sentía su presencia? ¿Por qué sentía
su respiración en mi cuello? El aire se volvió más fuerte haciendo un sonido
tétrico como de ultratumba. Esto empeoraba la situación en la que me
encontraba...
Un rayo se coló por el pararrayos del edificio y yo salí corriendo
hacía la puerta para escapar de allí lo antes posible. La ropa mojada me
impedía moverme con ligereza aun así, conseguí llegar hasta ella con relativa
rapidez. Cuando fui a tirar de la puerta, no se abría. El tirador estaba como
atascado y no se movía. El pánico empezó a invadirme y los truenos no aliviaban
la situación.
-¿Por qué tanta prisa?- Paré en mis intentos desesperados por salir
cuando lo escuché. Su voz era la misma que se repetía en mis pesadillas, otra
de las voces que escuchaba diciendo mi nombre. Si dijera que el pánico se
acentuó, no diría nada. Dudé en si volverme o no, en si estaba preparada para
verlo de nuevo, para hacerle frente y creía que sí. Me volví torpemente y con los
ojos cerrados. Quizás no estuviera lista para verlo de nuevo...
Abrí los ojos con lentitud y la cabeza gacha. Unas deportivas, unos
vaqueros mojados, una sudadera negra pegada a su cuerpo y sus ojos, los ojos
del demonio. Nos quedamos así varios minutos. Él intentando llegar a mi cabeza
y yo con la mente en blanco, aterrorizada y sin echar cuenta de la tormenta y
los truenos que tanto miedo me daban.
-No...- Salió sin aire de mi garganta. Él estaba ahí, delante de mí,
mirándome con sus ojos miel.- ¡No!- Me volví de nuevo hacia la puerta e intenté
abrirla desesperadamente. Le pegué puñetazos, patadas,... y no conseguí
abrirla.- ¡No está aquí! ¡Es otra pesadilla! ¡Vete!
-No vas a abrirla.- Sonaba tan tranquilo y... roto. Quería despertarme
de esta pesadilla antes de caer inconsciente de nuevo.
-¡Cállate!- Me volví y lo miré furiosa. Si realmente estaba aquí las
cosas cambiarían mucho.
-Pensaba que te alegrarías de verme, Lilith.- Su mano agarró mi brazo y
tiró de él para que me separara de la puerta antes de cargármela. Millones de
descargas eléctricas nacieron en ese punto de encuentro entre su piel y la mía,
y se extendieron por todo mi cuerpo.
-¡No me toques!- Me revolví hasta que nuestro contacto se rompió.
Anduve hasta la barandilla donde antes había estado y lo observé dese allí, a
cuatro metros de distancia. Estaba tan distinto. No encontraba nada de lo que
me trasmitía antes, nada que me dijera que él era mi hermano.- ¡No te
acerques!- Vi como bajaba la cabeza y la volvía a levantar para esta vez atravesarme
con su mirada.- ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! ¡¿Quieres volver a hacerme
la vida imposible?! ¡No te lo voy a permitir!- Le planté cara. Desde lejos me
sentía valiente pero si por el contrario lo tenía delante, él podría conmigo.
-¡No he venido a hacerte la vida imposible!- Gritó para que me enterase
y su voz sobresaliera del estruendo de la lluvia.- ¡Tengo otras prioridades!
-¡¿A qué has venido entonces?! ¡No quiero que estés aquí!- De repente,
me acorraló contra la barandilla. Ni siquiera lo había visto venir, era tan
rápido...- ¡Déjame!
-Por desgracia, Londres no es tuyo así que tengo libertad para estar
aquí si me sale de la punta de la polla.- Sus brazos me acorralaron y se me
hizo imposible la escapatoria.
-Dijiste que no querías volver a verme nunca más, ¿qué estás haciendo
aquí?
-También dije que te mataría si volvías a hablarme y lo has hecho,
¿debería matarte?
-Quizás antes te lo hubiera permitido pero ahora no te dejaré que me
toques un pelo.- Le desafié. Sus brazos se posaron a ambos lados de su cuerpo
mientras la lluvia seguía mojando su cara y su ropa.
-Te has vuelto muy guerrera, mejor, ya estaba cansado de tanta
pasividad.- Esta vez fui yo quien dio un paso a delante y me coloqué frente a
él.
-No te tengo miedo.- Estaba parado sin inmutarse. Antes me hubiese
gritado, incluso pegado, ahora estaba parado frente por frente sin decir una
sola palabra. Este no era él, no era Tom.- ¿No vas a decir nada?
-Espero que hayas sido muy feliz sin mí.
-Soy muy feliz sin ti.
-Me alegro por ti, yo no he conseguido serlo.- No sé de dónde provino
ese destello en sus ojos. Una luz casi minúscula que me echó para atrás. Nunca
había visto luz en sus ojos o algo que dijera que el ser que tenía delante no
era un monstruo. Ahora ese pequeño destello me había dejado eclipsada. Algo me
decía que las cosas no iban bien con él y Tom pareció darse cuenta.- ¿Qué
miras?- Sonó desafiante pero no me asustó.
-¿Por qué no has sido feliz? Desaparecí de tu vida, yo era el problema.
-El mundo no gira a tu alrededor...
-No digo eso, simplemente...
-¡Me da igual!- Me agarró del brazo y me atrajo a él.- Si estoy aquí es
por mamá, no por ti.
-¿Qué?- ¿Qué tenía que ver mi madre con que Tom estuviese aquí?
-Por lo que he visto, Harold y Fedrich no pueden controlar tus
impulsos.
-¿Visto?
-Llevo en Londres más tiempo del que crees.
-¿Y tu fabulosa vida en Nueva York? ¿Y Rachell? Mamá me dijo que tú,
Bill y ella estabais muy bien allí- Tom me soltó y miró hacia el cielo dejando
que las gotas de lluvia le golpearan y recorriesen su cara.
-Quiero acabar con esto, no por mí ni por ti sino por la especie.-
Hablaba mirando hacia arriba sin ni siquiera mirarme.
-No te entiendo.- Bajó la cabeza y me observó. Sus ojos azules y
clavados en mi cuello no me hacían presagiar nada bueno.
-Odiémonos pero eso no va a cambiar que seamos hermanos.- ¿Era otro
plan para confiarme y volverse a aprovechar de mí?- Estoy dispuesto a olvidar
todo lo que pasó si empezamos de nuevo.
-¿Estás bromeando?
-¿Qué?
-¿Pretendes que me olvide de todo lo que me has hecho para empezar de
nuevo? ¿Quieres que borre todo y haga como si no hubiese pasado nada? ¡No
puedes hacer que deje de odiarte! ¡Me has destrozado la vida, Tom! ¡Me has
hecho sentir la última mierda en este jodido mundo! ¡¿Y quieres que me olvide?!
¡Pensé que te había dejado claro que no te quiero en mi vida! ¡Ni como hermano,
amigo, conocido ni como nada! ¡Te odio y si quiero que algo desaparezca, eres
tú!- Me dirigí a la puerta cargada de ira y de una patada la abrí. ¡¿Cómo podía
ser tan hipócrita?!
-¡Lilith!- Ya estaba dentro y la lluvia no me mojaba. Pese a estar
rabiosa por sus palabras, me detuve cuando me llamó como si fuese una orden mas
que una llamada. - Te estoy dando la oportunidad de cambiarlo todo, de ser como
antes. No puedo protegerte si estamos peleados.
-¿Protegerme de qué?- Me di la vuelta y le miré. Sus ojos habían vuelto
a su color natural, no parecía estar irritado ni nada por el estilo aunque eso
no significaba que de un momento a otro todo cambiase como siempre.- ¿De Adam?
¿Del aire que está a mi alrededor? ¿De todo el mundo?- Los rayos que caían tras
sí sobre la ciudad de Londres le daban a su figura un toque espeluznante.
Estaba parado en medio de la azotea con las
cascadas de agua cayendo sobre él, sin inmutarse. Parecía un fantasma,
un espíritu sin vida...- ¡Del primero que deberías de protegerme es de ti!- Le
di la espalda y empecé a bajar las escaleras a toda velocidad.
La rabia por su increíble tranquilidad al hablar me desesperaba. Actuaba
como si no hubiese pasado nada, como si todo lo que me dijo aquel día no
hubiese pasado nunca. Lo único que quedó de ese momento fue el diamante de la
pulsera que él partió y que ahora llevaba colgado en mi cuello. No podía
creerme que el que había estado parado frente a mí hubiese sido él.
Llegué hasta la habitación donde me había despertado antes. Comencé a
desnudarme y quitarme la ropa empapada. Mi pelo cayó sobre mi espalda dejándome
helada y haciendo que las gotas procedentes de él se escurrieran por todo mi
cuerpo. Tan sólo necesitaba varios minutos para hacerme a la idea de que él
estaba aquí de nuevo, sólo varios minutos para negar lo que mi cuerpo me pedía
a voces.
Lo que había pasado había sido peor que cualquiera de mis pesadillas.
Era cierto que escuchaba su voz en mis sueños llamándome, incluso pidiéndome
ayuda, la misma voz de hoy, rota, vacía, sin vida, la voz de un monstruo.
Me quedé hierática cuando lo escuché. Su respiración en mi cuello como
un viento gélido del norte. Él sabía como hacer para verme incapaz de responder
pero esta vez no era por lo bien que me sentía al tenerlo cerca sino por todo
lo contrario. Ahora lo que sentía hacia él, aparte de miedo, era dolor.
-Los papeles han cambiado, antes eras tú la que me perseguías a mí.-
Intenté controlar los escalofríos que me producía su voz. Cada palabra se
escapaba de sus labios con un tono apagado...
-Todo ha cambiado.- Todo mi cuerpo titiritaba, no por frío sino por
miedo. Si no lo tenía delante no podía sentir en que estado se encontraba y lo
que más miedo me daba era tenerlo a escasos centímetros de mi cuello.
-Lo sé, ahora te dedicas a beber la sangre directamente de los humanos,
hasta intentaste morder al pobre de Nate.- Me quedé helada con sus palabras. Lo
sabía todo, ¿cómo?- Tratas de engañarte a ti misma bebiendo sangre para suplir
la mía, la necesitas.- Era cierto, la necesitaba pero me negaba a mí misma
todos los días esa asquerosa necesidad.
-No necesito nada que venga de ti.- Dije casi tartamudeando. Su mano se
deslizaba sobre mi cuello bajando por mi hombro, mi brazo...
-Lo que fluye por tus venas es mi sangre.- Me agarró de la muñeca y me
obligó a que me volviese estando frente a frente con él.- Cada rincón de tu
cuerpo me pertenece, absolutamente todo.- Mi mano voló hasta empotrarse en su
cara. Fue como un impulso que le hizo dar un paso hacia atrás por la fuerza.
-No vuelvas a hablarme así.- Me alejé poco a poco de él ya que no se
movía y mantenía la cabeza agachada. Sólo le había pegado dos o tres veces y en
ninguna de ellas había acabado bien.
-Durante estos dos años he intentado alejarme, no pensar, no escuchar
nada que tuviese que ver contigo.- Levantó la mirada y vi sus ojos rojos como
el fuego cargados de ira.- Y cuando por fin te tengo delante me doy cuenta que
realmente nada ha cambiado excepto tú.- Mi espalda chocó contra la pared
huyendo de la bestia que se venía encima.- Pensé que te alegrarías de verme,
que estarías feliz de que nos volviésemos a ver pero no es así. ¿Cómo puede
caber tanto rencor en ti? Siempre decías que querías que fuésemos hermanos
normales y ahora, que por fin me decido, vas y me odias.- Se paró antes de
llegar a mí y puso su mano en la mejilla donde le había pegado.- Serás feliz
pero no brillas como antes. Te has vuelto oscura como yo, no sé quién eres.-
Tuve suerte de tener la cara aún mojada porque así mis lágrimas se camuflaban.
Sus palabras se habían clavado en mi corazón una tras otra. ¿Realmente me había
convertido en un monstruo?
-¿Me ves ahora, Tom? Soy el resultado de lo que tú creaste.- Mi voz
delataba mi estado y él lo sabía. No se movía, no hablaba, simplemente me
miraba sin mostrar nada.- Por tu culpa he creado un muro a mi alrededor que
nadie puede romper. Por tu culpa me siento insegura, vacía... Por tu culpa
estoy rota.- Me deslicé por la pared hasta quedarme sentada en el suelo,
agarrada a mí misma y llorando como una niña pequeña.- Sólo quiero que me dejes
en paz, no puedo respirar si estás aquí. Vete, por favor.- Después de dos años
sin saber lo que era llorar de verdad, lo había vuelto a hacer. Sólo él podía
derrumbarme en segundos y hacer que pareciese culpa mía.
-¿Ya no me quieres? ¡¿Dónde está todo ese amor que jurabas sentir?!-
Gritó enfadado.
-Se fue el mismo día en el que tú te fuiste.- Metí la cabeza entre mis
brazos para no mirarlo, no podía.- Ya no podré quererte nunca más ni a ti ni a
nadie. Tengo miedo de que me hagan daño.
-Deja al menos que me lleve un recuerdo de lo que una vez dijiste
sentir por mí.- Levanté la cabeza lentamente y me lo encontré en cuclillas
delante, con esa sonrisa macabra en sus labios que tanto me asustaba. Su mano
tocó mi cuello y de un movimiento brusco dobló mi cabeza hacia un lado.
-¡No!- Grité asustada. Quería mi sangre, lo único que le había
importado siempre de mí había sido eso. Sabía que él se sentía poderoso
bebiendo la sangre por la que dos especies se habían peleado durante siglos.-
¡No lo hagas!- Lloraba desconsolada sabiendo que pronto mi sangre formaría
parte de él.
-No volveré hablarte ni a mirarte ni siquiera pensaré en ti. Para mí
también estarás muerta.- Su otra mano me tapó la boca para que no gritase y
haciéndose hueco, abrió mis piernas para situarse entre ellas y estar más cerca
de mí.- Muere conmigo, Lilith...- Su lengua lamió mi cuello. Ya sentía el roce
de sus colmillos sobre mi piel a punto de clavarse en ella. Por mucho que le
gritase que parara no me escuchaba, su mano ahogaba mis llantos y gritos.
Apreté los ojos fuertemente esperando el momento en el que mi sangre
viajara por sus venas pero ese momento no llegaba. Hacía un rato que había
parado de lamerme el cuello aun así, seguía entre mis piernas temblorosas y
desnudas. No se movía un ápice ni emitía algún tipo de sonido que me dijese que
había vida en aquel cuerpo inerte.
Se levantó lentamente hasta ponerse de pie. Sus ojos gritaban a voces
el deseo por beber mi sangre pero él los había ignorado. Yo, sin embargo, me
quedé sentada en el suelo, con las lágrimas recorriendo mi rostro y con las
piernas todavía abiertas tal y como él las había dejado, modelando su figura en
ellas.
-¿Po... por qué... has para... parado?- Tuve miedo de preguntarle. Ya
había desatado al monstruo y volver a hablarle sería mi condena definitiva.
-Se me olvidaba que ya estábamos muertos.- Arrugó el entrecejo
pensando, quizás, en algo que no le gustaba en absoluto.
Me levanté con las piernas temblorosas y apoyada en la pared. No dejaba
de mirar cada uno de mis movimientos, de observar mi cuerpo húmedo apenas
cubierto por la ropa interior. Los mismos ojos que una vez me derretían y que
ahora sólo tenía odio para ellos.
Me fui acercando lentamente hacia él. Sabía que no haría nada para que
me alejase aunque él sabía perfectamente por qué lo hacía. Mis ojos delataban
mis intenciones y Tom no se dejaría hacer tal fácilmente.
Me pegué completamente a él, cuerpo con cuerpo sintiendo como su ropa
mojaba el mío. Las descargas eléctrica habían empezado a estallar en mi cuerpo,
un cortocircuito como cada vez que lo tenía cerca. Él me miraba desde arriba,
serio. Agarré su sudadera y lo obligué a que su cara descendiera hasta la mía.
Ahora estábamos frente por frente, él inclinado y yo de puntillas sintiendo
como mi cuerpo ardía por él.
-¿No vas a pararme?- Susurré contra su boca. El monstruo seguía
mirándome a los ojos buscando esa luz que ya no estaba.- Se acabó ser el único
que jugaba, yo también sé jugar.
-Vamos. Juega.
Me acerqué a su cuello poco a poco sintiendo como su cuerpo se tensaba.
Había estado deseando que llegase este momento hacía mucho tiempo. Lamí su
cuello lentamente secando las gotas de lluvia que bajaban por él y a la vez,
humedeciéndolo con mi propia saliva. Su piel estaba tan suave como siempre,
fría y con su olor, el mismo que desde pequeños había formado parte de él y
también de mí.
Mis colmillos ya estaban preparados para atravesar su piel y dejar que
su esencia recorriera cada célula de mi cuerpo. Los clavé en su cuello haciendo
un sonido escalofriante al rasgar su piel. Su sangre empezó a inundar mi boca y
yo a tragar como una posesa ese líquido tan preciado, la medicina para mi
agonía.
Mi cuerpo ardía en llamas como cada vez que bebía su sangre. Ahora me
veía incapaz de parar y dejar de saborearlo. Era como si mis sentidos
eclosionaran y despertaran de un largo letargo que ni la mejor sangre humana
había conseguido. Cerrar los ojos y tragar era lo único que podía hacer. Parar
me era imposible, una fuerza superior a mí me atraía hacía aquel manantial de
mi adorado elixir.
Sentí como sus brazos rodeaban mi cintura y me apretaban a él. Contra
más fuerza hacía más bombeaba su corazón. ¿Un momento? ¿Cómo que su corazón
bombeaba? Latía, ¡Latía! Latidos pausados y rítmicos que retumbaban contra mi
pecho.
Abrí los ojos sin parar de beber oyendo su corazón latir cada vez más
débil. El sonido que hacía me recordaba al del bebé de la doctora William,
entrecortados y sin ganas de vivir, el corazón de un niño. Me revolví entre sus
brazos intentando parar y alejarme antes de que el corazón parase tal y como
hacía el de los hombres a los que le robaba la sangre sin su consentimiento.
Su corazón latía una vez cada varios segundos. ¿Cómo era posible que su
corazón latiese? ¡Era un vampiro! ¡Estaba muerto! ¡¿Por qué demonios latía su
corazón?!
Sus brazos flaquearon y conseguí separarme de él antes de que cayese en
el suelo. Estaba tirado, inconsciente, como aquella vez de pequeños cuando casi
lo mataba al beber toda su sangre.
Me agaché junto a él y apoyé mi cabeza en su pecho intentando escuchar
ese sonido que me había dislocado por completo. Estaba tan asustada que no
conseguía pensar con claridad. Vale que le odiase con todas mis fuerzas, que no
lo quisiera más en mi vida pero no podría soportar que algo le pasase y más si
era por mi culpa.
Las lágrimas habían vuelto a florecer de mis ojos marcando un camino transparente
entre la sangre que manchaba mi boca y cuello.
-¿Por qué no te mueves, Tom? Si es una broma no tiene gracia.- Lo moví
un poco por si así contestaba pero no obtenía respuesta de su parte.-
¡Contéstame!- Le pegué una bofetada deseando que se levantara y me pegase otra,
lo que fuese antes de que estuviese así.- ¡Tom, respóndeme!- En ese momento una
idea no muy buena se me cruzó por la cabeza. Quizás no fuese la mejor solución
pero era lo único que me quedaba.
Clavé mis colmillos en mi muñeca dejando que mi sangre brotara de ella
después de dos años sin verla. La llevé hasta mis labios y llené mi boca con mi
propia sangre. Me fui acercando lentamente hacia él, con mucho miedo a lo que
pensaba a hacer. El monstruo que tenía delante me había destruido la vida pero
tan sólo pensar que podría morir o estarlo ya me espantaba. ¿A quién quería
engañar? Por mucho que lo odiase, Tom nunca dejaría de ser parte de mí, sangre
de mi sangre, mi hermano.
Junté nuestro labios y pasé mi sangre a su boca. Otra estupidez que
juré no volver a cometer pero que cuando se trataba de él no podía. Las
lágrimas no me dejaban ver su rostro con claridad ni siquiera si despertaba o
no. Sólo necesita un pequeño latido, lo que fuese que me dijese que mi hermano
estaba vivo.
Un bum sonoro que jamás imaginé que saldría de su corazón
retumbó en mis oídos. Me levanté de su lado con la confianza de que estaba vivo
fuese lo que fuese el ser que tenía delante. Si de algo estaba segura era que
ese que estaba ahí estaba vivo y era Tom pero ¿qué era Tom?
Cogí mi ropa mojada que estaba en el suelo de la habitación y salí de
allí a toda prisa como una cobarde, como lo que era. Si me fui así fue porque
era incapaz de ver sus ojos de nuevo, de escuchar su voz discriminando en lo
que me había convertido ahora. Necesitaba tiempo para procesar todo lo que
había pasado, todas sus palabras, cada sílaba o letra de ellas, sus
suspiros,... de procesarle a él.
Hoy había vuelto a caer presa de sus palabras, de cada una de ellas.
Siempre conseguía lo que se proponía, no había cambiado en este tiempo.
Mientras corría por las calles de Londres hacia casa de mi tía las
preguntas se me acumulaban. Cada gota de lluvia me traía una nueva.
¿Qué hace Tom aquí?
¿Qué fue de su vida en Nueva York?
¿Dónde está Rachell?
¿Por qué está tan raro?
¿Por qué su corazón late?
¿Por qué he vuelto a darle mi sangre sabiendo que está mal sin
pensármelo dos veces?
¿Quién eres, Tom?
Capítulo 31
By Lilith
-En los humanos y en otras especies que utilizan la hemoglobina, la
sangre arterial y oxigenada es de un color rojo brillante, mientras que la
sangre venosa y parcialmente desoxigenada toma un color rojo oscuro y ópaco...-
Me estaba entrando hambre y hacía tan sólo una hora que había comido. Las
explicaciones de la doctora William me estaban despertando el apetito. Podría
haberme saltado esta clase como hacía casi siempre pero se empezaría a extrañar
si faltaba todos lo días.- ...Se considera que un adulto tiene un volumen de
sangre de aproximadamente cinco litros, de los cuales tres son plasma
sanguíneo.- El corazón, el corazón del bebé de la doctora no dejaba de latir y
cada vez lo hacía más rápido. Estaba segura que no tardaría en dar a luz a este
ritmo.- ¿Kaulitz, se encuentra bien?- Dejé de mirar su abultada barriga para
mirarla a ella. Me observaba extrañaba desde enfrente de la pizarra digital.- No
tiene buena cara.
-Pue... puedo ir al baño.- Notaba como mi sangre hervía y mis ojos
cambiaban de color. Necesitaba ir a buscar a los chicos antes de que me lanzara
a la yugular de cualquiera.
-Claro.- Un fuerte olor a sangre llegó a mí. Envolvió toda la clase
pero como suponía nadie se percató salvo yo. Pasé por al lado de la doctora
William y el olor se intensificó. No era el aroma de su sangre sino una sangre
infantil, la del bebé.- ¿Pasa algo?- Me paré frente a ella y cogí mi móvil del
bolsillo. Marqué el 112 sin pensármelo mientras oía como los latidos del bebé
se volvían intermitentes y débiles.
-Necesito una ambulancia en la London Hight University, hay una mujer
embarazada que está mal.- La cara de la doctora cambió en dos segundos. Ella no
daba crédito a lo que salía de mi boca.
-¡¿Es una broma?!- Soltó los papeles en el escritorio claramente
enfadada.- ¡No tiene gracia, Kaulitz!- Abrí los ojos desmesuradamente y miró
hacia abajo. Por fin fue consciente de que algo no iba bien. Sus pantalones vaqueros
se empezaron a manchar de sangre y por su color y olor, y según las
explicaciones de ella minutos antes, “sangre parcialmente desoxigenada” y yo
sabía que era del bebé.
-Relájese, la ambulancia llegará pronto.- Salí del aula ignorando los
ojos asombrados de mis compañeros y los gritos de la doctora William
llamándome.
Los pasillos estaban vacíos, no había nadie ni se escuchaba nada.
Necesitaba encontrar a Harold y Fedrich antes de que me muriese de hambre o me
volviese loca, lo que llegara antes. Anduve con paso lento mirando hacia todos
lados. Hacía ya una semana que Bill había llegado a Londres y que recibí su
mensaje. No le había dicho nada a Bill y él tampoco me había dicho nada de que
él estuviese aquí. Aun así, yo volví a tener miedo, ese miedo como cada vez que
sentía su mirada, con la diferencia de que no estaba. Mi mente estaba jugando
conmigo pero tenía que reconocer que desde que recibí ese mensaje, me daba
miedo estar sola. Allá donde iba, miraba a todos lados con terror a
encontrármelo en cualquier parte.
Quizás lo que más me inquietaba no era eso sino que Bill no hablase de
él. Era su gemelo, su otra mitad. Nunca había pasado más de dos minutos sin
hablar de su hermano pero esta vez era distinto. No mencionaba nada relacionado
con él y mucho menos había comentado la “posibilidad” de que él estuviera aquí
o que viniera.
Su ausencia durante estos dos años me había reconfortado lo suficiente
para hacerme más fuerte y, a la vez, una más de mi especie sin sentirme un
bicho raro. Precisamente, esto último, era lo que más me había costado y
avergonzado al mismo tiempo. Mi sed de sangre nunca cesaba. Era un continuo
espiral que tan sólo se calmaba con sangre humana, pero no sangre de la que
tenía en casa sino la que procedía directamente del cuerpo de un humano. El
placer de sentir como su corazón latía bombeando la sangre hasta mi boca era
algo maravilloso. Mis sentidos se agudizaban al máximo con cada trago. El poder
que durante tanto tiempo había estado sometido a él renacía cuando la vida de una
persona dependía de mí. Podría sonar alarmante, ni siquiera yo me reconocía las
primeras veces, luego todo fue solo. Yo tenía poder para decidir si la persona
que tenía ante mí moría o vivía. No hacía falta decir que yo jamás jugaría con
la vida de nadie.
Mi itinerario siempre era el mismo: Cuando el Sol se ponía sobre el
lago Sörion, yo salía de casa de mi padre hacia allí. Veía a un chico joven,
vigoroso, con fuerza, una gran vitalidad y la energía necesaria para soportar
lo que le vendría encima. ¿Por qué hombres? Porque eran fáciles. Ellos se
dejaban cautivar fácilmente. Cuatro palabras y eran míos. Cuando me daba cuenta
de que estaba bebiendo demasiado, paraba. Lo peor venía a continuación, me veía
obligada a hacerles olvidar ese momento, dejándolos dormidos y tumbados en el
banco donde minutos antes había estado yo sentada. Pese a la sangre que corría
por mis venas gracias a mi víctima, no conseguía llenarme. Siempre tenía hambre
pero había descubierto como controlarla. ¿El truco? Comer mucho. Daba igual que
fuese, lo primero que cogiera me lo comía. Con esto podía controlarme
medianamente hasta que mi cuerpo gritaba que lo necesitaba.
La sed de sangre era lo único malo que tenía estar sin él. Mi vida
durante este período de tiempo, se había resumido en felicidad, una felicidad
que nunca había experimentado pero que por las noches se volvía en mi contra.
Las pesadillas que me traían cuerpos descomponiéndose que gritaban mi nombre
antes de que su sangre estallara en mi cara. Y aun así, pese que me sentía la
mujer más feliz del mundo, pese que tenía todo lo que pudiera desear, me sentía
vacía. Era como si dentro de mí no hubiese nada salvo un agujero negro que se
tragaba todo lo que le echaba.
Salí afuera a que el aire frío londinense me diese en la cara. Las
sirenas de las ambulancias ya se dejaban escuchar por las calles y con ellas el
motor de un coche que, ya desde hacía una semana, no había parado de oír.
Varios médicos bajaron a toda prisa y se adentraron en el edificio de
la universidad, pasando por mi lado y dedicándome varias miradas antes de
desaparecer de mi vista. Su coche aparcó justo delante del de Harold y Fedrich
que me seguían a todas partes por orden de mi padre. Mi hermano bajó de su
flamante Audi, que despertaba envidias entre la gente que lo miraba por la
calle, vestido de una forma “más normal” de lo que me tenía costumbrada.
-¿Qué haces fuera?- De un momento a otro ya lo tenía a mi lado. Bill
era muy rápido cuando no había nadie y cuando él quería...- ¿No deberías de
estar en clase?- Parecía extrañado, incluso diría que nervioso.
-La doctora William se ha puesto de parto.- Miré sus manos con sus uñas
perfectamente pintadas de negro y me percaté de algo. En su muñeca izquierda
había algo que pasaría desapercibido para cualquiera excepto para mí, una venda
oculta tras una muñequera negra. Se bajó la manga de la chaqueta en cuanto vio
como yo la miraba.- ¿Qué estás haciendo aquí?- De repente, se había formado una
tensión extraña entre ambos. Un ambiente cargado nos rodeaba y ambos nos
habíamos dado cuenta.
-He venido a hablar con el decano, faltaban algunos papeles en tu
matrícula.- Yo sabía perfectamente que mentía y él que yo lo sabía, pero no
dijo nada. Los papeles de mi matrícula habían sido rellenados por mi padre y
hasta ahora, no había habido problemas.
-Bien.- Bill empezó a andar después de darme un beso en la frente.
Cuando pasó por mi lado me di cuenta del olor a sangre, a la suya, proveniente
de su muñeca.- ¡Bill!- Mi hermano paró en seco dándome la espalda.- ¿Qué tienes
en la muñeca?- Vi como bajaba la cabeza y comenzaba a andar. Eso bastaba para
acabar de convencerme...
Caminé hasta el coche donde estaba Harold fumándose un cigarrillo.
Cuando me vio, lo tiró y me abrió la puerta pero no era eso lo que yo quería.
Ahora, me apetecía hablar con alguien para no darle vueltas a al cabeza.
-¿Qué vas a hacer en navidad?- Harold me miró extrañado, no se esperaba
esa pregunta de mi parte.- ¿Vas a volver a Alemania?
-Esto...no... no sé, señorita.- Se tocaba la cabeza nervioso y deseando
sacar otro cigarro del bolsillo. Estaría confuso dado que los Nivel E no podían
hablar de cosas personales con Sangres Pura.
-A mí me gustaría volver a casa, ver a mi padre y a mis... hermanos.-
Harold miraba al frente quizás esperando que llegase Fedrich y le sacara de
este embrollo antes de que llegase Bill y lo pillase hablando conmigo.-¿No
tienes ganas de ver a tu familia, Harold?- No me miró a los ojos, no estaba
permitido, pero por como miró hacia arriba supe todo.
-Aunque fuera a Alemania de nuevo, no volvería a verlos.- Sacó otro
cigarro y lo encendió con suma rapidez tragando tanto humo como le fuera
posible.- Lo putos chuchos mataron a toda mi familia.- Su mandíbula estaba
tensa al igual que todo su cuerpo. Por unos minutos nos quedamos en silencio,
yo sintiendo que por mi culpa personas como Harold habían perdido a su familia
y él, él ya no estaba.
-Ho... hola.- Una voz, la voz de un ángel me sacó de mis pensamientos.
Cuando volví a este mundo y miré a mi alrededor, vi como todo el patio
delantero de la universidad se había llenado de gente y como se llevaban a la
doctora William en una ambulancia hacia el hospital.
-Hola.- Nate estaba bastante alejado de mí y rojo, era tan dulce... Me
observaba nervioso, de arriba a abajo y con miedo, con mucho miedo. No quería
provocar miedo a la gente y mucho menos a él.
-Toda la universidad habla de lo que ha pasado en la clase de
hematología.- Mierda. Lo primero que me había propuesto era no llamar la
atención y era lo primero que había roto.- ¿Cómo lo has sabido?
-Es un secreto.- Harold me miró y yo le hice un gesto para que nos
dejara solos. Volvía a tener sed, muchísima sed y no quería que Nate estuviese
ahí aunque tampoco quería que se fuera.
-Te dejaste esto en el baño del Fack.- Vi mi pañuelo salir del bolsillo
de su chaqueta.- Te fuiste muy deprisa y no me dio tiempo devolvértelo.
-¿Lo has lavado?
-Sí, que buen olfato tienes.- Rió.
-Siento mucho lo que pasó aquella noche, creo que me... dejé llevar un
poco.
-¡No!... digo... los dos nos dejamos llevar.- Me acerqué a él y cogí mi
pañuelo de su mano pero si lo hice no fue para eso sino para escuchar mejor su
corazón. Necesitaba sangre, mucha además, y no quería volver a morder a ningún
humano...
-¿Damos una vuelta?- Me arrepentiría millones de veces por lo que
pensaba hacer pero ahora, no pensaba. Me movía por instinto como un monstruo...
como él.
-Claro, no creo que las clases se reanuden hasta mañana.
Caminamos por los pasillos de la universidad llenos de gente que
recogía sus cosas para marcharse a casa. Todos a mi paso se volvían para
mirarme y murmurar: “Es la chica que le ha dicho a la doctora lo del
embarazo”, “Como pierda el niño le echará la culpa a ella”,... No sabía que
había pasado realmente pero estaba segura que no estaba relacionado con la
doctora William sino con el bebé. Su corazón latía muy débil y me asusté
muchísimo. Algo dentro de mí estalló en pánico de sólo imaginarme que le podría
pasar algo al bebé. ¿Se me habría despertado el reloj biológico?
-Si se salva será por ti.- Nate tenía una sonrisa preciosa pero triste
como si durante toda su vida hubiese tenido miedo a hacerlo, como si fuera algo
que estuviera mal. Ahora sonreía y parecía que se liberaba de un peso enorme.-
Serás una buena médico.- Entramos en un pasillo que estaba solo, perfecto para
hacer lo que pensaba. El pasillo estaba lleno de cuadros en la pared de gente
que ya se había graduado y que ahora tenían cargos importantes que no dejaban
de constar a pie de foto. Ministros, concejales, embajadores, médicos,...-El
decano está feliz de esos cuadros aunque no todos son de gente importante.-
Nate se paró en un cuadro en concreto que no me dejaba ver porque me lo tapaba.
Sentía como los latidos de su corazón se volvían más lentos, delicados y sonoros.
No me gustaba esa sensación en él.- Aquí hay gente que ha pasado a la historia
por chorradas.
-¿Chorradas?- Me estaba acercando poco a poco a él para cogerlo
desprevenido, que su corazón latiera más rápido por el susto y que así bombease
mejor.
-Sí, hay gente que ha muerto y dicen que su espíritu ronda el baño de
arriba.- Me debatía en si morderle o no. Podría hacer que olvidase todo pero
eso no evitaría que me sintiera culpable como cada vez que lo hacía. Con él las
cosas eran tan distintas. Nunca me había pensado demasiado estas cosas y mucho
menos cuando se trata de supervivencia. ¿Qué tenía Nate?
-¿Tú lo crees?
-Pasan cosas raras pero dudo que estén relacionadas con él.- Apoyé mi
mano en su hombro y él se dio la vuelta asustado. Su corazón volvía latir
deprisa, tal y como yo quería.
-Perdóname.- Me lancé a su cuello en un intento desesperado por beber
su sangre pero algo me paró.
-¡Lilith!- Bill tiró de mi brazo hacia atrás separándome de mi
víctima.- Te estaba buscando.- Me tapé la boca rápidamente antes de que Nate
viese mis colmillos. La cara de Nate era un poema. Su corazón estaba a mil y
sus ojos abiertos desmesuradamente.- ¿Nate?- Mi hermano miró a Nate y éste a
Bill. En la cara de Nate se dibujó una sonrisa de felicidad.
-¿Bill? ¿Eres tú?- ¿Qué? ¡¿Qué?! ¡¿QUÉ?! ¡¿Se conocían?! No me lo podía
creer...- ¡Qué de tiempo sin verte!- Bill me soltó el agarré tan fuerte del
brazo y fue a saludar a Nate mientras yo los observaba con completa
incredulidad.- ¿Qué estás haciendo aquí?
-He venido a pasar unos meses para estar con ella.- Ambos me miraron y
yo aún con la mano en la boca pese a que desde que se saludaron se me había
pasado todo.
-¡Oh! ¿Es... es tu novia?- Nate nos miró alternativamente.
-¡No!- Grité sin querer. No sabía por qué no quería que Nate pensara
que Bill y yo estábamos juntos.- Bill es mi hermano.- Nate sonrió y Bill
asintió con la cabeza mientras me atraía hasta él y me apretaba contra su
cuerpo.
-Es mi hermanita pequeña.- Dijo con tono de burla.
-No sabía que tuvieseis una hermana.- ¿“Tuvieseis”?
-Era muy pequeña en aquel entonces...
-¿Y Tom? ¿Dónde está?- Me puse rígida ante su pregunta y Bill lo notó.
Me apretó más a él como si fuera una forma de decirme que estaba segura ahí.
Quería irme y no escuchar dónde estaba él pero el agarre de Bill se hacía más
fuerte por segundos impidiendo que saliera corriendo de allí. Yo sabía que él
quería que me enterase pese a estar casi revolviéndome entre sus brazos para
escapar.
-Bill, no lo...- Tenía ganas de llorar y esta vez no era por las
pesadillas que tanto miedo me daban. Simplemente escuchar su nombre me
ahogaba...
-Tom está aquí también.- Miré a Bill con los ojos muy abiertos. ¡No!
¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Otra vez no!
-Me gustaría mucho quedar un día para verlo.- Mi respiración se estaba
empezando a agitar, la vista se me estaba nublando, me estaba mareando,...
-Te voy a dar mi...
A partir de ahí no recuerdo exactamente lo que pasó. Sólo sentí como mi
cabeza retumbó contra el suelo y luego flotó. Las cosas a partir de ese momento
estaban borrosas y sin orden en mi mente.
Me repetía mil veces la frase que me había dado miedo escuchar durante
estos dos años Tom está aquí. Si dijera que tenía miedo de volver a
verlo, me quedaría corta. Lo malo era que cada célula de mi cuerpo gritaba su
nombre, mi cuerpo lo necesitaba pero yo no. Había sido feliz como nunca antes
pese a estar muriéndome por su sangre. No quería verlo, prefería la muerte
antes que verme reflejada en sus ojos sin luz.
Me desperté y me encontré con una habitación oscura aunque las cortinas
estuviesen corridas. Había empezado a llover y los relámpagos iluminaban el
cuarto de vez en cuando. El ruido de los truenos nunca me había gustado,
siempre me había asustado tanto que cuando era pequeña corría a la cama de mis
padres llorando.
Reconocía el apartamento donde estaba, era el de Bill. Había venido
unas dos o tres veces desde que estaba aquí. Era enorme con dos plantas y una
azotea muy grande arriba. El apartamento perfecto para Bill, el hombre perfecto.
Me levanté y abrí la puerta sin ponerme los zapatos. Si algo me gustaba
era sentir el frío del suelo, que en comparación con mi pies, estaba caliente.
La casa estaba en silencio con sólo los truenos de fondo y eso me
desconcertaba. Era incapaz de concentrarme en nada que no fuese el estruendo
que hacía temblar el suelo y a mí.
-¿Estás mejor?- Bill me metió un susto de muerte. Estaba con un vaso en
la mano cuyo contenido me despertó el apetito.- ¿Quieres?
-No.- Me di la vuelta sin mirarlo y dispuesta a que me diera una
explicación del porqué no me había dicho nada de “eso”.
-¿Qué te pasa?
-Me has mentido.
-¿Qué?
-¡No te hagas el tonto, Bill! ¡¿Por qué no me habías dicho que... él
estaba aquí?!
-Eso no es mentir sino ocultar la verdad.
-¡Me da igual! ¡¿Por qué está aquí?!
-Lilith, ¿no crees que ha pasado mucho desde entonces?
-¡No! ¡No quiero verlo! ¡No sabes cómo me siento! ¡Le odio, le odio, le
odio!
-¿Por qué?
-...
-Ni siquiera lo sabes.
-No puedo vivir si está él.
-No te pasará nada.
-No quiero. Para mí murió hace mucho tiempo.
-¿Cómo puedes decir eso? Es tu hermano quieras o no.
-¡Tú no sabes nada!
-Lo sé todo, Lilith.
-¿Q-Qué?
-Tom...
-No digas su nombre.
-Él... es mi gemelo, sólo mirarle a los ojos y sé todo lo que le ha
pasado y piensa.
-¿Tú también me odias?
-Nadie te odia.
-Él me odia. Me dijo que si le volvía a hablar me mataría.
-Tom... él dice muchas cosas sin pensar.
-Me da igual, ahora soy feliz y no quiero cambiarlo por nada y mucho
menos por él.
-¿Realmente eres feliz?
-Sí.
-¡Deja de engañarte a ti misma! ¡No eres feliz! Te da miedo reconocer
que necesitas a Tom tanto como él te necesita a ti ¡Pero los dos sois tan
cabezotas que no lo queréis reconocer!
-No me grites tú también.
-Lo siento. Sólo quiero que volvamos a ser los que éramos antes de que
te fueras, Lilith.
-Nunca va a volver a ser igual.
-¡Que os acostarais no significa nada! ¡Tú no sabes nada!
-¡Si no sé nada es porque nunca me decís nada! ¿De qué conoces a Nate?-
El móvil de Bill empezó a sonar y éste lo cogió apresurado. Cuando quise darme
cuenta, ya se había ido sin contestarme y dejándome con un millón de preguntas
en la cabeza.
Siempre era lo mismo, cuando necesitaba respuestas nadie me las daba.
Lo único que sabía hasta ahora era que los licántropos estaban buscándome por
algo que ni siquiera comprendía y que al paso que iba, nadie me diría nunca. Y
pensar que Adam era uno de ellos me ponía la piel de gallina. Mi dulce Adam,
hacía tanto tiempo que no sabía nada de él. No respondía a mis llamadas ni a
los mensajes, era como si hubiese desaparecido de la faz de la Tierra. Quizás
ya no me hablara porque se habría dado cuenta de que su especie me odiaba y él
tiene que ser como ellos...
Comencé a subir las enormes escaleras que me llevarían a la magnífica
azotea de Bill. Necesitaba que el aire y la lluvia me diesen en la cara. Quería
dejar de pensar en él como lo había hecho todo este tiempo. Su nombre me
atormentaba y no me dejaba tranquila.
Abrí la puerta que me dejaría a cielo descubierto. El aire y la lluvia
me dieron en la cara mojándome por completo. El sitio perfecto para un monstruo
como en el que me había convertido ahora. ¿No tenerlo a él aquí me convertía en
eso? ¿Necesitaba ser yo un monstruo para ser feliz? De lo que sí me había dado
cuenta desde que escuché a Bill confesar que él estaba aquí, era que el vacío
en mi interior se estaba cerrando. Él era la parte que faltaba en mi interior
aunque yo dijese que no. Me condenó a necesitarle y por mucho que me intentara
convencer a mí misma de lo contrario, mi cuerpo gritaba la verdad.
Me apoyé en la barandilla mientras la tormenta me empapaba. El viento
mezclado con la lluvia entonaban una hermosa melodía que me relajaba y que se
rompía cuando los truenos iluminaban mis ojos. Si comparaba el miedo que le
tenía a éstas con el que le tenía a él, ganaba él. Era un terror asfixiante...
De nuevo escalofríos que hacía mucho tiempo que no sentía. La misma
sensación de cuando me miraba y el mismo miedo que hacía que todos mis sentidos
se pusieran en alerta. Mis ojos se empezaron a mover rápido intentando
localizar alguna muestra de su presencia aquí. Mis colmillos se habían
preparado para un ataque inminente que temía que llegase. Llené mis pulmones
del aire frío de Londres y me volví velozmente.
No había nadie, entonces, ¿por qué sentía su presencia? ¿Por qué sentía
su respiración en mi cuello? El aire se volvió más fuerte haciendo un sonido
tétrico como de ultratumba. Esto empeoraba la situación en la que me
encontraba...
Un rayo se coló por el pararrayos del edificio y yo salí corriendo
hacía la puerta para escapar de allí lo antes posible. La ropa mojada me
impedía moverme con ligereza aun así, conseguí llegar hasta ella con relativa
rapidez. Cuando fui a tirar de la puerta, no se abría. El tirador estaba como
atascado y no se movía. El pánico empezó a invadirme y los truenos no aliviaban
la situación.
-¿Por qué tanta prisa?- Paré en mis intentos desesperados por salir
cuando lo escuché. Su voz era la misma que se repetía en mis pesadillas, otra
de las voces que escuchaba diciendo mi nombre. Si dijera que el pánico se
acentuó, no diría nada. Dudé en si volverme o no, en si estaba preparada para
verlo de nuevo, para hacerle frente y creía que sí. Me volví torpemente y con los
ojos cerrados. Quizás no estuviera lista para verlo de nuevo...
Abrí los ojos con lentitud y la cabeza gacha. Unas deportivas, unos
vaqueros mojados, una sudadera negra pegada a su cuerpo y sus ojos, los ojos
del demonio. Nos quedamos así varios minutos. Él intentando llegar a mi cabeza
y yo con la mente en blanco, aterrorizada y sin echar cuenta de la tormenta y
los truenos que tanto miedo me daban.
-No...- Salió sin aire de mi garganta. Él estaba ahí, delante de mí,
mirándome con sus ojos miel.- ¡No!- Me volví de nuevo hacia la puerta e intenté
abrirla desesperadamente. Le pegué puñetazos, patadas,... y no conseguí
abrirla.- ¡No está aquí! ¡Es otra pesadilla! ¡Vete!
-No vas a abrirla.- Sonaba tan tranquilo y... roto. Quería despertarme
de esta pesadilla antes de caer inconsciente de nuevo.
-¡Cállate!- Me volví y lo miré furiosa. Si realmente estaba aquí las
cosas cambiarían mucho.
-Pensaba que te alegrarías de verme, Lilith.- Su mano agarró mi brazo y
tiró de él para que me separara de la puerta antes de cargármela. Millones de
descargas eléctricas nacieron en ese punto de encuentro entre su piel y la mía,
y se extendieron por todo mi cuerpo.
-¡No me toques!- Me revolví hasta que nuestro contacto se rompió.
Anduve hasta la barandilla donde antes había estado y lo observé dese allí, a
cuatro metros de distancia. Estaba tan distinto. No encontraba nada de lo que
me trasmitía antes, nada que me dijera que él era mi hermano.- ¡No te
acerques!- Vi como bajaba la cabeza y la volvía a levantar para esta vez atravesarme
con su mirada.- ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! ¡¿Quieres volver a hacerme
la vida imposible?! ¡No te lo voy a permitir!- Le planté cara. Desde lejos me
sentía valiente pero si por el contrario lo tenía delante, él podría conmigo.
-¡No he venido a hacerte la vida imposible!- Gritó para que me enterase
y su voz sobresaliera del estruendo de la lluvia.- ¡Tengo otras prioridades!
-¡¿A qué has venido entonces?! ¡No quiero que estés aquí!- De repente,
me acorraló contra la barandilla. Ni siquiera lo había visto venir, era tan
rápido...- ¡Déjame!
-Por desgracia, Londres no es tuyo así que tengo libertad para estar
aquí si me sale de la punta de la polla.- Sus brazos me acorralaron y se me
hizo imposible la escapatoria.
-Dijiste que no querías volver a verme nunca más, ¿qué estás haciendo
aquí?
-También dije que te mataría si volvías a hablarme y lo has hecho,
¿debería matarte?
-Quizás antes te lo hubiera permitido pero ahora no te dejaré que me
toques un pelo.- Le desafié. Sus brazos se posaron a ambos lados de su cuerpo
mientras la lluvia seguía mojando su cara y su ropa.
-Te has vuelto muy guerrera, mejor, ya estaba cansado de tanta
pasividad.- Esta vez fui yo quien dio un paso a delante y me coloqué frente a
él.
-No te tengo miedo.- Estaba parado sin inmutarse. Antes me hubiese
gritado, incluso pegado, ahora estaba parado frente por frente sin decir una
sola palabra. Este no era él, no era Tom.- ¿No vas a decir nada?
-Espero que hayas sido muy feliz sin mí.
-Soy muy feliz sin ti.
-Me alegro por ti, yo no he conseguido serlo.- No sé de dónde provino
ese destello en sus ojos. Una luz casi minúscula que me echó para atrás. Nunca
había visto luz en sus ojos o algo que dijera que el ser que tenía delante no
era un monstruo. Ahora ese pequeño destello me había dejado eclipsada. Algo me
decía que las cosas no iban bien con él y Tom pareció darse cuenta.- ¿Qué
miras?- Sonó desafiante pero no me asustó.
-¿Por qué no has sido feliz? Desaparecí de tu vida, yo era el problema.
-El mundo no gira a tu alrededor...
-No digo eso, simplemente...
-¡Me da igual!- Me agarró del brazo y me atrajo a él.- Si estoy aquí es
por mamá, no por ti.
-¿Qué?- ¿Qué tenía que ver mi madre con que Tom estuviese aquí?
-Por lo que he visto, Harold y Fedrich no pueden controlar tus
impulsos.
-¿Visto?
-Llevo en Londres más tiempo del que crees.
-¿Y tu fabulosa vida en Nueva York? ¿Y Rachell? Mamá me dijo que tú,
Bill y ella estabais muy bien allí- Tom me soltó y miró hacia el cielo dejando
que las gotas de lluvia le golpearan y recorriesen su cara.
-Quiero acabar con esto, no por mí ni por ti sino por la especie.-
Hablaba mirando hacia arriba sin ni siquiera mirarme.
-No te entiendo.- Bajó la cabeza y me observó. Sus ojos azules y
clavados en mi cuello no me hacían presagiar nada bueno.
-Odiémonos pero eso no va a cambiar que seamos hermanos.- ¿Era otro
plan para confiarme y volverse a aprovechar de mí?- Estoy dispuesto a olvidar
todo lo que pasó si empezamos de nuevo.
-¿Estás bromeando?
-¿Qué?
-¿Pretendes que me olvide de todo lo que me has hecho para empezar de
nuevo? ¿Quieres que borre todo y haga como si no hubiese pasado nada? ¡No
puedes hacer que deje de odiarte! ¡Me has destrozado la vida, Tom! ¡Me has
hecho sentir la última mierda en este jodido mundo! ¡¿Y quieres que me olvide?!
¡Pensé que te había dejado claro que no te quiero en mi vida! ¡Ni como hermano,
amigo, conocido ni como nada! ¡Te odio y si quiero que algo desaparezca, eres
tú!- Me dirigí a la puerta cargada de ira y de una patada la abrí. ¡¿Cómo podía
ser tan hipócrita?!
-¡Lilith!- Ya estaba dentro y la lluvia no me mojaba. Pese a estar
rabiosa por sus palabras, me detuve cuando me llamó como si fuese una orden mas
que una llamada. - Te estoy dando la oportunidad de cambiarlo todo, de ser como
antes. No puedo protegerte si estamos peleados.
-¿Protegerme de qué?- Me di la vuelta y le miré. Sus ojos habían vuelto
a su color natural, no parecía estar irritado ni nada por el estilo aunque eso
no significaba que de un momento a otro todo cambiase como siempre.- ¿De Adam?
¿Del aire que está a mi alrededor? ¿De todo el mundo?- Los rayos que caían tras
sí sobre la ciudad de Londres le daban a su figura un toque espeluznante.
Estaba parado en medio de la azotea con las
cascadas de agua cayendo sobre él, sin inmutarse. Parecía un fantasma,
un espíritu sin vida...- ¡Del primero que deberías de protegerme es de ti!- Le
di la espalda y empecé a bajar las escaleras a toda velocidad.
La rabia por su increíble tranquilidad al hablar me desesperaba. Actuaba
como si no hubiese pasado nada, como si todo lo que me dijo aquel día no
hubiese pasado nunca. Lo único que quedó de ese momento fue el diamante de la
pulsera que él partió y que ahora llevaba colgado en mi cuello. No podía
creerme que el que había estado parado frente a mí hubiese sido él.
Llegué hasta la habitación donde me había despertado antes. Comencé a
desnudarme y quitarme la ropa empapada. Mi pelo cayó sobre mi espalda dejándome
helada y haciendo que las gotas procedentes de él se escurrieran por todo mi
cuerpo. Tan sólo necesitaba varios minutos para hacerme a la idea de que él
estaba aquí de nuevo, sólo varios minutos para negar lo que mi cuerpo me pedía
a voces.
Lo que había pasado había sido peor que cualquiera de mis pesadillas.
Era cierto que escuchaba su voz en mis sueños llamándome, incluso pidiéndome
ayuda, la misma voz de hoy, rota, vacía, sin vida, la voz de un monstruo.
Me quedé hierática cuando lo escuché. Su respiración en mi cuello como
un viento gélido del norte. Él sabía como hacer para verme incapaz de responder
pero esta vez no era por lo bien que me sentía al tenerlo cerca sino por todo
lo contrario. Ahora lo que sentía hacia él, aparte de miedo, era dolor.
-Los papeles han cambiado, antes eras tú la que me perseguías a mí.-
Intenté controlar los escalofríos que me producía su voz. Cada palabra se
escapaba de sus labios con un tono apagado...
-Todo ha cambiado.- Todo mi cuerpo titiritaba, no por frío sino por
miedo. Si no lo tenía delante no podía sentir en que estado se encontraba y lo
que más miedo me daba era tenerlo a escasos centímetros de mi cuello.
-Lo sé, ahora te dedicas a beber la sangre directamente de los humanos,
hasta intentaste morder al pobre de Nate.- Me quedé helada con sus palabras. Lo
sabía todo, ¿cómo?- Tratas de engañarte a ti misma bebiendo sangre para suplir
la mía, la necesitas.- Era cierto, la necesitaba pero me negaba a mí misma
todos los días esa asquerosa necesidad.
-No necesito nada que venga de ti.- Dije casi tartamudeando. Su mano se
deslizaba sobre mi cuello bajando por mi hombro, mi brazo...
-Lo que fluye por tus venas es mi sangre.- Me agarró de la muñeca y me
obligó a que me volviese estando frente a frente con él.- Cada rincón de tu
cuerpo me pertenece, absolutamente todo.- Mi mano voló hasta empotrarse en su
cara. Fue como un impulso que le hizo dar un paso hacia atrás por la fuerza.
-No vuelvas a hablarme así.- Me alejé poco a poco de él ya que no se
movía y mantenía la cabeza agachada. Sólo le había pegado dos o tres veces y en
ninguna de ellas había acabado bien.
-Durante estos dos años he intentado alejarme, no pensar, no escuchar
nada que tuviese que ver contigo.- Levantó la mirada y vi sus ojos rojos como
el fuego cargados de ira.- Y cuando por fin te tengo delante me doy cuenta que
realmente nada ha cambiado excepto tú.- Mi espalda chocó contra la pared
huyendo de la bestia que se venía encima.- Pensé que te alegrarías de verme,
que estarías feliz de que nos volviésemos a ver pero no es así. ¿Cómo puede
caber tanto rencor en ti? Siempre decías que querías que fuésemos hermanos
normales y ahora, que por fin me decido, vas y me odias.- Se paró antes de
llegar a mí y puso su mano en la mejilla donde le había pegado.- Serás feliz
pero no brillas como antes. Te has vuelto oscura como yo, no sé quién eres.-
Tuve suerte de tener la cara aún mojada porque así mis lágrimas se camuflaban.
Sus palabras se habían clavado en mi corazón una tras otra. ¿Realmente me había
convertido en un monstruo?
-¿Me ves ahora, Tom? Soy el resultado de lo que tú creaste.- Mi voz
delataba mi estado y él lo sabía. No se movía, no hablaba, simplemente me
miraba sin mostrar nada.- Por tu culpa he creado un muro a mi alrededor que
nadie puede romper. Por tu culpa me siento insegura, vacía... Por tu culpa
estoy rota.- Me deslicé por la pared hasta quedarme sentada en el suelo,
agarrada a mí misma y llorando como una niña pequeña.- Sólo quiero que me dejes
en paz, no puedo respirar si estás aquí. Vete, por favor.- Después de dos años
sin saber lo que era llorar de verdad, lo había vuelto a hacer. Sólo él podía
derrumbarme en segundos y hacer que pareciese culpa mía.
-¿Ya no me quieres? ¡¿Dónde está todo ese amor que jurabas sentir?!-
Gritó enfadado.
-Se fue el mismo día en el que tú te fuiste.- Metí la cabeza entre mis
brazos para no mirarlo, no podía.- Ya no podré quererte nunca más ni a ti ni a
nadie. Tengo miedo de que me hagan daño.
-Deja al menos que me lleve un recuerdo de lo que una vez dijiste
sentir por mí.- Levanté la cabeza lentamente y me lo encontré en cuclillas
delante, con esa sonrisa macabra en sus labios que tanto me asustaba. Su mano
tocó mi cuello y de un movimiento brusco dobló mi cabeza hacia un lado.
-¡No!- Grité asustada. Quería mi sangre, lo único que le había
importado siempre de mí había sido eso. Sabía que él se sentía poderoso
bebiendo la sangre por la que dos especies se habían peleado durante siglos.-
¡No lo hagas!- Lloraba desconsolada sabiendo que pronto mi sangre formaría
parte de él.
-No volveré hablarte ni a mirarte ni siquiera pensaré en ti. Para mí
también estarás muerta.- Su otra mano me tapó la boca para que no gritase y
haciéndose hueco, abrió mis piernas para situarse entre ellas y estar más cerca
de mí.- Muere conmigo, Lilith...- Su lengua lamió mi cuello. Ya sentía el roce
de sus colmillos sobre mi piel a punto de clavarse en ella. Por mucho que le
gritase que parara no me escuchaba, su mano ahogaba mis llantos y gritos.
Apreté los ojos fuertemente esperando el momento en el que mi sangre
viajara por sus venas pero ese momento no llegaba. Hacía un rato que había
parado de lamerme el cuello aun así, seguía entre mis piernas temblorosas y
desnudas. No se movía un ápice ni emitía algún tipo de sonido que me dijese que
había vida en aquel cuerpo inerte.
Se levantó lentamente hasta ponerse de pie. Sus ojos gritaban a voces
el deseo por beber mi sangre pero él los había ignorado. Yo, sin embargo, me
quedé sentada en el suelo, con las lágrimas recorriendo mi rostro y con las
piernas todavía abiertas tal y como él las había dejado, modelando su figura en
ellas.
-¿Po... por qué... has para... parado?- Tuve miedo de preguntarle. Ya
había desatado al monstruo y volver a hablarle sería mi condena definitiva.
-Se me olvidaba que ya estábamos muertos.- Arrugó el entrecejo
pensando, quizás, en algo que no le gustaba en absoluto.
Me levanté con las piernas temblorosas y apoyada en la pared. No dejaba
de mirar cada uno de mis movimientos, de observar mi cuerpo húmedo apenas
cubierto por la ropa interior. Los mismos ojos que una vez me derretían y que
ahora sólo tenía odio para ellos.
Me fui acercando lentamente hacia él. Sabía que no haría nada para que
me alejase aunque él sabía perfectamente por qué lo hacía. Mis ojos delataban
mis intenciones y Tom no se dejaría hacer tal fácilmente.
Me pegué completamente a él, cuerpo con cuerpo sintiendo como su ropa
mojaba el mío. Las descargas eléctrica habían empezado a estallar en mi cuerpo,
un cortocircuito como cada vez que lo tenía cerca. Él me miraba desde arriba,
serio. Agarré su sudadera y lo obligué a que su cara descendiera hasta la mía.
Ahora estábamos frente por frente, él inclinado y yo de puntillas sintiendo
como mi cuerpo ardía por él.
-¿No vas a pararme?- Susurré contra su boca. El monstruo seguía
mirándome a los ojos buscando esa luz que ya no estaba.- Se acabó ser el único
que jugaba, yo también sé jugar.
-Vamos. Juega.
Me acerqué a su cuello poco a poco sintiendo como su cuerpo se tensaba.
Había estado deseando que llegase este momento hacía mucho tiempo. Lamí su
cuello lentamente secando las gotas de lluvia que bajaban por él y a la vez,
humedeciéndolo con mi propia saliva. Su piel estaba tan suave como siempre,
fría y con su olor, el mismo que desde pequeños había formado parte de él y
también de mí.
Mis colmillos ya estaban preparados para atravesar su piel y dejar que
su esencia recorriera cada célula de mi cuerpo. Los clavé en su cuello haciendo
un sonido escalofriante al rasgar su piel. Su sangre empezó a inundar mi boca y
yo a tragar como una posesa ese líquido tan preciado, la medicina para mi
agonía.
Mi cuerpo ardía en llamas como cada vez que bebía su sangre. Ahora me
veía incapaz de parar y dejar de saborearlo. Era como si mis sentidos
eclosionaran y despertaran de un largo letargo que ni la mejor sangre humana
había conseguido. Cerrar los ojos y tragar era lo único que podía hacer. Parar
me era imposible, una fuerza superior a mí me atraía hacía aquel manantial de
mi adorado elixir.
Sentí como sus brazos rodeaban mi cintura y me apretaban a él. Contra
más fuerza hacía más bombeaba su corazón. ¿Un momento? ¿Cómo que su corazón
bombeaba? Latía, ¡Latía! Latidos pausados y rítmicos que retumbaban contra mi
pecho.
Abrí los ojos sin parar de beber oyendo su corazón latir cada vez más
débil. El sonido que hacía me recordaba al del bebé de la doctora William,
entrecortados y sin ganas de vivir, el corazón de un niño. Me revolví entre sus
brazos intentando parar y alejarme antes de que el corazón parase tal y como
hacía el de los hombres a los que le robaba la sangre sin su consentimiento.
Su corazón latía una vez cada varios segundos. ¿Cómo era posible que su
corazón latiese? ¡Era un vampiro! ¡Estaba muerto! ¡¿Por qué demonios latía su
corazón?!
Sus brazos flaquearon y conseguí separarme de él antes de que cayese en
el suelo. Estaba tirado, inconsciente, como aquella vez de pequeños cuando casi
lo mataba al beber toda su sangre.
Me agaché junto a él y apoyé mi cabeza en su pecho intentando escuchar
ese sonido que me había dislocado por completo. Estaba tan asustada que no
conseguía pensar con claridad. Vale que le odiase con todas mis fuerzas, que no
lo quisiera más en mi vida pero no podría soportar que algo le pasase y más si
era por mi culpa.
Las lágrimas habían vuelto a florecer de mis ojos marcando un camino transparente
entre la sangre que manchaba mi boca y cuello.
-¿Por qué no te mueves, Tom? Si es una broma no tiene gracia.- Lo moví
un poco por si así contestaba pero no obtenía respuesta de su parte.-
¡Contéstame!- Le pegué una bofetada deseando que se levantara y me pegase otra,
lo que fuese antes de que estuviese así.- ¡Tom, respóndeme!- En ese momento una
idea no muy buena se me cruzó por la cabeza. Quizás no fuese la mejor solución
pero era lo único que me quedaba.
Clavé mis colmillos en mi muñeca dejando que mi sangre brotara de ella
después de dos años sin verla. La llevé hasta mis labios y llené mi boca con mi
propia sangre. Me fui acercando lentamente hacia él, con mucho miedo a lo que
pensaba a hacer. El monstruo que tenía delante me había destruido la vida pero
tan sólo pensar que podría morir o estarlo ya me espantaba. ¿A quién quería
engañar? Por mucho que lo odiase, Tom nunca dejaría de ser parte de mí, sangre
de mi sangre, mi hermano.
Junté nuestro labios y pasé mi sangre a su boca. Otra estupidez que
juré no volver a cometer pero que cuando se trataba de él no podía. Las
lágrimas no me dejaban ver su rostro con claridad ni siquiera si despertaba o
no. Sólo necesita un pequeño latido, lo que fuese que me dijese que mi hermano
estaba vivo.
Un bum sonoro que jamás imaginé que saldría de su corazón
retumbó en mis oídos. Me levanté de su lado con la confianza de que estaba vivo
fuese lo que fuese el ser que tenía delante. Si de algo estaba segura era que
ese que estaba ahí estaba vivo y era Tom pero ¿qué era Tom?
Cogí mi ropa mojada que estaba en el suelo de la habitación y salí de
allí a toda prisa como una cobarde, como lo que era. Si me fui así fue porque
era incapaz de ver sus ojos de nuevo, de escuchar su voz discriminando en lo
que me había convertido ahora. Necesitaba tiempo para procesar todo lo que
había pasado, todas sus palabras, cada sílaba o letra de ellas, sus
suspiros,... de procesarle a él.
Hoy había vuelto a caer presa de sus palabras, de cada una de ellas.
Siempre conseguía lo que se proponía, no había cambiado en este tiempo.
Mientras corría por las calles de Londres hacia casa de mi tía las
preguntas se me acumulaban. Cada gota de lluvia me traía una nueva.
¿Qué hace Tom aquí?
¿Qué fue de su vida en Nueva York?
¿Dónde está Rachell?
¿Por qué está tan raro?
¿Por qué su corazón late?
¿Por qué he vuelto a darle mi sangre sabiendo que está mal sin
pensármelo dos veces?
¿Quién eres, Tom?
Comentarios
Publicar un comentario