Capítulo 18

Capítulo 18


Me sumergí dentro del agua cerrando los ojos para centrarme en el sonido de ésta. Era la única manera que tenía de evadirme por un momento del mundo. El sonido del agua al entrar en mis oídos me relajaba. Yo con mis pensamientos, era lo único que quería escuchar.

Desde que me desperté, lo que había visto había sido sangre por todos lados. Al principio me asusté pero luego comprobé que era otra alucinación propia de mi mente perturbada. Ya se había cansado de recrear la imagen de esa niña aterradora para dar paso a la recreación de mi habitación llena de sangre.

Liz... No la había visto desde que tuve aquel sueño tan extraño después de que volviese de la discoteca. Sueño fruto de la de cosas que bebí. No me di cuenta hasta este mañana que esa niña era yo. La representación de todo lo que sentía cuando mis padres no estaban y me quedaba sola en casa dibujando familias sonrientes que luego tachaba. Liz. Así era como me llamaban. La pequeña Liz. Siempre pensé que yo era un problema para ellos. Yo siempre había sido un impedimento que evitaba que mi madre rodara películas en Hollywood para quedarse en París conmigo y conformarse con directores de allí. Quizás fuese esa razón de la falta de fotos mías en casa hasta después de los seis años.

Ella había sido la manera de que mi mente representara mis miedos. Pero, ¿por qué ahora?, cuando tenía a una verdadera familia con sus cosas buenas y malas, con peleas y risas.

Salí de la bañera y me miré en el espejo. Había cambiado tanto desde la primera vez que me vi en él. Mi pelo negro ya no era tan corto y mis ojos tenían un color diferente como mis sentimientos. No había dejado de darle vueltas a la cabeza por lo que pasó aquella noche en la que bebí de nuevo la sangre de Tom. Sentí tantas cosas: miedo, frío, calor,... lo sentí a él y no me disgustó en absoluto. Mientras saboreaba su sangre llegué a sentir cosas que jamás había sentido. Algo se había movido en mi interior y había hecho que todo lo que pensaba de Tom se esfumase sin dejar rastro. El miedo seguía pero no el odio. Algo más fuerte se había apoderado de mi ser y cada segundo que pasaba sentía como crecía dentro de mí.

Me vestí y fui al comedor. Dorotha me puso mi, ya característico, vaso de sangre. Su sangre. Su olor era tan especial que lo distinguiría enseguida. No le había visto desde aquella noche. Andreas me dijo que Tom vendría a casa y no se iría más. ¿Lo habría dejado con Sasha?

Escuché la silla arrastrarse y miré hacia donde provenía el sonido. Mara estaba sentada en frente mía con una taza de café en la mano. Estaba en pijama, con el pelo recogido y sin maquillar. Aun así, su belleza era notable.

-Buenos días.- Le dio un trago al café mientras sus ojos me observaban.

-Buenos días.- Cogí mi vaso y bebí. La sangre de Tom bajaba por mi esófago dejando un rastro de fuego por él. Todavía no entendía cómo podía depender tanto de ese líquido rojo y por qué perdía la cabeza por él.

-Tienes suerte de beber su sangre.- Sonreía de una manera cínica. Sabía la maldad que llevaba al pronunciar esas palabras.- Nadie puede beber la sangre de un Kaulitz.

-No sé a qué te refieres.- No quise darle importancia a sus palabras. Tom me daba su sangre porque yo la necesitaba para convertirme completamente y sólo el que me había convertido podía hacerlo...

-¿O no te quieres dar cuenta?- La sonrisa no se le borraba de la cara. Sus ojos se habían vuelto rojos reflejando su estado.- Cuando casi matas a Andreas, su sangre te sació lo suficiente para no tener que volver a beberla hasta pasadas varias horas, ¿verdad?- Tenía razón. Sólo cuando ya estaba cansada fue cuando me entró sed y Adam... Un momento.

-Yo no he estado a punto de matar a Andreas.- Dije decidida.- Andreas me dijo que no había pasado nada.

-Claro, eso fue lo que le dijo Bill que te dijera.- Abrí los ojos incrédula.- Eres tan estúpida que no puedes controlarte.- Me mintieron. Hubiera llegado a matar Andreas si Bill no me hubiera separado. No podía creerme lo que estaba oyendo pero tenía lógica. Me habían ocultado una vez que me estaba muriendo, ¿por qué no iban a ocultarme eso? Me sentía muy mal pero no podía centrarme en eso, Mara era la única que podía aclararme las cosas.

-Entonces, ¿por qué la sangre de Tom?- Miré el vaso y como su contenido se empezaba a coagular.

-Tom cree que no eres lo suficientemente fuerte para aguantar el dolor que conlleva una transformación.- Lo decía tan convencida que la creí. No me extrañaba que Tom pensara eso...- Lo que no entiendo es por qué no te deja sufrir como lo hicieron conmigo. ¿Qué mierda eres tú?- La sonrisa desapareció para dar paso a unos afilados colmillos. Esta vez fui yo la que sonrío cuando me acordé de un pequeño detalle.

-¿Estás celosa, Mara?- Su cara cambió.- ¿Por qué no reconoces que te jode que Tom se tome tantas molestias? ¿Por qué no reconoces que estás enamorada de él?- Sentía como mi cuerpo ardía al igual que mis ojos y como la adrenalina corría por mi sangre.

-¡Hija de puta!

Sin saber cómo, me vi con la cara de Mara delante de la mía, con los ojos muy abiertos. Su cuerpo estaba pegado a la pared y mi mano sostenía su cuello. Veía sus venas marcarse en él. Mis colmillos estaban fuera, lo notaba como también notaba, aunque no los viese, mis ojos rojos. La rabia y la ira se apoderaban de todo mi cuerpo. Las ganas de matar a Mara en ese mismo momento crecían rápidamente.

Me asusté tanto de mis propios sentimientos, que la solté. No me reconocía. No era yo. En algún momento mi mente se nubló. No recordaba como había llegado hasta la pared con el cuello de Mara en mi mano, ni cómo había podido levantarla con tanta fuerza.

-Lo siento.- La solté. Mara cayó en el suelo y se puso ambas manos en el cuello.

-No-no pasa...na-nada.- Sus ojos habían vuelto a su color natural. Se movían nerviosos sin mirar a ningún sitio. Lo que más me sorprendió fue que estuviera temblando como una niña asustada en el suelo.

-Me voy dos segundos y ya la estáis montando.- Me volví al escuchar su voz. Estaba dejado caer en la mesa bebiéndose el café que había dejado Mara.

-Ha sido culpa mía.- Intenté proteger a Mara. En realidad, la que había provocado la reacción de Mara había sido yo.

-No, yo he tenido la culpa.

-¡No!- Miré a Mara escandalizada. Estaba de pie con muy mala cara. La tensión era notable. ¿Por qué después de todo, no decía nada?- Yo le he dicho cosas que no venían al caso y la he agarrado por el cuello y...

-Me da igual.- Tom me cortó. Se acercó hasta donde estaba Mara y le pasó un brazo por lo hombros.- Será mejor que esto no se repita sino queréis problemas.- ¿Cómo era capaz de decir eso con tanta tranquilidad?

Apretó a Mara a su cuerpo y le susurró algo que provocó que el cuerpo de ésta se tensara. Fuera lo que fuese lo que le había dicho Tom, provocó que Mara me mirara con los ojos muy abiertos y se fuera corriendo.

Tom empezó a caminar hacia la entrada del comedor. Había una maleta allí con un montón de cajas a los lados. Él cogió la maleta y las cajas, y despareció. No podía dejar que se fuera sin aclarar lo sucedido.

-¡Tom!- Le llamé y corrí hasta las escaleras las cuales ya iba subiendo. Tom se dio la vuelta.- Queri...quería hablar contigo.

-No me parece que sea un buen momento.- Levantó las cajas para enseñármelas. Era verdad que no le pillaba en buen momento pero a saber cuándo lo volvería a ver otra vez.

-Por favor...- Le pedí suplicante. Tom pareció pensárselo unos segundos.

-Sígueme.- Empezó a subir las escaleras cargado con las cajas.

Lo seguí hasta arriba. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Nunca me había fiado de las respuestas de Tom, eran ambiguas e imprevisibles como sus reacciones. Ahora podía hablar con él como si fuera una persona normal y no sabía hasta cuándo sería así.

Nos paramos delante de una puerta al lado de la habitación de Bill. Nunca me había percatado de ella aunque quizás fuese porque estaba al final del enorme pasillo donde estaban todas las habitaciones.

-Abre.- Tom tenía las manos ocupadas con las cajas y no podía abrir. Abrí la puerta como con miedo de lo que pudiera encontrarme en el interior.

El olor de Tom inundó mi nariz. La habitación estaba a oscuras y apenas se podía ver más allá de la puerta. Tom me hizo un gesto para que entrase y él, a continuación. La puerta se cerró tras nuestro paso. La oscuridad se adueñó de toda la habitación y de nosotros mismos. No veía, simplemente, oía y sentía lo que ocurría a mi alrededor. Cada paso, cada roce de la ropa contra su cuerpo... Incluso eso podía percibir. Noté como soltaba con cuidado la maleta y las cajas en el suelo y como se quedaba de pie, a mi espalda.

Lo mejor hubiera sido buscar un interruptor y encender la luz, pero lo prefería así. El no tener que ver sus ojos me daba fuerzas para hablarle. Tom daba miedo. Hacía que todos los músculos de mi cuerpo se paralizasen, que el cerebro dejara de enviarme información para que los cinco sentidos se centrasen en su persona. No había nada alrededor mía. La noción del tiempo se perdía y me podría llevar horas y horas parada frente a él sin mover un solo ápice de mi cuerpo. Eso, tan sólo, era un pequeño resumen de lo que Tom me hacía sentir y él, a veces, parecía darse cuenta. Disfrutaba viendo como me hacía pequeña ante él, como me ponía nerviosa y como era incapaz de controlar el torbellino de sensaciones que vorazmente, acababan con toda muestra de odio y rencor hacia él.

-¿Qué querías decirme?- Su voz retumbó en toda la habitación. No habló fuerte como estaba acostumbrada a que lo hiciera sino que expulsó las palabras de su boca como un bello riachuelo. Así me lo imaginé. En este momento, Tom no tenía cuerpo ni forma sino que era una luz en mi cabeza que hablaba de la manera más sensual que había oído nunca.

-¿Por qué no enciendes la luz?- Ese brillante resplandor de mi cabeza se esfumaría en cuanto lo hiciese porque lo bueno no duraba tanto...

-Es mejor así.- ¿...O sí? La luz crecía y eso me hacía fuerte.

-Siento mucho lo que ha pasado con Mara. He sido yo la que ha tenido la culpa.- Mi voz sonó más débil de lo que me hubiera gustado. Quería parecer fuerte aunque realmente no lo era. Pensé que no verle me ayudaría a parecer serlo pero no lo conseguía. Incluso sin verle, su aura ya me dejaba en evidencia.- Y otra cosa...- No iba a descubrir a Mara demasiado le había hecho ya pero necesitaba decírselo o me sentiría una inútil toda mi "vida".- No te molestes en darme tu... esto... san...sangre.- Oía sus pasos acercándose y toda yo, a su vez, me iba tensando.- No...no hace fal... fal.- Me callé en cuanto sentí su presencia detrás de mí.

Sus manos ascendieron por mis brazos en una especie de caricia. Se pararon en mis hombros y me dio la vuelta bruscamente. Supuse que ahora me encontraba frente a él. Sus dedos empezaron a subir por mi cuello hasta detenerse en mi cara. Tenía sus manos en mis mejillas, sin moverse lo más mínimo. Me preguntaba en qué estaría pensado, qué tipo de humillación tenía preparada esta vez, pero como siempre, me sorprendió. Echó mi cabeza a un lado violentamente. Sentí su lengua pasear por mi cuello. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. La oscuridad sólo hacía que el sentido del tacto se agudizase sintiendo incluso su gélido aliento en mi cuello.

La reacción más inesperada, esta vez, no vino de él sino de mí. Mis manos, sin yo entender por qué, volaron hasta su camiseta y lo atrajeron a mí. Noté como paró en el acto, sorprendido, suponía, por mi actuación. Dejé de controlar mi cuerpo y sus reacciones. Mis manos estaban aferradas a su camiseta apretándola ente mis dedos. Por mucho que quisiera soltar aquel agarre, no podía.

Una de sus manos agarró mi cintura apretándome a su cuerpo, la otra permanecía manteniendo mi cabeza doblada. Paró de lamer mi cuello pero aun así, mantuve la cabeza doblada aunque no por mucho tiempo. Agarró mi barbilla y devolvió a mi cabeza su posición normal. Noté como las lágrimas descendían por mis mejilla sin ningún control. No tenía ganas de llorar ni sentía nada por lo que hacerlo pero mi cuerpo parecía entender otra cosa. Ya no me sentía dueña de él ni de mis sentimientos. Mis manos no querían alejarse de Tom, ni mi cuerpo separarse. Me sentía como un títere controlado por alguien a quien no podía ver pero sí sentir.

La delicadeza del momento despareció en cuanto, sin darme cuenta, mi cuerpo cayó sobre algo blando que se hundió a ambos lados de mi cuerpo. En ese momento deseé que continuase lo que debería de haber sucedido aquella noche en el callejón. Su cuerpo contra el mío danzando con la música más bella que podría escuchar, nuestros gemidos ahogados por el placer. Deseé sentir sus labios contra los míos, mis manos recorriendo su cuerpo analizando cada centímetro de su piel. Y lo sentí.

Sus labios se posaron sobre los míos. Estaban fríos, muy fríos pero él se encargó de calentarlos mientras se movían con brusquedad. No había comparación con los besos de Adam o incluso, con los de Bill. Los de él eran más brutos y ansiosos pero mucho más placenteros y deseados. Porque sí, había deseado que llegara este momento desde aquella noche en el callejón.

Mis manos rodearon su cuerpo y lo pegaron a mí. Tom se dejó caer con mucho cuidado, algo impropio de él, mientras nos seguíamos besando. Escuché como mi camiseta se rasgaba y dejaba a relucir mi sujetador. Una de sus manos se recorrió mi torso pero no como una caricia sino como si estuviera intentando visualizar lo que palpaba. Detuvo el beso y se separó de mí. Temí que se fuera, que encendiera las luces y se riera de mí porque todo había sido una broma pero no fue así. Volvió a recaer su cuerpo pero esta vez con su torso denudo. Como antes, mis manos volvieron a moverse solas y a acariciar sus marcados pectorales y bajar lentamente. Millones de imágenes de cómo sería lo que tocaba se acumulaban en mi cabeza.

Un gemido se escapó de mi garganta cuando su lengua pasó a tomar el relevo de sus manos y me arrancó el sujetador con la boca. Mis pechos ya no contaban con nada que pudiera cubrirlos excepto la boca de Tom campando a sus anchas por ellos. La sensación era demasiado placentera que llegué a pensar que moriría en ese mismo instante. Yo sólo podía agarrarme a las sábanas con fuerza e intentar no soltar gritos desesperados y palabras de las que luego pudiera arrepentirme. Pero qué más daba el "luego" lo importante era el presente, él y yo, y nada más.

Mis pantalones al igual que mis bragas desaparecieron sin darme cuenta. Ahora estaba plenamente a su disposición. Podría hacer conmigo lo que quisiera que yo se lo permitiría. Con una fuerza imposible en mí, conseguí darme la vuelta y tener a Tom bajo mi cuerpo. Las ansias y el fuego que recorría mis venas me estaban volviendo loca. Quería hacerlo con Tom y me daba igual cómo. Lo necesitaba. Necesitaba sentirlo de la manera más sucia que jamás podría haberme imaginado pero lo quería ya.

Agarré su cara y lo besé desesperadamente. Jamás había sentido lo que estaba sintiendo en estos momentos y me gustaba. Pasé mi lengua por su cuello, pecho, barriga... Tom suspiro de la manera más sexy y sucia que había escuchado. Me detuve en el principio de sus pantalones y empecé a bajarlos hasta quitárselos por completo.

No podía pensar con claridad. Pude que me arrepintiese después de todo lo que estaba haciendo pero no era consciente de ello. Lo único que quería y necesitaba era a él. Por mucho que estallara una bomba, hubiera un terremoto o incluso que alguien entrara y cortara nuestro espectáculo en la oscuridad, no hubiera parado ni un segundo de pasear mi lengua por cada rincón de su cuerpo. No permitiría que nada ni nadie no me dejara seguir escuchando sus gemidos. Una parte irracional, una parte de mí que desconocía estaba haciendo su aparición estelar y yo me sentía bien. No veía lo que estaba haciendo como algo sucio, guarro e impuro como cuando lo había hecho con Adam sino que lo veía como algo natural, como un ritual de sensaciones y sentimientos nuevos para mí.

Tom volvió a llevar el mando y a ponerse sobre mí. No parecía gustarle estar quieto y dejarse llevar sino tomar las riendas. Mi espalda se encorvó violentamente por el placer que me produjo sentir sus dedos acariciando mi clítoris. Los gemidos salían de mi garganta sin yo poder controlarlos. Retumbaban en la habitación provocando un eco ensordecedor mezclado con la agitada respiración de Tom.

Sus dedos salían y entraban de mí mientras yo me agarraba a las sábanas con fuerza. Oleadas de placer recorrían todo mi cuerpo. Notaba como sus dedos se deslizaban cada vez más rápido y con más facilidad. Los sacó y, por el ruido húmedo aumentado aposta por él para que yo pudiera escucharlo, los chupó.

Volví a sentir su cuerpo completamente pegado al mío y su, ya notable , erección chocando contra mi entrepierna. Me notaba las mejillas arder por la excitación y por el simple contacto de su cuerpo. Cada músculo, cada movimiento, tensión o cualquier otra cosa podía notarla de lo cerca que lo tenía.

Una de sus manos agarró las mías y las situó encima de mi cabeza mientras la otra me tapaba la boca. Como si fuera por pura inercia, rodeé con mis piernas su cuerpo y apreté. Aunque tuviera su mano tapándome la boca no consiguió callar del todo mi grito cuando sentí como entraba por completo dentro de mí. Lo hizo con tanta fuerza que mi cabeza chocó contra el cabezal de la cama. El sonido de la cama se mezclaba con sus suspiros y con mis gritos sofocados por su mano. Las embestidas eran demasiado fuertes como para poder resistirlas. A pesar de pensar que me terminaría haciendo daño con tanta bestialidad, no sentía ningún tipo de dolor.

Su mano se apartó de mi boca. Los gemidos salían de mi garganta sin parar. Tan sólo eran una muestra de todo el placer que sentía. Ahora éramos uno y eso me gustaba. No me importaría quedarme así para siempre. Sentir su cuerpo sobre el mío, su respiración agitada, el roce de nuestros cuerpos,... sentirme tan unida a él, era la sensación más maravillosa que había experimentado. Quería más y más de él. Más besos, más caricias, más fuerza, mucha más fuerza. Y como si hubiera estado escuchando mis pensamientos, me soltó las manos, pasó las suyas por mi espalda e hizo que me levantase.

Supuse que me encontraba sentada sobre él. No sabía cómo hizo para poder conseguir esa postura sin romper la penetración. Mis labios volvieron a sentir los suyos mucho más calientes que antes. Mi lengua tocó sus colmillos. Paré en cuanto los sentí. ¿Qué significaba eso? ¿Iba a morderme?

-No...- Apenas me salía la voz ya que mi excitación era demasiado notable como para poder ocultarla. Me moví entre sus brazos nerviosa. Todo había sido una táctica que tenía planeada desde el principio.- Suéltame.- Me sentía humillada pero a la misma vez tampoco me importada demasiado. No quería que me soltase pero no podía darle el gusto de hacer conmigo lo que quisiera.

No hablaba pero podía escuchar sus suspiros con cada movimiento mío sobre él.

Intenté levantarme y separarnos para romper lo único que nos mantenía unidos. Lo conseguí. Las piernas me temblaban pero conseguir andar hasta llegar a la pared. No veía nada pero tantearía hasta encontrar la puerta. Las ganas de llorar crecían por momentos al igual que la desesperación por encontrar un maldito interruptor. Todo lo había tenido planeado desde el principio. Cómo había sido tan tonta de caer de nuevo en su juego...

Mi espalda chocó contra la pared. De nuevo su cuerpo contra el mío y mis muñecas presionadas sobre la fría pared. Sentí su cabeza introducirse entre el hueco de mi brazo y mi cuello como aquella noche. La misma posición y los mismos sentimientos que me perturbaban desde entonces. Todo lo que alguna vez sentí por Tom se consumía en alguna parte de mi ser. Sus suspiros contra mi oreja hacían que todo me diera igual.

-Lo has vuelto a hacer.- Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. La excitación había desaparecido y había dado paso un sentimiento extraño que se manifestaba de la misma manera. Un nudo en la garganta, calor, fuego por mis venas... ¿Qué era eso? ¿Qué me estaba pasando? Mi cerebro me ordenaba que me separara y me fuera lo antes posible pero algo dentro de mí me decía lo contrario. Una voz. Una hermosa voz llamaba a gritos al dueño de mis pesadillas. Le pedía que no se fuera y que se quedara así para siempre, que no la dejara sola. Estaba harta de estar sola y lo necesitaba a él.

-Tú también.- Su voz era ronca y sonaba entrecortada. Por un momento pensé en que estaba respirando. No sabría distinguir si eran suspiros, respiración o gemidos lo que chocaba contra mi oído y hacía que se me pusiese la piel de gallina.

-¿Qué?- No entendí a que se refería.

-Has vuelto a huir.- Podía sentir como se movía su pecho al hablar. Chocaba con el mío.- Huir es de cobardes.- Esa frase. Me recordaba tanto a la azotea de la biblioteca cuando pensé que me vida había acabado.

-Soy una cobarde.- Sonreí entre lágrimas. No lo veía pero podía escuchar mis lágrimas deslizarse por su piel cuando se caía de mi cara.

-No lo vuelvas a hacer.- Su nariz rozó mi cuello.- No soporto que te vayas.- Sentí como uno de sus colmillos arañaba mi piel y como de ésta empezaba a brotar un pequeño hilo de mi sangre.

Su lengua volvió a pasar por mi cuello y limpió mi sangre. Era curioso, pero quería que me mordiera. Que algo mío estuviera dentro de él y la única manera que tenía era esa. Sus colmillos se clavaron con fuerza haciéndome gritar. No me había dado cuenta pero había empezado a llover. Los truenos sonaban y la lluvia golpeaba fuertemente la ventana. Era curioso que en pleno mes de julio lloviera pero ya nada me sorprendía.

Lo escuchaba tragar mi sangre y a su vez, apretaba mis muñecas con más fuerza como si con ello pretendiera que saliera más. Mi propia sangre se resbalaba por mi cuerpo. Apreté los puños hasta clavarme las uñas en mi propia piel. La excitación había vuelto y el placer se hacía dueño de todo mi ser. No pensaba sólo sentía su cuerpo y sus colmillos clavados en mis venas.

Dejó de succionar y empezó a descender por mi cuerpo. Hacía el mismo recorrido que había hecho antes mi sangre. Bajó por mi cuello, mis pechos, mi barriga... Deseé que nuestro contacto no se rompiera, que no separara su cuerpo del mío pero lo que hizo me quitó todos aquellos pensamientos. Empezó a lamer mi vagina con una lentitud desesperante. Mis pulmones se llenaron de aire, innecesario para mi vida, y lo expulsaron con un gemido que se debió escuchar en toda la casa.

Sus manos se aferraron a mi trasero y apretaron. Hizo que mi espalda se separara de la pared y mis uñas la arañaran. El placer me consumía y yo no tardaría en dejar vencer esta batalla mis instintos más bajos. Me arrepentiría más tarde pero caí. Me abandoné a él.

Volví a sentir su cuerpo pegado al mío. Una de sus manos me rodeó la cintura, la otra me cogió la pierna y la levantó. De nuevo, noté su grandiosa erección contra mi muslo. No tardó demasiado en volver a entrar en mí de la misma manera que lo hizo antes. Mi cuerpo golpeó con fuerza la pared, incluso me pareció escuchar como se habrían grietas en ella. Mis brazos rodearon su cuello y lo pegaron más a mí. Su piel estaba tan caliente y suave. Su piel siempre estaba fría pero no en este momento. Nada a nuestro alrededor podría estar a baja temperatura. Todo lo que nos envolvía era un calor asfixiante.

Los golpes de su pelvis contra la mía cada vez se hacían más rápidos y fuertes. Me rompería por la mitad si seguía así. Las corrientes de placer se hacían patentes en mí y cada vez con más frecuencia. No aguantaría mucho más este ritmo. De un momento a otro, me terminaría por volver loca. Porque sentir lo que yo sentía no debía de ser sano.

Mis uñas se clavaron en su piel hasta que el olor de su sangre llegó a mi nariz. La combinación perfecta, él y su deliciosa sangre. Ambos, mi fuente de vida. Sus gemidos se hacían más fuertes al igual que los míos, sus manos apretaban más mi piel y entonces pasó. Su boca se situó al lado de mi oído, y gimió de la manera más sensual que había oído nunca. No sabía si fue eso lo que hizo que mis piernas empezaran a temblar y que mi mente cayera en un estado de inconsciencia por unos segundos. Los segundos más maravillosos de mi vida en los que sentí su pene agitarse dentro de mi cuerpo, mi vista nublarse dentro de la oscuridad y yo, caer un un profundo éxtasis de placer. Grité lo más fuerte que pude cuando experimenté esa sensación.

Tom me soltó y yo caí de rodillas contra el suelo. No tenía fuerzas para mantenerme de pie. Aún me encontraba en un estado de inconsciencia. Por mis piernas se escurría un líquido caliente que rápidamente supe lo que era.

Mi respiración estaba agitada. Aunque no lo viese sabía que seguía ahí. Su respiración me lo confirmaba. Sin saber por qué, alcé mis manos hacia delante y allí estaba. Agarré su cara y deslicé mis dedos sobre sus mejilla aún calientes. Estaba ahí, no había sido un sueño. Todo había pasado en realidad.

Me abalancé hasta abrazarlo. Quería sentirlo de nuevo, sólo una vez más. Quedarme así para que la voz de mi interior me lo dejara de ordenar.

-No vuelvas a irte.- Su voz seguía sonando grave. Nunca me había fijado en lo sexy que la tenía.

-No-no...lo haré.



[...]




Abrí los ojos lentamente. La claridad que entraba por la rendija de las cortinas me molestaba. No quería levantarme de la cama, estaba demasiado cansada como para intentarlo. La lluvia no hacía cesado desde entonces, y las tormentas y los truenos alumbraban la oscuridad de la noche. No recordaba cómo llegué hasta aquí ni cuánto tiempo estuve con él.

Me levanté con flaqueza con la sábana alrededor de mi cuerpo. El enorme ventanal de mi habitación estaba cerrado y las cortinas echadas. No tardé en correrlas hacia los lados y ver la tormenta en su máxima plenitud. Era una noche extraña. Se podía ver la Luna aún estando lloviendo, sin un rastro de nubes a su alrededor, pero llovía e intensamente. Era curioso el color anaranjado de la Luna, jamás la había visto así. Se veía tan grande e iluminada, tan grandiosa en el firmamento contemplándonos a todos...

Un vago recuerdo se pasó por mi mente, un recuerdo/ proyección de alguien bastante conocida para mí. Liz. ¿Por qué la tenía que recordar ahora? Estaba cansada de su imagen, ya no quería verla más.

Me separé del ventanal y fui hasta el espejo. No sabía que hora era pero ya estaba empezando a tener hambre y me tendría que vestir para bajar. No estaba segura de querer hacerlo. Las imágenes de lo sucedido con Tom rondaban mi cabeza sin cesar y temía encontrármelo si salía de mi cuarto. Cada suspiro, gemido, palabra... hasta las caricias seguía notando en mi piel. Sus colmillos seguían reflejados en mi cuello, muestra de nuestro pecado.

Quité la sábana de mi cuerpo. Pensar que había estado tocando su cuerpo me provocaba una sensación difícil de describir. Nunca antes había sentido tantas cosas juntas sin orden aparente.

Mis dedos hicieron el mismo recorrido que hizo su lengua por mi cuerpo. Por ese momento en el que él y yo habíamos sido uno, me había sentido pletórica, feliz por primera vez en mi vida.

Mis ojos miraron a sus homólogos en el espejo. El color del pecado para mí ahora sería el azul, el color de mis ojos y los de ella. Estaba dentro del espejo sonriendo feliz. Ambas lo estábamos y yo me alegraba. No verla llorar era no verme llorar a mí. Lo que quedara de mi alma se había reconstruido en el momento en el que sentí sus labios y esas palabras: "No soporto que te vayas". Lo más seguro era que esa frase no tuviera más significado que el que yo le quería dar pero yo las sentía especial.

¿Irme? Ya no podría irme aunque quisiera. La oscuridad se había adueñado por completo de mi ser y ya no había vuelta atrás.

¿Desde cuándo te hiciste dueño de mí?



[...]



By Tom



La cama volvía a estar vacía. Tendría que cambiarla si no quería dormir con sólo un colchón en el suelo. Las patas estaban destrozadas y el cabecero llevaría su mismo camino.

Necesitaba sangre o me ocurriría como aquella vez en el callejón. Le di toda mi sangre para que estuviera tres días sin poder levantarse. No había escatimado en succionar todo lo que yo me hubiera atrevido a ofrecerle pero tuve que detenerla. Sus instintos iban demasiado rápido y no los controlaba todavía. Sabía que llegaría el día en el que su lado oscuro despertarse pero tenía que reconocer que no me lo esperaba tan pronto. Se dejaba influenciar por estúpidos sentimientos y reacciones de los demás y eso iba en su contra.

Sentimientos... Nunca entendí el significado de esa palabra. ¿Qué significaba? Quizá un día lo supe pero no me acordaba de ese momento. Bill hablaba y hablaba todo el tiempo sobre ellos. Amor, tristeza, odio,... Puede que el último aún estuviera presente en mí. Sí, el odio era el único sentimiento que un monstruo podía sentir.

Miré hacía la ventana abierta. La Luna seguía llena y anaranjada, como aquella noche. Los recuerdos de la noche de su desaparición me atormentaban a todas horas. Desde la noche del callejón la había sentido cerca pero era absurdo. Incluso la llegué a sentir en ella. No encender las luces sólo había sido un juego para mí. Era, después de mucho tiempo, la primera vez que sentía su presencia. Ridículo. Lilith ya no estaba.

La odiaba. Siempre la odié por irse y odié a mi propia madre por matarla. Arrancó su alma y la tiró por ahí para que la devoraran las bestias. Las lágrimas de Bill aquella noche y el intento de matar a mi madre con mis propias manos era una pesadilla que venía soñando desde entonces.

Pero ahora todo cambiaría. Lilith volvería aunque yo ya no quisiera verla. Me engañaron para traerla de vuelta. Todo estaba planeado desde un principio y yo había caído. No quería tenerla cerca nunca más. La odiaba por no luchar por seguir con nosotros, por dejarse matar sin resistirse.

Me levanté de lo que quedaba de la cama y me fui al balcón a fumarme un cigarro. Lo necesitaba. Tuve que abrir para que su olor se fuera pero aun así, seguía presente en todo mi cuerpo. Sus caricias, sus besos con miedo... Tan sólo me podía fijar en su cara sonrosada. Era divertido que ella no me viese y yo sí a ella. Estuvo bien, demasiado bien para mi gusto.

Elizabeth sólo era su cuerpo de mortal. Pronto esa capa desparecería y dejaría ver a un auténtico monstruo. Al ser que había rellenado hojas de libros sagrados para los mortales.

Expulsé el humo de mis pulmones y sonreí. Que pena que no estuviera aquí para verme sonreír. Sonreí delante de ella pero no me podía ver. Mi primera y última sonrisa habían sido con ella.


Elizabeth sólo ocultaba un nombre que aún no se podía pronunciar. Lilith.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 77

Spoiler Capítulo 77

Capítulo 76